Y salió el Sol
Se detuvieron tratando de recobrar el aliento.
-¿No pudo hacer un ascensor?- se quejó Fernanda, recargándose en una piedra nueva que decía "Su futuro está arriba".
-¡No entiendo lo que pasa!- Bruno miró a su alrededor - ¡Nunca se había transformado uno de los cuartos! Pero no es lo que importa ahora, ya perdimos mucho tiempo.
La mujer resopló resignada cuando el Madrigal caminó como si nada y ella apenas sentía las piernas, se detuvieron de golpe al llegar al pasillo, cuando el viento les arrojó agua a la cara cubriéndoles la visión.
-¡Es muy tarde!- se lamentó Bruno al ver la cantidad de agua que caía del cielo, formando pequeñas cascadas rodeando los corredores.
Fernanda negó con la cabeza extendiéndole la mano -¡Llévame al cuadro!
La casa los protegió de la tormenta con tejas y tablas, hasta formar un pequeño techo al detenerse y mover un cuadro que descubrió un agujero en la pared.
-¡LOOOOOORIIII!- gritó Bruno hacia adentro, por un momento solo les respondió el eco.
-¿Tío Bruno?- escucharon una vocecita desde dentro.
-¡Sí, soy yo!- exclamó sonriendo aliviado -¿Estás bien?
-Sí- respondió la niña llorosa -. ¡Pero la tormenta es tan fuerte! ¡Mamá estará muy enojada conmigo! ¡No quiero salir!
"En eso debió pensar antes de esconderse" pensó la adulta resoplando mientras el moreno le cuestionaba con la mirada lo qué debían hacer.
-Tu mamá está muy asustada porque algo te haya pasado, se alegrará de verte- dijo por fin.
-¿Y tú quién eres?- preguntó la niña en un tono más bien demandante.
-¡Lori, no seas así, es una amiga!- respondió Bruno -Todos te están buscando y si mi hermana no detiene la lluvia estarán en peligro. ¡Debes salir!
-¡No lo haré!- se entercó la niña.
-¡Jovencita!- el profeta trató de ponerse firme, pero claramente no dominaba ese asunto y el dedo que levantó temblaba un poco -¡Ven aquí, o no jugaré contigo en dos semanas!
-¡¿Dos semanas?!- exclamó dolores, asustada.
-¡Si no te veo cuando cuente tres, serán tres semanas!- aumentó la amenaza.
Fernanda se aguantó la risa, si esa era la peor amenaza que podía hacer, sin duda Dolores valoraba muchísimo los juegos con su tío.
-¡Y unoooooo! ¡Yyyyy...
Ni siquiera pudo llegar a dos porque unos pasitos apresurados llegaron hasta la pared, y la cabellera ensortijada de la niña se asomó por el agujero.
Bruno suspiró de alivio, sostuve el cuadro para que él pudiera estirar los brazos tal como nos había mostrado la visión, sacando a la niña.
-No vuelvas a hacer esto, irte sin decirle a nadie- la regañó abrazándola, mientras se le formaban unos lagrimones en sus ojitos.
-Debemos llevarla con Pepa- indicó la adulta, pero solo miraron hacia la tormenta. ¿Cómo iban a llegar sin que se Dolores se mojara?
-Necesito mi paraguas, por favor- pidió Fernanda y el perchero regresó a ellos, agradeció tomándolo y abriéndolo -. ¡Cárgala en tu espalda y yo los cubriré!
Los Madrigal asintieron y la niña se colgó hasta la espalda de su tío, sosteniéndose de su cuello mientras él le sujetaba las rodillas. La mujer se acomodó detrás de ellos creando una protección con sus cuerpos y el paraguas.
-¡Vámonos!- ordenó, con lo que Bruno empezó a caminar.
Fuera de la casa todo se veía aún peor, el agua no caía del todo vertical, si no que el viento la empujaba en todas direcciones creando una especie de pequeñas olas en el suelo, chocando entre sí.
Dolores dejó escapar un grito asustado cuando un trueno los sorprendió.
-¡No pasa nada- gritó Bruno empezando a andar -! ¡Estamos aquí para protegerte!
Apenas y se podía ver hacia dónde iban, si estuvieran en un lugar extraño estarían perdidos, pero Encanto era tan pequeño que todos los habitantes mayores a 8 años lo conocían de memoria y aunque solo podían ver la siguiente esquina sabían si seguir de frente o dar vuelta a la derecha o izquierda.
El paraguas se había convertido en algo a qué aferrarse para no rendirse, tenía que cubrir a la niña y con el agua llegando por todas direcciones, apenas y cubría el hueco entre ellos. En un par de minutos estaban empapados y con mucho trabajo llegaron a la iglesia.
La puerta estaba cerrada para evitar que entrara el agua y al no ceder con el primer empuje, Bruno recargó todo su peso que sumado a una ráfaga de viento en la misma dirección abrió las puertas de par en par y hubiera terminado en el suelo por la fuerza de su empuje si Fernanda no hubiera soltado el paraguas para detenerlo.
-¿Joven Bruno?- preguntó el Cura, antes de notar a la niña que estaba aferrada a su espalda, temblando de miedo -¡Dolores!
-¡¿Dolores?!- escucharon la voz de Pepa, que corrió hacia ellos y se detuvo un segundo sin saber qué hacer con Luisa.
Fernanda se acercó para estirar los brazos y recibir a la bebé, mientras Dolores se soltaba de la espalda de su tío para correr a los brazos de su madre.
El sonido de la tormenta amainó hasta desaparecer, se escuchó un alivio general de las personas que ocupaban la iglesia, los grupos de búsqueda que al regresar no habían podido volver a salir.
-¡La encontraste- exclamó Pepa contenta, apretando las mejillas de Bruno con una mano mientras abrazaba a su hija con la otra -! ¡Tú la encontraste, hermanito!
-Yonolohicesolo- alcanzó a balbucear con los labios apretados, señalando a la joven.
-¿Eres la hija de los Sánchez, verdad?- preguntó la mujer acercándose, Fernanda asintió alejándose, no quería que le manipulara la cara también -¡Te lo agradezco tanto! ¿Cómo la encontraron?
-Eso no importa- sonrió Fernanda, al notar que Bruno le indicaba a espaldas de su hermana que no dijera nada -. ¿Deberíamos ir a buscar a los demás, o...
-No, sabían que si lograba controlarme y detener esa lluvia sería porque encontraron a mi Dolores- sonrió, consiguiendo pellizcarle un cachete a pesar de sus esfuerzos evasivos.
Bruno soltó una risita contenida ante el gruñido de la mujer.
-¡Ahora! ¡Dolores! ¡Cuando vuelva tu padre!- Pepa se llevó ala niña, que empezó a llorar bajito ante el regaño.
-No quiero hijos- resopló la castaña mientras Bruno se acercaba y le hacía a Luisa un cariñito en la mejilla, recibido por una risita.
-Después de esto, yo me quedo tranquilo de tener sólo sobrinos- añadió Bruno.
-¿Dolores? ¿Encontraron a Dolores?- Alma y Julieta (la última con la pequeña Isabela caminando de su mano) entraron a la nave principal de la iglesia.
-Sí, fueron Bruno y la Señorita Sánchez- respondió la pelirroja contenta, señalándolos.
-¡Oh, pero si están empapados!- apuntó Julieta mientras la matriarca Madrigal pedía sin palabras cargar a su nieta menor.
-En realidad, ella cubrió mi espalda y su frente, así que estamos medio empapados- corrigió Bruno estirándose uno de los rizos en su cabello.
-Se los agradezco tanto- sonrió Julieta tomando las manos de la mujer -. Vengan a la cocina, se calentarán, estoy preparando puchero para todos los que salieron a la lluvia y así nadie se resfriará.
Bruno miró aprehensivo a su acompañante, esperando que se negara o dijera algo contra el milagro, pero ella simplemente sonrió y asintió.
-¿Tendrás algo para el dolor de cabeza, hermana?- preguntó el moreno a medio camino -¡Siento que me va a reventar!
Fernanda se mordió el labio preocupada, recordando las escaleras y ahora con Bruno sintiendo dolor.
Habían encontrado a Dolores, ¿pero a qué costo?
-.-.-.-.-.-.-.-
¿Les ha tocado una de esas tormentas jodidísimas?
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