Capítulo XIX: La princesa Kiara (Epílogo)

Cinco años después...

Henry despertó sudoroso súbitamente en medio de la oscuridad de su habitación. William estaba dormido pacíficamente a su lado, su cara blanca se iluminaba con la luz zafiro que emitía su collar. Henry se calmó un poco al verlo así, con la ayuda de la luz de su propio collar, pudo llegar al baño. 

Pudo encender algunas velas para iluminar mejor el baño. Se miró en el espejo, y tenía treinta años ya, seguía igual de apuesto y se había dejado crecer la barba, aunque no demasiado. En el lavabo se mojó la cara y la nuca y mientras las gotas caían por su piel blanca, trató de calmar su agitada respiración. Había tenido un mal sueño.

Fue tan real que podría jurar que sí pasó. En el sueño, Kalila perdía al bebé de William y él. Nueve meses antes, Kalila accedió a tener el hijo de sus amigos a través con una inyección de escencium doblirux, que es una combinación mágica de cabello, sangre y saliva de dos personas, en este caso de Henry y William.

La inyección logró el cometido de embarazar a Kalila y continuó sin ningún inconveniente, pero en aquel sueño Kalila perdía al bebé expulsando sólo una masa aguada manchada de sangre. El doctor ha dicho que el nacimiento será en aquellos días utilizando el término "parto inminente".

Kalila se había graduado en La Academia para Magos y Brujas Reales con honores por demostrar una gran capacidad de control mágico, se sabía de memoria casi todas las pociones y había realizado una investigación de una manera en que objetos como la Piedra Protección o las gemas de la Espada Armora duren por mucho más tiempo, o hasta para siempre con un material nuevo. Seguía con Robert —quien conservaba el pelo corto— y aunque no estaban casados o comprometidos, se ve que se aman mucho.

Han pasado muchas cosas en los últimos cinco años. Harry se retiró como consejero real para viajar junto a su esposa, Ahdylle por el mundo. La vacante se la quedó nadie más que Christina Wizgrave, la hermana de William. Abel tenía una relación con Bruce, el hijo mayor de Polum. Damián y el resto de la hermandad han mantenido el contacto y su lucha contra El Culto del Apocalipsis seguía. Y desafortunadamente, la madre de Robert, la señora Goldstein, falleció apenas un año atrás.

Cuando por fin se calmó, El Rey Henry tomó la decisión de tomar aire fresco sabiendo ya adónde ir. Sin despertar a William, Grayson salió del castillo y se dirigió hacía la plaza principal donde se encontraba el Salón de Eventos donde se casó con William, pero donde también estaba una enorme estatua hecha de oro que retrataba al rey Magnus que estaba sobre una peana igualmente de oro con una placa que tenía una inscripción:

El Rey Magnus Rudolff Soyale Flecher hizo el máximo sacrificio al desterrar a la entidad cósmica Darloox, salvando el mundo.

Henry se sentó ante la estatua y comenzó a hablarle. 

—Hola, padre, sólo quería preguntarte una cosa, ¿cómo te sentiste cuando mamá estaba embarazada?, ¿también sentiste este miedo que siento ahora?

Aunque Henry sabía que la estatua de oro le respondería, encontraba cierto consuelo al hablarle, lo hace sentir más cerca de su padre.

—Quisiera que estuvieras aquí para que conozcas a tu nieto o nieta. Estuve pensando que si es un niño, llamarlo Magnus Segundo y si es niña Penélope pero no sólo Penélope, quiero otro nombre más no se me ocurre otro.

—Ya se te ocurrirá uno, Henry —animó alguien por detrás.

Henry volteó su cabeza para ver a la mujer que se encontraba con él. Era Kalila, con su vientre engrandecido por el embarazado. Lucía tan bella como siempre con su cabello naranja que le llegaba hasta los hombros y sus ojos castaños que brillaban con la luz de la luna. Kalila se sentó al lado de su amigo y se mantuvieron en silencio algunos minutos hasta que Henry preguntó:

—¿Todo está en orden?

—Tu descendiente está muy inquieto —respondió Kalila sonriendo mientras acariciaba su vientre—, es como si ya quisiera salir. Pero descuida, no es nada lo que debas preocuparte —agregó al ver la preocupación en el rostro del rey—, son sólo unas cuantas pataditas.

—¿Robert sabe que saliste? 

—¿Crees que si lo supiera me hubiera dejado salir?, al contrario hubiera llamado a la partera y a las enfermeras.

—Imagina que fuera suyo —bromeó el castaño.

—Ni lo menciones, estaría aún más loco de lo que ya está —expresó Kalila siguiendo la broma—. Aunque debo admitir que se ve muy tierno con esos instintos paternales tan alerta. Me atrevería a decir que sería un buen padre, como tú.

—Eso está por verse.

—Oye, sé que todo estará bien. En cuanto no los quieras casar con su mejor amigo, no hay nada de qué preocuparse.

—¿Imaginas lo que hubiera pasado si nos hubiéramos casado?

—No, es algo de lo que no suelo pensar a menudo, pero estoy segura de que seríamos infelices, principalmente tú.

Henry asintió despacio, visualizando ese deprimente escenario en el que William no formaba parte de su vida tanto como lo hace en aquella vida.

—Nunca podré agradecerte lo suficiente por todo lo que has hecho por William y por mí, Kalila.

—Para eso están los amigos, ¿no?

Al cabo de un rato, ambos volvieron al castillo. Todos los nueve meses que ha durado el embarazo, Kalila ha vivido en el castillo en su propia habitación... bueno "propia" es un decir, porque Robert duerme ahí sobre una silla.

Pasaron las horas y amaneció un nuevo día. Todos disfrutaron de un agradable desayuno hablando de lo que único que se habla por todo el reino esos días, el nacimiento del nuevo príncipe o princesa.

—¿Te sientes bien, hija? —preguntó Ahdylle.

—Sí, mamá, no te preocupes.

—Ya casi serás tía, Chris —recalcó Zeus en tono burlón.

—Ya quiero mostrarle como usar El Lucero del Alba —afirmó Christina mientras untaba mermelada a un trozo de pan en plan broma, pero parece que nadie lo captó puesto que todos se le quedaban bien atónitos—. Sólo bromeaba. Pero como consejera real digo que sería adecuado hacer una gran celebración en honor al nuevo integrante de la familia real.

—Muy buena decisión —felicitó Harry evitando mencionar que eso es algo que se debe hacer quiera o no el consejero real.

—Casi lo olvidaba —anunció Henry—. Damián me ha escrito una carta en la que dice que Los Adoradores del Apocalipsis ya son una especie casi en extinción.

—Es bueno saber eso, tantos años luchando contra ellos finalmente acabarán —agradeció Christina.

—¿Qué creen que sea el bebé? —preguntó William—. Yo diría que es niño.

—Yo también creo que será niño —afirmó Kalila—. ¿Tú que dices, Robert?

Robert tragó un buen bocado de melón antes de contestar.

—Niña.

—Claro que no, será niño —aseguró Christina.

De repente, a Kalila se le rompió la fuente, señal de que estaba en labor de parto.

—Creo que lo averiguaremos muy pronto —comentó Zeus al sentir el charco en sus pies.

—¡Rápido, William! —exclamó Henry levantándose de su asiento—, ¡la partera y las enfermeras!

Robert cargó a Kalila hasta a su habitación mientras ella resoplaba en un intento de tranquilizarse. Christina también se levantó y siguió a Robert.

Henry y William estuvieron al lado de Kalila en todo el parto. Robert, Ahdylle y Christina veían como el bebé salía de Kalila lo que le dolió como nunca había sentido, lloraba de ese dolor indescriptible, sentía que se moría y que se quedaba sin fuerzas con cada pujido, era como si sus músculos no quisieran cooperar, tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano en pujar de nuevo.

—¡Casi lo logras! —alentó la partera—. ¡Puja una vez más!

—Vamos, Kalila, tú puedes hacerlo —dijo Henry dulcemente.

—Ya falta poco —continuó William con una sonrisa.

Ni la misma Kalila supo de donde sacó la fuerza suficiente para pujar una última vez dando un grito tremendo que fue acompañado en el inicio del llanto de un bebé, de el bebé de Henry y William.

—Lo lograste, mi amor —felicitó Ahdylle.

Christina cortó el cordón umbilical con su daga lo que la llevó a recibir una mirada fulminante por parte de las enfermeras. Tomaron al bebé lo limpiaron y lo cubrieron en mantas de seda plateada. Los padres fueron a ver a su descendencia y sintieron que se le iluminaba la vida.

Era un criatura de tez blanca, sin cabello y muy adorable. Henry cargó en sus brazos a su bebé y se giró hacía a Kalila.

—Es una niña, Kalila.

Kalila sólo le limitó con sonreír y escurrirse sobre la cama.

—Estoy muy orgulloso de ti —manifestó Robert besando la frente sudada de su novia—. Espero que algún día podamos tener los nuestros.

Ella lo miró de reojo y le mostró su mano moviendo su dedo anular.

* * *

El pueblo de Tirayan se reunió afuera del castillo esperando a que los reyes Henry y William presentaran a su bebé. El sexo y el nombre era un completo misterio, nadie sabía con certeza. Los tirayanos aplaudieron y ovacionaron al ver a sus reyes apareciendo en un balcón con un bulto entre los brazos de William.

—Gente de Tirayan —empezó William—, nos es una gran dicha anunciarles que el día de ayer, nuestra maravillosa amiga, Kalila dio a luz a la nueva integrante de la familia real.

—Les presentamos a La Princesa Kiara Penélope Soyalle Anderson —dijeron ambos reyes al mismo tiempo.

La idea de ponerle Kiara fue idea de William, al igual de ponerle el apellido Anderson, argumentando que Wizgrave es para Magos y Brujas Reales y que Kiara no necesitaba que un apellido la definiera.

La gente comenzó a exclamar:

—¡Larga vida a La Princesa Kiara! 

Y así, con la certeza de que el fin no fue decidido por un meteoro más grande que la Tierra, o por un ejército de criaturas furiosas, o por un hechizo que convierte a la gente en estatuas de piedra, o por una entidad cósmica que devora planetas, todos vivieron felices para siempre.

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