Capítulo 32

El molesto zumbido perturbó su sueño. Caroline estaba dormida en su regazo por lo que Luan, entre bostezos, hizo malabares para tomar con su mano libre el teléfono que vibraba en la mesa de noche. Creyó que era el suyo, pero se quedó pasmado al constatar que era el de la princesa y que en la pantalla decía: “Madre”. Ante la sorpresa y el temor de casi contestar, el teléfono se le cayó de la mano y fue a parar justo en la cabeza de Caroline.

―¡Ay! ―se quejó ella medio dormida.

Luan le dio un beso en el punto exacto donde había recibido el pequeño golpe. Sin embargo, ya el daño estaba hecho y Carol no demoró en sentarse en la cama. Tenía el cabello todo revuelto, y el pijama dejaba al descubierto demasiada piel… Luan estuvo tentado de acariciarla y dejarse perder en ella, pero un mal presentimiento lo hizo desechar esa tentadora idea.

―Buenos días, mi amor. Lo siento, se me cayó el teléfono en tu cabeza mientras lo tomaba ―le explicó dándole el aparato―. Estaba vibrando insistentemente y no pude evitar leer en la pantalla que se trataba de tu madre…
―Habló despreocupadamente, pero la expresión en el rostro de Caroline le indicaba que esa llamada, a esa hora, no era algo habitual.

Luan se quedó en silencio, aguardando por ella. Caroline tomó el teléfono, advirtiendo las llamadas perdidas que tenía: en la anoche anterior de Max, en la mañana de sus padres, e incluso tenía un mensaje sin leer… La princesa lo abrió, y su rostro se ensombreció aún más mientras avanzaba por las líneas de Max. La estaba advirtiendo del desastre. Tenía miedo y ella también lo tenía.

―¿Pasa algo? ―Luan no podía aguantar más.

―Es que… ―tartamudeaba―. Max me escribió anoche para informarme de algo.

―¿De qué?

Caroline tragó en seco.

―Charlotte tuvo que rendir declaración al llegar a Ginebra, y Franz también ha hablado… Perderá su puesto en la Embajada, pero finalmente dijo lo que sabía. Mis padres ya están enterados de la desaparición mía…

―Comprendo. ―Luan se incorporó también de la cama―. Eso significa que también deben estar enterados de nuestra relación.

―Imagino que sí. ―Ella asintió. Un asunto iba de la mano del otro.

El teléfono volvió a vibrar encima de la cama. Luan advirtió que seguía siendo la familia de ella.

―Creo que deberías contestar ―le dijo mientras le daba otro beso en la cabeza―. Iré a mi casa a bañarme y cambiarme de ropa ―añadió mientras recogía del suelo las prendas que había dejado tiradas antes de sumergirse en la bañera el día anterior.

―¿No vas a desayunar conmigo?

―¿Vas a continuar ignorando a tus padres? ―repuso él desde la puerta y con la ropa en la mano, como un criminal que huye―. Si están llamando con insistencia es porque tienen algo que decirte, y sabiendo que ya están enterados de lo que sucedió, no creo que sea conveniente que continúes sin atenderlos. ―Su voz intentaba sonar calmada, pero ciertamente no lo estaba―. Nos vemos después. ―Intentó sonreír, pero al cerrar la puerta, su sonrisa parecía una mueca.

Caroline dejó perder la llamada. Necesitaba un minuto para ella. Fue al baño, luego se lavó la cara, se colocó ropa más encubridora, le envió un mensaje a Jus advirtiéndole que llegaría algo tarde al trabajo, e inició una videollamada con sus padres. A pesar de todo, estaba tranquila. Tenía la verdad de su lado, y esperaba hacérsela ver a sus progenitores.

―Buenos días ―saludó Caroline con una sonrisa cuando la llamada fue contestada.

―Buenos días ―respondieron sus padres al unísono. No había diferencia horaria entre Vaduz y Timbavati.

―Caroline, ¿estás bien? ―Fue su madre quien primero habló. Sofía de Baviera era una mujer hermosa, que se conservaba muy bien a su edad―. Estamos preocupados por ti.

―No podemos comprender ―prosiguió su padre―, cómo pudiste ponerte en peligro. Y más aún: cómo falló el protocolo de seguridad y es ahora que nos enteramos de que estuviste en riesgo…

Caroline suspiró. La llamada sería larga, por lo que veía.

―Charlotte y Franz se pusieron de acuerdo en no informar de lo sucedido, por sus propios intereses. La decisión de mantenerlo en secreto no fue mía, solo la mantuve. Lo hice porque no quería que se preocuparan en demasía. Estoy bien y no estuve en peligro, padre.

―¡Por supuesto que estuviste en peligro! ―exclamó―. Caroline, desapareciste con un hombre todo el día. Se perdieron en mitad de la reserva, sin comunicación alguna, y además anocheció contigo perdida, a merced de depredadores… ¡Esa es la definición de estar en peligro!

―Caroline ―prosiguió su madre―, tu padre y yo decidimos que es momento de que regreses a casa. ―A Carol no le pasó desapercibida la palabra “decidimos”, tan distinta de “pensamos”, “creemos” y “opinamos”. Simplemente era una orden.

―Voy a hacer todos los arreglos para que, la semana próxima, estés de regreso en casa. A finales de marzo será Semana Santa y Max tendrá vacaciones, será una buena ocasión para que te encuentre ya en casa. ―Su padre sí que sabía condicionarla. Max era alguien importante para ella, pero ni siquiera la posibilidad de pasar Semana Santa en familia la hizo claudicar.

―Mamá, papá… No voy a regresar ―dijo con decisión. Sus padres se quedaron en silencio y se miraron entre ellos, no se esperaban una respuesta de esa clase.

―Caroline, por favor ―habló Sofía―. ¡Ya has estado por bastante tiempo allí! Estamos informados de que el documental está próximo a terminar. ¿Qué más pretendes?

―Quedarme hasta que concluya mi trabajo, y luego vivir aquí.

―¿Cómo? ―Fue Luis quien saltó en su asiento.

―¡Caroline, eso es una locura! ¿Es por ese chico? ―añadió su madre.

―Ese chico se llama Luan Edwards, y es mi novio. Es la persona más extraordinaria que he conocido en mi vida y estoy absolutamente enamorada de él ―confesó sin vergüenza alguna―. Sobre lo que me preguntabas, debo decirte que quiero quedarme en Sudáfrica por mí y no solo por él. Que lo ame influye en esa decisión, pero no es definitorio. Me gusta estar en Timbavati, y tengo proyectos que quiero desarrollar. Luan es biólogo, como saben está haciendo su doctorado en inseminación de leones, y yo quiero ayudar.

―Carol, no…

―Por favor, mamá. Déjame terminar. Luan jamás me puso en riesgo. La decisión de salir sin mi equipo de seguridad fue mía. Lo hice por dos razones importantes: la primera, porque confío plenamente en Luan; la segunda, porque por una vez en la vida quería sentirme como una persona normal… ―La voz se le quebró al decirlo―. Creo que en ese punto pueden entenderme, ¿verdad? ―Ellos no respondieron, pero era evidente que lo hacían―. Luan conoce Timbavati como la palma de su mano, nadie hubiese podido protegerme mejor de cualquier peligro que él. Ni siquiera Charlotte ni su gente. Luan es quien mejor conoce su zona, los animales, sus instintos, y qué hacer ante una situación inusual. Timbavati es un lugar seguro, vienen miles de turistas al año y no sucede nada. ¿Por qué conmigo tendría que ser diferente?

―Es que algo sucedió contigo. Tuvieron un accidente ―hizo notar Sofía.

―Tuvimos mala suerte al finalizar el viaje. Explotó la batería de la camioneta, no nos causó daño alguno, pero sí afectó al teléfono de Luan. Eso puede sucederle a cualquier persona, mamá. Te aseguro que Luan me dejó en un lugar seguro: en el interior de un baobab acondicionado como refugio. Allí tenía agua, alimentos, protección… Fue Luan quien se arriesgó a caminar diez kilómetros de noche para avisar donde yo me encontraba. Fue valiente por mí. Porque está enamorado de mí ―concluyó.

―También confiábamos en Franz y mira lo que sucedió ―le dijo su padre.

―Es cierto, pero Franz es una persona inescrupulosa. Tanto la versión que ha dado él como Charlotte, ha sido para implicar a Luan y mostrar la situación más grave de lo que realmente fue. Te aseguro que no me sentí jamás en peligro ni tuve miedo ―mintió un poco en este último punto―. Fue uno de los mejores días de mi vida. Franz fue una persona importante en mi vida, pero puedo asegurarles que jamás lo amé como amo a Luan ahora.

Sus padres volvieron a intercambiar una mirada significativa.

―Hagamos algo ―propuso Luis cediendo un poco―. Regresa a casa cuando termines el documental.

―¡Pero papá…! ―se quejó ella. ¿Acaso no la estaban comprendiendo? Ella quería permanecer en Timbavati.

―Escúchame, por favor ―la interrumpió Luis―. Regresa a Ginebra con Luan, para poder conocerlo y luego haremos las coordinaciones para que pases una nueva temporada en Timbavati, si es lo que deseas.

Caroline sonrió de oreja a oreja. ¡Aquel era el primer paso! Quería vivir en Timbavati para siempre, pero entendía que no podía ser algo que le soltara a sus padres así, de pronto. Por otro lado, conocer a Luan en Ginebra era un punto a favor. No le pasaba desapercibida la sutileza del lugar. Invitarlo a Vaduz, en Liechtenstein era algo más “oficial” como familia real. En cambio, en Ginebra, el encuentro era menos protocolar. Sea como fuera, lo importante es que querían conocer a Luan.

―¡Gracias, papá! ―exclamó feliz.

―La idea de que vivas en Sudáfrica no me encanta, Caroline ―prosiguió su madre―, pero si estás tan obstinada en ello, al menos queremos conocer al tal Luan. Lo hemos investigado a fondo, está limpio salvo por un reporte de agresión a una persona…

―Luan me lo ha contado, mamá, ¿cómo actuarías si te discriminaran por el color de tu piel? Lo llamaron “maldito negro”, eso es inadmisible.

Su padre asintió.

―Ciertamente es algo ofensivo.

―El mayor temor de Luan es que ustedes no lo acepten por venir de una familia interracial ―confesó.

―Eso no nos importa ―se apresuró a decir su madre, cosa que Caroline ya sabía―. Si es una buena persona y te quiere, eso es lo más importante. Sin embargo, queremos conocerlo para formarnos una opinión. Max habla muy bien de él, pero ya sabes que tu hermano siempre te apoya en tus locuras…

Caroline no pudo evitar sonreír.

―Lo único que nos preocupa de todo esto ―continuó su padre―, es que Timbavati o Sudáfrica no sean un lugar seguro para ti. Si llegara a nuestros oídos que estuviste en peligro de nuevo o que donde te encuentras ya no es un sitio seguro, no dudaremos en hacerte regresar. ¿Estás escuchando? ―dijo con autoridad―. Lo único que no puedo permitir es que un hijo mío esté en peligro.

―De acuerdo, papá. Estaré bien, te lo prometo. Timbavati es un lugar seguro ―enfatizó.

―Y si deja de serlo, ya no podrás vivir allí ―le repitió su padre―. En fin, eso era todo lo que teníamos que decir. Habla con tu novio para reunirnos en Ginebra dentro de unas semanas. Eso no es negociable, lo espero. Por favor, cuídate mucho, hija.

―Lo haré. Gracias, papá. Gracias, mamá. ―Caroline les lanzó un beso, sus padres se despidieron y la llamada concluyó.

Dejó escapar todo el aire que había estado conteniendo a causa del estrés que le causaba la llamada. A pesar de todo, creía que las cosas estaban bien y que sus padres habían sido justos con ella. Pedirles más habría sido impensable, teniendo en cuenta que no conocían a Luan aún y que, obviamente, estaban preocupados por su seguridad.

Lo primero que la princesa hizo fue llamar a su novio, pero el teléfono estaba apagado. "¿Por qué Luan hacía eso?" Luego Caroline intentó con Max, se lo debía, y su hermano contestó al segundo timbre, casi como si hubiese estado esperando la llamada. La princesa le contó los términos de la conversación y que, si bien al comienzo pretendían que ella regresara, al final llegaron a un punto intermedio, permitiéndole pasar una temporada en Sudáfrica mientras fuera un sitio seguro y conocieran a Luan antes.

―Me parece muy razonable, Carol ―apuntó su hermano―. ¡Estoy más tranquilo y feliz por ustedes! ¡Lo merecen!

―Gracias, Max, por pensar en nosotros. Un beso grande, te quiero.

Caroline terminó la llamada, pensaba ir tras Luan cuando Justin le pasó un mensaje diciéndole que estaban en el laboratorio, grabando a Gertrude y que la esperaban. La princesa se sintió mal de incumplir con su trabajo. La parte positiva es que quizás allí se encontrara Luan. Pensando en él se vistió a la carrera, tomó algo de café y una tostada pues moría de hambre y se dirigió, conducida por Charlie, hacia la clínica.

Luan se dio un largo baño en su casa para refrescar sus ideas. Estaba preocupado. Los ojos de Caroline le indicaban que algo no estaba bien y eso lo ponía aún más nervioso. No había tenido valor para quedarse, y, por otro lado, sabía que debía darle su espacio para que conversaran con tranquilidad. Sin embargo, ¿qué se habrían dicho? ¿La habrían obligado a regresar a Ginebra? Luan terminó de vestirse, con esa duda rondando en su cabeza.

Cuando llegó al laboratorio se sentó en su oficina, en la distancia observó al equipo de grabación junto a Leila y John. Ni siquiera había ido a saludarles, estaba muy nervioso. Encendió su PC para responder algunos mensajes y hacer la habitual copia de seguridad de la información, lo cual hacía religiosamente todas las semanas. Cada día había nuevos datos que aportar al trabajo, y eso debía preservarse de cualquier falla del sistema.

Estaba tan perdido en sus pensamientos que no notó que alguien estaba en su puerta. Levantó la mirada y se encontró con los ojos de Caroline, y su sonrisa lo tranquilizó un poco:

―Espero que la cena de esta noche quede estupenda ―dijo mientras se acercaba a él―, y el resto de las cenas en el futuro. Me prometiste que cocinarías siempre.

Luan se levantó del asiento y corrió a abrazarla. "¿Qué quería decir con eso?" Le dio un beso pero luego la apartó un poco y la tomó de los hombros.

―¿Qué sucedió?

―Todo ha ido bien. Al menos todo lo bien que podía haber ido con unos padres como los míos y siendo yo quién soy.

―¿Te quedarás? ―preguntó ansioso.

―Permíteme explicarte. ―Caroline lo obligó a sentarse y ella se quedó en sus piernas. Aquella postura no lo permitía concentrarse por completo, pero hizo su mayor esfuerzo―. Querían que regresara, no voy a mentirte, pero luego de que les hablara de ti y de lo que siento por ti, llegamos a un acuerdo.

―¿Cuál? ―El corazón quería salírsele del pecho.

―Cuando el documental termine regresaré a Ginebra. Tendrás que acompañarme puesto que mis padres quieren conocerte. Papá dice que esto no es negociable y que tendrás que ir ―añadió riendo―. Luego prepararán las condiciones para que regrese por una temporada más larga a Timbavati, contigo.

―Oh, Carol, eso es magnífico ―dijo de corazón.

―¿Qué parte? ―Rio ella―. ¿La de conocer a mis padres?

―Esa parte me pone nervioso, y aunque no tengo mucho tiempo libre me comprometo a viajar contigo para conocerlos. Sin embargo, lo que me hace el hombre más dichoso del mundo, es saber que vivirás en Timbavati. Conmigo —añadió radiante.

―La única condición de mis padres al respecto es que Timbavati sea un lugar seguro para mí. Ya les he asegurado que lo es. Y aunque me han hablado de una temporada, todos saben que me quiero quedar para siempre. ―Aquella última palabra quedó en el aire, uniendo sus corazones con la esperanza que contenía para ambos.

―Para siempre ―repitió él antes de perderse en sus labios, sin embargo, una duda lo hizo apartarse un poco―. Carol, ellos… ―No sabía cómo decirlo―. ¿Saben cómo soy?

Ella asintió.

―Te han investigado por completo, incluso saben lo que sucedió con Timothy y lo comprenden. Para ellos, el color de tu piel, no importa. Solo que seas buena persona y me quieras. Esas fueron sus palabras ―explicó la princesa rodeándolo con sus brazos.

Luan suspiró largamente, no podía estar más feliz.

―Es bueno saber eso, Carol ―confesó. Para él era en extremo importante que lo aceptaran tal y como era.

―Te amo, Luan. ―Él no le contestó, pero en su lugar le dio un largo beso que le privó del aliento.

―¡Hum! ―exclamó alguien a sus espaldas. Era Justin, quien los miraba entre riendo y el ceño fruncido―. Esperamos por ti, princesa. ¿Qué es eso de besarse en horario de trabajo? ―se quejó desde el umbral de la puerta.

Caroline se ruborizó por completo mientras se alejaba de Luan.

―Es un por una buena razón, te lo aseguro ―le dijo aproximándose―. He hablado con mis padres. Quieren conocer a Luan y permitirán que me quede en Timbavati.

Jus le dio un fuerte abrazo mientras gritaba de felicidad.

―¡Qué gran noticia! Tienes razón, ¡bésense! Hay que celebrar. Saldré afuera con los chicos. Te espero en unos minutos.

Caroline le agradeció de corazón, regresó a los brazos de Luan y le dio otro largo beso a su chico, siguiendo las indicaciones del director.

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