Uno

Tae caminaba tranquilamente por en medio del parque, era una tarde agradable. Nam le había llamado hacia poco para decirle que tardaría un poco en llegar a casa, al parecer había problemas con el personal de la empresa y él debía apoyar al jefe luego de ser su mano derecha. No se preocupaba mucho por ello, le gustaba que Nam estuviera en la empresa, su jefe, Seokjin tenia un pequeño Tiny Tan con él. Era una cosa preciosa, pequeño y con una bandana negra que le daba personalidad. A veces él y un pequeño morenito iban con Seokjin y hacían de las suyas. A Tae le gustaba escuchar de sus travesuras.

Por eso caminaba por el parque. A veces podía encontrarse con gente que llevaba uno de esos pequeños al hombro o se cruzaba con alguna otra criatura mágica, le encantaba mirarlos.

Llegó a casa satisfecho con su recorrido, había tenido un buen turno en la veterinaria y se había cruzado con varias criaturas curiosas en su camino. Estaba feliz de que así fuera desde que se mudo a una zona con más vegetación.

Se metió a la ducha apenas llegó a casa, necesitaba relajar los músculos. De pronto sintió un calor extraño en su pecho, no fue incómodo o molesto, sólo extraño.

Cuando salió de tomar su baño y se dispuso a ponerse el pijama, una luz muy fuerte se podía ver sobre la cama, se asusto dejando caer la toalla que lo cubría, poco le importó su desnudez mientras observaba la luz bajando se intensidad hasta extinguirse.

Al final, cuando no hubo luz en su lugar, una pequeña bolita blanca con negra se hizo presente. Miro detenidamente hasta que esta se extendió sobre si misma y una criatura pequeña de gorrito negro, camisa negra y tez pálida como la harina se hizo presente con una enorme sonrisa.

— ¡Hola! — grito la criatura con emoción.

— Eres... eres un... un Tiny Tan — respondió Tae con sorpresa, después se acerco y se dejo caer sobre sus rodillas para poder mirar lo mas cerca posible al pequeño habitante de su cama — ¡Eres un Tiny Tan!

— ¡Soy un Tiny Tan! — grito el pequeño con emoción mientras comenzaba a correr en círculos sobre su lugar, saltaba y reía hasta que cayó algo aturdido sobre su punto inicial. Las pequeñas manos extendidas a sus costados comenzaron a moverse arriba y abajo al mismo tiempo que sus piernecillas haciendo un ángel sobre sus sabanas, después el pequeñito levanto su cabeza y miro al humano, se inclinó lo suficiente usando una manita de apoyo y recorrió al otro con su mirada — ¡Oye, estas desnudo! ¡Preciosamente desnudo!

La voz chillona sonaba extraña, demasiado dulce y apenas si registró lo dicho.

— Eres un Tiny Tan — murmuró Tae en voz baja.

— ¡Soy tu Tiny Tan! — corrigió el pequeño con emoción.

Tae lo miro detenidamente por varios segundos. ¿Cómo era eso posible?

— Mi Tiny Tan... Quieres decir que... ¿Quieres decir que tengo un destinado?

— ¡Si! Por eso estoy aquí — la pequeña criatura volvió a brincar en su sitio con una gran y enorme sonrisa.

— ¿Cómo es eso posible? Se supone que ustedes llegan sólo a algunas personas al cumplir los veinticinco años.

El pequeño miro al piel canela de arriba hacia abajo con todo lo que sus ojitos le permitía. No le importó que su escrutinio fuera demasiado evidente, sin embargo a Tae sí, muy rápido se puso de pie mientras buscaba su toalla para cubrirse.

— Iré... iré a vestirme — dijo con el rostro colorado — No vayas a irte.

— ¡No me iré! — el pequeño comenzó a correr a lo largo y ancho de la gran cama matrimonial.

Miraba de un lado a otro maravillado por lo que sus ojos veían, todo era tan hermoso. El dulce aroma que impregnaba el ambiente pudo reconocerlo como el aroma de Tae y el amor que habitaba en él. Le gustaba la sensación.

Cuando el morenito volvió usaba un pantalón de algodón, una camiseta holgada y calcetines blancos. El rubio claro de sus cabellos hacia ilusión al oro, se veía tan suave y brillante.

— He vuelto...

— Te he visto — para Tae seguía siendo extraño escuchar aquella vocecita — te ves mucho mejor desnudo — comentó.

— Gracias, supongo. ¡Woa! esto es extraño — Tae volvió a arrodillarse al costado de la cama mientras agitaba su cabello con una mano, lo mas cerca posible de la criatura.

— ¿Por qué? — pregunto el pequeño con curiosidad.

— Se supone que los pequeños como tu aparecen cuando la gente cumple los veinticinco años — el pequeño de piel de harina se acerco todo lo posible y busco la mano del más grande, cuando Tae la acerco pudo ver como este examinaba su mano, movía con dificultad los enormes dedos y corría de un lado a otro para poder mirar de la punta hasta la muñeca, girando y tocando cada espacio.

— No sé quien dice eso pero nosotros podemos aparecer en cualquier momento — respondió el pequeñito dejándose caer sobre su trasero.

— Pero, ¿Por qué ahora? — pregunto el moreno recargando su rostro sobre su mano.

— Porque tú y tu destinado se cruzaran pronto — respondió el otro con calma mientras una enorme sonrisa se pintaba en sus labios.

— Creí que yo no tenia un destinado.

— Lo tienes, sólo que no estaban cerca.

— ¿Qué quieres decir? — el pequeño viro los ojos sin deshacerse de su tierna sonrisa.

— Que tu destinado estaba a muchos, muchos kilómetros de distancia.

— ¿Él esta cerca ahora? — cuestionó, poco después se dio cuenta de un pequeño detalle — es un él, ¿cierto?

El pequeño personaje se puso de pie y giro sobre si mismo.

— Yo soy un él así que tu destinado también lo es.

Tae trataba de comprender al pequeño pero no podía.

¿Tenía un destinado?

Él se había casado a los veintiséis luego de que ninguna pequeña criatura hiciera acto de presencia el año anterior a ese. Él junto a su esposo habían quedado de acuerdo en que esperaría hasta cumplir los veintiséis para seguir con sus planes, si antes de eso aparecía un pequeño Tiny Tan, ellos desistirían y continuarían su relación siendo amigos.

No sabia que pasaría ahora que la pequeña criatura había parecido.

— No entiendo esto — murmuró el moreno.

— No hay mucho que entender, tu destinado esta en la misma ciudad que tú y yo te ayudare a que lo encuentres y estés con él...

— Pero yo estoy casado, tengo un esposo al cual quiero, no puedo tener un Tiny Tan ahora, mucho menos una pareja destinada.

El pequeño de piel de harina miro al moreno mientras sus ojos comenzaban a caer y aguarse, un puchero se formo en su pequeña boca y, segundos después, un llanto agudo con la boca exageradamente abierta se hizo presente.

Tae se dio cuenta de que había herido los sentimientos del pequeñito y trato de tomarlo en sus manos para consolarlo pero este corrió con los ojos cerrados y cayó por una orilla de la cama.

— ¡Hey, cuidado! — Tae se apresuró a tomar el pequeño cuerpecito entre sus palmas y lo miro, tenía el rostro colorado por el llanto y un poco mas de la frente debido al golpe de la caída, Tae se sintió mal al verlo — Oye, discúlpame pequeño, no quise hacerte enojar.

La pequeña bolita de harina saltó de las manos del moreno, ahora ya no triste sino que molesto.

— ¡No vuelvas a ser tan cruel! — regaño — ¿Sabes que les pasa a los Tiny's que no logran unir a sus destinados?

— Nop, nunca había convivido con un Tiny Tan antes.

— Bueno, pues te diré que es algo feo, muy feo, tan feo que no es bonito — Tae miro al pequeño enternecido.

Parecía un pequeño niño de tres años.

— ¿Qué es eso tan feo que no es bonito?

— Algo horrible que, de sólo pensarlo, se me va el color de la piel — Tae pudo ver como, en efecto, el pequeño sobre su cama se ponía más blanco aún hasta parecer un fantasma.

— Lo siento, yo no lo sabía.

— Descuida Tae, estoy aquí para ayudarte.

Tae levanto las cejas cuando el pequeño dijo su nombre, no recordaba habérselo dicho.

— ¿Cómo sabes mi nombre?

— Lo se porque he leído tu mano — señaló con sus pequeños y algo hinchados dedos.

— No entiendo.

— Tu piel es como un gran libro de historias, lo más importante siempre esta en las manos — explicó levantando sus manitas y moviendo los pequeños dedos como para explicar su punto.

Tae miro las líneas de sus manos, sabía que cada huella dactilar era muy diferente una de otra pero jamás pasó por su mente que se debía a que estas fueran algún tipo de texto.

— Ok, ok. Tu sabes mi nombre, pero yo no se el tuyo. Digo, podría intentar leer tu mano y averiguar sobre ti, pero eres muy pequeño y yo no tengo muy buena visión que digamos.

El pequeño, que se había acostado de nuevo y jugaba con pies y manos al aire, se sentó y miro al morenito con una sonrisa. Extendió su pequeña manita y pinto una gran sonrisa en sus labios.

— Hola Tae, es un gusto conocerte, mi nombre es JK.

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