07

Gerard

«Cuando los años nos pinten las manos

Que el 2020 se vuelva lejano»

— Ha-Hace unos días... — Me estaba muriendo de la vergüenza. — Hice un dibujo de ti, Frank. Y en serio es mi sueño que puedas firmarlo.

Cuando le extendí el cuaderno, sentí mis piernas comenzar a temblar, me puse ansioso al pensar en cuál podría ser su opinión de mi dibujo. Me daba miedo que no le gustara, pero la gran sonrisa que se asomó en su rostro mientras lo detallaba bien, me hizo respirar en paz. Entonces levantó la mirada y sus ojos tuvieron que volver a encontrarse con los míos, esta vez no pude rehuir al contacto visual.


Sus cejas son algo arqueadas, aunque ahora, con su rostro completamente relajado, se ven más rectas. Tiene pestañas cortitas, y los párpados más bonitos que he visto; me gusta mantener mi total concentración al retratar su rostro tal y como se percibe en la quietud en esta mañana de primavera. Tengo que hacerle justicia, aunque sea muy difícil comprimir toda su belleza en papel.

Su nariz es redondita y tierna, sus pómulos se ven levantados y sus labios se curvan levemente en lo que parece ser una sonrisa que delata que incluso sus sueños son bellos. Me invita a preguntarme si yo seré lo que sueña. Su respiración es suave. Él está en calma, él está soñando, él es feliz... Eso es lo que quiero plasmar.


— ¡Wow! Gerard... — Seguía asombrado. — Creo que eres increíble... Dibujas hermoso.

— Gracias. — No pude evitar suspirar como un tonto.

— Yo... — Bajó la mirada y soltó una bonita risa nasal. — Oye... Firmaré tu cuaderno, por supuesto, pero... No sé... Es que... Me gustó mucho el dibujo, y yo me preguntaba si... Si podría quedármelo. D-Digo... Si no es mucho pedir.


Se ha dejado crecer la barba y el bigote. Dejo de mover el lápiz por un momento. Río para mí mismo. Si de aquí a diciembre no se afeita el rostro, se parecerá a Santa Claus, y probablemente a nuestros nietos les gustaría eso... Creo que se lo diré cuando despierte. El pensamiento mantiene una sonrisa boba en mi rostro.

Su cabello gris cae con gracia a un costado de su rostro, casi cubriéndolo, me gustaría apartarlo para apreciar mucho mejor su fisionomía, pero sé que el roce de mis dedos, o incluso del fino lápiz que estoy usando, podrían perturbar su sueño, y no quiero eso.

Sólo quiero admirarlo desde mi lado de la cama, e inmortalizarlo cual obra de arte que te llena el corazón de bienestar.

Desperté muy temprano hoy, y sabiendo que a Frank no lo perturba ni lo despierta la luz, encendí mi lámpara para hacer un mejor acompañamiento de los tenues rayos de un sol que apenas comenzaba a subir. Me puse mis gafas para ver mejor de cerca, y tomé de la mesa de noche mi block y mi lápiz... Amanecí inspirado por tan sólo despertar a su lado como cada mañana y simplemente saber que duerme tranquilo, con esa una pequeña y encantadora sonrisa.


— Frank. — Le llamé suavemente, a lo que él se dio la vuelta. — Yo sigo creyendo que lo hiciste increíble hoy. Y n-no lo digo porque te "idolatre" o algo así, es que en serio, en serio, en serio se nota que le pones amor a lo que haces y yo... Es decir... Todos tus fans... Apreciamos eso.

Bajó la mirada a sus zapatos por unos segundos, comenzando a sonreír, y luego me miró a los ojos de una vez por todas.

— Gracias. — Dijo manteniendo su sonrisa. — Gracias por todo.


Volví a reír en silencio cuando estornudó suavecito como un gatito, dicho estornudo lo hizo abrir los ojos.

— Buenos días... — Metí el lápiz entre los resortes del block, y extendí mi mano para acariciar suavemente su mejilla.

Él sólo sonrió como respuesta. Cerró sus ojos perezosamente, tomó mi mano y depositó un beso en ella, para luego volver a abrir sus ojos.

— Feliz cumpleaños, amor... — Besó mi mano otra vez.

— ¡Cierto! — Reí. — Es mi cumpleaños... Gracias por mi regalo.

— ¿Cuál regalo? — Pregunta aún medio dormido.

— Que tu rostro sea lo primero que veo al despertar, y que me inspire a hacer lo que amo. — Le di la vuelta al block para que apreciara lo que hice; esto provocó que volviera esbozar una tierna sonrisa.

— Ven aquí... — Dijo levantando su brazo.

Me quité las gafas para no romperlas sin querer (ya me ha pasado un par de veces) y las dejé junto al block en la mesa de noche, también apagué la lámpara porque ya no hace falta. Entonces me acosté para acurrucarme en los brazos de mi esposo.


Se dio la vuelta para irse y yo estuve dispuesto a marcharme también, de no ser porque él se detuvo a mitad de camino y volvió a girarse hacia mí.

— Se me olvidaba. — Dijo antes de acercarse de nuevo, pero esta vez no me esperaba lo que pasaría; él solamente abrió sus brazos y me envolvió en ellos sin previo aviso. — Te debía un abrazo.


Sonreí cuando me apretó muy fuerte contra su pecho y un suave suspiro de alivio abandonó sus labios.

Cerré mis ojos y me dejé envolver en la calidez de su abrazo, hundí mi rostro en su pecho, y aspiré su agradable aroma, dejándome llevar por la paz que me ofrece esta mañana de mi cumpleaños número cincuenta y uno, donde tenemos todo el tiempo del mundo para abrazarnos y no salir de la cama si no queremos.


Mientras lo abrazaba, un suspiro abandonó mis labios al sentir un vacío que se apoderó de mi pecho. Y entonces mis lágrimas, que sólo eran gotas, se convirtieron en cascadas, y mi llanto, que era quieto, se convirtió en sollozos fuertes... Porque sentí que caí a pedazos de nuevo. Mi alma agrietada se vio sacudida y los pedazos que tanto me costó volver a armar, cayeron.

Frank también comenzó a llorar profundamente... Me apretó con más fuerza en sus brazos, y cuando lo hizo, volvió a armarme; todos los pedazos se levantaron solos y encajaron perfectamente unos con otros... Se convirtieron en una sola pieza, sin dejar una sola grieta. Como si necesitara caer a pedazos otra vez para ser reconstruido... Y quedar como nuevo.


Sin soltarlo, levanté el rostro para mirarlo a los ojos.

— Frankie... Vas a hacer que me duerma de nuevo. — Dije ante sus relajantes caricias en mi pelo.

Su mano abierta se traslada a mi rostro, y lo sostiene firme, mientras su pulgar es el que acaricia suavemente mi mejilla y la comisura de mis labios, sacándome una sonrisa.

Mis ojos se pierden en los suyos, me sumerjo en el amor con el que me miran. Mi mano también se dirige a su mejilla para darle mis propias caricias.

— ¿Sabes? — Digo al sentir su barba rasposita. — Hace rato estaba pensando que, si no vuelves a rasurarte hasta diciembre, podrías ser Santa Claus para los niños.

— ¡Hey! Tú también puedes hacerlo.

— Lástima que me rasuré ayer. — Reímos juntos. — Pero puedo volver a dejarme la barba y ambos seremos Santa Claus, ¿Te gusta esa idea? — Asintió felizmente. Su rostro se acerca más al mío, y nuestros labios se unen en un besito (sí, últimamente uso muchos diminutivos). — Mmm... — Suspiro. — Te apesta la boca.

Él rió conmigo, y sólo para molestarme, me soltó el aliento en la cara a propósito.

— ¿Qué tal eso? — Dijo con malicia antes de hacerlo de nuevo.

— ¿Y qué tal esto? — Ahora fui yo quien abrió la boca, y exhalé.

— Eww. — Se rió tapando su nariz con sus dedos, por lo que yo solté una carcajada al ver su expresión asqueada. — Deberíamos cepillar nuestros dientes.

— O podemos no movernos de aquí. — Volví a acurrucarme en sus brazos.

— Gee... Amor... Es hora de levantarse.


— ¿Gee? — Sentí mi estómago llenarse de mariposas cuando habló suavemente a mi oído. Fue la primera noche que dormimos abrazados después de hacer el amor. — Gee... Amor... — Sonreí al sentir sus besos en mi hombro. — Es hora de despertar...

Solté un gran bostezo y me di la vuelta para quedar frente a él.

— Buenos días... — Fue también la primera vez que me sentí tan feliz de que él sea lo primero que veo al despertar.


Me convenció llenando mi rostro de besos.

Me senté al borde de la cama, metí mis pies en mis pantuflas, y antes de levantarme, estiré mi espalda y mis brazos. Finalmente me puse de pie y seguí a mi esposo hasta nuestro baño.

Como algunas mañanas (no nos levantamos al mismo tiempo todos los días), nos cepillamos juntos los dientes; puse la pasta dental primero en su cepillo y luego en el mío, mi brazo rodeó su hombro y el suyo mi cintura, y nos miramos al espejo, haciéndonos gestos graciosos.

También nos duchamos y vestimos juntos.

— Voy a prepararte un desayuno especial de cumpleaños.

— Quiero cocinar contigo. — Me incliné y besé su mejilla. — Tal vez Olivia y Nigel quieran ayudarnos.

— ¿Habrán despertado ya?

Olivia y su esposo han estado viviendo con nosotros durante cuatro meses. En navidad, vinieron con la noticia de que están esperando un bebé. Nos preguntaron si podían quedarse con nosotros hasta el final del embarazo... Obviamente les dijimos que sí, ya que, además de que es emocionante estar presente en cada etapa de gestación y compartir la felicidad de ambos ante el crecimiento de la pequeña criatura en el vientre de Liv, también creímos que sería bueno para ellos simplemente darse un respiro de sus trabajos sin preocuparse por otra cosa que no sea su pequeña familia.

Nuestra hija, hace cinco años, cumplió su más grande sueño de ser una Étoile del ballet de la Ópera de París; ha protagonizado distintas obras de ballet clásico. Además, ha ganado competencias y ha hecho giras por Europa, perfeccionando su técnica al conocer nuevas academias. Su esposo, por su parte, es un antropólogo, así que a veces sus expediciones lo mantienen lejos durante un buen tiempo. Se casaron hace cuatro años, y se conocieron, por mera coincidencia, la noche en la que Olivia cumplió su sueño; él estaba a las afueras del teatro, y cuando la vio salir, le dijo que su presentación lo había hecho llorar.

Es un alivio que nuestra pequeña, al final, encontrara a alguien con quien forma un gran equipo; el amor de esos dos es tan fuerte, que la distancia no les afecta ni un poquito. Han estado separados durante largas temporadas, y eso nunca les ha impedido estar para el otro, ni ha apagado el deseo de formar una familia. Por eso Frank y yo estamos muy contentos de tenerlos a ambos aquí, y ver cómo valoran tanto el estar juntos.

Nuestra hija tiene actualmente seis meses de embarazo, la semana pasada supimos que su bebé será niña, y seguro será bellísima; tenemos la certeza de que heredará la piel chocolate de su padre y los rizos salvajes de su madre.

Mi esposo y yo nos sentimos muy orgullosos del amor que nació, inicialmente, entre nosotros dos, pues ese amor ha sido tan grande, que solidificó las bases de una familia sana y feliz, y sin desperdiciar ni una sola pizca de ese amor, criamos a dos hermosos niños que, al crecer, también formaron familias a partir de los mismos principios.


Entendí que siempre vas a importarme... Pero eso no es algo malo... Porque ya no te necesito... Sólo te amo.


Nos dirigimos hasta la habitación de Liv, nuestra intención era tocar la puerta para saber si ya estaban levantados. Sin embargo, antes de tocar, nos encontramos una nota pegada justo al centro de la base de madera.

"Buenos días, mamá y papá

Nos levantamos temprano, y ya que la mañana estaba muy fresca y bonita, decidimos sacar a pasear a Sky y Stevie

Volveremos pronto

- Olivia & Nigel"

— Entonces sólo somos tú y yo. — Sonreí cuando Frank besó mi mejilla. — ¿Vamos a la cocina entonces?

— Sip. — Asentí. — Sólo espera un momento, olvidé mi celular.

— Claro, el cumpleañero debe responder los miles de millones de mensajes que debe haber recibido tan temprano. — Dijo burlón, a lo que yo respondí con una mueca chistosa. — Iré adelantando algo.

— Está bien, cariño. — Respondí antes de ir a nuestra habitación.

Pasé un par de minutos buscando como un loco mi celular, tratando de recordar dónde lo dejé anoche. Lo encontré en el tocador, debajo de un cárdigan de lana que no sé cómo llegó hasta ahí (debemos limpiar, lo sé), pero ya que es mi favorito, decidí ponérmelo; es completamente blanco a excepción de que en algunas partes tiene fresas bordadas, y me gusta mucho porque además de ser muy bonito, es cómodo y calentito.

Al encender mi celular, vi que le queda 50% de batería, más que suficiente para atender la marea de mensajes entrantes. Mientras volvía a atravesar el pasillo y bajaba las escaleras muy lentamente dada mi concentración hacia la pantalla, hablé un poco con mi hermanito, mi mejor amiga y demás familiares y seres queridos, a quienes prometí llamar al final del día para contarles sobre mi cumpleaños, Mikey lo llama "el after party".

Lo único que me parece extraño es ver que mi hijo no ha llamado o enviado un mensaje, y su esposa tampoco; normalmente, ellos llaman temprano y ponen a los niños al teléfono.

— ¡Gee! — Levanté la vista del móvil al escuchar a mi esposo llamarme. — ¡Rápido! ¡Ven a ver esto!

Guardé el celular en el bolsillo de mi cárdigan y avancé lo más rápido que pude. Llegué a la cocina, pero él me llamaba desde el jardín, así que atravesé el portal que lleva hasta allá.

— ¡Mira eso! — Exclama emocionado. — ¡Mis amapolas ya florecieron! — Instintivamente sonreí al verlo tan contento, mientras toma fotos desde todos los ángulos de las flores que plantó hace un tiempo. — Ahora dime que soy el mejor. — Me guiñó un ojo, y reí enternecido.

— Eres el MÁS mejor. — Dije haciendo un gran énfasis, provocando que él ría conmigo.

Frank se ha estado dedicando a la jardinería por diversión desde hace un par de años, esta primavera nuestro jardín se ha llenado de vida con muchas flores de colores, las prímulas, en particular, son mis favoritas. Recuerdo que inició plantando tomates un día de aburrimiento y cuando estos crecieron, se puso casi tan orgulloso como cuando nacieron nuestros nietos.

Más que tierno, es muy gracioso... Esa vez, también tomó muchas fotos de sus plantas con los tomates listos, y se las mostró a todo el mundo diciendo "¡Mira mis tomates!". Me causa mucha risa el recordarlo, pues pasó casi una semana en eso. También lo posteó en Instagram; es divertido ver cómo sigue ganando fans, quienes, junto a los antiguos, están muy pendientes de sus redes para saber qué clase de cosas hace Frank Iero después de su retiro de la música, y él sale con ese tipo de cosas.

Cuando usamos los tomates para una ensalada, fue exactamente lo mismo; tomó muchas fotos, las subió y también se las envió a todos sus amigos: "Ensalada con los tomates que YO planté y coseché". Y mientras comíamos, no paraba de repetir cosas como: "Qué rica esta ensalada, con los tomates que YO planté y coseché".

Luego ese pequeño espacio donde están aún las plantas de tomates, se amplió y se convirtió en todo un huerto de vegetales. Y desde el año pasado ha estado plantando flores.

Frank siempre pensó que su retiro de la música sería el fin del mundo, y al final resultó ser como unas eternas vacaciones de las que no puede cansarse, porque ahora sabe que tiene mucho más en su vida, y que el hecho de que ya no haga álbumes ni dé conciertos, no significa que hayan arrancado la música de él.

A veces toca la guitarra... Como principiante, claro... Y no es triste... Tampoco es una amarga resignación, aún puedo notar el gusto. Cuando lo veo, es como si estuviera componiendo una canción, porque se le ve feliz; se pierde en melodías simples y se remonta a los viejos tiempos, a los días en los que era una gran estrella de rock que tocaba riffs increíbles y hacía maniobras con la guitarra con las que podía herirse a sí mismo o a sus compañeros de banda. Lo sé por la sonrisa traviesa que tiene en el rostro. Él recuerda esos días con alegría; se siente completo, se siente realizado, y eso hace que yo también sea feliz.

Me preocupaba mucho que estuviera triste por siempre debido a su retiro, así que es un gran alivio verlo simplemente vivir la vida sabiendo que todas las cosas que ama jamás se han ido, y seguirán con él mientras viva.

Eso me da consuelo, pues si algún día mis manos no vuelven a pintar, mi esposo será mi modelo a seguir.

Hay muchas cosas en las que Frank y yo estamos de acuerdo, y una de ellas es que todo pasa por algo.


— Y si debemos estar juntos...

— Estaremos juntos.


El que nosotros estemos juntos es casi terapéutico, creo que es por eso que podemos vivir la vida de la manera en la que la estamos viviendo ahora; sin nada de prisa.

Vivimos cada día sin saber exactamente qué es lo que haremos o qué pasará, y eso es bueno; no tener una rutina preestablecida es como salir de una rueda para hamsters y tener las posibilidades de ir a donde sea. Después de todo, las cosas que amamos nunca se irán de nosotros si dejamos de trabajar, así que Frank puede seguir disfrutando de hacer su música por puro placer, pues aunque ya no toque la guitarra como un profesional debido a su artritis, ha tenido la dicha de escribir canciones para algunas bandas. Algunas veces yo toco el piano para él, y él se sienta junto a mí y me acompaña con algunas melodías.

Yo, por mi parte, sigo haciendo mis pinturas, de vez en cuando me inclino hacia las artes plásticas, y sí, mis obras se siguen exponiendo en museos, pero me he retirado de otras fuentes de empleo, como mi canal en YouTube, pues en ese aspecto, mi aporte a la sociedad está hecho, concluí dignamente con esa etapa, di lo que podía ofrecer y estoy muy agradecido por todo el amor que he recibido y sigo recibiendo allí.

He estado aislado de las redes, pero es porque no son tanto lo mío. A diferencia de Frank, que ama compartir cualquier cosa, yo prefiero guardar todo para mí; nuestros momentos especiales se quedan en mi memoria y en nuestros álbumes de fotografías.

Estamos viviendo en la mayor tranquilidad. Aunque nuestros hijos vivan lejos, siempre nos llaman, y tampoco estamos del todo solos, porque podemos cuidar de nuestras compañeras caninas, Sky y Stevie; las llevamos con nosotros a todas partes, jugamos con ellas y las consentimos todos los días. A veces convivimos con amigos, pero los mejores momentos son cuando estamos juntos, haciendo cualquier cosa, ya sea acostados en la cama leyendo un libro, sentados en nuestro jardín bebiendo limonada y respirando el aire fresco, viendo películas o cocinando recetas que encontramos en Internet.

Somos los hombres más felices del mundo cuando estamos con nuestra familia, sí, pero también podemos serlo cuando estamos solos.

Este último verano fue el mejor de todos, porque Miles y Nina trajeron a los niños a pasar algunas semanas con nosotros, y como en los viejos tiempos, la casa volvió a llenarse de risas de niños felices. Luego volvimos a quedarnos solos... Hasta que en navidad volvieron a venir y, no sólo eso, sino que Olivia nos dio la gran sorpresa de su embarazo y también nos dio la oportunidad de formar parte de ello; estos meses teniéndola aquí con su esposo han sido increíbles. Y sé que, eventualmente, volveremos a estar solos, pues su hija nacerá y quizás, después de unos meses, tendrán que irse.

Pero esto no es triste, en lo absoluto. Porque a fin de cuentas, cuando nuestros hijos están con sus respectivas familias, Frank y yo nos seguiremos teniendo el uno al otro; porque somos el núcleo, la raíz de esta gran familia que crece más más. El destino así lo quiso.


— No sé cuánta distancia hay en el espacio entre una estrella y otra, pero si ambas se veían tan separadas desde la tierra, estoy seguro de que en el espacio, estaban todavía más lejos... Tanto, que nunca se han conocido. Pero aun así, ambas estaban perfectamente alineadas... Y tú y yo somos así; estamos en una misma sintonía, salvo que a veces parece que siempre viviremos en sitios muy diferentes, viviendo vidas muy diferentes en un tiempo muy diferente... Pero de alguna manera siempre coincidimos. Y si después de hoy volvemos a separarnos y ya nunca más volvemos a vernos... Siempre estaré feliz y agradecido de haber coincidido contigo.


Regresamos a la cocina, y pude apreciar que los ingredientes que Frank decidió usar para el desayuno ya estaban sobre el mesón.

— ¿Qué haremos? — Pregunto recogiendo mi cabello para que no me caiga en la cara, mientras él pone fresas picadas en una olla.

— Ya que amas mucho las fresas, decidí hacer esta receta de panqueques de tarta de fresa. — Dice mientras agrega una taza de azúcar. — Tendrán crema batida y trocitos de galletas de vainilla arriba.

— Suena rico.

— Yo estoy preparando el sirope. Aquí está la receta. — Puso su celular sobre el mesón. — Si quieres tú puedes preparar la mezcla de los panqueques, ¿Te parece bien?

— Genial. — Respondo poniéndome el delantal para no mancharme la ropa. Tomé el bowl grande que me indicó, y abrí el paquete de harina, que es lo primero que hay que poner para la mezcla.

— Pon seis tazas.

— ¿Seguro? ¿No es mucho?

— Somos más gente en la casa, y Liv debe comer por dos, así que está bien.

— Sí, chef. — Dije burlón.

La cocina empieza a impregnarse del agradable aroma del sirope de fresa. Cuando termino de poner las seis tazas de harina (en un momento de torpeza, tiré un poco en el mesón), noto que realmente era demasiado.

— ¿Seguro que no es mucho? Incluso tomaste el bowl más grande; no vamos a alimentar a un ejército.

— ¿De qué hablas? Si más bien, creo que falta un poco más.

— ¿En serio lo crees?

— En serio... Falta un poco... Aquí. — Sin yo esperármelo, tomó un poco de harina y me la embarró en la cara.

— Oh, siempre haces lo mismo. — Reí, limpiando mi rostro con el dorso de mi mano.

— ¡Lo sé! — Soltó una carcajada, sacando del fuego el sirope para ponerlo a enfriar. — Me encanta eso. Siempre caes en las mismas bromas. — Volví a reír, mientras pongo polvo de hornear en el bowl, siguiendo la receta. — Y te ríes de los mismos chistes... Ahora que lo pienso...

Se quedó en silencio por un momento, lo que me llevó a mirarlo con una ceja arqueada, procediendo a mezclar después de agregar una cucharada de sal.

— ¿Qué? — Pregunto.

— ¿De verdad caes en las mismas bromas y te siguen dando risa los mismos chistes?

— ¿Qué clase de pregunta es esa? — Procedo a añadir leche de almendras.

— Ay, no sé... Acabo de desbloquear una nueva inseguridad. — Soltó una tierna risa nasal. — ¿Qué tal si te ríes de los mismos chistes por condescendencia? Tipo... "Oh, esto ya no es gracioso, pero me reiré para que Frank no se sienta mal. Pobrecito, está viejito".

Ahora sí le solté una gran risotada en la cara mientras revuelvo la mezcla de los panqueques.

— ¡Dios! — Exclamo entre risas. — ¿Cómo se te puede ocurrir eso? — Mi reacción hizo que su semblante serio desapareciera. — Ay Frankie... Es cierto que estás viejito... Pero eres mi viejito y yo te cuido. — Me acerqué y besé su mejilla. — Y porque te cuido siempre soy honesto contigo así que, si me río de las mismas bromas es simplemente porque me siguen dando risa.

— Te amo, Gee.

— También te amo.

Sin que se diera cuenta, tomé en mis manos un poco de harina del mesón. Cerramos los ojos para besarnos, y cuando los abrimos, esbozando una sonrisa maliciosa, "acaricié" sus mejillas con mis manos, embarrándolo de harina, obteniendo así mi dulce, dulce venganza.

— ¡Oye! — Se quejó. — Eso no me lo esperaba.

— No puedes ser siempre el chico malo. — Lo besé de nuevo.

— No me gustó eso. — Se cruzó de brazos, viéndose absolutamente adorable. — Ahora tienes que darme otro beso para que me sienta mejor.

— Te daré todos los que quieras. — Tomé sus mejillas y empecé a darle muchos, muchos besitos en los labios. Beso. Beso. Beso. — ¿Ya estás mejor?

— Dame otro.

— Bueno... — Suspiré. — Uno más y ya, ¿Okay? ¡Tengo hambre y esos panqueques no se van a preparar solos! — Reímos juntos, iniciando un beso más largo y lento que, tristemente, se vio interrumpido por el sonido del timbre.

— Ve a abrir tú. — Me dijo.

— ¿Seguro?

— Claro. Eres tú quien tiene hambre, así que debo tener listo tu desayuno especial, cumpleañero. — Me sacó una sonrisa. El timbre suena otra vez. — Anda. — Me dio una nalgada para que me dé prisa.

Yes, daddy. — Dije quitándome el delantal.

Mientras salgo de la cocina, escucho su carcajada.

El timbre suena con más insistencia, así que apresuro mis pasos hasta la puerta. Me pregunto quién será; sólo estamos esperando por Olivia y Nigel, y ellos no tocarían el timbre.

Así que tomo la perilla, y al abrir la puerta... Me quedo atónito.

— ¡Sorpresa! — Dicen todos al unísono. — ¡Feliz cumpleaños!

No son sólo mi hija y su esposo, sino también mi hijo, su esposa, y sus tres niños, a quienes claramente no esperaba ver aquí hoy. Incluso se supone que Miles debería estar de gira.

Mientras yo sigo petrificado, Sky y Stevie corren hacia mí con fuerza, soltándose de Nigel, quien sostenía sus correas. Las pequeñas se ganaron mis caricias, sin embargo, de forma simultánea, mis nietos, Anthony, Arthur y Emma también corrieron hacia mí, así que me puse de rodillas para abrazarlos y corresponder a su cariño.

— ¡Mis amores! — Abracé y besé en las mejillas a cada uno. — Cuánto han crecido desde el verano. — Les di más besos.

— Queríamos estar contigo hoy, abue. — Dijo el pequeño Anthony.

— Sí. — Añadió Emma con entusiasmo. — ¡Y teríamos te tuvieras el mejor tumpleaños!

— Aww... Mi pequeñita... — Acaricio su mejilla con dulzura. Cada vez que ella habla, se me derrite el corazón, porque no puede pronunciar las sílabas "ca, que, qui, co, cu" y en su lugar las dice como "ta, te, ti, to, tu"; igual que su papá cuando tenía su edad.

Emma tiene cuatro años y los gemelos ya tienen siete... El tiempo se va volando, ¿Verdad?


— A new day's toming, a new day's toming. — No pude evitar sonreír. — A new day's toming for us...

Frank, sonriendo también, cantó:

— But make no mistake; yeah we've had some bad breaks.

Solté un suave suspiro y canté:

— But a new day is bound to come for us.


— Vengan acá, niños. Denle más amor a su abue. — No puedo parar de apapacharlos y darles besos.

— ¿Y qué hay de tus queridos hijos? — Replica Liv. — Yo estoy cargando esta pesada caja con tu pastel de cumpleaños.

— Y yo sostengo esta caja con las donas de arándano que tanto te gustan. — Agregó Miles.

— No estén celosos, mis bebés. — Digo levantándome con cuidado.

Los niños dicen que se van a saludar a su abuelito Frankie, y se van corriendo felices a la cocina. Nigel se acercó y, después de abrazarme y desearme un feliz cumpleaños, tomó voluntariamente la caja con el pastel y la caja con las donas para llevárselas a la cocina y que así mis hijos, como dos niños pequeños, corran a mis brazos.

— ¡Te extrañé mucho, mamá! — Dijo Miles, enterrando su rostro en mi hombro.

— Los amo con mi vida... — Siento que algunas lágrimas empiezan a correr por mis mejillas debido a lo emocionado que estoy.

— ¿Pueden apresurarse? Yo también quiero recibir el amor de mami Gee. — Se queja Nina, haciéndonos reír.

— Tendrás que esperar tu turno. — Contesta Olivia.

— Si no fuese por la gran panza de Liv, tal vez entrarías en este abrazo. — Dice mi hijo.

— ¡Cállate, Moiles!

— Chicos... — Reí, quitándome las gafas para limpiar mis lágrimas. — Aún son unos niños.

— No llores, mamá. — Por fin Nina toma la delantera y puede abrazarme.

Frank y yo somos felices cuando escuchamos que las parejas de nuestros hijos también nos dicen mamá y papá.

— Es que estoy muy feliz... — Intento calmarme. — No esperaba que vinieran. — Cuando nuestro abrazo termina, puedo limpiar definitivamente mis lágrimas y ponerle las gafas nuevamente. — ¿Qué sucedió con tu gira, Miles?

— Hice hasta lo imposible para estar aquí hoy. — Ríe rascando su nuca. — Mañana debo irme, pero ya que son vacaciones de primavera, Nina y los niños se quedarán hasta el sábado... Lamento no poder estar más tiempo.

— Cariño, no lo lamentes. — Le sonrío. — El poder verte ahora significa muchísimo para mí; esta ha sido la mejor sorpresa de cumpleaños.

— Se suponía que el año pasado celebraríamos tu cumpleaños número cincuenta por todo lo alto, pero ni Olivia ni yo pudimos estar, entonces quise hacer algo especial para este, así que hablé con ella y con papá; de hecho, todas las cosas que haremos por ti el día de hoy, fueron idea de él.

De pronto, mi celular vibró. Como si lo hubiesen invocado, Frank me envió un mensaje diciendo: "Espero que te haya gustado mi regalo".

Sonreí como bobo. Soy el más afortunado del mundo, sin duda.

— Ahora, si nos disculpas. — Dijo Liv. — Deberíamos ir a ayudar a papá a terminar todo.

— Los alcanzamos en un momento. — Dijo Miles, tomando la mano de Nina. — Buscaremos nuestro equipaje y los regalos de mamá en el auto.

— ¿Regalos? El regalo es que ustedes estén aquí.

— No dirán lo mismo cuando veas las manualidades que los niños hicieron para ti con mucho amor; son increíbles.

— Aww... — Aplaudí emocionado.

Lo cierto es que no esperaba esta sorpresa; es la mejor de todas.

Mi familia me está tratando como si fuese de la realeza. Aunque quise ayudarlos a armar la mesa de picnic en el jardín, no me lo permitieron, y en su lugar me dejaron en la sala con los niños... No me quejo realmente... Amo escuchar todo lo que dicen; Arthur me contó sobre su diente flojo, mientras que Anthony está muy emocionado porque recién entró a clases de natación, y la pequeña Emma me muestra cómo le hicieron cirugía a Tarlos... Sí, Tarlos.


— Oye, Gee ¿Puedes alimentar a Tarlos?

— ¿Quieres decir "Carlos"? — Pregunté confundido, y Miles asintió.

— Sí; Tarlos la Tortuga.

— Es un buen nombre. — Reí, recibiendo el peluche en mis brazos, e inevitablemente Frank rió también.

— Tarlos también tiene te tomer, pero él no puede tomer mini pizzas.

— ¿Y por qué no?

— Porte es una tortuga bebé, por eso debe tomar biberón. Mira. — Fue hasta su mochila y comenzó a buscar algo, hasta que lo encontró y volvió a acercarse. — Hice un biberón ton plastilina porte no tenía uno.

— ¡Te quedó muy bonito!

— Sí. Mi papi dijo te me tomprará uno de verdad... Pero yo le dije te no es necesario, porte tuando Tarlos sea grande tomo yo, ya no lo va a necesitar.

— Hmm... Eso es muuuy cierto. — Asentí. — No te preocupes, Miles, le daré el biberón a Tar... A Carlos.


El peluche de tortuga ya no es tan verde como antes, pues se ha desteñido a lo largo de los años y ahora tiene un parche de pirata en el ojo y está algo remendado; su reciente "cirugía" fue para cambiarle el relleno. Es sorprendente cómo ha soportado el paso del tiempo, y a pesar de ser muy viejo, los hijos de Miles lo atesoran como él cuando era pequeño, que no lo soltaba ni por un momento.


— Vine porque quería verte, peque... Además, te prometí venir a tu fiesta de cumpleaños... Y no quería fallarte. Te traje un regalo. — Tomé la caja a mi lado y la puse frente a él. — Es muy especial, ¿Por qué no lo abres ahora?

Él asintió ilusionado. Cuando abrió la caja y pudo ver su interior, su expresión era tal y como me la imaginaba:

— ¡Es Tarlos! — Exclamó eufórico, sacando el peluche de la caja para abrazarlo fuerte. — ¡Gee! — Dio saltos, emocionado. — ¡Entontraste a Tarlos!


Algunas cosas no cambian... Ese pensamiento me hace sonreír porque me recuerda a una vieja canción de Frank.

El amor nunca cambia; sólo crece y da frutos si se cuida bien.

Es bonito sentirse así.

— Ven aquí. — Los niños ríen cuando su abuelito Frankie cubre mis ojos con sus manos y me guía torpemente hasta mi sorpresa.

Cuando por fin puedo abrir los ojos, me encuentro con un bello escenario; la larga mesa de picnic en medio de las hermosas flores que MI ESPOSO plantó (el énfasis que tanto adora); tiene el clásico mantel de cuadros blancos y rojos, hay cajas y bolsas de regalo en una esquina, mientras que el pastel de cumpleaños resalta en el centro, junto a un plato con las donas que Miles compró, y la hermosa vajilla de porcelana que jamás utilizamos porque nunca antes tuvimos algo parecido a una fiesta de té como la que estamos teniendo ahora. Los panqueques de fresa quedaron bellísimos como los de la foto de la receta. Sin embargo, lo mejor, mejor, mejor de tan estético paisaje son las personas reunidas a la mesa; los seres que más amo.

Y si volteo, justo a mi lado, me encuentro con el responsable de todo esto; el amor de mi vida.

— Sé que querrás recuerdos de esto. — Dice antes de tomarme una foto con su celular, donde, a pesar de ser tomado desprevenido, salgo sonriendo, porque estoy muy feliz y agradecido por tenerlos a todos aquí conmigo.

— C-Creo que voy a llorar de nuevo.

— ¡No llores, abue! — Lloriquean los niños, abrazándome, mientras yo levanto mis gafas para que no se empañen con mis nuevas lágrimas.

Frank me toma de los hombros, besa mi frente y dice que me ama, luego toma mi mano y así nos guía a mí y a los niños a tomar lugar en la mesa.

Estoy muy inspirado...

Sé que mi esposo tomará infinitas fotos de hoy, pero yo quiero pintar esta fiesta de té en este jardín lleno de flores. Tal vez lo haga en un estilo impresionista y le haré tributo a Renoir, quien se dedicaba a plasmar la cotidianidad de una forma idílica, transmitiendo sentimientos muy bellos. Yo quiero expresar la calidez de una familia, de un hogar. Quiero decir lo afortunado que me siento sin necesidad de palabras; mostrar que una vida plena es una donde puedes amar y sentirte amado.

Eso es todo lo que siento en este instante mientras comparto con mi familia, poniéndonos al día, alegrándonos por las buenas noticias, haciendo bromas, recordando nuestras mejores anécdotas del pasado y mirando con optimismo el futuro: Amor.

El amor que nació entre Frank y yo es tan fuerte, que se ve reflejado en cómo nuestros hijos y nuestros nietos corresponden a él, haciendo todo lo posible, y a veces hasta lo imposible, para vernos y cuidar de nosotros como nosotros hemos cuidado de ellos.

Hace siete años, mi esposo tuvo una crisis emocional debido a lo rápido que se va el tiempo, y cómo este trae consigo deterioros físicos que pueden ser un presagio del final.

Sé que pensar en eso causa ansiedad, y hacerlo de esa forma lo vuelve más aterrador.

Por eso me llena de paz saber que ya ninguno de los dos lo ve de esa forma.

Tener miedo del final y obsesionarte con ello te hace perderte del presente, y si hay algo que Frank y yo descubrimos, es que el "estar presente" debe ser más valorado, pues te permite apreciar cada parte de tu existencia, incluso las que parecen pequeñeces. Cada minuto se convierte en oro, así que hay que hacer que valga la pena.

De esta forma, cuando llegue el final y nuestras vidas pasen frente a nuestros ojos, sabremos que lo tuvimos todo, y no nos perdimos de nada; estaremos satisfechos y orgullosos de haber vivido una vida tan completa.

Yo lo estoy justo ahora.

Y es todo por él... Ya que, en el prólogo de nuestra gran historia, fue él quien me dio esas ganas de vivir, en momentos donde creía que no llegaría vivo a los veinte, así que me era imposible siquiera imaginar que estaría donde estoy ahora.

¿Qué más puedo decir?


Me encanta Frank Iero.

Me gusta un montón desde la primera vez que lo escuché cantar.


Eso fue ya hace mucho tiempo... Hace casi treinta y ocho años.

En todos los sentidos, él ha sido el único hombre en mi vida.

Lo amé entonces, antes de conocerlo.

Lo amé cuando unimos nuestros pedazos rotos.

Cuando formamos esta gran familia.

Lo amo ahora.

Lo amaré mañana.

Y lo amaré hasta el final.

«Cuando mi pulso se quiera apagar

Hasta ese día me voy a quedar»



Fin.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top