Capítulo 7

Karai se sujetó el puente de la nariz por segunda vez en esa discusión que estaba llegando a los límites de su paciencia. Rx-19 era tan pulcra en su táctica de combate como arrogante en su personalidad. La azabache entendía que era difícil ser modesto cuando se tenía un talento así de sobresaliente, incluso ella misma había caído en ese error y ahora entendía lo insoportable que había sido antes de las conejas. Rx-19 era un karma que tenía que cargar por esas actitudes del pasado.

—Sí, 19, me queda muy claro que eres la mejor en combate, pero yo estoy a cargo de la misión y si yo te digo que esperes tienes que hacerlo —le volvió a explicar por quinta vez en un tono monótono por el cansancio.

—Yo no vine a estar de repuesto. Estás desperdiciándome.

—No todo gira en torno a ti, Rx-19, si necesitamos refuerzos las llamaré a ustedes, pero por lo que puedes ver todo está muy tranquilo por ahora. Ya cuando lleguen nuestros enemigos puedes atacar y asegúrate de que se te vean bien las tetas, ¿sí?

Karai forzó una media sonrisa y dio por finalizada la discusión con esa frase. Se alejó de la coneja para ir a revisar el perímetro, en búsqueda de actividad sospechosa. Había demasiada paz para ser cierta. Debían está por ahí esperando entre las sombras a que bajara la guardia y ella estaría lista terminar con el trabajo que había quedado pendiente. Rx-19 viendo que Karai la ignoró dejándola plantada, dio vuelta sobre sus pies para regresar con sus hermanas.

—Karai es una estúpida. No sabe de lo que habla... —se quejó molesta esperando desahogarse con su grupo. Sin embargo, se calló en seco al percatarse que ya ninguna estaba en la posición que les había asignado.

La albina apretó los puños con fuerza mientras sentía que su rostro se contorsionaba por la rabia que la recorría como si formara parte de su flujo sanguíneo. Solo tenían una orden, una simple orden, y la habían pasado por alto. Apenas les pusiera la mano encima se iba a asegurar de que se arrepintieran. Liberó sus orejas de la capucha que las contenía y las irguió para escuchar su alrededor. Si prestaba mucha atención, evadiendo el sonido que hacían los soldados de su propio clan, era capaz de escuchar las voces de sus hermanas. En cuanto pudo detectar de dónde procedían Rx-19 se lanzó a correr en esa dirección. Estaban en un gran problema.

—Hay que separarnos —ordenó Donnie a Mikey al percatarse de que eran más fuertes de lo que su complexión sugería.

Los ojos de la tortuga con lentes no habían tardado en notar los pies de las kunoichis. Eran más largos que los de un humano normal y podía apostar que no llevaban zapatos. Frunció levemente ceño.

—Sí, buena idea. ¿Por qué no dejamos que Rafa se encargue de la loca sedienta de sangre? Él podrá con ella. Tú puedes ir contra la alta que estaba más atrás —sugirió Mikey y luego su rostro se abrió con una enorme sonrisa mientras sus ojos buscaban a Rx-22—. Yo iré contra la sexy que muestra el vientre.

Antes de siquiera esperar respuesta Mikey se apresuró a ir detrás de Rx-22. Donnie examinó su alrededor, buscando a Rx-21. Ni siquiera se había percatado en el momento en el que se había movido de la esquina en la que se resguardaba.

Apenas fue capaz de asimilar el golpe, Rafael se volvió a poner de pie sacando sus sais para arremeter con ellos contra Rx-20. Al ver sus intenciones Rx-20 desenfundó los suyos y se apresuró a bloquear los ataques que la tortuga le lanzaba.

—¿Sabes? No te tendré tanta consideración —avisó el temperamental molesto cuando ambos entrelazaron sus armas, haciendo fuerza para derribarse mutuamente.

Rx-20 apretó los dientes. Las piernas se le doblaban al sentir la fuerza descomunal de la tortuga contra su cuerpo. Su confianza en sus habilidades estaba flaqueando al igual que su complexión delgada, era por mucho más poderoso que ella. Rafael aprovechándose de la dudativa en su rival arremetió dando un empujón tan fuerte que el delicado cuerpo de la chica se arrastró varios metros por el suelo. Un golpe así debía bastar para dejarla fuera de combate.

Leo se lanzó a la acción noqueando a los ninjas a la vez que cortaba el cañón de las metralletas haciendo uso de sus katanas. Ya había llegado al centro tal como había acordado con sus hermanos. Contempló a su alrededor. Estaba solo, sin contar a los soldados del clan enemigo que ya lo empezaban a rodear, apuntando hacia él sus diversas armas. Eran demasiados.

Los ojos azules del ninja buscaron desesperados por todo el lugar a pesar de que sus hermanos nunca pasaban desapercibidos. ¿Dónde estaban? ¿Por qué no lo habían seguido? No disponía de tiempo para realizarse esas cuestiones, debía actuar con rapidez. Se arrojó al ataque, su piel gruesa y su caparazón lo cubría lo suficiente para que esas balas no lo lastimaran de forma significativa.

Uno a uno los cuerpos de los soldados del clan del pie no tardaron en caer inconscientes por la paliza que Leo les estaba brindado, hasta que solo él y otra presencia más quedaron erguidos sobre todos. La chica seguía parada a varios metros de la zona de pelea, esperando por su encuentro personal con el líder.

En seguida Leo se fijó en ella y tragó pesado cuando se percató de su mirada inmóvil sobre él. No había ordenado retirada como siempre solía hacer cuando le estaban ganando. El corazón del líder se agitó en su pecho y su semblante se aperló por las gotas de sudor que salían de su cabeza. Sus ojos negros tan profundos asimilando el color del alquitrán seguían removiendo su interior, pero ahora provocando emociones cada una más desagradable que la anterior.

—¿Crees que soy incapaz de atacarte solo por la mentira en la que me envolviste? —preguntó Leo al cabo de unos segundos en total silencio donde sus miradas intensas eran las únicas protagonistas.

Una parte de él estaba enfadado de que Karai lo estuviera subestimando. No, no la iba a matar. Su dolor no superaba la ética con la que su padre lo había criado. Pero la tortuga interpretaba la indiferencia de Karai a su presencia como que ella pensaba que todavía guardaba algo de sentimientos hacia su persona y que de alguna manera esperaba seguirse aprovechando de ellos.

La azabache se limitó a sonreír con superioridad, esa misma sonrisa que le dirigía a Leo cuando sentía que estaba sobre él. Una sonrisa que en un pasado le divertía, pero que en esos momentos  aumentaba su molestia.

—Adelante, despechado. Ataca... Tengo una sorpresita que será más de tu talla —anunció Karai.

Si él estaba solo sin ninguno de sus hermanos cerca, eso quería decir que las conejas lo tenían más fácil. Entre las cuatro no sería ningún rival. Leo adoptó una pose a la defensiva, esperando el enemigo que Karai estaba arrojando contra él. Sin embargo, nada sucedió. La chica de rasgos asiáticos despejó su garganta, esperando que tal vez fuera que no la habían escuchado bien.

—¡Esa es su señal, inútiles!

De nuevo, el silencio se prolongó por todo el lugar y Leo se enderezó, contemplando sus alrededores con la misma confusión que mostraba Karai. Parecía que aquello que estaba esperando no pensaba aparecer o simplemente ya no se encontraba tan cerca como para escucharla. La azabache volvió a masajear el puente de su nariz con enfado.

—Bien, parece que será a la antigua... —dijo sacando su fiel wakizashi de la funda a su cadera que lo sostenía.


—¿Te puedo ser sincero? —preguntó Mikey cuando entrelazó sus nunchakus con los de Rx-22 para evitar que lo golpeara con ellos como era su intención—. Yo nunca había conocido a nadie que al verme la primera vez no me tuviera miedo o asco... Y tú... no sé, pareces hasta cómoda conmigo.

La dulzura que desprendía Rx-22 hacía que Mikey tuviera deseos de ser sincero con ella. Además, era la primera vez que alguien parecía tan receptivo con él, después de Woody, su amigo que le preparaba pizzas.

—Somos enemigos. No se supone que deba ser así —rio Rx-22 recuperando sus nunchakus. Durante toda la pelea no se habían dedicado a hacer otra cosa más que platicar y fingir que cumplían con lo que se suponía debían estar haciendo—. Yo no sabía que la fobia a las tortugas fuera tan común. Si eres una tortuga, ¿verdad? ¿O eres un cangrejo?

—Eh... Soy una tortuga. Si fuera un cangrejo tendría pinzas gigantes y caminaría algo así...

Mikey separó las piernas, las flexionó levantando también los brazos y se movió de un lado a otro, imitando el andar torpe de un cangrejo avanzando solo hacia los laterales. Rx-22 soltó una carcajada divertida.

—¡Qué lindo! —exclamó la chica aplaudiendo por su imitación. Al verlo enderezarse la coneja se acercó a él dándose la libertad de pasar la mano por los músculos que conformaban su brazo—. Pues, tal vez asustas con este tamaño de músculos. Te aseguro que mis hermanas se sintieron intimidadas, pero yo no. ¿Tengo algo qué temer contigo?

Rx-22 levantó su mirada para que se encontrara con la de Mikey mientras realizaba un suave parpadeó para reiterar la ternura en sus palabras. Mikey contuvo la respiración por un par de segundos ante la provocativa actitud de la chica. Era la primera vez que alguien lo rozaba de esa forma. Sus delicados dedos tenían la misma textura del terciopelo, su tacto era tan femenino y suave que podía volverse adicto a él.

La tortuga meneó levemente la cabeza contestando a la pregunta que Rx-22 le había hecho. Leo lo iba a asesinar una vez tuviera que dar cuentas de los daños y la explicación por la cual no había seguido su orden. La coneja volvió a soltar una suave risita al ver que había dejado a Mikey sin palabras. Aquello de coquetear no estaba siendo nada aburrido.

Rx-21 se movía con rapidez de un lado a otro, sin dejar descansar sus pies. Sentía la presencia de la tortuga muy cerca de ella, casi pisándole los talones. Trató de analizar por unos instantes la situación. Subió sobre uno de los contenedores de un salto para contemplar desde las alturas lo que sucedía con sus hermanas.

Rx-20 parecía estar en un severo aprieto. Daba todo de sí en la lucha, pero sus ataques no eran suficientes. Al final estaba entrando en una pelea de fuerza con un oponente que podía hasta triplicar la suya. Los ojos negros de Rx-21 se entrecerraron, percatándose de la misma forma brusca de lucha que tenían ambos. Su enemigo tampoco hacía tácticas de combate antes de atacar. Se iban apostando todo por los músculos y claro que él era quien dominaba el terreno.

La coneja se llevó un dedo a la barbilla recordando la discusión de esa misma tarde con Rx-19. Ella complementaba la falta de análisis de Rx-20. Tenía que llegar a ayudarla con sus observaciones. Músculos no iban a ser suficiente si quería salir victoriosa o sin ningún hueso roto de esa pelea.

Miró hacia donde se encontraba Rx-22. La menor en cambio estaba perdida en su mundo con la tortuga de banda naranja. Incluso desde la altura donde estaba Rx-21 podía percatarse del lenguaje corporal que indicaba coqueteo de parte de ambos y eso le parecía increíble. Tal vez 22 también estaba consciente de que en una pelea física no tenían ventaja y por eso se dedicaba a bajar sus defensas de otra forma que le parecía funcionar mejor. La menor siempre había gozado de un encanto natural que la llevaba a ser rápidamente apreciada después de un intercambio de palabras.

21 lo meditó por unos instantes. Tenía que decidirse por una táctica. No era tan fuerte como Rx-20, ni tan carismática como Rx-22. Y ambas estrategias parecían tener sus respectivas fallas, pero no sabía cómo más actuar. Se le acababa el tiempo. Al cabo de unos segundos lo decidió, probaría primero el método de Rx-20: pelear haciendo uso de todos sus conocimientos. Sacó su bo, lo preparó y se lanzó al encuentro de la tortuga, tomándolo por sorpresa al caer justo delante de él.

No lo tenía que pensar demasiado. Por eso detestaba pelear, era tener que actuar rápido cuando ella prefería estar más consciente de sus movimientos para lograr ser efectiva. Trató de dar con su bo a la tortuga de banda morada, quien a diferencia de ella reaccionó a tiempo, bloqueando el golpe con su propio bo de metal.

Antes de que realizara otro ataque, Donnie accionó un botón, extendiendo uno de los extremos del bo que se abrió como una garra. La tomó de la barbilla y le dio una descarga eléctrica que la estremeció. Habiendo obtenido unos segundos de ventaja, la tortuga pateó a la chica, la cual se desplomó varios metros más adelante. Donnie no pudo evitar sentirse mal por ella, no había querido ser tan agresivo, pero tampoco iba a caer en el error de Rafael al subestimarlas.

—Ponerle un generador de descargas, ¿cómo no se me ocurrió eso antes? —se preguntó Rx-21 irguiéndose con cierta dificultad.

Sus dientes castañeaban por los voltios recibidos y el vello que cubría todo su cuerpo se había erizado por completo. Hasta ahí había llegado seguir el plan de Rx-20 de contraatacar usando la fuerza. Era momento de llevar acabo el método de Rx-22, esperando por un resultado más favorable.


Rx-19 se detuvo en seco intentando retomar la pista del ruido. Había tanto a su alrededor que le costaba encontrar cuál era el que producían sus hermanas. Sus orejas giraron sobre su cabeza en todas direcciones. Las paredes de metal que la envolvían creaban ecos insoportables, impidiendo dar de forma efectiva con su objetivo.

Se arrancó la bufanda del rostro y empezó a olfatear, cerrando los ojos para concentrarse en el aroma. Si su desarrollado oído le fallaba todavía contaba con su poderoso sentido del olfato capaz de detectar a sus hermanas por la fragancia particular que cada una desarrollaba. Frunció el ceño frustrada, el perfume excesivo de vainilla que utilizaba 22 se extendía por todo el ambiente como si hubiera estado corriendo de un lado a otro impregnando su aroma y cubriendo el de 20 y 21.

Al cabo de unos cuantos segundos 19 volvió a cubrirse la nariz. Ya hablaría con 22 sobre esa asquerosa fragancia que le atrofiaba los sentidos. Estaba por seguir el sonido de un golpe dado contra uno de los contenedores cuando la alarma de una de las camionetas del Pie se encendió. La coneja albina se cubrió las orejas con ambas manos, maldiciendo el ruido que para ella se percibía como infernal. A veces contar con súper sentidos incluía también soportar debilidades que no le gustaba admitir.

—No es personal, Karai. Soy un caballero y no me divierto haciendo esto, de verdad —afirmó Leo intentando controlar una sonrisa cuando la vio golpearse contra la camioneta en un impacto tan violento que terminó por prender la alarma del vehículo.

No quería ceder a sus deseos de venganza, pero había cierta satisfacción que no lo abandonaba al sentir que ya no era más una presa vulnerable ante ella. Se acercó a Karai. Si no corría como era su costumbre al verse superada tenía que mantenerla controlada para que al alejarse en búsqueda de sus hermanos no fuera tras él. Tomó sus manos y las amarró a uno de los espejos retrovisores, aprovechando que había caído inconsciente.

—En un momento regreso —informó el de bandana azul echando un vistazo al contenedor donde se encontraban los encargos del Pie.

Necesitaba que Donnie revisara el interior y sus componentes antes de deshacerse de él por completo y para eso tenía que encontrar primero a sus hermanos. El sonido de una gresca a varios metros de él no le pasó desapercibido ahora que la paz se había instalado en el centro del lugar. ¿Sus hermanos estaban en problemas? Debían estarlo, ¿por qué otra razón lo habrían dejado solo por tanto tiempo?

Leonardo se introdujo en el laberinto de paredes metálicas que conformaban los contenedores por todo el muelle y empezó a correr. Por el rabillo del ojo era capaz de percibir una figura negra pasando al mismo momento que él por las aberturas que conformaban otros pasillos. El líder se detuvo de golpe, intentando averiguar si aquello existía o se trataba de una mala pasada de su imaginación. Sus manos asieron con más fuerza el mango de sus katanas y en seguida giró para bloquear el ataque de esa sombra que se dejaba caer de las alturas hacia él, lista para atravesarlo con su propia arma. ¿En qué momento había subido a ese contenedor? Ni siquiera la había escuchado.

—Impresionante... —susurró Leo dándole un empujón para quitársela de encima. Había sido tan silenciosa que de no haberla visto a tiempo la sangre de su cabeza estaría decorando los pisos de cemento. Pocas veces se encontraban ninjas tan experimentados que se movieran como la brisa.

La joven cayó a varios metros de él y lo analizó. Él también era impresionante. Nadie nunca había sido capaz de detectar sus movimientos hasta ese momento. Rx-19 gruñó por lo bajo, no le agradaba ni un poco.

—Quisiera decir lo mismo, pero no eres la gran cosa —mintió 19 con una pizca de mofa embistiendo nuevamente hacia él.

Leonardo volvió a bloquear su ataque con la ayuda de sus katanas. La voz armoniosa de su nueva enemiga le provocó un escalofrío que lo envolvió de pies a cabeza. Sonaba como si estuviera formando una suave melodía. Sus ojos azules se encontraron con los de ella por un instante, dejando su boca seca por el asombro que lo envolvía. Esos grandes ojos brillantes con el mismo color del rubí no le eran desconocidos.

—Yo... —«Te he visto antes», acompletó Leo mentalmente cuando su voz fue incapaz de formular un sonido más.

Ella era la presencia que en un sueño le había advertido sobre las intenciones de Karai...


N/A:

Hola, después de tanto tiempo retomo el fanfic. En realidad este capítulo tenía mucho tiempo escrito, pero quería esperar a publicarlo hasta asegurar el siguiente, que se alarga porque son muchos personajes a manejar.

No ando pasando por un buen momento, así que tal vez tarde en publicar 😅. Por cierto, volví a hacer un dibujo.

Rx-19 en el sueño de Leo:



Rx-19 en la realidad:



Pues, espero que les guste. Y no tardar demasiado. Muchas gracias por leerme 🤗❤️.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top