Capítulo 7

Capítulo 7. Lealtad

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

En el amanecer, la lluvia acarició la región de Seúl. Seokjin puso la chimenea en la casa, y Jimin se quedó con ellos durante unas horas en las que tomó algo y conversó con los dos.

—¿Cómo llevas lo de la sangre?

—Si me alimento frecuentemente, bien —respondió Jungkook—. Pero tengo más apetito que un moroi común. Y... mis paranoias son perturbadoras...

—Siento eso —suspiró Jimin en voz baja—. ¿Te alimentas de... bolsas de sangre?

—El noventa por ciento del tiempo —contestó el pelinegro pasándose una mano por el pelo.

—¿Y el otro diez? —preguntó su amigo arqueando una ceja.

—Me como a estudiantes universitarios, y les dejo tirados en una cuneta —pronunció satíricamente.

Jimin esbozó una mueca de desagrado, así supo que no iba en serio.

—No bromees tanto, que aún tengo una estaca labrada con tu nombre en mi cinturón —sugirió Jimin con un canturreo, toqueteando su cinturón.

Jungkook se rio en voz baja. Para él, fue agradable contar con la presencia de Jimin en la casa. Le había extrañado tanto, que añoró su sentido del humor y se lamentó cuando le dijo que debía marcharse.

—Volveremos a vernos —dijo Jimin—. Regresaré cuando estés mejor, y... con el tiempo, quizá podríamos organizar algo con quien tú sabes, puede que... os haga bien volver a veros.

El pelinegro sintió una leve punzada en el corazón, haciéndole pensar que no era tan buena idea.

—La próxima vez, pondremos una mampara gigantesca que no puedas atravesarla ni a cabezazos —sugirió Seokjin apareciendo en el salón.

El mayor se aproximó a Jimin y ambos se despidieron con un breve abrazo y unas palmaditas en el hombro.

—¿Está bien? —preguntó Seokjin bajando la voz.

Ambos sabían perfectamente a quién se refería con su pregunta, y Jimin sólo asintió, reprimiendo su culpabilidad.

—Adiós, Jimin —se despidió Jungkook sin aproximarse.

Jimin exhaló su aliento y se inclinó levemente ante su parabatai. Cuando sus ojos se encontraron de nuevo, sus iris castaños le regalaron una mirada significativamente cargada de aprecio. Jungkook supo que volverían a verse más pronto que tarde, sin importar las circunstancias que les rodeasen.

—No olvidaré lo que hemos hablado —le recordó el dhampir con nobleza.

Sus ojos fueron a parar a los grisáceos de Seokjin, agradeciendo mentalmente que él estuviese encargándose de que Jungkook encontrase el camino lentamente.

—Adiós, Jin —dijo pasando por su lado.

Jimin abandonó la casa a media mañana, se fue caminando bajo la llovizna y tomó la motocicleta que aparcó a cierta distancia, cubriéndose la boca con un pañuelo.


Horas más tarde


Hoseok bajó la escalera frotándose la frente, su rostro se encontraba desencajado. Portaba su habitual vestimenta oscura, de cuellos anudados e indumentaria gótica. Namjoon detuvo sus pasos requiriendo una respuesta.

—¿Qué ocurre? —repitió con nerviosismo.

—Está ahí dentro, pero...

—¿Pero?

Los iris violetas de Hoseok se toparon con el despreocupado Jimin entrando por la puerta corrediza de cristal que se abrió para él.

—¡Tú! —señaló Hoseok, precipitándose sobre el dhampir.

Jimin parpadeó con confusión y levantó las manos como si aquel moroi tratase de arrestarle.

—¿Ahora qué he hecho? —dudó el rubio, arrastrando sus iris entre él y Namjoon.

—Taehyung está arriba, ha destruido el dormitorio y...

—¿Qué ha destruido qué? —chilló Jimin.

Hoseok gesticuló para que cerrase la boca.

—Mañana es la séptima cumbre con el estado nosferatu, ¿y desapareces? —le acusó seguidamente—. Sabes muy bien que Taehyung se encuentra inestable, ¡él te necesita!

—Mira, no soy la niñera de Kim Taehyung —gruñó Jimin—. Ya tiene veinte años, ¿no? ¿Es que no podíais haber hablado con él ninguno de vosotros dos? ¡Nam, tú también eres su amigo!

Namjoon se aproximó a él con un semblante circunspecto.

—¿Has matado a Jungkook? —pronunció con severidad.

—¿Qué? —soltó a punto de atragantarse, y negó con la cabeza insistentemente—. No, no.

—Eso es lo que dice —prosiguió el moroi peliblanco—. Así que, sube tú a la suite y hazle entrar en razón, porque te aseguro que no escuchará a nadie más.

Jimin apretó la mandíbula y salió disparado hacia el dorado ascensor. Subió a la planta correspondiente a su habitación, y atravesó el pasillo con el corazón en un puño, temiéndose lo peor. Cuando llegó a la suite, la puerta estaba entreabierta, él la empujó con una mano y descubrió el suelo y la moqueta agrietada con un tono oscuro y carcomido.

Sus ojos se abrieron de par en par fijándose en la escena. Avanzó lentamente observando que la mesa de la entrada estaba volcada y la madera parecía estar viviendo una especie de lenta combustión. Las cortinas se encontraban rasgadas, con trozos de tela raídos sobre el suelo. El mobiliario yacía en una posición distinta, tumbado o arrastrado hacia otro lugar distinto. Y el lujoso papel de pared había ennegrecido como si algo lo hubiese quemado.

Lo único que percibieron sus tímpanos, además del rítmico bombeo de su propio corazón, fue el sonido de un repetitivo hipeo fatigado, un lloriqueo desgastado que erizó su vello. Jimin encontró a Taehyung en mitad del dormitorio. Sentado sobre el suelo, el aura que le rodeaba desprendía un desconocido campo de fuerza que arañaba la moqueta con unas garras incandescentes.

«La oscuridad», pensó consternado. «¿Podía hacer aquel destrozo?».

—Tae...

La cicatriz negra de Taehyung asomaba bajo el cuello abierto de su camisa negra, y trepaba hasta su mandíbula peligrosamente, palpitando como la lava. Sus iris, de un azul cristalino e incuestionable brillo rojizo por la irritación de sus lágrimas, se iluminaron como las ascuas cuando se posaron sobre Jimin, empujando al dhampir hacia atrás para que no se acercara.

Él cayó de espaldas al suelo y se incorporó con un jadeo y un temblor de manos. Observó la ira de Taehyung en sus ojos.

—Fuera de aquí —pronunció el moroi como una afilada rosa negra, y una extraña voz distorsionada—. O te sacaré yo mismo.

—Lo sé... sé que es mi culpa... —se lamentó Jimin, gateando lentamente hacia él—. Pero, escúchame, Taehyung...

Una segunda ola de su aura le empujó hacia atrás, y Jimin sintió la yema de los dedos caliente sobre la moqueta seca y fraccionada.

—¡¡¡Largo!!! —chilló el moroi sin compasión.

Jimin se incorporó de rodillas, y en los metros que les separaban, lo pronunció antes de que fuera demasiado tarde:

—Jungkook aún te quiere —jadeó el dhampir—. No le he matado, Taehyung. No pude —confesó, apoyando las manos en el suelo y bajando la cabeza—. Lo siento, lo siento... él me pidió que lo hiciese. Le vi tan... destruido... no quiere hacerte daño... no quiere ponernos en peligro. Me hizo prometerle que te cuidaría, y yo...

Un extraño ruido llegó a sus oídos. Jimin levantó la cabeza y descubrió a Taehyung cubriendo su rostro con las dos manos en un suave y entrecortado sollozo. El aura de oscuridad se desvaneció, y las ascuas que le rodeaban se extinguieron en el suelo, perdiendo su fuerza.

Jimin se quedó sin aliento, se levantó lentamente y se aproximó al moroi. Se acuclilló frente a él posando una mano sobre su hombro, que deslizó hasta su nuca para levantar su cabeza.

Los dos se miraron en la corta distancia.

—Te quiero, Taehyung —pronunció Jimin—. Discúlpame por... ser un pedazo de malnacido, terco e irreverente... pero pensar en él, haciendo daño a alguien que tanto amaba, y después a... Yoongi... me hizo pensar que no podíamos seguir con esto.

Taehyung no dijo nada, extendió los brazos hacia él y abrazó su cuello con una inesperada fuerza. Jimin estrechó su espalda con la boca amarga.

—¿Estás bien...? —murmuró Jimin cuando se distanciaron.

El dhampir pasó su mano por la frente de Taehyung, notando su febrilidad a causa del uso del akash.

—Ven, vamos a levantarnos —expresó tirando de su mano.

Hoseok y Namjoon entraron en la suite escuchándoles, y guardaron silencio manteniéndose a una distancia prudencial.

—No te preocupes por esto —dijo Hoseok guardando las manos en los bolsillos de su traje—. Esta suite necesitaba una reforma. Yo me encargaré de pagarlo.

Taehyung se frotó los ojos humildemente, en lo que Namjoon se aproximó a los dos chicos con serenidad.

—Id a descansar a mi dormitorio —les sugirió—. Vamos, os acompañaré.

Jimin y Taehyung se pusieron en marcha, salieron de allí y se dirigieron a la habitación de Namjoon. El dhampir sacó el teléfono de su bolsillo y se retiró unos minutos para solucionar algo igual de importante para él. Marcó el contacto de Yoongi y esperó que descolgase la llamada con una molesta taquicardia. La llamada llegó a su final en dos ocasiones, recibiendo la respuesta del contestador automático.

—Joder, mierda —maldijo Jimin en voz baja—. Todo esto es mi puta culpa, ¡joder!

Namjoon se asomó al marco de la puerta y se cruzó de brazos.

—¿Yoongi? Se marchó ayer —informó.

—¿Sabes si se fue a Revenant?

—No lo creo —contestó meditando—. Me parece que tomó algún alojamiento en Seúl.

Jimin le miró de soslayo.

—Mañana es la séptima cumbre y tengo que asistir como personal de seguridad —dijo—. Mierda, mierda, ¡mierda!

—Dame su número, le llamaré yo —se ofreció el moroi, echándole un vistazo por encima a su pantalla.

Él se guardó el contacto de Yoongi, planeando enviarle un mensaje cuando Jimin se tranquilizase.

—¿Está Jungkook bien? —preguntó en voz baja, adivinando que todo lo que había pasado tenía que ver con el neo strigoi.

El dhampir resumió, y le dijo que tenía esperanza en que el joven mejorase. Fue un alivio escucharle más razonable, así como saber que Taehyung no estaba convirtiéndose en el rey de la oscuridad por aquella reacción que había tenido desde la noche de su marcha.

En el interior del dormitorio, la tormenta resonó sobre ellos y su lluvia golpeó las ventanas. Namjoon se quedó estático frente a una de ellas, observando el exterior grisáceo y húmedo.

—Creo que se pondrá peor —murmuró advirtiendo el mal tiempo.

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

En las horas nocturnas de ese nublado día, Jungkook y Jin salieron al exterior para pasear. Se dirigieron al pueblo de Lang sin utilizar ningún paraguas, y se detuvieron cerca del club espectro bajo el fino techado de unas casas adosadas.

—El ambiente está crispado —predijo Seokjin mirando al cielo—. Tal vez nos tendríamos que haber quedado en casa.

—Quizá —consideró Jungkook a su lado, a pesar de que para él no tuviera mayor importancia el tiempo. Es más, cuanto más nublado se encontrase, menos molesta le resultaba la luz solar.

Un strigoi de cabello blanco y rapado pasó junto ellos, y encontró sus iris con los suyos. Le reconoció rápidamente; era Chad, el imbécil que trató de secuestrarle mientras él se lamentaba ebrio y bailando en mitad de la pista del club la otra noche.

—Tú, chico solitario —le llamó Chad—. Te interesará saber que todos se han ido.

Jungkook arqueó una ceja.

—Te equivocas —soltó con sarcasmo—. No me interesaba saberlo.

Chad se encogió de hombros y se dio la vuelta, y pronto, Seokjin desencajó la mandíbula observando cómo el pelinegro avanzó unos pasos tras él.

—¿Ha ocurrido algo?

Chad volvió a mirarle como si se plantease darle una respuesta directa.

—Xeril dio la alarma. Unos sin mente mordieron al humano con el que se enrollaba —respondió secamente—. Tuvo que sacrificarlo.

—¿Sin mente? —repitió Jungkook frunciendo el ceño—. ¿De qué demonios hablas?

Seokjin siguió los pasos de Jungkook y escuchó su intercambio de palabras.

—Esas cosas se han esparcido por todos lados. Son muertos, pero parecen strigoi por su fuerza y colmillos —explicó, desviando su mirada al dhampir que acompañaba a Jungkook—. Será una masacre si contagian a los humanos.

—Draugr —pronunció Seokjin, seguido del latido molesto que se marcó en el pecho de Jungkook.

—Eso estaba pensando.

—Yul está preparando al grupo para peinar el bosque —mencionó Chad, rebajando la dosis de tensión—. Pero, desde que no es obligatorio seguirle, ¡yo voy a tomarme una espuma escarlata!

El tipo pasó de largo, sin decir nada más.

—Confirmado, es un gilipollas —masculló el pelinegro.

Seokjin agarró a Jungkook del borde de la chaqueta y pegó un tirón de ella para que le mirase.

—Espera, ¿¡quién mierda es ese tío!? —demandó impacientemente—. ¿Y quién es ese tal Yul?

—Calma —Jungkook estableció un parámetro de seguridad entre ellos, agarrando su muñeca para retirar la mano de su chaqueta—. Yul es el líder del clan strigoi de Lang. No son agresivos, sólo un poco... maleducados de entrada.

—¿Maleducados de entrada? —reprodujo al borde de un infarto—. ¿Cuándo les has conocido? Y, ¿por qué demonios no me dijiste nada? Jungkook, por el amor de dios, no me digas que...

—Jin, no tengo nada que decirte sobre ellos, ¿vale? —exclamó el strigoi molesto—. Sí, me los crucé la noche que salí por mi cuenta y me peleé con su grupo. Después, ese tipo intentó reclutarme diciéndome que sería útil que me quedase con ellos. Me ofrecieron una cama, ayuda para acostumbrarme a quién soy, y convivir con más gente como yo —confesó bajando la voz—. Pero le dije que no. Le dije que tenía a... un amigo...

Seokjin relajó la expresión de su rostro, y liberó un profundo suspiro tras escucharle.

—¿Esos tíos te ofrecieron estar con ellos?

Jungkook se humedeció los labios ladeando la cabeza y asintió.

—Algo así —contestó con sinceridad—. Me habló sobre los mercados negros. No parecen mala gente, de hecho, sólo son un puñado de veinteañeros sin norte. Yul me dijo que eran diecinueve, me llevó hasta el nido y me explicó sus normas. Están al exterior de Lang, en una zona abandonada que antiguamente era un refugio antinuclear.

—Está bien, está bien —asintió Seokjin—. Si han visto draugr, y uno ha mordido a un humano, deberíamos ir. ¿Recuerdas dónde quedaba exactamente?

—Eh...

—Yo sí.

Una voz mucho más grave alcanzó a los dos chicos, un dhampir de piel negra que conocían de vista, tan alto y corpulento como una torre. Seokjin le reconoció como el tipo de seguridad que usualmente estaba en el club, y Jungkook recordaba las últimas palabras que cruzaron el otro día.

Él se acercó a ambos con una chaqueta larga que cubría con diligencia lo bien armado que iba.

—Soy Kitsch, por cierto —expresó desinteresadamente—. Xeril es una vieja amiga, me enteré de la noticia hace unas horas.

—Huh, bien, eh... —balbuceó Seokjin—. ¿Nos acompañas? Algo me dice que los dhampir no hemos dejado de ser útiles en el siglo veintiuno.

Jungkook indicó con la cabeza para que se uniera a ellos. Los tres avanzaron en otra dirección y atravesaron Lang con los sentidos puestos en todo. La lluvia comenzó a hacerse más fuerte en el exterior del pueblo, donde ubicaron el nido de strigoi.

El azabache reparó en que Kitsch era un tipo silencioso. Y puede que pareciese un armatoste, pero le apetecía tan poco probar a enfrentarse a él, como al rápido y resbaladizo de Jimin.

En cuanto se acercaron al nido, discernieron a varios de ellos en la puerta con capuchas y chaquetas impermeables. Sus iris de halos resplandecientes se fijaron en los recién llegados, entre los que encontraron el tipo silencioso de Kitsch, el strigoi que todos conocían por su enfrentamiento en el callejón y la breve visita que les hizo al nido noches atrás, y un dhampir de ojos grises que no conocían de nada.

—No está el horno para bollos —dijo un strigoi, deteniéndoles en la puerta—. Os aconsejo que os marchéis y os refugiéis en vuestras casitas.

—Aparta, Minseok —dijo una voz femenina.

Jungkook descubrió a Lin en unos instantes, su mismo espeso cabello oscuro y labios gruesos, con el contraste de una mirada mucho más seria que la noche que trató de flirtear con él sin demasiado éxito.

—¿Qué hacéis aquí? —le preguntó tanto a Kitsch como a él, ignorando al tercero.

—¿Es verdad lo de Xeril? —emitió el dhampir que les acompañaba—. La noticia me llegó en la tarde.

—Sí —contestó Lin mordisqueándose el labio—. Está destrozada, su pareja era una mujer humana. La sometimos a votación para convertirla hace seis meses, y se estableció que realizaría su transformación en el próximo equinoccio —les explicó—. Ahora sólo quiere suicidarse cuando el cielo se despeje.

Jungkook bajó la cabeza y apretó los párpados.

«Así que él no era el único que creía que el sol era la escapatoria a todos sus problemas», se dijo.

Yul llegó hasta la puerta e hizo a un lado a Lin descubriendo al grupo de recién llegados.

—No deberíais estar aquí —les recomendó, fijando sus pupilas oscuras rápidamente en Kitsch—. Baja y quédate con ella, nada la detendrá si no la haces entrar en razón.

Kitsch pasó por su lado, se introdujo por la puerta metálica y bajó la escalera.

—¿Cómo sacrificasteis a la humana? —preguntó Seokjin—. ¿Y dónde fue mordida?

—Le cortamos la cabeza y quemamos su cuerpo —contestó Yul, entrecerrando sus párpados y juzgándole con la mirada—. Y tú, ¿quién eres? ¿El tipo por el que Jungkook prefiere renegar sus instintos?

Jungkook puso los ojos en blanco.

—Omite esa parte, Yul —le aconsejó en voz baja—. Ya te he dicho que no es por eso.

—Huh, sí, como tú digas, querido —ironizó Yul, esbozando una sonrisita.

—Soy Kim Seokjin, también conocido por mi nombre europeo, Luka —se presentó el dhampir—. Tengo cuatrocientos años, y actualmente, soy el único dhampir inmortal de vuestro siglo, portador del quinto elemento.

Yul se quedó literalmente con la boca abierta, y le costó tragar saliva antes de proseguir.

—Ah, bien, en ese caso —suspiró masajeándose la sien—. La humana fue mordida al este de Lang, en una ruta de senderismo. Creemos que hay más en el bosque. Iba acompañada de un grupo de personas.

—Son draugr —dijo Jungkook en esta ocasión—. Muertos vivientes, el virus sacre se expandió bajo tierra hace un par de meses. Son parecidos a los strigoi, pero se degeneran y descomponen muy rápido.

—Sin embargo, su fuerza y bestialidad es muy potente —complementó Seokjin—. Si cortarles la cabeza y quemarles funciona, es una buena señal. Pero yo tengo un pequeño amigo que nos echará una mano.

Seokjin llevó la mano a su cinturón, y desenfundó una vibrante estaca elemental que se iluminó entre sus dedos. Yul y los otros tres strigoi que había alrededor retrocedieron unos pasos, contemplando la brillante y única arma que podía arrancar sus vidas.

—Jin —pronunció Jungkook con voz aguda, apretando los dientes—. ¡Baja esa mierda, estás rodeado de strigoi!

—Huh, perdón, sólo quería enseñárosla —se disculpó el dhampir rápidamente con una sonrisita tensa—. Pero de buen rollo, eh. Es muy efectiva cuando quiere.

Jungkook contempló la expresión de Yul, y se le hizo agradable ver su mueca de interés.

—¿Y bien? ¿Vamos a ese jodido bosque? —les ofreció el strigoi—. Protegeremos Lang porque es el único hogar que tenemos. ¿Qué hay de vosotros?

—Oh, sí —suspiró Jungkook—. Yo me muero por un poco de acción.

—Ya estaba comenzando a oxidarme, ¿podríamos saltar de un tren en marcha, después de eso? —soltó Seokjin ocurrentemente.

Jungkook se rio levemente, y ambos se serenaron tratando de recordar que aquello iba muy en serio.

—Tú llevas estacas —indicó Lin situándose frente a los dos muchachos—, ¿y tú qué?

—Huh...

—Tenemos un arsenal abajo, sígueme —le ofreció la chica strigoi, volteando sobre sus propios talones.

Seokjin señaló que se quedaría afuera mientras tanto y él bajó la escalera siguiendo sus pasos. Lin llevó a Jungkook hasta la armería y le ofreció una cimitarra enfundada, que él desenfundó desde el mango para comprobar el material de acero y cuán afilada se hallaba su hoja.

Él se quitó la chaqueta, recibiendo la miradita de soslayo de la strigoi por su excelente físico, la enganchó en el cinturón profesional de sus hombros, tras su propia espalda.

—Ese material sólo lo he visto usar a dhampir —comentó la chica.

Jungkook se mordió la lengua.

—¿Sabes usar estas? —dudó Lin, ofreciéndole dos puñales recubiertos de una tela negra.

«¿Qué si sabía usarlas? No fue uno de los mejores tiradores de cuchillos en la academia por nada».

—Sí, gracias.

El pelinegro los agarró y los tomó como propios, salieron de la armería y junto a la puerta, Yul le ofreció a él y a Seokjin unos impermeables negros como los suyos, forrados de cuero y con capucha.

Puede que los strigoi no se sintieran muy afectados por el frío, pero nunca habían perdido el sentido de la moda bajo la lluvia.

—Tenemos que irnos, no podemos perder tiempo —declaró Yul poniéndose en marcha.

Eran un total de once strigoi más Seokjin, y abandonaron el refugio a un paso raudo dirigiéndose hacia uno de los bosques colindantes con la zona este de la región. Estuvieron allí en veinte minutos de camino, sobreviviendo a la insistente lluvia que en ocasiones amainaba y en otras apretaba con fuerza salpicando sus botas.

Cuando encontraron el bosque del que hablaban, Jungkook utilizó su olfato y se preguntó qué tipo de hedor tendrían los draugr. Él sólo luchó contra ellos cuando aún era dhampir, por lo que no podía imaginarse el aroma de un ser esencialmente muerto. La tierra mojada y el bosque frío y húmedo también nubló su olfato, y el grupo de strigoi se introdujo en él con los sentidos expandidos en todas las direcciones.

—Somos suficientes como para separarnos —musitó Yul, indicando a varios strigoi para que se dispersasen.

En el rato que caminaron por allí, en la plena oscuridad de una noche opaca, Jungkook se dio cuenta de lo útil que era la dilatación de sus pupilas y el halo plateado de estas, que absorbía la escasa luz que apenas se derramaba sobre ellos. Sus pies eran mucho más ligeros que cuando era dhampir y consideró que sus pasos se habían vuelto livianos, casi silenciosos, a pesar de pisar ramas, tierra embarrada y hojas secas. Era un auténtico depredador, advirtiendo el ruido de los animalillos que correteaban por las ramas y se ocultaban tras los arbustos.

Seokjin se encontraba con unos sentidos más delimitados, pero no se separó del más joven y siguió sus pasos levantando su estaca.

Jungkook percibió a un draugr mucho antes de verlo, captó un inesperado hedor, y escuchó el murmullo de una garganta desgarrada. Los ojos de una mujer se iluminaron tras unas ramas, y se lanzó hacia Seokjin como un reptil de dientes afilados y mandíbula deformada.

El strigoi sacó la cimitarra de su espalda, y mucho antes de que alcanzase a Seokjin, cortó su torso de un movimiento que partió su cuerpo cayendo al suelo.

Seokjin se quedó paralizado, clavó sus pupilas sobre ella y se inclinó con la estaca en su mano a modo de linterna.

—¿Cuándo la has visto venir?

—Puedo olerles —confirmó Jungkook acuclillándose a su lado y observando su forma de retorcerse—. Irán a por ti, eres el único con un organismo mortal entre nosotros, a pesar del akash, y algo me dice que a los draugr les gusta la sangre caliente.

—Pienso igual —agregó Yul apareciendo junto a su hombro—. ¿Habéis visto esa cara? Ugh, por lo menos nosotros somos hermosos.

Seokjin arqueó una ceja, se incorporó y pisó con la puntera de su bota el hombro de la draugr volcando su torso hacia arriba. Se inclinó con un movimiento seco que introdujo la estaca en su pecho. En unos segundos más, su cuerpo se agrietó en tonos boreales y explotó en llamas plateadas.

Jungkook miró de soslayo a Yul, preguntándose qué tan estúpido era aquel tipo alto y estirado, con las puntas de cabello tintado.

—¿Hermoso? —repitió con incredulidad—. Como si eso nos salvase de no poder pisar ni una bendita iglesia en el resto de nuestros días.

—Oh, ¿a quién le importan las iglesias? —fanfarroneó—. Sólo a los moroi y a sus regustos anticuados. Por cierto, ¿esa forma tuya de sacar la cimitarra la has estado practicando? Porque caray, hasta yo me he acojonado.

El azabache liberó su aliento y trató de concentrarse en lo que estaban haciendo.

—Sigamos el camino —insistió enfundando la hoja manchada de sangre en su espalda.

En la siguiente hora durante la que peinaron el bosque, Jungkook se puso la capucha para evadir la erosión de la lluvia. Su cabello oscuro se derramaba en ondas empapadas sobre su rostro y el rocío de las gotas que corrían por sus pómulos blancos.

Contaron un total de ocho humanos infestados, entre los que sacrificaron y cortaron su cabeza, tanto ellos, como el resto del grupo strigoi. Sin embargo, hubo algo más que le puso los vellos de punta al más joven.

El bosque de la periferia se encontraba quemado, la tierra muerta, seca, yerma de vida bajo la incesante lluvia. Los árboles estaban renegridos, con ramas carcomidas y sin hojas.

—¿Estás viendo lo mismo que yo? —formuló el dhampir.

Seokjin se inclinó y tocó el suelo con los dedos, llevándose la tierra yerma entre sus yemas.

—Esto es el sacre, es como si...

—Como si alguien más lo estuviese utilizando —masculló Jungkook, volteando sobre sí mismo y observando la horrible escena—. Es curioso que se haya extendido por la tierra, como si el poder de Xiumin lo hubiese expandido tras su muerte.

—Era un moroi poderoso —mencionó Seokjin—. La tierra es un elemento demasiado fuerte, Jungkook. Representa la vida y la cuna de la especie humana.

—Y ahora, los muertos se levantan para acabar con nosotros —expresó el strigoi con un semblante circunspecto.

—Hay animales muertos —dijo Lin, regresando hasta Yul—. Hemos sacrificado a tres mamíferos, entre ellos... un ciervo.

—Tenemos que controlar la epidemia —expresó Yul—. No podemos permitir que la epidemia afecte a Lang. Es lo único que tenemos.

—No sois los únicos deteniendo la expansión de los draugr en la región —intervino Seokjin, guardando la estaca en su cinturón—. Los renegados y la comunidad nosferatu se han unido para limpiar la epidemia de los que retornan. No hay nadie más interesado en preservar el secreto de las razas que ellos.

—No menciones a esos hijos de puta de los nosferatu —pronunció Lin con frialdad y un toque agresivo—. Todo lo que les ha sucedido, lo tienen bien merecido. La especie moroi debería ser erradicada para compensar el daño que les han hecho a las especies durante tantos siglos.

Jungkook clavó sus ojos sobre ella, sintiendo una punzada de desagrado. ¿Erradicar a los moroi? No iba a pasar por aquello, no mientras su madre, uno de sus amigos, y la persona a la que amaría hasta el resto de sus vidas hubiesen nacido como tales.

—Cállate, Lin —le ordenó Yul con frialdad—. Nosotros no somos radicales, ¿es que tengo que volver a repetírtelo?

Lin masticó su chicle y pasó de largo evadiendo su sermón. Yul suspiró frustrado, él estaba tan empapado como el resto y su melena se encontraba húmeda sobre sus hombros.

«¿Cuál era el pasado de Yul?», se preguntó Jungkook fugazmente. Por su porte y altura, y aquella forma de detener las impulsivas palabras de Lin, dedujo que Yul pudo haber sido moroi mucho antes de acabar como strigoi. Pero, hasta donde él sabía, los moroi no podían ser envenenados ni convertidos como sucedía con los humanos y dhampir. Un moroi sólo terminaba como tal... alimentándose de alguien hasta asesinarle.

—Volvamos al nido —sugirió el líder del clan, volviendo a mirar a los suyos—. Amanecerá en una hora, y no es seguro seguir aquí fuera.

Jungkook y Seokjin se separaron del grupo, a pesar de la invitación de Yul para que se quedasen con ellos. El dhampir comprobó su ubicación desde allí y se dirigieron directamente hacia casa para zafarse de la cansina lluvia que apenas amainaba.

Tardaron un buen rato, pero antes del amanecer entraron en la casa, y el azabache se quitó la chaqueta y se deshizo de sus armas sintiéndose empapado. Instantes después, Seokjin le lanzó una toalla desde la escalera en lo que Jungkook desanudaba sus propias botas.

—Si han atacado a... unos simples humanos de senderismo... es probable que la cumbre en la ciudad de Seúl corra peligro —expresó pasándose la toalla por el cabello.

Jungkook levantó la cabeza, y agarró el par de botas antes de subir varias escaleras y enfrentarse a sus palabras.

—¿Crees que hay alguien más ahí afuera con el sacre?

—El clan strigoi que trabaja con Xiumin y el Círculo —respondió con agilidad mental—. Sólo ellos... podrían tener algunos suministros del sacre.

—Significa que no sólo son strigoi, sino que, además, alguno de ellos tiene magia y podría perpetuar un último ataque contra la comunidad —reflexionó Jungkook cabizbajo—. Taehyung podría estar en mitad de todo esto. Ojalá pudiera... estar con él... como antes —musitó con anhelo—, y protegerle. Pero saber que ahora tiene miedo de mí es casi más horrible que todo esto.

Seokjin no dijo nada ante sus palabras. Los dos sabían que la realidad era difícil y tal vez necesitaría mucho más tiempo para que se solucionase. Jungkook se echó la toalla sobre un hombro y le dio las buenas noches a Seokjin durante esa madrugada subiendo el resto de peldaños hasta su dormitorio.

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Namjoon marcó el contacto de Yoongi al día siguiente. A sólo unas horas para la cumbre, el humano descolgó el teléfono maldiciendo el número desconocido.

—¿Quién habla?

—Escucha, soy Nam —dijo el moroi—. Será mejor que me digas tu ubicación para que pueda pasar a buscarte. Por mucho que seas humano, has estado tanto entre moroi y dhampir, que tu olor será diferente para los draugr.

—No quiero que me pases a buscar, no regresaré a Revenant —negó Yoongi con fastidio.

—Ah, ¿no? ¿y qué demonios piensas hacer, cabeza de chorlito? —gruñó Namjoon.

—¡Oye, no me llames así, ni siquiera nos conocemos! —rebatió el humano, liberando un suspiro molesto—. Pienso volver a mi ciudad natal, Busan. Alquilar un apartamento, utilizar algo del dinero que me pertenece por mi trabajo en Revenant, y, además, me pondré en contacto con el estúpido de mi hermano con el que no hablo desde hace un siglo. Echaba de menos tomar el control de las decisiones en mi vida.

Namjoon puso los ojos en blanco, se humedeció los labios pensando en cómo convencerle y vio pasar de largo a Taehyung y Jimin por la recepción del restaurante. Él retrocedió unos pasos para que no le viesen al teléfono.

—Jimin te ha llamado como quinientas veintisiete veces —comentó el moroi—. Yoon, eres importante para él... dale... una oportunidad...

—Que le jodan a ese enano —declaró Yoongi con una sorprendente elocuencia—. Hemos roto, se acabó.

—Bien, dame tu ubicación y deja que pase a buscarte. No le diré nada a Jimin —insistió Namjoon.

Yoongi se dejó caer en la silla del apartahotel en el que se encontraba y meditó sobre cómo rechazar su oferta.

—Taehyung me ha pedido que lo haga, Yoon. Sabes que él también se preocupa por ti.

—Ahg, está bien... está bien... —aceptó el humano con desgana—. Ya sé por qué eres su amigo, eres igual de plasta, sólo que en versión moroi y refinada.

Namjoon reprimió una risita y se guardó las manos en los bolsillos.

—Espero tu mensaje, hasta luego.

—¡Adiós, adiós!

El moroi colgó la llamada y comprobó la pantalla de su teléfono.

«Probablemente tendría que saltarse la cumbre para ir a por el tonto ex de Jimin», pensó haciéndose a la idea.

—¿Qué, has hablado con él? —cuestionó Jimin de repente, apareciendo a su lado—. ¿Está bien?

—Huh, sí —mintió Namjoon con un doble pestañeo—. Me ha dicho que regresará encantado.

—Oh, gracias a dios —suspiró el dhampir—. Estaba tan preocupado porque no me cogiera el teléfono. Dime donde está, iré yo a por él.

—Eh, no —pronunció el peliblanco guardando el teléfono en el bolsillo de su pantalón—. Será mejor que vaya yo, mira la hora que es. Y tú trabajas como agente de seguridad, ¿ya se te ha olvidado? Hoy es un día importante para la comunidad.

Jimin se mordisqueó el labio inferior.

—Vale, pero nos veremos en el edificio —sugirió Jimin—. La cumbre finalizará a las once, y podríamos ir todos a cenar después de eso. ¿Te parece?

—Ahá.

Jimin suspiró profundamente.

—Tengo que ir a vestirme —añadió comprobando la hora—. Llámame si pasa algo, ¿vale? Nos vemos luego.

—Hasta luego, Jimin —contestó Namjoon, mordisqueándose la lengua.

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

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