Capítulo 1

Christopher

—Se acabó la diversión.

El reloj apunta las 09:16 de la mañana cuando no pierdo tiempo en deshacerme de una chica que invade mi cama y destruye la tranquilidad con sus ronquidos insoportables. Se retuerce un poco antes de soltar un murmullo en señal de desconcierto.

—Eh, preciosa, he dicho que te vayas.

Intento no perder la compostura, algo que de por sí se me hace bastante complicado.

—Déjame dormir, es temprano aún.

De inmediato, la agarro por la cintura, me la echo al hombro y la cargo hasta la salida.

—¿Pero qué cojones haces?

La puerta da un estallido justo delante de mis ojos, con lo cual quedo libre de su presencia.

Fiestas, bebida, chicas, hoteles, todo se ha vuelto una rutina en mi vida desde ya hace casi dos años. Todavía no he podido superarlo, sólo me obligo a no pensar en ello. Si el destino quiere, finalmente creo que tendré algo más en lo cual enfocar mi cabeza.

Una vibración retumba en la habitación, lo cual provoca que me movilice rápido. Tomo el teléfono de arriba del escritorio y la pantalla muestra 3 mensajes no leídos de mi padre:

“¿Dónde carajos has estado? Te he llamado toda la mañana y nada”

“Recuerda la reunión de esta noche y procura no llegar borracho, esta misión es muy importante y será tu primera. He depositado toda mi confianza en ti, espero no terminar defraudado”

“A las nueve de la noche te espero en casa, sé puntual, sino yo mismo iré a buscarte“

Un fuerte e imprevisto soplido sale de mi interior, al mismo tiempo que lanzo el celular hacia un rincón del sofá. Después de hoy, ya no seré solamente el hijo de Richard Jefferson, sino que formaré parte de sus negocios sucios, no está mal. Para cualquier otro individuo trabajar con uno de los cincuenta criminales más buscados del país supondría un acto de locura, pero en mi caso no, es lo que siempre he deseado.

Han sido veinte años viviendo en la sombra: sin poder tener amigos, hogar fijo ni una identidad que sobrepase los seis meses. Cuando era más joven se tornaba insoportable, solía llorar todas las noches, pero nunca decía nada a nadie. De todas maneras no había con quién hablar, siempre he sido yo y sólo yo, de ciudad en ciudad, de instituto en instituto, de puerta en puerta.

Hace un tiempo todo cambió, un suceso encontró en mí el peor de los dolores, me dejó destruido, en el fondo, pero prometí que nunca jamás algo volvería a afectarme, a arrebatarme las ganas de seguir adelante. Y a partir de ahí las cosas tomaron un giro: no más sonrisas, no más amabilidad, ni seguir todos esos valores estúpidos que te enseñan en la escuela. Me convertí en lo que es el verdadero Cristopher Jefferson.

De hecho, el solo pensar ese nombre suena raro, no he tenido que utilizarlo en mis años de existencia, es un milagro que no se me haya olvidado, sería lo más normal. Recuerdo que mis padres me llamaban así cuando pequeño, pero desde que perdí a mi madre, todo cambió. Como si no fuera poco, posterior a eso, la situación fue cada vez a peor, yo tuve que salir del país, comenzar una nueva vida, lejos de todos aquellos que conocía.

Y aquí estoy, listo para entrar a las puertas de un mundo desconocido, con riesgos, como adoro que sean las cosas. Preparación me sobra, desde los doce conozco lo que es un arma de fuego, y ya cuando tenía quince conocía tirar, al igual que defensa personal. El señor Richard podrá haberme alejado de él, pero si de algo se encargó fue de que aprendiera todo lo relacionado con su trabajo. Es de aquellos que piensan que no hay mejor arma que la mente; tal vez es la razón por la cual sus planes tienen un alto porciento de efectividad, vuelven loco a la Agencia Central de Inteligencia, eso lo dice todo.

Para mí es un placer seguir sus pasos, nada me haría más orgulloso que tomar su puesto y seguir adelante con lo que ha construido. Estoy consciente de que igualar su nivel de planificación y maldad es cuestión casi imposible de lograr para la mayoría, pero no en mi caso. Después de todo, hay quien dice que el alumno supera al maestro, así que comienzo a creer que podría no ser una utopía.

Eso sí, un gusto que compartimos es nuestra afición por el ajedrez, porque a pesar de que muchos lo ven como un juego, nosotros lo llevamos a nuestro día a día. Hay ocasiones en las que debes sacrificar piezas para ganar, esperar tu momento para atacar, o simplemente hacer de una realidad una ilusión. En eso nos basamos, y quizás constituya el principal secreto que ha hecho tan exitosa a esta familia.

Sin embargo, no todo es positivo, hay mucho que no conozco de él, y en el fondo no sé si me gustaría. Los hombres de su estilo tienden a llevar consigo manchas en sus historiales, sucesos que podrían desatar un fuego incontrolable, de esos que destruyen lazos previamente considerados inquebrantables.

***

Casi media hora me ha tomado desde mi casa para llegar a la Mansión Jefferson, un lugar que incluso dentro de la policía es un misterio. El hecho es que no sale ni en los mapas, tal y como si no existiera. Cuenta con tres cercos de seguridad, uno a 500 metros, otro a 100 y uno en la entrada principal, todos con guardias armados de pie a cabeza. Hasta para autorizar mi acceso se requiere de un exhaustivo proceso, cuestión que detesto.

Una vez entras hacia dentro, un largo y oscuro pasillo se interpone en tu camino, el cual te da una panorámica sobre lo que ahí encontrarás. En el momento en que llego a la sala, descubro a mi padre charlando junto a varios hombres que no conozco.

—Ya estoy aquí.

De repente, todos hacen silencio y se dan la vuelta, a excepción de mi padre, que ya se encontraba de frente.

—Hey hijo, bienvenido— dice yendo hacia mí para darme un abrazo— Bueno, toma asiento que la noche promete.

Siguiendo sus indicaciones, me siento en la mesa donde solíamos comer. Hace ya un tiempo que dejé de vivir en esta casa, pero aún recuerdo dichos momentos.

—Ya ordené a la empleada que nos sirva la cena— indica desde el otro extremo de la mesa— Entonces, ¿listo para empezar?

—Más que nunca— replico mostrando confianza, cualidad que corre por mis venas.

—Bueno, como sabes, hoy te voy a encargar tu primera misión dentro de nuestra organización, la cual es de gran importancia. Confío en ti y sé que estás preparado para afrontarla como se debe. Muchos años preparándote y finalmente ha llegado tu momento, aprovéchalo. No sabes lo contento y ansioso que estoy.

Una carpeta cargada de información es deslizada hasta llegar a mi lugar. Puedo percibir que todos los presentes en la sala conservan una igual y posiblemente ya le hayan hojeado. Al abrirla, me topo con una identificación falsa, seguida de una innumerable cantidad de hojas y fotos. Les doy un pequeño vistazo por arriba, percatándome del nombre de una mujer: Ashley Brown, junto a su fecha de nacimiento e informaciones personales de ella.

—Y bien, ¿qué se supone que debo hacer?

—Te explico. Hace menos de una semana, nuestra organización dedicada al tráfico de armas sufrió un duro golpe. El FBI descubrió una descarga que hacíamos a medianoche y frustó la operación, haciéndose del cargamento y aniquilando a importantes hombres de la banda.

Hago un momento para analizar; ya sabía de los negocios sucios de mi padre dentro de “King’s Power”, movimiento criminal del cual es uno de los cabecillas, pero no me había enterado del fracaso de esa noche.

—Al frente del equipo encubierto de la policía estaba la agente especial del Departamento de Inteligencia, Ashley Brown, de la cual tienes una basta información, desde qué hace hasta qué piensa— expresa valiéndose de una metáfora para poner en contexto su idea— Pues bien, el objetivo es claro: quiero a esa mujer en las puertas del infierno. Quiero que le quites la vida, que se arrepienta de haberse metido con nuestra familia, y sobre todo, deseo ver cómo sufre hasta su muerte.

Observo la rabia y el odio que enarcan sus palabras, definitivamente está hecho para esto. Tanta furia acumulada sólo por una operación fracasada sólo se ve en criminales de su tipo. La sed de venganza siempre ha sido una de sus características, por eso aquellos que lo rodean acostumbran a respetarlo y asegurarse de nunca fallar.

—Entiendo, ¿algo en mente para deshacerse de ella?

—Llevas años preparándote, esperando este momento, eres de los hombres más inteligentes que he visto, estoy seguro de que ya se te ocurrirá alguna cosa. No obstante, tendrás a tu entera disposición un equipo altamente capacitado, que estará trabajando y siguiendo tus órdenes día y noche.

Por fin caigo en quiénes son los invitados que se encuentran parados como escoltas detrás del señor Jefferson. Puedo visualizar cinco en total: sobresalta entre ellos un muchacho joven, que estimo debe tener cuando más 25 años. Los otros cuatro tienen un aspecto rudo, se nota que son profesionales experimentados.

—Pero no te preocupes, ya tendrás oportunidad de conocerlos en el cuartel de operaciones. Aquí tienes las llaves del lugar— dice lanzándomelas— Mañana a las nueve de la mañana tendrán su primera reunión.

Repaso nuevamente la casa con mis ojos, tal parece que nada ha cambiado aquí, sigue siendo el mismo lugar, solo que más solitario. Es una lástima, cualquiera moriría por estar en un recinto con una piscina enorme, cinco habitaciones con baño propio, cristales a prueba de balas y un campo de golf. Menudo desperdicio.

—Copiado, ¿algún otro punto que quieras comentar?

—No, solo me queda desearte buena suerte y por encima de todo, ten cuidado, estamos lidiando con unos putos policías más que preparados.

Pueden ser los mejores agentes del país, pero si no estuviera seguro de que puedo hacerme cargo de ellos no hubiese venido aquí. Para ser mi primera experiencia no creo que esté tan mal, pondrá a prueba lo aprendido y es algo que me anima a empezar.

—Perfecto, desde ya puedo asegurarte que en menos de un mes estará hecho, no te preocupes por ello.

Una risa burlona se le dibuja en el rostro, mientras lanza una mirada jocosa a cada uno de los demás hombres que contrató para mí. Ellos a su vez le devuelven la carcajada, aunque claramente se ve que es forzada. Estas son las cosas que me hacen ver el miedo que le tienen a su jefe, están cagados en los pantalones.

—¿Un mes dices? Por favor, ¿qué piensas que es esto? ¿un ataque al Empire State? Tienes dos semanas y contando.

Frunjo el entrecejo por el plazo establecido, está tratándome como si ya tuviese una década de experiencia. Decido no darle el gusto de verme protestando y guardo mis palabras. Si piensa que eso será un problema, está en un error, y se lo demostraré.

—Pues así será, en dos semanas entonces.

Dicho esto, veo entrar a la sirvienta de mi padre con dos platos de la cena en sus manos. Los otros individuos que participarán en el plan se unen también a nosotros ante la invitación del señor Jefferson.

A medida que comemos, platicamos sobre ideas que se les van ocurriendo a cada uno. Realmente no tomo en consideración ninguna, hasta que escucho una que me resulta interesante.

—¿Y si haces que la chica esa se enamore de ti? De tal forma, todo sería más fácil, ¿no?

Su idea se mete en mi cabeza, hace estragos en ella y se niega a salir. Me limito a no comentar al respecto, pero mi inconsciente ya ha decidido el camino a seguir, uno que era imposible de saber a dónde me llevaría.

***

El camino de regreso lo hago más rápido que el de ida. Me apetece llegar cuanto antes, necesito comenzar a estudiar toda esta información. No sé exactamente si he violado alguna ley, ya que me tomó poco más de diez minutos en arribar a mi destino. Posiblemente he infligido el límite de velocidad, pero sinceramente no me interesa.

Llego y sin perder tiempo voy directo a leer el folleto que se me fue ofrecido. Todo está unido por dos presillas, por lo que lo primero que hago es deshacerme de ellas.

Salta a mi vista una identificación falsa, de la cual puedo apreciar: Christopher Anderson, 23 años de edad, nacido el 15 de febrero de 1998 en Ohio, hijo de Paul Anderson y Rebecca Anderson. Licenciado en Derecho.

La realidad es que cuento con solo 20 años, pero mi carácter y comportamiento aparentan que soy más maduro, por lo que no creo que suponga un problema. En cuanto al nombre, tampoco lo será, ya que solo mi apellido, al ser igual que el de mi padre, podría haberme delatado. De por sí la idea de utilizarlo me ilusiona, prácticamente nunca he sido llamado así. Y por otra parte, es cierto que he estudiado Derecho la mayor parte de mi vida, solo que nunca llegué a graduarme como Licenciado.

Seguido a eso, se encuentran un bulto de papeles unidos. En la primera hoja, aparecen los datos biográficos de la mujer que debo hacer sufrir, junto a una foto de ella.

No es el tipo de chicas que impresionan de verlas por primera vez. Su cabello negro a más no poder le cae sobre sus hombros. Tiene unos ojos pardos, así como labios carnosos, prácticamente parecida a la mayoría. Sin embargo, una sensación en mi interior me dice que hay algo más, que no me deje guiar por su físico. Y entonces lo comprendo, mis ojos detallan sorpresa cuando sigo leyendo más para abajo:

Agente del Departamento de Inteligencia del FBI. Desde los catorce años se detectó en ella habilidades que una joven normal no posee. Ingresó en las filas de la organización policial a los dieciocho, considerada como una de las joyas y armas secretas que tiene el Departamento dedicado a la búsqueda de los criminales más buscados del país.

Amante de los números, especializada en el trabajo con las computadoras, posee gran destreza para detectar las mentiras en las personas, así como conocimientos en artes marciales y defensa personal.

Actualmente tiene diecinueve años, pero ayuda en el rastreo de los prófugos de mayor peso para el FBI y en las operaciones encubiertas, con el fin de intervenir en las acciones ilícitas de las distintas bandas criminales. Es la encargada de trazar el plan y la estrategia que utilizan en cada operativo.

Luego de terminar, quedo un poco impresionado. Vaya vaya, después de todo no va a ser un blanco fácil. Podría hasta decir que no me esperaba tanto de ella teniendo en cuenta su edad. Finalmente entiendo por qué me decían que tuviera cuidado; es una agente bien preparada.

Repaso los últimos detalles que me restan por analizar y antes de quitar el ojo de la carpeta, vuelvo a mirar su rostro.

—Así que a ti hay que quitarte del camino...

Un murmullo sale de mi boca en tono reflexivo. La idea que soltó uno de los hombres del equipo durante la cena vuelve a mí como flecha. Estudio las ventajas que pudiera darme algo así.

Entre los beneficios, hay que decir que, primeramente, no lo veo como un problema, sino todo lo contrario, sólo una chica más para entretenerme. Segundo, la tendré en mis manos y cuando sienta que soy lo mejor que le ha pasado en su vida, tendré el poder de destruirla antes de asesinarla. Viéndolo así no suena tan mal, creo que podría funcionar y de gran manera.

Quedo unos minutos más ensimismado en el plan hasta que un mensaje entrante en mi móvil me hace saltar. En la pantalla se puede leer que proviene de un número desconocido, así que lo abro sin pensar:

“Restan sólo 14 días para tu muerte. La cuenta atrás ha comenzado. TIC TAC...”

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