Tormenta

Fernanda sonrió, mientras Bruno libraba trabajosamente el tronco: para evitar caer se abrazó a él y se deslizó.

—¡Ahora eres un koala!— se burló acercándose por si necesitaba ayuda, pero cayó suavemente en el suelo.

—Con todos estos charcos, más bien soy un chigüiro*— sonrió él también, tratando de limpiarse las manos en el poncho después de ponerse en pie —. Tú también estás sucia.

*chigüiro:capibara

—¿Tal vez porque me metí a ese hoyo mojado para ver qué te sucedía?— reclamó la joven frunciendo la nariz.


—Y porque te arrastraste un poco— añadió él con toda tranquilidad. Fernanda entendió que simplemente decía las cosas tal como las veía —. ¡Me rindo! ¡Con tanta agua la lluvia nos limpiará de todos modos! Ya que se te ocurrió buscar aquí aunque en vez de a Lori me encontraste, ¿se te había ocurrido otro lugar?

—Nnnnnnoooo— arrastró las letras la joven, causando que Bruno abriera los ojos con preocupación — de hecho al verte se me ocurrió otra cosa, pero es una suposición.


—No me imagino cómo puedas suponer algo útil sobre miAAAAUUUUCH!— la lamentación de Bruno se convirtió en chillido cuando le apretaron la nariz.

—¡Ay, no fue fuerte!— replicó tratando de no reírse por la reacción del profeta que tanto temía el pueblo.

—¡Me sorprendiste!— se quejó, cubriéndose la nariz y boca para protegerse de otro ataque.

—Pues ahora estás advertido de que te pellizcaré la nariz cada vez que digas que eres inútil o algo parecido— declaró, con toda seriedad.

—Me quedaré sin nariz— se lamentó Bruno toqueteándose la misma como cuando revisan si está fracturada.

—¡Y tienes otras cosas pellizcables con las cuales puedo seguir!— amenazó fingiendo una voz profundamente mala —¡Mira esas mejillas!

Estiró la mano para alcanzarle el rostro, pero Bruno puso una cara de pánico real y retrocedió unos pasos.


Se abrazó por los hombros, sin mirarla —No debería preocuparme: nadie quiere estar mucho tiempo conmigo.

Fernanda sintió tanta pena: en tan poco tiempo quedaba claro que el Madrigal menor era un manojo de nervios e inseguridad.

—Bruno— lo llamó, lo más suave que pudo, pero en vez de mirarla solo se giró aún más —: no quiero sonar pretenciosa, pero yo no soy como todo el pueblo.

—No, tú eres más lista, pero en odiarme serás igual— musitó cerrando los ojos —. Las personas solo pueden odiarme por tener un don tan malo.

—¡Bruno, tu don!— exclamó Fernanda queriendo acercarse, pero pensando que lo pondría peor — ¡En eso estaba pensando! ¿Puedes ver el futuro de un punto que elijas?

Negó con la cabeza —No, por eso es inútil. Y malo: muestra cosas malas, que luego no se pueden evitar. ¡Mira la boda de Pepa! Le dije que llovería para que lo evitara, y de todos modos sucedió.


Fernanda se quedó unos segundos asimilando —¿Me estás diciendo que TODO ESTE LÍO ES PORQUÉ LLOVIÓ EN LA BODA DE TU HERMANA: LA QUE CONTROLA EL MALDITO CLIMA?

—Sí, así empezó tod... ¡oooooh!— Bruno por fin la miró, con el brillo en la mirada de una súbita claridad   —Ella debió evitarlo y prefirió creer que era inevitable, por lo que se hizo inevitable, ¿cierto?

La joven asintió.


—¡Tu don, Bruno! ¡Significa que hay una sola manera en que las cosas pasarán!— se sintió algo culpable al ver que causaba que se perdiera su mirada en la nada, negándose a creer —Lo que veas encontrará el modo de suceder. Así que: ¿qué tal si intentas ver en dónde encontraré a Dolores?

—¡No es así cómo funciona!— se lamentó Bruno —No puedo decidir cómo enfocar mi milagro, como Julieta curar algo específico y Pepa crear un clima específico. ¡Mi don no es moldeable, por eso es inútil!

Se cubrió la nariz cuando la mujer se acercó a él, claramente molesta —¿Lo has intentado?


Una fuerte ráfaga de viento los hizo cubrirse, el poncho de él y la falda de ella revolotearon con fuerza.


—¡Se está poniendo peor!— gritó Fernanda entre el viento que aullaba —¡Tienes que intentarlo! ¡O Encanto se inunda!

—¡No puedo! ¡No lo lograré y te decepcionarás de mi!— gritó de vuelta buscando por donde huír —¡Vas a odiarme!

—¡Claro que no!— Fernanda estaba empezando a exasperarse —¡No te lo mencionaré jamás si no lo logras! ¡Pero si no lo intentas... entonces sí voy a decepcionarme!


Como pudo, la chica dió una carrera y quedó frente al profeta, que la miró aprehensuivo. Ella sonrió y le extendió la mano.

Un trueno lo hizo reaccionar, no solo tomando la mano si no sujetando todo el brazo y hundiendo su cara en el hombro femenino.


—¡Vamos!— sonrió ella, empezando a empujarlo. Tras conseguir avanzar tres pasos se separó para no ser una carga y tomados de la mano se dirigieron a la Casa Madrigal, en medio de lo que ya parecía el segundo Diluvio Universal.

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Es la primera vez que me doy cuenta de que Bruno no tiene filtro para hablar y podría ser muy problemático ajajaja...



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