Acto 20- Javier

La chica de ojos verdes le dedicó una sonrisa genuina. Tenía las mejillas llenas y su rostro redondeado le daba un aspecto infantil. Algo en ella le resultó familiar. Vestía una blusa de encaje rojo que no hacía nada por ocultar su prominente pecho. Javier apartó la vista al notar de que la había estado observando durante mucho tiempo. La chica le dedico una sonrisa, con hoyuelos en las mejillas.

Había estado tan absorto en la pintura que no la había escuchado llegar. Ella lo había reprendido por fumar y luego le había pedido su opinión sobre el cuadro. Él había sido sincero en su respuesta sin saber por qué. Le parecía tan contradictoria que no podía apartar los ojos de ella.

Había mentido sobre su visita al hospital. Después de su decepción en la entrevista de trabajo, había ido a visitar a su mejor amigo, Elías. Aún no estaba listo para hablar de ese tema con nadie, y mucho menos con una desconocida.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó, alejando los tristes recuerdos de su mente.

La pelirroja iba a contestar, pero un ruido fuerte proveniente de la otra sala la interrumpió. Javier maldijo por la interrupción.

Una mujer corrió hacia ellos, sosteniendo un collar de rubí contra su pecho.

—¡Ladrona! —gritó el guardia de seguridad—. ¡Atrápenla!

Javier reaccionó rápidamente y, agarrándola de los brazos, le aplicó una técnica de inmovilización.

—Gracias —dijo el guardia, levantándola del suelo—. Ha intentado robar una pieza de la colección.

—¡Los acusaré! —gritó enojada la mujer, pateando al guardia.

—No, la única acusada aquí eres tú. Robar piezas de arte es delito penado —intervino Javi—. El guardia actuó conforme a la ley.

El hombre lo miró interrogante, sorprendido por sus palabras. La chica miraba sus tenis como si quisiese escapar de todo aquello.

—Soy estudiante de segundo año de derecho —aclaró Javi—. También puedo ser testigo en el caso, si es necesario.

—¡Malditos sean! —gritó la mujer en un intento desesperado por escapar.

—Gracias, joven. Hay un puesto vacante en seguridad, si lo deseas, puedo recomendarte —señaló con el mentón el pasillo a la derecha—. Necesitamos a alguien con tus conocimientos y tus técnicas de defensa personal te hacen el candidato ideal.

Javier se preguntó si el guardia había escuchado su conversación. Se acercó a Maya e, inclinándose para susurrarle al oído le dijo: —Si eres mi grillo de la suerte.

La chica se sonrojó ante sus palabras.

—Con gusto te acompañaré —contestó al guardia sin perder más tiempo.

Entre los dos llevaron a la sala de seguridad del museo. El hombre, llamado Gonzalo, les contó a los demás guardias y a la directora del museo lo sucedido. No pasó mucho tiempo antes de que le hicieran una tentadora oferta de empleo. Javier la aceptó emocionado.

Buscó a la chica por todos lados y en las cafeterías cercanas, pero no la encontró. Preguntando a los guardias, supo que había venido junto a sus compañeros de clases en un viaje de práctica de la carrera de Historia del Arte. Con su nuevo empleo, seguro se encontrarían de nuevo.

—Ayúdame, Titiritero —pidió en voz baja—. Me gustaría volver a ver a la chica de los zapatos a rayas.

Sonreí para mí mismo. El destino es caprichoso, todas mis historias fueron escritas mucho antes de que el usuario naciera. Descubría su futuro a medida que iba narrando, al igual que ellos. El más mínimo cambio podía desviar la línea del destino, volteando la historia de manera irremediablemente.

***🎬***
N/A: Está es la versión del encuentro en el museo desde el punto de vista de Javier y como se ve Maya a sus ojos.

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