Vol. 1
Don't blame the drunk caller / No me culpes cuando llamo borracho
Wasn't ready for it all / No estaba listo para todo
El pitido al otro lado de la línea lo estaba matando. Se dijo que solo haría un intento y si Marco no contestaba daría el tema por muerto.
Es solo que su cabeza le daba tantas vueltas, confundiendolo.
La poca lucidez que conservaba le decía que se detuviera, que esta era en realidad la quinta llamada que hacía y que si tampoco era respondida lo mas seguro es que continuaría hasta obtener una respuesta o hasta quedar completamente inconsciente.
De pronto el pitido se detuvo, no observó la pantalla del celular para hacer otro intento, sino que se lo pego con fuerza a su mejilla en cuanto distinguió la estática en la salida de audio que caracterizaba una llamada descolgada.
—Umm— un quejido somnoliento se escuchó al otro lado de la línea. —¿Jean? Son las dos de la madrugada. ¿Sucedió algo?
Imaginaba como se vería Marco en esos instantes. Con sus boxers de abuelo a modo de pijama y con una camiseta estampada. Sentado en su cama, seguro coloco sus almohadas bajo su espalda.
Habría ido a verlo en persona si hubiera sido posible.
—Marco...—dijo lastimero. Su nombre salió como un sollozo, alertando a su amigo.
—¿Estas bien, te has lastimado? ¿O alguien más? ¿O...— Jean lo interrumpió riéndose.
—¡San Marco!— exclamó. —El amigo de todos los niños. Demasiado bueno con el mundo. Habla con los animales como blancanieves, pero nunca me ha querido revelar eso.
Se produjo un silencio prolongado en la llamada, el otro ya había entendido el estado en el que se encontraba.
—Oh dios mio, Jean. ¿No me digas qué... —escucho un suspiro molesto antes de continuar. —Estas borracho. ¡Mierda! Ni siquiera tienes edad para hacer eso— lo reprendió.
—Acabas de decir una grosería— dijo Jean.
—Y lo amerita. Pensé que ya habíamos acordado algo con respecto al alcohol. Dijiste que solo eran por convivir y yo te dije que las cosas avanzarían hasta terminar en esto. No me hiciste caso—. Marco sonaba realmente enojado, lo había decepcionando
—Perdóname— contestó sollozando de repente, estaba hecho un lío con sus emociones. Un nuevo suspiro salio.
—Calma. Ya que. Solo dime que todo esta bien y que no hiciste nada malo en la noche— le pidió.
No podía mentirle a su pecoso amigo, de hecho, nunca fue necesario hacerlo y por lo mismo jamás lo intento. Empezar a hacerlo, y sobre todo por una tontería como esta, sería un escupitajo a la confianza que construyeron.
—No lo sé —respondió sorbiendo sus mocos. —Esa estúpida reunión se puso algo intensa.
—Puedo notarlo.
—Rompí el vaso de la licuadora en la casa de Reiner. Salí corriendo sin mirar atrás, no tengo la mínima idea de si alguien más lo vio, aunque probablemente lo descubra mañana.
Marco empezó a reírse. Su risa era bonita.
—Admito que eso habría sido algo digno de ver— dijo riendo.
Jean se removió sobre su cama buscando una nueva posición en la que acomodarse, el calor del celular le estaba quemando la mejilla y debía cambiar de lado.
—También hubo juegos— agregó nervioso. —Fuertes, ¿sabes?. De beber y cosas de pubertos cachondos.
—Tu especialidad.
Un marcado sonido al pasar saliva.
Tal vez era todo el alcohol en su sistema, haciendolo alucinar, pero el tono de voz de Marco se hizo más agudo, escondiendo algo que no distinguía por completo.
—Te sorprenderá saber que no— dijo Jean. —No pude hacerlo, Marco.
—¿De qué hablas, Jean?— preguntó.
—No pude besar a ninguna chica— se paso la mano libre por el rostro. —No me hagas explicarlo con manzanas, por favor.
—Okey.
Ambos se quedaron callados. Jean podía escuchar la respiración de Marco en la llamada.
Estando ebrio por primera vez, dibujo mentalmente a su amigo: rodeado por la oscuridad de la madrugada, el cabello desordenado, saliva seca en las comisuras de sus labios y lagañas en sus largas pestañas. El pecho de Marco, subiendo y bajando.
—Estuve pensando en ti todo el rato— le dijo.
—Te voy a regañar cuando nos veamos, Jean. Pero creo que tuviste que tener más presente a tu madre a la hora de tomar decisiones.
—¡No!— exclamó Jean. El otro chico debió apartar el celular de su oreja al oir el grito. —No hablo de eso, Marco. ¿Por qué me pones todo tan difícil?
Estaba siendo patético, actuando como un enorme bebé berrinchudo, y el como arrastraba las palabras con su pesada lengua no ayudaba en nada.
—Quería que tú estuvieras ahí conmigo, Marco.
Espero que le respondiera algo. Nada. Su respiración y el silecio.
—Te quiero, Marco. ¿Tú me quieres a mi?
—Por supuesto que te quiero, Jean—contestó.
No supo cuándo fue que comenzó a contener el aire, pero lo soltó en cuanto obtuvo respuesta a su pregunta. Estiro el brazo hacia atrás jalando una almohada consigo y se la pego al pecho, abrazandola en posición fetal.
—Almohada Marco— susurró.
—¿Qué dices?
Hablo en voz alta. Demonios.
—Eres lindo. ¿Podrías abrazarme?.
—No estoy en persona a tu lado, Jean.
Chasqueo la lengua.
—Eso lo sé, tarado. Solo tenías que decir que si y yo te imaginaria haciéndolo. Pero dejalo, el momento ha muerto—. El ruido en la llamada le indicó que Marco acababa de sonreír.
Había marcado porque quería escuchar su voz. Toda la noche en aquella reunión, su rostro no desapareció ni por un instante de su mente, convirtiendo el deseo de tenerlo cerca en una necesidad. Sentimiento que se fortalecía mientras tomaba mas cerveza.
Cuando comenzó el juego de verdad o reto, no se sintió emocionado en lo absoluto, no había razón. Siguió el juego como idiota, ya estaba ahí, ¿qué más podia hacer?
Giraron la botella, que los señalo a él y a otra tipa que se veía mayor. Jean volteó el rostro, negándose. El resto abucheo y la chica azotó los pies antes de volverse a sentar.
—Entiendo— dijo Marco luego de contarle la historia.
Pero no entendía nada, no podía entenderlo. Y por más borracho que estuviera, Jean no le iba a explicar que al rechazar ese beso pensó en él, y en que no quería besar a otra persona que no fuera Marco.
Ese atisbo de amor en su interior lo asusto tanto que corrió a la cocina y haciendo el tonto, tropezo, tirando la licuadora que se rompió en pedazos.
¿En qué había pensado? Él y Marco, ¿besándose?
Y huyó; aterrado por el descubrimiento que hizo, buscando acudir al único que podía tranquilizarlo: su mejor amigo.
Enredado en una sucia locura, pues esta noche Marco no era solo eso. Esta noche, esta madrugada, era también alguien a quien ansió besar con todo su ser.
Su corazón, confundido y atontado, lo quería cerca, para decirle algo. ¿Qué era lo que quería decirle? ¿Contarle que lo quería besar? ¿O algo más que sus sentimientos no hilaban con claridad?
Estaba llorando y Marco lo escuchaba.
—Estoy asustado— balbuceo a su amigo.
Todo estaba tan callado que temió que Marco se hubiera ido.
—Descansa, Jean. Te sentirás mejor temprano— respondió luego de unos segundos.
— ¡No, no te vayas!— le grito.
—Tranquilo, tranquilo— dijo comprensivo. —Puedes descansar, y yo colgaré cuando te quedes dormido.
Ya estaba perdiendo la capacidad de hablar, o eso creía. Tantas ganas de besar los labios de Marco, tomarlo del rostro y estamparse en él. Y tanto miedo de hacerlo.
You can't blame me, darling / No puedes culparme, cariño
Not even a little bit / Ni siquiera un poco
I was away / Estaba lejos
[ Jeanbo: ¿Estás?
MarcoPolo: Estoy :)
Jeanbo: ¿Quieres ir por una pizza?
MarcoPolo: Claro, pero deberás esperarme unos 40 min, estoy ayudando a mi mamá a buscar unos papeles.
Jeanbo: Te veo en la pizzeria a las... ¿5:30?
MarcoPolo: Ahí estaré :)
Jeanbo: ;) ]
Esa tarde el cielo era una maravilla, amarillo pastel y un azul blanquecino, enmarcado a los alrededores con nubes que parecían haber sido difuminadas con un pincel. A pesar de que ya era invierno y hacia mucho frío, el sol aún se asomaba en el horizonte, en un suave as de luz blanca.
Marco estaba fuera del local esperando a Jean.
Pudo entrar a la pizzeria para rodearse por calor saliendo del horno, mientras veía algunos videos musicales en la pequeña televisión que habia dentro, siempre en el mismo canal.
En cambio, una fuerza superior lo mantenía afuera, tiritando de frío, con la nariz y las mejillas rojas. Se descubría a si mismo disfrutando de aquella tortuosa espera, sabiendo que le gustaba hacer eso, le gustaba la emoción dentro de él que aguardaba ver a Jean con todo el anhelo del mundo, sin importar que lo viera casi todos los días de la semana.
Se acomodaba el cuello del abrigo a la altura de la nariz cuando Jean apareció en la esquina. Marco sonrió ampliamente y reprimió las ganas de correr para hablarle; lo cual fue fácil al ver al grupo de chicos que aparecieron detrás.
Eran de la preparatoria a la que Jean asistía, los conocía a todos, de fiestas o salidas, eran agradables y divertidos.
Jean vestía también mil capas de rompa encima. Llevaba los vaqueros más viejos que tenía, Marco lo sabía por las roturas que tenía en las rodillas, conocía bien las historias de aquellas aperturas en el pantalón. Usaba esa gruesa chamarra azul que no paraba de verle desde que el clima invernal llegó, y debajo de ella un suéter más ligero de color gris, igual que una camiseta blanca que se asomaba ligeramente en su cuello y el borde de su cadera.
Se acercaban riendo y hablando, haciendo escándalo, a excepción de Jean, cuya mirada se fijo en Marco, avanzando sin perder las pupilas del otro, arrastrándose por un misterioso magnetismo, dejando a su sonrisa crecer con cada paso que daba, y parara al encontrarse en la distancia necesaria.
—¿Qué hay?—. Marco fue el primero en hablar.
—¿Acabas de llegar? ¿O querías volverte una paleta helada?— preguntó con sorna.
—Sería delicioso— le contestó de la misma manera.
Jean negó con la cabeza y le pasó el brazo encima de los hombros parándose a su lado.
Jean alzaba de más el brazo para realizar esta acción, Marco era más alto y algún chiste al respecto sería hecho después.
—Hola, Marco. ¿Qué tal vas con tus clases?— lo saludo un chico.
—Hola, Franz. Voy bastante bien de hecho.
—Soy il jifi de la clase, Franz— chilló Jean burlandose. Marco lo miro y le dio un codazo. Franz soltó una carcajada.
—Veo que no has traído a Hanna contigo— señaló Marco. Franz paro de reír de golpe y el resto de chicos comenzo a hacerle bulla.
—Lo arrastramos a la fuerza. Estuve a punto de estrellar su celular contra la pared cuando dijo que le iba a enviar un mensaje— dijo Thomas saltando.
-Vienen a recoger unas pizzas. Noche de Xbox- Jean le dijo a Marco.
—¡Si hombre! Le he dicho a Jean que nos acompañen, solo tenemos cuatro controles, pero podemos hacer turnos— Thomas estaba realmente animado.
Marco iba a contestar cuando Jean se adelantó.
—Pero a tu madre no le gustara que vayamos a un lugar para el que no le pediste permiso, ¿cierto?— preguntó. Sintió como le apretaba el hombro, levantando una ceja discretamente. Quería que le siguiera la corriente.
—Sí, sí, enloqueceria— respondió. Thomas los vio no muy convencido.
—Será para la próxima.
—Sí, eso espero— contestó Marco.
Entraron y el delicioso olor a queso los inundó. Los compañeros de Jean recogieron sus pizzas en el mostrador y se despidieron de ambos sin perder el tiempo.
Jean se deslizo en el sillón del gabinete más cercano a ellos, se quito la chamarra y la dejo a un lado. Marco tomó asiento delante de él, desabrochandose el abrigo.
—¿Qué fue eso?— preguntó Marco.
—¿Qué fue qué?— respondió Jean alzando descaradamente la ceja esta vez.
—Pensé que te gustaría ir con ellos.
Jean movió los labios y entrecerro los ojos viendo hacia el centro de la pizzeria.
—No ha sido nada. No tenía ganas de ir con ellos. ¿Tú sí?
—No, no, solo preguntaba—. Una señorita se acercó con menú a su mesa, Marco y Jean agradecieron. —De hecho, cuando los vi creí que venían contigo— comentó revisando el menú.
—¿Eh? No. Te habría avisado— respondió arrebatandole la mitad de hoja enmicada. —¿Para qué la sigues revisando? Siempre comemos lo mismo, es raro.
—Tal vez esta ocasión quiera algo diferente. Llevo echándole el ojo a esa pizza mexicana- dijo Marco señalándole la fotografía de la pizza mencionada.
—Estamos en un lugar en el que hay pizza de queso, ¡de cuatro quesos!. Una mexicana puede esperarme.
Marco observó el menú pensativo. Siempre que iban a ese local pedían la misma pizza, y estaba bien, porque en realidad la disfrutaba, sin embargo a veces se cuestionaba su incapacidad de comer otra cosa.
Pensarlo demasiado no sirvió de nada, porque hoy también terminó dándole la razón a Jean y accediendo a pedir lo de siempre.
Jean ordenó y comenzaron a hablar mientras esperaban que llegara. Hablaban acerca de música nueva, de películas que habían visto y hasta comenzaron un debate sobre la última temporada de su serie favorita.
Marco amaba la forma elocuente de hablar de Jean, moviendo las manos insistente, su voz ( que se volvió más gruesa al pasar la pubertad y ahora cerca de los diecisiete años, sonaba ronca y seductora) diciendo cada palabra con seguridad.
Jean había crecido y ahora llevaba mejor las riendas de su naturaleza atrayente. La cosa es que la naturaleza de Marco de ser atraído por Jean no era reciente, él había visto su interior antes que nadie, conocía a este Jean antes de que se presentara físicamente al mundo y conocía al futuro Jean que faltaba por salir.
Observaba el vaho que se formaba con cada exhalación de Jean cuando guardaba silencio. Quería acercar la mano a sus labios para sentir la calidez de su aliento, acercarse a él para admirar de cerca los movimientos de su garganta el hablar.
Porque estaba a solo una mesa de separación y hacerlo era posible, el único inconveniente que tenía es que estaba petrificado, su mente andaba, su cuerpo no. Seguía siendo un simple espectador luego de tres años de aceptar su amor romántico por Jean.
El sol corría para formar el atardecer, sus últimos rayos de luz se colaban a través de la ventana a su lado y golpeaban el rostro de Jean. Su platica se vio pausada, Marco miraba fijamente a Jean y él otro hacia lo mismo, inclinándose suavemente sobre la mesa.
—Marco...— dijo Jean.
Había algo entre ellos, en ese instante, y Marco no era ningún estupido, se engañaba a sí mismo pensando que lo era. Algo pasaba con Jean, pero era más fácil pretender que eran imaginaciones suyas que afrontar la realidad. Jean quería acercarse tanto como él quería hacerlo, pasar sus manos desesperadas por su ropa y moverse como dos locos adolescentes eufóricos por el amor.
¿Te lo ha dicho? Son invenciones tuyas. Hablaba su parte negativa.
Quería tomar a Jean, que fuera suyo y entregarse por completo. Porque amaba a Jean Kirschtein y podía asegurar que era recíproco.
Pero eran conjeturas, ¿no es cierto?
Jean acaricio los dedos de Marco con sus yemas.
—¿Puedo sentarme a tu lado?— preguntó Jean nervioso.
En ese instante llego la pizza: mediana, de cuatro queso y Marco pidió que les acercaran la salsa picante.
Su cerebro evadió la pregunta, sin dar respuesta alguna, dejando así, que Jean se mantuviera en su lugar el resto del día.
And i'm just and arrogant son of a btch / Y yo solo soy un arrogante hijo de pta
Who can't admit when he's sorry / Que no puede admitir cuando lo siente
Era la despedida de Marco antes de irse a la universidad y por más que se opuso a una borrachera, Jean le dijo que en la universidad ya no le sería posible evitarlas y que no quería que la primera fuera lejos de él. Marco suspiro resignado y Jean sonrió complacido, sabía llegar a su punto de flaqueo.
Eran las 4 p.m aproximadamente, Jean ya estaba abriendo mesas portátiles detrás del patio de Connie.
Jean le suplico a su amigo que les prestara su patio, el pequeño departamento en el que vivía con su madre no había estado nunca en las opciones de un lugar para hacer una fiesta; la casa de Marco tampoco estaba disponible para eso, su mamá estaba realizando remodelaciones en el lugar, pues rentaría el cuarto de Marco ahora que se iba a la universidad y quería que luciera mejor para la nueva inquilina. No obstante, Connie siempre estaba abierto a prestar su casa, aunque al principio se hiciera el difícil porque le gustaba que le lamieran las botas. Maldito.
—¡Te escuche, idiota!— le gritó Connie desplegando algunas sillas. Jean pretendió no escucharle y continuó con lo suyo.
Sudaba a horrores, las gotas caían una tras otra, de su frente a sus mejillas y de su barbilla al suelo. Se detenía cada tanto a respirar hondo, recargándose sobre sus rodillas y secándose el rostro con una toallita que guardaba en el bolsillo trasero de su pantalón.
Connie se acercó a él con su celular en su mano y le dio un puntapié.
—No me ignores, tarado— dijo enojado. —Sasha me ha enviado un mensaje, su novio hizo un pastel y me dijo que compráramos platos desechables pequeños y cucharitas. Reiner me avisó que ya viene en camino con el equipo de sonido. Obviamente yo me quedaré a recibirlo para ayudar a instalarlo, y tú puedes ir al mini súper a comprar el encargo de Sasha, sirve que de paso traes las frituras.
El celular de Connie volvió a timbrar y lo reviso.
—¡Ah! Y trae un cuchillo para pastel también. Solo no te mates con el, por favor— le pidió.
Jean le devolvió el puntapié y se dirigió a la salida.
Todos hacían bromas así desde que Marco anunció que había sido admitido la universidad más lejana que se le ocurio. ¡Oh si! Esa era en definitiva una teoría:
Marco sentado en su frente a su computadora, tecleando en Google "Las universidades más lejanas de donde yo vivo". Activar ubicación. De tin mari de do pingüe*. ¡Ajá! Esta queda a más de ocho horas de viaje en auto, ¡es perfecta!
Apretó los dedos en el volante y respolo al mover la palanca.
No replico nada al respecto de la decisión de su amigo. Era su universidad soñada y no durmió noches enteras estudiando para el examen de admisión. Jean estaba muy orgulloso de él.
Aunque era cierto que lo iba a extrañar como el infierno.
Visitas en vacaciones, videollamadas, mensajes y escapadas en fines de semana si se podía, tendrían todo eso y no hacia que le doliera menos su partida.
No importaba, tenía una noche antes del cambio y la pasarían bien.
♡×♡×♡
Habían comenzado a llegar los invitados y Jean estaba harto de ser el punte de comunicación entre todos los presentes.
Sus amigos más allegados de la infancia no cocían bien a los amigos de la preparatoria de Marco, y los amigos de la preparatoria de Jean no conocían a los dos grupos anteriores. Por lo mismo, Jean no quiso invitar a sus compañeros, pero Marco insistió en que les había tomado aprecio y que hablaban lo suficiente para ser amigos que merecían ir a su fiesta de despedida. Jean se encogió de hombros resignado y Marco aplaudió complacido.
Encorvo la espalda en cuanto le dieron un respiro, sosteniendo su primer vaso de cerveza y meneandolo por diversión, salpicando su camiseta cuando alguien llegó por detrás a taparle los ojos.
—¡Thomas, no hagas eso!— exclamó tratando de zafarse de su agarre.
—No soy Thomas— le susurraron al oído.
Era Marco, reconocía ese olor a perfume barato de farmacia. Detestaba que ese perfume hubiera tenido tanta suerte como para acabar en las manos de su amigo.
Se dio la vuelta y Marco lo abrazó. Menta corriente y barata de farmacia, su perdición.
—Perdón por tardar. Estábamos sacando unos muebles y cuando terminamos apestaba. Me di un baño antes de venir y no me fije en la hora— dio una explicación a su tardanza aunque ni siquiera le había pedido una.
Se señaló a sí mismo y luego a Marco, buscando que su amigo entendiera el mensaje.
—Pequitas, tengo la misma ropa asquerosa con la que ayude a limpiar este lugar desde la tarde.
—Si, bueno. No todos somos tan guapos como tú luego de estar trabajando un día entero— contestó.
¿Sería muy extraño pedirle a Marco que repitiera más específicamente lo que acababa de decir?
—Repitelo— ordenó Jean y su amigo negó.
—¿Eres tan narcisista que no superarás que haya dicho que te ves guapo?.
—Ya lo repetiste, puedo vivir con eso— respondió con desinterés. Era bueno saber que era atractivo para Marco.
Algunos compañeros de Marco se acercaron a saludarlo y él se fue con ellos. Sin importar que fuera su mejor amigo, tenía conocimiento de que la interacción con él en su primera borrachera sería mínima, porque todos ahí querrían pasar tiempo con Marco antes de que se fuera. Era una despedida y se saboreaba como una
Se escuchaban a todo volumen canciones pop cuyo nombre desconocía y no podía hacer nada al respecto, pues Reiner estaba siendo presionado por Ymir para que pusiera las canciones de Christa pedía, y la morena miraba ferozmente a cualquiera que se acercara intentando pedir una canción. Todos habían desistido de intentarlo, Jean solo esperaba que Christa o Ymir se distrajeran, la noche era joven.
El jaleo comenzó en la mesa donde se había colocado una jarra con la mezcla de jugo de piña y otras bebidas que Jean no confesaria que había puesto.
Habían sentado a Marco en una silla que uno de sus amigos sostenía por detrás para inclinarla y que no se cayera.
Sorprendente era como todos olvidaron el hecho de no conocerse para unirse y ayudar a mantener a Marco en la silla a la fuerza. Iban a emborracharlo a como diera lugar y él solo parecía un conejo asustado.
—Yo seré tu competencia— dijo Ymir colocando una silla a su lado.
La chica había descuidado la música y Jean corrió como loco hacia Reiner.
—Observador. Date prisa, ella se tomará esa cosa en menos de un minuto. Así que espero que vengas con algo en mente a menos que quieras que llegue a tiempo para darte una patada- dijo Reiner y Christa trato de replicar.
Jean le dio a Reiner el nombre de una canción y le pidió que la pusiera en cuanto viera que Marco terminara la jarra, ni más, ni menos. Reiner hizo un comentario y Jean le mostró el dedo de en medio.
Se acercó al espectáculo para observar la penosa situación. Marco que se atragantaba llevando a penas la mitad, el tipo que sostenía su bebida la empinaba de más, dejándosela caer encima. Ymir salto victoriosa cuando terminó y segundos después también acabó Marco, con más de la mitad del jugo revolviendole el estómago y el resto empapando su ropa.
La música iba a comenzar en cualquier instante y Jean empujó a los que se interponian en su camino hacia Marco. Estando frente a él, extendió la mano en el instante que una canción iniciaba, más no era la que había pedido.
Volteó confundido y se comunicó entre miradas con Reiner, el rubio señalando con la cabeza a las dos chicas abrazándose cerca de él. Ymir volvía a ahuyentar a todos los seres vivos.
Sin importar como se desarrollara esta situación con nuevo fondo, debía continuarla porque ya había invitado a Marco a bailar y no podía quedar como un idiota al que le arruinaron los planes. Lo que era, básicamente.
Marco tomó su mano y se puso de pie. Su palma se sentía caliente, como el tacto a un pan recién salido del horno, haciendo a Jean arder también.
—Me encanta Golden— dijo Marco sonriendo y Jean entendió que se refería al nombre de la canción que sonaba.
—Ah, ¿en serio?
—Claro. Me han gustado todas las canciones que ha pedido Christa.
—Ah—. Jean no estaba muy seguro de que poder comentar, no tenía ni idea de qué estaban a punto de bailar.
Fugaz, Marco agarró y soltó su mano en el mismo segundo, poniéndose de pie.
Jean no sabía como moverse, no había escuchado esta canción con anterioridad, así que solo imitó a Marco, moviendo los hombros de lado a lado y sus pies siguiendole torpemente. Aquello no era un baile, solo movimientos ligeros e improvisados mientras se veían, perdidos en sus cuerpos.
Se dio cuenta de que los tambaleos más descoordinados de Marco no eran intencionados, se debían a la bebida haciendo efecto. Era muy obvio que no había tomado antes, tenía todo el rostro tintado de rojo y una sonrisa boba.
Marco era tan lindo, agitando los brazos en un débil esfuerzo por ir al ritmo de la canción.
Jean retomó el contacto físico, dejandolo prevalecer esta vez, casi presionando para que no se rompiera. Entrelazando sus dedos, Marco colocó sus manos encima de sus cabezas, comenzando a dar brincos frenéticos como un niño pequeño.
Jean estaba tan contento con esto, recibiendo decargas donde su alma se enlazaba con la de Marco. Oliendo a perfume corriente, o a jugo de piña, era su Marco, aquí y ahora.
La cercanía le permitía distinguir la textura pegajosa del líquido derramado sobre su cuello. Las tintineantes luces blancas de navidad que se colocaron en el patio como adorno haciendo brillar su húmedo cabello negro.
Marco tarareaba la canción, a la que Jean no había prestado la más mínima atención, él estaba más ocupado en su burbuja de adoración. Solo fue cuando esa burbuja se acercó a los suaves labios de Marco que comenzó a escuchar la letra.
Marco cerró los ojos y él los abrió más. Una de las manos de Marco empezó a descender por su brazo, acercándose peligrosamente a su pecho, hasta posarse en su corazón.
Jean ya no se movía, el ataque de Marco había sujetado todas sus extremidades, impidiéndole pensar. El mayor también se había detenido instintivamente, dedicado por completo a sujetar a Jean.
Ambos cuerpos, congelados en el tiempo, con sus corazones a punto de estallar.
La canción terminó y Jean se separó abruptamente, escondiendo el miedo bajo la piel. Su risa nerviosa frotó sobre los párpados de Marco. Todo se despedazo.
¿Qué podía decir Jean? No decir nada era lo más adecuado. Golpeó el hombro de su amigo y siguió riendo sin motivo.
—Que bien bailas.
Marco lo tomó desprevenido capturandolo en un abrazo.
—Te quiero demasiado. Te voy a extrañar mucho— exclamó abrazandolo con fuerza. —Voy a extrañar todas tus locuras.
Marco se iba en dos días y se abofeteaba mentalmente por actuar como lo haría en cualquier otro momento, fingiendo que no pasaba nada. Solo eran acciones vacías con las que buscaba distraerse de la realidad que lo abrumaba todas las mañanas desde el anuncio de su partida.
Y estaba siendo injusto con Marco al no dejarlo expresar el dolor que sentía y no expresando el propio correctamente.
No quiso quedarse a solas con él antes de que se fuera porque implicaría hablar de cosas para las que no estaba listo, afrontar sentimientos que temía no fueran comprendidos o que tal vez, no funcionaran como le gustaría. Y a pesar de ponerlos en una fiesta con mucha gente, esto seguía sucediendo.
Marco partía a la universidad y cargaría con preocupaciones más adultas a partir de entonces, no era momento de abrumarlo con esto.
A lo largo de su vida, una vida corta, una vida que estuvo compartiendo con Marco desde niños, tuvo sus ideas siempre. Quizá esto que protegía era que, le gustaba Marco, mucho, demasiado. Condenado a negarselo después de pasar tantos años empujandose a sí mismo a un pozo profundo en el que se engañaba diciéndose que estaba confundiendo el amor amistoso que tenía por Marco con algo diferente.
Marco iba a la universidad y nadie podía asegurarle que el pecoso no conocería un amor más grande allá. O que al separarse, Jean eventualmente también lo haría.
No era ya el tiempo de hablar, eso se había esfumado. Pretendería que no sentía nada, que no tenía dudas.
Trato de evadir con esta fiesta esos pensamientos, y Marco lo estaba arruinando con solo tocarlo.
Jean quería llorar.
Rompieron el abrazo y Marco le dijo que iría a lavarse para quitarse lo pegajoso de la bebida. De espaldas se tambaleaba un poco al caminar y Jean sonrió con amargura.
Por su parte, abrió un grifo de agua conectado a una manguera y se quito la camiseta para enjuagarla lo mejor que pudo, escurriendola y dejándola secar extendida en la barda del patio.
Una chica bajita, que tenía el cabello recogido en dos pequeñas coletas se acercó, parecía una niñita.
—Hola, Jean— saludó. Jean sabía que era una de las amigas de Marco, pero sólo por que la reconocía de vista, no sabía su nombre.
—Hola, ehh...—vaciló.
—Mina— se presentó. —Soy amiga de Marco.
—Si, si. Lo sé, es que no soy muy bueno con los nombres— mintió Jean. Mina jugueteo con la cadenilla del bolsillo que cargaba.
—No somos lo que podría denominarse cercanos— dijo haciendo comillas con sus dedos al decir la última palabra. —Marco es un maravilloso compañero conmigo y con todos.
—Si que lo es— contestó Jean cortante.
—Y siempre es muy alegre cuando habla, es muy entusiasta. Por eso nos sorprende tanto como cambia en cuanto apareces en la conversación. Como si su felicidad antes de mencionarte no fuera nada en comparación de cuando habla de ti.
Jean no tenía respuesta para eso, el comentario llamó su atención de extraña manera.
—Pues... Gracias por decírmelo, supongo.
—¿Cuánto tiempo llevan juntos?— preguntó con una tenue sonrisa.
¿Qué cara...?
—No entiendo a lo que te refieres— respondió Jean consternado.
Mina se puso algo nerviosa.
—Oh, disculpa si fui demasiado directa. Es que Marco no nos ha dicho desde cuando salen.
Jean vaciló antes de poder hablar.
—¡No! Te has confundido. Somos amigos y ya, no siento absolutamente nada por él. Yo estoy interesado en otras chicas. Nada que ver con Marco— exclamó rápidamente.
Mina mantuvo un silencio incómodo y observó un punto detrás de Jean, con asombro. Esto inundó de pánico al castaño, que cerró los ojos.
—¿Está detrás de mí, cierto?— preguntó. Espero unos segundos la respuesta de Marco. Conteniendo la respiración y expectante de lo que diría, seguro de que había sido demasiado explícito con sus palabras, lo suficiente para abrir brechas entre ellos.
—No, no lo está— contestó Mina. Jean vio de reojo, detrás de él había una pareja besándose con mucha intensidad. -Te ha asustado pensar que si, ¿verdad?
Jean hundió las manos en los bolsillos de su pantalón, comenzaba a sentir el viento acariciando su torso.
—Mira, sé que no es de mi incumbencia, sobre todo porque fue mi error. Es que me inscribí a penas este semestre y solo intuí las cosas por la manera en como Marco habla de ti-decía ella, pero Jean no la escuchaba, no sabía cómo sentirse ahora. —¿Es la primera vez que lo niegas?
Una punzada dentro del corazón de Jean. Peleando consigo días y noches, aceptando sentimientos un día, cuestionandolos en la noche, rechazandolos a la mañana siguiente y volviendo a considerarlos en la madrugada. Guardando silencio. Tantas cosas se almacenaban y no salían. Posterior a su confusión, ahora Mina decía algo acertado: él no había negado nada de Marco en voz alta antes.
—¿Negar qué? Te dije que solo somos amigos. No tengo sentimientos de ese tipo por él.
Otra vez.
—En ese caso, lo lamento— dijo haciendo una mueca. —Adiós, Jean.
Mina desapareció de su panorama, al igual que todos y todo.
Se encontraba en un lugar sin nada, blanco por completo, con Marco riendo al otro lado, tan feliz. Él siendo un pobre hijo de pta, porque aunque su amigo no lo hubiera escuchado, sabía que acababa de lastimarlo.
—Adiós, Mina.
*: "de tin marín de do pingüe"
En México (tal vez en otros países, lo desconozco), es un juego de palabras para decidir entre varias opciones al azar.
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