Capítulo 20
14 de febrero de 2018
Era miércoles, pero no un miércoles cualquiera: se trataba de San Valentín. Caroline despertó temprano y pensó en la fecha: no tenía ningún plan especial, y se sentía bastante triste. Franz la llamaba con cierta frecuencia, pero ella ya no sentía lo mismo. A Luan lo había visto solo dos veces luego de su dura conversación, y apenas habían compartido palabra. Nuevamente, el trabajo era su distracción y su único consuelo.
Justin apareció muy alegre en su lodge para desayunar. Ese día se irían muy temprano de safari con el equipo del hotel. Le había pedido a Luan que los acompañara, pero el biólogo se rehusó alegando que tenía mucho trabajo.
―He estado precisando par de detalles con Charlotte ―le contó Justin―. Todo está listo para nuestro fin de semana en Ciudad del Cabo.
―Estupendo. ¡Lo necesitaba!
―Yo también ―afirmó Justin―. Por cierto, esta noche hay una cena de San Valentín en el hotel. Kande nos ha invitado. Espero que vayas conmigo, ¿verdad?
―No lo creo. Sabes bien la razón.
―Por favor, Carol ―lloriqueó―. Habrá música y mucha diversión...
―Ve tú, Jus. Yo no estoy de ánimo.
―Hay algo que no estás comprendiendo, amiga ―le dijo en voz baja―. Hoy Charlie está de servicio. Si voy a la cena y tú te quedas aquí, durmiendo como una comadreja en su guarida, no podré estar con él...
―¿Han progresado tanto? ―preguntó Carol con una legítima sonrisa.
―Un poco. Es muy tímido, pero me habló con interés acerca de la cena de esta noche. Pondrán música, y será muy divertido. Por favor, di que irás, Carol ―suplicó―. Además, también quiero estar contigo, amiga. ¡No puedes pasar la noche sola!
―De acuerdo, iré ―accedió al fin―. Que conste que lo hago por ti, y por Charlie. Los dos lo merecen.
Justin le dio un abrazo apretado y la llenó de besos.
―¡Eres la mejor!
Una llamada a la puerta los interrumpió. Fue Caroline quien atendió con cierta curiosidad. Lo primero que divisó fue un enorme ramo de rosas y a Quentin con él en las manos.
―Buenos días. Vengo a traerle esto.
Caroline pensó que perdía el equilibrio... "¡Quentin con un ramo de rosas en San Valentín!". Su corazón de disparó ilusionada y un nombre salió de sus labios:
―¿Luan?
El desconcierto de Quentin fue evidente, estaba en extremo apenado y no sabía cómo sacarla de su error.
―Lo lamento, las ha traído una agencia de parte del señor Franz. Perdóneme ―añadió ofuscado.
―No se preocupe. ―Caroline sonrió con tristeza y tomó el ramo―. Muchas gracias.
Quentin se marchó y Caroline permaneció en silencio mientras colocaba las rosas en agua. Justin no había querido hablar pues había escuchado todo y sentía pena de ella.
―¡Tal parece que estoy destinada a pasar vergüenzas! ¿Qué pensará Quentin de mí?
―Pensará que su hijo es un estúpido por no haberlas enviado él.
―Lo peor es que sigo pensando en ese estúpido...
―Tal vez Luan tenga sus razones, Caroline. Pienso que lo que te dijo fue una excusa y que quizás pronto la verdad salga a la luz. ―Justin había hablado con Max, así que tenía cierta esperanza. Sin embargo, había prometido guardar silencio por unos días más hasta que todo pudiera aclararse.
―¿Sabes algo que no me estás diciendo?
―Lo único que sé y, con certeza, es que Luan está enamorado de ti.
―No lo creo, y ¿sabes qué? No importa. Hay muchas razones por las cuales puedo ser feliz.
―¡Bien dicho! Ahora vámonos a trabajar, que el equipo nos espera.
Luan no estaba de buen humor. Mucho menos cuando llegaron aquellas rosas al hotel... Él se encontraba en el edificio principal cuando hicieron la entrega, y no pudo evitar su molestia al saber que era aquel hombre, y no él, quien le enviaba flores a Caroline. Franz sabía jugar muy bien sus cartas, y él no había hecho más que retirarse con la cola entre las piernas. "¡Era un cobarde! ¡Un completo cobarde!".
Quentin regresó a su lado luego de hacer la entrega, lo miró en silencio, pensando en si debía decírselo, pero finalmente habló:
―Fui yo quien le llevó las rosas.
―Lo sé ―murmuró Luan sin levantar la mirada de su ordenador.
―Cuando me vio, creyó que se las estabas enviando tú...
Luan lo miró muy sorprendido.
―¿Yo?
―Sí, tú. Para ella era la explicación más razonable... Sentí pena al decirle la verdad. La noté bastante decepcionada.
Luan suspiró. Aquello le había llegado al alma y lo había hecho sentir verdaderamente triste.
―Yo...
―Solo piensa bien lo que estás haciendo ―le aconsejó su padre dándole una palmada en el brazo, y se marchó.
Luan continuó trabajando, pero no podía dejar de pensar en Caroline. Ella era su San Valentín. Tenía las manos atadas, sin embargo, su corazón le pedía que hiciese algo.
Una llamada a su teléfono lo apartó de sus ocupaciones habituales. Se sorprendió mucho al advertir que se trataba de Tina, pero no dudó en contestar.
―Hola, Luan, ¿cómo estás? Casualmente me hallo en la provincia. ¿Puedo pasar a verte a la reserva?
Debió haberse negado, pero Luan era demasiado correcto y finalmente dijo que sí. Una media hora más tarde, Tina hacía su entrada en Simbavati dispuesta a dar una vuelta por el lugar.
―Recuerda que me prometiste mostrarme tu laboratorio ―le recordó luego de darle un beso.
―No lo he olvidado.
―También me encantaría dar una vuelta por el lugar. ¡Hace tanto tiempo que no venía!
―Ven, acompáñame hasta la camioneta. Comenzaremos en el laboratorio y luego te muestro lo demás.
―¡Gracias!
A Luan no le había pasado por alto la fecha que era, pero lo atribuyó a una mera casualidad. Tina no parecía tener verdadero interés en él, sino en su trabajo. Y él... Él solo pensaba en Caroline, y jamás volvería a involucrarse sentimentalmente con Tina. Jamás.
Llevaban horas filmando, a cierta distancia, a una manada de leones que reposaba en la sabana luego de una angustiosa caza. Las leonas habían acabado con la vida de una ñu. Era el ciclo de la vida, y Justin y su equipo eran privilegiados de haberlas captado en plena faena.
―Bien. Ya cazaron, ya cenaron, ¿qué tal si nosotros hacemos lo mismo? ―propuso Eva quien estaba agotada.
―Estoy de acuerdo con ella. Además, es San Valentín ―añadió Kate mientras miraba a su novia.
―Hey, yo soy el director ―protestó Justin―, pero creo que tienes razón. Vamos a ir recogiendo todo, chicos, para poder irnos.
―¡Estupendo! ―exclamó el guía del safari llamado Gary, quien también estaba cansado.
Martin, Marc y Chris comenzaron a recoger el equipamiento. Mila tomó un poco de agua y Caroline se subió al vehículo también cansada.
―Recuerden esta noche la cena, chicos ―apuntó Percy―. Nos vemos a las ocho de la noche en el edificio principal.
―Entonces apresúrense ―se quejó Eva―, o no saldremos más nunca de aquí.
El sonido de una camioneta aproximándose los distrajo por unos instantes. Una 4x4 con el logo del hotel se aproximaba en su dirección.
―¿Ese no es un Luan? ―preguntó Kate aguzando la vista.
―Ese mismo es ―apuntó Marc―, y no viene solo. Es una chica quien está a su lado, ¿no?
Caroline escuchó perfectamente y también lo vio. Era imposible no hacerlo porque los tenía de frente. Luan venía acompañado por una hermosa mujer a la que no había visto antes.
―Qué rápido se olvidó de... ―Chris comenzó a hablar, pero Martin le dio un fuerte codazo―. ¡Hey, gordo! ¡Eso dolió!
―Entonces cállate.
Era demasiado tarde, pues Caroline ya lo había escuchado, aunque intentó que las palabras de él no la afectaran. Tal vez fuera alguien de su equipo en la reserva. Ella no tenía por qué conocer a todo el mundo que trabajaba con Luan.
El biólogo se estacionó al lado de ellos, aunque no se bajó:
―Hola, ¿qué tal están, chicos? ―Caroline intentó no mirarlo.
―Todo en orden ―respondió Chris―. ¡Feliz San Valentín! ―añadió con ironía. Dio justo en el corazón de Caroline.
―Igual para ustedes ―respondió. Miró en dirección de Caroline, pero ella estaba perdida en su teléfono.
―¿Ellos son los del documental? ―preguntó la mujer a su lado.
―Ellos mismos. Chicos, ella es Tina: una amiga mía. Ellos son los muchachos del equipo: Justin es el director. ―El aludido saludó con la mano―. Y el resto son Eva, Kate, Caroline, Mila, Chris, Marc, Percy y Martin. Y por supuesto, Gary. A él ya lo conoces.
―Hola a todos ―continuó Tina―. Yo soy bióloga al igual que Luan. Estudié en España la reproducción del lince ibérico.
―Estupendo ―la felicitó Mila―, entonces comparten profesión.
―Nos conocemos desde hace muchos años. ―Tina le sonrió con suspicacia―. Hace mucho tiempo.
―Tenemos que irnos. ―Luan interrumpió la plática―. Hasta luego.
―¡Adiós! ―les gritó Chris.
Se hizo un largo silencio. Martin terminó de subir las cosas, y Caroline continuaba con su teléfono en las manos, aunque en realidad no estuviese haciendo nada con él.
―¿Será su novia? ―Fue Marc quien preguntó, lleno de curiosidad.
―Fueron novios, hace mucho tiempo ―explicó Gary.
―¡Lo imaginaba! ―repuso Chris―. Creo que tendrá un San Valentín bastante animado... Ella es preciosa.
―Chris, cállate. ―Esta vez fue Justin quien se lo pidió―. No te metas en asuntos que no te incumben. Y, por favor, vámonos, creo que ya todos estamos lo suficientemente cansados, ¿no les parece?
Nadie se atrevió a contradecirlo y se apresuraron a terminar. Caroline, en cambio, no sabía qué creer. Aquel encuentro la había hecho sentir muy mal, pero, ¿acaso podía recriminarle a Luan alguna cosa? Había sido muy claro cuando hablaron. Era ella quien, como una tonta, continuaba pensando en él.
Caroline se vistió para la cena con un bonito y elegante atuendo de color rojo que resaltaba sus cabellos y el color de sus ojos. Quería levantarse el ánimo y pasarla bien. Estaba segura de que Luan no estaría en la celebración, ya que era probable que hubiese salido con aquella chica... En cualquier caso, pretendía pasar una noche agradable con sus amigos y complacer a Justin con la presencia de Charlie.
Tocaron a la puerta, y Caroline fue abrir. Era Jus, quien también se veía muy elegante vestido de color negro.
―¡Estás hermosa! ―exclamó.
―Gracias, Jus. Tú estás guapísimo. Creo que hay alguien que va a suspirar cuando te vea...
―Lo mismo digo. Por cierto, te han dejado esto en la puerta. ―Justin se hizo a un lado para que Caroline pudiese ver de qué se trataba.
En el suelo se encontraba una maceta de barro pintada de azul. Dentro había una planta de hermosas hojas de color verde oscuro, y tallos largos coronados con una flor rosácea muy peculiar. Tenía una cabeza grande y varios pétalos delgados que en realidad eran las verdaderas flores de la planta.
―¡Qué hermosa! ―Caroline se colocó en cuclillas para observarla―. ¿Me la has traído tú?
―No, cariño ―rio el chico―, pero a juzgar por el tipo de flor, es indudable de quién se trata.
―¿De quién? ¿De qué flor se trata?
―Es una protea rey ―le contó―. Es la flor nacional de Sudáfrica.
―Oh. ―Caroline no quería hacerse falsas ilusiones―. Es bellísima y muy peculiar, pero no tiene tarjeta. Pudo ser enviada por cualquier persona.
―Solo hay un sudafricano que te mandaría flores en San Valentín, y lo sabes.
"¿Sería posible?" Caroline no podía creerlo así que negó con la cabeza.
―Recuerda que ese mismo sudafricano ha pasado su día con una antigua novia.
―No te dejes guiar por las apariencias, Caroline. Se pudiera decir lo mismo de ti respecto a Franz, y sin embargo ya no están juntos, aunque te envíe rosas y te visite con regularidad.
―No hablemos más de Franz ni de Luan, por favor. Es probable que esta noche Luan esté con ella en algún sitio... Ahora ayúdame a entrar esta hermosa planta, no quiero que se dañe y pesa mucho para mí.
―De inmediato, su Alteza ―bromeó mientras hacía lo que le pedía.
Todos estaban reunidos al aire libre bajo los árboles de jacaranda. La mesa estaba puesta con gran belleza, y la música típica sudafricana animaba a los presentes que se hallaban ataviados con sus mejores galas.
Mila y Percy bailaban; Eva y Kate se animaron a hacerlo también, en lo que el resto conversaba animadamente sobre temas diversos. Justin y Caroline fueron de los últimos en llegar. La princesa se percató de que Luan no estaba, con lo cual se reforzaba su teoría de que se hallaba con su exnovia. ¡Pensar en eso la hacía sentir muy mal! "¿Cuándo podría superarlo?" Apenas fueron unos besos con él y... ¡La magia de Sudáfrica la había seducido y hecho caer enamorada de aquel biólogo que no la correspondía!
Kande la saludó con cariño en cuanto la vio llegar y la hizo sentar a su lado en la mesa. Justin también se unió a ellas, con ánimo de obtener alguna información:
―¿Y Luan? ―preguntó a quemarropa. Caroline le dirigió una de reproche, pero el director no se desanimó.
―Debe llegar de un momento a otro junto con su padre ―respondió la mujer despreocupada.
Caroline suspiró: "No estaba con Tina", o al menos su madre lo habría dicho.
―Me alegro que esté con nosotros ―prosiguió Justin―. Esta tarde apenas pude hablar con él puesto que se encontraba con... ¡Ay! ―chilló de pronto.
Caroline le había dado un pisotón algo fuerte por debajo de la mesa para que se callara, pero se había excedido.
―¿Estás bien? ―Kande estaba preocupada por aquel súbito quejido.
―Sí, solo me dio un calambre en la pierna de momento. ¡Es el cansancio! ¡Estamos trabajando mucho! ―El director, esta vez, fue quien amenazó con la mirada a su mejor amiga para que no lo volviera a hacer.
―El fin de semana nos marchamos finalmente a Ciudad del Cabo ―comentó Caroline para cambiar de tema.
―¡Qué casualidad! ―exclamó Kande―. Nosotros también viajaremos este fin de semana. Es el cumpleaños de mi hija Alika y hace mucho que nos vemos. ¡Los extraño tanto! Mi nieta ha crecido demasiado lejos de mí.
―Su hija estará muy feliz de que vayan a visitarla ―contestó Carol.
―Así es. Yo me alegro de que viajen hacia allá, estoy segura de que la pasarán muy bien. Me encantaría que los dos asistieran al cumpleaños de Alika. ¡No dejen de hacerlo, por favor!
―No quisiera interrumpir una celebración familiar... ―objetó la princesa.
―¡Tonterías! Es algo pequeño, pero ustedes son muy queridos para nosotros y Alika tiene muchos deseos de conocerlos.
―Será un placer para ambos. Gracias por la invitación.
―Muchas gracias, Kande ―apoyó Jus.
Unos minutos después, llegaron Quentin y Luan al fin. El biólogo estaba muy apuesto, vistiendo de color azul y su padre también estaba muy elegante. Caroline se quedó sin aliento cuando lo vio, pero mantuvo la compostura.
―Buenas noches ―saludaron los recién llegados.
Quentin se sentó al lado de su esposa y Luan en la única silla vacía que era precisamente junto a Caroline. "¡En mala hora me senté aquí!" ―pensó ella, pero ya no tuvo oportunidad de cambiarse de puesto.
―¿Estás bien? ―le preguntó Luan mirándola por un instante y temiendo que no lo quisiera a su lado.
―Por supuesto ―respondió―. ¿Y tú?
―Bien.
No dijo nada más, la notaba algo incómoda y la comprendía. Sabía que el encuentro fortuito que tuvieron en la tarde no había sido bueno para ninguno. "¿Cómo hacerle ver que entre él y Tina no existía nada? ¿Cómo confesarle que le había enviado aquellas flores por San Valentín?".
La cena estuvo deliciosa, aunque Caroline comió poco. Tener a Luan a su lado la privaba del apetito. Kande le contó a su hijo que la princesa y Justin irían a Ciudad del Cabo ese fin de semana y que los había invitado al cumpleaños de Alika. Él se sorprendió, pero consideró que era una buena idea.
―Alika se alegrará de conocerte. ―Fue lo único que comentó. Guardó para sí lo mucho que le dolería tenerla cerca y esconder su amor. Justo como estaba haciendo en ese momento.
―También será un gusto para mí conocerla.
Cuando retiraron los platos, los presentes fueron entrando al salón principal del hotel lentamente, algunos para jugar billar, otros para tomar un licor digestivo en la barra, y el resto para continuar la charla alrededor de la chimenea.
―Hijo, ¿por qué no tocas el piano? ―le pidió Kande súbitamente.
―Mamá...
―¡Me encantaría escucharte tocar! ¡Compláceme, por favor! Hace mucho que no lo haces y esta noche es especial.
Caroline escuchó la conversación a cierta distancia y quedó muy sorprendida. La primera vez que llegó al hotel se preguntó quién tocaría el hermoso piano de cola del salón, pero jamás imaginó que fuera Luan... "¿Cuántos talentos ocultos tendría el sudafricano?".
La princesa decidió quedarse, pues Justin y Charlie conversaban muy animadamente en una esquina algo privada y no quería interrumpirlos. Tampoco podía negar que experimentaba una gran curiosidad por escuchar al biólogo tocar. Kande se sentó a su lado en el diván mientras Luan se colocaba al piano.
―Lo hace muy bien ―le dijo su madre en voz baja―. ¡Ya lo verás!
Caroline lo descubrió con los primeros acordes. La sonoridad de piano invadió cada espacio seduciendo con su suave cadencia. Las manos de Luan se movían con precisión sobre el teclado, interpretando la canción de Elton John: "Can you feel the love tonight?", tema romántico del Rey León. La princesa se sorprendió aún más cuando lo escuchó cantar con esa voz profunda que le conocía:
And can you feel the love tonight? /
It is where we are...
Luan le estaba haciendo una declaración amor desde su instrumento. A pesar de la distancia y de la adversidad, el amor se podía sentir esa noche a través de la música y su voz. Caroline así lo comprendió y supo entonces, cual una revelación, que aquellas flores de su tierra natal las había enviado Luan.
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