· If I Fell ·
Que Evangeline Lyne supiera que Sirius Black era un animago tenía muchas ventajas para el segundo.
Significaba que podía acudir a ella tras una noche rondando por el Bosque Prohibido con extrañas heridas en las piernas y las manos y no tener que dar demasiadas explicaciones. Eva seguía ayudando a Madame Pomfrey, aunque con menos frecuencia porque ya estaba en séptimo y no tenía tanto tiempo, y hacía algunas de sus guardias nocturnas los fines de semana.
Casualmente, Sirius Black siempre tenía un accidente durante las madrugadas del sábado. Desde la primera semana de septiembre, aparecía cada fin de semana con una herida distinta, y si no era eso era un dolor de cabeza, de estómago o de muelas.
El dolor, aparentemente, desaparecía en el momento en el que Eva se sentaba junto a él con un largo suspiro y comenzaba a curarle. Él le sacaba conversación y ella fingía que no había nada más tedioso que tener que curarle una y otra vez.
Lidiar con Sirius Black no era fácil, pero Eva demostraba una firme fuerza de voluntad. Él se desnudaba sin ningún problema hasta quedar en ropa interior si ella le pedía simplemente que se bajara un poco la manga de la camisa para ponerle un ungüento en el hombro. Decía que prefería desvestirse para no mancharse la ropa, a pesar de que la traía toda manchada de barro.
—Así te resfriarás, Sirius.
—¿Y tendría que quedarme aquí bajo tus cuidados?
—Eres un descarado.
—Y un sinvergüenza que no vale para nada, o eso me decía mi querida madre —responde con una sonrisa radiante.
Eva hace como que no se fija en sus pectorales ni en la línea de su espalda ni en sus ojos grises clavados en ella mientras le aplica cura tras cura. Es experto en analizarla de cerca mientras hace sus tareas, y a veces habla sin parar y otras se queda callado mirándola. Eva solo se permite temblar cuando consigue despacharlo y cierra la puerta de la enfermería. Es ahí cuando susurra un "joder, joder, joder" tras otro y empieza a recorrer el pasillo que separa las camas de arriba para abajo.
Que no estaba saliendo ya con Remus era algo evidente si los estudiabas desde lejos. Quizás, si no sabías que habían estado saliendo durante un par de años, no te darías cuenta con tan solo verlos interactuar. Seguían gastándose bromas y acudiendo juntos a todas partes y siendo uña y carne. Sin embargo, si los mirabas un poco más de cerca, notarías que ya no se quedaban prendidos el uno del otro mientras hablaban. Que la dirección los pies de Sirius no apuntaba hacia Remus cuando conversaban, ni viceversa. Que Remus pasaba más tiempo con Lily Evans y Sirius...
Sirius se escapaba a la enfermería para pasar tiempo con la menor de los Lyne.
Eva se da cuenta de que Sirius está interesado por ella la tarde del 3 de noviembre de 1976.
Hace frío en el castillo, como siempre, y Eva está tocando el piano en la habitación que Remus le había mostrado hacía un par de años. A pesar de que no se han vuelto a hablar, parecen haber establecido en secreto un horario para acudir a practicar a la sala. Eva va de lunes a jueves y Remus tiene todos los viernes y fines de semana. Nunca se han cruzado y nunca hablan de aquello, pero respetan el horario a rajatabla.
Eva no se explica cómo Sirius sabía que ella estaría allí o si es que Remus le ha confesado su ubicación. El caso es que cuando Sirius entra, no parece sorprendido de verla allí. De hecho, se alegra de verla y acude a su vera para saludarla.
Le habría gustado entrar en aquella sala sin que Eva se diera cuenta. Se había quedado en la puerta, con el oído bien pegado a la madera, escuchando las notas que tocaba tan rápido como sus dedos le permitían a pesar del frío que hacía. Se la había imaginado con su cabello negro extendido sobre su espalda, que estaría completamente recta porque ella siempre es así: rígida y perfecta, con estudiada postura. Nunca tiene un mechón de pelo fuera de su sitio ni la camisa arrugada ni los zapatos sucios. Siempre está impecable.
Pero ha hecho demasiado ruido al entrar y ahora Eva lo mira con una ceja levantada.
—¿Qué haces aquí, Sirius?
—Tengo un regalo.
Es de lo más irónico. Eva sabe que aquel 3 de noviembre es su cumpleaños, no el de ella. No es él quien debe ir por ahí regalando cosas.
Sin embargo, se acerca con un regalo envuelto torpemente con trozos de pergamino —no es que encontrar papel de regalo sea fácil en Hogwarts— y se lo tiende. Eva mira el objeto con desconfianza y luego de devuelve la mirada.
—¿Qué es?
—El propósito de envolver un regalo es que veas lo que es después de desenvolverlo y no antes, Evie.
Evie.
Solo por eso, Eva deja pasar el hecho de que Sirius se ha colado en la sala del piano y la ha visto tocar, a pesar de que es algo que no le gusta que la gente sepa. Desenvuelve el regalo y observa el mismo libro de partituras de Bach que vio que se llevaba de su habitación cuando se coló durante la fiesta. Cuando abre la contraportada, Eva encuentra un mensaje escrito por él.
Para que te acuerdes de mí, Evie, si es que alguna vez consigues olvidarte.
Tu Black favorito.
Lo lee con una ceja levantada y luego dirige su mirada hacia él. Él parece impaciente por ver su reacción, pero lo disimula peinándose el cabello hacia atrás y poniendo su mejor cara de galán.
—¿Tu Black favorito?
—Bueno, ¿a cuántos Black tienes el lujo de curar descamisados, eh? Digo yo que eso hace que me gane el título de favorito.
Eva se aguanta las ganas de reír, pero al final deja escapar el aire por la nariz y sonríe, negando de un lado a otro. Poca gente le saca una sonrisa genuina a Eva, y en dos meses, Sirius ha sido capaz de sacarle demasiadas, muchas más de las que está acostumbrada.
—¿No es hoy tu cumpleaños, Sirius? Debería estar yo haciéndote un regalo.
—Esto es para darte las gracias por aguantarme todos los fines de semana. Vi que te llamaron la atención y, la verdad, yo no las voy a aprovechar.
—¿Cómo sabías que tocaba el piano?
Sirius traga saliva. ¿Honestamente? Lo había visto con su mapa. Sabía que pasaba muchas horas ahí, así que había pasado alguna vez por la puerta y la había escuchado tocar. No puede decirle la verdad, claro, así que tira de su inventiva para responder algo que la deje asombrada.
—No solo soy tu Black favorito, Evie, también soy el más inteligente.
—El más cara dura sí que eres, desde luego —bufa ella.
—Bueno, forma parte de mi encanto.
Por desgracia, así es.
El cara dura de Sirius Black no duda ni un segundo en ocupar el espacio libre de la banqueta del piano. Sus piernas y sus codos se rozan y Eva mira hacia otro lado, porque no sabe si soportaría verse tan cerca de él y sería capaz de seguir fingiendo que no le impone su presencia.
Sirius acaricia las teclas con las yemas de sus dedos y, sin dudar ni un segundo, empieza a tocar. Tal vez sea consciente de ello o no, pero verlo tocar el piano enciende algo muy escondido en el centro del estómago de Eva. O quizás más arriba. O mucho más abajo.
Solo sabe que aguanta la respiración y empiezan a sudarle las palmas de las manos porque no hay nada más atractivo que ver los dedos de Sirius Black acariciando las teclas que ella acariciaba segundos antes.
Joder, joder, joder.
Está de lo más atractivo, con su pelo negro lleno de ondas echado hacia atrás y sus ojos grises y su nariz recta. Con las mangas de su camisa arremangadas, dejando ver las venas de sus brazos y el vello que los recubre. Eva observa casi hipnotizada cómo su nuez sube y baja por su garganta cada vez que traga saliva.
Pensaba que tenía lo de Sirius más que superado, pero la manera en la que chilla internamente por verlo tocar le dice que no, que eso no se olvida jamás. Que su enamoramiento con quince años sigue en pie y dando guerra a los diecisiete y que Sirius solo se ha vuelto más atractivo y más incalcanzable con los años, y eso lo hace aún más divertido. Solo puede pensar en lo bien que se tiene que sentir al tener esas manos expertas sobre su cuerpo y...
—Tierra llamando a Evie. ¿Tan bien toco?
—¿Qué?
—Te has quedado absorta. Te decía que si me tocabas tú un poco.
Eva se atraganta con su propia saliva. Sirius se ríe ligeramente al notarlo, pero lejos de soltar uno de sus comentarios descarados, se pasa un mechón de pelo por detrás de la oreja y hace un gesto hacia el piano para que Eva lo toque.
—¿Yo?
—Es mi cumpleaños. Hago diecisiete —anuncia, con una amplia sonrisa.
—Pero...
—O me tocas el piano o me das un beso, Evie. Una de dos.
Eva se levanta de la banqueta. Sirius se levanta también y la toma del brazo con mucho cuidado. Cuando la mira, se encuentra con sus ojos clavados en los suyos, buscando un motivo por el cuál él está haciendo todo eso. No sabe si quiere molestarla o conquistarla o qué demonios tiene en mente, pero es tan confuso que simplemente es demasiado.
—Que era broma. Olvida lo del beso.
¿Cómo que era broma?
No sabe si está enfadada por que le haya puesto dos opciones que tanto le aterran o porque él se lo toma como un juego. Tal vez, Sirius Black está más que acostumbrado a jugar con las personas de esta manera, pero Eva no. Y no sabe salir de su enredo con tanta facilidad.
Por suerte, Sirius sonríe y le pide perdón con la mirada.
—Por favor. Sé que tocas muy bien, te he escuchado desde el otro lado de la puerta.
—¿Y no has tenido suficiente?
—No —dice el monosílabo muy rápido, antes de volver a sonreír—. Quiero ver lo guapa que estás cuando tocas.
—Eres...
—Un sinvergüenza, sí. ¿Pero a que yo estoy guapo cuando toco? —se burla él, apoyándose sobre la tapa del piano—. Y eso te lo he dado gratis. Ahora quiero ver lo guapa que te pones tú.
—Pero yo no soy...
—Eh, seré un sinvergüenza, pero no soy mentiroso, Evie. Si eres guapa, eres guapa. No tengo problema en decírtelo.
Eva se lame el labio inferior al escuchar aquello. Siente que Sirius es capaz de percibir lo acelerado que le va el corazón. Traga saliva muy despacio y piensa unos segundos antes de empezar a tocar.
Sirius le mira con la misma fijación que la mira coserle las heridas. Sigue preguntándose a sí mismo cómo demonios Evangeline Lyne se ha convertido en una chica preciosa, inteligente y con talento frente a sus ojos sin que él le prestara la más mínima atención.
Pero ahora no piensa dejar de mirarla. Ni un segundo. No quiere perderse cómo cierra los ojos para concentrarse y mueve ligeramente la cabeza cada vez que pulsa el pedal, o como la ceja izquierda le tiembla un poco cuando llega una parte complicada.
Traza con sus ojos la curva de su frente, su nariz y sus labios y pasa por su larguísimo cuello pálido. Acaricia con su mirada el rostro de Evangeline Lyne y en sus labios recita su nombre en silencio como si fuera un hechizo que tiene que aprenderse. Le suena a poesía.
Cuando toca el piano, a Sirius no le parece guapa.
Le parece preciosa.
Qué descarado es Sirius, lo amo DEMASIADO. Mira que soy defensora de Wolfstar hasta la muerte, pero es que Eva y Sirius me llenan el alma de qué sé yo. Los quiero mucho <3
¿Habéis reconocido el libro de partituras? Yo sé que sí 😎
El próximo capítulo será el 6 de febrero. Os iré avisando de cada subida, porque he cambiado un poco la frecuencia, jeje. Muchas gracias por leer, votar y comentar 🧡
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