Capítulo 21

Ciudad del Cabo, Sudáfrica.

Se hallaban en el Hotel POD Camps Bay, un lujoso lugar con muy cerca de la playa del mismo nombre, situada en un lugar increíble tras la cordillera de los Doce Apóstoles. Caroline salió a su terraza para tomar algo de Sol. La piscina privada parecía unirse imaginariamente con el mar y la línea del horizonte. A su lado reposaba una copa de limonada bien fría.

La princesa rememoraba lo sucedido en los últimos días antes de viajar... Pese aquellas flores por San Valentín y la canción al piano, Luan se había mantenido lejos de ella, como si no le importara en lo absoluto. "¿Acaso se había equivocado? ¿O tal vez las flores fueran una despedida?". Firme en su resolución de mantenerse digna, Carol había continuado con esa distancia, pese a que le dolía demasiado en el corazón.

Franz había ido a verla antes de partir hacia Ciudad del Cabo, pero Caroline le habló con claridad una vez más: su amor había muerto con la decepción de unos meses atrás. Solo el cariño que le tenía la había hecho pensar que podían salvar algo de lo que tuvieron, pero no había sido así. Franz se disgustó con ella, dijo no aceptarlo, pero finalmente se marchó. Caroline se sintió aliviada, era mejor estar sola que continuar en una relación que ya no la hacía feliz.

La princesa despertó de sus pensamientos cuando sintió unos pasos tras sí: era Justin, quien llegaba con una sonrisa pícara en el rostro que auguraba que algo se traía entre manos.

―¡Te tengo una gran sorpresa! ―exclamó―. No una gran sorpresa ―se rectificó―, ¡la mejor de todas!

―¿Cuál? ―Caroline se incorporó del asiento sin imaginar a qué se refería. Al voltearse por completo descubrió la alta figura de su hermano Max haciendo entrada.

―¡Hola! ―gritó el príncipe.

Caroline no podía hablar de la alegría. Se levantó del asiento y corrió a sus brazos.

―¡Max!

―Te echaba de manos, pequeña.

―¡Soy mayor que tú! ―protestó.

―Por poco tiempo, pero yo soy mayor de estatura. ¿Cómo has estado?

―Bien.

―¿Seguro? ―insistió Max frunciendo el ceño.

―¿Qué le has dicho, Jus? ―se quejó Caroline.

―Nada ―respondió el aludido, pero se rio.

―Algo me han contado. Estaba preocupado por ti y te echaba de menos.

―Todo está bien, de verdad ―insistió Carol.

―¿Damos un paseo?

―¿No estás cansado del viaje, Max?

―He dormido todo el tiempo y quiero sacar provecho de estos días. El martes vuelo a Ginebra y luego a Inglaterra. No puedo abandonar mis estudios, pero me he fugado para verte.

―¡Estoy feliz por eso! Voy a cambiarme de ropa para salir con ustedes ―contestó Carol, quien llevaba traje de baño.

Un rato después ya todos estaban listos. Charlotte, como jefa de seguridad de Caroline, insistió en ir con ellos, así como parte del equipo. Max fue tajante en su respuesta, tanto que Charlotte no se atrevió a contradecirlo.

―Yo he traído a mi equipo ―le había dicho el príncipe―, con ellos y Charlie es más que suficiente.

Dicho esto, Jus, Caroline, Max y Charlie salieron a dar un paseo. Anduvieron por Long Street, una de las calles más hermosas y conocidas de la ciudad, gracias a sus comercios y a la arquitectura victoriana de sus viviendas que remontaba a los visitantes a siglos pasados; también visitaron Bo-Kaap, un barrio muy pintoresco donde las casas están pintadas con colores llamativos. Allí vivieron muchos esclavos liberados durante el siglo XIX y sin duda era un sitio fascinante.

Por último, hicieron una parada en el puerto histórico de Victoria y Alberto, allí Caroline disfrutó del Museo Zeistz de Arte Contemporáneo, que se hallaba en un antiguo granero del puerto. Justo al lado, en la torre del reloj, se encontraba el Museo del Diamante, que exponía la historia de la minería en Sudáfrica, así como réplicas de los diamantes más famosos del mundo.

Luego se fueron a almorzar a un restaurante en el paseo marítimo con el mejor pescado y patatas que hubiesen probado en mucho tiempo. Como colofón, un pastel de manzana que estaba estupendo les endulzó el paladar.

―¡Estoy agotada! ―exclamó Caroline.

―Pues recuerda que hemos quedado con Kande en ir esta tarde a la fiesta de su hija ―le recordó Jus. A su lado, Charlie terminaba de comer su postre en calidad de amigo y no de guardaespaldas de la princesa.

―¡Cielos, es verdad! Lo había olvidado...

―¿Cómo vas a olvidarlo? ―le objetó Justin―. ¿Acaso no querías ver a...? ―Caroline lo pisó, como en aquella noche de San Valentín para hacerlo callar, aunque no con tanta intensidad como en esa ocasión.

―Tengo interés en conocer a Luan ―dijo Max.

―Ven con nosotros ―propuso Jus―, estoy seguro de que no habrá ningún problema. De todas formas, se lo preguntaré a Kande.

―Hazlo, por favor.

―¿Por qué tienes tanto interés en conocerlo? ―preguntó Caroline incómoda. No deseaba que hubiese ningún problema entre su sobreprotector hermano y Luan, si llegaba a conocer los detalles de lo sucedido entre ellos.

―Creo que es evidente el porqué, querida hermana ―le contestó con una sonrisa―. Sin embargo, antes de la fiesta, debemos hablar muy tranquilamente nosotros dos sobre varias cosas importantes ―añadió con más gravedad.

―Me alarmas, Max, ¿qué sucede?

―Luego te explico, pero no quiero que te preocupes. Estoy seguro de que, tras el impacto inicial, la noticia será buena.

Caroline no entendía a qué se refería, pero debió controlar su ansiedad hasta que pudieran hablar en privado. "¿Qué sería eso tan importante que Max tenía que decirle? ¿Acaso había llegado a sus oídos el accidente que sufrieron Luan y ella?". Franz le había prometido no decir nada, pero era probable que hubiese incumplido su promesa.


Caroline estaba lista para la fiesta. Se había puesto un vestido largo de lino de color lila que era rústico pero muy hermoso. Aguardaba con ansiedad por su hermano, temiendo a que se le fuera a hacer tarde sin hablar del tema en cuestión. Max había preferido darse una ducha primero y vestirse antes de conversar, y allí estaba ella, llena de nervios, sin saber el rumbo que tomaría aquella charla.

Un par de minutos después, un apuesto Maximilien apareció en la habitación, dejando una estela de perfume a su paso.

―Ya estoy listo, Carol.

―Perfecto. Dime ya que es eso tan importante que tienes que contarme... ―lo urgió ella.

Max asintió y le pidió que tomara asiento, mientras ponía sus ideas en orden.

―Justin me contó lo que sucedió contigo y Luan.

―¿Cómo? ―Caroline no podía creerlo y se llevó una mano a los labios―. ¿Cómo hizo eso a mis espaldas?

―Porque te quiere y sabe que solo yo podría ayudarte. Además, Justin conoce algo que tú ignoras.

―¿Qué?

―La verdadera razón por la que Luan se apartó de ti ―le contestó―. A ti te dijo que no te quería lo suficiente, pero a Justin sí le contó la verdad. Sin embargo, le hizo prometer que no te lo diría... Justin, ante la difícil posición en la que se hallaba, me llamó a mí, consciente de que, poniéndome al tanto, no quebraba su promesa.

―No comprendo nada, Max. ¡No entiendo qué me estás diciendo!

―Esa noche Franz te aseguró que no le había transmitido lo sucedido a la Casa Real, ¿cierto?

―Sí, así fue. Lo hizo para protegerme.

―Te dijo la verdad, pero a Luan, en cambio, le mintió.

―¿Cómo que le mintió? ―Caroline continuaba sin comprender.

―Franz le hizo creer al Embajador, en contubernio con Charlotte, que había informado de tu desaparición a nuestros padres, y que, tras lo sucedido, ellos se oponían a toda relación entre Luan y tú. El Embajador, confiando en la palabra de Franz, se reunió con Luan luego de que lo pusieran en libertad para pedirle que se mantuviera alejado de ti. Durante esa charla estuvieron presentes Franz, Charlotte, y el señor Brown. Cada uno de ellos recriminó a Luan por su conducta y le hicieron ver que, si continuaba relacionándose contigo, nuestros padres te harían regresar a Europa y tú no podrías continuar con el documental.

―¡No puedo creerlo! ―exclamó Carol escéptica―. ¿Le dijeron eso a Luan?

―Sí, y Luan, lógicamente, lo creyó. Fue por eso que, para no buscar un conflicto en nuestra familia ni ponerte a ti en medio, te dio una excusa para alejarse de ti.

―¿Estás seguro? ―Aún no podía creerlo.

―Luan mismo se lo confesó a Justin, y él a su vez a mí. Yo me he tomado algo de tiempo en corroborarlo, y luego de estar seguro de cómo sucedieron las cosas, estoy aquí, hablando contigo, diciéndote la verdad que debías conocer.

Caroline exhaló un hondo suspiro y se llevó las manos a los labios. ¡Seguía sin poder creerlo! Luan no la había despreciado por su título, y tal vez la siguiera queriendo. "¿Sería demasiado tarde para intentarlo?".

―He sufrido mucho con esto ―reconoció.

―Lo imagino. Solo lamento que no me lo hayas dicho antes ―le dijo Max―. ¡Creía que me tenías confianza!

―Y te la tengo, Max, pero no imaginé que esto fuera así. Creí en las palabras de Luan, y me dejé guiar por mi decepción. No quería hablarte de ello porque pensé que sería peor. Cuando conocieras a Luan sabrías que se trataba del hombre que me despreció, y yo no deseaba eso...

―Es por ello que quiero conocer a Luan ―le explicó el príncipe―. Necesito saber qué tipo de persona es y hacerme de una opinión propia. Si ustedes tienen una nueva oportunidad, es importante que yo sepa quién está saliendo con mi hermana...

―Tal vez sea demasiado tarde... ―Caroline no lo dijo, pero la imagen de Tina llegó a su cabeza. No podía estar segura de que Luan quisiese intentarlo de nuevo.

―No puedo hablar por los sentimientos de otro, pero sería muy tonto si no te quisiera. Justin asegura que también ha sufrido mucho.

―¡No puedo creer que Franz me haya hecho esto! ―exclamó Caroline después, repasando el asunto en su cabeza.

―Es un desalmado, y ajustaré cuentas con él después ―le aseguró.

―No quiero que te metas en líos por mi causa, Max.

―No lo haré. Tengo pactada una entrevista con Brown el lunes. Le diré lo que Franz fue capaz de hacer y que él, como Embajador, tome las medidas pertinentes.

―¡Y Charlotte! ¿Cómo pudo colaborar con él? ―Caroline estaba muy dolida con aquella traición.

―Charlotte quiso salvar su puesto. Franz la ayudó no contándole a la Casa Real que estabas desaparecida. Ella, a su vez, le pagó el favor mintiendo frente a Luan. En el caso de ella, he pedido que sea removida de su puesto de jefa, y que sea Charlie quien ocupe su lugar. No es conveniente, al menos no ahora, expulsarla de tu equipo. Para ello tendríamos que contar, con detalle, las circunstancias de lo acontecido, y no quisiera que Luan fuese tildado de irresponsable por nuestros padres si ellos llegaran a enterarse de todo.

―¿Siguen ajenos a lo que sucedió?

―Sí ―afirmó―, y es lo mejor. Nuestros padres, y la seguridad en general, son demasiado cuidadosos y realmente pueden cuestionar tu relación con Luan de considerar que te puede exponer a ciertos riesgos.

―La culpa fue mía, Max. ¡Yo no debí hacer lo que hice!

―De acuerdo, tampoco creo que haya sido para tanto, pero es mejor proteger a Luan, si es que en verdad lo quieres.

―Lo quiero ―afirmó emocionada―. ¡Lo quiero más de lo que imaginaba! Y ahora que me has dicho todo esto tengo miedo de que sea tarde para volverlo a intentar...

―Eso dependerá de ustedes, no de mí. Sin embargo, te pido que me dejes hablar primero con Luan. Quiero ser yo quien le explique todo esto, y aclarar ciertas cosas. A fin de cuentas, Franz me implicó diciendo que yo también me oponía a la relación de ustedes.

―¡Maldito! No puedo creer que lo haya amado alguna vez...

―Yo tampoco.

―Por cierto, Max, ¿por qué me dijiste que Franz estaba con otra? ¿Es eso cierto? ―Caroline recordó aquella charla decisiva por teléfono que la hizo romper con él definitivamente.

―Sí, en parte es cierto, pero no quiero hablar de ello ahora. ¡No pretendo arruinarte la noche! Te prometo que, antes de marcharme, te contaré ese delicado asunto. Ahora me siento más tranquilo de saber que Franz no te interesa, y que es otro quien te roba el sueño.

Caroline sonrió, como hacía tiempo no hacía.

―Por favor, Max, no lo hagas pasar un mal rato cuando hables con él...

El príncipe soltó una sonora carcajada.

―¡Claro que se lo haré pasar! ―exclamó―. Soy tu hermano, para eso estoy. Sin embargo, te prometo que haré un esfuerzo por comportarme... Ahora apresúrate, Carol, ¡vamos a llegar tarde! Y sonríe: hay motivos para hacerlo.

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