Capítulo 33

Unos días después.

Caroline despertó en los brazos de Luan. Estaban en su casa, en su habitación. Últimamente dormía allí, y se sentía bien. Aquello era importante pues, si sería su futura casa, lo mejor es que se sintiera cómoda. Y lo estaba. Demasiado. Vivir con Luan se había convertido en una sensación muy satisfactoria, mucho más de lo que experimentó con Franz cuando vivieron juntos en Ginebra. Aquello se sentía como si fuera otra vida, y lo cierto es que lo era. La nueva Caroline era mucho más feliz y la razón era el giro que le había dado a su existencia, tanto en su vida laboral como en el amor.

Luan también despertó, la abrazó contra su cuerpo y le dio un beso de buenos días. Un beso fue llevando a otro, hasta que estuvieron cerca de llegar tarde a sus respectivos empleos. Luan debía ir a Pretoria esa mañana, y Caroline debía terminar de filmar en el laboratorio. Habían vuelto a entrevistar a Leila y John respecto a los nuevos progresos de la gestación de Gertrude. A la leona le faltaban apenas unos pocos días para su parto, y eso los tenía a todos realmente ansiosos.

―¿Regresarás en la tarde? ―le preguntó Caroline cuando terminaron de vestirse.

―Por supuesto, mi amor. Dentro de unas horas estaré aquí. Por cierto, debemos darnos prisa si queremos desayunar con mis padres.

Kande los había invitado a su casa el día anterior y por supuesto que habían aceptado. La relación entre ambas parejas era la mejor del mundo, mucho más desde que los padres de Luan supieron que los de Caroline estaban llenos de buena voluntad. Cualquier reserva que hubiesen podido tener al respecto, se había desvanecido cuando supieron que querían conocerlo.

Quentin fue quien los recibió y le dio un abrazo a cada uno. Era muy afectuoso y además tenía muy buenas noticias.

―Te he comprado el pasaje para viajar a Ginebra ―le contó su padre orgulloso―. Es aproximadamente para la fecha que habíamos dicho.

―Papá, no tenías que...

―Es lo mínimo que puedo hacer ―repuso su padre. Caroline le dio algo de espacio, pero escuchó perfectamente cuando Quentin le decía que estaba enterado de su situación económica. Luan había invertido hasta el último centavo en la clínica, y los ahorros que tenía los había gastado con el viaje que hizo a Ginebra el año anterior.

Caroline se sintió incómoda al escuchar eso. Debió haberle sacado su pasaje, pero ella ya tenía el suyo junto con Justin desde hacía meses, y no pensó en las dificultades económicas por las que podría atravesar Luan de pagarse uno. Por otro lado, estaba convencida de que él no le permitiría que corriera con ese gasto. Necesitaba que su proyecto de la ONG se concretara, puesto que Luan precisaba de financiamiento con desesperación.

―Kande, ¿está bien? ―le preguntó Caroline al ver que su semblante estaba algo demacrado.

―He dormido mal ―reconoció―. Tengo un mal presentimiento...

―¿Qué cosas dices, mujer? ―le recriminó Quentin―. ¡Vas a asustar a Caroline! ¿Qué va a pensar ella?

―Los presentimientos y premoniciones ocurren en todas las culturas ―se apresuró a decir la princesa―. Por favor, Kande, tome un poco de agua. Todo estará bien.

―Fue solo un mal sueño, mamá. ¿De qué se trataba? ―le preguntó Luan mientras le daba un abrazo.

―No lo tengo claro, pero tenía que ver contigo. Estabas sufriendo, Luan... ―le dijo con lágrimas en los ojos.

Luan se impresionó. Su madre no era una histérica, y aquello lo había puesto nervioso.

―Yo estoy bien, mamá. Todo está bien. Más feliz no puedo estar ―respondió para tranquilizarla.

―Van a creer que soy una tonta ―repuso Kande intentado sonreír―. Fue solo un sueño, ¡pero se sentía tan real!

―Aleja esos malos pensamientos, mujer, y vamos a desayunar. La comida se enfría y los chicos tienen que marcharse. ―Quentin era un hombre muy práctico, pero no comprendía que hay cosas que a veces simplemente se "sienten" y causan miedo.

Kande puso de su parte para que el desayuno transcurriera de manera agradable. Casi olvidaron todos, el sueño que tuvo, y comieron con apetito. Al concluir, Kande abrazó a su hijo y le pidió que se cuidase mucho:

―Conduce con cuidado, por favor.

―Así lo haré, madre. En la tarde estaré aquí.

Caroline, que también se había quedado algo aprehensiva por el sueño de su suegra, le pidió lo mismo. Le dio un beso a su novio y lo vio marchar en su camioneta hacia Pretoria.

La princesa, en cambio, no tenía demasiado tiempo libre pues no quería llegar tarde al trabajo. Charlie la llevó de inmediato al laboratorio donde ya estaba el equipo. Todos menos Chris, según pudo notar Caroline.

―¿Qué esperamos? ―preguntó la joven luego de saludar a su gente.

―Estamos aguardando por Leila y John ―respondió Eva―. Al parecer, tienen un problema con el aire acondicionado, que no funciona.

―Leila está llamando a una empresa para que lo solucione ―explicó Mila.

―Es algo extraño ―respondió Martin quien, como eléctrico, era el más entendido―. Parece como si alguien hubiese cortado, deliberadamente, los cables que salen del equipo central hacia el edificio.

Caroline se estremeció cuando escuchó eso.

―Hablaré con Luan. ―Iba a llamarlo, pero recordó que estaba conduciendo y no quería perturbarlo. Luego del sueño de Kande, no quería ponerlo en riesgo. Se lo diría cuando regresara.

―¿Y no podías arreglarlo, Martin? ―le preguntó la princesa.

―Podría intentarlo, sé qué hacer, pero en estos casos lo correcto es que venga la compañía que los puso y evalúe el caso.

―Tienes razón ―concordó Caroline, quien no había pensado en eso―. Es lo mejor. Ellos podrán determinar lo que sucedió y hacerse cargo.

―En el contrato está previsto que se contacte a ellos ―explicó Martin quien sabía sobre el mantenimiento y las condiciones pactadas con compañías de esa naturaleza.

Caroline se había quedado preocupada con todo aquello. ¿Habría sido realmente adrede? ¿Y quién lo habría hecho?

―Hey, Chris, ¿dónde estabas? ―escuchó preguntar a Marc. Su hermano venía caminando en dirección a ellos.

―Fui a tomar una llamada. Lo siento, ya estoy aquí.

―Esperemos por Leila y John para comenzar a grabar ―apuntó Justin, quien estaba exasperado por el retraso.

Al cabo de unos minutos, los hermanos llegaron. Leila, algo disgustada, contó que le tomaron el reporte pero que la compañía no podría venir a reparar el aire hasta el día siguiente.

El asunto quedó así. El equipo se puso en funciones de comenzar a rodar y estuvieron en la clínica hasta cerca de las cinco de la tarde. Tenían material suficiente, y era momento de descansar luego de una ardua jornada.

Gertrude estaba cada vez más perezosa, por lo que, con menos temor de que se abalanzara encima de ellos, hicieron algunas tomas más cerca de lo acostumbrado. Justin estaba satisfecho. Faltaba solo aguardar por el momento del parto, cada vez más cerca. Apenas faltaban unos días.

Sorprendentemente, cuando casi se marchaban, un par de técnicos de la compañía de aires acondicionados se personó en el lugar.

―¡Qué extraño! ―exclamó Leila―. Me aseguraron que no vendrían hasta mañana, pues tenían mucho trabajo.

―Dicen que, ante tu insistencia, hicieron una excepción ―les explicó John quien los había recibido.

―Realmente no insistí tanto... ―respondió Leila, pero dejaron las cosas así. Lo importante era que arreglaran el aire acondicionado.

John hizo pasar a los especialistas y los dejó bajo la compañía de Keith y Peter, el dúo de seguridad que entraban de guardia a esa noche:

―Ante cualquier inconveniente llámenme a mí o a Luan.

―De acuerdo ―respondió Keith, quien era el más joven de los dos.

Caroline estaba bien cansada, pero se alegró mucho cuando supo que Luan ya estaba en casa. Había hecho buen viaje y no había motivos por los que temer. Deseando verlo, se despidió del equipo y se marchó. Unos minutos después, el resto de los muchachos hizo lo mismo. ¡Habían tenido un día realmente agotador!

Luan estaba preparando la cena cuando llegó Caroline. La princesa lo abrazó por la espalda y lo distrajo de su actividad con unos potentes besos.

―Te eché de menos... ―susurró él.

―Yo también, mi amor. Me alegro que estés de regreso. ¿Cómo te fue en Pretoria?

―Muy bien realmente. Tuve una entrevista con mi tutor, leyó lo que he escrito y me hizo algunas observaciones.

―Pronto podrás defender tu tesis.

―Eso espero, en unos meses. ¿Trabajaron mucho?

―¡Todo el día! ―exclamó ella mientras tomaba un poco de agua―. Empezamos tarde, puesto que... Luan, tengo que contarte algo, sucedió algo extraño con el aire acondicionado...

―¿Con el aire acondicionado? ―dijo él frunciendo el ceño.

―Sí, escucha. El aire se descompuso, y Leila llamó a la compañía. Martin, nuestro eléctrico, revisó y dice que cortaron los cables que suministran la energía. Parece ser algo intencional.
Luan se quedó unos instantes reflexionando.

―¡Qué extraño! ¿Quién haría algo como eso?

―No lo sé. Hace un rato, cuando terminamos, los técnicos llegaron para repararlo. Imagino que hagan un reporte sobre lo sucedido. Incluso no los esperaban hoy, pero finalmente llegaron.

―Todo esto es muy extraño, Caroline. Llamaré a Keith para pedirle que me mantenga al tanto y cuando terminemos de cenar, me llegaré a la clínica a echar un vistazo.

―Pienso que haces bien ―dijo la princesa dándole un beso.

Luan hizo su llamada ―los de la compañía estaban reparando el daño―, y aún no se habían marchado. Caroline se alejó para tomar un baño. Parte de su ropa estaba ya en casa de Luan.

Luego del baño, Caroline regresó a la cocina. El olor de la carne en el horno le hizo agua la boca y se acercó a Luan para darle un abrazo.

―¡Huele exquisito!

―Estará mejor cuando lo pruebes ―respondió él, orgulloso de su preparación.

―Me estás acostumbrando a esto.

―Esa es la idea: que no te quieras marchar.

―Sabes eso. No me quiero ir.

Luan enmarcó el rostro con sus manos y le dio un largo beso. Se sentaron a la mesa cuando la comida estuvo lista. Sirvió la carne con patatas y vegetales al vapor.

Estaban casi terminando, cuando el sonido de un teléfono los interrumpió.

―Es Keith ―murmuró Luan antes de tomar la llamada. Caroline supo de inmediato que algo no estaba bien―. Iré para allá. Avisa a John y Leila. ¡Que no se demoren!

―¿Qué sucede, Luan? ―Caroline se puso de pie al ver su preocupación.

―Es Gertrude, ha estado vomitando y no se siente bien... ―Su mente estaba en otra parte. Se notaba muy ofuscado―. Tengo que irme, Caroline.

―Iré contigo ―respondió resuelta.

―No, es mejor que te quedes...

―Luan, Gertrude es como de la familia. No te voy a dejar solo. Llamaré a Charlie para que nos lleve.

Charlie, en efecto, no tardó en aparecer. Con él iba Justin quien estaba a su lado cuando Caroline le avisó. Tampoco le había gustado aquello de que Gertrude estuviera vomitando, así que decidió ir con ellos a pesar del cansancio.

Luan fue en silencio durante todo el trayecto. Tenía un mal presentimiento, como su mamá esa misma mañana. "¿Sería posible que Kande estuviese en lo cierto y algo malo estuviese a punto de pasar?" Le dolía el corazón. No era normal que Gertrude estuviese vomitando, y solo rogaba porque todo estuviera bien.

Llegaron a la clínica. Luan se bajó de la camioneta todavía en marcha y entró a la zona delimitada, lo siguieron Caroline, Justin y Charlie. Ya John estaba allí, examinado a Gertrude quien estaba sentada sobre sus patas traseras, respirando con dificultad.

John lo miró con consternación:

―No me gusta lo que veo ―le confesó―. Vómitos, salivación excesiva, pupilas dilatadas...

―La han envenenado, ¿cierto? ―dijo Luan con un hilo de voz cayendo de rodillas junto a ella.

La respuesta no se hizo esperar:

―Me temo que sí ―respondió.

―Dios mío ―murmuró Caroline a sus espaldas.

―¡Oh, no! ―exclamó Keith angustiado, quien también estaba allí―. Yo solo le he dado su comida como siempre hago...

No era momento para buscar culpables. Entre Luan y John le indujeron el vómito, y luego el veterinario le proporcionó carbón activado y sulfato de sodio, así como gluconato de calcio vía intravenosa.

―¿Se salvará? ―preguntó Jus. A pesar de lo trágico del momento, el director estaba grabando con su teléfono. Aquello era parte del documental, y una denuncia hacia las personas sin escrúpulos que habían llevado a cabo semejante acto. ¡El mundo debía saber el crimen que habían hecho!

―No lo sé... ―respondió Luan.

―Debemos llevarla dentro, Luan ―indicó John.

El biólogo no pudo responder. Una súbita explosión en el edificio los dejó a todos sin palabras. El piso superior se estaba incendiando, y toda la clínica tenía el riesgo de perecer bajo las llamas.

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