Capítulo 30
Caroline despertó con las caricias de Luan sobre su espalda. Se incorporó, desnuda sobre él, y le dio un beso. Habían dormido por algunos minutos. Se dejó caer a su lado en la cama y colocó la cabeza en su hombro con un largo suspiro.
―¿Estás bien? ―Luan le despejó la frente del cabello que invadía sus ojos.
―Demasiado bien.
―Yo también. ―Él la besó―. Ha sido la sorpresa más bonita que me han dado en la vida. Moría por verte, te soñaba a cada instante durante la conferencia, pero no imaginé que aparecerías aquí, de esta manera… ¡Tiene que ser un sueño!
―Un excelente sueño. Te confieso que tenía miedo de que no lo tomaras bien. No me habías invitado y me preocupaba invadir tu espacio científico…
―¡Caroline! ―la reprendió él, sin embargo, le dio otro beso―. Has invadido mi vida, pero para bien. Cada espacio te pertenece, y nada me hace más feliz que saberte aquí. No me sentí con el poder de invitarte. No pensaba reservar el hotel, y, además, no quería presionarte respecto a…. Respecto a esto.
―Te necesitaba, Luan. Desde hace mucho tiempo. Desde el baobab incluso… Fue por ello que me resultaba tan difícil renunciar a ti. La otra noche, cuando Justin nos interrumpió…
―¡Justin! ―Luan rio al recordarlo―. ¡Qué oportuno! Si no hubiese aparecido, ¿crees qué… ?
―Sí. Pienso que sí. Yo lo deseaba…
―Yo también ―confesó―. Tu sorpresa ha sido muy buena. ¡Incluso llamarte Oliver!
Caroline sonrió.
―Quería ponerme Gertrude, pero creía que tal vez no te sentirías cómodo acudiendo a la habitación de una mujer desconocida…
―Tienes razón, no lo hubiese hecho. Habría llamado a la habitación para reunirnos en cualquier otro sitio del hotel.
―Exacto. Yo quería que vinieras pues… ―Caroline se abrazó a Luan con más fuerza―. Te quiero, Luan.
―Y yo a ti, princesa. Y antes de que protestes, eres “mi princesa”, un título que solo puedo darte yo…
―Eso me gusta más. Las personas no eligen dónde nacen, ni en qué familia u hogar serán recibidos. Sin embargo, el resto de las elecciones que hacemos durante la vida dependen de nosotros mismos y son las más importantes. Hablo de los amigos, los estudios, la pareja… No es una decisión fácil, debo decir. Algunas personas llegan a tu vida solo de paso, otros amigos son para siempre ―como Jus―, y el amor es algo que simplemente sucede cuando menos te lo esperas. Yo no te esperaba, Luan, y sin embargo me sorprendiste tanto… Contigo me he replanteado muchas cosas, como mi profesión o el lugar donde deseo establecer mi hogar.
Luan la escuchaba con atención, era una plática importante.
―¿Y por qué tu profesión? No sé nada de fotografía, Carol. Lo que te dije aquella noche en la exposición no fue meditado.
―Era lo que sentías, y era verdad. Sin embargo, no me refería a ese momento sino a la experiencia que he vivido en Timbavati. Puedo continuar con la fotografía, otro tipo de fotografía por supuesto, y buscar proyectos más ambiciosos.
―¿Cómo cuáles? ―Luan no tenía ni idea.
―¿Recuerdas lo que te comenté? Que las cosas, para que resulten, no deben decirse con anticipación. Ni siquiera a ti.
―Está bien, princesa misteriosa. ―Luan no quiso preguntar más, aunque tenía curiosidad. Un beso de Caroline y palpar su desnudez nuevamente le nublaron el juicio por completo. Luan se perdió en ella, como quien no puede saciarse nunca, y Caroline correspondió cada beso, con las mismas ansias de volverse uno.
Caroline despertó con un suculento desayuno en la cama. Había dormido estupendamente con Luan, el tiempo que en realidad durmieron ―que no había sido mucho―. El despertó temprano para repasar su conferencia y luego pedir servicio a la habitación.
―¡Buenos días! ―exclamó él depositando una bandeja sobre la cama.
―Creo que puedo acostumbrarme a esto. ―respondió Caroline dándole un beso y sonriendo ante la nutrida bandeja.
―¿Y no lo estabas? ¿No se les lleva a las princesas el desayuno a la cama?
―¡Qué equivocado estás! ―Rio―. En el castillo se desayuna muy puntualmente en el comedor. En casa de mis padres es igual, y en mi vida de estudiante siempre comía junto a los otros, sin distinción alguna…
―¡Oh! Ya veo… Entonces será conmigo con quien recibirás tratamiento real.
―Me encanta tu tratamiento real… Sobre todo… ―Luan la calló con un beso, avergonzado de lo que fuera a decir.
―Compórtese, princesa.
―Iba a hablar de otra cosa, no de “eso”.
―¿Y qué cosa era? ―la retó.
Caroline se ruborizó, no tenía nada en mente así que se quedó más que en evidencia.
―Mejor comamos, muero de hambre.
―Yo también. ―Luan preparó unos bocadillos, sirvió el té… Y a pesar del apetito que tenían las ansias de amarse eran demasiado grandes, así que el desayuno duró más de lo previsto.
Luan la estaba besando, cuando el teléfono de Caroline sonó. El semblante de la princesa se iluminó al ver que era Max. No dudó en contestar enseguida.
―¡Hola!
―Hola, Carol. ¿Qué tal Pretoria? ―preguntó su hermano, quien no le perdía ni pies ni pisada.
―Maravillosa. Te pondré en altavoz para que Luan te salude.
―Hola, Max. ―Luan no estaba seguro de si su cuñado tendría idea de lo que había sucedido. Era evidente, al menos, que Carol y él estaban juntos.
―Hola, Luan. Me alegra saludarte.
―A mí también.
―Les deseo que pasen un buen fin de semana. En Oxford tenemos un clima horroroso por estos días.
―Cuídate, Max. Por favor ―le pidió Caroline.
―¡Lo hago! ¡Cuídense ustedes también! Hey, Luan, te encomiendo a mi hermanita. Hazla feliz.
―Lo haré ―respondió el biólogo.
―Lo soy ―contestó Caroline mirando a Luan.
Se despidieron por el momento y la princesa se detuvo a hacerle el nudo de la corbata a Luan, pues a él no le salía nada bien.
―No soy príncipe. ―Rio.
―El mío sí. ―repuso Caroline―. Por cierto, quiero bajar contigo y ver dónde exponen. Sé que no podré quedarme, pero…
―¿Te interesaría hacerlo?
―¡Por supuesto! Amo escucharte y me interesan estos temas. Quiero aprender ―le confesó. Cuando lo dijo era porque tenía la idea de la ONG en mente.
―Hablaré con los organizadores para que puedas estar de oyente.
―Gracias. ―Caroline lo había previsto, así que había viajado con un traje sastre de color azul que le asentaba muy bien para aquel espacio académico. Ilusionada, corrió a vestirse para estar lista pronto.
Bajaron en el ascensor hasta la planta del evento. Varios asistentes tomaban café aguardando la hora para entrar. Caroline miraba con interés a la concurrencia, sin conocer a nadie. Todos estaban conversando muy agradablemente en diversos grupos, y por el camino le llegaban al oído palabras que no sabía lo que significaban. Estaba algo sobrecogida por inmiscuirse en un mundo que no era el suyo, pero quería que lo fuera, así que estaba poniendo todo su empeño por dar el primer paso y escuchar a personas tan preparadas. Luan le dio el brazo y caminaron unos metros hasta sentarse en una mesa de una cafetería que estaba justo en frente del salón principal.
Luan pidió par de capuchinos, para despertarse aún más. Le tomó a Caroline la mano por encima de la mesa e iba a llevársela a los labios cuando una voz ronca lo tomó desprevenido:
―¡Luan Edwards! ―El tono, aunque enfático, no era el más cordial y eso se percibía de inmediato. Caroline lo sintió así, y se asustó un poco con la interrupción.
Luan se puso de pie como impulsado por un resorte, y Caroline lo imitó. Frente a ellos estaba un hombre de mediana edad, de tez pálida, ojos grises y un tanto calvo. La princesa le echó una ojeada a su novio y advirtió que se tensaba mucho.
―Timothy ―masculló con los dientes apretados.
Caroline supo enseguida de quién se trataba, y sintió desprecio por el hombre que tanto daño le había hecho a Luan sin merecerlo.
―Ya veo que tienes novia, y muy bonita, por cierto. ¿No me la presentas? ―añadió el hombre con fingida amabilidad mientras centraba su mirada en Caroline.
La joven tomó a Luan de la mano para infundirle apoyo y se hizo cargo de la situación.
―Me presento yo misma ―dijo la chica alargando su mano libre para estrechar la de Timothy fingiendo cordialidad―. Soy Caroline Alexandra Marie, Princesa de Liechtenstein y Condesa de Rietberg.
Timothy la miró sorprendido, Luan también lo estaba. Carol no solía presentarse así… ¡Con todos sus títulos!
―Es… ―balbuceaba―, es un placer conocerla, Su Alteza. Yo no sabía que estaría aquí…
―Vine en calidad de oyente, acompañando a mi novio de quien me siento muy orgullosa. Puede llamarme Caroline, a fin de cuentas, la igualdad es una máxima que me encanta aplicar en la vida. Clasificar a las personas por rango no es correcto, ¿verdad? En realidad, ninguna clasificación que vulnere la dignidad humana puede permitirse, ¿no le parece?
Timothy comprendió a qué se refería, así que tragó en seco y solo asintió.
―Hasta luego, su Alteza. Que disfrute de las sesiones ―dijo al fin, sin apenas mirar a Luan.
Caroline lo vio marchar orgullosa, pero luego se volteó a ver a Luan. Él la miraba admirado con los ojos bien abiertos y una sonrisa.
―¿Sabes quién es?
―Sí, lo sé. Tu madre me contó sobre él, tenía miedo de lo que pudiera pasar y al verlo no he podido evitar darle su merecido.
―¡Dios, Caroline! Has estado fabulosa… ―Él la abrazó sin importarle que varias personas los estuvieran viendo.
―Gracias, mi amor. No acostumbro a presentarme con tanta formalidad, pero para ese señor será una gran lección saberte saliendo con una princesa.
―Probablemente no comprenda como tú te has fijado en mí.
―Puede ser, pero a mí lo que me importa es que lo comprendas tú ―repuso Caroline―. Y ha sido porque te admiro, porque me haces feliz, y porque hay cosas que para el amor simplemente nacen, como una especie de magia. Y eso tenemos los dos: algo mágico. Soy afortunada de haberte encontrado, Luan.
―Cada día te quiero más ―confesó.
―Lo mismo me sucede a mí.
Luego de que Luan solicitara el permiso para Caroline, los dos entraron al salón de exposición. El biólogo la dejó sentada en una silla del público, y subió al estrado donde compartiría mesa con el panel, donde se encontraba Timothy, y dos ponentes más. Timothy no era un científico, pero su experiencia desde la conservación era contraria en algunos puntos con el trabajo de Luan.
Caroline los estaba observando, cuando una pareja llamó su atención. Se estaban sentando justo al lado suyo: eran Tina y un compañero de cabello rubio que no sabía si sería su pareja… Carol la reconoció de inmediato, y la bióloga al parecer la recordaba también de aquel fugaz encuentro durante el safari de San Valentín.
―Buenos días ―saludó Tina con una sonrisa.
―Buenos días ―respondió Caroline intentando sonreír también.
―Nos volvemos a encontrar ―continuó la mujer―. Él es mi novio, Frank Smith. Frank, ella es la princesa de Liechtenstein.
Caroline y el tal Frank se saludaron, pero la princesa se quedó con la duda de cómo Tina sabría de su título. Luan nunca la presentó así, salvo que el padre de ella ya le hubiese contado. La propia Tina, al ver su desconcierto, aclaró la situación:
―Mi padre me ha dicho que está saliendo con Luan ―continuó―. Lástima que aquel día que nos presentaron él no me dijo quién era…
―Me presentó como Caroline, y eso es más que suficiente.
―Comprendo.
Tina no sabía qué más decir. Era una situación un tanto peculiar, aunque no había dejado de afectarle un poco enterarse de la identidad de la nueva novia de Luan. Imaginar que él continuaría con su vida era una cosa, pero descubrir que lo había hecho con una princesa real era un tanto… ¿Humillante para ella? Luego de haberlo despreciado, sin duda se sentía como una completa estúpida.
Luan observaba desde la distancia, con el ceño fruncido, la conversación que estaba sucediendo. No podía escuchar lo que se decían, pero esperaba que la situación no se fuera de las manos. La sonrisa de Caroline, directamente hacia él, lo calmó un poco.
Las intervenciones comenzaron. Timothy fue el primero. En su discurso rechazó, como actividades de conservación, al uso de métodos y técnicas artificiales para la reproducción en algunas especies que por sí solas pueden reproducirse sin problema alguno, como los leones. Aquello iba directamente hacia Luan, pero a él no le importó.
Cuando llegó su turno, el biólogo hizo una presentación extraordinaria sobre sus protocolos, el laboratorio donde, con pocos recursos, habían logrado la inseminación y llevar casi a término la gestación de Gertrude.
―Queda probado ―dijo―, que la inseminación de leones es posible, aunque nunca antes se hubiese logrado. Sabemos que se trata de un asunto polémico: de una parte, los que consideran que un protocolo puede ser mal utilizado para propiciar la crianza de leones en función de la caza enlatada… Por otro, nos hallamos los científicos quienes, con la mente y el corazón mirando hacia el futuro, comprendemos que la ciencia está para explorar estos nuevos caminos y diseñar estrategias que contribuyan a mejorar la especie. La caza enlatada y las granjas de criaderos de leones ya existen, no son consecuencia directa de mi proyecto. Con o sin inseminación, estos lugares horrendos continuarán hasta que, desde el Estado y las organizaciones se promuevan leyes más estrictas que las prohíban y condenen. Con esto quiero decir que, la inseminación en leones bien utilizada, contribuirá a lograr descendencias más saludables, evitando la consanguinidad tan frecuente debido a la disminución de ejemplares; haremos nacer leones blancos, logrando así que una variante tan importante dentro de nuestra biodiversidad no se pierda para siempre. Como siempre digo, la ética del investigador en estos casos es lo más importante. Por todos es conocida la anécdota que llevó a la creación de los Premios Nobel. Alfred Nobel descubrió la dinamita, un explosivo tan importante para el mundo moderno: la minería, la construcción, y, tristemente, también la guerra y la muerte. Para intentar enmendar su culpa, en su testamento dispuso que la gran mayoría de la fortuna que había amasado con su invención fuera destinada a premiar a aquellos cuyo trabajo beneficiara la humanidad. En nuestro caso, estamos apostando por técnicas y métodos encaminados a la conservación de la biodiversidad. Pienso que el premio que recibamos de la vida y de la naturaleza valdrá la pena. Nobel creía que la ciencia, desde la ética, puede salvarnos y hacernos mejores seres humanos. Yo también lo creo, y es por ello que comparto estos resultados con ustedes, confiando en que el futuro veamos una África sin especies en peligro; un mundo sin especies en extinción. Un mundo mejor que el que tenemos hoy ―concluyó.
Luan jamás esperó que su intervención fuese tan bien acogida. Sus palabras calaron hondo entre la comunidad científica, que se puso de pie para ovacionarlo. Timothy, aunque no aplaudió, tuvo que observar el apabullante apoyo que recibía Luan del mundo académico. Caroline, orgullosa, también se puso de pie para aplaudirlo. Tenía la certeza de que el trabajo de Luan, unido a los esfuerzos y recursos de una ONG, contribuirían a lograr ese mundo mejor que ambicionaban. Y en ese mundo del futuro vivirían felices, porque los sueños, a veces, sí se hacen realidad.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top