2. ¿Soet o Elizabeth? ¡Tu Decides!
Mientras Soet caminaba, Elizabeth estaba ya vestida y Geldrys por igual.
—Creí, que yo era importante para ti. ¿Por qué me haces esto? Irte con él no te cambiará nada.
Decía Geldrys con algunos de sus agravios y algo desesperado.
—Creí, que yo había hecho la diferencia de los demás. Te expresé un te amo desde lo más impulsivo de mi corazón. ¡Me enamoré de ti, Elizabeth! ¡Me gustas! De verdad, me gustas.
Decía Geldrys con sus manos en los hombros de Elizabeth.
—¡Tienes a Soet!
Geldrys se decepcionó al escuchar esa expresión, y le dolió el pecho. Luego Elizabeth vio su expresión de rostro y dijo:
—¡Esto… es dolor! Por alguien que de verdad amas. ¡Tu decides!
En cuanto dijo aquello caminó hacia la puerta.
—¡Tu eres la que debería decidir! ¿De él o yo?
Elizabeth ya parada en la puerta aún sin abrirla se da vuelta y mirándole fijamente le dice mientras a la vez colocaba su mano en su vientre:
—¡Ya, yo elegí!
Ambos se miraban seriamente.
Luego de que Soet caminará por el largo pasillo. Se detiene en la puerta 302. Suspira y toca el timbre. No pasaron ni un segundo y la puerta se abre. Soet levanta su mira y frente a ella se encuentra con…
Rey estaba en su escritorio pensativo. En la forma en la que estaba lo hacía ser más atractivo. Mientras estaba sentado en la sección de fotos un hombre calvo se le acerca:
—¡Señor Almirat, Elizabeth aún no llega!
Cuando hubo dicho aquello Rey le hizo señas de que se fuera con su mano sin levantar su brazo. Esperaba a Elizabeth para finalizar su secciones de fotos en ese último lugar.
—¡Míralo! ¡Que sexy se ve! Quisiera estar con él.
—¡Si! Lástima, que solo tengas ojos para la zorita esa.
—¡Si! Nunca antes lo había visto así. ¡Tan serio!
—¡Pero, se ve más guapo! ¡Ja ja!
Murmuraban algunas modelos.
—¿Que haces está perra aquí? ¿Qué demonios hacías con ella aquí adentro? ¿Te la estabas follando? ¿He?
Soet, le cacheteaba, más Geldrys le agarraba las manos.
—¡Ya tranquilízate!
—¡No me tranquilizaré! ¡Ahora dime! ¿Acaso me llamaste para esto? Para ver la mierda de hombre que te has vuelto. ¿Fue para eso que llamaste? Para que lo vea a los dos a su cara de mierda. ¿He?
Grita Soet con sus horribles agravios.
—¡Ya, tranquilízate! No vas arreglar nada así.
—Y tu, maldita zorra, esté es mi hombre, así que búscate el tuyo. Sino quieres que arruine tu linda carita de perra.
—¡Ya déjala en paz!
Decía Geldrys tomándola de la cintura y alejándola de Elizabeth mientras estaba cerca de la puerta.
—¡Que! ¿A caso la defiendes?
—¡No! No defiendo a nadie.
—Si no defiendes a ninguna de la dos; entonces elige. ¿O soy yo… o está zorra? ¡Tu decides!
Antes de decir aquello, Soet se había apartado de Geldrys. En cuanto Seot digo aquello, Geldrys se quedó frenético. Elizabeth los miraba sin decir nada. En el momento que Geldrys abrió la boca para decir algo, Elizabeth dijo:
—¡No es necesario que él lo haga!
Soet demasiada molesta la miró.
—¡Él te ama! Y…
Geldrys se quedó con la boca abierta y llevando hacia un lado su cabeza miró al suelo.
—… solo vine, para decirle que me iba de viaje para mudarme a Londres.
—Y a mi que me importa eso. ¡Lárgate y no vuelvas más!
Geldrys miraba tristemente a Elizabeth. Cuando Elizabeth se puso de lado a ellos desde la puerta, se quedó mirando a Geldrys mientras se iba.
—¡Vete ya! ¡No haces falta!
—¡Adiós!
Dijo sonriendo Elizabeth. Soet no se percató de su sonrisa. Geldrys estaba que no podía creer lo que pasaba. Todo su cuerpo estaba apunto de desplomarse. Su corazón le quería estallar. Elizabeth se marchó sin más.
Soet fue y cerró la puerta de un puertazo.
—¡Maldita zorra! ¡Busca tu lugar!
Soet se da vuelta y mira a Geldrys con su cara larga y pensativa.
—¿Y ahora que? ¿Quieres irte tras ella? ¡Pues vete!
Geldrys camino al sofá diciendo:
—Solo me siento un poco mareado.
—¿Quieres que busque algo de verrón?
—¡Si, por favor! Esta en el botiquín de allá.
Soet corrió hasta allí.
El ascensor se abrió y Elizabeth salió llorando de él. Algunas personas que esperaban allí le miraron mientras ella pasaba entre ellos. Luego Elizabeth salió corriendo por la puerta giratoria del edificio y, un taxista le esperaba enfrente. Se monta y se inclina adelante tapándose el rostro en sus piernas. Deja salir todo su llanto. El taxista le mira por el espejo del frente.
—Señorita, ¿Se encuentra bien?
Preguntó el taxista girando su cuerpo.
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