Capítulo 43

El beso la tomó desprevenida, pero su boca correspondió por instinto y amor a los reclamos de la suya. Dejó de sentir los aplausos, se olvidó del mundo por unos instantes mientras se asía a los brazos de Luan para no perder el equilibrio. Suspiró, aturdida, cuando el beso terminó, percatándose de que todo el equipo estaba en el escenario y que solo faltaba ella.

―Ve, Carol ―la instó Luan con una sonrisa.

Ella apenas atinó a arreglarse un poco el cabello antes de subir.

―Por último, pero no menos importante, está Caroline ―dijo Jus, quien al parecer ya había hablado de los demás sin que ella se diera cuenta―. Esta maravillosa fotografía de la cual han podido disfrutar, ha sido obra de ella, nuestra directora de arte. Además de esta importante misión, Carol asumió el reto de narrar el documental. Nadie podría haberlo hecho mejor que ella. No fue solo una función de trabajo, sino, sobre todo, una labor de amor.

Caroline recibió un aplauso del público, y no pudo evitar ver cómo Max y Luan eran los con más fuerza lo hacían. ¡Sin duda había sido una labor de amor!

―El documental se comenzará a proyectar en varios cines de Ginebra ――prosiguió Justin―, también pronto se lanzará el DVD para que, los que lo deseen, puedan adquirirlo. Ahora queremos invitarlos al brindis que tendrá lugar en el Hotel Ritz. ¡Gracias por compartir este hermoso momento con nosotros!

Nuevos aplausos cerraron la ceremonia. Caroline iba a bajar del escenario cuando Jus la detuvo para decirle que algunos medios de prensa querían hacerle una entrevista. La princesa hizo un ademán hacia Luan y su hermano, indicándoles que demoraría y se retiró con Jus en sentido contrario a ellos para cumplir con sus obligaciones.

―Pienso que es mejor que no la esperemos ―opinó Max―. Caroline irá más tarde con Jus y su guardaespaldas.

―De acuerdo. ―Luan la miró una última vez, a lo lejos, antes de salir acompañado de su cuñado.

―Me ha impresionado muchísimo ―comentó Max―. Sabía que Caroline estaba haciendo la narración, pero no había visto el documental. El resultado es fabuloso.

―Ha estado espléndida ―concordó Luan quien aún estaba emocionado―. Ver esas imágenes tan duras y a ella narrando me han derrumbado por completo… Venía preparado para ver un documental sobre naturaleza, pero esto ha sido mucho más.

―Es una ofrenda de amor, Jus lo ha dicho. Cuando Caroline regresó a Ginebra él tuvo la idea de que lo narrara, pero para ello adaptaron el guion y Carol ayudó a rehacerlo. Su corazón y no solo sus palabras, están en ese resultado.

Luan se quedó pensativo, recordando su período de separación y todo lo que había pensado de ella durante el mismo. Supuso que Caroline había tomado el camino más fácil, pero sin duda no había sido así.

―Creo que he juzgado demasiado duro a tu hermana por haberse ido de mi lado ―dijo al fin.

―También lo creo, pero no tenías cómo saber lo que ella pretendía hacer. Aún hay cosas que no sabes… ―Max se mordió la lengua pues no le correspondía―. Lo importante de todo esto es que le abras la puerta para su regreso, y pienso que van en el camino correcto.

Caroline se hallaba como en un sueño. Las luces, las entrevistas, las fotos… ¡Había hablado tanto! Ella jamás había buscado el protagonismo, pero el documental y su libro de fotografías se estaban convirtiendo en un gran acontecimiento. Jus y ella terminaron agotados pero felices. Caroline salió de su brazo hacia el estacionamiento donde esperaba su nuevo chofer. Charlie ya estaba en el hotel, aguardando por ellos.

―¿Fue mi imaginación o Luan te besó? ―Jus estaba muy feliz por eso.

―No fue tu imaginación. ―La sonrisa en el rostro de Caroline era muy difícil de borrar.

―¡Al fin! ―gritó―. Espero que de ahora en lo adelante todo salga bien.

―Yo también lo espero, Jus. Falta que Luan conozca a mis padres y la verdad sobre la ONG. De lo primero nos encargaremos mañana, y de lo otro… Prefiero decírselo cuando viaje a Sudáfrica. No quiero mezclar nuestra reconciliación con ese asunto.

―De acuerdo. Tampoco falta mucho para que te mudes a Sudáfrica.

―Realmente no. Todo dependía de Luan y… ―se ruborizó de nuevo―, creo que todo estará bien.

Estaban próximos a subir al auto cuando una figura los interceptó. El nuevo jefe de seguridad de Caroline, que no lo conocía, se puso en medio, un tanto alarmado.

―Caroline, solo quería felicitarte… ―La princesa se estremeció al advertir quién era y le dijo al guardia que todo estaba bien. El hombre se hizo a un lado y Caroline entonces pudo verse frente a frente con Franz, quien llevaba un libro en sus manos.

―Hola, Jus ―saludó Franz.

―Hola.

―Estuve en la presentación, llegué un poco tarde así que no pude pedirte que me lo firmaras ―explicó mirando a Caroline―. Es un gran libro y las fotos son estupendas. El documental también está hermoso. ¡Felicidades a ambos!

―Gracias, Franz. ―Caroline tomó el libro y se lo firmó.

―Quiero desearte muchos éxitos. ¿Regresas a Sudáfrica?

―Sí, ese es el plan ―contestó―. ¿Y tú?

―Estoy trabajando aquí en Ginebra, intentando hacer méritos para un nuevo puesto en el exterior. Quiero hacer mejor las cosas esta vez ―reconoció.

Caroline lo miró un instante, se veía distinto. Ojalá comprendiese todo lo que había hecho mal en el pasado y recomenzara de nuevo. Todos merecían una segunda oportunidad.

―Éxitos para ti también, Franz. Que logres todo lo que te propongas, pero, sobre todo, que seas feliz…

―Gracias, Carol. Adiós.

La princesa se despidió y subió al auto por fin. Justin estaba sorprendido con aquel encuentro, pero no dijo nada. Hay capítulos en la vida que merecen ser cerrados para siempre, y este era uno de esos.

Un nutrido grupo de invitados los estaba esperando en la terraza del hotel. Los aplausos no se hicieron esperar, y muchas personas, conocidas y desconocidas, se acercaron a ambos para felicitarlos. Las palabras que llegaban a sus oídos eran en extremo halagadoras, y muchos invitados se acercaban con la intención de saber cómo podían hacer para ayudar a restaurar la clínica. La princesa les prometió que los contactaría dentro de unos pocos días para contarles los esfuerzos que, con ese motivo, se estaban acometiendo. Realmente esperaba que, con el éxito del documental, también se beneficiara la ONG que estaba próxima a nacer.

Caroline buscabó a Luan con la mirada hasta que finalmente lo vio junto a su hermano Max. Tenían una copa de champagne en las manos, que levantaban en honor a ella.

―¡Hagamos un brindis! ―propuso Eva.
Mila les dio una copa a Carol y a Jus para que se sumaran.

―¡Por los leones! ―exclamó Jus.

―¡Por los leones! ―repitieron los demás.

―¡Por Timbavati! ―propuso Caroline.

―¡Por Timbavati! ―Volvieron a repetir. Así sellarían el éxito rotundo de su obra. Un documental magnífico, hecho bajo la experta batuta de Justin y con la impronta artística de Caroline.

La princesa se acercó a Luan, quien se había aproximado a la barandilla del balcón, alejándose un poco de la multitud tras el brindis. Max andaba del otro lado coqueteando con una chica, quien al parecer no le estaba haciendo mucho caso. Lo importante es que, gracias a eso, finalmente estaban solos.

―Hola. ―Caroline dio dos pasos hacia él. Le asentaba demasiado bien el verde del vestido, casi a juego con los ojos de Luan.

―Hola. ―Luan le acarició un instante su sonrojada mejilla con un pulgar―. Has estado maravillosa y no podría estar más orgulloso de ti…

Carol le sonrió. Escuchar esas palabras de él, que era tan brillante, la sobrecogían.

―Jamás creí que el documental de Justin me traería tantas cosas buenas. Acepté la dirección de fotografía con muchos miedos, pero me siento reconfortada con el resultado y la buena acogida. Sin embargo, lo mejor que me ha traído el documental, ha sido tu presencia…

―No podía dejar de estar. Justin lo merecía, pero en realidad fue por ti por quien vine.

―Pobre Jus ―bromeó ella, pero sus palabras le llegaron al corazón.

―Caroline…

―Luan, déjame hablar primero a mí, por favor ―le pidió ella nerviosa―. Quiero que me perdones… Perdóname por haberme machado en el peor momento de tu vida… Te decepcioné mucho. ¡Estoy consciente de ello!

Luan tomó las manos de Caroline, que estaban sumamente frías.

―No tengo que perdonarte nada, Carol. Eres tú quien tiene que hacerlo. Me encerré en mi dolor y te privé de mi amor por cinco largos meses… ¡Fui demasiado inflexible y no quise entenderte! Si alguien debe estar decepcionado del otro, eres tú.
Ella negó con la cabeza.

―Actuaste como cualquier persona con el corazón roto. Yo te comprendo, Luan…

―Eres demasiado buena, Caroline. Yo… ―Intentaba poner en orden sus pensamientos―. Cuando te conocí sabía quién eras. Llegaste a Timbavati con miles de requerimientos propios de tu rango, y yo los conocía. Fallé la primera vez que te puse en riesgo durante aquel safari, y debí haber sabido que, ante cualquier situación peligrosa que sobreviniera, incluso aunque no fuera mi culpa, tendrías que irte irremediablemente. Tal vez otra mujer no lo hubiese hecho, pero tú no eres cualquier mujer y yo te quiero a ti. Lo cierto es que eres miembro de una familia real, y tienes reglas que cumplir. ¡Debí haber entendido eso y no lo hice!

―Era difícil de comprender, Luan. Yo, pese a ser princesa y a tantas reglas absurdas, debí haberme quedado. Hice lo que creí mejor para los dos, y hay cosas que sabrás a su debido tiempo... Sin embargo, aunque haya participado en el documental, hecho las fotos y… y pensado en cualquier otra ayuda que pueda brindarte en el futuro, sé que nada de eso compensa el dolor que sentiste con mi ausencia durante esos meses, y lo siento muchísimo. Sé que te fallé como novia… ―añadió con tristeza―. A veces intentando hacer lo correcto no sabemos si realmente lo hacemos o no. No quise enfrentar a mis padres y pretendí serte útil desde la distancia. En todo este tiempo, lo único que pedía desde el fondo de mi corazón era que cuando volviera a verte no fuera demasiado tarde… ―La voz de Caroline se rompió al decir esta última frase.

―Nunca sería demasiado tarde para nosotros, amor mío ―respondió él con un nudo en la garganta y acariciando de nuevo su mejilla―. Estoy muy enamorado de ti, demasiado enamorado… Lo único que preciso es que me digas que, pase lo que pase, no te vas a volver a marchar… No lo soportaría, Caroline.

―No lo volveré a hacer, Luan, te lo prometo. Solo necesito una palabra tuya para regresar a Sudáfrica… ¿Quieres realmente que viva contigo? ―Su voz sonaba nerviosa, a pesar de saber el amor que él le tenía.

―¿Qué crees que respondería a eso? ―dijo con una sonrisa―. ¡Nada me haría más feliz que vivir contigo, Carol! Desde que te fuiste, tu lado de la cama permanece vacío, y yo duermo aferrado a un vestido azul que dejaste olvidado…

La confesión la hizo sonreír también.

―No lo dejé olvidado, lo dejé para ti… ―reconoció―. Para que pudieras recordarme…

―¡Como si pudiera dejar de hacerlo, Caroline! ―suspiró.

Ella se abrazó a él. Las manos de Luan acariciaron su espalda, haciendo que se estremeciera aún más contra su cuerpo, buscando refugio. ¡Había soñado tanto con este momento! Había delirado tantas noches imaginando sus manos por su piel, como ahora las sentía…

―Luan, yo también te amo ―le dijo con voz queda.

El biólogo tomó su mentón con delicadeza para ver su rostro. Caroline levantó la mirada, y se perdió en el verdor selvático de aquellos ojos.

―Mi princesa…

―Solo tu princesa ―respondió ella. Aquel título solo le valía de algo si lo era realmente en su corazón.

―La princesa de Timbavati ―propuso él.

―¡Me gusta! ―exclamó ella con lágrimas en sus ojos, porque allí había surgido su amor y estaría su hogar.

―Entonces es oficial.

Luan se inclinó sobre ella y le dio un beso, largo, trémulo y apasionado, como aquellos que nacieron en la tierra africana. Allí volverían: a casa, pues, aunque Caroline hubiese nacido, por azar, en Europa, su alma pertenecía a Timbavati del mismo modo que la suya era de aquel lugar del mundo. Unidos por aquel amor, no tendrían otro destino que ser muy felices juntos, como ahora lo eran.

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