Capítulo 28
Max se marchó al día siguiente, dejando a Caroline con cierta tristeza. Lo echaría mucho de menos, eran muy unidos. Sin embargo, algo la tenía realmente ilusionada: la posibilidad de crear una ONG y de dirigir un proyecto que apostara por la conservación de la biodiversidad. Ella podría encargarse de la parte artística, la divulgación y comunicación. Jamás pensó que su idea pudiese volar tan alto, y confiaba en que la misma pudiese llevarse a cabo. Max le prometió que movería algunos hilos al respecto, puesto que la parte más compleja era buscar personal para la fundación de la organización y vías de financiamiento. El trabajo de Luan requería de recursos, era costoso, y debía pensarse la mejor manera para hacer las recaudaciones.
Caroline mantuvo este asunto en silencio, no quería contarle a Luan. En primer lugar, tenía miedo de que cualquier tropiezo impidiera que se llevara a la práctica. En segundo lugar, temía que Luan pusiera algún reparo. Era orgulloso, y por el otro lado tal vez sintiera demasiada responsabilidad y presión de saber que un proyecto tan ambicioso se estaba desarrollando, entre otras cosas, para impulsar su trabajo.
La princesa tomó algo de tiempo para hacer anotaciones, investigó, tomó toda idea que le pareció interesante para la organización, y fue poco a poco, en una noche de insomnio, conformando la misión de la entidad que vería nacer como a un hijo.
El trabajo del documental había avanzado bastante, aunque todavía faltaban algunas semanas para filmar el nacimiento de los cachorros, que sin duda serían la mejor parte. Caroline estaba esa noche perdida en sus pensamientos cuando llegó Luan. Su visita a aquella hora se había vuelto costumbre y era muy bien recibida. El sudafricano no había querido presionar a Caroline en lo más mínimo. No habían pasado al “siguiente nivel”, pero él no tenía prisas. Luego del shock que la noticia de Franz le había causado, Luan no pretendía que ella se sintiese apresurada en ningún sentido.
El amor había ido madurando entre ellos. En las noches conversaban de temas disímiles, conociéndose cada vez más. Luan le hablaba de su niñez, tan distinta a la suya, pero feliz como ninguna otra. Carol le contaba de mil detalles de la Casa Real que jamás habría imaginado, y de los internados donde había estudiado. Así, de a poco, se iban conociendo y admirándose más.
―Un beso por tus pensamientos ―le dijo él desde el umbral de la puerta.
―Es tentador, pero no ―se rio ella―. Estaba pensando en el futuro, y a veces cuando decimos los sueños en voz alta, se frustran. No pienso arriesgarme, así que te besaré yo… ―La princesa se puso de pie y se apoderó de sus labios, en uno beso tan estremecedor y apasionado que lo tomó desprevenido, privándolo del aliento.
―Ese fue un gran beso.
―Gracias. ―Caroline volvió a sonreír, haciéndose la orgullosa, y lo condujo al sofá.
―Quería contarte algo.
―¿Qué es?
―Estaré fuera este fin de semana, Carol ―le contó―. Participaré en una Convención sobre biodiversidad que sesionará en el Hotel Protea en Pretoria. Debo estar los dos días. Es un compromiso que contraje antes que nosotros…
―Entiendo. ―Ella lo silenció con otro beso más corto―. ¿Te alojarás en el hotel?
―No, es un gasto excesivo. Parte de los congresistas que son extranjeros o viven en otras ciudades sí lo harán, pero en mi caso no. Tengo rentado un pequeño departamento en la ciudad, donde me quedo de vez en cuando siempre que voy a la Universidad.
―Fue donde te escondiste aquellos días que estuvimos separados, ¿verdad? ―Caroline frunció el ceño recordando los momentos más difíciles que habían vivido.
―Sí, pero ultimamente voy menos. Tengo motivos para regresar a Timbavati todos los días.
Caroline lo abrazó.
―Te echaré de menos este fin de semana.
―Yo también a ti, en realidad no tengo deseos de asistir ―confesó.
―¿Por qué?
―Como el parto de Gertrude es dentro de poco, presentaré resultados parciales de mi investigación, y tengo miedo de que no sea bien recibida por la comunidad… ―le respondió. Estaba pensando en el padre de Tina específicamente, pero no quiso preocuparla con esto. Caroline no estaba al tanto de las discrepancias en el ámbito académico, así que no comprendió la magnitud del asunto.
―Estoy convencida de que todo saldrá bien ―le contestó.
―Gracias, mi amor.
Luan le enmarcó el rostro con sus manos. La conversación se detuvo en ese punto. Esta vez la besó él, sin pensar en nada más, solo con el potente deseo de sentir sus labios húmedos y el dulzor que emanaba de ella. Caroline tembló, se acercó más a él, frotando su cuerpo con el de él… ¡Qué ansias de perderse en el bronce de su piel! Luan se dejó caer sobre el sofá y ella se colocó encima de él, en una posición que lo dejó sin palabras…
―Caroline…
―¿Qué? ―susurró ella contra sus labios.
―Te amo.
―Yo también…
Iba a suceder. Los dos lo sabían, lo ansiaban, lo anhelaban… Sin embargo, un llamado a la puerta los dejó pasmados. Luan frunció el ceño, y Carol se incorporó de mala gana.
―¡Diablos! ―exclamó Luan.
―Debe ser Jus.
En efecto, el director de cine aguardaba en la puerta con una caja de cervezas en la mano. Al ver el rostro de Caroline encendido, y su cabello fuera de sitio, comprendió que había llegado en mal momento.
―Lo siento.
―Por favor, pasa.
―Lamento importunar ―respondió el chico entrando―. Charlie está de servicio y yo me hallaba aburrido en mi habitación. Recordé que Luan había dejado estas cervezas en casa y quise traerlas…
―Excelente idea ―mintió Luan―, siéntate, amigo.
―Iré a pedirle a Charlie que también entre ―dijo la princesa saliendo un momento.
Charlie estaba de servicio, así que no podía beber, pero agradeció formar parte de la conversación. En un instante la intimidad se había quebrado y ya no volvería a ser la misma. La velada resultó muy agradable, se rieron un poco y luego vieron una película. A medianoche, Justin y Luan se marcharon, y Caroline se quedó con nostalgia de él, más aún luego de saber que el fin de semana no estaría. “¿Y si viajaba a Pretoria para estar con él?”.
Caroline despidió a Luan, quien marchaba hacia Pretoria. Iba directamente al hotel, por lo cual se había enfundado en un elegante traje:
―¡Madre mía! ―exclamó Justin cuando lo vio así―. El espíritu de Franz te ha poseído…
Caroline no pudo evitar soltar una carcajada y Luan también se rio.
―He usado traje muchas veces ―le recordó.
―Claro, pero aquí, en mitad de Timbavati, te ves francamente anacrónico ―refutó el director.
Caroline le dio un beso y le deseó muchos éxitos.
―Tu conferencia es el domingo, ¿cierto?
―Así es.
―¿Saldrás a algún sitio esta noche? ―Carol frunció el ceño, un tanto celosa.
―¡Por supuesto que no! ―Rio él―. Cuando termine la sesión de hoy en la tarde me iré a mi departamento a descansar y a prepararme para el día siguiente.
―Estupendo. ―Caroline lo abrazó. Sin embargo, no quiso contarle que había hecho algunos arreglos para el fin de semana y que le tenía una sorpresa. Ojalá Luan no la considerara demasiado invasiva.
El coche se alejó, y Carol entró a desayunar con los chicos. Se sentó en la mesa de Kande, mientras Justin hablaba con su equipo sobre el rodaje. Su suegra sirvió algo de café para las dos y untó un panecillo con jalea nacional.
―Está un poco tenso ―comentó Kande refiriéndose a su hijo.
―Estoy segura de que defenderá muy bien su trabajo. Lo he visto hablando, Luan es un excelente comunicador.
―Gracias, cariño, pero sus inseguridades vienen por otro rumbo…
―Me ha dicho que tema que no sea bien aceptado su proyecto.
―Así es ―asintió la dama―. Una persona en particular, dentro de esa concurrencia, puede hacerlo pasar un mal momento.
―¿Quién? ―Caroline moría de curiosidad.
―Timothy Martins, un afamado ambientalista ―le contó―. Luan ha tenido varios problemas con él. El profesional ha sido el de menos.
Caroline se quedó pensando en las palabras “ambientalista”, y en “problemas”, y comprendió de quién se trataba.
―¿Es el padre de Tina?
―Sí ―le confirmó.
―Luan me ha contado sobre todo lo que vivió con él. ¡Qué hombre tan desagradable! Sin embargo, los problemas profesionales no los mencionó.
―Porque tal vez no fueron los más graves; en la ciencia uno puede disentir, pero el racismo, en esta vida, no tiene otra interpretación.
―Estoy de acuerdo con usted.
―Espero que en esta ocasión Timothy tenga a bien comportarse con Luan. Te confieso que eso me tiene un poco preocupada. Mi hijo tiene sangre en las venas, Carol, y si lo ofenden… ¡Cualquier cosa puede suceder!
―¿Se quedaría más tranquila si le confesara que pretendo ir a Pretoria dentro de poco y alojarme en el hotel donde sesionará el evento? ―expuso Caroline de pronto atropelladamente.
―¡Oh! ―exclamó la dama con alegría―. ¿Lo dices en serio?
―Sí. Quería darle la sorpresa a Luan de estar a su lado. Aunque no pueda entrar en las sesiones, estaré allí y… ―se ruborizó―, pasaremos la noche en el hotel.
Kande sonrió también, muy satisfecha.
―¡Es un excelente plan! Estoy feliz de que hayas decidido sorprenderlo de esta manera.
―¿Cree que le parezca bien? ―dijo un tanto preocupada―. Temía que no lo fuese a tomar bien… No quiero invadir su espacio.
―Luan estará contento y orgulloso de saberte allí con él. Estoy segura. Yo, por otro lado, me siento más calmada de conocer que lo acompañarás.
―Estaré a su lado, siempre que pueda ―confesó.
Kande le tomó la mano y le sonrió nuevamente. Caroline era una chica estupenda, y su hijo no pudo haber tenido mejor suerte de encontrarla. Se merecían, puesto que Luan era un alma noble y bella. Y cuando las personas de bien se corresponden, solo se les puede desear muy buena suerte.
Luan estaba en el Protea hotel, específicamente en uno de los salones de exposición. Las temáticas habían resultado ser de su interés. Eran actuales y muy novedosas. Los debates académicos llevaban al impulso de la Ciencia, y él estaba orgulloso y satisfecho de ser parte de ese proceso y de aportar un poco con sus estudios. ¡Ojalá en el futuro pudiese hacer más!
Tina se había sentado a su lado, durante las sesiones de la mañana. Luego en el almuerzo le había presentado a su novio: un chico alto, también biólogo, de piel blanca, pelo rubio y ojos azules… Todo lo que él no era. No sintió celos, lo había superado, pero siempre que la veía recordaba todo lo que había pasado durante esa relación. La discriminación duele mucho y jamás se olvida.
A Timothy Martin, en cambio, no lo había visto aún. Tina había dicho, intencionadamente, que iría al día siguiente pues expondría en la misma sesión que Luan. Él ya lo sabía, pues había leído el programa, y eso lo ponía un tanto incómodo. No le tenía miedo, ¡por supuesto que no! Pero no quería que su disgusto nublara su juicio, o podría perderlas todas. Ahora que era novio de Caroline debía ser más cuidadoso que nunca con sus impulsos.
Pensó en ella, ¡cuánto la echaba de menos! Si Justin no hubiese llegado aquel día… Rememorar los instantes que pasaron en el sofá lo hacía estremecer.
Luan se perdió en sus pensamientos y dejó de escuchar al último ponente de la tarde… Quería recordar a Caroline, las caricias de sus manos, el cabello callándole sobre la frente, la manera en la que se veía reflejado en sus ojos…
Los aplausos lo hicieron despertar de su delirio, y él también se unió a ellos, aunque no tenía ni idea del final de la intervención. Jamás se había sentido así, tan perdido, tan desconcentrado por una mujer… Luan salió del salón, iba a marcharse cuando un hombre lo interceptó. Se trataba de Vince, quien era el responsable de la organización del evento.
―Señor Edwards, han dejado esta nota para usted ―dijo el hombre depositando en sus palmas un sobre.
―Muchas gracias.
Luan lo tomó y frunció el ceño. No conocía al remitente. Decía tratarse de un investigador que debía hablar con él y lo citaba para esa misma tarde, al concluir el panel. El hombre se estaba alojando en la suite real, y Luan, intrigado, no dudó en tomar el ascensor hasta el último piso. El nombre de aquel caballero era Oliver Winston. ¡Casualmente se llamaba igual que su león blanco!
Llegó a la consabida puerta y tocó dos veces. Unos instantes después, una sonriente Caroline le abrió.
―Bienvenido ―le dijo ella nerviosa y sonrojada.
―¿Carol? ―Luan estaba desconcertado, pero no dudó en abrazarla. Una alegría súbita lo invadió, imaginando lo que había sucedido.
―Quise darte una sorpresa ―respondió ella―. ¿Te quedas esta noche conmigo? La habitación es nuestra hasta el lunes…
La respuesta de Luan fue un beso, pues era la mejor manera de hacerle saber lo que sentía. ¡Se quedaría! ¿Cómo no hacerlo si estaba perdidamente enamorado de ella? Un frenesí desconocido lo invadió, y la tomó en brazos, como aquella tarde en el baobab. Esta vez, en cambio, nada detendría lo que estaba destinado a suceder.
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