#16 I'll be there for you (Share bed)
Era una noche inusualmente oscura por lo que, a los habitantes de aquella parte del mundo donde el sol había desaparecido hace algunas cuantas horas, les otorgaba la sensación de haber sidos teletransportados a un nuevo planeta cuya única, pero más que importante, variación con el que era conocido, se debía al hecho de no ser rodeado por ningún cuerpo astral. No obstante, a pesar del colectivo y prevaleciente sentir, solo era el clima que lo que lo otorgaba pues, al hacer acto de aparición el infinito manto de tonalidades frías, curiosamente, esta vez, no había sido acompañado por la blancuzca y magistral luna o por las, diminutas desde la distancia, estrellas titilantes. Habían desaparecido. O, al menos, eso era lo que podías creer a primera vista ya que, en realidad, tras el sol ocultarse detrás de los edificios que inundaban la ciudad, la azulada y verdoso esfera rotatoria, como lo era usual, había girado en su propio ege, permitiendo así la llegada de aquellos que se creían perdidos en el infinito, mas, simplemente, se encontraban ocultos detrás de un sinfín de nubes grisaseas cargadas de agua que hacían difícil su vista desde la biósfera.
Al hacer acto de aparición, el pacífico ambiente nocturno que había estado reinando el lugar, no tardó mucho en ser reemplazado por uno templado, agitado, gélido si se pudiera ser más precisos, lo que era un claro indicador de la aproximación inminente de cierto suceso metereologico, que con su presencia, era capaz de provocar la pausa de actividades relevantes, así como también producía el rebusque y puesta de grandes cantidades de ropa abrigada que permitieran pasar, lo que seria el resto de la noche y parte de la madrugada, sin temblores a causa de las bajas temperaturas.
Sí, se acercaba una tormenta.
Las luces artificiales pertenecientes a los bombillos de los faroles ubicados en las calles y en frente de las casas y tiendas cerradas, parpadeaban una y otra vez, producto del violento, casi despiadado, movimientos de los finos cables de las redes eléctricas que les otorgaba energía a causa del fuerte viento; hecho que le daba vida a un ambiente tragado por la oscuridad misma, imagen que solo se desvanecía por las constantes descargas eléctricas que atravesaban el cielo nocturno a la velocidad. Descargas que no hacían más que colocarle los vellos de punta a aquel muchacho que intenta, por todos los medios posibles, el retener los pequeños gritos que morían en su garganta.
Se encontraba asustado, pero también la furia lo invadía, evidenciándose en la forma en como su ceño se fruncia cada que su esqueleto temblabla sin su consentimiento.
Era normal temerle a algo, después de todo, cada persona en el mundo tiene su propio temor que se esfuerzan, o no, por ocultar. Existían algunos que le tenían terror a las alturas, otros que le tenían repelius a los diminutos e inofensivos insectos que vivían en la naturaleza, e incluso, estaban los que temían hacer algo tan simple como el acariciar un peludito canino. Los miedos superficiales, y reales fobias, eran tantas en este mundo que el diccionario siempre era actualizado cada tanto en su sección de palabras terminadas con aquella terminación.
No había nadie que no le temiera a cierta situación y/o tercero, era algo natural en el ser humano, después de todo, la mayoría de los doctores y psicólogos denominaban el pavor leve como un mecanismo de defensa; sin embargo, a pesar de ser consciente de que, el tener una fobia era algo de lo que no debía de sentirse frustado consigo mismo, no podía evitarlo ya que, mientras sus roommies y mejores amigos descansaban pacíficamente en sus habitaciones, él se encontraba ahí oculto, cansado y muerto del miedo por unos simples estruendos; mas, para una persona como él era mucho más que eso.
No eran simples sonidos, no, eran mortales bombas detonándose una a una. Era, la clara representación de aquello que más temía: sonidos fuertes y repentinos.
Sí, tal y como adivinan, Jake poseía Ligirofobia.
Fue consciente de su fobia desde muy pequeño puesto que, a pesar de que era usual en los bebés o ciertos niños sentir miedo por los ruidos fuertes, él había mostrado síntomas de un terror más profundo y serio hacia cualquier tipo de variación acústica repentina y de gran magnitud. Por supuesto, al sus padres darse cuenta de aquel detalle, no dudaron en buscar ayuda para su segundo hijo pues era una lastima que no pudiera disfrutar de los festivales o de los días festivos como cualquier niño normal, sin embargo, todos y cada uno de ellos habían fracasado en su labor.
La fobia de Jake parecía tener raíces profundas por lo que la cura o disminución parecía imposible.
En consecuencia, aunque no tenían mucho dinero, los Sim tomaron la decisión de mudarse a la casa de unos de sus amigos más cercanos que residía en Australia. El pueblo donde se ubica la casa estaba lejos de las ciudades por lo que el bullicio en las épocas de celebración no sería problema para el pequeño Jakey.
Fué difícil, ya que esa decisión obligó a Jake a viajar a otro país cuya lengua desconocía, y en dónde se encontraba lejos de todos sus amigos y familiares más queridos, pero también acertiva pues le trajo alivio. No volvió a temer con tanta regularidad. Vivió una vida ideal hasta sus 20 años pues, pacífica vida de Sim Jake, finalizó tras la llegada de cierta carta, aquella que ponía en letras mayúsculas:
"FELICIDADES HA SIDO ACEPTADO"
Después de una ardua batalla contra los temas que no dominaba y varias noches de insomnio, había podido obtener las mejores notas de su curso para así poder ser aceptado en su carrera soñada; aquella repleta de los números y ecuaciones que desde niño había adorado pues, al sumergirse en los números, no había ruidos que lo asustaran. Solo eran los problemas matemáticos, el lápiz, la desgastada goma de borrar las hojas blancas y él. Tendría su carrera y vida deseada, o, ese era su plan inicial ya que no todas las buenas noticias lo son del todo.
Había sido llamado pero aquella única que había respondido a su solicitud había sido aquella que se encontraba en la ciudad denominada como las más lluviosa y tormentosa del planeta. Jake había sido aceptado en su carrera de ensueño en la pequeña y torrencial Seattle; esa ciudad que, a pesar de regalarle la oportunidad de tener una educación de primera, desde el momento de su arrivo, había echo su vida un verdadero infierno.
Otra descarga eléctrica en lo alto del firmamento lo hace apretar los labios para no soltar aquel grito que muere en su garganta, siente sus cuerdas irritadas por el esfuerzo que retener sus constantes alaridos de terror por lo que hace una mueca adolorida y carraspea. Sin levantar la mirada ni un segundo pues sabe que, verá la luz y después escuchará el sonido, toma las esquinas de azulada sábana que reposa sobre sus hombros, jalando de ella para envolverse mejor y así evitar que su cuerpo tiemble por el frío; aunque, la verdadera causa sea otra.
Sus rojizas hebras capilares estan ocultas detrás de la amplia capucha de su sudadera lo que hace que la mayoría de su, algo largo, cabello, caiga sobre sus orbes y le obstruya parcialmente la vista. A este punto sus pulsaciones ya se encuentran por los aires por lo que puede sentir como su corazón bombea sangre a mayor velocidad y sus pulmones le sigan el paso sin vacilación, aumentado y destabilizando su respiración hasta el punto de tener que inhalar y exhalar por la boca para no ahogarse. Los vellos de sus brazos estan crispados por el frío y pequeñas gotas de agua ya se han aglomerado, hasta casi desbordarse, en los canales lagrimales de sus avellanas orbes, esos que reflejan terror absoluto.
Alza la vista aún temblando de pies a cabeza y mira el reloj colgado en una de las paredes cercanas. A causa de la lejanía y la debilidad de las bombillas en la habitación es difícil para él el observar con claridad las manecillas del reloj, sin embargo, adivina que deben de ser pasadas las 2 AM.
—¿Cuándo piensas parar? ¿No crees que ya fué suficiente? ¡No es como si alguien en Seattle hubiera construido un arca! —Lloriqueó, y, como si la tormenta le hubiese respondido de vuelta en lo que podía interpretarse como una carcajada malvada, otra descarga eléctrica se hizo presente. — ¡Está bien! ¡Ya entendí! —Respondió devuelta para maldecir un voz baja.
Claro que no terminaría pronto pues habían pasado 2 horas desde el inicio de la tormenta, y, durante esas horas, lo único que hizo fue empeorar, hecho que lo había llevado a huir hacia aquella habitación alejada de las que si eran habitadas por él y sus compañeros de clase y vivienda.
Jake tenía la costumbre de dormirse temprano para así obtener todas sus merecidas horas de descanso después de un día matador lleno de problemas matemáticos, por lo que, al su reloj indicar las 10, había dado el día por finalizado. Se había despedido de sus compañeros de habitación, así como también de los demás que compartían el pequeño departamento, y, una vez, arropado, había caído en un pacífico, pero profundo, sueño, aquel del cual había sido sacado a patadas a causa del estruendo proveniente del cielo. Para su conveniencia no había gritado tan fuerte, y, si lo hizo, el cansancio de los dos muchachos con los cuales compartía habitación era tanto que, aunque cayera una bomba nuclear, no serían capaces de despertarse.
Sintiendo las pulsaciones de su corazón en la garganta, había mirado por la ventana, notando que se había formado, como cada noche desde hacía unas semanas, una tormenta eléctrica. Había tenido suerte cuando en el día, todo fluyó relativamente, pues seguía siendo Seattle después de todo, calmado, no obstante, aquella suerte, una vez y llegó la noche, pareció desvanecerse en las ráfagas de aire frío.
Maldiciendo a las nubes, Dios, Zeus, o a cualquiera que fuera el responsable de aquel cambio climático, se había vuelto a arropar de pies a cabeza con las sábanas, asegurándose de colocar un mínimo de 4 almohadas sobre sus oídos para no escuchar el estruendoso sonido. Hubiera funcionado, sin tan solo su habitación no se encontrará en la planta alta y, al pasar una hora, la magnitud y velocidad de aparición de aquel fenómeno luminoso no hubiese aumentado.
No pudiendo más retener sus alaridos había terminado por bajar hacia la habitación que estaba en desuso y se encontraba en la primera planta. No estaba sucia y aún tenía un par de muebles en su interior pues, según había escuchado de HeeSeung, otro estudiante que había sido aceptado en el departamento de Música y de quién se había hecho amigo con rapidez, había sido de un japonés que se había graduado algunos meses antes de su arrivo del país. Aunque no vivía ahí, aún habían algunas cosas de él, tal y como el viejo colchón dónde reposaba ahora, o las cortinas que había vuelto a colgar para evitar la entrada de la luz; no tenía puerta pues había sido rota cuando el primo, conocedor de taekwondo, de Eu Joo, que había venido de visita, tontamente, le fué pedido que demostrara su fuerza; pero aquel hecho no le molestaba puesto que, al encontrarse al final del pasillo, nadie entraba a excepción de él.
En resumidas cuentas, era el mejor lugar para pasar el trago amargo de las noches tormentosas por su cuenta mientras se ocultaba de los demás.
Aunque consideraba a quienes vivían con él como una familia, y confiaba lo suficiente en ellos hasta el punto de llegar a contarles sus pesares y buscar consuelo en los susodichos, ninguno sabía sobre su fobia. Desde su arribo al departamento que la universidad le había indicado que compartiría con otros estudiantes del plantel, se había encargado de ocultar su fobia. Obvio, está de más el decir que no había sido fácil, después de todo, había ciertos sonidos que no podía evitar escuchar, sobretodo aquellos que provenían de la violenta naturaleza.
Dato del día: Por nada del mundo le crean a los blogs pues no son para nada precisos.
Seattle no era una ciudad lluviosa tal y como era descrita en las páginas de turismo o blogs de voyageurs. Claro que no, si hubiese sido así no tendría mayor problemas puesto que las simples gotas de agua no eran capaces de asustarlo, de hecho, las encontraba agradables. El problema estaba en que Seattle era una ciudad que parecía ser el hogar del dios del trueno pues no faltaban las tormentas, en especial, las eléctricas.
No parecía haber año, semana, día, hora, minuto, o segundo en el cual el cielo no fuera decorado por miles de relámpagos, intensificándose cuando llegaba la que sería, en otros países de clima cambiante, la estación lluviosa. Si ya era difícil el ocultarlo cuando el clima era relativamente estable, hacerlo durante esos 3 meses era lo que muchos llamarían el reto suicida, ya que no era fácil explicar el porqué de sus desapariciones en medio de las reuniones, sus declines a las salidas, o sus marcadas ojeras después de lo que debió de haber sido una larga noche de descanso, pero, al final, de manera asombrosa, con excusas creíbles, se las había ingeniado para que ninguno se diera cuenta.
Y, continuaría en ello pues no estaba entre sus planes revelarselos, al menos, no pronto.
El apretón en su hombro derecho lo sobresalta e interrumpe el carril de sus pensamientos abruptamente por lo que, alza la vista para ver a aquel que, sorpresivamente, se ha levantado a mitad de la madrugada.
Traga duro al momento del pelinegro tomar asiento a su lado.
—Jay —Llama el nombre de aquel que se acomoda a izquierda. Los truenos en el cielo retumban a su espalda.
Lo han descubierto en su escondite en el peor momento posible, y ha sido la última persona que quería que lo hiciera.
Jay Park era uno de sus compañeros de vivienda. Tenían la misma edad y sus facultades, Física y diseño de modas, se encontraban cercanas una de otra, por lo que, a pesar de no ser amigos como tal , se la llevaban bien. Además, no era un secreto para nadie, incluso para el mismísimo Jake, que el contario tenía sentimientos profundos por él, después de todo, este lo había dejado claro hace algunas semanas atrás al momento de hacerle saber que le gustaba.
Había sido una confesión shockeante, de esas que había despertado sentires confusos en su interior por lo que, desde entonces, hacia de todo para no toparse con él, pues aún no lograba ponerle nombre a sus sentimientos.
—¿Qué haces aquí a esta hora? Creí que tenías clases a primera hora —Cuestionó Jay al revisar la hora digital de su móvil.
Aunque el finde semana se econtraba más que cerca, aún tenían un día repleto de clases matutinas y, por lo que se había dado cuenta en esos meses, los viernes eran especialmente pesados para el azabache, pues tenía clases desde las 7 AM hasta las 2 PM.
—Eso debería de preguntarte yo. —Respondió en su lugar, desviando la atención del tema hacia el pelinegro de mechas blancas y no hacia su persona.
—Tengo una prueba en la tarde así que fuí a buscar los apuntes en el escritorio de Hoon, pero, cuando estaba por regresar a mi habitación, ví una sombra, por lo que vine aquí —Explicó. Jake quiso pegarse a si mismo puesto que había olvidado por completo que SungHoon se había cambiado de habitación hace poco por lo que ahora se encontraba en la planta baja, justo a 3 puertas de su escondite por lo que, cualquiera que lo vistara, podía verlo estado ahí —¿Qué hay de ti? ¿Por qué estás en la habitación que era de K?
— P-pues —Tartamudeó.
Siempre tenía una buena excusa a la mano para estás situaciones. Después de varios años inventado excusas para sus amigos y familiares se había vuelto bueno en ello, no obstante, el engañar se volvía complicado si el remitente era Jay puesto que, además de ser el más perspicaz del grupo, su sola presencia hacía que los nervios de Jake aumentaran y con ello, que sus pensamientos se volvieran un lío el cual no le permitía idear alguna excusa creíble.
Aunque, aún y si pudiera exclareser sus ideas ¿Sus opciones eran buenas? Solo tenía unas pocas y todas dejaban huecos para más preguntas que no estaba en condiciones de contestar. Podía decir que estaba estudiando ahí, pero ni siquiera tenía sus libros a la mano. ¿Qué había recibido una llamada? ¿Viendo una película? No había televisores en las habitaciones, y está no era la excepción, además, con la tormenta, era obvio que el servicio de red era nulo por lo que la posibilidad de hacer una llamada era -1. Tampoco iba a ser útil el que decir que solo estaba ahí de paso pues lo había encontrado hecho un ovillo en la cama, por ser optimistas y decir que no lo había visto en el momento en el cual había discutido con el cielo por la tormenta y había sido asustado por este.
Se mordió el labio inferior a la par que un relámpago atravesaba el cielo. El lo hizo apretar la sábana que lo cubría, así como entrecerrar los ojos y encogerse en su lugar, pudo sentir el sabor metálico de la sangre al encajar sus dientes con fuerza por el susto.
"Dile la verdad" Una voz en su cabeza le dió esa opción.
Volvió su mirada hacia Jay quién seguía esperando por su respuesta de forma calmada. Al parecer no se dió cuenta de su repetino susto, aunque, dudaba que, si pasaba una segunda vez, tuviera la misma suerte pues podía sentir sus manos temblar y su corazón repiquear en su caja torácica.
Era cierto, decirle la verdad era la opción más precisa que tenía, pero, también era esa que había estado evadiendo y la cual no quería elegir, pasara lo que pasara pues no quería que nadie viera ese lado de él, en especial, aquel que, por alguna razón, no quería decepcionar.
Sus orbes se llenaron de lágrimas por la desesperación por lo que le dió la espalda a Jay. Puso ambas manos en su cabeza y se encorvó hasta hacerse bolita. No sabía cómo superar este momento con éxito puesto que todos los caminos lo llevaban al mismo resultado, y no, no lo tomaría.
Así que tenía que pensar.
"Piensa, Sim JaeYoon" Se regañó a si mismo llamando por aquel nombre que había dejado de usar desde que llegó a la ciudad. Por aquel que llevaba a el diminutivo por el cual era llamado en los brazos de su madre cada que se sentía asustado por algún inesperado sonido.
"¡Piensa! ¡No dejes que vea esa parte de ti!" Se autoregañó.
Pero, a pesar de sus propios llamados de atención, no lograba pensar con claridad por los tormentosos ruidos a su alrededor. Aunque sabe que Jay sigue está ahí y debe controlarse para que su secreto no salga a la luz, no sabe cómo controlar los espamos de su cuerpo, el como retener aquellos gemidos cargados de miedo que escapan por sus quebrado labios.
Alza la vista y siente pavor.
Las paredes decoradas con pósters viejos y alguna que otra foto parecían destrozarse de poco a poco hasta dejarlo expuesto a la tormenta. Puede ver los rayos en el cielo, el sentir la lluvia empañarlo, así como escuchar sus horripilantes sonidos en sus adoloridos oídos. Su respiración se atasca en su garganta en forma de nudo e hiperventila. Estaba teniendo un ataque de pánico.
Necesitaba salir de ahí, pero, por alguna razón no puede.
Alza la vista y ve como la luz de un relámpago hacer su caída encima de él. Vuelve a la misma posición de un principio, esperando el impacto, mas, este nunca llega a él, de hecho, todo parece caer en una sorpresiva calma que lo hace abrir nuevamente los ojos y notar que, todo está en orden a su alrededor, las paredes siguen estando de pie, y ninguna gota de agua a caído sobre él, solo aquellas que vienen del sudor de su frente. Un silencio extraño esta presente en el ambiente, no es uno absoluto pues es capaz de seguir oyendo los terroríficos sonidos que lo atormentaban, pero ya no son tan claros como antes, pudiera decirse que apenas y si son audibles.
"¿Por qué siento que algo me pesa en la cabeza?" Se pregunta sin moverse de su lugar pero levantando las manos para colocarlas en su cabeza.
Sus dedos tocan algo espojoso y suave al tacto. Tiene que pasar varias veces sus falanges para identificar que es.
Son orejeras para el frío. Gruesas orejeras. Puede adivinar que tienen más capas de las habituales pues, cuando vivía en Seùl llegó a probar el usarlas en los días tormentosos pero ninguna fue tan efectiva como la que llevaba puesta, y, al no ser como las habituales, eso solo significaba una cosa.
Con lentitud, voltea para ver aquel que le ha puesto aquel accesorio y lo observa preocupado.
— ¿Puedes oírme con claridad? —Lo oye apenas decir.
Niega con la cabeza. Jay lanza un suspiro de alivio mientras le sonríe y se estira para poder abrazarlo.
Había sido perspicaz nuevamente y pudo leer a través de él, descubriendo cuál era su temor, mas, en vez de alejarse por ello, había hecho algo al respecto para ayudarlo.
Esas orejeras eran obra de Jay.
—Si funcionaron. Es un alivio —Lo oye murmurar mientras es rodeado por aquellos cálidos brazos que lo reconfortan al instante y provocan el disminuye de su agitada respiración y temblores corporales. Jake aún no sale de su estado de sorpresa, por lo que su cuerpo se siente tenso entre los brazos de Jay—. Yoonie —Aquel apodo sale de los labios contrarios con tanta dulzura que casi se derrite al escucharlo cerca de su oído—. Ya no hay nada que temer. Yo estoy aquí y mientras le este, nada te hará daño. —Expresa a la par que un relámpago se refleja en el ventanal, pero, por primera vez, su sonido no tortura a aquel que lo observa, aquel que no puede evitar derramar esas lágrimas que había estado reteniendo desde la llegada del pelinegro, esas que, en vez de temor, expresaban alivio.
El temor en su interior parece disiparse con aquellas simples, pero precisas, palabras. Esas palabras que nadie le había dicho hasta aquel día, esas que su corazón había esperado escuchar salir de aquel por el cual se había empezado a sentir diferente.
Sus miedos son abrazados por aquel que no hace preguntas del porqué de su anterior estado de angustia, ni lo obliga a revelar algo que no quiere, pero que ya se sabe, que, a pesar de verlo en aquel estado despavorable, sigue susurrándole palabras de cariño mientras lo sostiene entre sus brazos hasta el momento en el que la tétrica imagen de un mundo sumido en oscuridad es reemplazada por aquella dónde una resplandeciente bola de gases en el firmamento hace acto de aparición.
Por primera vez, sale el sol en la tormentosa Seattle.
— Jake. ¡A qué no adivinas cómo está el clima hoy....! —Comenzó a relatar las nuevas HeeSeung mientras corría por los pasillos en busca del pelirrojo, quien, muy seguramente, por los vestigios de una noche tormentosa, no la había pasado bien, mas, su relato sobre las buenas nuevas muere a la mitad al entrar en la habitación, que sabía sería ocupada por el menor, pero la escena que ven sus ojos. Ahoga un gritillo que llama la atención de aquel platinado que pasa por ahí.
—¿Y a ti qué?
—Shhh —Regaña a la par que le pone las manos en la boca al menor —. Aún están durmiendo.
SungHoon, no entiendo a que se refería el mayor, pues es el único que ocupa la planta baja, se acerca al marco de la puerta donde un HeeSeung emocionado observa algo en el interior.
—¿Esos no son...?
— Sabía que de algo serviría el haberle contado sobre la fobia de Jake.
—¿Fobia?
—Nada, nada —HeeSeung agita su mano de un lado a otro para después tomar por los hombros a SungHoon —. Es mejor que nos alistemos o llegaremos tarde a clases. Vamos, príncipe del hielo —. Empuja al menor quien protesta, y ambos se pierden por el pasillo que da a la cocina.
Por su parte, en la habitación que fué abandonada por ambos chicos, se encuentran aquellos dos que ahora descansan plácidamente. A pesar del tamaño del colchón ser matrimonial, ambos reposaban en la esquina más cercana a la pared, ocupando así solo una pequeña parte de ella, mas, el espacio parecía ser suficiente para aquellos dos cuerpos que, aún y en sueños, se niegan a separarse pues ambos descansan en los brazos del otro.
Se aferran al otro para que cualquier inseguridad o miedo desaparezca pues, Jay había hecho una promesa, el estaría para Jake en las buenas y en las malas, en la máxima de sus momentos de alegría, tristeza y terror. Cuando el sol saliera y se ocultara en el horizonte, cuando los días grises y tormentosos llegaran y sus miedos fueran liberados una vez más. Sea cual sea el panorama, él estaría ahí, dispuesto a protegerlo, a hacerlo sentir seguro.
—No hay temor que te atormente mientras esté aquí a tu lado.
Y, con aquella frase murmuradas en el momento más pacífico que pudo vivir alguna vez, aún y cuando la tormenta traía consigo un sinfín de ruidos escalofriantes, Jake fue capaz de sentirse en calma, a salvo.
"I can see you all the fears your face
Through a storm that never goes away
I'll be right here now to hold you when the sky falls down
(....)
Never leave you all alone
I will stay until the morning comes
(.....)
When the rain falls I won't let go
When the rain falls I won't let go
I'll be right here"
Ashes Remain - Right here
🌧️⚡
Wenaaaas. Me desaparecí ª problemas de inspiración, ya saben aghgshs pero volví gracias a la canción de arriba 🥺 escuchenla, está hermosa.
Like no tiene que ver tanto con "Share bed" pero ahí está la palabra, al final, pero ahí está ª lo sé, pésima soy para seguir indicaciones pero mi cerebro hace lo que se le da la gana cuando escribe y la idea me gustó mucho como para cambiarla 🤷🏾♀️
¿Actualización? Pa que quieren saber eso jaja saludos
Nah. La dvd ni yo sé, cuando la inspiración no me diga bye supongo yo
Bueno, llegamos a las 500 leídas y estoy así 😳 pq ya les dije que tengo standard súper bajos para mis fics aghgshs graciaaaaaas a las personitas nuevas y a las que estaban ya 🥺
Bueno, nos vemos después~
Chaíto
Se me cuidan, ¿sí?
Recuerden que de aquí a la luna se les quiere 💕
Att: Yanii 🐰
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