04

Frank

«Y sí, y sí... A veces va a ser todo gris

Y sí, y sí... También vamos a discutir»


— ¡Hola, chicos! — Saluda Gerard en cuanto nos abre la puerta. — ¿Cómo les-

Se vio brutalmente interrumpido cuando Olivia entró de malas ganas, casi botando humo por las orejas, como ha estado durante el viaje en auto.

Mi esposo se muestra claramente estupefacto ante el humor de nuestra hija, especialmente cuando ella me grita con el rostro enrojecido y lágrimas en los ojos:

— ¡Discúlpate, papá!

— Olivia. — Me mantengo firme pese a no levantar la voz, pues aunque yo también estoy muy enfadado, no debo caer en gritarle y tratarla mal. — No voy a hacer tal cosa; tú sabes por qué dije lo que dije y sabes que lo hice por ti.

Gerard, en modo planta, con cara de "no entiendo nada", se quedó boquiabierto cuando nuestra hija, respondiendo con mucha rabia y frustración, lanzó al suelo la pandereta que forma parte de su variación llamada "Esmeralda", al igual que sus nuevas zapatillas de punta, las cuales le conseguí esta mañana y desataron todo este lío.

A mí también me sorprende (y a la vez me decepciona) ver a Olivia haciendo una rabieta como esta; ni siquiera cuando era una niña pequeña hacía cosas así.

Después de lanzar las zapatillas, procedió a irse furiosa a su habitación, sin dejar de llorar desesperadamente, diciéndome que no la comprendo.

Adolescentes...

— ¡Olivia Grace! ¡Regresa en este instante! — Ahora sí levanto la voz porque todo esto me está desesperando, y Gerard se sorprende aún más.

— ¡¿Alguien podría decirme qué está sucediendo?! — Intervino al fin.

Esas palabras lograron hacer que nuestra hija se detuviera casi llegando al final de las escaleras.

— Yo. — Se dio la vuelta grácilmente. — Yo te diré qué ocurre. — Bajó las escaleras. — ¡Lo que ocurre es que ya no podré bailar este sábado por culpa de papá! — Luego se acercó a Gerard y se lanzó a sus brazos para seguir llorando. — Mamá... Dile que se disculpe con la maestra Carolina...Es la única forma de que me deje bailar otra vez... Papá le faltó al respeto.

— Ella te faltó al respeto a ti primero, Olivia. — Discutí.

— ¡¿Y por culpa de quién?! ¡Tú fuiste quien compró las zapatillas una talla más grande de lo que te pedí! ¡Pude torcerme el tobillo!

— ¿Será que pueden poner un poco de contexto? Ustedes dos están mareándome.

— Olivia me pidió anoche comprarle unas zapatillas nuevas porque las suyas están muy desgastadas y ya le aprietan.

— ¡No por eso debías comprar unas gigantes!

— Olivia, no le hables así a tu papá. — La regaña Gerard.

— ¡Es que me frustra! Porque yo le especifiqué que debían ser talla 37.5 y el casco 4.

— ¡No soy un experto, pero las que tienes ahora son de esa talla, y te quedan chicas! — Repliqué molesto ante sus reproches.

— ¡Porque las que tengo son Capezio! Y las que me compraste nuevas son Gaynor Minden; la talla depende de la marca, genio. Entonces las compraste más grandes en vez de simplemente hacerme caso y por tu culpa casi me rompí el tobillo.

— ¡Sigue hablándome de esa manera y voy a castigarte!

— ¡¿Y qué vas a hacerme?! — Desafió. — No dejarme bailar este sábado es lo peor que me puede pasar.

— Entonces que así sea.

— Mamá... Hazlo entrar en razón, por favor... — Sigue apelando a Gerard para salvarse de esta, pero él sabe que el "contexto" que le dimos es muy vago y no explica realmente cómo llegamos a esto.

Estando mi esposo a punto de decir algo, nos paralizamos cuando la puerta principal se abre, pero nuestras expresiones se convierten en sonrisas al ver de quién se trata.

— ¡Llegué, familia! — Es Miles quien aparece de forma alegre, acompañado de su novia a quien aún no conocemos.

Nuestro hijo se mudó a California luego de graduarse el año pasado de la Escuela de Artes Visuales en Nueva York, igual que Gerard. Cuando Miles vivía en Nueva York, al menos podíamos verlo los fines de semana cuando venía a visitarnos, y de vez en cuando también venía a casa a lavar la ropa.

Ahora está haciendo su vida lejos; tiene una banda con la cual toca en distintos lugares esperando su gran oportunidad, ya que él mismo se propuso hacer su camino en el mundo de la música sin ayuda de las influencias familiares. Mientras tanto, trabaja como artista digital para sostenerse financieramente.

Hace seis meses conoció a Nina, su novia. Aunque él nos ha hablado mucho de ella y los hemos visto en fotos muy bonitas, es agradable al fin conocerla en persona; vinieron a quedarse unos días para ver a Olivia bailar... Aunque eso último se cancela, según parece.

— ¿Llegamos en mal momento? — Pregunta Miles, pues mientras mi esposo y yo inmediatamente nos acercamos a abrazarlo, Olivia se fue enojada a su habitación.

— Liv... Está teniendo una crisis que aún no entiendo muy bien porque nunca me dieron el contexto completo... — Suspiró, viendo cómo Nina parece ser muy tímida; no ha dicho nada y ha estado todo el tiempo sosteniendo el brazo de Miles y escondiéndose detrás de él. — Es un placer conocerte, Nina.

— E-El placer es mío, señor. — Ella corresponde a su abrazo con timidez.

— Nada de "señor", dime Gerard. — Alega simpático, por lo que Nina sonríe.

— Y yo soy Frank. — La saludé, al igual que Gerard, con un abrazo. — Es grandioso conocerte al fin; siéntete como en tu casa ¿Sí? — Sonrío amigablemente. — Nosotros... — Señalé hacia las escaleras. — Debemos ir con Olivia, no podemos dejarla sola en este momento ¿Comprenden? Miles, si quieres muéstrale la casa a Nina, pónganse cómodos.

— ¿Dónde está Soup? Quiero que Nina la conozca.

— Hace un rato estaba durmiendo en la cocina, pueden buscarla. En un segundo volvemos ¿Sí?

— Está bien, papá... Espero que Liv se ponga bien, realmente quería verla.

Dejo ir un suave suspiro y me dispongo a, primero que todo, recoger del suelo la pandereta y las zapatillas. Acto seguido, Gerard y yo subimos juntos y nos dirigimos a la puerta de la habitación de nuestra hija.

— Liv... — Llamó primero, tocando la puerta. — Liv ¿Podemos hablar?

— ¿Papá va a disculparse con la maestra Carolina?

Gerard me mira entonces, y yo niego con la cabeza mientras ruedo los ojos pensando: « ¿Vas a seguir con eso?».

— Parece que no, pero...

— Entonces no tengo nada de qué hablar. — Respondió a la defensiva.

— ¿Al menos puedes explicarme bien por qué crees que tu papá debe disculparse?

— Que te explique él.

Mi esposo suelta un largo suspiro, entonces vuelve a mirarme.

— Yo no entiendo nada. — Levanta sus manos en señal de derrota mientras caminamos hacia nuestra habitación para hablar al respecto. — Yo no sé qué diablos tienen que ver las zapatillas, la talla y no sé qué, con la instructora, contigo... ¿Qué hiciste, Frank?

— ¡¿Yo?! — Me señalé a mí mismo. — Defender a nuestra hija, lo juro.

Acto seguido, me senté en la cama y él tomó asiento a mi lado.

— Lo que sucedió fue lo siguiente: Sí, metí la pata al comprar las zapatillas de una talla más grande de lo que ella me pidió, pero yo no tenía idea de que la talla depende de la marca... ¿Tú lo sabías? — Negó con la cabeza. — Ahí está, entonces no soy tan ignorante... En fin, cuando llegué con sus zapatillas, ella no hizo ningún comentario sobre la talla, pero creo que fue porque había tráfico y cuando por fin pude llegar, justo era su turno de bailar, así que supongo que no se dio el tiempo de examinar la talla; sólo tomó las zapatillas y se las puso. Carolina estaba diciendo que no iba a permitir ni un solo error; cada presentación debía estar perfecta porque mañana es el ensayo general en el teatro.

— Oh... Creo que ya sé por dónde va esto.

— La coreografía de nuestra hija es jodida... No sabes cuánto. Tiene que bailar sosteniendo esta pandereta y golpearla con distintas partes de su cuerpo; algo como así. — Gerard rió al verme golpear la pandereta contra mis hombros, codos y rodillas. — Pero más sofisticado, obviamente. Cada golpe de pandereta debe estar perfectamente sincronizado con la música y ésta debe sonar sólo cuando se golpea o se agita voluntariamente; hago este inciso porque hay partes donde Olivia gira y hace mil cosas y la pandereta no debe emitir un solo sonido, lo cual va en contra de las leyes de la física, pero bueno...

— Veo que te impresionó.

— ¡Así es! Sólo que sí noté a nuestra hija algo incómoda y preocupada al bailar... No tenía idea de que fuese por las zapatillas. Entonces llegó esta parte donde ella tiene que sostenerse en la punta de un solo pie y golpear la pandereta con la punta del otro hasta aquí arriba; ¡Tiene que repetirlo como diez veces! Y cuando hacía esto, se cayó. Fue una caída fea; Olivia no exagera al decir que pudo lesionarse, y si eso hubiese pasado, yo no me lo habría perdonado. Estuve muy nervioso y asustado cuando la vi caer... Y pensé que Carolina también se preocuparía por ella, ya que se supone que es una buena instructora, ¡Pero no! En vez de preguntarle si estaba bien, la muy maldita le gritó.

— Entonces tú le gritaste de vuelta...

— ¡No pude evitarlo! Le echó la culpa a nuestra hija por algo que se escapa de sus manos. Creo que como instructora "profesional"...

— No pongas las comillas en "profesional"; dirige la mejor escuela de danza de Nueva Jersey.

— Pero es una perra.

— Donde sea que te encuentres, los instructores de ballet son perras; es su forma de forjar el carácter. Y no es que esté de acuerdo con eso, es sólo que así funciona ese mundo.

— Mira... Ella debió preguntarle a Liv si estaba bien; primero que todo. Después tenía que haberle dicho que, por ahora, se pusiera sus viejas zapatillas y lo hiciera de nuevo, porque no es como si Olivia hubiese hecho algo mal, tuvo un accidente y es algo que debe tomarse en serio, lo cual ella no hizo y sólo la trató mal. Me importa una mierda su manera de "forjar el carácter".

— Pero Frank, esa señora es así, y no le puedes decir nada porque al final la perjudicada siempre será tu hija. Ahora es Olivia quien está pagando las consecuencias de tu pelea con Carolina.

— ¿De qué lado estás?

— Creo que en el de Liv.

Me quedé boquiabierto.

— Entiendo que tus intenciones eran buenas, cariño, pero... ¿Crees que es justo que se cancele la presentación de nuestra hija dos días antes de esta misma?

— No me voy a disculpar. — Me crucé de brazos, me hierve la sangre sólo pensar en inflarle más el ego a la bruja de Carolina.

— ¿Quién está a la defensiva ahora? — Sonríe, picando mi costilla con la punta de su dedo, tratando de aligerar el ambiente.

— ¡Disculparse sería como darle la razón a esa mujer y darle el poder de tratar a sus estudiantes como le dé la jodida gana!

— Pero si te tragas tu orgullo...

— No estoy siendo orgulloso. — Repliqué.

Aunque Gerard está calmado, yo realmente sí estoy indignado al sentir que estoy quedando como un orgulloso, o como el malo del cuento.

— ¿Cómo es que estás tan calmado? — Lo miro frunciendo el ceño.

— Uno de los dos tiene que estarlo ¿No te parece? Si yo sólo me enojara igual que tú por el hecho de que no me comprendes cuando intento darte razones para disculparte-

— Ni lo intentes, porque no lo haré.

— Ahí está. Tú estás enfadado y a la defensiva, imagínate si yo estuviera igual que tú; sólo terminaríamos peleando sin razón, sumergiéndonos en una discusión que nunca resolveremos, lo cual es contraproducente porque mientras nosotros nos agotamos expresando sentimientos negativos, nuestra hija seguirá muy triste, llorando en su habitación... Y al final lo que debemos hacer es buscar una solución para ella.

— Para todos...

— Tienes razón. Para todos. — Tomó mi mano y la acarició suavemente con su pulgar.

— Yo... — Suspiro, intentando calmarme. — Si te soy honesto, todas las cosas que me has dicho hasta ahora como "estás actuando a la defensiva", "debes tragarte tu orgullo" sólo me hacen sentir como si el malcriado fuese yo y no la niña que lanzó sus cosas por un berrinche.

— No lo dije con esa intención, cariño.

— Dime la verdad... ¿Estoy actuando como un patán?

— Yo no diría eso, Frankie. Sólo eres un ser humano como cualquier otro; tienes emociones fuertes que pueden estallar en cualquier momento. No creo que sea lo correcto, pero tampoco creo que sea condenable porque muchas veces es difícil controlar esos sentimientos... Has tenido un mal día; Olivia no valoró el hecho de que fuiste prácticamente corriendo por sus zapatillas nuevas, dejando de lado tus ocupaciones porque ella te las pidió a última hora, convirtió el error que cometiste con la talla en algo imperdonable, y cuando sólo quisiste defenderla y evitar que la lastimaran, ella se enojó todavía más y ahora te culpa porque no podrá bailar. Comprendo perfectamente tus sentimientos.

— Y aun así dices que estás de parte de Liv. — Protesté.

— Porque también la comprendo a ella... No aplaudo su actitud, pero si me pongo en su lugar... Yo también me frustraría si me quitaran repentinamente algo por lo que tanto he trabajado tanto. Tú mismo dijiste que su coreografía era difícil, y has visto cuánto se esfuerza; has visto cómo ha perdido sus uñas de los pies y cuántos complejos tiene por eso, hasta el punto de renunciar a ir a la playa o la piscina como cualquier adolescente. Además, esta no es cualquier presentación.

— Por supuesto que lo sé... No ha parado de hablar sobre el hecho de que irá el director del ballet de Nueva York.

— Imagina lo que pasará si la escogen a ella para estudiar una semana en esa academia... Imagina que la acepten como alumna regular... Es la oportunidad de su vida; para ella el ballet no es un pasatiempo, sino una carrera, y añadir a su historial el haber estudiado en una de las mejores academias del mundo es un logro bastante grande.

— Ya sé a dónde quieres llegar. — Suspiré, inclinándome, apoyando mis codos sobre mis rodillas y mi rostro en mis manos, mientras él sigue acariciando mi espalda en forma de consuelo.

— Olivia debe tener mucho estrés sobre ella... Está la presión de su instructora y la presión de sí misma para dar una presentación perfecta... Súmale la escuela y su vida social... No es fácil tener tantas cosas en la cabeza y tú lo sabes, y que de repente lo más importante para ti se vaya al carajo de un momento a otro porque te pasaron cosas como que tu papá te compró las zapatillas equivocadas y te caíste, y luego él peleó con tu instructora. Y no me malinterpretes; no busco que te sientas culpable.

— Entiendo... Sólo quieres mostrarme su perspectiva.

— Sí... También quiero mostrarte que ustedes dos no son muy diferentes el uno del otro. Sé que no quieres compararte con "la niña que lanzó sus cosas por un berrinche"... Pero es que no es un berrinche... Ella, al igual que tú, sólo muestra sus sentimientos, la diferencia es que tú controlas mejor los tuyos porque eres un adulto, mientras que ella es una adolescente que no sabe cómo manejar tantas emociones a la vez y las siente mucho más fuertes de lo que son; por eso estalla enardecida, y hace y dice cosas de las que seguro se arrepiente.

— ¿Tú crees que se arrepienta?

— Nunca sabrás si no le preguntas. — Apoyó su mentón en mi hombro. — Olvida lo que te dije al principio, Frankie; no te disculpes si no lo crees correcto... No diré nada para hacerte cambiar de opinión, pero sí te pediré que hables con ella y le expliques tu punto de vista.

Esto es algo normal cuando discutimos, a veces no estamos de acuerdo y no podemos hacer al otro cambiar de opinión; sabiendo que seguir argumentando es inútil, proponemos soluciones que beneficien a ambos... O a todos, cuando se trata de un problema familiar.

Esta charla con Gerard me ha hecho, no sólo serenarme, sino darme cuenta de que es importante que hable con Olivia y que me ponga en su lugar. Además, yo, siendo el adulto, el que sabe manejar sus emociones (aunque me dejé llevar por éstas al pelear con la instructora), soy el que debe mantener la calma e infundirla, de la misma manera que mi esposo acaba de hacer conmigo.

Mi hija hizo mal, pero yo también fui impulsivo. Por más que quise mantener la calma, la terminé castigando en vez de preguntarle cómo se sentía, y minimicé esos sentimientos al llamarlos "un berrinche".

Creo que, en ese aspecto, no fui muy distinto a la maestra Carolina...

Pero quiero solucionar todo; si sigo a la defensiva pudiendo controlarlo, cuando ella simplemente no puede evitarlo, estaremos en guerra, y las guerras nunca solucionan nada, sólo lastiman.


«No importa si es desierto, invierno, selva o mar

Ahí estaré para cruzar»


Volteé a ver a los ojos de Gerard; su rostro queda muy cerca del mío, y puedo sentir su calor.

— ¿Qué haría yo sin ti, Gee?

Él sonríe con ternura.

— Cualquier cosa, Frankie... Porque eres lo suficientemente valioso y capaz.

— Bueno... — Reí. — No importa cuántos años pasen, aún no puedo nadar o hacer divisiones mentalmente.

— ¿Y eso qué? — Rió conmigo. — Sigues siendo perfecto para mí.

Se acercó más y compartimos un beso bastante íntimo, dulce y cálido.

— Gracias por aconsejarme... Hablaré con nuestra hija, y tendré un buen humor; uno de los dos debe tenerlo.

— Así se habla. — Me animó con una gran sonrisa en el rostro. Seguidamente, se levantó de la cama primero que yo. — Mientras tú hablas con ella, yo les haré compañía a Miles y a Nina.

Él dejó la habitación primero, mientras que yo tomé una respiración profunda y me armé de coraje antes de salir y dirigirme al cuarto de Olivia.

Atravesé el pasillo hasta allá, pero cuando estuve a punto de poner mi mano en el pomo para abrir la puerta, noté que esta estaba entreabierta, y escuché la voz de Miles. Al ver por la delgada abertura, noté que él está consolando a su hermana; la tiene en sus brazos mientras ella está abrazando a Tarlos, la tortuga de peluche que solía ser de Miles cuando era pequeño y que ahora pertenece a ella.

— Me siento como la peor hija del mundo, Miles...

— No seas tan dura contigo misma, Liv.

— Es que debo serlo. — Dice limpiando sus lágrimas. — Porque seguro hice sentir muy feo a papá... Eso me hace sentir a mí como una mala persona, en especial si me comparo contigo.

— ¿Y por qué te compararías conmigo? Somos hermanos, pero somos muy distintos, y nuestros padres nunca han hecho comparaciones entre nosotros.

— Pero a mí se me hace inevitable, porque no recuerdo cómo eras de niño, pero sí te recuerdo de adolescente, y eras un millón de veces mejor que yo; no estabas enojado todo el tiempo sin razón, y nunca te vi haciendo una rabieta como la que yo acabo de hacer, o respondiendo mal a nuestros padres.

— Es cierto, yo no estaba enojado todo el tiempo, pero sí estaba triste... Todo el tiempo. En aquel entonces todo me afectaba el doble, como supongo que debe pasarte a ti. Era muy sensible, y llegaron a pasarme cosas bastante malas que me jodieron como no tienes idea. Mamá y papá también sufrían mucho por ello y yo me sentía muy culpable.

— ¿De verdad?

— Sí... Yo era la víctima de las cosas que me pasaron y me sentía culpable por el hecho de que mamá y papá sufrieran por mí... Pero luego me di cuenta de que tú y yo tenemos mucha suerte de poder contar con ellos; son buenos comprendiendo cuando les hablas de tus sentimientos con honestidad, y hacen hasta lo imposible para que estemos bien. También aprendí que ocultar mis sentimientos de ellos para no preocuparlos sólo generará más preocupación y situaciones como la que tú estás teniendo ahora... Alguna vez les prometimos confiar siempre en ellos, ¿Ya no lo recuerdas?

« ¿En qué momento mi niño creció tanto?». Me pregunté al escucharlo hablarle a Liv con tanta sabiduría.

Me da un poco de nostalgia verlo en esta posición... Es como si no hace mucho lo hubiese tenido en mis brazos siendo un bebé; como si hubiese sido ayer cuando Gee y yo le leíamos cuentos y jugábamos con él, cuando formó su primera banda con amigos de la escuela, cuando ganó el concurso de talentos en la secundaria, cuando se unió al activismo social, cuando aprendió a conducir, cuando bebió su primera cerveza conmigo en la cochera, cuando se graduó de la universidad. Es toda una vida en un abrir y cerrar de ojos. En otro parpadeo, la niña en sus brazos que escucha sus consejos ya no será Olivia, sino una hija propia.

Respiré hondo y toqué la puerta antes de abrirla en su totalidad. Mi presencia representó el fin de su charla; ambos me miraron en silencio.

Antes de que pudiera decir algo, Olivia dejó el peluche en la cama, se levantó y corrió a mis brazos, reanudando su llanto mientras esconde su carita en mi hombro.

— Lo siento, papá...

— Cariño, está bien. — Le digo acariciando su espalda. — Yo venía a hablar contigo con más calma sobre lo que pasó hoy; sé que no hice bien al perder los estribos.

— Yo lo hice primero. — Se aleja un poco, y se frota la nariz con el dorso de su muñeca. — Y es mi culpa, papá, porque llevo mucho tiempo acumulando distintos sentimientos y hoy exploté contigo.

— ¿Y por qué ha sido así?

— No me gusta preocuparlos a ti y a mamá.

— Y yo le expliqué que no está bien hacer eso. — Intervino Miles desde la cama.

— Sí. — Liv asintió. — Miles me dijo que lo que estaba haciendo, en vez de solucionar las cosas, crea situaciones como ésta.

— Miles tiene razón. — Lo miré directamente a él y le sonreí. — Olivia, ¿Qué nos has estado ocultando a mí y a Gee?

— Mi estrés, mis miedos, mis inseguridades, mis frustraciones, mis dolores físicos... Todas esas cosas.

— ¿Y todo eso se debe al ballet?

— Sólo la mitad.

— ¿Y quisieras contarme al respecto?

— Prefiero hacerlo en el camino. — Procedió a limpiar sus lágrimas y, por primera vez, la veo sonreír.

— ¿En el camino? — Fruncí el ceño.

— No quiero hacer que te disculpes con la maestra Carolina, tu reacción fue válida... Un poco impertinente, pero válida; tus sentimientos estallaron al salir de ti, igual que los míos. Yo misma resolveré esto como tuve que hacerlo en un principio. Se me ocurrió una gran idea gracias a que, hablando con Miles, recordé algo que tú siempre has tratado de enseñarme.

— ¿De qué se trata?

— En la vida siempre debes trabajar con lo que tienes para lograr tus objetivos. — Sonreí lleno de orgullo. — Incluso si hay problemas y tus recursos son escasos, debes usarlos todos de la manera más inteligente para no dejarte derrotar, y eso es lo que haré.

— Estoy tan orgulloso de ti. — La abrazo con fuerza. — Mejor dicho, estoy orgulloso de ustedes dos. — Al separarnos, deposito un beso en su frente. — Ahora, ¿Cómo piensas solucionarlo?

— Debemos volver a la academia, pero primero, necesito la ayuda de mamá para algo.

— Entonces démonos prisa. — Sugiero entusiasmado.

— ¿Tienes mi pandereta? — Dijo apresurándose a buscar algunas cosas por todo su cuarto.

— La ha tenido todo el tiempo en la mano, miope. — Miles se rió de forma burlona, haciendo que yo también me riera.

— Cállate, Moiles. — Se giró hacia él y le mostró la lengua, para luego seguir ocupándose en su búsqueda. — Y suelta a Tarlos. — Advirtió al notar que Miles no suelta el peluche. — Puedo ver tus intenciones de robármelo.

— ¿Qué? ¿Robártelo? ¡Yo soy su dueño original!

— Lo eras hace veinte años, anciano.

— ¡Cállate! — Se hizo bolita, abrazando al peluche con fuerza.

Al final Tarlos se quedó en su nuevo hogar, la habitación de Olivia. Nosotros tres tuvimos que salir una vez que ella reunió los objetos que necesitaba; sus antiguas zapatillas, un viejo leotardo de color crema y unas tijeras.

Al bajar a la sala, lo primero que nos encontramos fue una imagen tan tierna como inesperada; la novia de Miles se quedó dormida con Soup en el sofá.

— ¿Esa es tu chica? — Pregunta Olivia.

— Esa es mi chica. — Responde Miles sonriendo con orgullo.

— Es preciosa...

— Lo sé... — Suspiró. — Desearía que ella también lo supiera. 

Lo miré a los ojos, palmeé su hombro con cariño y le dije:

— Ya deja de crecer, me haces sentir viejo.

En eso, vimos a Gee bajar las escaleras, sosteniendo una manta en sus manos.

— Me dio penita despertarla. — Dijo mientras arropaba a Nina con sumo cuidado. — Asumo que debe estar cansada.

— Es que fue un viaje bastante largo y lleno de desastres en el camino. — Explicó Miles. — En la cena les contaré los detalles, aparte de que tengo noticias increíbles sobre las cuales estoy muy emocionado. Pero primero hay que ayudar a Liv.

Mi esposo preguntó qué está sucediendo y si logramos resolver nuestro problema; se puso muy feliz al ver que nuestra hija, por su cuenta, ideó una manera de solucionar las cosas que no implicara que yo hiciera algo que no quería, y estuvo más que dispuesto a ayudarla.

Todos pusimos manos a la obra; recortamos piezas del viejo leotardo de la misma medida que el casco de las zapatillas, donde hay muchos agujeros, y usamos silicón caliente para pegar la tela y así crear parches con los que Olivia no podrá resbalar.

— ¿No dijiste también que te aprietan? — Le pregunto ya durante el viaje en auto.

— Puedo soportarlo. — Respondió tranquila. — Ojalá se me hubiera ocurrido antes parchar las zapatillas... Aunque no se ven muy lindas que digamos, pero me servían para ensayar hoy; así no te habría hecho correr a última hora... Lo siento.

— Descuida, pequeña. Mañana te compraré las que quieres, sólo debes acompañarme a buscarlas; así no habrá errores esta vez.

Asintió.

Estuvimos hablando sin parar durante el resto del camino a la academia de danza. Fue así cómo me di cuenta de que Gerard tuvo razón en todas las cosas que me dijo; Olivia y yo sólo teníamos que entendernos el uno al otro. El tema de las zapatillas fue sólo la punta del iceberg. Detrás de todo eso hay cosas más profundas como su miedo al fracaso, la presión, no sólo en el ballet, sino en la escuela para obtener calificaciones decentes, el no poder compartir lo suficiente con sus amistades porque está ocupada entrenando, incluso me contó de amistades perdidas que le dolieron profundamente y de cómo le gusta un chico pero él no le hace caso, a eso se le suman incluso dolores en su cuerpo causados por estar en constante actividad física... Son demasiadas cosas acumuladas.

Cuando estalló hoy, lo hizo precisamente porque llevaba todas estas cosas guardadas muy dentro de ella; muchas de esas cosas siendo sacrificios para lograr sus sueños, y que éstos de repente se escaparan de sus manos fue demasiado. Ella misma reconoce que si no tuviese todo acumulado, quizás no habría actuado así.

De esta forma, también me quedó constancia de cómo ella se preocupa mucho por mí y por Gee, pues nunca nos dice nada por miedo a que nos pongamos tristes o perdamos el sueño por ella... Fue entonces cuando tuve que explicarle que nos sentimos peor si nos oculta tantas cosas, en especial si son cosas que afectan que afectan su salud física y mental.

Incluso, para que no me preocupara, me dijo que los tratos de su instructora no le afectan tanto como las otras cosas que son más parte de su vida personal y escolar, pues le ha servido para "forjar su carácter". De nuevo, no estoy de acuerdo con esos métodos, pero mi hija dice que cuando la maestra Carolina le grita y le dice que no está haciendo las cosas bien, ella, con más ganas, se levanta y le demuestra que sí puede hacerlo, y logra cerrarle la boca.

Esta charla nos hizo bien a ambos; pude conocer mejor su mundo e invitarla a compartirlo conmigo y con Gee, pues de esta manera, ya no tendrá que sentirse como si cargara el peso del mundo sobre su espalda ella sola, al contrario, nosotros podemos aligerar mucho esa carga al ayudarla a pasar por todo esto. Es un hecho. No sólo porque ya antes Miles se lo confirmó desde su experiencia, sino porque Olivia misma pudo darse cuenta de ello al momento en que llegamos a la academia y se podía notar incluso en el exterior lo liberada que se sentía.

La instructora, con ínfulas de superioridad pensó que venía a disculparme, pero Olivia, manteniendo una postura firme e impostada, dijo que iba a demostrarle que merece bailar este fin de semana y que no iba a aceptar un no por respuesta. Su aplomo me sorprendió tanto como le sorprendió a la maestra Carolina quien, actuando de manera antipática como siempre, le dio una última oportunidad.

En ese momento, entendí a lo que se refería Olivia con cerrarle la boca a su maestra. La vi bailar mucho mejor de lo que lo hizo temprano, y las zapatillas no tienen nada que ver; es su actitud de "mira cómo lo hago", y su entrega a ello. La vi perderse en la música y llevar a cabo esa difícil coreografía como si no le costara absolutamente nada, como si fuese tan ligera y grácil como una pluma.

De nuevo, no sólo me impresionó a mí sino a su instructora, quien pareció complacida; hasta yo me sentí satisfecho al verla sonreír. Definitivamente, Olivia le cerró la boca, la hizo cambiar de opinión. Incluso logró que, en vez de yo disculparme con ella, ella se disculpara conmigo por la manera en que trató a mi hija temprano, luego le dijo a ella que la esperaba mañana en el teatro para el ensayo general.

Es indescriptible la emoción que me invadió; me puse tan feliz por mi hija que la cargué y la abracé con fuerza, dando un par de vueltas, por lo que ella comenzó a reír igual de contenta. Puedo imaginarme la satisfacción que siente por haber logrado las cosas por sí misma.

— Gracias por defenderme temprano... — Dijo con cariño, reconociendo mis buenas intenciones.

— Gracias a ti por confiar en mí.

Hice una nota mental para agradecerle también a mi esposo; por impulsarme a aprender grandes lecciones de vida.

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