01

Frank

«Yo que pensé que nunca iba a estar enamorado de nadie más

Y de repente, yo te encontré a ti»


Esta noche es la noche de Gerard. Es su primera exposición de arte, y no podría estar más orgulloso de él. Su mejor amiga y su familia están aquí; y espero que se sientan tan orgullosos como yo lo estoy.

Bueno... Sé que Frances y Mikey lo están, pero sus padres... Son otra historia.

No quisiera que Donald y Donna, siendo los padres exigentes e insensibles que han sido con Gerard toda su vida, arruinen su humor.

Y sí... Sé que Gee dijo que no dejará de sentirse bien consigo mismo si sus padres critican su obra, pero yo sé que, de alguna manera, un mal gesto podría herirlo profundamente y terminar de cortar el lazo con sus progenitores permanentemente. Lo sé, porque su relación está bastante quebrada, especialmente desde que Gerard aprendió a no quedarse callado y responder ante los ataques.

La última vez que mi esposo vio a sus padres, las cosas terminaron muy mal, pues tuvo una pelea fuerte con su madre. Esa fue la última vez que se vieron, hace un año.

Aún recuerdo muy bien ese día; era marzo, tres meses después de que adoptamos a Olivia, y mis suegros vinieron de visita para conocer a la bebé.

— ¿Por qué dejas que el niño te diga "mamá"? Eso está mal, Gerard. — Espetó Donna al escuchar que Miles se dirigió a él con esa palabra.

Miles, avergonzado, se refugió en el pecho de Gerard pues, en vista de lo ausentes que son Donna y Donald, no los conocía bien y aún no se sentía del todo cómodo con ellos, sólo les decía "abuelos" porque ellos se acostumbraron a enviarle regalos, por lo que Gerard y yo le decíamos cosas como "llamemos a tus abuelos por teléfono para que les des las gracias".

Y a pesar de que los Way, como abuelos, son un poco mejor de lo que son como padres, Miles solía sentirse muy intimidado por ellos, así que cuando Donna regañó así a Gerard, no se sintió bien.

Gee, usualmente se queda callado ante este tipo de comentarios; ha sido así desde el verano que lo conocí, donde solía bajar la mirada avergonzado y guardarse sus comentarios. Sin embargo, él ya no es ese chico inseguro, así que no se mordió la lengua antes de contestar:

— ¿Por qué está mal? Él es mi hijo, así que está en todo su derecho de decirme "mamá" si quiere.

— Cariño, sabes a qué me refiero... A pesar de lo que haya pasado, él ya tiene una mamá, y además, tú eres un hombre; eso lo hace incorrecto.

— ¿Conoces la frase "madre es la que cría"? — Respondió él con cinismo. — Es un millón de veces mejor que tu hijo te llame "mamá" porque se siente seguro contigo y porque nunca le ha faltado amor de tu parte, antes de que lo haga sólo porque eres la mujer que lo parió.

A partir de eso, la discusión se volvió más acalorada, y Gerard la puso en su lugar.

Aunque no me gustaría que mi esposo prácticamente perdiera a sus padres por culpa de ellos mismos, su madre merecía esa respuesta. A pesar de todo, estoy orgulloso de que él tenga la fuerza para defenderse, y ya no sólo se quede llorando, dándoles a los demás el poder de destruirlo emocionalmente, como solía hacer cuando lo conocí.

Ahora, más que nunca, estoy orgulloso de verlo ser quien es.

Cuando llegamos al evento con nuestros hijos, recorrimos distintas salas de la galería Agora, y nos hemos tomado nuestro tiempo admirando varias exposiciones de los colegas de Gerard, con quienes pudo pasar bastante rato conversando y compartiendo felicitaciones. La verdad, me gusta ver a mi esposo conviviendo con otras personas, hoy, en lo particular, está espléndido, rozagante, irradiando una seguridad en sí mismo tan grande, que me gustaría verlo así todos los días.

He pasado la mayor parte de la velada mirándolo más a él que a las propias obras de arte, pues se ve muy hermoso con su vestido rojo de satén, el cual se ajusta perfectamente a su cuerpo y tiene un atrevido escote en una pierna, y otro en su espalda, dejándola al descubierto. Su maquillaje, como siempre, es audaz, y su cabello negro roza elegantemente sus hombros. Él sí que es una verdadera obra maestra. Además, es la primera vez que utiliza un vestido, y lo hace sabiendo que a sus padres no les gustará, lo que me hace feliz porque eso significa que su autoestima está en su cúspide, y por lo tanto, ya no le teme al qué dirán.

Después de recorrer las distintas salas junto a nuestros hijos, quienes disfrutan mucho del arte (especialmente Miles, quien aspira a esto algún día), llegamos a la sala donde se exponen las obras de mi esposo.

En la entrada de cada exposición hay un enorme cartel con una frase del artista. La exposición de Gee inicia con una frase muy bonita de Max Beckmann:

«A menudo me divierte mi idiotamente tenaz apego a la vida y al arte. Cuido de mí mismo con el ardor de una madre amante. Debo vivir y viviré. Nunca, Dios lo sabe, me he rebajado para lograr el éxito, pero me arrastraría por todas las alcantarillas del mundo, soportaría todas las humillaciones y deshonras sólo para poder pintar».

Y abajo hay un añadido propio de él:

«También lo haría sólo por seguir compartiendo el amor más puro y sublime con mi esposo, mejor amigo y amante, Frank. Y por seguir viendo crecer a nuestros más grandes tesoros, Miles y Olivia. Esta exposición es para ellos: La razón de mi apego a la vida y al arte, además de estos sueños hermosos que se hacen realidad y puedo compartir con ellos».

¿Qué más puedo decir? Amo a este hombre. Llegó a mi vida cuando más lo necesitaba, y hace de cada día uno más bonito que el anterior.

Cuando entramos, mucha gente lo felicitó por sus pinturas, incluso tuvo atención de la prensa, por lo que respondió varias preguntas a reporteros y dejó que le tomaran fotos. Me dio un poco de ternura notar lo nervioso que se encuentra ante lo bien que le está yendo en su primera exposición; me recuerda a la primera vez que yo tuve algo de reconocimiento por mi música, así que comprendo perfectamente cómo se siente.

También agradezco que toda esta atención en él haya hecho que no se diera cuenta de la presencia de sus padres, su hermano y su mejor amiga en la sala, tomándose su tiempo en admirar cada uno de los cuadros; estaban tan absortos en las pinturas que tampoco se percataron de nuestra presencia.

También vinieron mis amigos y mis padres a manifestarle su apoyo a mi esposo. Así que está demás decir que en cuanto entramos a la sala, Gee ha estado rodeado de personas diciéndole cosas bastante positivas a las cuales él agradeció con genuina simpatía.

Fue cuando se disipó la atención hacia él por parte de un número grande de personas, que sus familiares se acercaron a nosotros.

Como era de esperarse, los primeros en llegar y lanzarse a sus brazos fueron Frances y Mikey, quienes lo abrazaron tan efusivamente que casi lo asfixiaban, a la vez que no dejaban de repetir lo orgullosos que estaban de él y lo mucho que habían amado sus obras de arte.

— ¡Chicos, los amo! — Respondió él con una enorme sonrisa.

Luego su hermano y su mejor amiga nos saludaron con abrazos a mí y a los niños.

La reacción de mis suegros fue distinta; ellos saludaron primero a los niños, y como acostumbran, le regalaron a cada uno un sobre con dinero. Luego me saludaron a mí de la misma forma que siempre; Donna con un beso en cada mejilla como saluda a todo el mundo, Donald estrechó mi mano. Y por último, sus miradas se fijaron en Gerard, quien, a pesar de decir que no quería dejar que esto le afectara, lo noté ponerse tenso; la sonrisa que ha adornado su rostro toda la velada, se borró y se convirtió en una seriedad extrema.

Quise tomar su mano para reconfortarlo, sin embargo, cuando apenas se me ocurrió hacerlo, él ya había dado un paso hacia adelante para encarar a sus padres.

Frances y Mikey parecen notar la tensión del momento, y permanecen juntos mirando a Gerard y a sus padres con expectación, lo que me da a entender que, hasta ahora, los señores Way aún no han expresado a viva voz sus opiniones sobre la exposición.

De alguna manera, yo también los miro expectante, temiendo que pase algo malo. Lo únicos que quedan fuera de este cuadro de tensión son los niños; Olivia lucha para no quedarse dormida en mi hombro y Miles, a pesar de saber que hay problemas entre su mamá y sus abuelos, es completamente ajeno a la zozobra implícita en esta situación.

Aunque los Way no tardaron en hablar, el momento de silencio incómodo se sintió casi eterno.

— Queremos pedirte disculpas, Gerard. — El mencionado abrió los ojos desmesuradamente al escuchar esas palabras venir de su padre. — Te hemos subestimado mucho durante todos estos años.

Gee permanece pasmado.

— Más que eso. — Agrega su madre. — Hemos sido muy crueles contigo.

Noto que mi esposo voltea ligeramente, me mira a los ojos, no sé qué hacer o decir, sin embargo, esa mirada fue breve, pues luego regresó la vista al frente. Puedo imaginar todo lo que ocurre dentro de él en este momento, tratando de procesar lo que escucha.

— Nunca te comprendimos realmente, cariño... — Donna se le acerca y acaricia su mejilla aunque él permanece tieso. — Siempre te hemos tratado muy mal por ser quien eres; por la ropa que usas, por tu personalidad, e incluso por tus sueños.

— P-Pero... — La voz le sale muy baja. — ¿Por qué me lo dicen justo ahora?

— Porque durante todo este tiempo sin verte ni hablar contigo, viendo las cosas que haces, viendo la hermosa familia que formaste, nos hemos dado cuenta de que nosotros fuimos unos terribles padres, y aun así, tú te convertiste un gran hombre.

— Y eso es lo que siempre quisimos que fueras, Gerard; un gran hombre. — Agregó Donald. — Es triste saber que no es gracias a nosotros. Fuimos egoístas; queríamos que fueses lo que nosotros queríamos, pretendíamos moldearte a nuestras exigencias, y muchas veces te hicimos sentir mal por no poder cumplir con ellas.

De nuevo, recibo otra mirada insegura por parte de Gerard; no sólo lo noto nervioso, sino que puedo ver en sus ojos cómo contiene sus ganas de llorar.

— Ahora vemos lo que estás logrando, que lo estás haciendo por ti mismo, y es inmenso el orgullo que sentimos por ti. — Añadió su padre. — Sin embargo, ese orgullo aún no llega a ser tan grande como lo mal que nos sentimos porque nunca supimos comprenderte, ni mucho menos apreciar que siempre fuiste un chico bueno, inteligente y talentoso. Nunca creímos en ti, y ese ha sido el error más grande de nuestras vidas.

Ellos quisieron acercarse para abrazar a Gerard, pero él dio un paso hacia atrás, llevando sus manos a su rostro, terminando por soltar el llanto.

Está demás decir que todos nos preocupamos por él e intentamos acercarnos, y entre tantos intentos de abrazarlo, y tantas preguntas, en especial las de los niños, quienes claramente se alarman y quieren saber por qué su mamá está llorando, los únicos brazos que acepta Gerard son los míos. Se aferró rápido a mí, se inclinó para esconder su rostro en mi hombro, y con la voz rota por el llanto, me dijo al oído:

— Sácame de aquí.

No hice más que darle un beso en la mejilla para reconfortarlo y hacer lo que me pidió.

— ¿Puedes sostener a Olivia un momento? — Le pregunté a Mikey, y él, a pesar de querer saber también qué es lo que está pensando con Gee, acepta y toma a la bebé en sus brazos. Luego me dirijo hacia Miles, quien no para de preguntar por qué su mamá llora. — Tu mamá estará bien. — Extendí mi mano para acariciar su cabello. — Volveremos en un momento ¿Okay? Quédate aquí con tus tíos, tus abuelos y tu hermana.

Él hizo caso pese a su preocupación y nos dejó ir.

Protegí a Gee en mis brazos, y mientras él esconde su rostro, lo llevé fuera de la sala, tratando de no llamar mucho la atención. Posteriormente, lo guié a través del pasillo que conecta las distintas salas de exposición y lo llevé al baño, donde afortunadamente no hay nadie.

Con la intención de no abrumarlo con preguntas, tomé su mano y lo guié hasta los lavamanos, donde tomé asiento sobre la base de mármol que los sostiene, creí que querría enjuagarse el rostro, sin embargo, como si fuésemos dos imanes, él sólo volvió a abrazarme, aferrándose muy fuerte a mi pecho para seguir llorando.

— Ay, Gee... — Musité con ternura antes de darle un beso en la coronilla.

— N-No q-quiero seguir ll-llorando p-pero... Es que no puedo parar. — Sollozó. — L-Lo siento... Dejé q-que e-esto me afectara.

— Shh... Está bien, amor... — Le dije acariciando su espalda de manera reconfortante. — Eres humano, y es imposible no reaccionar ante estas cosas. Puedes llorar cuanto quieras; está bien que saques tus emociones.

— N-No supe qué decir. — Levantó la vista y me miró con sus ojitos empapados en lágrimas. Me da pena ver arruinarse el hermoso maquillaje que tanto le costó hacer.

— Y es comprensible, Gee, yo tampoco esperaba que de repente se redimieran y te dijeran esas cosas justo hoy, justo aquí... Quizás fue irresponsable hacerlo justo en este momento, ahora que lo pienso... Pero la intención era buena.

— Estaba tan preparado para que me rechazaran como siempre... — Volvió a recostar su rostro en mi pecho. — Creo que eso ya dice mucho sobre qué tan mierda han sido conmigo. Me mentalicé para enfocarme en mi opinión sobre mi trabajo y la opinión de quienes más quiero y me han querido, para que no me importaran sus invectivas.

— Entiendo cómo te sientes...

— Sé que sí; nadie me entiende tan bien como tú. — Me hizo sonreír. — Yo sólo... No sé qué hacer, ¿Qué esperan ellos que haga? ¿Que les diga: "Los perdono, y ya que se supone que debo amarlos sólo porque son mis padres voy a olvidar en cinco minutos los malos tratos que me han dado durante mis veinticuatro años de vida"? No puedo hacer eso. — Asentí. — Y sí... Sé que los rencores son dañinos, al igual que aferrarse al pasado, pero hay cosas que uno no puede dejar ir tan fácil. Pude lograr con esfuerzo que mi antigua situación familiar no definiera quién soy; no quiero arruinarlo y caer en un maldito ciclo de toxicidad.

— Está bien, cariño. No estás obligado a perdonarlos.

— Quiero hacerlo. — Afirmó. — Es sólo que... Necesito tiempo para asimilar todo, para conocer esta nueva versión de ellos y saber que sí es real; necesito que me den razones para empezar de nuevo.

— No quieres dar tu brazo a torcer ¿Huh? — Asintió. — Y eso está bien, amor, y como te dije antes, es comprensible. Eres humano, es normal que desconfíes; ellos podrán ser tus padres pero nunca te hicieron sentir seguro. Debes darte tu tiempo para confiar, hablar con ellos, sacar tus sentimientos, decir todo lo que nunca te atreviste, escucharlos y tratar de comprenderlos también para así finalmente solucionar las cosas y sanar.

— Te amo, Frankie. — Me miró, esbozando una pequeña sonrisa antes de besar mis labios gentilmente, a lo que yo tomé sus mejillas y correspondí a sus besos con el mismo nivel de amor.

— También te amo. — Lo apreté fuerte en mis brazos.

Nunca creí que se pudiera amar con tanta intensidad, que cada día que pasa, hay más y más razones para querer a la persona que está contigo.

Gerard apareció en mi vida en el momento más oscuro, trajo luz, despejó mis miedos, me motivó a mejorar no sólo para mí mismo sino para mi hijo; él nos hizo bien a ambos, nos dio un hogar. Sin embargo, esa no es mi única razón para amarlo, no es algo a lo que tenga que aferrarme para recordar por qué debo estar con él. Y allí radica la gran diferencia entre un amor de verdad y lo que yo creía que era amor en el pasado.

Él salvó mi vida, pero eso sucedió hace muchos años; ahora tengo muchas más razones para quererlo. Asimismo, él tiene más razones para quererme: ya no soy la estrella de rock que salvó su vida, soy su esposo, su mejor amigo, el padre de sus hijos. Y a medida que los años pasan, no sólo vemos crecer a nuestros hijos, nos vemos crecer mutuamente como seres humanos, y nuestra virtud de ser un gran equipo se desarrolla cada vez más.

— ¿Estás listo para salir? — Le pregunto después de un buen rato en silencio, donde sólo nos abrazamos y él encuentra consuelo en mí.

— ¿Buscar a nuestros hijos y huir a casa es una opción?

— Si es lo que necesitas, puede ser. Aunque no quisiera que tu gran noche se arruinara.

— No está arruinada, en serio. — Dijo con convicción. — Eso sí lo cumplí; no dejé que sus palabras cambiaran lo que siento con respecto a mi trabajo. Incluso el que por primera vez dijeran que están orgullosos de mí no cambia que ya antes estaba orgulloso de mí mismo. Lo que me abruma es pensar en lo que les diré... Creo que hablaré con ellos y los invitaré a cenar mañana con nosotros, espero que no sea incómodo. Quiero que sea una cena tranquila, en familia, y después hablaré a solas con ellos en un ambiente más seguro, ¿Qué opinas?

— Es una gran idea, amor. — Tomé sus mejillas con ambas manos, e intento limpiar con mis pulgares sus lágrimas oscuras por el rímel. — ¿Sabes qué es lo mejor de todo esto?

— ¿Qué?

— Saber que, a pesar de que no tuviste buenos padres, tú eres excelente criando a nuestros hijos, y que ellos crecerán sintiéndose amados y suficientes.

— Bueno... No lo hago solo; tú también eres excelente. — Sonrió.

— Somos un gran equipo, lo sé. — Me incliné para besar su frente. — Ahora, ¿Por qué no lavas tu carita mientras yo veo qué tienes en la bolsa mágica? — Dije divertido, tomando su pequeño bolso que cuelga en su hombro. — A ver... — Procedí a abrirlo mientras él, después de reír adorablemente, comenzó a lavar su cara. — Hay brillo labial, rímel y delineador. No están todas las cosas que usaste para tu maquillaje original, pero esta vez voy a ayudarte y haremos milagros con los pocos recursos que tenemos.

— Me parece bien. — Respondió con una sonrisa feliz y honesta. — Te amo. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top