Capítulo 41
Ginebra, 9 de agosto de 2018.
Charlie y Jus fueron a recoger a Luan a la estación. El biólogo había volado directamente a Zúrich y de allí tomó un autobús hasta Ginebra. El director se abrazó a él en cuanto lo vio, y rápidamente se dirigieron al estacionamiento donde aguardaba Charlie por ellos.
―¿Hiciste buen viaje? ¿Estás muy cansado?
―No he pegado un ojo, no puedo. ―Fue su respuesta.
―Lo imagino, son muchas emociones, ¿no? ―Jus le echó una ojeada y lo vio asentir―. Estoy feliz de que hayas venido, Luan. Espero que el documental te guste.
―Estoy seguro de que me encantará.
―¿Ya has visto el libro de Caroline?
―No, aún no.
―¡Es una belleza! En la casa te lo muestro, aunque estoy convencido de que Carol te obsequiará uno.
Justin hablaba con tanta naturalidad que lo estaba poniendo muy nervioso.
―¿Y ella? ¿Dónde está?
―Está regresando del Principado con su hermano, los he invitado a cenar a casa esta noche. Espero que no te moleste.
―¡Por supuesto que no! ―Luan moría por verla, aunque no lo decía.
La charla se interrumpió cuando llegaron al estacionamiento. Charlie lo saludó con mucho afecto. Luan no lo sabía, pero Charlie ahora tenía un nuevo trabajo como parte de la seguridad de un millonario en Ginebra. Echaba de menos trabajar con Caroline, pero ella tenía otros planes, y si se mudaba a Sudáfrica definitivamente no podría seguirla, porque las cosas con Justin estaban cada día mejor.
―¡Caroline! ¡Vamos a llegar tarde! ―le gritó su hermano―. ¿Acaso no quieres ver a Luan?
La princesa estaba terminando de alistarse. Había pasado por medio guardarropa, hasta encontrar un vestido sencillo de color blanco que le había parecido perfecto. A fin de cuentas, era una cena informal y no quería llamar la atención, aunque tampoco quería que Luan la encontrase mal después de tanto tiempo.
―¿Estoy bien así? ―le preguntó a Max cuando salió de la habitación.
―¡Preciosa! Como siempre. Ahora vámonos ―le dijo él riendo.
―Tengo muchos deseos de verlo, pero por otra parte muero de miedo. Hace casi cinco meses que no nos vemos y tampoco es que hayamos hablado mucho durante todo este tiempo...
―Todo saldrá bien, hermana, aunque no creo que puedan conversar muy seriamente hoy debido a la poca privacidad. Tampoco pienso que sería bueno que lo hicieran la primera vez que se encuentran.
―Con los nervios de la presentación del documental y el libro creo que no podría hablar de lo que sucedió, pero sí necesito verlo y... ¡Ya tendremos tiempo de hablar!
―Claro que sí.
El trayecto lo hicieron en silencio. Caroline tenía el corazón en un puño. Avisaron que iban a subir en el ascensor, y cuando llegaron al piso, Jus los estaba esperando en la puerta y los saludó brevemente para dar espacio al invitado. Caroline fue la primera en entrar. Se encontró con Luan quien estaba en medio del salón. Él dio un paso hacia ella, la miró con aquellos ojos que adoraba, y en silencio, sin mediar palabra, la abrazó...
Caroline no lo esperaba, pero correspondió su abrazo con todo su ser, colocó sus manos en la espalda y escondió su rostro en el pecho de él como tantas veces hiciese en el pasado. Perdió el sentido del tiempo, no supo los segundos que estuvieron así, hasta que Carol sintió que le daba un beso en la frente y se separaba un poco para volverla a mirar los ojos.
―Me alegra mucho verte, Carol... ―Su voz estaba algo ronca por la emoción que lo embargaba.
―A mí también, Luan ―respondió ella.
―¿No me piensas saludar? ―dijo Max a sus espaldas rompiendo el momento.
Luan reaccionó, se alejó de Caroline para saludar a su hermano, a quien también le dio un abrazo, aunque mucho más breve.
―Hola, Max.
―Hola, amigo, ¿hiciste buen viaje?
―Sí, muchas gracias.
―¡Qué bueno! Estamos felices de que estés con nosotros en la premier del documental y en la presentación del libro de Caroline.
―Yo también. Por cierto, no he visto el libro... ―hizo notar Luan mirando la princesa―. ¿Me lo muestras?
―Por supuesto. ―Carol aprovechó la ocasión para ir a la habitación de Jus donde tenía varios ejemplares guardados. Debía serenarse un poco, a Luan notaría que su corazón estaba a punto de explorar.
Charlie y Justin se retiraron, a su vez, a la cocina para preparar la cena y Luan se quedó a solas con Max, un tanto descolocado por la situación. ¡Estaba feliz de ver a Caroline, pero no sabía cómo actuar ni qué decirle! Tantas veces soñó con aquel momento que, ahora era incapaz de obrar en consecuencia con lo que sentía. El hecho de que no los hubiesen dejado a solas aún también conspiraba en contra de la pareja.
―Quería decirte que también estoy muy contento de que vayas con nosotros a Vaduz. Espero que te guste el Principado, es un Estado pequeño pero muy bonito.
―Estoy agradecido con la deferencia que han tenido conmigo, pero también sorprendido con la invitación... ―reconoció.
―¿Por qué? ―Max se encogió de hombros como si fuera la cuestión más natural del mundo el ser invitado por la familia real a una festividad oficial de su país―. Mis padres siempre quisieron conocerte.
―Pero no sé qué pensar de eso, Max. Perdóname, pero... Después de que Caroline se marchara así de forma tan intempestiva, no creí que fuera a recibir una invitación como esta. Por favor, dime qué significa...
Max sonrió y le colocó el brazo por la espalda.
―Ya te dije lo que significa: te quieren conocer porque le importas a mi hermana, y creo que tú también a ella, ¿verdad? ―Luan asintió―. Casi han pasado los seis meses y un trato es un trato. El resto queda en tus manos, Luan. No se puede obligar a amar a nadie, pero no creo que ese sea tu caso. Tú nunca has dejado de estar enamorado.
―Solo no quiero terminar peor que hace casi seis meses... ―le dijo. Si volvía a pensar en Caroline y a crear planes con ella, no era para perderlos en un abrir y cerrar de ojos. No podía pasar por eso otra vez.
―Los dos son libres de decidir su camino, como cualquier pareja ―respondió Max―. Mis padres solo quieren conocerte, lo cual me parece lógico si tú y Caroline... En fin, sabes lo que quiero decir. Mira, aquí viene ella... ―Max se detuvo cuando vio a Caroline aproximándose con el libro en las manos―. Deja que te muestre el libro... Yo iré a buscar una cerveza. ¿Quieres una para ti, Luan?
―Sí, gracias.
Caroline se aproximó a Luan, quien estaba un tanto agitado. Ella a su vez estaba nerviosa, según pudo darse cuenta él.
―Es este. ―La princesa dejó en sus manos un hermoso libro de tapa dura, que se titulaba: Amor por Timbavati (Timbavati Love en inglés). La portada era una foto hecha desde el globo de una magnífica vista panorámica.
―Es hermoso ―expresó Luan con un brillo especial en la mirada, mientras recordaba aquel paseo―. ¡Tienes que dedicármelo!
―Ya lo hice ―respondió ella. Le tembló la voz al responder y no lo miró a los ojos.
Luan no comprendió a qué se refería ella... Él estaba hablando de que se lo firmara, pero al pasar las páginas advirtió que el libro contenía ya una dedicatoria impresa: "Para Luan y nuestro amor por Timbavati". Era un juego de palabras, ¿el amor era por Timbavati o era el amor que se profesaban mutuamente? ¿O ambos? Sea como fuera, lo cierto es que el biólogo estaba conmovido.
―Gracias ―le dijo mirándola a los ojos―. Es perfecta.
Luan continuó mirando las fotografías, todas eran magníficas y la calidad de la edición sin duda era la mejor. Alabó su talento en varias ocasiones, sin embargo, no podía concentrarse mucho en el disfrute de las instantáneas. ¡Necesitaba hablar con ella!
―Amo el libro, y te prometo que lo veré con mayor detenimiento después, pero... ―lo dejó a un lado y se aproximó a ella―. Te he extrañado mucho, Caroline.
Ella creyó que su corazón iba a detenerse en ese preciso momento y soltó el aire que venía conteniendo desde hacía tiempo.
―Creí que nunca lo dirías ―confesó―. Yo también te he extrañado, Luan. ―Tomó su mano un instante―. He reproducido miles de veces todos los videos de YouTube para ver a los cachorros, pero sobre todo para escuchar tu voz y verte a ti...
Luan se llevó la mano a los labios.
―No sé bien qué hago aquí. He venido a... ―Luan se interrumpió ante la llegada de Maximilian, quien reaparecía con la cerveza prometida.
―Es mejor que hablemos mañana. ―Caroline se separó un poco de él. Moría por aclarar las cosas, pero necesitaban de tiempo y tranquilidad para poder hacerlo y en casa de Jus al parecer no lo tendrían nunca.
―¿Qué te ha parecido el libro? ―preguntó Max mientras se sentaba de regreso a su lado y le tendía una cerveza.
―Maravillosas fotos; magnífica edición. Algunas instantáneas las conocía, otras me tomaron por sorpresa. No siempre pude acompañar al equipo en los safaris, y por lo que he podido ver Caroline sacó provecho de cada momento y sitio insospechado de Timbavati, así como de los animales.
―Me alegra que te haya gustado ―dijo la princesa―. He estado trabajando arduamente en él durante todo es tiempo...
El rostro de Luan se ensombreció un instante. Recordar todo el tiempo que estuvieron separados no había sido fácil. ¡Tantas cosas habían sucedido! Muchas horas sin dormir alimentando a los cachorros las primeras semanas, y luego escribiendo su tesis... Los fines de semana que dedicó a limpiar la clínica y los desastres del sabotaje... En cada uno de esos momentos la necesitó a ella, a su lado, pero Caroline se había marchado. Aunque Max dijese que eran libres para decidir su futuro, ¿sería eso cierto?
Luan miró a Carol, buscando una respuesta en sus ojos, y lo que halló en ellos lo dejó sin palabras: era la mirada de una princesa enamorada... Independientemente de lo que hubiese hecho en el pasado, para bien o para mal, Caroline lo amaba.
―¿Cómo están tus padres? ―preguntó Caroline.
―Están bien. Por cierto, mamá te envía un regalo. Enseguida lo traigo. ―Luan se puso de pie para ir a buscarlo.
―Carol, sonríe ―le pidió su hermano cuando Luan se marchó―. ¡Todo va bien!
―Eso espero... ―susurró. Ella seguía igual de enamorada, pero, ¿y Luan?
El biólogo regresó al cabo de unos segundos con una bolsa en las manos. Era un vestido tradicional que a Caroline le encantó. Luan se sintió más aliviado, pues no estaba seguro de que le gustara tanto.
―Llamaré a Kande para agradecerle.
―Se alegrará mucho ―respondió él.
―En realidad... No hemos dejado de hablar durante todo este tiempo.
Luan se sorprendió un poco, no sabía que las conversaciones fueran tan frecuentes, pero no dijo nada, solo permaneció en silencio.
―¿Cómo están las cosas por Timbavati? ―preguntó Max, al ver que la pareja solo se miraba.
―Todo en orden ―respondió―. Hemos reparado la clínica un poco, aunque continúa cerrada. Justo antes de viajar mi padre me ha contado que se planea fundar una ONG para financiar estudios genéticos y de reproducción asistida en el área. Si fuera así, es probable que pudiese impulsar de nuevo mi trabajo.
Max miró en dirección a Caroline y le sonrió. Ella se ruborizó por completo, no esperaba que Luan hablara de ese tema, aunque sabía que Quentin le diría parte de la verdad para prepararlo al respecto.
―Son magníficas noticias, Luan ―prosiguió Maximilian―. Imagino que esa perspectiva te tenga muy contento... ―insistió.
―Mucho. Jamás creí que podría retomar mi trabajo tan pronto. Pensé que tardaría años hasta encontrar una oportunidad como esta.
―¿Y cómo va la tesis, Luan? ―preguntó Caroline para cambiar de tema. Este la hacía sentir incómoda sobre todo porque él aún no conocía la verdad sobre la ONG.
―Debo defender en octubre. He entregado todo a mi tutor para la última revisión. Ha sido un trabajo arduo durante estos meses, cuidando a la par de los cachorros...
Caroline se sintió mal al escucharlo. No era una recriminación, era su verdad, pero ella no dejaba de pensar que le había fallado no estando a su lado cuando más la había necesitado. Esperaba que pronto Luan pudiese comprender que había hecho lo que creyó mejor dadas las circunstancias.
―Los cachorros han crecido mucho ―dijo la princesa―. Imagino los hayas dejado bajo el cuidado de tus padres.
―Sí, solo confío en ellos y en John y Leila. Debo reconocer que los echo mucho de menos, y que solo por ti... ―se detuvo abruptamente―, quiero decir, por la presentación, es que me he decidido a dejarlos.
Caroline sonrió con el "solo por ti", aunque después hubiese rectificado. ¡Había viajado principalmente por ella!
―¡Chicos, la comida ya está lista! ―La voz de Justin los interrumpió.
Se sentaron a la mesa, aunque al menos Caroline no tenía mucha hambre. Las mariposas ocupaban demasiado espacio en su estómago.
La comida resultó excelente, Charlie era un gran cocinero. Había preparado un Zürcher Ragout, una especie de estofado y salsa blanca hecho con champiñones y vino blanco. También había verduras, y patatas asadas.
―La comida está estupenda, Charlie ―comentó Max alegre―. Justin ha salido ganando ahora que viven juntos...
―¡Qué cosas dices, Max! ―se quejó Jus haciéndose el ofendido―. Yo también soy un novio maravilloso.
―No lo dudamos ―respondió Caroline―, pero siempre es bueno encontrar a alguien que cocine bien. ―Lo dijo mirando a Luan, quien estaba a su lado. Él se percató, recordando aquel pacto que habían hecho mediante el cual él siempre se encargaría de cocinar.
―En defensa de Jus debo decir que siempre que regreso de mi día de guardia, muerto de hambre, me espera con una comida deliciosa ―dijo Charlie protegiendo a su amado.
―Comida que probablemente encargue... ―se burló Max. Jus se echó a reír, porque la mayoría de las veces era así. Él no cocinaba mal, pero no tenía mucho tiempo para eso.
―Caroline, creo que te están acusando indirectamente de no darle comida a Charlie durante su guardia... ―comentó Luan mirando de nuevo a la princesa. Ella se puso nerviosa, no sabía qué decir, al parecer su biólogo no estaba enterado de los nuevos cambios en su equipo de seguridad.
―Ya no trabajo para Carol ―respondió Charlie con naturalidad.
―¿Por qué? ―Luan no entendía. ¡Siempre se habían llevado tan bien!
―Es que si Caroline se muda a Sudáfrica yo no... ―Y fue en ese momento que Charlie se dio cuenta del desliz que había cometido.
Caroline se puso roja como un tomate; Luan la observó en silencio, ¿iba a mudarse a Sudáfrica, por él? Jus se ahogó con un pedazo de carne, Charlie le dio golpes en la espalda para ayudarlo a recuperar el aliento, y Max, quien observaba el espectáculo desde la cabecera de la mesa, se echó a reír.
―¡Dios mío! Parece un circo esto...
Todos se rieron cuando Jus finalmente pudo respirar. Caroline continuaba ruborizada, pero lo que nunca esperó fue que Luan tomara su mano izquierda por debajo la mesa. Estaba fría, y en sus ojos verdes flotaba la esperanza de que ella cumpliera su promesa y regresara a casa.
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