· Help! ·


Casi ha llegado el invierno y Eva camina por los pasillos encorvada porque hace un frío demencial. Necesita encontrar algún hechizo que la permita mantenerse caliente durante el día, pero está tan preocupada por sacar buenas notas que ni siquiera tiene tiempo para eso. Como no se esfuerce mucho, terminará suspendiendo Aritmancia, y sabe lo que significa un suspenso.

Todas las navidades castigada.

Así que se ha pasado la tarde en la biblioteca con Cass y ahora solo ve números cada vez que cierra los ojos. Va tan absorta en sus pensamientos que casi se da de bruces con la escena que se encuentra en mitad del pasillo.

Remus y Sirius están parados, el segundo ligeramente más adelantado que el primero, que tira de su túnica para intentar hacer que cambie de dirección. Frente a ellos está un grupo de alumnos de Slytherin de séptimo, conformado por Yaxley, Mulciber y Rosier.

—¿Siempre tienes que ir acompañado de tu novio, Black? —se ríe Mulciber. Los demás se ríen al unísono.

—¿Siempre tienes esa cara de cerdo o solo te sale cuando te juntas con otros animales de granja como los que tienes al lado?

Las risas cesan en cuando Sirius responde. Eva se aleja, consciente de que, en cualquier momento, sacarán sus varitas y la escena se pondrá violenta. Sirius tiene una facilidad sorprendente para meterse en problemas.

—Vamos, Sirius, no les hagas caso —insiste Remus. A él no le gustan esos enfrentamientos.

—Venga, Sirius, haz caso a tu novio —se burla Yaxley con una voz ridícula—. ¿A dónde vais? ¿Al jardín a daros besos?

—¿Tienes envidia acaso, Yaxley? —se adelanta Sirius, rojo de la ira—. Mi puño te puede besar la cara si tanto te gustan los besos.

Ahí es cuando sacan las varitas. Remus da un paso hacia atrás y levanta las manos en señal de rendición, pero Sirius también busca la suya en su túnica y les apunta con ella. Eva lo observa desde su rincón, tragando saliva.

Qué valiente es.

Y qué estúpido.

—Somos tres contra uno, Black. Yo que tú me lo pensaría bien.

—He valorado mis opciones, Mulciber, y salgo ganando. Los tres juntos no conformáis ni un mago entero.

Vuela el primer hechizo y Sirius lo esquiva con facilidad. Eva se tapa la boca para no chillar y busca a Remus, que se aleja renqueando. Todavía no se le ha curado del todo la herida. Eva le hace una señal para que se esconda con ella detrás de la esquina y se paran a vigilar lo que ocurre con intranquilidad.

—Creo que deberíamos avisar a algún profesor —se lamenta Eva—. Son tres contra uno.

—Si avisamos a alguien, Sirius terminará llevándose el castigo, estoy seguro. Los demás se irán de rositas.

Eva le apunta hacia el costado con la varita y susurra un hechizo calmante. Remus sonríe con alivio antes de levantarse ligeramente el jersey y observar que ya no tiene un hematoma tan grande como esta mañana.

—Vaya, muchas gracias. Tendría que aprender a hacer magia curativa.

—¿Pretendes hacerte heridas así de grandes en el futuro? —le pregunta ella con el ceño fruncido.

Remus se ríe entre dientes antes de rascarse la cabeza. Eva aprovecha que no está mirando para fijarse bien en las cicatrices que decoran su rostro. Solo tiene catorce años y, sin embargo, parece que ya haya vivido cien vidas. Le gustaría preguntarle cómo se las hizo, porque las historias que ha escuchado acerca de ello parecen sacadas de una leyenda fantástica, pero no se atreve y, en el fondo, teme entrar en un tema delicado.

—Supongo que no.

Escuchan todavía más escándalo y se asoman con sigilo, y cuando Eva comprende por qué de repente hay tantos gritos, no puede hacer más que llevarse la mano a la frente.

Amelia ha atado a los estudiantes de Slytherin con una cuerda que ha salido de su varita y está reprendiéndoles por molestar a Sirius. Es una maniobra demasiado exagerada de parte de una prefecta, pero es que Amelia no es una prefecta común. Está segura de que McGonagall y Dumbledore la nombraron a ella en un intento de controlar, precisamente, a Sirius y a sus amigos, porque es la única persona a la que le hacen verdadero caso.

—¡Y que sea la última vez que os veo molestando a otro estudiante! —chilla ella. Cuando grita, el cabello se le revuelve y parece una fiera—. ¡Son cincuenta puntos menos para Slytherin por cada uno de vosotros!

Hay un silencio muy breve antes de que Amelia vuelva a gritar. Eva y Remus no pueden escuchar lo que han respondido los otros desde su posición.

—¡Son 150 puntos, cazurro! ¡No 100!

Remus deja escapar una carcajada por detrás de Eva.

—Apuesto a que el que no sabe contar es Mulciber —susurra él.

Se quedan pegados a la pared y ven pasar a Amelia y Sirius en la otra dirección, apenas advirtiendo su presencia.

—No hacía falta, Mel, lo tenía controlado...—asegura Sirius, con las manos en el interior de los bolsillos.

—No pienso dejar que molesten a nadie más, son...

El sonido se pierde cuando giran el siguiente pasillo y Eva se da cuenta de que se ha quedado a solas con Remus. No conoce de nada a aquel alumno, pero siempre ha querido acercarse a él y preguntarle qué lee con tanto ímpetu.

Aunque cuando lleva la vista a las manos del chico, lo que encuentra entre ellas no le parece en absoluto extraño. Es algo que ella reconoce a la perfección y que ella misma tiene en altísima estima.

—¿Eso es una partitura de Debussy?

Él asiente, aunque parece ligeramente extrañado. Le tiene la partitura a Eva y ella pasa las páginas con los ojos como platos. Nunca ha visto a ningún otro estudiante que toque el piano. Esas partituras parecen muy viejas, como si las hubieran manoseado en muchas ocasiones.

—¿Sabes tocar?

—Sí, me enseñó mi madre —confiesa Remus.

Se hace el silencio. Eva se debate consigo misma, porque quiere contarle que ella también sabe tocar el piano, solo que le da vergüenza porque no sabe cómo va a reaccionar. Siente la necesidad de sorprenderle y ni siquiera sabe por qué, y sería terrible si se lo contara y a él le diera absolutamente igual. Como le pasa con todo el mundo. A nadie le importa Eva.

Pero entonces él hace la pregunta. Le hace ver a Eva que sí que está interesado por saber cosas sobre ella. Es algo completamente nuevo para la joven y el corazón empieza a latirle mucho más rápido.

—¿Quién te enseñó a tocar a ti?

—¿Cómo sabes que toco?

—Has reconocido el título de la obra. No pone que sea de Debussy.

Eva se sonroja. Se ha delatado ella sola ante Remus y, para su sorpresa, el joven parece entusiasmado con la idea de que ella toque el piano.

—Me enseña mi tía Sylvia. A ella le gusta mucho Debussy.

—¿Sabes tocarla?

—Claro —responde Eva. Mira de nuevo el título para confirmarlo—. Clair de Lune es de lo primero que aprendí de Debussy, es de las más conocidas.

—¿Me ayudas?

—¿Qué?

—A tocarla. No me termina de salir bien y... No conozco a nadie más que me pueda enseñar. Eres la primera persona de aquí que conozco que sabe tocar el piano.

Eva frunce el ceño. ¿Se lo está diciendo en serio?

—Mi madre falleció y... Ahora intento aprender yo solo, pero no me está yendo muy bien que digamos.

Su madre falleció.

Es uno de los datos acerca de Remus que no esperaba conocer. Verdaderamente, no tiene ni idea de la vida de aquel chico. En dos minutos que lleva a su lado, se ha enterado de que le interesa la magia curativa, sabe tocar el piano, su madre falleció y... Tiene unas cicatrices terribles en el rostro que, sin embargo, dotan a su aspecto de misterio y Eva está muriéndose por descubrirlo.

Eva no ha sabido decir que no y ahora se encuentra estupefacta frente a un piano. Ni siquiera conocía ese pasillo ni esa habitación, pero Remus la ha llevado como si lo conociera de toda la vida. Se sienta en la banqueta, bajo su escrutinio, y posa las manos encima de las teclas.

Siente un sudor frío incontrolable. Le pasa muy a menudo. No toca frente a nadie que no sea su tía Sylvia o su hermana. No lo hace porque sus padres siempre la reprenden si se equivoca en una nota y su hermano la ridiculiza.

Así que no se ve capaz de ponerse a tocar la melodía. Hace tiempo que no la toca, y aunque mira la partitura y sabe que es perfectamente capaz, le da miedo fallar frente a Remus. Sigue mirando la partitura y las notas comienzan a bailar sobre el pentagrama y los silencios y las corcheas pierden el sentido y ya no sabe qué significan esos números que hay a uno de los lados.

Le tiemblan tanto los dedos que los esconde dentro de su puño, muerta de la vergüenza.

—Lo siento, es que...

Remus sonríe. No parece enfadado, ni decepcionado. No hay ni un rastro de burla en su mirada.

—¿Y si la toco yo y tú me dices lo que hago mal?

Y así pasan la tarde. Se acaban de conocer. En realidad, no saben demasiado el uno del otro, pero ahora guardan un mismo secreto y una misma pasión, y Debussy crea una especie de vínculo entre ellos que hace que Eva esté toda la lección maravillada.

Nunca ha encontrado a nadie con los mismos gustos que ella.

Y quiere pasar más tiempo con él. No tiene nada que ver con el amor platónico ni nada por el estilo. Siente por Remus algo similar a lo que siente por su hermana Amelia: admiración. Ganas de sorprenderle. Es una persona que considera superior y necesita hacer lo imposible por ponerse a su altura, porque es el tipo de persona de la que le gustaría rodearse.

—Me encantaría poder tocar tantas cosas... —le explica a Eva, sacando todas las partituras que tiene guardadas en una cajón de la sala—. ¿Te imaginas poder tocar algún canon? ¿O una de las obras rápidas de Chopin? Me encanta Chopin.

Cuando salen de la habitación y se encaminan al Gran Comedor, Eva encuentra a su amiga Cass con otra alumna de Slytherin y se la quedan mirando con estupefacción.

—¿Estabas con ese?

Eva observa a Remus entrar en el comedor. Parece que ahora se ha agachado otra vez y se le encorva la espalda, como si con ella se hubiera atrevido a estar recto y ahora intentara esconderse para que los demás no le miraran.

—¿No has oído los rumores?

—¿Qué rumores?

Cass suspira y pasa un brazo por los hombros de Eva, como si estuviera haciéndole un gran favor.

—Dicen que es un desviado, Eva. Ya sabes, uno de esos. Yo que tú intentaría que no me asociaran en absoluto a él. Podría ser peligroso.

A Eva le da un vuelco el corazón. No conoce demasiado a Remus, pero le ha bastado con una sola tarde para saberlo.

¿Cómo va a ser Remus peligroso?

¿Y qué más da quién le guste?


Wolfstar es real y Remus es maravilloso tal cual es y Eva y Remus tocaron el piano igual que Bella y Remus.

Lloremos juntas.

¡Gracias por leer y votar!

También os aviso por aquí de que he comenzado a publicar una historia en colaboración con Ogaira y moonysblack que podéis encontrar en nuestra cuenta conjunta, llamada -AprilFools- . La historia se llama Magnificently Cursed y subiremos un capítulo nuevo cada lunes :) También tenemos otras dos historias en esa cuenta que son crossovers de todas nuestras protagonistas, aunque Amelia y Eva no salen, pero sí sus descendientes ;)

Nos leemos el próximo domingo. ¡Os tkm!

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