#2

"— ¡Ink! Ven, corre, ¡te van a alcanzar! —"
"— ¡No puedo, tengo miedo! ¡No me dejes! —"
"— ¡Ink! —"
"— ¡Error! —"




El pintor despertó sudando, gruesas gotas cubrían su cráneo, símbolo de su calor y agotamiento, pero lo único que Ink sentía era frío y miedo. Temblaba, su terror nocturno había sido el peor de toda su larga vida, tan vívido, tan real, tan cercano, casi como un recuerdo. No sabía donde estaba, pero no era su casa, tampoco era la calle.

Grises y duras paredes adornadas con manchas oscuras, tanto como salpicaduras, largas marcas, casi como... ¿Manos? Intentó moverse, pero lo único que sentía era la presión de cuerdas que mantenían sus tobillos y muñecas juntas, al igual que el torso pegado a la silla. Gritó, intentó pedir ayuda, pero el eco de su propia voz reventando contra las solitarias paredes alertó sus sentidos, no había nadie al parecer.

Movió sus falages, arrastrando una con otra hasta que sus atados carpos se fueron deslizando quedando libres, luego los metacarpos que costaron un poco más de tiempo, pero finalmente sus manos estaban libres, cortó a tirones las cuerdas en su pecho y prosiguió con las que estaban en sus tobillos, terminando ya sin ataduras, huyó.

La casa era grande, más de lo que esperó, pero pronto encontró la puerta de salida, como si conociera todo lo de aquella casa tenía, de hecho, cruzó pasillos con dos salidas, sabiendo por donde y como llegar a su destino, como si antes hubiera estado en aquel lugar toda una vida. La puerta estaba trancada con tres candados, a su vez, las ventanas estaban cubiertas por gruesas tablas que no dejaban vista al exterior, el lugar olía terrible, Ink no tenía nariz, pero si la tuviera, probablemente la arrugaría en muestra de desagrado.

Tuvo una idea, volverse tinta y pasar bajo aquella puerta, pero algo le detuvo. En su memoria volvió aquella voz llena de errores y glitches, quería saber si era quien creía, si realmente era aquella amistad olvidada de infancia, quien perdió aquel fatídico día que tuvo que despedirse de su antigua vida por obligación, su pasado olvidado y sepultado.

Iba a volver a la habitación, marchar sobre sus propios pasos antes que sus captores volvieran y lo encontraran, pero al voltearse, una mano le sostuvo del cuello, separando dolorosamente sus vértebras, lo que humanamente era "cortarle el aire".

— Su... Suelta... Suéltame... — Ink tenía sus cuencas fuertemente cerradas por el dolor, él no respiraba pero el dolor le impedía mantenerse demasiado consciente de su alrededor.

— Si no cierras la boca, el resto va a notar que escapaste. — esa voz.

El pintor abrió los ojos rápidamente como pudo, notando al sujeto que tanto acaparaba sus pensamientos. Silueta negra, mirada de pocos amigos, semblante serio, tan distinto a como lo recordaba desde la lejana memoria de su infancia, pero su ser no había cambiado al parecer. La mano que aprisionaba su cuello pronto lo soltó, dejándolo caer al suelo estruendosamente, incluso si antes de advirtió sobre hacer ruido. El esqueleto negro solo apuntó con la mirada hacia la puerta, Ink, con duda siguió con la vista hacia la puerta, notándola abierta, los candados habían sido hecho trizas, con hilos azules entre grietas que aún eran visibles.

— Corre. — no lo pensó más, solo necesitó esas palabras para que el artista saliera corriendo como una bala, no le importaba donde estaba, no iba a dejar que lo mataran, apreciaba su vida por poco que lo admitiera.













Esa misma semana Ink se fue a vivir con Cross, esperando vender la casa a cualquier otro "tonto" que tuviera la valentía -o estupidez- para irse a vivir a aquel barrio.

— Te dijimos que era una mala idea, ¿no es así? — el pintor fue regañado una y mil veces por su nuevo compañero de vivienda. — Incluso las marcas en tus tobillos y muñecas dudo que sanen bien.

— Vamos, no seas así Mami C. — Ink se tomaba todo como broma, no porque fuera a la ligera, más bien era para calmarse a si mismo, aún luego de unos días de lo sucedido no podía dormir bien, se sentía observado, acosado. Bromear era su forma de no ponerse a llorar del miedo.

— ¡Ink, entiende, desapareciste dos días enteros! ¡Si tuviéramos corazones no hubiera dado un infarto! — Cross tenía una buena defensa, su mejor amigo había desaparecido de la nada, en un barrio peligroso, a altas horas de la noche probablemente. La idea de muerte era muy latente.

Ink se sorprendió, ¿Dos días enteros inconsciente? Vaya golpe le mandaron.

Cambiando de tema, ambos amigos terminaron conversando de cosas mas triviales, el mas bajo se fue a dormir cerca de las 10:00 pm. Pero aún entre la calidez de las cobijas no pudo evitar seguir sintiéndose vulnerable, se levantó a los pocos minutos a encender la luz y se volvió a acostar entre las mullidas almohadas, pero aquella sensación no cambiaba.

Ink pasó otra noche sin poder descansar adecuadamente, por suerte en la universidad le habían dando un permiso para que faltara hasta sentirse bien, al menos al día siguiente no tendría que despertar temprano, por alguna razón, esa presencia siempre se desvanecía sin rastro alguno cerca de las 6:00 am. Era el único momento en que el pintor podía consiliar el sueño... Por una hora, porque Cross lo levantaba a las 7:00.

Hey, si iba a estar de allegado en su casa, mínimo que se levantara a ayudar en los quehaceres.  O eso pensaba C, pues Ink jamás le contó sobre su escaso sueño, no quería preocuparlo más de lo que ya estaba.

Las interminables noches del artista solo le hacían sentarse a dibujar cualquier cosa que le venía a la mente en una libreta especial, normalmente eran escenas dulces, árboles y paisajes, una vez le llegó a la mente la imagen de un tren en movimiento. ¿De dónde sacaba esa inspiración? Ni el mismo lo sabía, pero le gustaba, además, tenía una hoja aparte donde trazaba bocetos de la persona que le ayudó a escapar.

— Error... —murmuraba a veces en soledad, abrazando su libreta, mirando a la pared frente a su cama para luego volver a intentar consiliar el sueño.

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