Capítulo 35
Kande insistió en que Caroline y Luan descansaran un poco. Se habían hecho turnos de trabajo para cuidar de Gertrude y de los bebés, y al menos tendrían unas tres o cuatro horas para dormir algo. La pareja se dirigió hacia el lodge de Caroline, donde había más tranquilidad. Luan le explicó a su novia todo lo dicho por el investigador, y las sospechas que tenía respecto a Timothy.
―No tengo pena de decir que ya sospechaba de él ―reconoció la princesa―. Sin embargo, siento mucho dolor e impotencia de saber que no estaba tan desacertada y de que ese hombre horrible está detrás de eso...
―Yo también lo creo ―opinó Luan, dejándose caer en la cama. Estaba exhausto―. No imaginas los deseos que siento de ir y retorcer su cuello con mis manos...
―Por favor, no lo hagas, Luan. Perderías la razón, y en este caso hace falta que quede claro quien es el verdadero delincuente. ¡Ten fe y confía en la justicia! Sé que lo atraparán.
―Eso espero.
―Luan, ¿crees que... ―no sabía cómo decirlo―, crees que Tina tenga algo que ver con esto?
―No lo creo ―confesó―. Recuerda que a Tina le interesan estos temas reproductivos tanto como a mí. Es su padre y el sector ambientalista más reaccionario, los que se oponen a estas prácticas, no ella. Es indudable que Timothy ideó muy bien su plan, y que supo contar con las personas correctas. Por cierto, Chris continúa preso. Es cuestión de tiempo para que hable y Timothy caiga con él...
―¡Qué rabia siento por Chris! ―exclamó la joven―. Jamás me agradó...
―Yo no puedo verlo a los ojos, y lo lamento por Marc que es buena persona. Espero que Chris aprenda la lección. Siento mucho que Justin se haya quedado sin camarógrafos...
―Eso es lo de menos. Ya se filmó todo, incluso el nacimiento de los bebés...
―Gracias por estar a mi lado, Caroline. ―Él se giró hacia ella y le dio un breve beso en los labios―. He sentido tu apoyo todo el tiempo, incluso sin que me hablaras yo sentía tu presencia y eso era suficiente para calmarme un poco.
―Siempre estaré para ti, Luan. Siempre. Lamento mucho que pasaras por esto. ¡No lo merecías!
―Al menos Gertrude sigue luchando por su vida, y los bebés nacieron.
―Sí, mi amor. Tu investigación sigue viva en esos cachorros...
―Es cierto, pero la clínica es un desastre... ¡Todo se perdió, Carol! ―exclamó con lágrimas en los ojos. Ella lo abrazó aún con más fuerza.
―No quiero agobiarte con esto ahora, pero, ¿tenías copia de tu trabajo?
―Sí, eso sí ―reconoció―. Tengo copia de todo. Sin embargo, perdimos los equipos, el material, las instalaciones... Todo lo que tenía se invirtió en ese lugar. No podré seguir adelante con mi trabajo, Carol. Al menos no hasta que me recupere. Me haré doctor, los cachorros vivirán y con suerte Gertrude también, pero ahí queda todo. Al final, Timothy se habrá salido con la suya...
Caroline se sentía muy mal al oírle hablar así. No podía contarle de la ONG, porque era solo un sueño y no existía, pero ella podía ayudarlo.
―Piensa que tu investigación se publicará y que muchos otros laboratorios podrán seguir el camino que tú abriste para la ciencia. En cuanto a tu clínica... ―Caroline se incorporó nerviosa encima de la cama―. Luan, déjame ayudarte, por favor. Déjame darte el dinero...
―No, Caroline. No podría aceptarlo.
―¿Ni siquiera un préstamo? ―suplicó ella.
―No, porque ambos sabemos que me lo estarías dando por ser tu novio.
―Te lo daría porque confío en tu talento. Quiero hacerlo, Luan. ¡Quiero ayudarte!
―Llámame necio si quieres, pero no puedo aceptar tu dinero, Carol. Esto debe hacerse por otra vía, lograr otro tipo de financiamiento con instituciones y organizaciones ambientalistas. Llevará tiempo, pero quizás lo logre. También, si Timothy es condenado, deberá indemnizarme y eso tal vez me ayude a comenzar. Ya veremos.
―Lo lograrás ―le animó ella. Una vez más volvía a pensar en la ONG. ¡Qué falta hacía darle un impulso a ese proyecto! Ahora más que nunca Luan lo necesitaba.
―Gracias, mi amor. Ahora durmamos un poco, en unas horas nos corresponde cuidar de los cachorros.
―De acuerdo. Duerme, Luan, duerme... ―Y aunque quiso quedarse un tiempo más pensando en la ONG, la propia princesa se quedó dormida.
―Luan, ponles nombre ―le pidió Caroline. Era de noche, estaban en su turno, y los cachorros dormían luego de su toma de leche.
―¿Nombre? ―dijo Luan mirándolos.
―Por supuesto. ¿Quién mejor que tú para darles un nombre?
―Son dos machos y una hembra. Elige tú también un nombre... ―le pidió él.
―De acuerdo, ¿sería demasiado cliché si le llamamos Simba a uno de ellos?
Luan se rio. ¡Qué predecible, pero le gustó!
―Perfecto. Al dorado le llamaremos Simba, y al blanco... ―se quedó pensando―. ¿Qué tal Sneeu? Es nieve en afrikáans.
―Un gran nombre. ¡Sneeu y Simba! ¿Y la nena?
―Caroline ―respondió él con tranquilidad.
―¿Caroline? ―repitió ella incrédula.
―Por supuesto, no hay mejor nombre que ese: Caroline. ―Luan se acercó y le dio un beso―. Te quiero, Carol.
―Yo también te quiero, Luan.
La princesa se levantó un momento para ir a la cocina y tomar un poco de café. Aún les faltaba una hora para el cuidado de los bebés. Gertrude continuaba estable, pero Luan confiaba en que se salvaría.
―¿Su Alteza? ―La voz de Charlie la sobresaltó.
―Caroline, Charlie. Ya hemos hablado de ello. ¿Quieres café?
―No, gracias, recién tomé un poco.
―¿Qué sucede, Charlie?
―Quiero ser honesto con usted, quiero pedirle que me perdone. Esto es parte de mi trabajo ―añadió el hombre mirándose los zapatos.
―No entiendo de qué hablas... ―Caroline estaba tan casada que no sabía a qué se refería.
―Como parte de mis funciones tuve que informar que se vio envuelta en una explosión. Es probable que sus padres ya lo sepan.
―¡Charlie! ―exclamó ella comprendiendo la gravedad del asunto.
―Perdóneme. Dije que estaba bien, lo disminuí todo lo posible, pero tuve que decir la verdad. Es mi función, lo siento mucho...
―Te comprendo ―dijo ella al fin―. No es tu culpa. Sé que además de nuestro amigo eres responsable de mi seguridad. Esa tarea, en ocasiones, es incompatible con la lealtad que se tienen los amigos, pero es precisamente tu afecto lo que te ha llevado a advertirme justo ahora. Te lo agradezco, Charlie.
―Muchas gracias, su... ―se interrumpió―. Caroline. Buenas noches.
―Buenas noches ―respondió ella, pero su cabeza se hallaba en otra parte. Sabía que la situación había variado mucho y que lo sucedido se volvería en su contra. Caroline suspiró, tendría una difícil conversación por delante con sus padres, y se preguntaba qué podría salir de todo aquello.
La princesa regresó junto a Luan. Lo abrazó en silencio y colocó su cabeza en su hombro.
―Nunca pongas en duda que te amo, Luan ―le dijo en voz alta.
―Lo sé. Yo también te amo. ¿Por qué dices eso?
―Simplemente porque sí. Porque necesito que lo sepas. Déjame darte un beso. ―La princesa se incorporó. Acarició su cabello, miró sus ojos verdes, le sonrió con tristeza y finalmente le dio un beso. Era largo, apasionado, casi como si se estuviese despidiendo, como quien sabe que la siguiente batalla sería casi imposible de ganar.
Caroline estaba en su lodge, sola, cuando recibió una videollamada entrante de sus padres. Suspiró, se sentó en el sofá y la atendió.
―Hola, Caroline ―habló su padre―. Sentimos mucho todo lo que sucedió. ―Caroline percibió que era verdad. Su padre era un hombre muy sensible―. Sin embargo, es mi deber llamarte porque esta situación se ha salido de nuestras manos... Timbavati ha dejado de ser un lugar seguro para ti.
―Papá, no me digas eso... ―Caroline rompió a llorar―. Por favor, no me digas eso. No puedo dejar a Luan ahora. ¡Está pasando por mucho! Yo lo ayudo con los cachorros y... No puedo abandonarlo.
―Caroline, teníamos un trato ―le recordó Luis―. Si Timbavati se convertía en un lugar peligroso, regresarías. No puedo permitir que continúes arriesgándote, hija. ¡Estuviste a metros de una explosión! ¡Pudiste haber muerto!
―No exageres, no murió nadie.
―Solo tuvieron buena suerte ―le dijo su madre―. Carol, no puedes quedarte allí.
―Al cabecilla de todo esto aún no lo han arrestado ―prosiguió su padre―, y es evidente que el trabajo de Luan no es bien recibido por todos. Hay sectores ambientalistas que se oponen a la inseminación de leones. Si fueron capaces de hacer esto, es posible que continúen hasta terminar lo que empezaron.
―No harán nada más, padre. Tenemos motivos para suponer que fue el hombre que llamó a Luan negro el responsable de todo. Su desprecio lo ha llevado demasiado lejos, pero sabe que ahora no puede actuar a riesgo de ser atrapado. ¡Y lo harán! Tengo fe en que lo encuentren culpable y pague por lo que ha hecho.
―Hasta entonces no estarás segura, Caroline, y es nuestro deber protegerte. Tienes un vuelo para mañana. Pasarás esta noche en Johannesburgo y al día siguiente tomarás tu vuelo a Zúrich. Nos veremos allí. Sigue en pie nuestro deseo de conocer a Luan, pero no podemos permitir que te quedes allí.
―Padre, no voy a dejar a Luan. ¡No puedo abandonarlo en su momento más difícil! ¿Qué clase de novia sería si hiciese eso? ―dijo con lágrimas en los ojos.
―Sabía que dirías eso, así que te tengo una oferta que no puedes rechazar ―añadió su padre―. Es lo máximo que estoy dispuesto a hacer por ti, Caroline.
―¿De qué se trata?
―Quiero que pases seis meses en casa ―expuso su padre―. Si al cabo de ese tiempo sigues dispuesta a regresar a Sudáfrica y la situación en Timbavati fuera segura, no nos opondremos. Sin embargo, creo que será importante para ti ese tiempo para determinar si estás o no verdaderamente enamorada de ese muchacho.
―¡Por supuesto que lo estoy! ¿Y por qué haría yo tamaño sacrificio para probarles algo que sé con certeza desde hace tiempo?
―Porque si cumples con tu palabra, en esos seis meses me comprometo a llevar adelante el proyecto de fundar una ONG. Tengo los amigos, recursos, y maneras de apoyar el proyecto y que en esos seis meses se haga realidad. Max ha hablado conmigo, él solo no puede encargarse, y creo que ahora mismo Luan necesitaría más a una novia que lo ayude a recuperar todo lo que ha perdido, que a una que, aunque esté a su lado, no pueda hacer nada por revertir su penosa situación.
A Caroline le dolía el corazón. Las palabras de su padre habían dado justo en la diana. Tenía razón, pero no por ello sería fácil irse. Además, tenía las manos atadas, si se negaba de cualquier forma la presionarían para que se fuera, y necesitaba ayudar a Luan.
―De acuerdo ―susurró―. Pero tienes que prometerme que cumplirás con tu palabra.
―Te lo prometo, Caroline. ―Y su padre cortó la llamada.
Caroline rompió a llorar, mientras recogía sus cosas. ¡No sabía cómo se lo diría a Luan! ¡Ojalá pudiese perdonarla! Sintió que tocaban a la puerta, corrió pensando que se trataría de él, pero era Justin.
―Carol, ¿qué sucede? ―dijo preocupado.
Ella le contó, a grades rasgos, que le quedaban pocas horas en Timbavati.
―Mis padres me han puesto entre la espada y la pared, Jus. Sin embargo, mirándolo por otro lado, creo que es la única manera que tengo de ayudarlo y labrarme un futuro aquí en Sudáfrica. ―Carol le contó sus planes respecto a la ONG.
―Eso sería maravilloso, amiga. Sin embargo, creo que deberías decírselo. Él tiene que saber la verdadera razón por lo cual lo estás haciendo.
―No creo que pueda, Jus. Si Luan no aceptó un préstamo, imagínate aceptar que su novia funde una ONG para él. ¡Sería demasiado! Él es orgulloso y no quiere que le regalen nada. Lo comprendo, de corazón lo hago, pero su actitud me llevará a callarme esos motivos.
―Tengo miedo de que no salga bien ―le confesó Jus abrazándola.
―Yo también.
―Te prometo que nos veremos pronto.
―Cuida a Luan por mí, los días que te queden ―le pidió.
―Lo haré, Carol. ¡Te prometo que lo haré!
Justin ayudó a Caroline a recoger sus cosas, aunque la mayoría de ellas se hallaban en casa de Luan. Estaba pensando en llamarlo para explicarle e ir a por ellas cuando el biólogo mismo se apareció.
Luan se quedó atónito cuando vio una de las maletas de Caroline en medio del salón. "¿Qué significaba aquello?" Dio un par de pasos y se encontró a Carol en la habitación. Nada más de ver su rostro, él supo que se marcharía. Y en ese momento, el dolor que experimentó fue mucho más grande que cuando lo perdió todo a causa del fuego. Porque la estaba perdiendo a ella.
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