Capítulo XIII: Es muy difícil decir "Te amo"
Thomas abrió los ojos lentamente, al principio su vista estaba nublada, estaba aturdido. Era como si de pronto despertara de un profundo sueño, un sueño que duró un suspiro. De repente la presión que oprimía su cuello desapareció así como el dolor punzante en su cabeza. Poco a poco fue recobrando la visión y vio montones de velas negras, extrañas runas negras sobre el suelo en el que se encontraba tirado y a Louis.
Louis estaba inmóvil, sobre el suelo, con los ojos cerrados, sin respirar, muerto. Thomas se incorporó y observó a Hee-Sook flotando, alzando los brazos mientras sus ojos eran negros completamente. En cuestión de segundos, Louis regresó a la vida.
Hee-Sook bajó sus brazos y sus ojos volvieron a ser normales y sus pies tocaron tierra firme. Louis se incorporó y comenzó mirar desorientado a todos lados.
—¿Acaso piensan quedarse ahí todo el día? —regañó ligeramente la mujer mirándolos inexpresivamente—, hay muchas cosas que hacer por aquí, si quieren seguir vivos, les recomiendo que hagan algo útil.
Hee-Sook se retiró escondiendo una sonrisa de satisfacción. Puede que de las tres líderes de la secta, Hee-Sook sea la menos loca y malvada, pero no por eso deja de ser peligrosa. Le da pena a las personas que terminan siendo presa de la enferma ira de Brigitte y, aunque en ocasiones, ella misma revive a sus victimas, esta vez, Hee-Sook tuvo que tomar cartas en el asunto, porque Brigitte jamás reviviría a Thomas o a Louis, que a pasar de ser unos crétins, merecen una enésima oportunidad.
La fuerza que Brigitte usó para estrangular a Thomas y a Louis se podría describir como algo mucho más superior a sobrehumana. La magia puede llegar a ser más peligrosa que la misma fuerza del ser humano.
—¡Hee-Sook! —exclamó Ayira—. Finalmente te encuentro, el banquete está por comenzar, ¿vienes?
—Nuestro Señor del Apocalipsis y ustedes tendrán que disculparme, pero no asistiré. A decir verdad, no podría resistir ver cómo son devorados nuestros adeptos.
Ayira miró al cielo negando con la cabeza. Ella ya conocía bien el "misericordioso" corazón de su colega, y aunque no está de acuerdo con esas actitudes, no es suficiente motivo como para considerarla una traidora y matarla u ofrecerla a Darloox.
—De acuerdo, supongo que te veré más tarde.
Hee-Sook se fue por un lado y Ayira llegó hasta El Templo Sagrado, donde una docena de Adoradores del Apocalipsis completamente desnudos, de cuerpos muy gordos esperaban pacientes frente al altar en el que Brigitte con voz complaciente mantenía una conversación con Darloox.
Darloox, ya no lucía tan mal, parecía más humano que un esqueleto. Sus facciones se notaban más jóvenes y ya no le costaba mantenerse de pie. Cubierto con una larga túnica negra con bordados morados en forma de espiral, la entidad cósmica escuchaba lo que Brigitte le decía.
—... así que espero que este banquete sea de su agrado.
Ayira se posicionó al lado de Brigitte quien aguardaba esperanzada alguna respuesta por parte de Darloox, pero este ni siquiera volteó a verla ni de reojo. Su concentración se hallaba puesta en los cuerpos desnudos que serían su cena.
Pacientemente, Darloox se acercó a sus seguidores apreciándolos uno a uno. Se detuvo al ver a un hombre castaño que se encontraba notoriamente inquieto que no miraba al frente como los demás, sino que miraba hacía abajo evadiendo la mirada de Darloox.
—Bonito —afirmó Darloox estrujando el rostro del castaño obligándolo a mirarlo—. No tengas miedo, prometo que será rápido, aunque debo admitir que me decepciona un poco que no te entregues a mí con tanta devoción como los demás.
La respiración del castaño comenzó a hacerse más frecuente, más pesada. El miedo invadió su cuerpo, los ojos oscuros de Darloox sería lo último que vería.
Darloox, poco a poco empezó a transformarse en la sustancia galáctica que realmente es, destruyendo su cuerpo humano de manera perturbadora, sus miembros se metieron por su ojos, su cuello se alargó hasta quebrarse, su espada se ensanchó como un lomo gigante hasta explotar liberando su forma de Celestial.
En los ojos del castaño sólo habían lágrimas y terror. Él también se estaba transformando, pero en la cena de Darloox, cachos y cachos de piel se desprendieron de su cuerpos y la sangre que expulsaba fue succionada por la entidad, después fueron los ojos, los músculos, los órganos y los huesos fueron los últimos en ser succionados antes de que Darloox regresara a su forma humana.
Ahora se veía un tanto más joven y con la siniestra sonrisa que tenía lucía aún más jovial que antes.
* * *
—Son demasiadas cartas —se quejó Harry sellando otra carta—. No había redactado tantas cartas, desde el incidente con el meteoro hace cinco años.
—Todavía no son los cinco años exactos, padre —aclaró Kalila comenzando a escribir otra carta—. ¿Está a qué nación va dirigida?
—Veamos —dijo Harry leyendo la larga lista que tenía a su lado—, aquella irá dirigida al reino Chang-Yhing y yo escribiré a las Provincias Unidas.
Carta que sellaban, carta que se veía volando hacía su destino. Con todo lo que ha pasado, es poco probable que las naciones rechacen el llamado, como sucedió antes de la Batalla de Akelsta.
—Padre, ¿dónde está mi madre?
—Tu madre me comentó que se iba a ver con Robert y...¿cómo se llama "el líder de las dagas"?
—¿"Líder de las dagas", estás hablando de Damián?
—En efecto, se encontraría con Robert y con Damián.
—¿Y para qué?
—No lo mencionó, pero estoy seguro de que es algo relacionado con todo esto.
Kalila asintió con la cabeza en silencio, mientras comenzaba a escribir su carta. Se preguntó que si así era trabajar de Consejero Real, definitivamente tomó la decisión correcta aquella ocasión cuando renunció a su herencia. Se dibujó una pequeña sonrisa en su rostro al pensar lo increíble que sería ser una Bruja Real.
Zeus quedó encantado con la noticia que Kalila recibió la noche anterior. Y lo mejor de todo era que Zeus aún conservaba sus copias en —casi— perfectas condiciones de los libros que ella necesitaba. El resto de materiales podía conseguirlos fácilmente, así que no se preocupaba de ello. Es curioso que la chica haya descubierto su don para la magia en una situación tan extrema y en condiciones fuera de lo creíble.
* * *
Christina con los ojos vendados se movía jadeante. Con su daga Lucero del Alba, atacaba a objetivos invisibles. Una serie de pasos aproximándose la alertaron y reparó en que se escuchaban detrás de ella, así que en un movimiento fugaz cambió de mano su daga y se giró extendiendo su brazo quedando la daga a escasos centímetros de la persona.
—Oye, oye, tranquilízate, soy yo, El Mago Zeus.
Christina se quitó la venda que cubría sus ojos grandes de color cielo en los cuales lanzaban indiferencia pura e intensa. Zeus pensó que era dedicada a él y se sintió mal, pues él había sembrado con rechazo esa indiferencia.
—Escucha, lamento mucho lo que pasó ayer —empezó arrepentido el anciano—. Me sorprendí mucho cuando soltaste esa noticia, no podía siquiera creerlo y es que me pregunté qué más cosas había ocultado Jennifer, creí que ella no guardaba secretos, pero ahora veo que guardó al menos uno muy importante, creciste alejada de nuestro seno por muchos años, pero ahora que ya estás aquí, podemos recuperar el tiempo perdido.
—Comprendo que fuera una noticia impactante, y no esperaba más de ustedes, su reacción era precisamente lo que había previsto, así que no intente enmendar las cosas por pura lástima —su fría indiferencia era aún más hiriente en su voz—. Además, yo no fui un secreto, yo soy parte del olvido creado por un orbe memorandiúm.
Christina comenzó a alejarse de Zeus, estaba dolida, aunque no lo quisiera admitir. El día anterior, Zeus mostró rechazo, y no podía concebirse una reconciliación de la noche a la mañana.
—No es lástima, Christina, y te juro que de no haber sido hechizado para olvidarte, yo te amaría, mi hija también te hubiera amado —Zeus expresaba decisión—. Por favor, perdóname. No dejes que el pasado afecte tu futuro, podemos ser una familia de una vez por todas, William, tú y yo.
La mujer no contestó ni emitió sonido alguno, nada que diera indicio a una respuesta. Solamente prosiguió su camino alejándose cada vez de un cabizbajo Zeus.
* * *
Y ahí estaba él, recostado sobre una roca en uno de los jardines del castillo con vistas hacía las lejanas montañas. Lucía tan pacífico con los ojos cerrados que era como si estuviera dormido. El viento acariciaba suavemente su cabello rojo y los rayos del sol resaltaban su piel blanca, con esa cara tan hermosa que demostraba cero preocupación, y esos brazos que parecían haber sido tallados meticulosamente por alguna deidad, o una serie de ángeles.
Y ahí estaba en la lejanía escondido en las sombras, Abel, con sus ojos verdes que brillaban por la ilusión y la esperanza. Las voces en su cabeza mantenían un fuerte debate, llegar y decir esas dos difíciles palabras o seguir mirando y ocultarse en las sombras como siempre lo había hecho.
—Rayos, lo voy a hacer.
Abel se acercó a Ethan y aunque este se dio cuenta de la presencia de alguien no le tomó importancia, estaba demasiado relajado como para abrir lo ojos. Si era Damián, le daba igual lo que tuviera que decir. Si era Lucy, llegaba en momento exacto porque deseaba descargarse en alguien, porque Henry lo dejo con ganas. Pero nunca se imaginó que sería Abel.
—Bonito día, ¿verdad? —comenzó Abel.
—La verdad es que sí, es bonito este lugar —replicó Ethan sin abrir los ojos—. ¿Qué sucede, Abel? si Damián quiere verme dile que estoy ocupado.
—En realidad, no tiene nada que ver con la hermandad, se trata de algo más.
—Escúpelo.
El corazón de Abel comenzó a latir de manera más acelerada, nunca había tenido que enfrentarse a algo tan difícil como los sentimientos y es que para él, que es tan tímido, es muy difícil decir "te amo" y es aún más difícil considerando el hecho de que se lo diría a Ethan que tiene parece una roca en todos los aspectos posibles. Casi deseaba que lo interrumpieran como siempre pasaba, pero sólo había silencio.
—Venga, Abel, dilo de una maldita vez —insistió Ethan algo irritado.
—Verás, Ethan, desde hace mucho hay algo que he querido decirte pero no encontraba las palabras. Tú me atraes, tú me gustas mucho, me pareces una persona espectacular y tienes algo que hace que mi corazón se acelere... y la verdad, me es muy difícil decírtelo, pero aquí voy, te amo.
Ethan, aún sin abrir los ojos, comenzó a reírse comenzando desde un volumen menor hasta llegar a carcajadas.
—Ay, Abel, eso es definitivamente lo más cursi y estúpido que he escuchado en toda mi vida. Aunque sí soy espectacular, no puedo creer que vengas con esa palabrería tan patética.
—¿Patética?
—Así es, patética. La verdad no te haría mío ni aunque fueras la única persona en el planeta y yo estuviera tan cachondo que podría explotar.
—¿Me dirás que no sientes nada por mí? —preguntó Abel con la voz quebrada.
—No siento nada por nadie, eso de los sentimientos me parece una tremenda estupidez.
—Pues, ¿sabes algo, Ethan?, eres un imbécil.
Abel se sintió como un tonto al siquiera pensar que Ethan podría tener un poco de corazón y lo aceptaría, pero no, lo rechazó de la peor manera posible. Se retiró con los ojos inundados de lágrimas y con el corazón roto.
* * *
—¿Aún no entiendes cuál es el origen de lo que nos sucedió, Henry? —inquirió William y miro al techo ante el silencio de su marido—, estabas frustrado porque te peleaste con tu padre.
—No diría que fue una pelea como tal —asimiló Henry avergonzado—, te hubieras sorprendido. No querrá hablar conmigo nunca más, estoy seguro.
—Estoy seguro que no fue para tanto, ¿qué fue eso tan horrible que le dijiste?
—Le di a entender que aún sigo molesto sobre mi compromiso inesperado con Kalila.
—¿Y aún lo estás?
La respuesta no la tenía clara, Henry recordó cuando Kalila renunció a su puesto como Consejera Real, alegando que no tenía libertad y como él estuvo de acuerdo. Sabía que aquella vez, su padre se sintió terrible consigo mismo, como un mal padre. Y aunque ya ha pasado mucho tiempo de eso, no borra el hecho de que estuvo a punto de arruinar su vida por complacer las expectativas de su padre.
—Él sólo quería lo mejor para mí.
—Así que sí estás molesto.
—Sí. No. ¡No lo sé, sólo quiero enmendar las cosas con él!
—Henry, Henry, Henry, no podrás hacer eso si tienes ese rencor aún dentro.
—No puedo evitarlo, es decir, si pudiera borraría esos horribles pensamientos.
—¿Dirías que es un mal padre?
—¡Claro que no, William!
Es curioso estar molesto con alguien sin realmente estarlo. Puede que Magnus simplemente hizo lo que creyó correcto y aunque no fue lo más sensato, nunca actuó con malicia. Además, Henry siempre consentía esa situación y puede que aún lo hiciera de no ser por Kalila. Con eso en mente, puede que fuera culpa de ambos y que debía dejar eso en el pasado para avanzar.
—Debo aprender a perdonar —manifestó Grayson.
—No querrás que el mundo se acabe y tu padre y tú sigan enojados, ¿verdad?
—Por supuesto que no. Quiero que estemos bien.
William sonrió al escuchar más animado a Henry.
—¿A qué esperas, entonces? ayer es tarde.
Henry fue en busca de su padre, era más que seguro que se encontraba en su despacho así que fue a buscarlo ahí primero, y no se equivocó. Magnus se encontraba ocupado leyendo unos papeles con atención. Estaba tan concentrado que no se percató que su hijo había abierto la puerta, no fue hasta que Henry golpeó la puerta que el rey pusiera sus ojos sobre el menor.
—¿Qué puedo hacer por ti, hijo?
—Quiero hablar contigo, padre, ¿tienes un minuto?
—Seguro, ¿qué sucede? —accedió el rey dejando caer los papeles sobre el escritorio, pero el tono de su voz hacía evidente que trataba de poner un límite.
—Ya no quiero que estemos molestos.
—Yo no estoy molesto, Henry —reconoció melancólico el mayor—. Al menos contigo no estoy molesto.
—¿A qué te refieres?
—Me recordaste lo mal padre que he sido todo este tiempo, nunca te pregunté si estabas de acuerdo con todo lo que te imponía, hasta te hice creer que no tenías elección.
—Padre, no te culpes —pidió Henry empático—. No es tu culpa, hiciste lo que creías que era mejor para mí, y a pesar de todo, me apoyaste con amor incondicional cuando todo se salió de control, eso es lo que hace un buen padre.
Magnus miró al suelo pensativo, aunque encontraba algo de razón en las sabias palabras de su hijo, no puedo evitar seguir sintiéndose mal, y claro que Henry pudo ver su arrepentimiento.
—Debes aprender a perdonar, primero perdónate a ti mismo y si así lo prefieres, también a mí por hacerte sentir mal.
—Oh, hijo, no hay nada que perdonar.
Magnus se acercó a su hijo y lo estrechó entre sus brazos en un caluroso abrazo. En ese momento, ambos sintieron que todo estaría bien pasara lo que pasara... y lo que pasará será algo traerá muchos cambios y no todos para bien.
—Aunque, creo que sí estoy molesto contigo por tomar La Varita Real —agregó el rey sin romper el abrazo.
—¿Podrías perdonarme por eso también?
—Lo voy a pensar.
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