Capítulo 19

"¡Una semana!". Ese era el tiempo que Luan llevaba sin aparecer en Timbavati. Caroline tenía el corazón destrozado. Los primeros días lo esperó con ilusión, llamó en innumerables ocasiones a su teléfono ―que estaba desconectado―, y le preguntó a sus padres por él. Luego, comprendió que el mensaje era más que evidente: Luan no quería saber de ella. La princesa, decepcionada, dejó de preguntar por él, de llamar y esperarlo, aunque todavía estuviese en su pensamiento.

El dolor lo tenía por dentro, y ni siquiera Justin se atrevía a mencionarle el asunto. Conocía muy bien a Caroline para saber cuándo un tema era inabordable entre ellos. Este lo era. Luego de confesarle su amor por Luan, luego de sonreír por el recuerdo de un maravilloso día juntos, este se marchó sin explicación, hundiendo para siempre aquello que apenas había comenzado a andar en la arena del olvido.

El trabajo fue su refugio. A él se entregó con todo su esfuerzo, aunque cada rincón de Timbavati le recordase a él. El plan de rodaje se cumplía, el equipo era unido y trabajaban bien. Justin estaba satisfecho, aunque la tristeza de Caroline era lo único que ensombrecía su ánimo. La quería demasiado como para sufrir a su lado, en silencio, y albergando el firme propósito de poner a Luan en su sitio la próxima vez que lo tuviera delante.

Lo único que podía ofrecerle a Caroline era aquella escapada a Ciudad del Cabo que tendrían en una semana, justo después de San Valentín. La princesa también lo esperaba con muchos deseos pues necesitaba distraerse fuera de la reserva.

Franz la llamaba todos los días e incluso había ido a verla, pero Caroline se mantenía firme en su decisión de no volver con él. Maximilien no le había dado más detalles acerca de aquella sospecha que albergaba sobre él, pero para Caroline eso no era importante. Sus sentimientos habían cambiado, y era esa, y no otra razón, la que la hacía sostener su decisión.

Max también la llamaba con frecuencia, aunque Carol no había querido contarle nada de lo sucedido: ni de su efímera relación con Luan, ni lo que había sobrevenido después. Max era muy sobreprotector con ella, y no deseaba preocuparlo. Demoraría un poco en curarse de su decepción, pero lo haría, tarde o temprano.

Esa tarde, Caroline decidió comer con el grupo en el edificio principal del hotel. Se encontraban en el exterior, bajo la sombra de los hermosos árboles de jacaranda. Kande y Quentin se encontraban entre ellos, compartiendo la cena.

La conversación era amena, y Carol no podía negar que se la estaba pasando bien, luego de muchos días sin sonreír. Sin embargo, su estado de ánimo cambió con una simple frase que le escuchó a decir a Quentin.

―¡Es Luan! ―exclamó el hombre.

Caroline levantó la mirada de su plato y lo vio a unos metros de distancia. Se encaminaba hacia ellos con pasos ágiles y decididos.

Todo el acopio de entereza que Caroline había reunido en los días pasados se fue al suelo cuando lo vio. Intentó no hacer contacto visual, y controlar los latidos de su corazón que estaba sumamente desbocado.

Luan llegó hasta la mesa y saludó. Caroline no estaba cerca de él, y si bien le dio las “buenas noches” en voz baja, mantuvo la compostura y continuó mirando hacia su plato. "¡Qué conducta tan poco protocolar!". Pero era lo único que podía hacer para no perder la cordura.

―Me alegra saludarlos de nuevo ―saludó Luan con amabilidad―. ¿Qué tal ha estado el trabajo?

―Muy bien ―respondió Mila―, hemos progresado bastante. También nos alegra saludarte, Luan. Te echábamos de menos.

―He tenido bastante trabajo en la Universidad ―se excusó.

Caroline no sabía que hacer; la servilleta que reposaba en su regazo estaba por completo estrujada ante su frustración, enojo y nerviosismo.

―Cariño, ¿te quedas a almorzar con nosotros? ¡Aún estás a tiempo! ―le dijo Kande con cariño e intentando mediar entre su hijo y la princesa. El momento era tenso, los presentes lo sabían.

―Ya he comido antes de venir. Buen provecho ―respondió él antes de marcharse. Luan dio media vuelta y no había avanzado más de unos metros cuando una voz lo detuvo:

―Luan, espera. Necesito hablar contigo. ―Se trataba de Justin. Estaba tan molesto por la situación que su voz, siempre alegre, había sonado demasiado ríspida.

Luan quedó desconcertado ante la petición y el tono, y solamente asintió. Fue en ese instante que Caroline habló al fin para dirigirle una súplica a su mejor amigo:

―Por favor, Justin. Déjalo así… ―Al hablar, su mirada se cruzó con la Luan por primera vez. No sabía qué leer en aquellos ojos verdes que la observaban, pero decidió ignorarlo nuevamente.

―Lo siento, Caroline. Esto no puede quedarse así. ―Justin fue terminante y se alejó de la mesa para ir tras Luan.

El sudafricano pretendía evitar cualquier enfrentamiento con su amigo, así que no puso "peros" para conversar. Hablaron en voz baja por unos instantes y luego decidieron retirarse para charlar en un sitio más privado.

La había vuelto a ver, y la decepción que notó en sus ojos lo hizo sentir culpable. "¿Estaría haciendo lo correcto?". Luan se había vestido de indiferencia, imaginó posibles escenarios para un encuentro casual, y se preparó para aquel difícil trance. Sin embargo, no pensó que verla de nuevo lo fuera a hacer sentir tan mal… "¿Cómo pudo actuar así, con tanta frialdad?". Justin tenía razón para estar furioso, y se merecía todos los reproches del mundo de parte de Caroline.

Llevó a Jus al despacho de su padre, en el propio edificio principal. Allí podrían tener intimidad para hablar. Jamás había visto a su amigo tan airado. Su rostro desfigurado, su ceño fruncido, y la manera en la que lo miraba ponía al descubierto la profundidad de su enojo.

―Podía haberlo esperado de cualquier persona, Luan, menos de ti ―comenzó el director de cine cuando estuvieron a solas―. Caroline es mi mejor amiga, mi hermana… ¿Cómo pudiste hacerle eso? ¿Cómo desapareces durante una semana sin darle si quiera una explicación? No podías hacerle eso, Luan, no después de todo lo que vivieron juntos… ―Luan se sorprendió al comprender que estaba muy bien enterado―. Sí, ella me habló de lo que sucedió entre ustedes ―le confirmó―, me habló ilusionada, creyendo que estabas enamorado…

―Y estoy enamorado ―respondió Luan con tristeza―. Más de lo que hubiese creído.

―¡No comprendo nada! ―exclamó Justin desconcertado ante aquella declaración de amor―. Si en verdad estás enamorado, ¿por qué has actuado así?

Luan se dejó caer sobre el sofá. Las fuerzas que habían sostenido su indiferencia, se fueron retiraron poco a poco dejando únicamente a un hombre sumamente abatido.

―Tienes que prometerme que no le vas a decir nada…

―¡No puedo prometer tal cosa! Es mi amiga, lo que sea que esté sucediendo tengo que decírselo.

―Yo también soy tu amigo. Si no me prometes absoluta discreción, no podré confiarte lo que está pasando…

Pudo más la necesidad de saberlo que la lealtad hacia Caroline. Justin terminó prometiendo que no diría nada, y él cumplía sus promesas. Luan entonces le contó la conversación que había sostenido con Franz, el Embajador y Charlotte. Le narró la sucesión de hechos, y la manera en la que lo conminaron a alejarse de Caroline.

―¿Cómo pudiste aceptar? ―Para Justin aquello no tenía sentido.

―¿No has escuchado, Jus? Su familia se opone, incluso su hermano. Caroline terminaría regresando a Europa obligada por las circunstancias y nuestra relación tampoco tendría futuro.

―Me parece un poco extraño todo esto ―respondió al fin―. Apenas conozco a los padres de Carol, pero a Max sí. Él jamás hubiese actuado de esta manera, Luan. Te lo aseguro.

―Tal vez no en una circunstancia menos caótica, pero ante la desaparición de Caroline se comportaron de esa manera. No me quejo, sé que soy responsable y que debí haber velado más por su seguridad ―expresó―. De cualquier forma, me han solicitado que me aparte de ella, bajo la amenaza de que, si no lo hago, la obligarán a marcharse. No quiero que además de todo tenga la decepción de abandonar el proyecto en semejantes circunstancias.

―¿Pero sí puede soportar la decepción que le estás causando? No estás siendo razonable, Luan. Ella merece la verdad…

―Sufriríamos demasiado los dos ―le aseguró―. Es mejor que la decepción llegue ahora, y no más adelante cuando… En fin, es mejor así. No ha pasado demasiado entre nosotros. Estará bien.

―Caroline no está bien, y lo sabes. Tú tampoco. ¡Esta situación es una ridiculez! ¿Estás seguro de que no es algo orquestado por Franz? ¡Cada día lo odio más!

―Yo también lo desprecio ―afirmó―, pero no creo que haya sido algo preparado. El Embajador mismo habló de la petición de sus Altezas reales de que me mantuviera lejos de ella. Charlotte estaba presente… ¿Cómo iba el Embajador a mentir así? Es lógico que los padres de Caroline estuvieran al tanto de lo sucedido.

―¿Y por qué a ella se le dijo lo contrario? ―objetó Justin.

―Porque no deseaban que Caroline supiera la decisión que, a sus espaldas, habían tomado. De conocerlo, es probable que se obstinaría en permanecer acá y… Y en estar a mi lado ―añadió―. Yo he prometido no contarle la verdad, porque no quiero un enfrentamiento con su familia. Terminaría regresando a Suiza de cualquier manera, y yo aquí, con el corazón más roto que ahora.

―Luan, no sé qué decirte, hay algo que no me cierra… ―insistió Justin.

―Me temo que es así. Te he contado todo porque no desearía que me juzgaras mal. Me importa demasiado tu amistad y no quiero que me creas capaz de jugar con los sentimientos de Caroline. He hecho lo que creo mejor para los dos, y te pido que respetes mi decisión. No puedo culpar a los padres de ella, el único culpable he sido yo por pensar que podría estar a su altura.

―Luan, te estás haciendo demasiado daño y estás equivocado sobre los padres de Caroline. Estoy seguro que hay algún error. Y si no lo hubiese, ellos no pueden decidir sobre la felicidad de su hija. ¡No quiero escucharte más diciendo que no estás a la altura! ―le reprendió.

―De acuerdo, no lo diré más.

―¿Y qué vas a hacer con Caroline? Ella merece una explicación. Me va a preguntar sobre lo que hemos hablado… ¿Qué se supone que le diga?

Luan se llevó las manos a la nuca y suspiró. Estaba bastante cansado.

―Iré a hablar con ella, te lo prometo. Me disculparé y… Le daré cualquier excusa.

Justin negó con la cabeza, seguía sin estar de acuerdo.

―Haz lo que creas mejor. ―El director de cine se levantó de la silla y le estrechó la mano. No había espacio para rencores, tanto Luan como Caroline estaban siendo víctimas de las circunstancias y ninguno de los dos la estaba pasando nada bien.

Sin embargo, Justin creía que había algo más, y no podía quedarse con los brazos cruzados permitiendo que se alejaran el uno del otro sin hacer nada. Tomó su teléfono y llamó a Maximilian. No eran muy amigos, pero por Caroline tenía su contacto. Saltó el buzón y dejó un mensaje:

“Hola, Max, soy Justin. Todo está bien, no te preocupes, pero necesito hablarte sobre Caroline. Es importante y confidencial. Gracias. Un abrazo”.

Jus sabía que Max lo llamaría en cuanto pudiese. De esta forma aclararía algunas cosas y, por otra parte, tampoco quebraba la promesa que, unos minutos antes, le hubiese hecho a Luan.

Caroline se encontraba en su lodge, organizando en su PC las fotografías que había hecho en los días que llevaba en la reserva. Las puso a reproducir aleatoriamente a pantalla completa para apreciarlas mejor, mientras tomaba algunas notas en su cuaderno.

Un toque a la puerta la sobresaltó, pero no dudó en atender. Moría de curiosidad por hablar con Justin y saber la naturaleza de la conversación que había sostenido con Luan. Su amigo no había ido a verla aún, y eso le generaba inquietud. Sin embargo, para su gran sorpresa, la persona que aguardaba en el umbral no era precisamente Justin.

―Luan… ―susurró. Clavó la mirada en que aquellas esmeraldas que la observaban, a su vez, de manera bastante intensa.

―Hola, ¿puedo pasar?

―Sí, por supuesto. ―La buena educación era lo primero, así que Caroline le permitió la entrada.

Luan se encaminó hasta el sofá y se quedó apreciando las fotografías que se reproducían en la pantalla.

―Son muy buenas, podrías sacar un libro sobre Timbavati si te lo propones.

―Gracias, tal vez lo haga.

Una fotografía en especial los dejó sin habla a los dos. En la pantalla apareció la instantánea que les tomase Jabu en el globo. Los recuerdos invadieron a ambos por lo que Caroline, muy ruborizada, bajó la pantalla de su ordenador. La princesa se sentó en una butaca a cierta distancia, inspiró hondo y volvió a mirarlo:

―Tú dirás.

Luan no estaba preparado para sostener esa conversación, pero no le quedaba más remedio. Luego de haber visto esa foto se hallaba peor aún, casi sin fuerzas para cumplir con su propósito, aunque al final se instó a proseguir.

―Caroline, quería disculparme contigo por varias cosas. ―Ella asintió―. En primer lugar, no debí haberte invitado a un safari sin tu equipo de seguridad. Sé que te expuse y que no fui todo lo responsable que debí haber sido. Lo siento.

―Sobre eso no tengo nada qué perdonarte. Fue mi culpa, Luan. Yo estoy acostumbrada a estas reglas, no tú. Creí que por un día sería capaz de obviarlas, pero nos coloqué a ambos en una posición bastante difícil. Lamento la investigación que se abrió a causa de mi desaparición, pero estoy más tranquila de que, al menos ese aspecto, se solucionara.

―En cuanto apareciste y diste tu declaración, el caso se cerró.

―Bien. ―Asintió la princesa.

―También quería disculparme por la manera en la que me ausenté después. Lamento mucho no haber hablado contigo antes. Sé que mi ausencia debió haberte hecho sentir mal, pero necesitaba pensar.

―¿Y en qué pensaste, Luan? ―preguntó con un nudo en la garganta.

―En que es mejor que los dos continuemos con nuestras vidas ―respondió en voz baja y no sin dificultad―. Hagamos de cuenta que el último día que pasamos juntos no existió…

Caroline se puso de pie, no podía seguir escuchándolo.

―¿Y cómo se supone que haga eso, Luan? ―inquirió molesta―. Una fotografía puede borrarse… ―añadió mientras señalaba su ordenador―, pero hay cosas que no se olvidan…

Caroline no lo dijo, pero el recuerdo en el baobab era demasiado fuerte, y las imágenes y sensaciones se apoderaron de ambos. Aún era muy reciente.

―Perdóname ―suplicó―. Al menos me queda el consuelo de que supimos detenernos a tiempo.

―¿A tiempo? ―Caroline no podía dar crédito―. Luan, no estamos hablando propiamente de sexo. En eso puede que nos hayamos detenido, pero, ¿y en lo demás? ¿Lo que sentimos no importa? ―le increpó―. O acaso soy yo la única que en esta historia tiene sentimientos… ―Las lágrimas estaban a punto de aflorar a sus ojos, pero se contuvo por dignidad.

―Yo también tengo sentimientos, pero no son suficientes para hacerle frente a todo lo que conllevaría estar a tu lado ―contestó―. Lo siento. Estar con un miembro de la familia real es demasiado complicado, y prefiero retirarme ahora que esperar a que los dos estemos más involucrados.

Escuchar aquello fue un duro golpe para Caroline. Lo miró a los ojos, tenía deseos de salir corriendo, de gritarle lo horrible que se estaba comportando con ella, pero no lo hizo. En su lugar, mantuvo la compostura y lo instó a marchar.

―Si ya no tienes nada más que decirme, te pido que te vayas, por favor.

Luan asintió, le dio la espalda y abandonó el lodge. Tenía el corazón destrozado y le dolía demasiado el golpe que le acababa de infringir.

Caroline cerró la puerta. Una rebelde lágrima bajaba por su mejilla, demostrándole cuánto sufría con aquel desprecio. "¡Tantas veces le habían dicho que ser princesa simplificaba la vida! ¿Cuántas veces no escuchó decir que a un miembro de la realeza se le abrían todas las puertas?". Para Caroline, la realidad era otra. Había prendido que, en el amor, su linaje jugaba en su contra.

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