11- Si lo hago, a lo mejor estalla una guerra y si no... estalla una guerra

Will había insistido muchísimo en que durmiese yo en la cama de Percy. Paul Blofis, el padrastro de Percy, llegó a la hora de la cena y preparó dos colchones en la habitación de este.

Percy dijo que uno de nosotros dos durmiésemos en su cama, el dormiría en un colchón.

Me tumbé sobre unas sábanas de Nemo mientras colgaba a Nico. Habíamos estado hablando un rato sobre la misión, como le iba a Will y le había comentado todo el rollo que me había dicho Piper y como al final le había hecho caso.

—¿Es guapo? —había preguntado Nico.

Puesto que no sabía si tenía Instagram o algo así, se lo describí.

—Meh, no es mi tipo —me había respondido y nos habíamos reído.

Se notaba que el tipo de Nico eran chicos rubios y sonrientes a los que les gusta dar sermones sobre las horas necesarias de sueño. Aunque me costaba entender que a Nico no le gustasen los chicos de cabello negro azabache y revuelto, ojos verdes mar, alto y musculoso... ¿De qué estaba hablando?

Sally me había prestado un pijama, así que ya estaba dispuesta a sacar un libro de mi mochila y ponerme a leer. Justo en ese momento, Percy entró en la habitación, miró un momento al pasillo para asegurarse de que Will seguía en el baño y cerró la puerta. Me sentí algo incómoda.

Se quedó de pie, no muy seguro de que hacer o decir, y después de unos segundos habló:

—Te dije que teníamos una conversación pendiente sobre lo que pasó el otro día... Ya sabes, el monstruo que te atacó y eso.

Mierda. Mierda, mierda mierda. Se me había olvidado. Mierda.

Me quedé en blanco, algo que no me pasaba muy amenudo. El plan había sido desde el principio que no descubriese que fuesemos semidioses y yo ya lo había jodido sin llevar una semana allí. Mierda.

Intenté improvisar algo.

—Mira Percy, tenías razón, vi algo que la mayoría de gente no puedo ver, ese monstruo que me atacó...

—¡Así que tú también eres una semidiosa! Así que no estoy loco.

—No, Percy —decidí inventarme algo sobre la marcha—. Yo simplemente puedo verlos, pero ya. ¿De qué semidioses hablas? —me hice la tonta.

Él bajó la cabeza de un suspiro y se sentó en el colchón. Me sentí muy mal por haberle mentido, algo muy raro ya que me había acostumbrado a no sentir empatía por las víctimas de mis misiones. Si me sentía mal solo por mentirle, ¿cómo me sentiría cuando tuviese que matarle?

—Entonces... —empezó.

—Sí que soy una semidiosa —le interrumpí—. Siento haberte mentido, es solo que... se supone que no debo decirlo a nadie.

Él asintió comprensivo y en ese momento Will abrió la puerta, tapándose la cara con las manos.

—¿He interrumpido algún momento íntimo?

Le lancé un cojín como respuesta.

                                 • • •

Las pesadillas habían dejado de atormentarme durante un período tan largo que pensé que no volvería a tener. Una suposición errónea, por supuesto, ya que de pronto me encontraba en un entorno que me recordaba al Olimpo, en lo alto del Empire State. Zeus, Poseidón y mi madre, Atenea eran los únicos presentes. Los tres discutían, más enfadados de lo habitual.

Zeus le lanzaba cuchillas con la mirada a Poseidón mientras este parecía defenderse, y mi madre estaba planeando silenciosamente como asesinarlos a los dos.

Hasta entonces no me habían llegados sonidos de la conversación, pero de repente oí a Zeus:

—El chico será exterminado, no hay discusión posible.

—Entonces yo podré mandar que alguien mate a tus hijos —contraatacó Poseidón—. Te recuerdo que tú rompiste el trato primero y más de una vez.

Me quedé paralizada. ¿Iban a matar a Thalia y a Jason? No podía permitir eso.

—¡Cerrad la boca! —estalló mi madre—. Dejad de discutir quién mata a quién u os acabaré matando yo, por muy inmortales que seáis —se volvió hacia Zeus—. Tú tienes explotada a mi hija y sus amigos, haciéndote el trabajo sucio. Pues que sepas que esta será su última misión, y no intentes contradecirme padre, no quieres tener una diosa de le guerra en tu contra.

Me quedé boquiabierta. Pensé que mi a madre solo le molestaba que hiciese esos trabajos porque derrochaba mi potencial, pero ahora veía que no era así.

—En cuanto a tu hijo, Poseidón —mi madre se alejó de Zeus y se llevó al otro dios con ella—. Sé que le tienes mucho aprecio, pero sabes que si intentas impedir que esto pase, todo acabará en una guerra, en la que mucho semidioses saldrán heridos. Es la forma más sencilla, por muy poco que te guste. Zeus ya recibirá su castigo por romper la promesa —aseguró.

Poseidón fue hacia Zeus y siguieron discutiendo, aunque más calamados ya que mi madre los vigilaba de cerca. Se giro hacia donde yo estaba y me sorprendí al darme cuenta de que podía verme.

Vi en su rostro algo que se asemejaba a la tristeza.

—Tienes que hacerlo —susurró.

Y me desperté de golpe.

Me senté en la cama y miré la hora en el despertador. Las dos de la mañana. Tenía sueño pero a la vez era incapaz de dormirme. Si yo no mataba a Percy, se iniciaría una guerra. Y si lo mataba, dependía del estado de ánimo de Poseidón si se iniciaba una guerra o no.

Miré hacia el colchón donde dormía Percy. Sería tan fácil asesinarlo en ese momento... Pero no podía. No porque no quisiese (que no quiero) si no porque un asesinato había que planearlo. Estando Will y yo aquí durmiendo, las sospechas del asesinato irían directas hacia nosotros.

No me di cuenta de que seguía mirándolo fijamente hasta que vi como se empezaba a despertar y se percataba de que le miraba.

—Annabeth, ¿te pasa algo? —preguntó.

Salgo de mi ensimismamiento y sacudo la cabeza.

—Ha sido simplemente una pesadilla.

Se levantó y se acercó a la cama y yo me moví para hacerle sitio. Tenía que darle explicaciones, se lo debía, teniendo en cuanta que me ganaría su confianza para después matarle.

—Soy una semidiosa hija de Atenea —comencé—. Huí de casa a las seis años y conocí a otros dos semidioses en mi búsqueda por un lugar seguro. Juntos llegamos al Campamento Mestizo, hogar y lugar de entrenamiento para nosotros. Solo que tú no puedes ir allí, ya que eres...

—Hijo de Poseidón —completó. Me sorprendió ver que él ya lo sabía—. Se me ha aparecido en sueños y visiones. Es por lo que antes mencioné lo de que si estaba loco, no sabía si todo eso era verdad o no.

Asentí y pensé es como seguir contándole todo sin desvelar lo que Will y yo vinimos a hacer.

—Hades, Zeus y Poseidón prometieron no tener más hijos semidioses, todos rompieron la promesa —le expliqué.

Él tardó en asimilarlo un rato. Nos quedamos un rato en silencio pero el momento no era incómodo, se estaba bien.

—¿Y cómo has sabido que yo era hijo de uno de esos tres? —preguntó de repente.

—Alrededor de los hijos de los Tres Grandes se nota un ambiente poderoso. Lo he notado en ti y luego me has confirmado que eres semidiós —no era una mentira del todo, sí que se notaba algo distinto cuando estabas con Thalia o con Nico.

Nos quedamos un rato hablando de otras cosas, como grupos de música y luego el volvió a su colchón. Me hice la dormida, pensando en como me sería casi imposible matar a Percy Jackson cuando llegase el momento.


Si tiene faltas ortográficas, lo escribí un día a la 1 de la mañana y me ha dado pereza revisarlo xD

La verdad es que no sé como de larga va a ser la historia, porque me enrollo mucho y luego nunca las acabo, pero esta sí que quiero terminarla :v

Es que me enrollo mucho, que tenía pensado que en este capítulo ya tocase todo lo del día siguiente sobre el trabajo para la clase de teatro y de repente llevaba 1200 palabras escritas sobre lo que pasaba por la noche (además de que mis capítulos suelen ser de 1000 palabras más o menos).

Bueno, ¡ya tengo el siguiente casi hecho así que supongo que podré actualizar pronto!

¿Qué preferís: romanos o griegos?

Griegos, obvoiusly.

~Pau

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