Tiramisú
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de la genial Rumiko Takahashi, yo solo juego con ellos en mi loca cabecita. ^-^
¡Hola a todos! Gracias por darle una oportunidad a esta historia =)
Quiero comentarles que este shot participa en la dinámica #Seducción_en_San_Valentín de la página "Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma"; y también en el Concurso de la página "Inuyasha Fanfics"#FicsLlenosDeRomance
Espero les guste y puedan votar por mí ^^
Advertencia: Contiene LEMON.
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.:: Tiramisú ::.
(バレンタインデー)
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—Esto sabe delicioso —dije en voz alta al momento de probar la fondue de chocolate. Al añadir una pizca de canela y esencia de vainilla, había adoptado un sabor especial.
Luego, rellené cuidadosamente cada uno de los moldes en una fina capa y cuando se solidificó, agregué una cucharadita de Nutella pues lo hacía más dulce, claro. Y a Inuyasha le encantaba lo dulce.
Cuando me propuse darle una sorpresa a mi novio por San Valentín, hablé con Sango y me animó a realizar la famosa receta de la abuela Kaede, ni papá ni el abuelo jamás habían podido decir que no frente a tal toque de dulzura. Así que me puse el delantal, amarré mi cabello en una coleta y coloqué música (una lista de Spotify con mucho rock and roll y pop) y empecé con la receta.
Me había tomado tres horas, pero ya tenía listo el Cheesecake de Moka y las paletitas de helado en forma de corazón con extra cantidad de castañas en el refrigerador. Eran sus preferidas.
Sí, puede que estaba muy entusiasmada, mas no lo podía evitar, mañana era 14 de febrero y quería que nuestra celebración íntima sea perfecta.
Volviendo a los bombones, sólo me faltaba agregar una última capa de chocolate fundido y decorar haciendo filetes de manjar sobre ellos y... voilà! ¡Listo mi honmei-choko*! Ahora, derechito al frigorífico.
Feliz, cambié de playlist y me encontré con una canción bastante movida y quise bailar. No todos los días hacía bombones de chocolate para el chico de mis sueños.
"I love you like a love song, baby
I, I love you like a love song, baby
And I keep hitting repeat..."
"You are beautiful, like a dream come alive, incredible
A centerfold miracle, lyrical
You saved my life again
And I want you to know, baby
I, I love you like a love song, baby..."
"You are beautiful, like a dream come alive..."
Sonreí. Por supuesto que Inuyasha era un sueño hecho realidad... no me imaginaba con nadie más, pues sólo él había convertido mi aburrida vida en una llena de matices, de risas cómplices, de juegos tiernos y sensuales y de una lectura de almas que sólo los dos podíamos comprender sin necesidad de romper el silencio.
Lavé los platos al compás de la música, moviendo mi cadera de un lado para el otro, saltando, y dando vueltitas totalmente divertida hasta que, en una de ellas, veo una silueta y casi suelto la batidora del susto.
¡Demonios!
—Hola —dijo una voz aterciopelada.
—¡Llegaste antes! —exclamé avergonzada, pero al segundo, olvidé todo el pudor que conocía al ver a Inuyasha apoyado en la encimera. Su cabello húmedo y su piel recién afeitada lo hacían ver mucho más apuesto de lo que era y hacía una perfecta combinación con el traje azul marino correctamente planchado, que se había puesto. Parecía una estrella de cine.
Y yo, una boba enamorada.
—¿Qué estabas preparando?
—Nada —me encogí de hombros, disimulando extrañeza.
Inuyasha frunció el ceño y se acercó lentamente, dejando las llaves y la botella de vino en la mesa. Si bien es cierto que los platos y recipientes ya estaban limpios, me faltaba quitar las manchas de chocolate y el desastre que había dejado la harina y la leche en polvo.
—¿Cómo que nada? —Se acomodó frente a mí, haciendo caso omiso a todo lo que nos rodeaba, al sonido del lavadero, del microondas y de la música para con sus manos levantarme el rostro y con su pulgar acariciar mis mejillas tiernamente—. Hueles a castañas... —hizo una pausa—, y vainilla.
Con otra sonrisa, le rodeé el cuello y le planté un besito en la comisura de sus labios, tratando de confundir su perfecto olfato y desviar su atención mientras que yo ya pensaba en una y mil excusas para que no se enterara de su sorpresa; sin embargo, con un ágil movimiento suyo perdí todo sentido y olvidé lo que estaba pensando, pues sus labios capturaron los míos y empezaron a deleitarme con un beso dulce y demandante, difícil de rechazar.
—Mmmm... y sabes a chocolate —sostuvo mientras delineaba mi figura. Se detuvo en el delantal y su agarre se hizo más fuerte, como si tuviera garras de acero—. ¿Horneabas un pastel?
—No... —miré hacia abajo.
Me apresó entre sus brazos y con aquella mirada ambarina llena de pasión y deseo, capturó mi atención.
—Eres jodidamente sexy cuando traes esto puesto. —Acercó sus labios a mi cuello y con su lengua empezó a regalarme suaves caricias en él, trazando luego un camino húmedo hasta la parte trasera de mis oídos... era realmente estimulante—. ¿Lo sabías?
Sí, lo sabía, a él le encantaba cuando usaba delantal. Podía decir que era su debilidad y un afrodisiaco inusual que hacía que afloraran sus anhelos y fantasías más desaforadas como ahora me lo demostraban sus garras de acero, que tomaron mi piel tras la tela e hicieron que largue un gemido al sentir su masculinidad y el fuego líquido que vibraba en mí, en mis muslos, en mi pecho, en todo mi ser.
Me mordí el labio y... ¡Dios! Sus manos ya subían mi falda y trataban de separar mi ropa interior... no podía permitirlo, ¡tenía una hora para estar lista!
—Me falta... No... —Casi pierdo la razón cuando pasó un dedo por mi centro—, ¡tengo que alistarme! —Le lancé un poco de harina y corrí hacia la sala. Él demoró unos segundos en seguirme, pero ya era tarde, había cerrado la puerta.
—¡Kagome! ¡No es justo!
Abrí la ducha con una gran sonrisa, ya me imaginaba a Inuyasha todo tierno con su pucherito de niño engreído queriendo salirse con la suya. Yo también hubiera querido, sin embargo, Miroku y Sango estarían en cualquier momento en mi departamento tocándonos la puerta y no sería justo hacerlos esperar, se habían esforzado mucho para organizar esta cena y quería estar a su altura. Okey. Debo ser clara aquí, realmente era mi hermana quien tenía un gusto exquisito para la decoración; muy al contrario de su esposo, que prefería volar como el viento y ser el rey de la improvisación, ¡vaya par!
Salí de la ducha y rápidamente, me coloqué el vestido que había decidido usar hoy. Un traje negro, sin mangas con una ligera abertura en la pierna derecha que se ceñía a mi cuerpo. Cepillé mi cabello y lo dejé caer en ondas. Sólo un poco de maquillaje, un labial sutil y rímel.
Ni bien ingresé a la salita, estuve segura de que Inuyasha quiso volver a donde nos habíamos quedado momentos antes pues sus facciones cambiaron. De lo tranquilo e inocente que se veía observando los deportes, ahora, tenía el rostro totalmente contraído y excitado. Aquel vestido me calzaba como un guante y hacía resaltar prominentemente mis caderas. Y eso lo puso loco, inquieto, fiero. Con sus ojos fue capaz de devorarme en un solo segundo y vi que seguía mis movimientos mientras me dirigía a la cocina. Me sentí una mujer empoderada y atractiva, capaz de enfrentarme y domar a cualquier fiera.
Lamentablemente, el efecto fue efímero, pues abrí la heladera y ¡no me pude contener!
¡No se vale!
—¡Inuyasha! ¡Te has comido los bombones! —grité molesta.
Dejó a un lado el televisor y puso toda su atención en mí y en los moldes de chocolate.
—¡Sólo uno! —se defendió—. Sabes que no puedo resistirme al chocolate. Menos si viene de ti. —Aquella sonrisa arrebatadora fue reemplazada por una de hambre, de deseo.
Pasé saliva y traté de no perder lucidez a pesar que Inuyasha ya había adoptado una postura felina, me acechaba como una presa.
—Igual. Eran para mañana —me crucé de brazos.
—¿No quieres que te diga si me gustó?
"La curiosidad mató al gato", decían ¿no? Pues a mí me mataba por tres. Nuestra cena especial era al día siguiente y la sola idea de celebrar juntos me embriagaba de anticipación y quería que todo saliera de maravilla... incluido los chocolates.
—¿Y bien? ¿Cómo están? —le pregunté finalmente.
Me miró de soslayo. ¡Me estaba poniendo nerviosa! ¡Era la primera vez que hacía chocolates para él! De hecho, era nuestro primer San Valentín juntos. El año pasado, él tuvo que viajar a Kioto para reunirse con unos potenciales clientes y lo celebramos a través de Zoom.
—Pues... no tiene mucho sabor, Kagome —torció los labios, con disgusto—. Te faltó más azúcar.
—¡Inuyasha! —le golpeé las costillas.
—¡Es broma! ¡Es broma! —Su sonrisa traviesa apenas elevaba la comisura de sus labios.
—¡Sí serás tonto!
¿Para qué le dije eso? Toda la pasión contenida y su fuego galopante flamearon en sus ambarinos ojos. Con cierta picardía, se deslizó suavemente hasta apresarme con sus brazos. Su cálido aliento en mi cabello fue el remate perfecto para que todo encajara otra vez en este mundo. Como debía ser.
—Eres mala, Kagome. Primero, el delantal, ahora esto... —me señaló mi vestido—. ¿Es que acaso me quieres matar?
—Quizá.
Sin darme tiempo a nada, Inuyasha cogió mis caderas y me alzó haciendo que enrollara mis piernas a su alrededor. Me besó profundamente y perdí todo intento racional de negarme a él. Me colocó sobre el respaldar del mueble, y con mayor ímpetu, colocó sus caderas entre mis muslos haciéndome emitir un gemido al sentir su erección atravesar la suave seda de su pantalón, un fuego ardía dentro de mi cuerpo.
—¿Qué hora es? —preguntó en mis labios.
—Las siete y cinco.
—Perfecto. —Tiró su saco en el sofá.
Él percibió mi anhelo y profundizó el roce, iniciando así un vaivén de caderas acompasado mientras que su lengua lamía y chupaba la parte baja de mi cuello.
Agitada, deslicé por sus hombros la camisa, palpando sus enérgicos músculos y pasándole después las uñas por su pecho dejándole una marca... mi marca. Inuyasha gimió en respuesta y la vibración de aquel sonido provocó que mis pezones se pusieran más duros de lo que ya estaban. Ellos querían la lengua, la boca, los dientes de Inuyasha... querían sentirse deseados y anhelados por él.
—Kagome... eres tan increíblemente femenina y frágil cuando haces eso... —murmuró seductoramente mientras sus dedos trazaban pequeños círculos por encima de la tela de mis bragas―. Soy capaz de no dejarte salir de esta habitación —añadió mirándome con una cargada apreciación sexual.
—No... no lo hagas... —dije con voz ronca. Entonces, me besó de nuevo y sin perder el tiempo, me bajó la cremallera del vestido y cuando estuvo a punto de retirármelo, el teléfono de mi casa sonó y trató de cortar nuestro momento... pero Inuyasha no hizo caso y siguió meciendo sus caderas demostrándome lo duro y ansioso que estaba por introducirse dentro de mí. Yo gemí en su boca y la mínima parte de sensatez que tenía quedó relegada a nada.
—Deja que suene la contestadora. —Lo apresé con mis piernas, ahogándome en un deseo casi febril.
Sólo faltaba un segundo...
Un maldito segundo...
—Hey, ¡sé que están ahí! —dijo una voz por el teléfono.
¡Demonios!
—Es Miroku —suspiré, derrotada. No podíamos escondernos más, así tuviésemos ganas de lanzar todo por la borda y sólo amarnos.
—¡Bajen ya, chicos! La cena es a las ocho. ¡Y tenemos que atravesar todo Shibuya!
A regañadientes, Inuyasha me bajó del mueble no sin antes darme un tierno beso en la frente y tratar de arreglar mi vestido. Era tan dulce cuando quería, y tan intenso y ardiente cuando se lo proponía que sólo me hacía agradecer a los dioses que fuera mi chico perfecto.
—El chocolate está riquísimo, pero más lo será cuando lo pruebe de tu piel.
Tragué en seco. ¿Era una promesa? ¡Que sexy, por Dios!
Tomó mi mano para atravesar la puerta, pero yo ya volaba con aquellas palabras... Mis hormonas revolucionadas lograron sensibilizar aún más mi ser a tal punto que ya vibraba de deseo y anticipación...
Chocolate e Inuyasha, ¿podría existir mejor combinación que esa?
No, no lo creo.
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—¿Por qué demoraron tanto, ah? —preguntó Miroku ni bien subimos a su descapotable rojo—. Quiero detalles sucios.
Inuyasha rodó los ojos mientras que su amigo, de cabellera negra, levantaba las cejas sugestivamente.
—Miroku... —lo reprendió.
—¿Qué? Sólo quería ser cortés —respondió con inocencia. Sango ya se retorcía de risa en su asiento, traía un moño alto, muy sofisticado—. ¡Qué genio! ¿Cómo lo aguantas, Kagome?
—Calla, pervertido —bufó, cruzándose de brazos.
No existía día en que mi cuñado no hiciera bromas a costa de Inuyasha; siempre había sido así, desde que estudiaron juntos en la Preparatoria Kaisei, una de las más prestigiosas de Tokio.
Cuando llegamos al restaurante, me asombré de verlo tan decorado; su fachada, similar a un templo budista de antaño, de piedra laja y gruesos pilares de madera daba una sensación de audacia y de peso; y, así como el techo y las columnas, estaban todos iluminados sutilmente con tonalidades violetas y naranjas.
"Mantra" se abría ante nosotros con su recibidor de ensueño, moderno, pero con influencia netamente oriental. Atravesamos dos salones hasta llegar a la terraza que tenía una preciosa fuente de mármol con dos querubines a su costado. Sango se había lucido con la decoración, añadiendo unos arreglos florales de jazmines y astromelias que hacían la estancia mucho más especial, bonita y presuntuosa.
—¡Llegaron! —exclamó Kikyô al vernos entrar. Tenía ya una copa entre sus manos. Detrás de ella apareció un hombre musculoso, de cabellera negra como el ébano y brillantes ojos rojo topacio—. Es una suerte que hayas podido reservar este lugar, Sango. Está precioso.
Mi hermana, con toda modestia, sólo atinó a sonreír y agradecer, dando crédito también a Miroku. Kikyô restó importancia como lo hizo conmigo cuando nos saludamos y siguió su plática con su apuesto acompañante.
Al rato, llegaron los chicos bohemios, o mejor dicho "los eternos solteros", luego hizo su ingreso nuestro mejor amigo Kōga y su novia, y así se fue armando la fiesta por San Valentín. Pasaron los formalismos y las presentaciones al mismo compás que la música instrumental que amenizaba de fondo. Appetizers por aquí, champagne por allá, y todo empezó a caminar mejor. La tensión ya no se sentía en el ambiente, a pesar que Kikyô y su séquito seguían mirándome con censura, clavando los ojos en mi cabello, mi vestido y mis zapatos impecables. Fue un cruce de miradas, aquella que se da entre dos mujeres, entre dos felinas en medio de la noche para defender su territorio y su clan. Pero yo no la consideraba mi rival... aunque siempre existiría una brecha grande entre las dos.
—¿Y dónde está Rin? —pregunté en cuanto tomamos asiento para cenar. Desde que llegué, sólo la noté por unos minutos.
—Está al teléfono —me respondió Sango—. Tiene un grave problema con sus padres. Creo que ya se enteraron de su relación secreta.
¡Por Kami que no!
Tendría que hablar con ella y con su futuro y espero-bien-predispuesto novio, seriamente. No podían seguir escondiéndose del mundo si lo que ellos tenían era puro y verdadero.
Minutos después, Miroku oficializó el brindis, agradeciendo la presencia de todos y cada uno de nosotros en esta reunión casual de amigos. Al día siguiente, viajaría con Sango de vacaciones y celebraría su San Valentín por las paradisíacas playas de las Maldivas. ¡¿Quién diría que Miroku tenía un lado cursi?!
La cena estuvo y yo pedimos platillos Fujian pues nos gustaba la textura y la variedad de sabores que obtenía la carne asada de la mostaza y el vino de arroz rojo.
Después de una agradable tertulia, fue Kōga quien dio el primer paso e invitó a Ayame a bailar; de ahí, el resto colmó la pista de baile hasta formar el grupo divertido y loco que éramos. La música instrumental clásica tomó otro rumbo y se fue graduando paulatinamente en una más moderna, con acordes de piano y batería de los ochenta.
Las chicas (a excepción de Kikyô) hicimos un círculo y empezamos a mover las caderas, como en nuestra época universitaria. Desde el incidente en la Torre de Tokio, no me había divertido tanto como hoy, y más cuando los ojos de Inuyasha se clavaron en mí como si tuvieran rayos X; estaba segura que podía observar mi piel no expuesta. Ante él, me sentía desnuda y vulnerable, pero a la vez excitada pues el destello de sus ojos me decía que él era dueño de cada rincón de mi cuerpo y que ansiaba perderse en él. Mi cómplice, este vestido negro, se amoldaba a mí, perfilaba mis conrtonedadas piernas y hacía que mis senos se vean más exhuberantes; y él... Inuyasha... me delineaba toda, me degustaba a su antojo desde aquella esquina.
Sintiéndome una diosa sexy, seguí moviéndome de un lado para el otro, cantando y disfrutando de la canción. Las chicas pidieron una nueva ronda de daiquiris y lo bebimos de un tirón. Él ya no estaba en su sitio y no lo pude encontrar en los próximos minutos.
Al cabo de media hora, Inuyasha reapareció a mi costado con Miroku y Kōga. Tenía facciones serias.
—Ven, Kagome —me dijo al oído—. Tu madre ha llamado, quiere hablar contigo.
—¡¿Qué?! —grité— ¿Qué pasó, Inuyasha?
De inmediato salimos de la terraza hacia un lugar más tranquilo, dejando atrás a mis amigos. Inuyasha seguía circunspecto y yo muerta de nervios, ¿y si mi abuelita estaba mal? Quizá su presión se elevó y la estaban llevando al hospital por posibles complicaciones. Ya el cardiólogo se lo había advertido.
¿O se trataba de mi pequeño hermano? Era muy extrovertido e inquieto para su corta edad, ¡y eso ponía los nervios de punta a mi mamá pues le sucedía cada accidente!
Por la rapidez olvidé decírselo a Sango. ¿O debía esperar a hablar primero con mamá?
Tan atolondrada estaba que no me fijé hacia donde me llevaba mi novio; incluso, creí haber cruzado el salón principal y aquel pintoresco pasillo que nos llevaba a la salida. Suponía que era muy grave lo que tenía que decirme, ¡por Kami! Felizmente, se detuvo frente a un singular pórtico de madera y por fin pude reconocer en dónde nos encontrábamos.
Era el lounge privado de "Mantra", cuya puerta tenía un escudo en relieve con dos kanjis en la parte superior, muy del periodo Sengoku.
De pronto, un camarero apareció y mi aturdimiento barajeó sus cartas con la duda de qué estaba sucediendo.
—¿Y mi mamá...? —quise saber—. ¿Qué es todo esto, Inuyasha?
—Sé que mañana celebraremos sólo los dos, pero quería darte esta pequeña sorpresa.
—¡Me asustaste! ¡Tonto!
—No sabía cómo sacarte de ese lugar —le propiné un codazo—. ¡Aunch!
El camarero trató de disimular una sonrisa, pero quedó al descubierto. Era obvio, mi rostro estaba totalmente agestado y con una gran vena palpitando en mi sien mientras que mis ojos fulminaban al señor Taisho. ¡Jugarse así con esas cosas! Él sabía que cuando mi mamá llamaba era por algo importantísimo, por una razón que podría hacer que tomara el próximo vuelo a Osaka sin pensármelo dos veces.
¡Aish! ¡Me las pagará!
—Por aquí, por favor —dijo el joven mesero, haciéndonos pasar al lounge. Prendió las luces y dejó al descubierto algo que jamás pensé ver.
Todo a mi alrededor era perfecto: mis flores favoritas, un fresco aroma a lavanda; una decoración elegante; y una iluminación, suave y romántica, matizada en naranjas gracias a los destellos de las velas y a la luz tenue de la cristalería. Simplemente rezumaba opulencia.
—Es... hermoso... —No tenía palabras, sólo me deleité observando cada detalle.
—Que lo disfruten, señores Taisho —se despidió el camarero y salió de inmediato. Ni bien cerró la puerta, Inuyasha me asaltó por detrás, posando sus manos en mi cintura.
Salté de la impresión, Su piel quemaba como brasa viva y al voltear, noté que el arrebol de sus ojos clamaba por una salvación.
—Discúlpame, Kagome. De verdad que no tenía intención de hacerte sentir incómoda —dijo arrepentido.
—No lo vuelvas a hacer. —Lo tomé de la barbilla—... sólo eso. —Él sonrió y me invitó a mirar lo que había en la mesa: Un pastel con mucha crema chantilly y con varias cerezas a su alrededor, y como remate perfecto una enorme fresa bañada en fudge al centro, adornada con una lámina de chocolate en forma de corazón. Quedé extasiada.
—¿Es tiramisú?
—Sí. Tu favorito.
¡Oh! ¡Pero si era tan tierno! Quizá las palabras no eran tan necesarias cuando existía una conexión tan profunda de alma y cuerpo con el amor de tu vida y, quizá él no era el más expresivo, pero era franco y sincero y tenía unos detalles inigualables, ocurrencias tan lindas que sólo demostraban su cariño y protección hacia mí. Y eso me bastaba... Él era mi chico perfecto.
—Y este es tu vino preferido. —Tomó las dos copas que estaban sobre la mesa y me entregó una—. Pruébalo.
—Está delicioso.
—No más que tus chocolates...
—¿En serio te gustaron?
—Pensé que eso había quedado claro en tu departamento, ¿o no?
Hice un gesto con malicia y me llevé un trozo de pastel a la boca disfrutando del sabor del chocolate y el café fundidos con el bizcocho. Con sus ojos mirándome de una manera oscura, bebió de su copa de vino para luego tomarme de la cabeza y empezar a besarme lentamente como si disfrutara la mezcla de sabores. Podía beber el vino de su boca y saborearlo con el chocolate y el café... Un nuevo sabor, riquísimo y exótico...
—Gracias, Inu. Es una bonita sorpresa.
—¿Así te haya traído a engaños?
—Sí, pero no me lo recuerdes.
Él asintió tranquilo y volvió a atrapar mis labios. Poco a poco, el beso se volvió más demandante, tanto que Inuyasha bajó sus manos a mi trasero y me apretó hacia él. Nuestras lenguas jugaban, se acariciaban, la respiración de uno alimentaba la del otro con una pasión y ansias que me estaban dejando sin aliento...
Gimió al sentir mis manos por su entrepierna, me miró y con el destello de furor listo para atacar, me recorrió el cuello hasta la curvatura de mis pechos con un solo dedo, tentándome, sintiendo cómo se calentaba lentamente mi piel.
Se separó de mí con la respiración agitada, pero siguió depositando besos húmedos en todo mi cuello y mis hombros desnudos logrando así voltearme gradualmente y ponerme de espaldas contra él. Con su nariz hizo círculos en mi espalda, semidesnuda a causa del corte en "V" que tenia la prenda, mientras que sus manos bajaban hacia mis muslos y las subía tortuosamente por mis caderas hasta posicionarlas en mi vientre, hizo presión con su pubis y su erección rozó mi trasero. Mi boca tembló y una ráfaga de deseo sacudió mi cuerpo entero mientras él desesperado siseaba de placer en mi oído indicándome lo que anhelábamos los dos: fundirnos en uno solo y marcarnos mutuamente como propiedad privada.
—Inuyasha acá no podemos hacerlo —logré decir.
—Mmmm... Claro que sí... —mordisqueó el lóbulo de mi oreja—, sería un pequeño y placentero homenaje en el lugar donde fue nuestra primera cita.
—Inuyasha... Alguien puede vernos —insistí con poca convicción.
—¿No te parece más excitante? —Sus manos alzaban mi vestido. El anhelo por sentirlo y por ser tocada me debilitaba.
—Señor Exhibicionista Taisho, ¿no teme que su mujer salga desnuda en las cámaras de seguridad?
—No —rio—. ¿Te olvidas quién hizo este lugar? —gemí levemente, claro que sabía que él había sido el ingeniero del proyecto, pero escucharlo de esa manera, me hacía desearlo más—. Aquí no hay ningún tipo de cámaras, Kagome.
Eso no lo sabía, tendría que hablar con Sango, ella fue la arquitecta y era esposa del dueño del local; pero de eso me encargaría después, ahora me hallaba en una bruma sensual y romántica inigualable que pedía por más.
—Kagome, te prometo que luego te trataré como te mereces, pero ahora ya no creo poder contenerme más, necesito estar dentro de ti...
Volví a gemir. ¡Diablos! Que me hablara así, me ponía totalmente caliente aumentando la atracción sexual que Inuyasha había despertado en mí desde que habíamos estado en mi departamento.
Este hombre me estaba llevando al borde de la locura.
—Inu...—cogió una pequeña cereza de la torta y con ella comenzó a delinear mis muslos internos, tentando con ella mi centro que ya se encontraba empapado.
—Kagome, desde que te vi con ese vestido, quedé extasiado. He sufrido sentado a tu lado observando como esa tela acariciaba tu cuerpo, sentía celos del vestido, de las miradas de mis amigos, de la copa en la que posaste tus labios... Tenía celos de todo. Me pasé la mitad de la cena maquinando en mi cabeza cómo podría convencerte para sacarte de ahí y poseerte —me susurró al oído estremeciéndome aún más al tanto que subía completamente mi vestido, quise detenerlo, pero no podía, estaba tan excitada que no me importaba ya si lo hacíamos aquí, en el lounge, contra el bar, con el temor y la adrenalina de ser descubiertos en cualquier momento.
Inuyasha descubrió mi piel y jadeó al ver la minúscula prenda que había decidido usar ese día.
—Definitivamente me quieres matar, después de usar este vestido tan provocativo... te pones esto... —jaló una de las tiritas con fuerza.
—No vayas a...
—Estoy hambriento, Kag, no me pidas ser delicado ahora —me dio una nalgada suave al tanto que con su pierna me hacía abrirme más. Con la cereza que sostenía en la mano, delineó mi rostro mientras metía sus dedos por mis pliegues y siseaba de puro placer al encontrarme totalmente húmeda y dispuesta para que hiciera lo que quisiese conmigo.
—Me encanta que tu cuerpo reaccione a mí. —Se desprendió de mi oreja para dirigir rápidamente su boca y su lengua a mi intimidad. Bastó que la rozara para permitir que me arrancara las braguitas—. Eres mala, Kagome.
—¡Inuyasha!
Él me tenía loca. Un segundo era todo dulzura, en el otro, era todo pasión y lujuria desencadenada en la más desmesurada aventura de sentir dos cuerpos que se reclamaban al unísono, como si fueran lo único que el mundo podría ofrecerles. ¿Quién podría resistirse a Inuyasha Taisho?
Temblé al sentir la suavidad de su lengua en mi intimidad como degustándola, como si estuviera bebiendo de ella.
—Mmmm... Había extrañado el sabor del vino con el tuyo, Kagome. Es tan jodidamente adictivo —dijo con voz ronca volviendo a su faena.
Mi respiración se volvió errática, mi cuerpo se sentía vibrantemente despierto e impactado, no podía hilar ni un pensamiento coherente, sólo sentir las suaves chupadas y lamidas de Inuyasha... y todo se hacía más erótico, más desesperante al no poder ver a Inuyasha haciendo esto... me tenía con el cuerpo arqueado, gruñendo, gimiendo de placer, pero sin poder cernir mi vista en él.
—Tengo que probarte más tarde con chocolate —dijo separándose de mis labios e irguiéndose a mi altura otra vez. Volvió a besarme el hombro derecho mientras que, con agilidad, se bajaba el cierre del pantalón de tela—. Eres un vicio entre mis labios —musitó posando su miembro en toda mi entrada, tentándome.
Por unos segundos, siguió así, estimulándome hasta que ya no pude más. El palpitante dolor entre mis piernas se volvía endemoniadamente agonizante. Ardía de pura anticipación; mi cuerpo era tan consciente que el objeto de su deseo estaba a unos de milímetros de distancia.
—Inuyasha... ¡ya!
—Tú no quieres —dijo, penetrándome con la punta. Removí mis caderas hacia atrás para obligarlo a que lo hiciera completamente.
—Sí lo quiero. —Mis labios estaban completamente secos, ya que estaba respirando pesadamente por la boca, hasta había perdido la capacidad de respirar normalmente.
—¿En serio? —Intuí su hermosa sonrisa ladina y al segundo se introdujo en mí haciéndome largar un gemido ahogado. Cerré los ojos para sentir cómo deliciosamente mi cuerpo era invadido por una corriente demoledora, tan fulminante como la de un río de lava ardiente.
Sus manos serpentearon por mis caderas y se estrecharon en mi cintura de manera protectora. Me apretó contra su cuerpo y me besó en el cuello mientras entraba y salía con una velocidad e intensidad asombrosa, desesperada, haciéndome arquear mucho más el cuerpo hacia él.
Con todo el ímpetu de la sangre galopando por mis venas, deslicé los dedos entre su cabello para acercar su aliento a mi piel y con mi otra mano, lo insté a embestirme con más fuerza, permitiendo que más sangre fluyera libremente hacia mis órganos sexuales.
A estas alturas, mis gemidos eran fuertes y embarazosos y no conocía mayor satisfacción que el escuchar a Inuyasha susurrar mi nombre de una manera tan hermosa, cargada de pasión y deseo, que llevó el calor de mi vientre al límite, a un goce inaudito, a un viaje delirante que invadió por completo cada fibra de mi ser. Rápidamente comencé a besarle el cuello, lamiéndoselo y mordisqueándoselo, tratando de encontrar una vía de escape a mi placer.
—¡Oh, Dios!
Ante nuestro éxtasis, aferré mis uñas al cuero de la barra para no gritar cuando comenzó a moverse con mayor rapidez; sus garras se prendieron de mi cadera y el vaivén se volvió frenético hasta llevarme a la locura y hacerme explotar de una manera deliciosa y anormal. Me contraje en torno a Inuyasha, palpitando rítmicamente y haciendo que él se tensara y el orgasmo le pegara con fuerza hasta que finalmente se descargó en mi interior.
Me marcaba como suya nuevamente y me sentí volar.
Se derrumbó sobre mi espalda aun sacudiendo cada fibra de su cuerpo y, sin salir de mí, depositó cortos y suaves besos en ella, un nuevo impulso eléctrico empezaba a recorrerme toda...
Fue dulce, rápido, intenso...
—Me gusta tu sonrojo cuando te corres, en ti se ve tan inocente. —Me volteó suavemente. Con el sabor del orgasmo en nuestros cuerpos, Inuyasha me besó y yo le respondí con el mismo deseo. Era un deseo nacido desde lo más profundo de nuestros corazones y que brotaba por cada poro de nuestra piel. Era agradecimiento, protección, cariño...
Sonreí dulcemente apoyando mi nariz en la suya.
—Inuyasha... podríamos ir a...
Mi proposición se vio interrumpida por unos fuertes golpes que martilleaba la puerta del lounge... No podría decir si sonaban desde hacía tiempo o acababa de comenzar, si la persona o personas que tocaban de esa manera la puerta habían escuchado todo o nada, sólo sabía que ya no estábamos solos...
—¡Salgan ahora mismo!
Él dejó escapar una silenciosa risita y apretó su agarre a mi alrededor. Las oleadas de calor aún golpeaban mi cuerpo y una sensación extraña también se asomaba por mi subconsciente.
Después de todo, el Sr. Taisho sí era un exhibicionista y yo... era otra.
—¿Nos habrán escuchado? —dije nerviosa.
—No... Es imposible que lo hayan hecho —delineó mi barbilla con sus dedos—. Este sitio tiene un nivel de aislamiento contra el ruido muy alto. El material que empleé no permite que nada se escuche afuera.
—Ohh... —Respiré más tranquila pues aún no estaba del todo osada para enfrentarme a personas resentidas por el escandaloso ruido que seguro habíamos provocado—. Pero, ¿cómo es posible que nosotros sí escuchemos lo que dicen?
—Teoría del aislamiento, Kag. —Se llevó otra cereza a la boca.
"Energía inicial es igual a la energía reflejada, disipada y absorbida" Mi hombre era todo un científico, además de guapo y sexy...
—Siempre piensas en todo...
—Sí... —hizo una pausa— aunque no estoy seguro si no nos han visto... —sonrió sin vergüenza, totalmente descarado.
—¡Inuyasha! ¡Me dijiste que...!
—Sólo bromeaba —rió angelicalmente—. Ya te he dicho, este sitio es privado y nadie ha podido vernos. Confía en mí. —Acunó mi rostro con sus manos mirándome con aquellas gemas ambarinas que me volvían loca y se limitó a tocar mi boca con los dedos.
—Eres un tonto.
Sonrió de lado, luego un gesto sombrío se dibujó en su tez:
—Luego te haré el amor, Kagome. Lo prometo. —Aproximó su boca a la mía para tocarla ligeramente con su lengua haciendo apenas contacto con los labios. Era su forma de demostrarme lo mal que se sentía por dejar salir su lado salvaje, a pesar de ello, a mí me gustaba porque no había marcha atrás, estaba rendida a él.
—¿Estás segura que los viste entrar aquí? —preguntó la voz del hombre desde afuera haciéndonos entrar en razón nuevamente. Inuyasha se inquietó un poco al reconocer la voz y al darse cuenta que era obvia la presencia de más personas afuera, en el vestíbulo.
Nos miramos con complicidad un segundo, compartiendo en mutuo silencio la más avezada aventura que habíamos tenido hasta ahora. Decidimos no hacer más bulla y esperar a que se vayan. El calor que salía desde mis entrañas seguía martirizándome y de seguro, mis mejillas me delatarían allá afuera, apostaba que se bañaron de un intenso color carmín.
Como un juego, entre besos castos y caricias suaves, nos fuimos vistiendo. Se acomodó la camisa, se subió los pantalones y se colocó el saco mientras que yo arreglaba mi vestido tratando de alisarlo un poco. De mi bolso saqué un peine y arreglé mi cabello, luego mi maquillaje, pero faltaba una cosa...
Al ver a Inuyasha, supe que él sabía muy bien qué era, pues su sonrisa totalmente pícara me sonreía y lo delataba.
—Inuyasha, dame mis bragas —exigí.
El aludido sacó la mano del bolsillo y me las enseñó descaradamente.
—No... esto va para mi colección —respondió engreído, jugando con ella y excitándome, ¡por Kami! — Me encanta que uses ropa interior de este color, Kagome. Es tan excitante verte de azul...
—¡Inuyasha! —se acercó pausadamente a mi rostro y lo acarició con la punta de su nariz para luego darme un besito en la mejilla—. Dámela...
—No, la tendré aquí conmigo para recordar y recordarte quien es el dueño de tu cuerpo y tu voz —me habló sin titubear arreglándome con la mano izquierda el cabello, mientras con la otra, se guardaba mi tanga azul en el bolsillo pequeño de su saco como si fuese un pañuelo—. Ahora, deja de provocarme con tu boca y tus ojos, que soy capaz de volver a tomarte contra la mesa en este mismo instante.
Pasé saliva. ¡Diablos! me encantaba que me hablara así.
Mi hombre insaciable.
Mi niño caprichoso.
Mi chico sexy de voz segura y demandante, aquel que con una palabra te elevaba a los cielos más tornasolados y morbosos que pudiesen existir... estaba frente a mí, hablándome sin tabúes, sin tapujos, demostrándome solo el ardiente fervor con el que me deseaba...
Y era estupendo.
—¿Ya se habrán ido?
—Supongo —ladeó la cabeza—. Venga, prueba las cerezas.
Tomé una y estaba riquísima, no tan ácida y con un dulzor natural; probé otra, esta vez con un pedazo de Tiramisú para deleitarme con mi postre preferido. Decidí beber un poco de vino después y amé el sabor gratificante de un buen Cabernet.
Inuyasha hizo lo mismo, bañando su cereza con la crema para luego volver a chocar nuestras copas. Juguetonamente, uno a uno terminamos el resto de cerezas.
—Falta la fresa —me dijo.
—Es tu turno. Ya comí demasiado.
Él negó con la cabeza.
—Prefiero verte. Me gusta la manera en que lo haces.
Y con esa mirada, de cachorrito, no podía quejarme ni negarle nada. Así que saqué la lámina de chocolate y le di un mordisco. Mmmm... Delicioso. Luego, levanté la fresa y lo que vi nuevamente me dejó anonadada, sin palabras. ¿Acaso las sorpresas no acabarían nunca? ¡Esperaba que no!
—Un día te conocí y encontré un motivo para vivir, Kagome —me dijo muy suavemente al oído, escarapelando aún más mi piel—. No me interesa un futuro sin ti... no tendría sentido.
Con el corazón palpitando a mil, giré y... ¡oh por Dios!
No fui capaz de decir nada. Estaba inundada de un sentimiento inexplicable, parecía que tocaba el cielo y las estrellas con la mano, pero, a la vez, sentía que un rayo abrasador me traspasaba entera, brillando con un resplandor igual a los ojos de mi novio.
Era una sensación única.
Ahí estaba él... arrodillado... nervioso... y feliz.
—No me pienso separar de ti jamás, Kagome. —Tomó de mi mano el anillo de diamantes que segundos antes había estado debajo de la fresa y sin dejar de mirarme, continuó hablando—: Alegras mis días y mis noches, y sé, al mirarte a los ojos, que es contigo con quién quiero estar por siempre, en esta y en otras vidas.
Sus palabras fueron tan hermosas que acrecentó en mi interior el torbellino de sensaciones que ya me estremecía.
—Por eso, —tragó en seco—. ¿Me harías el honor de ser mi esposa? —abrí mis ojos como platos, ¡por Kami! — Por favor, di que sí...
Pestañeé y vi pasar mi vida entera en ese momento: el día en que lo conocí, gracias a Sango; nuestra primera cita; los viajes a Osaka; el día que nos convertimos oficialmente en novios hace veintidós meses, hasta nuestro furtivo encuentro de hoy. Fueron segundos, pero no me imaginaba el mundo si no fuera al lado de él.
—¡Si! ¡Mil veces sí! —exclamé, con lágrimas en los ojos.
Surcó una gran sonrisa y me lancé a sus brazos. Sentí desfallecer de amor a la par que unas hermosas y plateadas alas crecían a mis espaldas, elevándome al firmamento y permitiéndome volar de felicidad.
—¿En serio? ¿Te casarías conmigo?
—¡Sí, tonto! —Lo abracé fuertemente otra vez, y él salió de su ensimismamiento pues me correspondió con tal intensidad como si aferrara su alma a la mía, confirmando así el hecho de que estábamos más que listos para compartir, por siempre, nuestras vidas.
Y aquella era la sensación más placentera y genuina del mundo.
Él se había esforzado en planear todo esto, me encantó, me amó y me sorprendió como nunca antes lo había hecho; pero sobretodo me demostró que, para alcanzar el cielo, no era preciso morir, sólo bastaba tener a la persona correcta a tu lado... y a pesar que las palabras no eran su fuerte, lo que hizo hoy, valdría por mil. Lo atesoraría de por vida.
Inuyasha me besó incontables veces y yo a él. ¡Sería su esposa!
Nos separamos para tomar aire y depositó sutilmente un besito en la comisura de mis labios. Me miró con ojos brumosos y me pidió la mano; con el fuerte martillar de mi corazón, se la ofrecí para que finalmente me colocara el anillo. ¡Era precioso!
Yo creí tenerle una sorpresa por San Valentín y al final fue él quien me deleitó y enamoró aún más con su inesperada propuesta...
Ahora, tenía doble motivo para decir que el Tiramisú era y seguiría siendo mi postre preferido.
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Notas:
¡Muchas gracias por leer hasta aquí! Les cuento que este shot es mi primer fic dedicado al fandom de Inuyasha y estoy nerviosa. Espero sea de su agrado, y sino, por favor, cualquier comentario o sugerencia para mejora es bienvenido. =)
Además, les invito a leer otros fics de Ranma y Sakura en mi cuenta de Wattpad y de otros fandoms en FF net (LucyCullenBB).
*El honmei-choko es la tradición japonesa de regalar exclusivamente chocolates para San Valentín, sólo lo hacen las mujeres y si son hechos a mano son, son muchísimo más apreciados, porque simbolizan que el amor puro y verdadero. Por eso, Kagome le hizo sus bombones de chocolate. ^-^
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