Capítulo VIII: Darloox
En la aldea, todos estaban entusiasmados por lo que sucederá al ocaso, un rito de bienvenida. El cual consiste en colocar una serie de piedras rodeando una gran roca, la cual es donde se hace el rito de iniciación en la secta. Brigitte miraba como los demás colocaban las piedras gustosa por lo que estaba por pasar.
—Finalmente ha llegado el día —dijo Brigitte sonriente—. Finalmente Nuestro Señor del Apocalipsis vendrá a consumir todo el planeta.
—Nie alles is geluk nie, Brigitte —intervino Ayira—, ek is seker dat hulle ons sal kom keer.
—Lo sé, Ayira, La Hermandad de las Dagas no tardará, pero ellos son cinco y nosotros somos más —sonrió maliciosamente—, que se atrevan a venir porque los estaremos esperando.
—No deberías subestimarlos —insistió Ayira—, el poder de sus dagas podría matarnos a todos.
—Eso sólo pasará si se los permitimos. Por cierto, ¿dónde diantres están los crétins de Thomas y Louis? se supone que deben estar ayudando.
—Hulle bly huil in hul kajuit.
—No me digas.
Brigitte fue a la cabaña de Thomas y Louis y vio a través de una ventana. Ahí estaba Thomas llorando tirado sobre el suelo de paja con una venda ensangrentada en la cabeza y Louis estaba dormitando. Ver su "holgazanería" provocó que Brigitte se enfureciera, tal fue su enojo que entró haciendo un gran estruendo alarmando a ambos hombres.
—Qu'est-ce que tu attends!? —gritó Brigitte coléricamente.
La mujer no les dio ni un momento para responder. Extendió sus brazos hacía adelante haciendo que los dos hombres levitaran. Brigitte comenzó a cerrar sus manos como si estuviera estrangulando a sus dos victimas y, en efecto, Thomas y Louis sintieron una presión estrujando sus cuellos dificultándoles respirar.
—Ahora, cuando los suelte quiero que se levanten y terminen de alistar el ritual, c'est devenu clair?
Aunque los pobres diablos quisieran responder, les era imposible, pues estaban quedándose sin aire y en esa situación asfixiante no había salida y en realidad no la hubo, fue tanto el tiempo que no pudieron respirar que perdieron la vida. Quedaron como dos globos flotando sin ningún tipo de movimiento. Brigitte al darse cuenta los dejó caer y salió de la cabaña como si nada hubiera pasado.
—Los reviviré después —se dijo a sí misma—. Si es que no lo olvido.
Brigitte se topó con un grupo de subordinados y les ordenó que se escondieran y atraparan a cualquier intruso y ellos aceptaron sin decir o poner ningún "pero". La mujer se deleitó de que todo estaba yendo como un reloj —a excepción de los dos muertos que dejó atrás, pero esos no importaban para ella—, sólo era cuestión de que el sol se ocultara, lo cual ocurriría muy pronto pues quedaban un minuto para las cinco.
Los subordinados abandonaron la aldea con sogas y bajaron las montañas ágilmente, pues ya conocían el terreno como la palma de su mano. Escondiéndose entre los arbustos y en las copas de los árboles esperaron pacientes a algún intruso... y no tardaron en llegar.
Ahí estaban Ahdylle, Robert con decenas de Protecciors, Damián, Christina, Lucy, Ethan y Abel. Uno de los subordinados lanzó una llamarada y rodeó a los intrusos quienes se prepararon para pelear y cinco Protecciors rodearon a Ahdylle para protegerla.
—Nos estaban esperando —mencionó Lucy irritada sacando su daga dorada.
Abel vio a un loco saltar de un alto árbol hacía Ethan, entones el chico de pelo celeste saltó y con un movimiento fugaz sacó su daga celeste y al instante apuñaló al loco. El cadáver cayó antes de que Abel tocara tierra firme.
Entonces otro villano salió y otro, y otro, y otro. Los Protecciors intentaron aplastarlos con sus grandes manos pero Los Adoradores del Apocalipsis pudieron protegerse con un hechizo protector y como contrataque los mandaban a volar con otro hechizo.
Robert se defendía de los ataques físicos y mágicos con su escudo y en cuando pudo atacar cuando veía que su enemigo bajaba la guarida, intentó atravesar a su adversario con la Espada Armora pero por alguna razón eso no sucedió, al contrario la espada le rebotó sin hacerle ni un sólo rasguño. Toda una sorpresa, su contrincante lo miraba con una sonrisa malvada, burlándose del pobre Robert.
Entonces Damían intervino antes de que algo malo sucediera y lanzó su daga plateada y esta penetró la cabeza de ese ser inmortal y la daga logró dañarlo y ahora sí cayó, muerto.
—¿Qué sucede con ellos? —preguntó Robert nervioso.
—Tú sólo cúbrenos, ¿sí? —ordenó Damián recuperando su daga llamándola con la mente.
Lucy se encontraba apuñalando a otra Adoradora Apocalíptica y la empujó a las llamas y de reojo notó que de ambos lados dos enemigos se le acercaban y entonces procedieron a abalanzarse sobre ella pero Lucy fue más inteligente y se agachó para que esos dos chocaran sus cabezas. Aún agachada, la guerrera los tomó de las piernas y utilizó un hechizo de congelación y en un parpadeo ya eran estatuas de hielo que ella cortó con su daga.
Con Ethan era una masacre total, los reflejos del chico eran legendarios y hacía que se golpearan entre ellos y aprovechaba y les abría el vientre o les pegaba en la entre pierna para luego córtales de un tajo la cintura.
Abel usaba hechizos para marearlos o aturdirlos y los asesinaba limpiamente.
Christina estaba en desventaja cinco Adoradores del Apocalipsis la rodeaban y estaban preparados para atacarla en cualquier momento y cuando lo hicieron, Christina estiró su brazo con daga en mano y dio un giro de trescientos sesenta grados cortándolos a todos el vientre.
Eliminaban a uno y salían dos lunáticos más. Ahdylle al ver que seguían saliendo y saliendo, ya no pudo seguir de brazos cruzados y se abrió paso entre los Protecciors que la protegían y utilizó sus habilidades mágicas y convirtió a todos los atacantes en estatuas de piedra con un resplandor esmeralda.
Todos la observaron atónitos y en ese momento los Adoradores del Apocalipsis bombardearon a los intrusos con hechizos de inmovilización, fueron atados y llevados a la aldea ante las tres amas y señoras del lugar en El Templo Sagrado.
—Amas y Señoras mías —llamó uno de sus subordinados—, aquí tenemos a unos intrusos.
Hee-Sook sonrió complacida, bastante complacida. Ayira miró a Ahdylle y la reconoció enseguida. Brigitte casi saltaba de alegría y aplaudía.
—Excelente, excelente —decía ella—. Sabía que ustedes podrían hacerlo —una sonrisa maliciosa se asomó en su rostro obstruido por los rulos de su cabello—. Ahora, nuestros invitados deberían ver lo que hemos preparado, ¿no lo creen?
—Sí, Ama y Señora —dijeron todos los subordinados al unísono arrastrando a "los invitados de honor".
—Un segundo —pidió Ayira y se acercó a Robert mostrando sus uñas largas—. Este tiene el pelo muy largo.
Ayira tomó la trenza oscura del chico y de un tajo de sus uñas le cortó el cabello. Después dio la orden de que se los llevaran y los Adoradores del Apocalipsis obedecieron.
—Entonces, si La Hermandad de las Dagas está paralizada ya no habrá quién nos detenga —comentó Hee-Sook complacida—. Aunque ¿se dieron cuenta que traían a un caballero y a Ahdylle?
—No te preocupes por eso, hermana —insistió Brigitte—. Nosotras vencimos y es lo que importa, apuesto que Darloox estará orgulloso.
Un estruendo del cielo resonó la aldea, era una especie de trueno pero las tres mujeres no se inmutaron de hecho, era como si ya lo esperaban.
—Ya era hora que llegaran los italianos —comentó Hee-Sook—, aunque bastante tarde.
—No los culpes, su líder acaba de desaparecer —manifestó Brigitte con cierto pesar.
Y las tres mujeres salieron.
* * *
El sol comenzaba a ocultarse, Ahdylle, Robert, Damián, Christina, Ethan, Abel, Lucy y todos los Adoradores del Apocalipsis se reunieron en torno a la roca con las piedras alrededor. En ese día tan importante, todos los miembros de la secta del mundo estaban ahí: italianos, andemaneses, spolkishes, eclideos, chorehanos, borneannos, munzhkanes, ruberekos...
—Hermanos y hermanas —comenzó Brigitte con voz fuerte—, el momento que hemos esperado desde hace siglos finalmente llega. Por fin Nuestro Señor del Apocalipsis, Darloox llegará a nuestro planeta y cumplirá con su misión de tragar nuestro planeta y así complacerlo.
—Así que si son tan amables, demostrémosle a Darloox nuestra adoración y devoción dándole la bienvenida que se merece —continuó Hee-Sook—. En unos momentos, el sol reflejará su luz en esas piedras y cuando hayan sido cargadas emitirán luz oscura que atraerá a Darloox, Nuestro Señor.
Adylle, Robert, Damián y el resto de la hermandad miraron la escena con horror. Habían fallado en su misión y ahora Darloox llegaría y haría lo que él, ella o eso quiera con el planeta. Todos esperaron a que el sol posara sus rayos en la aldea y en esas malditas piedras que comenzaron a emitir brillo violeta que se intensificaba a cada minuto.
El sol desapareció en el horizonte pero el cielo seguía coloreado de varios colores y las piedras brillaban como si cada piedra fuera un pequeño sol, y juntos irradiaba como el que acababa de irse. Las piedras lanzaron un rayo de luz oscura tan alto que se perdía de vista al ver hacía el cielo.
—¡Recibamos a Nuestro Señor del Apocalipsis, El Gran Darloox! —exclamó Brigitte.
—Con gusto recibimos a Darloox, que nuestra fuerza sea su alimento, que nuestro entorno sea consumido, que nuestro mundo sea su sustento —rezaban todos los Adoradores del Apocalipsis al unísono—, oh gran Darloox, Nuestro Señor del Apocalipsis nos complace tenerlo, nuestra devoción nos hará ser uno mismo.
Las luces oscuras atravesaron las nubes, el cielo y la atmosfera. En el frío espacio una larga pero delgada extraña masa negra con algunos brillos se movía como una serpiente o como las corrientes turbulentas de un río. La masa comenzó a seguir el rastro de luz oscura... Darloox había encontrado el camino a la Tierra.
Todos seguían con su oración cunado Christina empezó a sentir un poco la sensibilidad, poco a poco fue sintiendo que el movimiento regresaba a ella, entonces Christina llamó a su daga con su mente. La daga que se encontraba en el lugar de la emboscada, sintió el llamado de su ama y obedeció moviéndose en el aire y como un ninja moviéndose entre la gente para llegar finalmente a manos de Christina.
Los demás integrantes de la hermandad también recuperaron la movilidad y llamaron a sus respectivas dagas que no tardaron en llegar. Susurrando un hechizo se liberaron de las sogas pero eso llamó la atención de los Adoradores del Apocalipsis interrumpiendo sus rezos.
Rápidamente, invocaron un campo de protección y Damián alargó el suyo para que protegiera a Robert y a Ahdylle. Cientos de ataques mágicos chocaron contra los campos de protección, a ese paso, se destruirían. Necesitaban un milagro.
Y el milagro llegó cuando Damián reparó en Los Protecciors que debían proteger a Ahdylle ahora se encontraban en los techos de las cabañas cercanas, ellos serían su pase de salida. Como si pudieran leer los pensamientos, Los Protecciors dieron un gran brinco cayendo frente a Robert, Ahdylle, Damián y frente del resto de la hermandad.
Damián protegió a cuatro Protecciors y agrandó su propio campo de protección para que el Proteccior que tenía de frente pudiera estar protegido. Christina, Abel, Ethan y Lucy lo imitaron protegiendo al Proteccior que tenían de frente. El Proteccior que protegió Damián tomó en sus enormes brazos a Robert, a Ahdylle y a Damián y se echó a correr antes de hacer una serie de saltos que los llevaron lejos en un santiamén. El resto de Protecciors tomaron a un integrante de la hermandad y huyeron también con la poca luz del día que quedaba.
Las tres amas y señoras de la secta sintieron la rabia apoderarse de sus cuerpos, La Hermandad de las Dagas había escapado.
—¡Miren! —exclamó un lunático apuntando hacía el cielo.
Todos apreciaron a la masa negra cayendo sobre la gran roca como una cascada y poco a poco comenzó a tomar una forma humanoide y la masa empezó a colorearse de otros colores hasta que ahora parecía una persona. Darloox adoptó la forma de un anciano calvo y desnudo bastante destruido, se podría decir que era un esqueleto viviente.
—Bienvenido, Señor Darloox —saludó Brigitte cordialmente.
* * *
El castillo de Tirayan se veía hermoso con la luz cálida del fuego de las velas que se veía a través de las múltiples ventanas. Increíblemente Robert, Ahdylle, Damián y los demás seguían vivos, la misión había sido un fracaso total ahora que Darloox rondaba en la Tierra.
Nadie se atrevía a decir nada, ¿qué se podía decir en un momento así?, no hay palabras para consolar a alguien que falló en su misión de salvar al mundo. Los Protecciors soltaron a los humanos en las puertas del castillo y el Proteccior que cargaba a Lucy entregó La Espalda Armora a Robert quien los des-invocó y ellos desaparecieron entre brillos.
Los siete humanos entraron al castillo donde los esperaba El Rey Magnus con cinco trabajadores del castillo. No hizo falta preguntar cómo había resultado la misión, pues, sus caras largas los delataba. Magnus supo que ya no había nada más que decir al respecto.
—Damián, Christina, Ethan, Abel, Lucy —empezó el rey cordialmente—, son bien recibidos en el castillo, si desean descansar mis trabajadores los llevarán a sus habitaciones. Por sus pertenencias no se preocupen, nosotros nos encargaremos de llevarla a sus dormitorios.
—Aprecio mucho su hospitalidad, Rey Magnus —agradeció Damián haciéndole una reverencia—. Aunque me temo, que su amabilidad no la pudimos corresponder.
—No hay problema que no tenga solución, si de verdad fallaron estaríamos todos muertos en este instante, ¿no es así? significa que aún tenemos ventaja.
—Muchas gracias, Su Majestad —dijo Abel.
La hermandad se fue separando para llegar a su habitación guiados por trabajadores del castillo. La última fue Christina quien de camino a sus aposentos giró la vista hacía un pasillo atraída por ligeros quejidos.
Eran tres hombres, uno castaño, otro rubio y el otro aparentemente anciano. El castaño abrazaba por la espalda al rubio quien caminaba con cierta dificultad y era ayudado por el anciano.
Ese pelo rubio y rizado la hicieron preguntarse si ese era... no, no podría serlo, sería mucha casualidad. Bueno, dicen que las casualidades no existen.
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