Capítulo 3

Un malhumorado Luan miró a Justin con el ceño fruncido desde el marco de la puerta abierta.

―¿Te has vuelto famoso? ―inquirió.

―¿Por qué? ―Justin rio, aunque imaginaba la respuesta.

―Primero fue esa mujer que no me permitía subir, y luego este hombre ―señaló al guardaespaldas―, que me ha revisado de pies a cabeza. ¡Me ha tocado hasta las pelotas!

Justin soltó una carcajada imaginando la escena.

―¡Qué suerte tienes! A mí, como ya me conoce, no me pone ni un dedo encima. ―Charles, el guardaespaldas, se ruborizó al escuchar a Justin, pero le dio la espalda y se alejó para dejarlos a solas.

Luan entró al fin y saludó a su amigo, aunque todavía no sabía bien qué pensar.

―¿Vas a decirme que ha sido todo eso?

―Digamos que tengo a una invitada especial en casa.

―¿Es famosa? ―La curiosidad lo dominaba.

―No exactamente ―respondió pragmático.

―Si estás ocupado, puedo venir después.

―Descuida, mi amiga está durmiendo ―le informó. Luan se preguntó si se trataría de la misma chica de la víspera, aunque no creía que la fotógrafa fuese tan famosa, así que descartó la idea.

―Estupendo.

Los amigos se sentaron a la mesa del comedor. Justin sirvió zumo de arándonos para los dos y se aclaró la garganta luego del primer sorbo:

―Voy a andarme sin rodeos, Luan. Quedé maravillado con Timbavati el año pasado, ya lo sabes. Tengo casi todo el financiamiento para hacer el documental, pero necesito de tu ayuda. Es primera vez que dirijo un proyecto tan importante y lejos de casa.

Luan asintió.

―Mis padres tienen ya la autorización de los demás propietarios de la zona para tu equipo. Cuentas con nosotros para alojarte el tiempo que sea preciso.

―Pagaremos por habitación y comida, por supuesto. No queremos afectar al hotel, aunque espero que puedan hacernos un descuento por el tiempo de estancia, que no será poco.

―El costo de habitación podemos ajustarlo. De hecho, me gustaría hacerte una propuesta...

Luan se interrumpió cuando vio aparecer a la joven fotógrafa. Ella se sorprendió un poco cuando sus miradas se cruzaron, al parecer lo reconoció de inmediato.

―Así que eras tú ―comentó con una media sonrisa a pesar de su estado de ánimo.

Luan también sonrió al verla, aunque se había quedado sin palabras.

―Lo siento, no quería interrumpir ―explicó Caroline―. Solo vine a por un poco de agua.

―No interrumpes nunca. Sé que ya se conocieron anoche, pero de igual forma los presento. Ella es... ―Justin pensó presentarla formalmente, pero una mirada de Carol lo hizo cambiar de idea―. Ella es Caroline, mi mejor amiga. Y él es Luan Edwards, mi amigo de la reserva de Timbavati en Sudáfrica.

―Encantada. ―La joven estrechó su mano.

Pensaba marcharse luego de beber el agua, pero decidió sentarse a pesar del agotamiento. Justin había hablado de Sudáfrica. Para ella aquel país no le generaba demasiado interés, pero ahora era el destino de Franz y eso le daba mucha curiosidad.

―¿Has dicho que están trabajando?

―Sí, voy a rodar un documental en Timbavati el año próximo ―le contó Justin.

―Me habías hablado de un documental, pero no de que volverías a Sudáfrica.

―No estaba seguro, y lo hablé con Luan hace poco. Necesitaba financiamiento y ya lo tengo.

―Estoy orgullosa de ti. ¿A qué te dedicas, Luan? ―Caroline fijó su mirada azul sobre el desconocido.

―Soy biólogo ―respondió al fin―. Estoy haciendo mi doctorado en la Universidad de Pretoria sobre la reproducción de los leones por inseminación artificial.

―¡Eso se escucha interesante! ¿Se ha hecho alguna vez? ―preguntó ella con curiosidad.

―Es la primera vez que se diseña un protocolo para algo así ―confesó―. Por lo general los leones se reproducen bien en cautividad, pero la inseminación artificial, de lograrse, traería muchos beneficios para la especie.

―¿Y cómo te relacionas con Timbavati?

―Nací allí; mis padres son dueños de un hotel. Timbavati es una reserva privada de unos cincuenta propietarios y ellos son parte de esa comunidad. Es un sitio maravilloso para la conservación de la biodiversidad.

―Así es. Si tienes suerte puedes ver allí a los cinco grandes ―apuntó Justin refiriéndose a los cinco mamíferos africanos: león, rinoceronte, búfalo, leopardo y elefante, parte esencial de la experiencia en la reserva.

―Recuerdo haber visto tus fotos, Jus ―afirmó Caroline.

―¿Cuál era la propuesta que ibas hacerme? ―Justin retomó la charla que se había interrumpido cuando apareció la princesa.

―Sé que tu mayor interés es hacer un documental sobre Timbavati, pero ya se han hecho varios sobre la reserva. Pienso que sería interesante que documentaras también el proceso de inseminación que estaremos desarrollando en unos meses. Como dije, sería la primera vez que algo como esto se haga. Incluso pensamos que esta técnica pueda servir para obtener más ejemplares de leones blancos. ―Luan habló atropelladamente, pero se notaba pasión en lo que decía.

Fue Caroline quien primero respondió:

―No sé absolutamente nada de lo que estás hablando, pero se escucha como algo fascinante.

―Gracias. ―Luan le dedicó una mirada. Notaba su rostro demacrado y las ojeras que tenía. ¿Se encontraría bien?

―Me toma un poco de sorpresa, amigo, pero sin duda es algo muy interesante. Sin embargo, tampoco sé nada del tema. Tendría que estudiar un poco para saber si me resultaría conveniente explorar esa área.

―Mañana daré una conferencia sobre ello en el Sikypark. Estás invitado a acompañarme para que conozcas un poco más sobre lo que estoy investigando y decidir si te interesa incluirlo en el documental. De hecho, los dos están invitados ―rectificó, observando de nuevo a Caroline.

―Gracias, eres muy amable. ―Ella no se comprometió a asistir, pero no podía negar su súbito deseo por hacerlo.

―Me encantaría participar ―aceptó Justin―. Puedo llevarte si gustas. Son unas dos horas en coche.

―Pues perfecto. ―Luan estrechó su mano para cerrar el trato.

Si le daba visibilidad a su trabajo a través de un documental, podría llamar la atención sobre ello y obtener inversionistas que quisieran subvencionar su propio centro de investigación. Era un sueño, pero era posible: debía llevar a la práctica su protocolo y hacerse doctor en Ciencias para conseguirlo. Carol, por su parte, decidió retirarse para dormir al fin. Estaba bastante cansada; sin embargo, una idea bullía en su cerebro y con ella en mente se quedó profundamente dormida.

―¿Se siente bien? ―preguntó Luan cuando se marchó.

―No está pasando por un buen momento ―reconoció Justin, sin dar demasiados detalles.

―Se nota que son muy buenos amigos.

―Es mi alma gemela. ―Rio.

Luan sonrió. Siempre se había llevado bien con Justin, para él las preferencias sexuales no eran un condicionante para entablar una buena amistad.

―No sabía que fuera una persona tan famosa ―insistió―. Para tener a un equipo de seguridad plantado en tu puerta, es porque se trata de una celebridad.

―No es una celebridad, pero sí una persona importante. Su familia lo es ―respondió Justin. No tenía prohibido hablar de Caroline, pero le encantaba mantener el misterio. Y tal vez en algún momento se lo dijera a su amigo, aunque prefería dilatar la noticia, pues había visto la manera en la que Luan había mirado a la princesa―. ¿Comenzamos? Voy a exponerte mis ideas ―inició Justin―, y luego podremos discutirlas.

―Me parece bien ―asintió Luan. Y de esta forma, la conversación sobre la princesa concluyó y la charla sobre trabajo los invadió por las siguientes dos horas.

Caroline despertó en la tarde, muerta de hambre, pues apenas había comido. Para su sorpresa, el atractivo biólogo de bronce se había marchado ya.

―Te guardé la cena en el horno. ―La voz de Justin la sobresaltó―. ¿Pudiste dormir?

―Sí, gracias. ―Caroline comenzó a comer de la comida japonesa que habían pedido. Estaba deliciosa.

Justin se sentó frente a ella y la miró con curiosidad.

―Has impactado a Luan ―le dijo sin titubeos.

―Estás bromeando. ―Sin embargo, se ruborizó.

―Es cierto. Y lo mejor de todo es que no tiene idea de quién eres.

―¿No? ―Aquello le agradó―. Pensé que al final terminarías diciéndoselo.

―Pues no. Sabe que eres alguien importante y que...

―No soy nadie importante ―le rectificó―, solo tengo un equipo de seguridad.

―De acuerdo. Lo que quiero decir es que no sabe nada de tu título. Para él eres simplemente Caroline.

―Eso es bueno.

―Por eso insisto en que le impresionaste por ti misma. No sé cómo no te percataste de la manera en la que te miraba. ¡Sus ojos brillaban al verte!

Ella se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.

―Debe haberme mirado con pena y lo estás confundiendo con algo más. Es probable que no lo sepas, pero no tuvimos un buen comienzo. ―Y sin sombra alguna de rencor, Carol le contó cómo se habían conocido.

―Vaya, en verdad no lo sabía. ―Justin se había quedado impávido cuando la confesión terminó―. De igual forma creo que...

―No necesito a nadie más en mi vida, Jus ―le interrumpió―. Me duele el corazón desde que Franz y yo terminamos. Fue anoche, ¿recuerdas?

―Lo siento, tienes razón.

―No te preocupes, sé que lo haces por mi bien, pero ahora mismo lo que más necesito es centrarme en un proyecto que me apasione y hay una idea que me ronda desde esta mañana.

―¿Cuál?

―Quiero ir contigo a Sudáfrica a filmar el documental.

―¿Qué? ¿Estás loca? ―Los ojos de Justin querían salírsele de sus órbitas.

―Quiero ir a Sudáfrica ―repitió.

―Eso lo dices por Franz.

―Puede ser ―reconoció―, pero quiero demostrarle que puedo hacer algo valioso también por la región.

―No necesitas probarle nada a Franz, cariño. ¡Él es un estúpido!

―Tal vez, pero tiene razón al dudar de mi capacidad para estar lejos de casa, en África. Quiero probarle que puedo ser la esposa de un diplomático.

―Puedes ser quién quieras, Carol ―insistió―, pero no puedes depender de Franz para encontrarte a ti misma.

―Sé que tienes razón, pero me encantaría ayudarte en el documental. Puedo hacer la fotografía y salir de mi zona de confort. Ya ves que la crítica ha sido implacable conmigo y tal vez necesite hacer algo nuevo.

―¿Estás segura? ―Justin todavía tenía dudas―. ¿Crees que tu familia lo permita?

―Suenas como Franz. ―Rodó los ojos―. Puedo ir, te lo garantizo. Lo mejor de todo es que es un proyecto tuyo, no algo que ideé yo para ir tras Franz. Pensé en hacer voluntariado u otro empleo que me permitiera vivir en Sudáfrica y probarle a él de lo que soy capaz, pero en todos esos escenarios me vería como una neurótica que fue tras él... Ahora no, es distinto. Franz sabe que haces cine y que eres mi mejor amigo... ¡La vida me ha puesto por delante esta oportunidad y quiero sacarle provecho! Le prometo que trabajaré muchísimo, director.

Justin se levantó de su asiento y la estrechó entre sus brazos.

―¡Bienvenida al equipo, su Alteza! ―gritó.

Y en esta ocasión, Caroline se echó a reír.

Convencido en que solo lo hacía por curiosidad, Luan Edwards hizo una búsqueda en Google desde la comodidad de su cama de hotel esa noche: "Caroline de Rietberg". Salieron varios sitios sobre la exposición, y por lo que pudo advertir de los titulares, no eran muy benévolos con ella. Sintió pena, sobre todo por lo que le había dicho esa noche. Tal vez eso justificaba la tristeza en sus ojos...

Un nuevo titular llamó su atención y lo hizo leer la noticia completa, que comenzaba así: "Caroline de Reitberg, como se hace llamar la Princesa de Liechtenstein, ha debutado en la fotografía conceptual...".

Perplejo, Luan hizo una nueva búsqueda, esta vez: "Princesa Caroline de Liechtenstein" y las fotos de una joven princesa lo dejaron sin aliento.

―¡Es ella! ―exclamó en voz alta.

No había duda alguna, aquella chica que conoció en la exposición con un hermoso vestido negro, era una princesa. La misma que había encontrado en casa de su amigo con el rostro triste y demacrado.

―¡Qué surrealista! ―volvió a exclamar. ¿Cuáles eran las posibilidades de conocer a un miembro de la realeza?

Luan negó con la cabeza. A él no le interesaban esas cosas. Ella le había gustado desde que la conoció, pero ahora sabía que no tenía ninguna oportunidad con ella. Sus mundos eran muy distintos, y aquello se desvanecería como una simple atracción que nunca debió haber existido.

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