Capítulo XVI: Apocalipsis

Claramente se pudo escuchar el crujido de una rama, el ejército se detuvo en un estado alerta. Alguien estaba entre ellos, asechando sigilosamente como un ninja. 

Por ahí —indicó un Proteccior lanzando una bomba de cristal hacía la oscura maleza.

La luz rosada de la explosión reveló por un instante la silueta de una persona que se desmayaba.

—¡Cuidado! —alertó Marion mirando hacía arriba.

Empezaron a llover locos que saltaban desde la copa de los árboles. El ejercito de la vida tuvo que protegerse con sus escudos encantados. Intermitentemente luces de colores iban y venían, como en una tormenta eléctrica en la que los rayos iluminan el cielo por un instante. Dorado, esmeralda, purpura, rosado, celeste.

—¡Avancen, avancen! —ordenó Robert.

El Ejército de la Vida siguió adelante a pesar de tener a varios Adoradores del Apocalipsis llegando por todos lados. Era como una plaga imposible de erradicar. 

Damián apuñalaba con su daga Pacifica Letal. Christina cortaba gargantas con Lucero del Alba. Ethan partía a la mitad los cuerpos de Los Adoradores del Apocalipsis con el Dragón Guerrero. Lucy cercenaba cabezas con su Arthame. Henry, William, Magnus y Robert lanzaban bombas. Zeus lanzaba hechizos para paralizar. Ahdylle lanzaba de sus manos destellos esmeralda que convertía a sus objetivos en estatuas de piedra.

Mientras tanto, en El Templo Sagrado, las tres líderes se encontraban junto con otros Adoradores del Apocalipsis y Darloox.

Darloox vestía una larga túnica negra con espirales blancos que arrastraba por el suelo. Las mangas anchas tapaban sus brazos morenos y musculosos. 

—¿Qué es todo ese alboroto? —interrogó el ser celestial con el ceño fruncido.

—Gran Señor del Apocalipsis, no se preocupe de eso, son simples intrusos, pero usted es indestructible, así que nosotros nos encargaremos de ellos —trató Brigitte de tranquilizar—. Sólo debe alimentarse de estos fieles devotos para que logre alcanzar su fase final.

Gustoso por la idea, una sonrisa maliciosa se asomó en el rostro de Darloox, posando sus oscuros ojos en sus siguientes víctimas. Para un Celestial no había mayor placer, mayor satisfacción que devorar materia —porque además de que de ello depende su vida— también le otorgaba fortaleza, y un ser con magia es el alimento preferido de esta entidad cósmica.

Brigitte, Ayira y Hee-Sook salieron del recinto y observaron como el ejército enemigo se acercaba cada vez más entre humo de colores. Ya se encontraban en la entrada de la aldea, a ese paso atacarían al templo, y aunque no le pueden hacer a Darloox daño alguno, siguen siendo Adoradores del Apocalipsis y deben evitar que el rito se interrumpa atrasando el apocalipsis.

Ayira comenzó a correr sacando un pequeño cuchillo; Hee-Sook se acercó para lanzar hechizos y Brigitte se le unió matando a algunos Protecciors y naterdanos. Pero entre la oscuridad de la noche, El Ejército de la Vida comenzaba a rodear la aldea dejando a decenas de Adoradores del Apocalipsis paralizados, aturdidos, congelados o muertos.

—¡Ahí debe esconderse Darloox! —apuntó Damián hacía la construcción que más relucía en la lejanía.

El ejército de Akelsta se separó porque comenzó a recibir muchos ataques por su flanco derecho. El resto prosiguió hacía adelante sin saber que las cosas se saldrían de control. Estaban cerca del templo, sólo unos cuantos kilómetros más solamente. Era hora de que dieran paso a Abel, así que comenzaron a separarse. 

William vio a lo lejos a los dos hombres que los habían secuestrado, eran Hugo y Louis. Al verlos, el rubio sintió como la ira recorría su cuerpo. Cabalgó más rápido y tomó una bomba de paralización del bolsillo de la silla de montar de su alicornio. Cuando estuvo a una corta distancia la lanzó.

Hugo y Louis se quedaron como estatuas y cayeron dándose un duro golpe en la cabeza. William se sintió dichoso al verlos caer.

Christina corría dejando Adoradores del Apocalipsis muertos a su paso hasta que sintió una fuerza que se acercaba velozmente directamente a Zeus, quien se encontraba a su lado. Christina tomó la decisión de empujar a Zeus lo que lo hizo caer y que ella fuera lanzada lejos, como si ella fuera una pequeña pelota debido a la fuerza misteriosa.

—¡Christina! —exclamó el mago.

La chica rubia cayó justó a los pies de Hee-Sook quien sonreía satisfecha. No le dio a Christina la oportunidad siquiera de levantarse. La tomó del cuello con su mano derecha y cargó su mano izquierda con un hechizo letal.

 —Voy a disfrutar esto, por todos mis hermanos que has matado.

Antes de hacer nada una especie de guante hecho de tierra golpeó a Hee-Sook de manera contundente. La hizo retroceder y la dejó desorientada. Fue entonces que Christina buscó con la mirada a esa persona que salvó su vida. Y ahí estaba.

Zeus corrió a auxiliar a su nueva nieta y ella se apoyó en él para incorporarse de nuevo. Por un breve instante se miraron y la chica sintió que una enorme gratitud, pero sobretodo, sintió que al fin había encontrado a su familia.

—Gracias.

—Agradéceme después —asintió Zeus acercándose a Hee-Sook.

La Adoradora del Apocalipsis se encontraba aturdida por el golpe que la dejó sentada sobre la tierra.

Stolixar —conjuró Zeus lanzando un rayo azul de sus manos.

Hee-Sook reaccionó rápido y se protegió con un campo de fuerza.

Stolixar —volvió a decir Zeus y Hee-Sook se protegió de nuevo.

Christina se le unió y juntos trataron de paralizarla lanzando hechizos simultáneamente, el campo de fuerza de Hee-Sook no resistió más, no importa que tanto se concentrara, cual burbuja se reventó y un hechizo de Zeus logró congelarla.

Christina empuñó con decisión El Lucero del Alba y apuñaló a Hee-Sook susurrándole al oído:

Voy a disfrutar esto, loca apocalíptica.

La vida de Hee-Sook se apagaba poco a poco hasta caer muerta derramando su sangre alrededor de su cadáver. 

Un segundo después, más Adoradores del Apocalipsis los rodearon, pero ellos serían pan comido.

Ayira era imparable con su cuchillo y después de asesinar a Variel haciéndole un corte profundo en el abdomen vio a Ahdylle, esa mujer de pelo naranja que nunca le cayó bien. 

Daai fokken teef —dijo ella para sí misma empuñando con aún más fuerza su cuchillo para después echarse a correr hacía Ahdylle.

Ahdylle se encontraba luchando contra un grupo de lunáticos, que la tenían acorralada pero ella hizo un movimiento con ambos brazos lanzando luz grisácea. Sus atacantes fueron disparados en el aire metros y metros, y fue entonces que cayeron algunos rompiéndose el cuello y otros abriéndose la cabeza.

La mujer de pelo naranja divisó a Ayira con el cuchillo pero ya estaba muy cerca de ella, entonces sólo flexionó la mitad de su cuerpo hacía atrás, sintiendo que su espalda cargaba con todo ese peso. Ahdylle pudo ver toda su vida reflejada en el cuchillo de Ayira que pasaba a escasos centímetros de sus ojos.

Fue en ese momento que Ahdylle con un hechizo de empuje alejó a su enemiga. Con un vistazo rápido, Ahdylle se dio cuenta que el cuchillo pequeño que llevaba no era uno cualquiera, era en realidad La Daga Oscura, aquella que le había hecho esa cicatriz en la mano, aquella que le dio el don de la magia, aquella que podría matarla.

—Siempre fuiste una deshonra para esta comunidad —confesó Ayira—, desde el primer momento que te vi supe que causarías problemas.

—¿Ah sí? pues tampoco me caías bien, Ayira.

Ayira intentó atacar de nuevo a Ahdylle, pero esta vez Ahdylle sometió la mano armada de Ayira tomando su brazo con ambas manos. Ayira intentó forcejear pero Ahdylle era igual de fuerte que ella. Pero fue entonces que Ayira decidió usar sus garras de su mano libre. Eran casi igual de efectivas que su daga.

Ahdylle se percató de ella, así que se concentró e hizo que sus manos aumentaran de temperatura, quemando el antebrazo de Ayira. El dolor fue tal que Ayira trató de arañar con su mano libre las manos de Ahdylle pero ella fue más rápida. Ayira se había rasguñado así misma.

A través de un hechizo, Ahdylle logró quitarle la daga a Ayira. Ambas se miraron con odio. Un odio que había perdurado por más de veinte años.

—No la necesito para destruirte, perra maldita.

Ayira dejó escapar un chorro de luz violeta y Ahdylle contratacó con el mismo hechizo. Ambos rayos chocaron formándose un destello resplandeciente. Sólo había una cosa que hacer. Ahdylle llamó a los cielos y formó un rayo esmeralda que cayó directamente a Ayira, un rayo del cual ella no fue capaz de protegerse.

En un instante Ayira era una estatua de piedra y el rayo violeta de Ahdylle impactó a la estatua que terminó destruyéndose en decenas de pedazos. La cabeza de Ayira rodó hasta los pies de Ahdylle y ella la pisó hasta destruirla.

Victoriosa recogió La Daga Oscura que portaba su difunta enemiga.

Damián, al separarse del batallón y estar por su parte, utilizaba La Pacifica Letal para lo que fue creada en primer lugar, matar Adoradores del Apocalipsis. Brigitte, observó a Damián y detectó en él peligro, él era un paralelo a ella, ella era la líder de la secta y supuso que ese hombre de piel noche era el líder de la hermandad.

Con un movimiento de su mano izquierda creó una bola de fuego y la arrojó hacía Damián mientras este se encontraba distraído luchando, pero para sorpresa de Brigitte, él la atrapó y la usó para calcinar al Adorador del Apocalipsis con quien se encontraba pelando.

—He escuchado muchas cosas de ti, Brigitte —expresó Damián con una mezcla de desprecio y seriedad dándole la cara a la susodicha—. La loca y malvada líder del Culto del Apocalipsis.

—Oh, ma chérie —sonrió Brigitte retorcidamente acercándose muy lentamente hacía Damián—. Eso me halaga en verdad.

Acto seguido, Brigitte deja escapar de sus manos un chorro de luz esmeralda que Damián repeló con un campo de fuerza que lo protegió. Damián levantó su brazos rompiendo su protección y creó unas cadenas de tierra que atraparon las manos de Brigitte.

Brigitte usó su magia para convertir sus cadenas en hielo y pudo liberarse de ellas lanzándoselas a Damián y mientras se encontraban en el aire se quebraban haciendo fragmentos de hielo filosos.

Damián creó una pared de fuego enfrente de él para derretir los fragmentos de hielo y la empujó hacía Brigitte pero ella la apagó con una pared de agua. Cuando el fuego era simple vapor, la mujer rompió su hechizo.

—Lo admito, eres muy hábil —manifestó Brigitte.

—Y no has visto nada —aseguró Damián.

En cuanto Henry, William, Magnus, Robert, Miles, unos cientos Protecciors y Abel ya se encontraban bastante cerca del templo donde se encontraba Darloox. Pero no contaban con que unos Adorados del Apocalipsis se escondían en el techo de la construcción y saltarían lanzando hechizos letales.

Algunos Protecciors se adelantaron y se interpusieron entra los tirayanos y los hechizos, siendo destruidos por la magia.

—Yo me encargo de ellos —se ofreció Robert cabalgando más rápido siendo seguido por más Protecciors

 Los demás siguieron, pero de repente, las puertas del Templo Sagrado se abrieron rebelando a Darloox saliendo con una maligna sonrisa en su rostro. Con su mera sonrisa todos dejaron de luchar sumiendo aquella comunidad en sepulcral silencio.

—No vale la pena luchar más —presumió Darloox haciendo resonar su voz en los oídos de todos como un eco que jamás se moriría— He alcanzado mi máximo potencial, y no hay nada que ustedes, simples mortales, puedan hacer para detenerme.

Abel comenzó a abrirse pasó entre Los Protecciors sosteniendo la caja negra con fuerza, listo para todo. Pero fue cuando pasó algo, Miles se bajó de su alicornio.

—Te crees un todopoderoso —reprochó Miles acercándose cada vez más a Darloox—, te crees un ser indestructible, pero no hay tal cosa. Puede que tengas un extraordinario poder, pero no por eso significa que debas hacer todo esto.

Darloox comenzó a reírse y todos sus seguidores también lo hicieron, burlándose de las palabras de Miles. Las risas cesaron súbitamente justo cuando Darloox cambió su expresión a una muy enojada. Con su mano izquierda tomó a Miles dificultándole el paso de aire.

—Te mostraré lo poderoso que puedo ser, mocoso.

Darloox comenzó a deformarse para convertirse en un agujero negro que consumiría el planeta, empezando con Miles. El chico fue perdiendo su ropa, su piel, su cabello, sus órganos, sus músculos, su vida misma hasta ser consumido completamente.

William miró todo aquello con horror, tal vez no sentía un gran apego hacía su primo Miles, pero ver morir a alguien así, no es algo muy bonito de ver.

La batalla se reanudó en donde se había quedado con los primeros indicios del amanecer, cuando el cielo se coloreaba de múltiples colores. Y cuando Henry le abrió paso a Abel, visualizó a Lidia, La Reina de Naterda, acorralada. Como su corazón es valiente y bondadoso fue a ayudarla con la ayuda de La Varita Real.

Abel estaba a escasos metros del agujero negro, tan cerca que podía sentir como su cuerpo comenzaba a deformarse. No obstante, antes de que el chico de cabello celeste pudiera abrir la caja, recibió un hechizo de parte de uno de Los Adoradores del Apocalipsis con los que luchaba Robert.

Abel fue empujado y separado por la caja que rodó y rodó hasta llegar a William. William vio a Darloox haciendo cada vez más grande, vio a Abel indispuesto y vio una oportunidad, una única oportunidad. Así que sin pensarlo dos veces, bajó de su alicornio, tomó la caja y corrió hacía el agujero negro.

—Reina Lidia, ¿se encuentra bien? —preguntó Henry muy preocupado bajando de su alicornio.

—Sí, Henry, estoy muy bien, gracias. Espera, ¿ese no es William?

Henry volteó a ver y vio a William con la caja acercándose a Darloox. El templo empezaba a desmoronarse y cada pieza se iba directamente hacía el agujero negro haciéndolo más grande. Henry no podía creer lo que veía.

William se paró en seco y miró a su espalda, era El Rey Magnus. Desde la distancia Henry pudo ver todo como William decía algo como «¿Qué está haciendo?» y Magnus replicaba «Dame la caja, William»

Henry observó que su padre le decía más cosas a William, pero no podía quedarse mirando, tenía que intervenir. Pero no importa lo mucho que haya corrido, no pudo evitar que William bajara la guarida y Magnus tomara la caja y fuera ante ese agujero negro.

—¡No! —exclamó Henry con los ojos llorosos.

Magnus logró escuchar la voz de su hijo y se giró hacía él. Con ojos llorosos, el rey dijo:

—Te amo, hijo.

Y fue entonces que Magnus retomó su misión y cuando sintió que su piel se desgarraba, dio en un último esfuerzo, un gran salto, y entonces abrió la caja liberando un resplandor blanco que cubrió ese pueblo de locos.

—¡NOOOOOOOOOOOOOOOO! —gritó Henry a todo pulmón.



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