Capítulo 8

8. Heredero al trono

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Al atardecer, la séptima cumbre de Revenant y el estado nosferatu se celebró con una mayoría de personal catedrático. Moroi, dhampir, y algún representante humano de la comunidad de los renegados se reunieron en el gran edificio institucional ubicado en la zona turista de Seúl.

Los rayos de la puesta de sol se encontraban lejanos en el horizonte, y frente al enorme parque verdoso, el cielo con nubes de algodón derramó unos rayos de un caliente anaranjado que permitieron a los moroi sentirse cómodos.

Esa tarde hubo una gran cantidad de gente reunida, y ello requirió una expresa cantidad de voluntarios que protegiesen las instancias. North, una moroi con el elemento de fuego, quién luchó al lado de los chicos en los ministerios subterráneos ya sellados, se presentó como otros tantos dhampir y moroi de Revenant para asistir como personal de seguridad. Entre ellos Sihyun, Jimin, y gente del cuartel de seguridad de Revenant.

Taehyung llegó en una de las limusinas de cristales tintados y bajó vestido con un traje blanco e impecable, una rosa blanca. Caminó junto al excelente porte de Jimin en silencio y recibió las decenas de miradas sobre él de gente que le reconoció como el heredero de la corona nosferatu.

Puede que su cabello negro sorprendiera a alguno, pero no despistaría a nadie de que era el auténtico Kim Taehyung. Sus iris claros se posaron sobre los caballos concentrados a un lado del edificio.

El moroi se quedó sin aliento al fijarse en uno de ellos. Pelaje negro e impoluto, porte férreo y curvilíneo. No lo hubiera reconocido si Jungkook, tiempo atrás, nunca le hubiese confesado que aquella criatura fue su primer amor en la academia.

—¿Medianoche? —masculló Taehyung.

Él se dirigió directamente hacia el caballo, y extendió una mano para tocar su hocico. Medianoche reconoció al moroi, y relinchó sonoramente en una inequívoca señal de júbilo.

Sihyun giró la cabeza y vio a Taehyung acariciando a la difícil criatura con una asombrosa facilidad.

—Este era el caballo de Jungkook, ¿verdad? —dijo Sihyun agarrando sus riendas.

—Sí —exhaló el moroi con nostalgia—. Pensé que jamás volvería a verla.

—La encontraron cerca de Bucheon dando vueltas. Supongo que siempre estuvo buscando a su dueño.

—¿Estaba cerca del palacio destruido? —preguntó Taehyung, mirándole de soslayo—. ¿Regresó allí?

—Así es. Hyun Bin me dijo que cuando limpiaron de strigoi el asalto, recogieron los caballos que encontraron en buen estado —añadió el dhampir—. Medianoche apareció unos días después, y la trasladaron a Incheon. Casi nadie la ha podido montar desde entonces, aunque si no me equivoco, en la academia también fue un caballo difícil de domar.

Taehyung volvió a mirar a Medianoche y exhaló una sonrisa. Apartó la mano lentamente pensando en algo.

—La quiero —reprodujo en sus labios—. Guárdala para mí. Me la llevaré a las caballerías de los renegados. Han establecido un campamento al exterior de la ciudad de armamentística, transporte y caballos.

—¿Para ti? —dudó Sihyun respecto a Medianoche.

El moroi bajó la cabeza y asintió con timidez.

«En realidad, la quería para Jungkook», pensó dirigiendo su lealtad hacia el pelinegro. «Si algún día estaba en su mano llevarle a Medianoche, lo haría».

—¡Es el caballo de Jungkook! —exclamó Jimin tras él.

El dhampir se quedó igual de sorprendido que Taehyung. Sihyun arqueó una ceja y les aseguró que se lo guardaría. Y entonces, Jung Hoseok se acercó al grupo para llamarles la atención.

—¿Se puede saber qué estáis haciendo aquí? —dijo el moroi—. Esperan a su alteza en el interior, vamos, vamos.

Taehyung y Jimin se pusieron en marcha y bordearon el edificio siguiendo los rápidos pasos de Hoseok para entrar en la cumbre. Atravesaron la entrada de brillante mármol y altas columnas adornadas, como otras tantas veces, y se dirigieron a la reunión directamente.

Mientras los asistentes buscaban sus asientos, Jimin se quedó fuera como acostumbraba a hacer. En esos momentos extrañaba la compañía de Jungkook y tras su propia redención ante su amigo strigoi, se preguntaba si algún día podrían volver a estar todos juntos.

Sus iris fueron a parar sobre Freyja, quien llegaba un poco más tarde, acompañada de otros distinguidos moroi que creyó reconocer, así como Hyun Bin. Su antiguo profesor no había cambiado en esos seis últimos meses; tenía el mismo cabello oscuro y largo, en esta ocasión más lacio que de costumbre. Vestía de negro, con su habitual indumentaria de dhampir instructor de artes físicas que siempre había sido.

Jimin se quedó sin palabras al volver a verle. Pero lo que le dejó aún más impactado fue la indumentaria de Freyja, un vestido largo y negro, de cintura estrecha y corsé, con guantes de encaje, y un recogido tirante de su cabello, bajo el elegante tocado del mismo tono que cubría la mitad de su rostro.

«No era Freyja», pensó Jimin, descubriendo la realidad en sólo unos segundos más.

—Directora Nira —saludó Jimin, emitiendo una cortés reverencia—. Profesor Bin.

—Válgame el señor, Park Jimin —pronunció Hyun Bin arrastrando las sílabas—. Entre todas las bestias que he visto estos últimos meses, usted era la última en mi lista.

Jimin apretó los dientes, esbozando una sonrisa tensa.

—Señor Park, es un placer verle de nuevo —dijo la directora, antes de proceder a su entrada.

Taehyung encontró con la mirada a algunos de los profesores supervivientes de la academia de Incheon, y sintió aquella misma punzada volviendo a ver a Nira entre ellos.

—Es acojonante lo que se parece a Freyja, ¿verdad? —masculló Jimin junto a la puerta—. Y pensar que antes no podíamos parar de decir que era Freyja la que se parecía a Nira.

Taehyung asintió en silencio, y Hoseok agarró su codo cuando regresó, indicando donde se encontraban sus asientos.

—Sígueme, por aquí —dijo el moroi.

Jimin y Taehyung se miraron una última vez antes de separarse definitivamente. Al fondo del gran salón de la asamblea, Yong Freyja encontró a su hermana gemela. Ella vestía con un traje elegante y grisáceo de pantalón y tacón alto.

Su corazón se lanzó contra su pecho, y sin decir nada, se dirigió hacia su hermana dejando la documentación y preparación de su discurso a un lado. Atravesó el gentío con serenidad, hasta que los ojos claros de Nira se posaron sobre los suyos. ¿Cuántos años habían pasado? ¿Quince? Y seguían igual de jóvenes gracias a su genealogía y lento envejecimiento de moroi.

—Siéntese aquí, señora Yong —dijo Hyun Bin.

La mujer pasó frente a él olvidando su cortesía y acortó asiduamente la distancia con Freyja.

—Han pasado demasiados años —expresó Nira, levantando las cejas.

Su voz sonó frágil, ligeramente temblorosa tras la fuerza que ejerció para no emocionarse.

—Y aquí estás. Has vuelto para luchar por la unión de las razas, pero... ¿de verdad crees que esto funcionará? —preguntó Nira—. Frey...

—¿Crees que es imposible que algo que estuvo roto durante demasiado tiempo pueda recuperarse? —cuestionó Freyja.

—Cuando hay comprensión por las dos partes, todo puede recuperarse —respondió Nira con delicadeza—. Y si hay amor, esa brecha logrará sellarse.

Freyja bajó la cabeza y apretó los párpados sintiendo el corazón acelerado.

—Tú... siempre con tus frases crípticas —criticó en voz baja, volviendo a mirarla—. No sabes cómo te he extrañado.

Nira esbozó una sonrisa afligida, y extendió sus brazos abrazándola. Freyja levantó lentamente las manos hasta su espalda. Sus ojos se llenaron de lágrimas que se forzó a tragar para no arruinar su fino maquillaje.

—Me han hablado de ti —musitó Nira en su oreja—. Estoy orgullosa de que ayudes a los nuestros, aunque lo hagas construyendo un estado distinto.

Freyja y ella se distanciaron, mirándose brevemente con aquella nostalgia del pasado.

—Jungkook... —trató de decir Freyja.

—¿Dónde está el chico? —preguntó su hermana rápidamente—. He visto al señor Kim aquí, pero él...

—Ahora es un strigoi —pronunció la madre con pesar—. No es seguro que estuviese entre nosotros, pero se encuentra a cargo de un viejo amigo.

—Oh, dios mío... cuánto lo lamento... —se lamentó Nira apretando su mano—. Yo...

Freyja devolvió el apretón de su mano enguantada.

—Estará bien. Gracias por darle el broche —le contó en último lugar—. Ahora lo sabe. Y estoy feliz por haberle conocido.

—Frey...

Freyja se distanció de su hermana a pesar de su deseo por seguir hablando con ella. Debía hacer algo más importante. Y ahora que se habían reencontrado, era probable que nunca más tuvieran que distanciarse.

Cuando comenzó la reunión, el silencio se hizo en el salón. Las cartas se pusieron sobre la mesa y la comunidad nosferatu expuso que, si él joven moroi aceptaba el trono, pondrían de su parte para reformar el estado junto a los renegados, aceptando incluso aquellos decretos más cuestionados, como el de establecer una cordialidad con aquellos clanes pacíficos de strigoi que quisieran colaborar.

Taehyung nunca deseó tener el trono en sus manos, pero esa noche tomó el lugar que le correspondía por herencia, y se prometió a sí mismo ayudar a un pueblo destrozado a reconstruirse. Lo hizo por su hermano caído, por la desgracia del Círculo que había matado a cientos de dhampir y moroi poniendo cada vez más en peligro su raza, y en el nombre de sus padres fallecidos. Jimin escuchó un aplauso desde el exterior del salón, deteniéndose en el pasillo y adivinando la decisión del moroi. Era lo mejor para todos, y él pensó en ayudarle todo lo que fuera necesario.

En una hora más, se firmaron los pactos a mano por cada uno de los líderes, incluyendo la firma Kim Taehyung, y el libro del acuerdo de reconstrucción se guardó a buen recaudo.

Yong Freyja se sintió orgullosa de la decisión del moroi, así como otros tantos que le admiraron en silencio. El semblante de Taehyung era sombrío y concentrado, pues para él, tomar el mismo trono que había asesinado a su familia, y a su hermano mayor, fue una decisión muy importante y que apartaba las esperanzas de tener la vida junto a la persona con la que siempre había soñado.

Repentinamente, un ligero temblor sacudió la sala y algunos levantaron la cabeza con incertidumbre. Los ventanales se encontraban oscurecidos por la puesta de sol, y la cumbre llegó a su final justo cuando todos los asistentes comenzaron a levantarse.

Sin embargo, un segundo temblor detuvo a la muchedumbre. Taehyung se sobresaltó y Hoseok se movió hacia el heredero poniendo sus sentidos en todas direcciones.

—¿Qué ha sido eso? —exhaló el ojiazul —. ¿Una réplica de un terremoto?

Hoseok agarró su muñeca.

—No, un terremoto no —respondió con voz grave—. Algo me dice que no.

En una corazonada, Taehyung giró la cabeza hacia una de las ventanas y esta se partió en mil pedazos afilados. Un puñado de draugr saltaron sobre ellos y atacaron al gentío con afiladas garras y dientes que desgarraron sus ropajes y carnes.

Los gritos agudos de los asistentes llegaron a sus tímpanos, y los chillidos de las criaturas hicieron doler sus oídos. Hoseok se puso en guardia antes de que Jimin llegara.

Lanzó una descarga eléctrica de sus dedos, que alejó a los draugr que intentaron acercarse a él y a Taehyung.

Taehyung extendió una mano e intentó usar su elemento, pero su cicatriz palpitó en su piel y liberó una presión mental, seguido de su gemido en un tambaleo.

—Taehyung, ¡no! —exclamó Hoseok —. ¡No uses tu poder, es peligroso!

Taehyung se sintió frustrado, observó a Hoseok crear una masa eléctrica entre sus dedos y darle forma de lazo. En sólo unos segundos, lo utilizó como un látigo con el que alcanzó a un draugr al que quemó electrocutándole entre espasmos.

Hoseok se alejó unos instantes, y los iris de Taehyung fueron a parar al caos que les rodeaba. Mientras el tiempo se ralentizaba para él, pudo ver muertes, destrucción y peligro. Y ahora no tenía a Jungkook con él, y puede que jamás volviese a tenerle.

Una enorme y helada mano agarró su muñeca y tiró con fuerza. Taehyung encontró sus ojos oscuros, cuyos iris se encontraban rodeados por un halo carmesí. Era un strigoi enorme, de gran masa muscular y cabello como la noche. Su piel parecía pura porcelana, y su tacto estaba tan helado que, por un segundo, se preguntó si todas las criaturas nocturnas desprendían aquel aura tan yerma de vida.

—Larga vida al rey nosferatu —le dijo atrayéndole hacia él.

Taehyung jadeó y se quedó muy quieto mostrando docilidad ante la garra en la que se transformó su mano. Sus ojos se clavaron en el tatuaje de una luna invertida en una de sus muñecas. Siguió sus pasos entre la gente, y subió sobre la mesa torpemente, pensando que le decapitaría.

Allí arriba, el strigoi agarró su cabello negro y derramó sus iris sobre los suyos.

—Por fin te tengo, el hermano pequeño de Xiumin, la joven rosa blanca de la familia Kim y el heredero del quinto elemento —masculló como si lo disfrutase—. Toda una frágil joya de la descendencia moroi...

Sus iris oscuros se iluminaron en un amarillento enfermizo que le recordó al sacre, y el joven moroi lo supo: aún quedaban strigoi del clan de la luna invertida vivos y probablemente con el sacre en sus venas.

Él emitió un pulso sobre Taehyung, que le obligó a ponerse de rodillas.

—Mira a tu gente —prosiguió el strigoi—. Siglos de monarquía y desprecio a mi raza, enterrándonos en cuevas y bajo el manto de la noche más oscura... Pero con tu poder, con el elemento que fluye por tus venas, adquiriré el poder de Dios. El elemento que gobierna a los otros cuatro y concede la vida eterna.

El hombre agarró su cabello y extendió su cuello a su merced antes de devorarle. Iba a beberse sus venas y a comer su corazón, y Taehyung apretó los párpados sintiendo el doloroso pálpito de su cicatriz que le impidió anteponerse a su objetivo.

«Si iba a morir», se dijo, «sólo quería ver a Jungkook una última vez».

Sus ojos se llenaron de lágrimas, recordando la última vez que estuvieron juntos. Y en el mismo segundo, a kilómetros de allí, Jungkook se encogió sintiendo una terrible descarga que atravesó su organismo.

Sus pupilas se nublaron y le mostraron el salón de la cumbre sumergido en una lucha incesante. Moroi usando su magia contra draugr, dhampir empuñando sus estacas y armas de plata, y alguien desconocido a quien vio el rostro y luego perdió de vista. Ese strigoi sujetó su nuca con fiereza y le amenazó, extendiendo su horrible aliento sobre su cuello.

Seokjin pasó por su lado y apoyó una mano en su hombro.

—Jungkook. Jungkook, ¿estás bien? —preguntó el dhampir—. ¿Qué sucede?

La visión se cortó repentinamente y el strigoi se incorporó con el corazón bombeando con fuerza bajo su tórax.

—T-Taehyung... es el vínculo —jadeó Jungkook—. Está en peligro. Tenemos que hacer algo, les han atacado.

—¿Qué? —Seokjin se mostró desconcertado—. ¿Quiénes?

—Un strigoi, y decenas de draugr —contestó el más joven.

—Jungkook, no podemos movernos de aquí. ¿Recuerdas lo que vimos anoche? Esa peste se está extendiendo por Seúl, no es seguro.

Jungkook salió disparado hacia la puerta con insistencia, y Seokjin le agarró del codo pidiéndole paciencia. Sabía perfectamente lo horrible que era sentir aquella incertidumbre, pero su teléfono sonó en unos instantes más y detuvo por completo sus pasos.

Al otro lado de Seúl, en el centro turístico de la ciudad, Park Jimin saltó sobre Taehyung y el strigoi, e intervino en su casi sacrificio hiriendo a la criatura. North utilizó sus poderosas llamas para alejarles, pero Jimin supo que no sería suficiente.

—¡Taehyung!

—Jimin —jadeó el ojiazul.

Jimin agarró la mano del moroi.

—¡Sígueme!

Taehyung asintió y ambos bajaron de la mesa rápidamente.

—¡Por allí! —señaló Hoseok entre el barullo de gente huyendo—. ¡Vamos, vamos!

Los tres salieron precipitadamente del salón, y un par de draugr hambrientos se interpusieron en su camino. Mordieron a Taehyung y desgarraron una de sus mangas, Jimin rodó tratando de zafarse del segundo. Y el ojiazul utilizó finalmente su poder para consumirlos.

Hoseok perdió la fuerza de su látigo, y de un instante a otro, observó al ojiazul desvanecerse por el uso de su elemento invertido. Taehyung cayó en una terrible oscuridad y el pálpito de su cicatriz le hizo contraerse.

Sus parpados permanecieron cerrados durante unos minutos, y el siguiente lugar que observó cuando parpadeó confuso fue la zona trasera de un coche que conducía a toda velocidad.

—Tienes que llamar a Namjoon, es probable que la ciudad esté plagada de más de esos —dijo Jimin al volante.

Su conducción le hizo atravesar Seúl peligrosamente, y Hoseok miró hacia atrás comprobando el estado del moroi.

—¿Estás bien? —le preguntó.

Taehyung asintió con la cabeza.

—Iban a matarle —agregó Hoseok.

—Ah, ¿sí? ¿No me joda, señor Jung? —ironizó Jimin—. No me había dado cuenta de que casi pierde la cabeza.

—Ese tipo no era un strigoi cualquiera, tenía el sacre y llevaba un tatuaje de su clan —continuó el moroi ignorándole.

—Quiere mi sangre... —jadeó Taehyung, incorporándose en el asiento trasero lentamente—. Saben que tengo el quinto elemento... y cree que...

—¿Puede heredar el quinto elemento si se bebe tus venas? —repitió Hoseok arqueando una ceja—. Eso suena muy medieval.

—¡Llama a Namjoon y díselo! —exclamó Jimin mirándole de soslayo mientras conducía—. Fue a buscar a Yoongi, podrían estar en peligro.

—Está bien, está bien —Hoseok sacó su teléfono y comenzó a marcar su número.

—¿A dónde vamos? —formuló Taehyung con debilidad.

—Necesitamos un hogar humano, el hotel no nos valdrá —reflexionó Jimin—. Quizá...

—A la vieja casa de los proveedores de mi familia —indicó Hoseok.

—¿Qué? —jadeó el otro moroi.

El razonamiento de Taehyung se topó con que aquel era el lugar donde se encontraban Seokjin y Jungkook. Y los tres estaban envueltos en sudor, heridos y asustados.

—Está a más de media hora, pero tiene un hechizo de protección meridional y es el lugar más seguro de todo Seúl.

—No podemos ir allí —masculló Jimin—. ¿No hay otra opción?

Hoseok le miró con el ceño fruncido.

—Sí, pero no son seguras, y te recuerdo que ahora Kim Taehyung es el futuro rey de la reconstrucción —inquirió—. ¿Se te ocurre un mejor lugar? Porque dudo que quieras estar toda la noche moviéndote con el coche para evitar que nos persigan.

Jimin negó con la cabeza, y se redirigió en dirección a aquel lugar situado al exterior de la ciudad. El corazón de Taehyung latió con una repentina taquicardia que le hizo temer por volver allí.

Su inseguridad le atacó, y Jimin le miró por el retrovisor.

—No te preocupes, ¿vale? —le dijo a Taehyung, mientras Hoseok llamaba por teléfono—. Seokjin le mantendrá aislado, les avisaremos de que estamos yendo para allá. No te pasará nada.

Durante el trayecto, Namjoon no tomó el teléfono y eso puso aún más en tensión al trío. Instantes después, Seokjin recibió la llamada de Hoseok y se enteró de que él, Jimin y Taehyung necesitaban un refugio antes de que las cosas empeorasen.

—Vienen para acá —exhaló Seokjin cuando colgó el teléfono—. Están bien, aunque dicen que los draugr les han herido. Voy a preparar el botiquín.

Jungkook abrió la boca y se sintió repentinamente desconcertado. Le invadió una ola de consuelo saber que se encontraban vivos, pero el contraste de su temor por recibir a alguien más en esa casa le puso de los nervios.

—¿Vienen aquí?

Seokjin detuvo sus pasos y le miró de medio lado.

—Tienes que... meterte en tu dormitorio —dijo Seokjin con cautela—. Espero que lo entiendas, Kook. Es lo mejor para todos, estarán asustados y habrá... sangre de por medio...

Jungkook asintió con la cabeza, se dirigió a la escalera y subió unos cuantos peldaños antes de detenerse junto a la barandilla.

—Estaré allí hasta que se vayan —expresó el strigoi—. No quiero incomodarles.

—¿Podrás hacerlo? —dudó Seokjin, levantando la cabeza.

—Lo haré... —le aseguró con un titubeo.

El azabache subió la escalera hasta la primera planta y entró en su habitación cerrando la puerta con el cerrojo interior. Posó su espalda contra la pesada madera de la puerta y suspiró lentamente, pasándose unos dedos para masajear su pecho.

Podía sentirlo. Taehyung estaba allí y el vínculo había vibrado con mucha más fuerza que hasta entonces. En ese instante, Jungkook no se esforzó por cerrarlo ni atenuar el agudo dolor que existía entre ambos. Quería sentirlo. Y por primera vez, Jungkook se percató de que la vibración del moroi era diferente, ciertamente enfermiza e inestable.

Se movió lentamente hasta el sofá y se hundió entre la piel de cuero abrazando una de sus rodillas. En diez minutos más pudo percibir el aroma de la gasolina, el motor de un Mercedes y la sangre de sus nuevos comensales.

Seokjin escuchó la campana de la casa, y se dirigió rápidamente hacia la puerta para desbloquearla.

—Chicos —pronunció topándose con la mirada violácea de Hoseok—. Pasad, vamos.

Un brazo de Taehyung pasaba por encima de los hombros de Jimin y ambos tenían un aspecto muy cansado.

—No os preocupéis, Jungkook no bajará.

Hoseok fue el primero en pasar a la casa.

—Namjoon no descuelga la llamada —dijo con inquietud—. Me pregunto qué demonios habrá pasado...

—¿Y Yoongi? —dudó Seokjin.

—Yoongi... —murmuró Jimin con pesar—. Fue a buscarle hace horas. No sabemos nada de ellos.

Taehyung sintió un pálpito molesto en su cicatriz, y tropezó con sus propios pasos engorrosamente. Seokjin se percató en ese instante del estado del moroi.

—Dios, Taehyung, ¿qué ha pasado?

—Es por el akash —respondió Hoseok.

—Llevadle al sofá, vamos —indicó el dhampir mayor.

En unos minutos más, tumbaron a Taehyung sobre el sofá, le liberaron de su chaqueta y Jimin entreabrió su camisa para colocar un paño húmedo. Su cicatriz se encontraba ardiendo, con un tono ennegrecido y rojizo que portaba muy mal aspecto.

Seokjin le ayudó a Jimin a vendar sus heridas, y después se deshizo de la sangre de Taehyung con otro paño.

—Tenemos suerte de que no sea contagioso —mencionó Hoseok trayendo una bandeja de té para todos—. Al menos, no entre los que aún seguimos vivos.

—Te dije que no utilizases el akash —le reprendió Seokjin a Taehyung.

Taehyung no dijo nada, se encontraba demasiado débil como para hacerlo.

—Jungkook me contó lo que vio antes de que llamaseis.

—¿Jungkook? —Jimin pareció sorprendido—. ¿Cómo lo vio?

—El vínculo...

El rubio se llevó una mano a la boca.

—¿Sigue activo? —dudó, mirando a Taehyung de soslayo—. Oh, dios mío...

Hoseok se ausentó del salón y regresó con un pesado libro negro mientras conversaban. Lo dejó caer en la mesa de café y se sentó sobre la moqueta para comprobar algo.

—El clan de strigoi que colaboró con el Círculo para el plan sacre no ha sido erradicado —manifestó pasando sus dedos por las hojas—. Vi al tipo que agarró a Taehyung cuando todo saltó por los aires. Era un Shin.

—¿Un Shin? —inquirió Jimin—. ¿Qué demonios es eso?

El rostro de Seokjin se ensombreció ante la mención de Hoseok.

—Los Shin son una antigua familia de strigoi que tienen siglos de vida —contestó el dhampir mayor en su lugar—. Fueron moroi, por supuesto, pero uno a uno forzaron la conversión llevándose la vida de alguien para despertar como strigoi. Según ellos, tomar la vida y el alma de otro ser, les permitía subir de escalón y perfeccionarse: ser strigoi es la perfección de las razas vampíricas, excepto por la pérdida de magia y la exposición al sol. Sin embargo, imagino que el Círculo utilizase su poder y a cambio les proveyeran de suministros del sacre para que adquirieran eso que tanto buscaban.

—Pues saben que Taehyung tiene el quinto elemento —intervino Jimin—. Y ahora, lo quieren para ellos.

—No dejaré que tengan mi poder —balbuceó el ojiazul—. Prefiero morir antes.

—Y lo harás si no dejas de usarlo —rebatió Seokjin, frunciendo el ceño—. El akash invertido está haciéndote daño, Taehyung.

—No le sermonees más —dijo Jimin en voz baja, sentándose a su lado en el borde del sofá—. Ha tenido suficiente.

—No sólo es el portador del elemento que el sacre ha intentado imitar. Los Shin formaron el antiguo clan de la luna invertida —agregó Hoseok cerrando el libro y dirigiéndose a Taehyung—. Ahora, su alteza, usted es un símbolo para nuestras razas y su sacrificio será la toma de poder definitiva para acabar con nosotros. Nuestra sociedad nunca ha estado más débil, apenas quedamos moroi con vida, y los dhampir que no están demasiado implicados desean huir a la comunidad humana. Estamos casi acabados...

Taehyung se incorporó en el sofá y agarró una taza de té caliente. Se la llevó débilmente a los labios mientras los otros tres discutían, y estuvo a punto de atragantarse con el primer sorbo caliente cuando reparó en la presencia de alguien más junto a la entrada.

Su corazón se sacudió en su pecho hasta el punto de que los dedos que sujetaban su taza comenzasen a temblar.

Sus iris y los de Jungkook se encontraron en la distancia separada por unos cuantos metros. Y por un segundo, se forzó a desviar la mirada sintiéndose enormemente encogido.

—Espero que estéis bien —dijo su extraña voz.

Todos levantaron la cabeza en unos segundos más, y advirtieron la presencia de Jungkook. Taehyung sintió como su vello se erizaba.

«¿Esa era la voz de Jungkook? Porque sonaba más grave de lo que una vez lo fue», pensó atragantado. «De alguna forma, seguía siendo la misma, pero a la vez, se sentía como un terciopelo negro que quemaría sus dedos sin dudarlo».

—Jungkook —la voz de Seokjin avisó al strigoi de que no tenía que haber bajado.

Pero el impulso por hacerlo había sido demasiado fuerte para él. No podía quedarse allí arriba, y a pesar de su encuentro visual con la persona que era capaz de revolver sus entrañas, creyó controlar lo que sus impulsos le decían.

—Estamos bien, Kook. No te preocupes —expresó Jimin levantándose del sofá.

Sus iris se dirigieron gravitatoriamente hacia Taehyung, quien había bajado la cabeza como si evitase volver a mirarle. Jimin se interpuso en su visión, cortándole el paso.

Sabía que no lo hacía a mal, es más, él le había pedido que cuidase del moroi a pesar de que, comprobar cómo su mejor amigo se volvía el escudo humano entre él y alguien que en algún punto de su pasada vida había considerado como suyo, le ponía de los nervios.

Jungkook se dio cuenta de que, si confiase más en sí mismo y no hubiese sentido el latido pavoroso del vínculo que le unía a Taehyung a través de su pecho, tal vez se hubiese saltado las barreras humanas para llevárselo en sus brazos. Se vio invadido de un instinto protector tan fuerte que le hizo querer robarse al moroi como si fuera un cachorro que sólo necesitaba sus brazos.

Y por un segundo, pensó en que sería capaz de arrancarle la cabeza y comerse las entrañas de quien fuera aquel hijo de puta strigoi de la familia Shin, si volvía a tocar a su moroi.

Sin embargo, se contuvo advirtiendo que sólo era su instinto protector amplificado por su nuevo organismo strigoi. Sus sensaciones estaban volviéndose locas y revolucionándose por segundo.

—De acuerdo —pronunció Jungkook con una excelente calma pretendida—. Buenas noches.

El azabache se retiró del salón y volvió a subir la escalera, pasando la mano por la barandilla. Taehyung volvió a respirar cuando Jungkook desapareció, pero no pudo evitar sentirse casi ahogado por aquella aura desconocida que provenía del strigoi. Jimin volvió a sentarse, y Seokjin se levantó del sofá para comprobar si Jungkook había realmente vuelto a su dormitorio, seguidamente dirigiéndose a la cocina para preparar algo con lo que llenasen sus estómagos. El dhampir posó su mano sobre el dorso de Taehyung, observando que aún apretaba la taza entre sus dedos y nudillos casi blancos.

—Ya está. No te preocupes —musitó Jimin con un hilo de voz, quitándole la taza de las manos.

El teléfono de Hoseok volvió a sonar y ambos casi saltaron de su asiento.

—Es Namjoon —dijo el moroi.

En ese minuto de llamada, le dijo que se encontraba bien y que estaba con Yoongi. Jimin suspiró aliviado y se pasó una mano nerviosa por el cabello claro.

—No podéis moveros demasiado, han atacado la cumbre y probablemente haya decenas de víctimas. Buscad un lugar seguro hasta que amanezca —le dijo Hoseok—. ¿De acuerdo?

—Descuida, tenemos un lugar. Os llamaré en unas horas.

La llamada se cortó en un instante, y Seokjin regresó con algo de comida para los chicos. Después de tomar algún bocado, los tres se sintieron cansados y Seokjin les llevó a las habitaciones de la primera planta. Tomaron el ala contraria a la que se encontraba Jungkook, y Jimin insistió en voz baja a Seokjin en que se quedaría a dormir con el moroi.

—Os traeré unas mantas —expresó el dhampir.

Taehyung tomó una ducha y cuando salió, se puso una camiseta limpia que Hoseok sacó de alguno de los armarios y el mismo pantalón de pinza blanco y suelto. Sus heridas se habían curado rápidamente gracias a su genética moroi.

Jimin creyó que también necesitaba darse un remojón que le quitase el estrés de aquel día y desapareció en uno de los cuartos de baño dejando al moroi a solas en el dormitorio.

El moroi se pasó una toalla por el cabello húmedo, y descalzo, se dirigió a la cama donde se tumbó agarrando una manta de lana. No levantó la colcha, por lo que se hundió entre los almohadones y se permitió temblar cada varios segundos, mientras sus músculos se relajaban lentamente y encontraba la tibia aura de la manta abrazándole.

Entrecerró los ojos bajo la única lámpara de luz dorada de la mesita de noche que alumbraba el dormitorio excesivamente grande. Allí dentro olía a madera antigua, a cortinas pesadas y a un suave almizcle.

Su mano buscó instintivamente la cadena de su cuello, donde enroscó los dedos sin sacar la sortija que se escondía en su pecho. Cerró los ojos pensando en que se quedaría dormido antes de que Jimin regresase. Pero se sintió más relajado cuando entró por la puerta con suavidad y volvió a cerrarla sin sobresaltarle.

Sólo entreabrió los párpados para hacerse a un lado en la cama, sin embargo, descubrió que su compañero rubio y dhampir era alguien muy distinto. Taehyung perdió el aliento y sus ojos se abrieron de par en par, reprimiendo un sonidito. Su mano soltó la cadena de su cuello y fue a parar a sus propios labios con un temblor. Sus iris claros se encontraron con el llamativo resplandor del halo plateado que rodeaba las pupilas de Jungkook, simulando un eclipse eterno.

Estaba a un par de metros, pero Taehyung sintió como si sus venas se congelaran. Se preguntó si debía gritar o pedir ayuda, ante la inexpresividad del strigoi. Jungkook se encontraba quieto, estático, con un jersey negro de cuello alto y unos jeans del mismo tono. Su cabello estaba más largo que de costumbre, formando ondas que se derramaban a ambos lados. Sus pendientes eran los de siempre, pero sus pómulos y mandíbula parecían más marcados bajo una piel mucho más blanca y cremosa que antes. Sus labios eran de un rosado intenso. Ni siquiera parpadeaba, o respiraba, y se mantuvo junto a la puerta sin una sola oscilación de su pecho, con la mirada clavada sobre Taehyung como si fuese a perforarle.

Taehyung se vio invadido por una ola de terror y pensó en las probabilidades que tendría para huir de él. Su única esperanza era el espíritu, y jamás creyó poder usarlo contra él a pesar de que amenazase con degollarle.

Se incorporó lentamente en la cama y apretó los nudillos enterrando los dedos en la manta.

—Mh-mhn... —musitó tratando de pronunciar alguna palabra—. No... por favor...

—Sshh... —siseó Jungkook ladeando la cabeza ligeramente—. No te haré daño. Sólo quería verte.

Él se acercó lentamente hacia la cama, y Taehyung se vio paralizado.

—No deberías estar aquí —jadeó el moroi.

—Lo sé —reconoció Jungkook mordisqueándose el labio—. Es odioso saberlo.

—¿Saber qué? —dudó Taehyung con un temblor en su voz.

—Que he estado toda mi vida protegiéndote de algo en lo que ahora me he convertido —mascullo Jungkook—. ¿No es irónico?

El azabache llegó hasta el borde de su cama, y se inclinó lentamente sobre el borde. Taehyung se vio impresionado por la breve distancia que existía entre ambos, poco más de un metro desde el borde de la cama hasta el otro extremo donde él se sentaba.

—Jimin se enfadará si...

—Odio que me tengas miedo —pronunció Jungkook con una suave voz, escuchando el latido de su corazón.

Taehyung bajó la cabeza y se sintió intimidado.

—¿Me perdonarás por lo que te hice, algún día? —preguntó cálidamente, sacudiendo su pecho.

—¿Aún me amas...? —cuestionó Taehyung volviendo a levantar su mirada.

Jungkook se sintió abofeteado por su pregunta, pero no sólo por el dolor implícito en sus palabras, sino porque sus ojos se habían recubierto de una fina película de lágrimas que observó con una intensa percepción. Sus iris claros contenían motas de un azul más intenso. Por primera vez, advirtió la fina capa de piel canela de su rostro, de rasgos alargados y finos, de enormes ojos rasgados y una densa capa de pestañas que ensombrecían sus iris.

Eran atrapantes y ofensivos, y sólo anhelaba seguir mirándoles como el cielo más espectacular llenos de astros. Los mechones de su cabello ahora oscurecido se encontraban ligeramente húmedos, ondulándose de manera natural. Una sinuosa y extraña cicatriz con mal aspecto se extendía por su cuello de cisne, el mismo que palpitaba por él, haciéndole tragar saliva y reparar en sus labios repentinamente resecos.

Perdiéndose por un instante, se preguntó en cómo se vería el contraste de sus pieles rozándose.

Taehyung olía a jabón, al suavizante casi perdido de la ropa que vestía, y a una esencia personal y absurdamente delirante que comenzó a embriagar su olfato haciéndole marearse.

Jungkook apretó la mandíbula y dejó de respirar por la nariz de nuevo, comprendiendo que era suficiente. Sus colmillos ya habían crecido tanto como para clavarse bajo su labio, y se preguntó por qué diablos el olor de Taehyung tenía que ser tan molesto.

Él desvió la mirada y pestañeó, esperando que sus pupilas no se dilataran, comprobó sus propias manos deseando que no fuesen garras.

«¿Y si le tocaba? ¿Y si le arañaba? ¿Y si volvía a hacerle daño a aquella cosa tan preciosa?», se preguntó desesperado.

Inesperadamente, los ojos de Taehyung derramaron unas lágrimas, y Jungkook volvió a mirarle cuando se encontraba frotándoselos con una manga excesivamente ancha.

El strigoi se maldijo interiormente. «¿Había olvidado responder su pregunta?».

Un dolor empático le invadió con fuerza y se sintió abrumado por la intensidad de sus sentimientos. Tuvo miedo de perder el control, pero inspiró y expiró lentamente, recordándose que él estaba al volante de lo que sucediera. Que podía seguir allí, y deseaba hacerlo para hablar con él a pesar de lo abrumador que le resultaba contemplar su belleza.

«Era Taehyung. Su Taehyung», se dijo.

—¿Por qué... lloras...? —dudó Jungkook lentamente—. No voy a tocarte.

—¿Qué puedo hacer para que vuelvas a quererme? —jadeó Taehyung con una extraña desesperación.

Él salió bajo su manta y gateó hacia Jungkook, pero el azabache se levantó rápidamente y retrocedió unos pasos temiendo que intentase iniciar un contacto. Jungkook comprobó que el moroi era capaz de temerle y desearle con la misma fuerza, y aquello resulto incluso peor para su persona.

«¿Cómo podía preguntarle eso? ¿Cómo podía pensar... que había dejado de sentir aquello?».

—Tae... lo que siento por ti... —expresó Jungkook en voz baja—. Me vuelve loco. Necesito... necesito un tiempo...

Taehyung le miró tembloroso.

—¿Tiempo?

Jungkook bajó la cabeza y tragó saliva.

—Yo... no te quiero hacer daño... Aún no puedo controlar lo que hago.

—Pero te necesito —jadeó Taehyung, atravesando su corazón con sus sílabas.

Jungkook jadeó a unos metros, sintiendo aquel tirón de su vínculo que le requería con anhelo.

—Y yo... a ti... —reprodujo el strigoi en sus labios.

—No es verdad —se quejó Taehyung como un crío pequeño.

Él se puso a lloriquear como si tuviera cinco años y Jungkook se quedó paralizado, sus brazos y extremidades se resintieron por su voluntad por no acercarse, y escuchó a Taehyung maldecirle unas cuentas veces.

—¡Te odio! —le lanzó el moroi.

Jungkook se sintió horrorizado.

—No... —musitó—. No me hagas esto.

El silencio se extendió entre ellos, y el pelinegro se sintió ajeno observándole frotarse los ojos a unos metros.

—¿Qué es esa cicatriz en tu cuello?

Taehyung no respondió, pero por suerte volvió a mirarle con iris irritados.

—Lo siento, fue mi culpa que te mataran. Si yo te hubiese protegido...

—Cállate —le detuvo Jungkook—. No lo es. No vuelvas a decir eso, yo...

—Xiumin te utilizó como una moneda de cambio, yo debí haber reaccionado antes, es mi culpa que...

—Basta —dijo con voz grave—. ¿Cómo puedes siquiera dudar de que yo te culpo de algo? Si lo he hecho, sólo era porque me sentía confuso, porque intentaba taponar el tsunami que estaba devorándome por dentro. Pero, Taehyung, no necesito tu disculpa, tú no me mataste, ni me arrastraste hasta allí. Yo quise ir e incluso traté de resguardarte en Revenant.

Taehyung le escuchó hablar, y por un segundo, volvió a sentir como si lo hiciese con el Jungkook que conocía. Deseó levantarse y abrazarle, pero resistió el impulso por la distancia física que existía entre ambos.

—¿Cómo puedes siquiera dudar de si te amo? —prosiguió el strigoi—. No sabes cuánto lo hago, no tienes ni idea... de que haría cualquier cosa por sanar el daño que te hice.

—Jungkook... —suspiró el moroi, negando con la cabeza y entrecerrando los ojos.

Él se levantó de la cama, y Jungkook pareció entrar en pánico.

—No. No —le detuvo—. Quieto. No te acerques.

Taehyung se quedó quieto, pero su mirada no titubeó ni se apartó de la suya.

—Déjame abrazarte —suplicó—, llevo meses sin hacerlo.

—No... —Jungkook apretó los párpados y exhaló su aliento antes de volver a mirarle—. No puedo... entiéndelo, por favor...

El moroi observó su estrés y retrocedió unos pasos tratando de controlarse. Se tragó sus lágrimas y apretó los nudillos reprimiendo lo mucho que deseaba abrazarle.

—Está bien —dijo en voz baja, sin apartar su emoción—. Te esperaré... te esperaré lo que necesites.

Jungkook le miró con intensidad, y le observó volver a sentarse en el centro de la cama.

—Lo haré toda mi vida, si es necesario —añadió el moroi.

El cruzó las piernas flexionadas sobre la cama y sus iris conectaron con los del otro de nuevo, mirándole con un pestañeo en el que trató de acostumbrarse a su ligero cambio físico.

El azabache no lo soportaba, tomó aire decididamente, y se aproximó a él, sentándose con precaución en el borde. En el suave resplandor de la lámpara, bajó la cabeza y observó una de sus manos. Se dijo a sí mismo que podía hacerlo, y lo intentó, extendiendo unos dedos y tocando su dorso. Taehyung vio su gesto con los ojos muy abiertos y sintió con la calidez de Jungkook sobre su mano, perdiendo por completo aquel temor que hasta entonces le hubo inundado cada una de sus noches.

El moroi movió su mano temblorosa y trató de entrelazar sus dedos cuidadosamente. Jungkook cedió y soportó la suave caricia de su mano, notando su pulso enterrado.

Ninguno se movió ni un ápice, y Taehyung reparó en que Jungkook no estaba frío, ni sus manos se encontraban heladas como la del strigoi que le tomó horas antes. Sin embargo, sí que existía una temperatura distinta e irreconocible en la yema de sus dedos. Él nunca había entrelazado los dedos con un strigoi, pero incluso haciéndolo, se sintió excepcional volviendo a tocarle.

Para Jungkook, el sentido de su tacto explotó con la suave caricia y agarrón de su mano. Los dedos del moroi eran un terciopelo tan suave que le hicieron estar a punto de romper en un jadeo. Su piel era cálida y sus dedos le provocaban un hormigueo que resecaba su garganta. Permitió que Taehyung estrechase su mano temiendo lastimar sus dedos si él lo hacía. Había aplastado demasiadas cosas en ese tiempo, y a pesar de que ya creyese haber tomado el control de su nueva fuerza, se sintió inseguro pensando en que podría herirle.

Le costó tragar saliva, percibiendo su inminente sed por su presencia y trató de humedecerse los labios para disimularlo. No obstante, Taehyung siempre había sido observador e inteligente, y advirtió que Jungkook se encontraba al límite de su fuerza de voluntad e inquietud.

Taehyung apretó su mano con delicadeza y no le soltó en ningún momento demostrándole su confianza en él.

—¿Cómo estás? —preguntó Taehyung con añoranza.

Jungkook no le miró, pero trató de abrirse un poco en esos minutos.

—Mis emociones, mis... sentidos... están en una jodida montaña rusa constantemente —contestó—. Y lo peor, es que a veces siento que voy sin cinturón.

—¿Y la sed? —apuntó el moroi.

—La sed... —trató de explicar Jungkook—. Es muy... compleja. Me pone de mal humor. La mayoría de mis pensamientos durante las primeras semanas se centraron exclusivamente en cómo alimentarme. Y bueno, también en...

—¿Sexo? —dudó Taehyung rápidamente.

El ojiazul se dio cuenta de que acertó de pleno por su expresión mordisqueándose la lengua.

—Oh, así que ahora estás enfadado, hambriento y caliente todo el tiempo —añadió en un tono despreocupado.

Jungkook exhaló una leve sonrisa.

«Ni siquiera él hubiera podido resumir tan bien algo», pensó brevemente divertido.

Él levantó la cabeza y volvieron a mirarse. De alguna forma, se sintió sacudido por dentro por la repentina dulzura de la mirada de Taehyung. Sus pupilas se deslizaron sobre su rostro, yendo a parar a sus carnosos labios.

—¿Kookie?

La delicadeza en la forma de pronunciar su diminutivo fue casi peor para él, y se forzó a volver a apartar sus ojos para inspirar.

—¿Te has... cambiado de look? —preguntó aleatoriamente, en referencia a su cabello.

—Oh, no —respondió el moroi—. Es por el espíritu... mi cabello se oscureció cuando...

Un silencio se extendió entre ambos.

—El cabello oscuro te queda bien —reconoció Jungkook con dulzura—. Cualquier tono te quedaría bien.

Tae bajó la cabeza sintiéndose algo tímido.

—¿Tú crees...?

—¿Y tu cicatriz? —volvió a preguntar el strigoi, mirando de soslayo su marca—. ¿Quién te la hizo?

—Invertí el akash la noche que estuvimos en el ministerio —dijo Taehyung lentamente—. Tengo algo de fiebre, y si utilizo mi poder es aún más remanente...

—¿Es por el akash? Dios...

Jungkook quiso extender sus dedos y acariciar aquella marca. Pero se mantuvo quieto, y fue obediente a su moral por no excederse.

«Nada de contacto físico».

El moroi trató de cambiar de tema para no preocuparle. Su corazón se sintió cálido con aquel cruce de palabras, sumergiéndose en una conversación mucho más natural de lo que esperaba.

—¿Cómo es el frenesí? —formuló Taehyung con curiosidad.

Jungkook se mordisqueó el labio pensando en cómo explicárselo.

—Te refieres a, ¿querer más y más sangre? —enunció con un toque de humor—. Es algo agridulce. Me siento como un recién proclamado drogadicto. Pero las bolsas de sangre ayudan a que deteste mi reformada dieta.

Taehyung soltó una risita leve y Jungkook sintió que era lo más dulce que había escuchado. Se quedó embobado mirándole, y soltó su mano sintiendo cierta ansiedad por no poder tocarle. Apretó sus nudillos sobre el borde de la cama, dándole la espalda unos instantes.

—Me siento orgulloso de que tomes bolsas de sangre —le alentó Taehyung—. Hasta yo sigo teniendo problemas con eso...

—Mhmnh —meditó el strigoi—. Ya, bueno, pero tú no tienes un deje obsesivo por arrancarle la yugular a alguien, ¿o sí? —bromeó en voz baja—. Siempre supe que eras un moroi sangriento.

El ojiazul repitió su risita gratamente, y se sintió cómodo con que Jungkook fuese capaz de bromear con sus instintos. Se fijó en su espalda y pensó en sus colmillos sintiéndose tan curioso como un niño. Quería verlos y tal vez acercarse un poco más, pero se mantuvo acorde a su petición intentando no perturbarle. No obstante, se incorporó de rodillas y acortó entre ellos la breve distancia que les separaba. Jungkook vaciló sintiendo su calidez sobre la suya. Los brazos del moroi envolvieron su cuello desde atrás y hundió su rostro tras su hombro.

—Tae... no...

—Por favor, dame unos segundos —suplicó estrechándole.

Él se quedó muy quieto, dejó de respirar como prevención y apretó los párpados sintiendo el corazón del moroi latir contra su espalda. El aura de su cuerpo era como una cálida ola sobre su espalda, y Jungkook se sintió culpable fugazmente por no poder devolverle aquel abrazo.

—Te amo más que a mi vida —murmuró el moroi tras su oreja—. ¿Tú... me olvidarás?

—Jamás.

—Te esperaré, entonces —repitió Taehyung con suavidad—. Siempre estaré esperándote.

El azabache se sintió inquieto y la inseguridad le invadió por momentos.

—¿Crees que... sigo siendo apropiado para ti? —dudó en voz baja—. Ya no soy un dhampir. Ahora...

Taehyung exhaló su aliento.

—Eres Jungkook —pronunció con afecto—. Sigues siendo mi Jungkook.

Su corazón elevó su latido y se sintió terriblemente reconfortado. Los dedos de Taehyung se deslizaron brevemente por un lado de su mejilla, y después deshizo su abrazo concediéndole su espacio físico de nuevo.

Jungkook retomó su respiración con una intensa agitación que mezcló sus instintos con sus sentimientos, le miró unos segundos de medio lado y reconsideró no volver a hacerlo relamiéndose los labios.

«Porque si lo hacía, terminaría llegando a hacer muchas cosas más que pondrían en peligro a ambos».

—Debería... irme —murmuró el strigoi, levantándose del borde de la cama.

—Espera, ¿podremos hablar mañana? —preguntó Taehyung con los ojos más redondos.

—Quizá otro día sería más conveniente —respondió Jungkook desplazándose hasta la puerta y mirándole desde allí como si fuera un lugar más seguro.

—¿Puedo llamarte por teléfono? —insistió Tae—. ¿Puedo venir a verte otro día?

Jungkook entrecerró sus ojos adorándole excesivamente.

«¿Cómo iba a decirle que no a algo así?», se preguntó, pensando que sería más seguro que si volvían a hacerlo, estuviera Seokjin de por medio para no sufrir por el impulso que en ese momento liberaba pálpitos ardientes en su garganta.

—Sí —respondió el pelinegro con serenidad.

Taehyung esbozó una sonrisa que iluminó su rostro.

—¿Tú quieres que lo haga? —preguntó con los ojos brillantes por las lágrimas.

Jungkook asintió con la cabeza sintiéndose muy nervioso.

«¿Qué si quería que lo hiciera?», dudó mentalmente. «Si fuera por él estaría comiéndole a besos y mordiscos sobre esa condenada cama».

Taehyung pareció feliz sin conocer aquella información, y en los segundos en los que se miraron sin pronunciar palabra, el strigoi sintió cómo su vínculo dejó de clavarse sobre él y se abrió su pecho inyectándole una sensación líquida y cálida. Sentía que, si salía de aquel dormitorio sin él, se estaría arrancando el corazón con una mano. Nunca había sentido algo tan fuerte por alguien, llegando hasta estremecerse por la ansiedad de necesitar envolverle con sus brazos.

Entre la luz tenue y el par de metros, Jungkook pensó cómo sería morder sus labios, en explorar qué se sentía acariciarle con aquel nuevo sentido de su tacto, y comprobar cuál era la esencia de su dulce y suave olor a moroi que embriagaba sus sentidos. Las yemas de sus dedos comenzaron a hormiguear por el deseo de rozarle, y presionó su lengua contra el interior de su mejilla, preguntándose qué sabor tendría la piel Taehyung bajo sus dientes y labios. Podría comérselo a mordiscos, hacer el amor cubriéndole la boca con una mano y someterse a sus instintos físicos con aquella preciosa pieza moroi.

Jungkook se sintió repentinamente frustrado, y se llevó un puño a la boca apretando la mandíbula y exhalando entrecortadamente. Taehyung notó un cambio visible en su expresión facial, en la dilatación de sus ojos y en la electricidad estática que se transmitió en la distancia entre ambos. Por un segundo, se encogió ligeramente creyendo sentir un aura desconocida abrazarle. Jungkook se veía distinto a pesar de seguir siendo «su Jungkook». Era más oscuro y de mirada más sombría. El chocolate cálido de sus iris se había transformado en un chocolate negro y espeso. Y su aura se enmascaraba con algo distinto, haciéndole saber que podría hacerle temblar si quisiera.

En unos segundos la puerta se abrió y Jimin se topó de bruces con Jungkook en el dormitorio. El dhampir parpadeó con una toalla sobre el hombro y le miró con cierta perturbación, arrastrando sus pupilas a Taehyung, quien parecía estar sano y salvo.

—Pero, ¿qué...? —jadeó.

Seokjin entró precipitadamente tras él, habiendo descubierto instantes antes que el strigoi no se encontraba en su dormitorio.

—¡¿Jungkook?! —profirió Seokjin frustrado.

—Vale... tranquilos —dijo el pelinegro.

Jimin dejó a un lado la toalla y se acercó al moroi cerciorando que todo estaba bien.

—No pasa nada —agregó Taehyung con inocencia—. Sólo hemos hablado. Está bien.

—Me dijiste que podía confiar en ti —le arrojó el dhampir mayor a Jungkook.

El strigoi levantó las manos en señal de paz, y esbozó una mueca algo enfurruñada por su desconcierto. Una parte egoísta de él le hizo querer retarle yéndose a por Taehyung delante de sus narices. Entendía que tenía prohibido acercarse a él, pero seguía siendo su moroi o eso era lo que le gritaban sus sentidos, después de todo.

—Calma, sheriff —liberó con aspereza—. No le he puesto mi zarpa encima, sigo manteniendo mi trato.

Jimin suspiró y le miró de soslayo.

—Está bien, ehmn... será mejor que descansemos —dijo Jimin sin ánimo de disputas.

Seokjin agarró a Jungkook por el codo y tiró de él con insistencia para salir de allí.

—Lo siento —expresó el strigoi antes de abandonar el dormitorio—. Buenas noches.

Seokjin siguió sus pasos y le sermoneó cómicamente en voz baja, mientras le arrastraba hacia la otra ala de la casa.

—Así que, me controlaré, estaré justo arriba y no tendrás de qué preocuparte —reprodujo imitando su voz—. Eres increíblemente idiota y contradictorio.

—Si a ti te pusieran a Anna en una habitación, ¿resistirías la tentación de acercarte? —contraatacó Jungkook en un mascullo.

El dhampir puso los ojos en blanco.

—Okay, punto para ti y porque Taehyung estaba intacto —gruñó arrastrándole hasta su dormitorio—. Ahora métete ahí y no vuelvas a sacar tu cabeza y esos colmillos por la puerta.

Jungkook esbozó una sonrisa divertida y se mordisqueó el labio.

—Te subiré una bolsa de sangre para que tomes algo —añadió Seokjin adivinando la agitación de su pecho y la viveza que corría por sus venas.

Fue difícil mantenerse allí, pero se quedó quietecito en la habitación sin volver a «abalanzarse» sobre el moroi y su dormitorio custodiado por su mejor amigo. Y aquella noche, creyó poder acariciar aquel suave vínculo como un hilo entre sus dedos. Llevaba tiempo sin hacerlo, pero presintió como Taehyung se quedó dormido y su lento corazón se acompasó dejándose llevar por la ola de conexión que dejó de renegar en su interior.

—¿Todo bien? —le preguntó Jimin al moroi, cuando estuvieron a solas.

Taehyung abrazó una almohada y se dejó caer en la cama con un extraño rostro de satisfacción.

—Creo que te ha subido la fiebre —dudó el dhampir pasando una mano por su frente.

En su propio dormitorio, Jungkook pensó que Seokjin tenía razón en algo de lo que le dijo días atrás: enfrentarse a lo que sentía le haría más fuerte. Y fuera lo que fuese que aquel strigoi que intentó sacrificar a Taehyung tuviese planeado, entre todos le detendrían. Él ya no era un simple dhampir con dotes mágicas. Ahora era mucho, mucho más fuerte y peligroso.

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

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