Capítulo XV: ¿No es el fin del mundo?

Un nuevo amanecer, una nueva oportunidad de vivir se asomaba subiendo desde el este hasta el cielo. La caja creada por El Gran Sabio y sus ayudantes representaba una nueva —y única— esperanza para detener a Darloox. Pero si querían hacerlo, debían neutralizar a Los Adoradores del Apocalipsis.

Algunos albergaban positividad, ilusión de que vencerían y el mundo no llegaría a su fin; otros en cambio no se sentían exactamente entusiastas, tenían miedo de que algo pasara y llegara tristemente el fin. Como en el azar, nadie sabe lo que sucederá realmente, la balanza del destino estaba equilibrada entre un final catastrófico y un final feliz.

Desde ese día en el que se celebró la reunión del Parlamento Mundial, se prepararon bombas de cristal que contenían hechizos de sueños y hechizos de aturdimiento. Día y noche todos se unieron y colaboraron para estar bien preparados. Damián y Zeus ayudó a encantar escudos con hechizos de protección para repeler aún mejor los hechizos de los enemigos. Había colaboración mundial.

Pero también El Culto del Apocalipsis se preparaba para recibir a La Hermandad de las Dagas. Afilaban cuchillos, lanzas, garras hasta dientes. Todo lo que fuera necesario para asesinar a todos y cada uno de los intrusos que se presentarían. El apocalipsis era inevitable pero podía retrasarse si el Celestial no se cargaba lo suficiente.

En cuanto a Darloox, se fue alimentando de más devotos, fortaleciendo cada vez más. Finalmente, su aspecto era de un hombre musculo, con piel bronceada, calvo, y de mirada maliciosa y oscura.

Darloox casi se sentía listo para alimentarse del planeta entero. No se esperaba que hubiera algo que podría detenerlo, ni que un ejercito llegaría muy pronto a tratar de mandarlo a otra Capa de Realidad para evitar que haga daño a gente inocente.

Tan obstinado se sentía Darloox que se creía invencible, y no lo es, es indestructible, pero no invencible. Esa caja que contenía una Grieta Temporal, era la prueba de ello. Puede que pasarán décadas, siglos, hasta milenios antes de que Darloox consuma todos los planetas del universo de esa Capa de Realidad.

En Tirayan se anunció que debían dejar toda actividad y se resguardaran en el castillo, no entraron en muchos detalles para evitar que cundiera el pánico como en aquella ocasión del meteoro. Los tirayanos obedecieron y se dirigieron al castillo donde fueron recibidos por los trabajadores.

Robert comenzó a idear una estrategia y un plan de ataque, como buen Guardian Real, no dudó en ponerse manos a la obra preparándose para luchar. Preparó su Espada Armora para invocar miles y miles de Protecciors que protegerían a toda costa al ejercito que peleaba por la vida.

Fue en aquel día, cuando el sol aún no llegaba a su punto más alto en el cielo azul, que Ahdylle se acercó a Damián una vez más. Ella sentía una inquietud que llevaba teniendo desde hace algún tiempo, cuando comenzó a redimirse ante la sociedad por sus crímenes.

—Damián, quisiera charlar contigo.

—Por supuesto, Ahdylle. ¿Qué sucede?

—Me preguntaba si existe una manera en la que yo pueda dejar de ser... inmortal —dijo la mujer de pelo naranja mostrando la cicatriz en forma de equis sobre el dorso de su mano izquierda—. Me hicieron esto con una daga y así como adquirí mi inmortalidad debe de haber una manera en la que yo pueda perderla.

—Jamás he sabido de algún hechizo que haga eso, pero entiendo tus motivos. No quieres enterrar a tus seres queridos mientras te quedas sola.

Damián se vio reflejado en Ahdylle. Él fue como ella, una persona con una familia que terminó perdiendo porque su misma inmortalidad no se lo permitió, el tiempo se olvidó por completo de él y no envejeció ni un sólo día. Y fue entonces cuando lo descubrió.

La razón por la que no se sacrificó en lugar de Abel fue que no estaba listo para morir, no estaba listo porque le aterraba la muerte. La había visto tantas veces que terminó por temerle. En cambio Ahdylle no quería pasar por eso.

—Temo que no pueda envejecer junto con mi esposo —confesó Yamilétt al borde del llanto—, que tenga que ver a mi hija envejecer sin que yo lo haga. Quiero seguir adelante, pero no podré hacerlo si tengo esta maldición.

—Yo te prometo, Ahdylle, que cuando derrotemos a Darloox, encontraremos la manera de hacerte mortal otra vez.

—Te lo agradezco, Damián.

 * * *

—Necesitamos quien nos acompañe en el frente —declaró Robert dirigiéndose a la multitud—, El ejército de Naterda no será suficiente si nos enfrentamos a cientos de hechiceros.

Fueron dos reyes quienes se ofrecieron al mismo tiempo. El Rey de Ekoralir y El Rey Marion.

—Le debemos a Tirayan que estemos vivos en este momento —comenzó el ekoraliano—. Hace cinco años, todos íbamos hacía mi reino con La Piedra Protección, pero la tormenta nos derribó a todos excepto ellos —apuntó al Rey Magnus—. Ellos son lo héroes, así que si debo dar mi vida, lo haría con tal de ayudar a Tirayan.

—De no ser por Naterda y por Tirayan, mi reino y otros más hubieran sido masacrados por el ejército de Vralan, así que es mi deseo pelear a su lado una vez más, aunque tal vez sea la última —afirmó Marion.

La batalla comenzaría antes del siguiente amanecer. Tirayan, la hermandad, Naterda, Ekoralir y Akelsta irían al frente rodeados de quinientos Protecciors armados con bombas de cristal para debilitar a los primeros Adoradores del Apocalipsis que se presenten. El resto del ejercito irá abriendo camino buscando a Darloox, y cuando lo encuentren, Abel será protegido por un escuadrón de Protecciors y se abalanzarán sobre Darloox y entonces Abel liberará la Grieta Temporal.

* * *

En La Armería, Henry y William mantenían una discusión que no querían tener, por un lado William quería ir a luchar junto con Henry, pero Henry se negaba rotundamente a dejarlo ir.

—Esto es muy peligroso, William, debes quedarte aquí —replicó Henry tomando una armadura forrada de tela color tinto.

—Henry, hemos pasado por esto tantas veces, si este es el fin del mundo, quiero pasar mis últimos momentos contigo, peleando a tu lado, codo a codo, hombro con hombro. 

—No quiero perderte, no quiero que mueras.

—Moriré de todos modos si fallan, además, ¿crees que es sencillo para mí dejarte ir así? yo tampoco quiero perderte, pero tú tienes un deber, al igual que yo —insistió William mostrando mucha seguridad.

—No tienes que hacerlo, William —negó seriamente el heredero saliendo de la acalorada habitación.

William lo siguió por el pasillo que terminaba en unas escaleras que subían.

—Yo también soy un príncipe, ¿recuerdas?, así que debo ir, quiero ir contigo. No hagas esto más grande y deja de protegerme.

Grayson se quedó a medio escalón pensativo, ya ha sido muchas discusiones en los últimos días. Para lo que Henry veía como protección, William lo veía como opresión. Era una difícil decisión porque podría morir el rubio y no lo soportaría, pero se arrepentiría que se acabara el mundo y ambos morirían enojados con el otro.

—Tú ganas —accedió Henry a regañadientes—. Ve por tu armadura.

Henry esperó a su esposo a que llegara con su armadura y juntos subieron en busca de Zeus o de Damián para que alguien les haga el favor de encantar sus armaduras. Estuvieron buscando por unos minutos y salieron a uno de los jardines, donde se encontraba Lidia y Polum montando un alicornio sin poder controlarlo del todo.

—Polum, querido, no creo que debas montar un alicornio.

—¡Esto es más... difícil de lo que creía! —exclamó Polum algo asustado.

Entonces, Polum cayó del alicornio golpeándose contra la hierba verde.

—Será mejor que vaya sobre un Droppic.

Los chicos siguieron buscando a algún mago y en eso escucharon algo de una conversación entre Abel y Lucy.

—Recapacita un poco, Abel, por favor —suplicó la chica.

—Lo siento, Lucy he tomado mi decisión y no me echaré para atrás.

—Algo pasó con Ethan, ¿no es verdad?

—Sí, algo pasó, pero no fue por eso por lo tomé mi decisión.

—Es sólo que no quiero que mueras, tú no sólo eres mi compañero, también eres mi amigo y no quiero perderte.

—¿Estás llorando? —bromeó Abel.

—¡Cállate! 

Y ambos se abrazaron.

Finalmente, Henry y William encontraron a Zeus en su taller y al Emperador de Chang-Yhing, Zeus se encontraba encantando un escudo y cuando terminó con el encantamiento le entregó el escudo al emperador. Agradeció el escudo y saludó a los dos príncipes antes de salir del taller.

—Henry, William, veo que llevan ahí una armaduras que no están encantadas —sonrió Zeus— pueden ponerlas por ahí. De hecho, ya que están aquí, le quiero dar esto —y el mago les ofreció dos semillas Destento a cada uno—. Úsenlas cuando partamos, las vamos a necesitar.

—Odio esto —se quejó Henry mirando con asco aquella semilla—, sabe horrible.

—Sabe como a huevo podrido —coincidió William.

* * *

—Cuídate, madre —se despidió Kalila con un abrazo.

—Ustedes también. Les prometo que todo estará bien —ahora Ahdylle miró a Harry—. Oye, mírame —la mujer puso su mano sobre la mejilla del consejero y él la miró a sus ojos verdes—. Voy a estar bien, no tienes de qué preocuparte. Te amo.

—Yo también te amo, Ahdylle.

Y Ahdylle y Harry juntaron sus labios en un tierno beso. Un beso que ambos necesitaban para darse fuerza mutuamente. Entonces, cuando finalizó el beso, Ahdylle salió del castillo.

El cielo nocturno se veía tan bello con ningún rastro de luz en el reino, la luna menguante era el farol del ejercito que lucharía contra El Culto del Apocalipsis. Los cinco tirayanos montados en su respectivo alicornio, estaban en la cabeza del ejército, listos para enfrentar lo que les fuera a deparar.

—Hijo mío, quiero que tengas esto —dijo Magnus tendiéndole a Henry La Varita Real.

—Gracias, padre, por confiar en mí otra vez —sonrió Henry tomando la varita.

—Nunca dejé de hacerlo.

Así, como se veía el ejército aún con los líderes de todas las naciones, se veía muy vacío, parecía un mal chiste. Había bastantes huecos entre todos.

Ethan y Damián se pusieron a la izquierda de los tirayanos y Christina y Lucy a la derecha. Christina se encontraba al lado de Zeus.

—Creo que en vista de las circunstancias, debemos estar unidos, Mago Zeus, ¿sin resentimientos? —soltó la rubia sin mirar a su abuelo.

—Sin resentimientos, Christina —sonrió Zeus agradecido.

El ejercito de Naterda tomó su posición, a la izquierda del Rey Marion. Hasta el extremo derecho se encontraba El Rey de Ekoralir.

—Estoy aquí —anunció Ahdylle montando su alicornio junto a los demás tirayanos—. ¿Estamos todos?

—No todos —respondió Robert.

Desde la lejanía se escuchó un rugido, entonces apareció Polum montado sobre un Droppic, una criatura con un cuerpo enorme y alargado como una serpiente con la capacidad de volar sin necesidad de tener alas.

Tal vez Polum no podía cabalgar con un alicornio, pero sí podía montar como un experto una criatura del tamaño de una ballena. Todos miraban expectantes la escena, el Droppic girando sobre el cielo estrellado.

—No puedo creer lo que ven mis ojos, creí que no lo había dicho en serio —dijo Lidia para sí.

—Eso llamará mucho la atención —recalcó Variel negando con la cabeza—. Aunque, por otro lado, eso nos quitará a muchos enemigo de encima.

Robert empuñó con ambas manos La Espada Armora, se concentró y cerró los ojos para invocar a todos Los Protecciors que necesitaba.

Invok mez protecciors —conjuró Robert haciendo aparecer unas marcas en la hoja de la espada.

Una espesa niebla roja empezó a rodear a todos, la niebla creció y creció hasta que nadie lograba ver algo. La niebla se disipó así como había aparecido, de la nada. Ahora cientos y cientos de Protecciors habían aparecido.

—Ahora sí estamos todos —confirmó Robert.

El ejército comenzó a avanzar cuando alguien gritó «¡Esperen!» . Todos se detuvieron y voltearon a ver de quién se trataba. Fueron pocos aquellos que reconocieron al chico que avanzaba con una armadura.

—¿Qué estás haciendo, Miles? —inquirió William mirando a su primo lejano con algo de asco.

—No pude ignorar todo el escandalo que estuvieron haciendo todos estos días, así que, he dicho que también quiero luchar.

William estuvo a punto de rechazarlo, argumentando que no necesitaban su ayuda, pero Lucy se le adelantó.

—Por supuesto, cuantos más mejor.

Miles sintió la necesidad de hacer algo para sí mismo, puede que podría ayudar de otra manera al reino por el que se había ido a estudiar por cinco años y se puso a luchar contra una chica. Ignorando el hecho que esa "excepcional chica" no estuviera presente, se posicionó junto a Robert. 

Él es otro familiar nuestro —susurró Zeus a Christina—. Pero en tanto menos lo conozcas, mejor.

Gracias por el dato.

Y así, el Ejército de la Vida marchó hacía las afueras de Tirayan, subiendo valles y montañas, abriéndose paso entre los matorrales para iniciar la batalla que determinará el destino del mundo. ¿Es el fin del mundo?, ¿no es el fin del mundo?.

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