Capítulo 9

Capítulo 9. Autosuperación

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Esa misma noche, unas horas antes de la llamada de Hoseok.

Yoongi entró en el apartahotel echándose la cazadora sobre un hombro y liberando una calada de humo desde lo más profundo de su garganta. Había ido a dar una vuelta, y acababa de alquilar su tercera noche en otra habitación de motel en la zona suburbana de Seúl.

Él se llevó el cigarro a los labios de nuevo y sintió como su vello se erizaba en la oscuridad de la entrada. Encendió el interruptor de luz descubriendo el gris panorama de aquel lugar y suspiró comprobando de nuevo su teléfono. Debía esperar al moroi de hielo, el «vampirito elegante» de pelo blanco que ahora le hacía los recados a su exnovio.

No todo había salido tan bien como esperaba cuando fue a ver a Jimin, claro, pero si tenía que culpar a alguien, era a su estúpida personalidad por ser tan parecida a la suya. Cuando una fuerza imparable chocaba contra un objeto inamovible, siempre saltaban chispas.

«¿Acaso Jimin pensaba que iba a romper con él por las buenas? Muy bien», se dijo. «Él se encargaría de mandarle al infierno».

Se puso la cazadora y paseó por el diminuto salón, encontrando un palo de golf, que, sin duda, él no había dejado ahí. Supuso que habría sido de algún cliente que olvidó su herramienta en la habitación. Lo tomó con una mano comprobando su equilibrio, y por un momento, pensó satíricamente en que le gustaría jugar al golf con la cabeza de alguien.

De un momento a otro, escuchó el gruñido junto a la cocina. Él arqueó las cejas y se dirigió hacia allí preguntándose si también se habrían dejado un perro hambriento, pero repentinamente, descubrió una gran mancha de sangre extendida sobre las baldosas.

Su corazón le atacó en una taquicardia, apretó los dedos alrededor del palo de golf y se encogió siguiendo la mancha que se arrastraba hacia el final de la cocina.

De un instante a otro, pudo verlo: un strigoi putrefacto y deformado clavó su mirada sobre él, apartando su almuerzo humano. El pobre cadáver que masticaba quedó a un lado, encontrando uno mucho más vivo y apetecible

«No es un strigoi», pensó, «es un jodido draugr».

—Joder —jadeó Yoongi—. ¡Mierda!

El draugr se lanzó sobre el humano, y Yoongi lo esquivó por pura suerte. Se sintió como en una película de terror cuando echó a correr percibiendo como sus tenis se deslizaban sobre la escurridiza sangre. El draugr le alcanzó mientras corría, y él levantó el palo de golf entre sus dos manos, deteniendo el paso de su mandíbula dentada. Intentó morderle, en lo que el joven cayó de espaldas al suelo con la criatura encima, cediendo ante su gran fuerza.

—Agghr.

Yoongi se resistió como pudo e intentó buscar una alternativa moviendo la cabeza. Clavó su rodilla en el pecho de la criatura y la lanzó por encima de él, perdiendo el palo de golf en el proceso. Se levantó precipitadamente y apretó el puño helado donde llevaba el anillo de acero y hielo, inclinándose para golpear el suelo.

Su adversario se movió hacia él como una bestia a cuatro patas, que se escurrió por la fina capa de hielo que se extendió sobre el suelo hasta sus extremidades. Yoongi se maldijo a sí mismo por no tener ninguna otra herramienta, e intentó correr hacia la puerta de la calle.

Trató de abrirla y lo hizo eficazmente, pero la manija se escurrió entre sus dedos cuando el draugr le alcanzó mordiendo letalmente una de sus piernas y arrastrándole hacia el suelo.

Yoongi liberó un grito desgarrador, tiró de la mesa de la entrada con la mano y la derribó sobre ellos junto a un jarrón que se partió en pedazos. Entonces, un montón de esquirlas afiladas comenzaron a volar sobre su cabeza y a clavarse en la horrible criatura. Ella soltó al pelinegro y retrocedió temiendo la furia de una tercera persona.

Yoongi estaba tumbado en el suelo, con una pierna ensangrentada y el pantalón de tela vaquera carcomida. Levantó la cabeza hacia la puerta y vio al origen de aquel siseo helado.

Namjoon levantó las manos y formó una fina hoja helada entre sus dedos que extendió como una espada peligrosamente afilada. Saltó por encima del torso de Yoongi y se dirigió hacia el draugr sin titubeos, empuñando su propia lustrosa arma de hielo.

El humano apartó la mirada cuando el moroi lideró un crítico movimiento que cortó su pescuezo.

Se giró hacia Yoongi sujetando el arma, y se inclinó comprobando su estado.

—¿Estás bien?

Yoongi asintió con la cabeza.

—¿C-cómo me has encontrado tan rápido? —jadeó sin moverse.

—Me dijiste el lugar, y el resto del estruendo hizo el resto —concretó Namjoon extendiendo una mano sobre su pierna herida—. No te muevas.

Él liberó una ráfaga helada que enfrió su piel desgarrada y anestesió ligeramente su dolor. Miró a su alrededor comprobando si estaban seguros, y si aquel draugr era el único allí dentro.

—Dime que esto no es como las mordeduras de strigoi, y que no voy a convertirme en uno... —pronunció Yoongi perturbado.

—No lo es. Te convertirías en uno si te hubiese matado, es contagioso entre los muertos, pero la única forma de que te contagies estando vivo es inyectándote el sacre —informó el moroi con voz grave.

Yoongi abrió los ojos como platos.

—H-hay un cuerpo en la cocina —dijo—. C-creo que le ha matado.

Namjoon salió disparado, indicándole nuevamente que no se moviese. Cuando llegó a la cocina se topó con un cadáver degollado y con trozos faltantes de órganos y carne enrojecida. Todo estaba lleno de sangre.

Él apretó los párpados tratando de evadir aquel desconcertante olor a sangre que provocaba un pálpito en sus encías, y realizó la misma técnica de decapitación para que el cadáver no despertase. Pasó por el cuarto de baño rápidamente para sacar una toalla, y regresó hacia Yoongi sin demorarse.

Se arrodilló a su lado asegurándole que ya se había encargado de él, e hizo un nudo en su muslo para frenar la hemorragia y trasmitió otra ráfaga helada a la tela de algodón para que permaneciera fría y ayudase a aliviar su herida.

—¿Crees que puedes levantarte? —dudó Namjoon.

Yoongi se incorporó lentamente, y el moroi le ofreció su hombro como apoyo para que lo lograra.

—Tenemos que ir a un lugar seguro, vamos —insistió el peliblanco.

Un buen rato después, se encontraban en el coche de lujo y cristales tintados del moroi.

—¿Debería llevarte a un hospital humano? —preguntó sin apartar su mirada de la carretera.

Yoongi comprobó su herida y tuvo serias dudas sobre la calidad de su herida. Si aquel desgarrón había atravesado la suficiente carne, era posible que hubiese desgarrado la vena femoral, una de las venas por donde más caudal sanguíneo circulaba en cualquier cuerpo.

—Di —insistió Namjoon—. Nunca me he relacionado con humanos, no sé cómo funciona exactamente vuestra cicatrización —expuso rápidamente—. Los dhampir suelen fabricar más sangre de la que lo haría un humano, porque su organismo bombea una mayor cantidad de sangre y... agh.

—Está bien, está bien... —jadeó Yoongi sintiéndose mareado—. Tienes que llevarme a urgencias, c-creo que me estoy mareando.

Namjoon le miró de soslayo, posando sus iris sobre el pantalón oscurecido. La mancha de sangre se había esparcido bajo la toalla y el olor a sangre humana se clavaba en su olfato.

El moroi estableció la ubicación del hospital más cercano y se dirigió hacia allí. Aparcó junto a la puerta de un gran letrero brillante donde se podía leer «urgencias sanitarias», y ayudó a Yoongi a salir manchándose el traje grisáceo con su sangre.

Cuando atravesaron la puerta corrediza de cristal, una enfermera les vio llenos de sangre y acudió rápidamente para ayudarles.

Durante la siguiente media hora, Namjoon perdió de vista a Yoongi. Se sentó en la sala de espera, sobre uno de los sillones de plástico adosados. Sus manos estaban llenas de sangre, que secó en la tela de su pantalón y volvió a comprobar sus dedos manchados preguntándose hasta dónde había llegado todo.

En los últimos meses de su vida había visto muertes, torturas, enclaustramientos y decenas de criaturas de una lujuriosa maldad que rezumaba en sus venas.

Uno de sus mejores amigos era strigoi, el otro había estado a punto de destruirse a sí mismo, sumergiéndose en la oscuridad, y el tercero había lastimado emocionalmente a todo lo que intentaba acercarse.

Mientras tanto, él, permanecía como una estatua de hielo producto de su elemento. Aparentaba serenidad y casi una frialdad inocua, pero nada de eso era cierto. Temía por todos, y si tan sólo su elemento hubiese sido el quinto en vez del segundo del pentagrama (el agua), pensó que hubiera sido más útil para el mundo.

En unos segundos, se corrigió mentalmente creyendo que sólo estaba delirando. La madre naturaleza escogía bien los elementos de cada moroi, y él sabía que el quinto sólo era un poder que alguien como Kim Taehyung podría portar con solemnidad.

«Sin embargo, ¿cuál era su propósito en la vida?», se preguntó. «Entender el mal ajeno, ¿ver todos los puntos de vista?».

Había visto tanta sangre, que ya ni siquiera sentía hambre. Su ración diaria cumplía con la misión de mantenerle saludable mientras se alimentaba de otros productos cárnicos y vegetales.

Esa noche, levantó la cabeza hacia la ventanilla de otra ala hospitalaria y valoró el trabajo de aquellos humanos cuidando entre ellos. Se levantó de la silla y metió las manos en sus bolsillos, observándolos. Y cuando otra camilla entró en la zona de urgencias, Namjoon se aproximó reparando en que estaban cortos de personal esa noche. Apoyó su mano sobre una enferma febril y enfrió su frente con delicadeza. Ella abrió los ojos y por un segundo, pensó que Kim Namjoon era un ángel entre el espacio difuminado y los focos de luz que se clavaban en sus córneas.

—No se preocupe —le dijo el moroi—. Todo saldrá bien.

Se llevaron a la chica en un minuto más, y no volvió a verla. Pero escuchó decir a una enfermera que espontáneamente, su fiebre había dejado de resultar tan peligrosa junto a la pulmonía que aún debían tratar.

Él recibió la llamada de Hoseok, y carraspeó antes de descolgarla. Supo sobre lo que había sucedido a la cumbre, y comprendió por qué había tantos humanos colapsando las urgencias. Tras saber que se encontraban bien, y en un lugar seguro, se guardó su información y le dio a entender a Jung Hoseok que no había pasado nada.

Se preocupó por si su pequeña mentira llegaba demasiado lejos, sin embargo, antes de colgar, pudo ver a Yoongi aparecer en una silla de ruedas a unos metros.

—Hasta mañana —dijo, seguidamente cortando la línea.

Yoongi posó sus iris almendra sobre los grises claros del moroi.

—No volveré a caminar nunca más —soltó a traición, tratando de «romper el hielo» de su compañero—. Es broma. Pero me han aconsejado que me quede sentado durante las próximas veinticuatro horas. Han parado la hemorragia y me han vendado —explicó con voz neutral—. La enfermera dice que me escayolarán mañana y podré caminar con ayuda de una muleta. He perdido bastante sangre, así que me han recomendado que me tome un batido de frambuesa y plátano con doble de nata montada, en la cafetería del hospital.

Namjoon estuvo a punto de zarandear sus hombros.

—Por el amor de dios, me habías asustado... —suspiró pasándose una mano por su pulcro cabello claro.

—¿Alguna vez te han dicho que te pareces a la protagonista de Frozen? —formuló Yoongi quitándole importancia al asunto—. Joder, sólo te falta la trenza. Bueno, y un traje que no esté... manchado de sangre...

El moroi posó una mano en su cabeza como si fuera un chiquillo pequeño.

—Te llevaré a esa cafetería si te callas —declaró abiertamente.

Yoongi exhaló una sonrisita que iluminó su rostro. Un poco después, terminó junto a una mesa de la cafetería del hospital con su batido extra dulce. Namjoon regresó del baño público tras limpiarse las manos y liberarse de su chaqueta manchada. Sin embargo, su ropa estaba arruinada.

—Ha habido un ataque a la cumbre —le informó a Yoongi.

El rostro del humano se ensombreció.

—¿Está Jimin...?

—Está bien —contestó—. Todos lo están, o eso creo. Sabía que tarde o temprano sucedería, y cuando sepa que también te han atacado a ti...

Yoongi rompió sus barreras emocionales, y le interrumpió.

—No le digas nada a este imbécil —gruñó bajando la cabeza—. Suficiente tiene ya con... todo lo que está pasando... creo que el tipo que estaba allí en el motel fue la primera víctima de esa cosa, no han venido a por mí directamente. Pero si hay humanos siendo atacados, la comunidad humana también está en peligro.

—Desearía ayudarles.

—Mi hermano trabaja en un hospital, suerte que está en Busan...

—¿En un hospital? —repitió Namjoon.

—¿Sí? —formuló el humano mirándole—. ¿Qué pasa?

—Oh, nada. ¿Qué... que tienes que hacer para trabajar en un hospital humano?

Yoongi arqueó una ceja.

—¿Estudiar medicina o enfermería? —respondió sintiéndose un poco tonto.

—Oh, ya.

El pelinegro abrió la boca sorprendido.

—No me digas que eres un vampiro que quiere ser médico, eso suena demasiado adorable —consideró en voz alta.

—Olvídalo, no he dicho nada —finalizó el moroi, ruborizándose levemente.

Yoongi se llevó el batido a los labios y lo acabó en un rato más, mientras permanecían en silencio.

—O-oye, gracias por... salvarme la vida —dijo con timidez—. Eso de la espada helada fue muy guay, eras como un mago vampiro justiciero.

Namjoon esbozó una leve sonrisa sin mirarle.

—Eres igual que Jimin —declaró, chasqueando con la lengua—. ¿Alguna vez te lo han dicho? Ahora entiendo por qué estáis juntos.

—No. Pero no hace falta que me lo digas... —respondió suspirando profundamente—, ya lo he comprobado yo solito. Y, por cierto, ya no «estamos» juntos.

«Sí, él era igual de imbécil que aquel dhampir», pensó Namjoon rodando los ojos.

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Al amanecer, Hoseok, Jimin y Taehyung abandonaron la casa donde Seokjin y Jungkook se hospedaron. El pelinegro no pudo despedirse de ellos, pero al menos, Seokjin recibió una llamada de Freyja diciéndole que la noche de antes habían escapado del edificio.

Por otro lado, la cantidad de muertes no fue muy elevada, pero sí que había heridos especialmente por parte de los dhampir ya que los moroi se recuperaron rápido.

—Entonces, saben lo del quinto elemento —suspiró Freyja, sentándose en una butaca y cruzando las piernas—. Es una desgracia... irán a por él...

—Dudo que se pueda extraer el elemento tan sólo succionando toda la sangre de Taehyung —argumentó Seokjin—. Es tan medieval, tan sádico...

—Pero sabemos que el quinto elemento sí que puede transferirse —agregó Freyja al teléfono—. Tú eres la prueba viviente de ello.

—Sí, pero... Anna me lo dio por voluntad, nunca le fue arrebatado.

—Tenemos que saber más sobre ese clan, especialmente sobre su heredero —dijo Jungkook.

Seokjin giró la cabeza y le descubrió en el marco de la puerta, de brazos cruzados.

—Sabemos que la familia Shin fundó ese clan. Pero no tenemos ni idea de quién es la criatura que atacó a Taehyung.

—No lo sabemos —prosiguió el strigoi—. Pero vi su rostro a través de los ojos de Taehyung. Es un tipo enorme y musculado, le reconocería en cualquier lado.

El dhampir suspiró sonoramente, y se despidió de Freyja antes de retomar la conversación con el joven.

—Y bien, ¿qué planeas hacer? —rebatió Seokjin volviendo a mirarle—. Ese libro que Hoseok agarró anoche de una estantería tiene información sobre familias antiguas de moroi que se permutaron a sí mismas en strigoi para hacerse inmortales. Sólo hay apellidos, pero no sabemos cuál es su nombre.

—Quizá Yul lo sepa.

—¿Yul? —repitió abriendo los ojos—. ¿Te refieres a... tu nuevo amiguito strigoi?

Jungkook se encogió de brazos.

—No es mi amigo. Pero me juego a que él antes también era moroi —argumentó inesperadamente el pelinegro—, y tiene un motivo por el que dejó de serlo. Le preguntaré.

Seokjin se quedó con la boca abierta ante su razonamiento.

—¿Cómo sabes eso?

—No lo sé. Sólo lo deduje —Jungkook se retiró del salón perezosamente—. Saldremos esta noche.

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Las horas de luz eran molestas para los moroi, pero también le otorgaban la seguridad a ellos y a Jimin como para retornar al hotel Palace.

En el refugio más grande de Seúl, en aquel hotel de lujo donde el personal de la familia Jung hospedó a los supervivientes de la cumbre, Taehyung encontró a Hyun Bin y una tropa de dhampir guardianes que aseguraron las instancias hasta en aquellas horas diurnas.

—Señor Bin —saludó Taehyung.

Su antiguo profesor inclinó la cabeza cortésmente, olvidando sus viejos cargos de instructor los años que se cruzó con él en la academia. Ahora Kim Taehyung no sólo era un novicio, sino el futuro rey de una sociedad en reconstrucción.

—Su alteza —respondió.

—¿Dónde está Mark? —preguntó Hoseok rápidamente—. ¿Y Archivald?

—No se preocupe, señor Jung —pronunció Hyun Bin arrugando los labios—. Las bajas no les han afectado. Los más afortunados tomaron caballos... aquellos que no habían sido devorados...

—¿Devoraron a los caballos? —jadeó Taehyung viéndose horrorizado.

—Medianoche está bien —dijo una cuarta voz, que le hizo girar la cabeza.

Sihyun se acercó, echándose la capa de guardián por encima de un hombro. Sus globos oculares estaban irritados de no haber dormido en toda la noche.

—Necesitamos tu ayuda, Taehyung —añadió de forma directa—. Hay dhampir heridos, y de los humanos que sobrevivieron, tienen heridas graves.

—Oh, dios...

—No podemos llevarles a un hospital humano —continuó Sihyun—, sospecharán por la índole de sus heridas, y apenas tenemos sanitarios entre nosotros...

—N-no puedo usar mi poder... —masculló el moroi—. Ya... ya no puedo curar.

—No puedes decir eso, ¡esa gente te necesita! —exclamó levantándole la voz—. ¡Reacciona!

Taehyung retrocedió un paso con los ojos muy abiertos. Hyun Bin posó una mano sobre el hombro del joven Sihyun, llamando su atención.

—Creo que se le ha olvidado que no debe tutear al señor Kim, querido —pronunció el señor Bin con severidad—. Ahora ha vuelto a ser su futuro rey, por si su minúsculo cerebro lo ha olvidado.

Sihyun bajó la cabeza deseando golpear con un puño al tedioso Hyun Bin. Pero Taehyung tomó aire, y pareció reaccionar de una forma que ninguno había esperado.

—Llévame hasta ellos —le pidió con una nueva energía—. Haré lo posible para salvar sus vidas.

Jimin se aproximó escuchando la conversación y agarró el codo de Taehyung.

—Les matarás, recuerda que tu elemento se ha invertido.

—Sí —reconoció el moroi deshaciéndose de su agarre—. Pero no puedo seguir dándole de lado a toda la gente que me necesita, Jimin. He estado escondiéndome demasiado tiempo, he estado huyendo de todo y temiendo usar mi magia desde que nací. Se acabó —sentenció con firmeza—. No voy a volver a esconderme, aunque esas criaturas me busquen. Acepté ser un miembro del Concejo a regañadientes, y temí arrepentirme de aceptar mi herencia por el trono; pero ahora quiero enfrentarme a eso. Quiero proteger a la gente que está luchando por una nueva comunidad, quiero ser esa estrella de cinco puntas que inspire a los demás.

Taehyung giró la cabeza y miró a Hyun Bin, a Sihyun y a Hoseok.

—He nacido con este poder porque el destino me ha elegido —prosiguió sintiéndose decidido—. Y yo, ahora, elijo tomarlo hasta que nadie más me necesite.

Jimin se quedó sin palabras tras escucharle. Sihyun indicó que le siguiera de una forma más cortés, y el dhampir peliclaro siguió los pasos de ellos dos para tomar uno de los ascensores. En la primera planta habían establecido la planta de supervivientes, y Taehyung caminó entre los dhampir y humanos heridos recibiendo sus miradas.

Puede que lo que hiciera fuese por pura voluntad, pero él encontró un nuevo foco de luz dentro de sí mismo. Sólo tuvo que pensar en sus escasas palabras con Jungkook la previa noche para sentir cómo aquella cicatriz en su cuello retrocedía lentamente hasta su pecho.

Ese era el camino que les tocó a ambos: separarse cuando se prometieron estar juntos. No sabía durante cuánto tiempo, pero el trono llevaba su apellido, y sus dedos, podían liberar un elemento que sólo era suyo.

¿En qué deseaba convertirse? ¿Dejarse sucumbir con un poder demasiado grande para sí mismo, por una psique destructiva por los traumas de su pasado? Saint Anna lo hizo. No llegó a comprender que había algo mucho más importante que liberarse de su yugo por el espíritu. El amor era aquella llama capaz de prender la propia y sostenerse en la oscuridad.

Taehyung se arrodilló ante un dhampir malherido y posó una mano sobre la suya para tranquilizarlo.

Inspiró profundamente y cerró los párpados focalizándose en el espíritu, y entonces, volvió a sentir esa vibración proveniente del akash. Sus dedos se extendieron sobre la herida oculta bajo sus vendas y le curó lentamente mientras sus iris comenzaban a iluminarse. Jimin lo vio todo desde una distancia prudencial. Taehyung ayudó a los más afectados borrando la peligrosidad de sus heridas, no se preocupó por los desgarrones más superficiales a pesar de sus dolencias, y estabilizó a los más enfermos para que se recuperaran a un ritmo natural.

Hoseok le acompañó en cada paso, observando a los heridos que tomaron las habitaciones y la sala principal de la primera planta.

—Gracias, usted es un ángel —dijo un moroi que agarró una mano—. Gracias...

Taehyung miró de soslayo a su pareja dhampir y apretó su mano con aflicción.

—Preocúpate por que descanse.

Después de pasearse por la planta, Jimin le sugirió que se retirasen para descansar de la misma forma. Agarró la mano de Taehyung en el ascensor que subió hasta la planta de su dormitorio y se mantuvieron en silencio sintiendo una conexión mucho más fuerte entre ellos.

Taehyung le miró de soslayo, soltó su mano y abrazó inesperadamente al dhampir. Jimin se sonrosó ligeramente, comprendiendo su abrazo. Habían pasado tanto esos últimos días que casi parecía que nunca iba a acabar. Pero a pesar de las arduas dificultades, ahí estaban, luchando contra todo, reestableciendo un estado, sobreviviendo a los altercados, y recuperando lentamente a alguien que tan importante era para ambos.

—Gracias por quedarte conmigo.

Jimin bajó la cabeza y permaneció en silencio tras un tímido «mhmn».

—Tengo hambre —se quejó el moroi sin soltarle—. Y sed. Y quiero darme un baño caliente con burbujas.

—Apártate, azúcar —gruñó Jimin teatralmente, zafándose del osito con colmillos—. A mí me gustan los tipos rockeros, no los principitos vampiros como tú. Esa labor le corresponde a mi único y mejor parabatai. ¡Atrás, criatura!

Taehyung se rio levemente, rascándose la nariz.

—Querrás decir, mejor amigo.

—Sí, como sea. Agh —el rubio chasqueó con la lengua saliendo del ascensor y caminando delante de él—. Por cierto, hablando de Kook; se ha ganado un nuevo ticket de confianza exprés después de encontrarle de chiripa anoche en el dormitorio con esa forma de ronronear mientras te miraba.

—¿R-ron-ronrone-qué? —chirrió el moroi ruborizándose.

Jimin desbloqueó la puerta de la habitación doble con la tarjeta (la suite estaba en reformas) y le invitó a pasar con la cabeza.

—Si yo fuera tú, me sentiría como un pollito indefenso frente a una pantera con ganas de comer pollo a la barbacoa —musitó Jimin mientras su compañero entraba.

Taehyung se giró en redondo para mirarle arqueando una ceja y el peliclaro cerró la puerta tras su propia espalda.

—¿P-pollito?

—¡Hmnh! ¡Pollo! —gimió Jimin sacando su teléfono del bolsillo—. Voy a decirle a Hoseok que será mejor que esa cena que nos suben tenga algo de barbacoa coreana.

El moroi prefirió no pensar demasiado en la cena, ni en eso de Jungkook ronroneando por no-sé-qué motivo. Se sirvió un vaso de vidrio con sangre en la cocina, advirtiendo que se había quedado sin aditivos, y se la tomó a regañadientes con la intención de aliviar su dolor de cabeza.

«No todo había salido mal después de todo, y sabía que sólo debía esperar un poco más hasta volver a ver a la persona que sanaría por completo su cicatriz», pensó llevándose una mano al pecho y tocando por encima de la tela su anillo alado.

«Sólo habían pasado unas horas desde que se despidieron, y ya le extrañaba».

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

En el club espectro, Yul estaba tomando una cargada copa de vodka con hielo y una rodaja de limón a solas. El pelinegro de Jungkook apareció ocasionalmente, clavando sus halos plateados sobre él como si desease preguntarle sobre algo.

—Xeril se ha suicidado —exhaló el líder del clan, buscando el complicado estado de embriaguez a base de sumergirse en otro trago—. Han llegado hasta mis oídos lo que ocurrió en el centro de Seúl... hubo víctimas, y testigos humanos.

Jungkook se mordisqueó el labio y levantó un dedo para indicarle al camarero que le sirviera lo mismo.

—¿Se encuentra Kitsch bien? —preguntó en voz baja.

Yul se ahorró la respuesta, evidenciando que su falta como portero de seguridad esa noche dejaba las cosas muy claras.

El más joven suspiró y miró de medio lado a Yul cuando su copa llegó hasta su lado de la barra.

—Anoche, la cumbre entre la comunidad nosferatu y los renegados fue atacada —informó—. Hubo víctimas, la mayoría de los atacantes eran draugr, y entre ellos había algún strigoi que deseaba proclamar la anarquía. ¿Conoces a la familia Shin?

Yul se pasó una mano por la mandíbula y le miró con su par de halos rojos y cabello de puntas tintadas de azul eléctrico, como si estuviera hablándole de guasa.

—Si conoces a alguien con más de cien años, que no sepa sobre el clan más grande y peligroso de nocturnos, pídele una foto —bufó, seguidamente vaciando su copa con un último trago. Después sorbió entre sus labios y volvió a posar sus iris desinteresados sobre Jungkook—. Dime una cosa, no aceptaste venir con nosotros sólo por ese amigo dhampir tuyo, ¿no? Hay alguien más...

—¿Mhmn? —el pelinegro frunció el ceño, preguntándose a sí mismo qué demonios tenía que ver lo que le había preguntado a Yul, con su respuesta.

—Lo noto en tu forma de... meter las narices en una sociedad que nunca nos tendrá en cuenta —canturreó Yul en voz baja—. Querido, somos bestias para ellos, si crees que vas a volver a tu vida de mortal...

—¿Quién es el líder del clan que está usando a esa gente como venganza por la muerte de los suyos? —insistió Jungkook—. ¿Es un Shin?

—Ryuk —pronunció Yul levantando la voz, y acto seguido, soltó una risita neurótica—. Que, si es un Shin, dice. Por el amor de dios, esa máquina de matar tiene tantos años como la creación de nuestra raza —suspiró serenándose—. Te daré un consejo, Jungkook: si Shin Ryuk mete la cabeza en un lago, tú te sales del agua y te largas a otro. Así de simple. Los strigoi más antiguos son más poderosos, tiene más fuerza que cualquiera de nosotros, la noche y el paso de los siglos les otorgan rangos de mayor poder y destreza nocturna. Si no quieres que uno de esos te arranque la cabeza antes de que te des cuenta, hazme caso, ¡deja de meterte en asuntos de moroi!

—Demasiado tarde —manifestó Jungkook con neutralidad—. Tengo a personas de importancia ahí, y necesito información sobre ese tipo.

—Mhmn —Yul clavó su mirada sobre el pelinegro—. No me jodas, dime que no estás enamorado de uno de esos.

El más joven no le respondió y Yul abrió la boca, volviendo a cerrarla sin decir nada.

—Huh, ya —soltó apretando los dientes—. Mal asunto.

—¿Vas a decirme quién es ese tal Ryuk, y de qué le conoces? —preguntó Jungkook.

Yul se rascó la barbilla bajando la cabeza. Miró a su alrededor comprobando que el local estaba casi vacío esa noche, incluso los de su nido se encontraban reunidos en las instalaciones subterráneas antinucleares de Lang.

—Le conocí hace más de ochenta años —dijo Yul—. Y créeme, deseé no haberle conocido todo ese tiempo. Es un tipo manipulador. Un sangre pura, de los primeros moroi que existieron. La familia Shin forzó su conversión para alcanzar la inmortalidad que los moroi no poseen, e intentaron buscar métodos de perfeccionamiento...

—Ahórrate esa parte —interrumpió Jungkook—. La conozco.

—Bien, él no era el líder de clan —prosiguió el strigoi—. Lo era su padre. Pero murió y... ugh, la historia es un coñazo. Pero como primogénito de la familia Shin, y el mayor de siete hermanos, tomó el poder del clan tras el sacrificio de su padre cuando yo le conocí —añadió liberando un suspiro—. Ahora es un príncipe entre los suyos.

—¿Un príncipe... strigoi?

—Eso es.

—Joder —maldijo Jungkook. Tomó un sorbo del vodka con hielo y lo soltó sobre la mesa sintiéndose frustrado.

«Así que Taehyung era un futuro rey, que tenía detrás a un príncipe de la noche que deseaba beberse su sangre para tragarse el espíritu», ironizó en su mente. «Magnífico».

—Hola —una joven humana le saludó repentinamente—. ¿Interrumpo algo, chicos?

Él la reconoció de la vez que se alimentó de ella en el mismo club, y presionó el interior de su mejilla con la lengua, ladeando la cabeza con una mirada penetrante.

—No tengo efectivo —pronunció Jungkook en voz baja y yendo directo al grano—. ¿Querías algo?

—Oh —la joven se acercó un poco más, mostrándole sus dotes de cerca. Su labial era rojo oscuro, como el tono de la sangre, y su cabello estaba atado en un semirecogido tras su nuca—. ¿Qué te parece si... lo anoto en tu cuenta? Me gusta hacer favores, ¿qué me dices...?

El strigoi levantó una ceja.

—¿Mi cuenta? —dudó, percibiendo su mirada coqueta—. Hmnh.

—También puedes hacer lo que quieras conmigo, sin que lo anote... en esa cuenta —jadeó la humana en una considerable falta de consideración por su salud.

Jungkook se planteó rechazar su compañía, pero Kim Taehyung atravesó fugazmente su cabeza y secó su garganta.

«Puede que necesitase alimentarse de forma más satisfactoria de alguien para postergar el deseo que sentía por el moroi», se dijo lascivamente. «Y lo furioso que estaba poniéndole aquel asunto de su nuevo clan de enemigos strigoi».

Él no iba a olvidar que incluso habían sacrificado a los suyos con tal de intentar atraparles cuando tiempo atrás Tae y él huyeron de la comunidad nosferatu. Pero no sabía qué era más frustrante, si saber que Taehyung tenía a un strigoi tan peligroso tras él, o que su instinto protector amplificado estaba matándole hasta el punto de desear partir su copa de vodka entre los dedos.

Jungkook se levantó bruscamente del taburete, y agarró el antebrazo de la chica indicándole con la cabeza hacia la zona reservada y más apartada del ambiente del club.

—Vamos —dijo con voz rasposa.

Ella exhaló una sonrisa de satisfacción, siguió los pasos del pelinegro dejándose llevar por su gesto impulsivo y atravesando la cortina, su espalda tocó la pared mullida por el impulsivo tirón que el strigoi ejerció en su brazo. Jungkook se acercó peligrosamente a su rostro, evadiendo sus labios con unos maravillosos reflejos que le provocaron un jadeo en la joven. Su nariz rozó el cuello de la humana con los párpados cerrados, y ella tembló bajo su aura ensombrecida, hasta que el pelinegro consideró perforar su dermis permitiendo que el agridulce aroma de humana inundase su olfato.

Sus sentidos le jugaron una mala pasada cuando hundió los afilados colmillos como agujas. Por un segundo, la explosión de sangre caliente en sus papilas resultó reconfortante, pero él hubiera deseado algo más satisfactorio, como probar a su amado. Su lengua y paladar susurró que la presión de su mordisco no iría a traerle al dueño de sus deseos. Pero él tomó hasta hartarse, y estuvo unos minutos devorándose a la chica sin compasión, olvidando por qué había ido al club espectro, aquella penosa historia sobre la familia Shin y al propio Yul.

«Quería ver a Taehyung otra vez, sentir su corazón latiendo contra su espalda, agarrar sus manos, mirar sus ojos, besarle, besarle más, morderle, hacerle suyo», gritó su instinto desesperado.

El muy idiota de Yul se encargó de recordarle que aún estaba ahí, interfiriendo entre él y su almuerzo humano.

—Toc, toc... —bromeó apoyándose con el codo en la misma pared—. Deja algo para el resto... ¿no crees?

Jungkook soltó su mordisco con un jadeo, su lengua acarició su labio superior húmedo por la sangre y saliva, y limpió el resto de su belfo inferior con un pulgar descarado.

—Paga mi cuenta —jadeó Jungkook, seguidamente atravesando la cortina de lucecitas y dirigiéndose a por su chaqueta de cuero.

La agarró con una mano y sacudió con chulería antes de largarse del club. Yul se quedó plantado allí, arrugando la nariz por el exceso de mordiscos en el cuello de la humana que casi había estado a punto de llegar a alguna especie de culmen climático. O eso le decía su aroma disparado por las hormonas.

—Consejo, no le provoques con la comida cuando está frustrado —sonrió Yul—. Sigue siendo neo strigoi después de todo, ¿no es así?

El joven strigoi regresó a casa a una hora indeterminada de la madrugada. Seokjin se alegró de verle, aunque le siguió desde la puerta hasta su dormitorio con un semblante circunspecto.

—Sé que... ahora puedo confiar en ti, más o menos, pero...

—¿Más o menos? Oh, vaya, gracias, Jin —dijo Jungkook arrugando la comisura de sus ojos—. Ese más o menos es, cuanto menos, desmoralizante.

—Me refiero a que creo que deberíamos delimitar las salidas nocturnas —explicó Seokjin apoyándose en el marco de su puerta—. Al menos, hasta que tengamos un seguro de que ahí fuera no hay doscientos mil cadáveres buscando víctimas.

Jungkook se recostó en la cama cruzando las piernas y flexionando los brazos bajo su nuca.

—Tú mandas, Jin —aceptó sin reproches—. También creo que deberíamos cubrir nuestras espaldas.

Pensó en mencionarle la historieta sobre Shin Ryuk y sus temores a Seokjin, pero viendo la hora que era, decidió guardárselo para otro momento cuando utilizase el teléfono para comunicarse con Jimin. No podía dejar pasar esa información por alto.

—Buenas noches —se despidió Jin alejándose del dormitorio.

—Buenas noches.

Jungkook se hundió en la almohada y cruzó los brazos sobre su pecho mirando al techo. Tenía demasiadas cosas en las que pensar; el ataque a la cumbre, el tal Shin Ryuk, y el bienestar de todas esas personas que quería mantener seguras, y en contraposición, a las que tampoco podía acercarse.

Su nube mental encontró un punto de gravedad sobre el que derramarse: Taehyung. Habían pasado unos días desde su último encuentro, y aquello le había devuelto la plena consciencia de su vínculo. Desde esa noche, podía saber cuándo se quedaba dormido con una certeza absoluta. A veces él mismo se despertaba con un tirón en el pecho y sabía que era por el moroi. Después de todo, Taehyung debía seguir teniendo pesadillas, aunque él no siempre fuese el centro de sus terrores.

Deseó profundamente atravesar el espacio y el tiempo para eliminar aquellas barreras que les separaban, para dejar de ser un peligro andante con naturaleza caníbal y devolverle el cálido abrazo que le dio aquella noche en la habitación. Necesitaba demostrarle que no sólo le amaba como antes, sino que le necesitaba con vehemencia y su mera existencia como strigoi dejaría de tener sentido si él no estuviera. Jungkook ni siquiera creía que fuera posible mantener su humanidad sin el ferviente amor que sujetaba cada una de sus células.

De alguna forma, el joven se relajó al máximo sobre la almohada y se sumergió en una especie de estado duermevela. Las ventiscas recónditas de las sombras arrastraron su psique a un lugar desconocido, y repentinamente, Jungkook pestañeó en un plano onírico.

Miró sus propias manos y descubrió el brillo dorado del sol sobre su piel, sin ascuas y sin aquella dolorosa combustión que había conocido antes. Sus iris fueron a parar a unos grandes ventanales cubiertos de una fina cortina, por donde el sol entraba acariciándole en una bienvenida. Sus pasos le dirigieron a una mullida cama, donde una figura acurrucada se encontraba difuminada por un dosel azulado.

Jungkook extendió los dedos y acarició el dosel, apartándolo con una curiosidad imperiosa que se extendió por su pecho. Taehyung era su huésped, estaba tumbado entre almohadones y vestía una fina túnica que una vez le vio usar en palacio. Su cabello volvía a ser claro, y sus ojos vidriosos, se abrieron lentamente encontrando los iris castaños de su compañero.

El pelinegro se sintió trastornado, el ambiente mostró un color extraño, tibio y liviano, que se difuminaba en el desconocido lugar donde se habían encontrado.

«¿Sólo era un sueño?», se preguntó el strigoi. «Porque si lo era, allí no existían barreras, ni instintos, ni una distancia impuesta».

Sin apartar sus iris de chocolate de los más claros, apoyó una rodilla sobre el colchón y extendió unos dedos para alcanzar su mejilla. Taehyung entrecerró los párpados percibiendo el liviano tacto de sus yemas, que fueron a parar hasta su mentón, dirigiéndolo al suyo. Se mantuvo dócil bajo la caricia e inclinación del pelinegro, quién rozó su frente con la suya.

—Jungkook... —pronunció en una voz baja que formó un suave eco en sus oídos.

Los dos conocían aquella sensación, una vez la compartieron en palacio, cuando pensaron trágicamente que jamás podrían tenerse el uno al otro. El pelinegro llevó su otra mano a los mechones claros de su cabello y los enterró en su nuca, mientras su otro dedo pulgar se deslizaba por su carnoso labio inferior. Sus instintos strigoi no prevalecieron en ese recóndito lugar de sus mentes. Y volver a acariciarle se sintió como un condenado regalo del cielo.

—¿Es esto un sueño? —murmuró el moroi.

—Ssshh... —siseó Jungkook suavemente, sellando sus labios con un dedo.

Taehyung se sintió nervioso cuando el pelinegro se deslizó sobre él lentamente. Su mirada se ensombreció por el anhelo existente entre ambos, y el moroi jadeó antes de fundir sus labios en los suyos. Su beso hizo temblar sus entrañas, sacudió su corazón y unió aquella falsa respiración en el mundo de los sueños.

Taehyung enredó sus brazos alrededor de su cuello, y perdió el aliento besándole, dejándose llevar por su suavidad y las caricias sobre su túnica. Le necesitaba. Jungkook mantuvo la serenidad a pesar de su ansiedad. Él siempre acostumbraba a ser el más impaciente entre ambos, pero en esta ocasión, sujetó a Taehyung entre sus brazos con firmeza, y le acarició con sus labios con suavidad, deteniéndose entre cortos y superficiales besos que derrochaban dulzura, y melodías más lentas de sus labios donde exploraron al otro.

El ojiazul acarició su cabello con una mano, observándole en la corta distancia donde su nariz rozó la suya desde abajo.

—Te extraño tanto —susurró Jungkook sobre sus labios—. Eres la pasión de mis pasiones.

—No dejes de besarme —exigió el moroi.

El pelinegro besó su barbilla, descendió por su cuello, regalándole la sensación onírica de unos besos que jamás serían suficientes para ambos. Sus dedos se entrelazaron en algún momento donde los dientes de Jungkook mordieron el lóbulo de su oreja y tiraron de él golosamente.

Una mano de Taehyung descendió por la zona baja de su espalda hasta el volumen de su trasero en una caricia donde deseó levantar su camisa.

Jungkook volvió hasta su rostro para confesarle la realidad de cómo se sentía.

—Ninguna sombra podría emular lo que sentiría si de verdad te tuviese en mis brazos —dijo con suavidad—. Atraparía el sol entre mis dedos por despertar a tu lado.

—Yo no quiero despertar —gimió Taehyung estrechando sus hombros y hundiendo la cabeza bajo su cuello—. No te vayas, por favor.

El pelinegro le estrechó con suavidad, una pierna de Taehyung rodeó un lado de su cintura y ambos se miraron en la corta distancia. Taehyung se estiró para dejar unos cortos besos sobre sus labios tratando de convencerle. Jungkook lo aceptó con sumisión dejándose mimar por el moroi. Después, sujetó sus dedos y los besó con afecto, deslizando una caricia de labios rosados sobre sus falanges.

«Si tan sólo pudiera olerle», pensó con un fugaz recelo.

—¿Qué? —murmuró el moroi en voz baja.

—Envidio las sábanas que te envuelven mientras duermes —pronunció con una suavidad pasmosa.

Taehyung frunció el ceño, y trepó sobre su compañero con una enfurruñada pasión. Posó una mano sobre su pecho, y con la otra agarró una de sus muñecas, clavando su mirada ingrávida sobre la suya.

—Eres mío —le dijo, pestañeando bajo una suave capa de pestañas castañas—. Me perteneces.

Jungkook arqueó una ceja.

—Ah, ¿sí? —jugó el pelinegro quedándose muy quieto—. ¿Y cuáles son sus órdenes, mi alteza?

—Bésame, muérdeme —murmuró inclinándose sobre él ladinamente—. Hazme gemir... tu nombre...

Jungkook orientó su cintura sobre su miembro y levantó la fina túnica hasta sus caderas con unos dedos.

—Aquí carezco de colmillos —le recordó, desnudándole.

—Pero no de dientes —respiró su compañero.

Los labios del moroi sellaron los suyos en un beso mucho más ansioso y apasionado. Él sujetó la nuca de Jungkook enterrando sus dedos con fuerza, y deseó con vehemencia poder sentirle físicamente.

—Espérame siempre —susurró el strigoi agitadamente bajo sus labios.

—Siempre es poco para nosotros.

—¿Lo es...?

Entre besos, caricias, y aquel caramelo insaciable extendiéndose entre ambos, no supo en qué momento exacto comenzaron a diluirse y el vínculo que orbitaba conectándoles les separó lentamente, redirigiendo a los dos chicos hasta la superficie de sus conciencias.

Taehyung se despertó con una sensación que hormigueaba sobre sus labios resecos y sin besos. Su respiración era irregular a pesar de todo, y estaba agarrándose a una sábana como si su vida dependiera de ello. Le dolían los dedos y casi los tenía dormidos por la fuerza con la que se había sujetado. Soltó la sábana rápidamente sintiendo como la circulación volvía a fluir en sus manos, y se incorporó sobre la cama sintiéndose mareado.

«¿Eso había sido un sueño lúcido cargado de libido?», se preguntó percibiendo un rubor en sus mejillas.

Había sido muy real, a pesar de que no hubiera posibilidad alguna de que Jungkook llegase hasta su cama para besarle y desnudarle. Pero su excitación física tras despertar era igual de intensa. Tenía las mejillas ardiendo, la boca seca, y el corazón agitado.

Se alegró de descubrir que Jimin estaba durmiendo en el sofá cuando se levantó de la cama, paseando por la habitación del hotel.

El dhampir le encontró con una mirada cansada y extendió las piernas fuera del sofá, pasándose una mano por el alborotado cabello claro.

—¿A qué viene esa cara? —dudó Jimin astutamente—. ¿Tienes fiebre otra vez?

—N-no, no es nada —se defendió el moroi ruborizado—. Voy a darme una ducha.

Jimin estiró los brazos y se acercó a él perezosamente escudriñando su rostro. Tocó su frente y Taehyung pegó un saltito, retrocediendo unos pasos.

—Pues estás caliente —soltó sin consideración—. Asegúrate de que sea una ducha fría.

—¡No estoy caliente! —exclamó el moroi.

Jimin exhaló una risita por su reacción.

—No me digas que estás caliente, ¿pero justo en el otro sentido? —bromeó el dhampir.

—¡Que no, pesado! —gruñó Taehyung perdiéndose en el cuarto de baño.

Jimin se encogió de brazos. «¿Qué demonios le había picado?».

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top