Capítulo 6
Capítulo 6. Tensión e indulto
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Taehyung lanzó el último lápiz con el que intentaba dibujar contra la ventana. Chocó con el cristal y cayó al suelo en un ruidito que se extendió rodando hasta el borde de la alfombra. Era media mañana, y comenzaba a lloviznar en un tiempo que se deshacía lentamente del invierno. Él se dejó caer hacia atrás, hundiéndose perezosamente entre los almohadones de la cama de la suite mientras escuchaba el ruido de la lluvia.
Descartó dibujar apartando el cuaderno de bocetos a un lado y se hizo un ovillo sobre la mullida cama, bajo la bata de seda negra que vestía.
Jimin y él habían discutido esa mañana, y como bien decían, el roce aumentaba el cariño, así como las disputas entre ambos. La forma de hablar de Jimin a veces le hacía daño, se había vuelto más tirante que de costumbre, y descargaba su frustración contra todo el que se le cruzaba sin ton ni son. Y aunque claro, Taehyung podía entender que fuera un incordio para él. Estaba deprimido, apenas comía, se despertaba todas las noches temblando y no quería salir de la habitación, ni reunirse en las cumbres, ni mucho menos regresar a Revenant. La hermosa ciudad bajo la montaña de los renegados apuñalaba su corazón, pero si había algo que de verdad clavaba las uñas en su piel era el anillo de oro rosado que colgaba de su cuello. Jimin no podía verlo.
En una ocasión, Taehyung se quitó el colgante para darse un baño y Jimin lo encontró en la mesita de noche de su lado. Lo próximo que supo es que lo había lanzado por la ventana del hotel, y que se encontraban en un condenado rascacielos. Si no fuera porque conocía a Jimin desde los doce años, y porque le había escuchado llorar al otro lado de la puerta del baño en una ocasión, le hubiera lanzado por la ventana con el akash para que fuera a buscarlo.
Pero no fue así, y Taehyung tuvo que salir a pleno sol, sin cubrirse, y con los ojos llenos de lágrimas para buscarlo. Acabó con una fiebre de cuarenta y un grados en la cama, y el anillo apretado en la palma de su mano. El dhampir se disculpó con él después de eso, y se recostó a su lado agarrando una de sus manos. Taehyung no le habló durante dos o tres días completos, sin embargo, volvió a hacerlo mientras se sumergía en aquella especie de infierno.
Namjoon intentaba ayudarles todo lo posible, pero a veces no sabía cómo detener los constantes enfrentamientos de sus dos amigos.
Taehyung sobrevivía con la gran presión de aceptar o no el trono que heredaba, pero su estado mental era desequilibrado. No podía dejar de pensar en Jungkook, y en una ocasión, en el edificio histórico en el que se celebraban las cumbres, escuchó a Freyja hablar con alguien sobre que había ido a verle de nuevo. «Todo había salido bien», según lo que percibieron sus oídos al otro lado de un pasillo. Él se sintió muy aliviado por Jungkook, pues a pesar de que no pudiese acercarse a él, se sentía colmado de consuelo conociendo que había alguien a su lado.
Por desgracia, él no era capaz de librarse de sus pesadillas y el temor que le consumía como si fuera una rosa marchitándose. El estrangulamiento de Jungkook le había traumatizado hasta el punto de pensar que le odiaba por todo lo sucedido, se encontraba culpándose a sí mismo a niveles enfermizos. Ni siquiera podía dormir tranquilo, sin tener un puñado de pesadillas donde Jungkook le miraba a los ojos, confesándole que ya no le amaba, pidiéndole que le olvidara. Sobre una jauría de perros hambrientos que le daban caza en un bosque oscuro por el que él corría descalzo mientras las raíces trataban de agarrar sus tobillos.
Era horrible vivir así, y Taehyung pensó que no podría seguir haciéndolo. No, con un poder que le hacía inmortal.
«Jungkook siempre le protegió, siempre se encargó de él y le dio un amor incondicional», se decía. «Era su culpa no haberle protegido. Era su maldita culpa que le odiase. Si tan sólo hubiese matado a Xiumin antes, si hubiese utilizado el espíritu como tenía que haber hecho a tiempo».
Pasado un rato, Jimin entró a la suite y comenzó a rebuscar entre sus cosas. Taehyung se levantó de la cama deseando hacer algo con su vida antes de sentirse más frustrado. Se vistió y salió del dormitorio para buscar a Namjoon, decidiendo comer algo para que aquel dolor de estómago se esfumase. Mientras conversaban, creyó ver a Min Yoongi por la ventana del restaurante, buscando la entrada del hotel. Él perdió el hilo de la conversación y se levantó sorprendido.
—¿Qué ocurre?
—Creo que he visto a Yoongi —expresó Taehyung.
Namjoon le acompañó, y ambos se toparon con el humano en la entrada. Taehyung dio unos pasos y le abrazó feliz de volver a verle.
—¿Cómo has llegado? —preguntó con una sonrisa.
—Huh, es una larga historia, pero... ¿estáis bien? —le devolvió él.
—Jimin está arriba —señaló Namjoon, tratando de resumir su encuentro—. Por si estás buscándole.
Los moroi le dijeron el número de habitación, y sugirieron que estarían tomando algo en el restaurante.
—Está bien, iré a buscarle —dijo el muchacho—. Creo que le vendrá bien que nos veamos.
—Y-Yoon... Jimin está un poco... irascible —murmuró Taehyung—. No se lo tengas en cuenta.
Yoongi se planteó que tan irascible podía estar el dhampir para que Taehyung le dijera algo como eso. Tomó el ascensor principal, y buscó la puerta de la suite, encontrándola rápidamente gracias a sus bordes dorados. Tocó con los nudillos y se sintió algo nervioso antes de volver a ver Jimin. Después de esas semanas sin verse, deseaba abrazarle como a nadie.
El dhampir desbloqueó la puerta con un rostro algo cansado, pero vestido con unos jeans y cazadora como si estuviera a punto de salir a la calle.
—Minnie.
—¿Qué coño haces aquí? —preguntó boquiabierto en el marco de la puerta—. ¿Cómo has venido hasta Seúl?
—Huh, unos dhampir venían a la ciudad, y les pregunté si había hueco —respondió Yoongi con neutralidad—. He venido con ellos —declaró levantando una ceja—. Quería darte una sorpresa, y creo que... ¿ha funcionado...?
Jimin retrocedió los mismos pasos que Yoongi dio hacia él, y el humano se detuvo abriendo la boca.
—Espera —expresó el dhampir, moviéndose por la sala de la suite—. Yo no te pedí que vinieras.
—Oh, wow —exhaló Yoongi, cerrando la puerta tras su espalda—, no me digas que vas a ponerte de mal humor por esto. ¿Puedo abrazarte antes de que discutamos?
—No lo entiendes, ¡no es seguro estar aquí! —exclamó Jimin perdiendo los estribos.
—Jimin, creo que es suficiente —le detuvo con voz grave—. No ha habido ningún ataque, los draugr no han vuelto a aparecer, ¡llevo casi un mes sin verte!
Jimin se aproximó a él y le agarró por los hombros.
—Lo sé, pero las negociaciones se han extendido más de la cuenta, y ahora todo es muy complicado —insistió el dhampir—. Prefiero que estés allí, en Revenant.
—¿Qué? ¿Te da miedo decirme que compartes una suite con Taehyung, y que también dormís juntos? —formuló Yoongi—. Sorpresa, me he enterado por él mismo.
Jimin levantó las cejas.
—No vayas por ahí —le aconsejó—, sabes perfectamente que no hay nada entre nosotros.
—Ya —suspiró Yoongi—, ya lo sé. Pero, Chim, yo...
—¡Jungkook estaba muchísimo más preparado que tú, y ahora está muerto! —exclamó repentinamente el dhampir—. ¡¿Qué parte no entiendes de que no quiero que estés aquí?!
Yoongi le miró como si estuviera desequilibrado.
—¿Quieres relajarte un poco? —soltó—. Esto está comenzando a volverse obsesivo.
Jimin se movió por el dormitorio y le dio una patada a la mesa, provocando un gran estruendo. El humano se sintió perturbado y se quedó a unos metros de él observándolo.
—¡¿Crees que quiero responsabilizarme de la muerte de alguien más?! —jadeó Jimin fuera de sí—. ¿¡Crees que quiero verte convertido en otro monstruo!? ¡¡Taehyung soñó que Jungkook acababa contigo!! ¡¡No puedes estar aquí!!
—¿Estás mal de la puta cabeza? ¡no puedes seguir teniendo miedo de lo que pueda pasar! —le arrojó Yoongi siguiendo sus pasos—. ¡Ya hemos hablado sobre eso!
El dhampir se pasó una mano nerviosa por el cabello.
—Muy bien, ¿vas a obligarme a hacerlo? —le amenazó Jimin.
—¿Qué?
—Se acabó lo nuestro —declaró el peliclaro—. Y ahora, vuelve a Revenant. Ya no estamos juntos, ya no tienes por qué estar aquí.
—¿Qué estás diciendo? —las comisuras de los ojos de Yoongi se arrugaron en una expresión afligida—. Jimin, te he escuchado por teléfono. Sé la presión que sientes, sólo quería estar contigo.
—Pero yo no quiero estar contigo —respiró Jimin atormentado—. No si esto va a matarte.
—Estás siendo muy injusto —escupió Yoongi claramente enfadado—. ¡Estás comportándote como un imbécil!
—Sí, será eso —agregó el dhampir con voz temblorosa, apoyando las manos en la mesa de cristal—. Será que soy un puto egoísta y un puto imbécil. Pero ahora no puedo estar contigo.
Yoongi se debatió entre dos opciones, decidiéndose por la vía más fácil. Le dio la espalda a Jimin sintiéndose traicionado y salió de allí pegando un portazo. Por el pasillo del hotel se cruzó a Taehyung, quien le detuvo agarrando su codo.
—¿Qué ha pasado? —preguntó en voz baja—. Salí del ascensor y escuché unos gritos.
—Lo nuestro se ha acabado —respondió el humano, entornando la mirada—. Adiós, Taehyung.
El mayor pasó de largo, y Taehyung le siguió con la mirada sintiéndose muy triste por su expresión. Se llevó una mano al rostro, sabiendo perfectamente que no iba en serio. No necesitaba ser el mejor amigo de Park Jimin para saber que era por lo que le dijo de su sueño.
El moroi se dirigió a la suite, desbloqueó la puerta y se encontró a Jimin empacando algo de su ropa.
—¿Qué haces? —formuló Taehyung observándole—. Primero le gritas a Yoongi así, ¿y ahora vas a largarte?
—Voy a matarle —manifestó, echándose una bolsa de cuero a la espalda y pasando por su lado—, ni tú ni nadie va a detenerme.
El corazón de Taehyung se elevó hasta su garganta, provocando un pálpito molesto que le encendió. Él se giró clavando sus iris claros en la espalda de Jimin.
—Si le matas, te mataré yo a ti —jadeó amenazante.
Jimin detuvo sus pasos y volteó lentamente para mirarle con frialdad.
—Muy bien, entonces, dejemos que Jungkook venga —dijo con frustración—, acabe primero contigo, después con Yoongi, y, por último, después de despiezar a cada una de las personas que conocemos, clave mi cabeza en un poste —le sugirió pausadamente—. ¿Qué te parece? ¡¿Te parece bien dejar a un puto monstruo ahí afuera con la cara de Jungkook?!
—Yo sólo te estoy diciendo cómo funcionan las cosas —expresó Taehyung con una falsa calma—. Si de verdad matas a Jungkook, te mataré yo a ti. O mejor, me suicidaré como lo hizo Saint Anna. ¿Te gustaría verlo? Porque me encargaré de que todo el reino nosferatu y los renegados sepan cómo lo he hecho.
—¿Estás pidiéndome que siga soportando verte aterrorizado todas las noches? —pregunto Jimin acercándose a él—. ¿Consolándote porque crees que en sueños alguien te está estrangulando? ¿Gimiendo su nombre mientras lloras? ¡¿Mientras yo temo perder a la persona de la que me estoy enamorando?!
Taehyung se quedó sin aliento al escuchar su miedo por perder a Yoongi. Sus ojos se llenaron de un puñado de lágrimas que se obligó a tragar para intentarlo.
—Olvida a Jungkook —pronunció como una orden, utilizando repentinamente el espíritu—. Déjale vivir.
Jimin parpadeó, advirtiendo su intento. Las lágrimas de Taehyung se desbordaron de sus ojos y se deslizaron manchando sus mejillas.
—Olvídate... —repitió sintiéndose mareado, sin lograr utilizar el espíritu— de Jungkook...
—Lo siento, Taehyung —musitó Jimin, saliendo del dormitorio.
Taehyung cayó de rodillas derramando sus lágrimas.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Con el paso de los días, Jungkook y Freyja se vieron en varias ocasiones. Él no recordaba cómo se sentía tener un padre o una madre, y tampoco era como si la moroi se comportase exactamente como una (ninguno de los dos lo necesitaba), así que, después de todo, percibió que su relación era similar a la que mantenía con Seokjin. Sus cosas las guardaba para sí misma, pero su afecto, sin llegar a ser exagerado, evidenció ante Jungkook por qué existía aquella conexión especial entre ambos desde el principio. Su vínculo afectivo se reforzó lentamente, gracias a sus visitas. Y en una ocasión, el joven strigoi hizo uso de su humor y le preguntó a Seokjin si podría llamarle papá en algún momento (cosa que el mayor rechazó de manera atragantada e inmediata).
—Entonces, ¿tenéis algo? —insistió en preguntar otra noche, compartiendo una cerveza.
—Eh, no, no —carraspeó Seokjin—. Yo siempre he sido algo errante. He viajado de un lado a otro, ni siquiera me veo capaz de quedarme en el mismo sitio durante más de un año... y, bueno...
—Oh, ya —suspiró Jungkook cruzándose de brazos—. Me lo tomaré como que no estoy esperando ningún hermanito.
Seokjin se frotó la frente con los dedos y apretó los párpados. Sabía perfectamente que Jungkook podía imaginarse el carácter de su relación; lo suyo era más de viejos compañeros con momentos ocasionales donde existía el roce. Pero, aun así, quería a Freyja como una buena amiga.
—¿Podemos salir hoy? —formuló Jungkook pillándole desprevenido—. Me gustaría estirar las piernas y pasarme por ese club de nuevo.
El mayor le miró de soslayo, replanteándose su petición con cierta disconformidad.
—Pensaba, acostarme pronto... —utilizó como excusa con maestría.
Jungkook rodó los ojos y bufó, aplastando la lata de cerveza vacía entre sus dedos.
—Podrías dejarme que yo lo hiciera —sugirió astutamente—. Puedo salir solo, serán unas horas y volveré mucho antes de que amanezca.
La mirada de Seokjin demostró sus dudas por dejarle salir a solas.
—¿Qué? —dudó el strigoi, e intentó convencerle calmadamente—. ¿Es que no confías en mí? No haré nada raro, y no me alimentaré de nadie. Acabo de tomarme una bolsa de sangre y estoy servido.
—No es que no me fíe de ti —reconoció Seokjin sujetando su cerveza, y bajando la cabeza—. Es que creo que aún no es seguro que andes por ahí solo.
Jungkook soltó una risita alegre.
—Por el amor de dios, Jin —emitió sonriente—. Soy un strigoi que sabe artes marciales y estudió como dhampir cada uno de los puntos débiles de mi nueva raza. Nada va a hacerme daño ahí fuera.
—¿Cuánto tiempo llevas siendo strigoi, Kook? ¿Mes y medio? Aún estás aprendiendo —expuso Seokjin—. Pero si tan seguro estás, está bien, entonces, ¿no irás a arrancarle la cabeza a un tipo borracho que se choque contigo y te suelte una grosería? —le cuestionó el dhampir—. ¿Te mantendrás al margen si alguna prostituta de sangre te ofrece sexo, alimentación y docilidad por tu cara bonita? Sabes qué, confío en el Jungkook que hay aquí dentro —señaló, clavando su dedo índice sobre su pecho—. Pero el que lleva el volante, a veces, es el otro Jungkook que tú y yo sabemos que también existe.
El strigoi se encogió de brazos.
—Sólo quiero salir a tomar una copa —insistió sosegadamente—. No haré nada, y volveré en un rato. Te lo prometo.
Seokjin resopló, y le dio el visto bueno esperando a que se comportase. Jungkook se sintió satisfecho por su consentimiento. El dhampir siguió sus pasos por la casa, solicitándole que se llevase uno de sus teléfonos y que le llamase si en algún momento se sentía abrumado por algo.
—No vayas demasiado lejos —le recordó Jin—, no hables con desconocidos, y por supuesto, si quieres volver a salir conmigo o por tu propia cuenta, ni se te ocurra meterte en problemas, o tendrás otro arresto domiciliario durante los próximos doce meses. ¿Te enteras?
—¡Sí, papá...! —suspiró Jungkook guardándose el teléfono—. Seré un buen chico y mañana haremos una barbacoa en el porche. También sacaré la basura y al perro cuando me lo pidas.
—No tenemos perro —gruñó Jin.
El más joven subió por las escaleras para vestirse y calzarse en su dormitorio, y minutos después, se despidió de su compañero dhampir saliendo por la puerta. Abandonó la casa sintiendo que podía volver a respirar aire fresco, y no sólo eso, si no el puro silencio de seguir sus propios pasos sin ningún acompañante que le molestara.
Jungkook conocía el cercano pueblo de Lang, que se encontraba a unos kilómetros, y el cual habían visitado en varias ocasiones. Anhelaba demostrarle que podía salir él solo sin poner en riesgo a alguien o a sí mismo. Y Seokjin, por su lado, pensó en que liberar la correa de Jungkook un poco no le daría problemas. Él necesitaba esa oportunidad desde el incidente de Taehyung, era algo que debía demostrarse a sí mismo.
En unos largos minutos, Jungkook se acercó al pueblo calmadamente y dio una vuelta reconociendo las viejas calles empedradas y de ladrillo viejo. Se aproximó al callejón del club espectro comprobando la hora, y se topó con un puñado de tipos cerca de la puerta tapiada. Ellos dirigieron sus iris hacia Jungkook despreocupadamente, advirtiendo al pelinegro del inesperado halo de luz que rodeaba sus pupilas. Su piel se erizó de manera natural, no obstante, pasó de largo y accedió al club ignorando al puñado de strigoi reunidos. En otro mundo paralelo, hubiera sacado una estaca con la que apuñalarles y le hubieran hecho pedazos. Pero en ese nuevo mundo, él sólo era una de las criaturas más que paseaban por las viejas calles de Lang.
El tipo de seguridad le reconoció, reparando en que esa noche iba a solas. Era un gorila dhampir que debía triplicar su peso, de piel negra y con un metro noventa de altura aproximadamente, con el que nadie bromearía a no ser que desease estar en problemas.
—Buenas noches, caballero —le saludó con una calma neutral, haciéndose a un lado.
Jungkook se sintió fugazmente interesado en él.
—¿Cuál es tu nombre? —le preguntó inesperadamente.
El tipo parpadeó y pensó que debía estar de broma.
—La escalera queda justo en el otro sentido —señaló con acidez, evadiendo su pregunta—, por si se ha desorientado.
—Huh, ya veo —el strigoi chasqueó con la lengua—. No hay nombre disponible.
—Disculpa —masculló el dhampir—, estoy de servicio, no de cháchara.
—Tranquilo, no eres mi tipo —declaró Jungkook esporádicamente.
El hombre arqueó una ceja, y Jungkook definió su prototipo de una forma bastante ocurrente:
—Me gustan más los rubios, ojos azules, manos delicadas —comentó, atragantándose con el recuerdo de Kim Taehyung—. Sonrisa dulce. Y sin una estaca bajo el cinturón que se me clave.
—Eh, Kitsch, ¿hay algún problema con ese? —cuestionó un segundo dhampir con pinta de segurata, subiendo la escalera.
Y boom. Tenía su nombre.
—¡Voy a por mi copa! —respondió Jungkook en su lugar, volteando sobre sus talones.
Él bajó la escalera a paso desgarbado, clavándose las miradas de los otros dos en la nuca. El interior del club espectro estaba más lleno que de costumbre, por lo que tuvo que hacerse a un lado para no rozar los hombros de la gente, y omitió el uso de su olfato por su bien.
Pidió una copa junto a la barra que se tomó de dos tragos. Le ardía la garganta a pesar de haberse alimentado unas horas antes, y tuvo que tirar del comodín del alcohol para serenar la ansiedad que le estaba matando.
«Tenía que portarse bien», se dijo.
Así que agarró su copa, y entre la nueva música de guitarra se dejó llevar hasta la pista repleta de gente desconocida, tomó un trago y cerró los párpados escuchando la guitarra de Pearl Jam, que le meció en un nuevo y sofisticado estado mental. Even Flow resonó en sus tímpanos y Jungkook inspiró profundamente disfrutando de la sensación física y auditiva, el vaivén lánguido de su cuerpo balanceándose por la música, el whiskey atravesando sus venas calientes y anestesiando sus células, el calor de todo el mundo agolpado bailando, y el roce de su espalda con algún hombro espontáneo.
Y allí estaba Jeon Jungkook; emborrachándose a solas en un club nocturno para soportar su triste y miserable realidad. Se encontraba tan solo a pesar de Seokjin y las esporádicas visitas de Freyja, que, en ocasiones, deseaba partir el espejo del cuarto de baño en el que se miraba con un puñetazo, y olvidar el reflejo de sus ojos y sus nuevos y perforadores iris. Se despreciaba a sí mismo, y se le había vuelto a pasar por la cabeza exponerse bajo el sol del amanecer para aniquilarse. Pero la próxima vez que lo intentase, quería hacerlo bien: tenía que ser a mediodía y correr hacia el jardín trasero donde Seokjin no pudiese detenerle. No tenía un propósito de vida, no había vuelto a saber nada más de Taehyung o de los que consideraba sus amigos, y tampoco deseaba volver a hacerlo ahora que se había convertido en alguien que él mismo extrañaba. Sólo quería acabar con eso, pedirle a Kitsch que le apuñalase, o robarle una estaca a Seokjin con la que poder lesionarse.
Necesitaba escapar de sí mismo, porque no creía que pudiera volver a ser el mismo Jungkook de nuevo, y sin Kim Taehyung, sólo había oscuridad bajo sus párpados.
Jungkook se tropezó con alguien, y abrió los ojos algo ebrio, percatándose de un strigoi que clavó su mirada sobre él como si le apeteciese meterse en problemas.
Él retrocedió unos pasos, y estuvo a punto de disculparse, cuando un segundo tipo le agarró por el cuello trasero de su cazadora, y le amenazó con algo puntiagudo que se clavó bajo su omoplato.
—No es una estaca elemental, pero está bendito, y créeme que arde como el infierno —susurró en su oreja.
El pelinegro le miró de medio lado, revelando el aspecto de un strigoi con el cabello blanco tintado y rapado por ambos lados. El halo de sus ojos era de un azul índigo brillante.
—¿Qué he hecho? —dudó Jungkook permaneciendo muy quieto bajo el discreto agarre de ambos—. No quiero problemas, sólo nos hemos tropezado.
—Ya, verás, el tema es... —murmuró ladinamente—, que tu existencia ya es un problema.
«No podría estar más de acuerdo», se dijo a sí mismo.
Él se dejó arrastrar por su amenaza hacia fuera del club. Atravesaron el local por un lado distinto y desconocido, y subieron unas escaleras desoladas que dieron lugar a un humeante callejón oscuro exterior.
Puede que Jungkook estuviera algo ebrio, pero no tenía de tonto un pelo. Allí había una docena de strigoi, y entre alguno de ellos, reconoció al puñado que había visto antes de entrar al club espectro.
El tipo que le agarraba clavó su rodilla en uno de sus muslos.
—¡De rodillas! —exclamó de forma imperativa.
Jungkook sintió un pálpito molesto, pensando en que él no era el perro de nadie. Y a pesar de la probable aguja de verbena que amenazaba con clavarse bajo su omoplato, se reveló de forma tan inmediata como salvaje.
—Te voy a poner yo a ti de rodillas.
El azabache le dio un codazo que le deshizo de su agarre y en sólo unas décimas de segundo, volteó con una patada voladora que impactó en el estómago del strigoi, empujándole hacia el suelo con una enorme fuerza. La aguja de verbena se partió en el suelo derramando su líquido.
Si él hubiera sido dhampir, probablemente se hubiera partido la pierna tratando de patearle como lo había hecho. Pero en el maravilloso mundo strigoi, podía pelear como uno, y contra todos, como si fuera un condenado dios del infierno.
El grupo de vampiros se lanzó contra Jungkook por su réplica, y él contratacó con unas pupilas que se dilataron expandiendo su visión. Noqueó a dos más en unos segundos, saltó sobre el pecho de un tercero que se golpeó la cabeza contra el muro de ladrillo, y cayó en el suelo en posición defensiva, con un inesperado bufido vampírico que escapó de sus labios bajo los que asomaron unos amenazantes colmillos superiores e inferiores bien crecidos.
No planeó hacer eso último, pero se le escapó por puro instinto y se dijo a sí mismo que debía imponer lo suficiente, por la forma en la que las demás criaturas retrocedieron devolviéndole unos colmillos similares como felinos dispuestos a atacarle.
En cuestión de segundos, reparó en que se trataba de las sombras que envolvían sus piernas y le succionaban por momentos.
«Ups. Casi había olvidado que aún tenía aquel don que daba tanto mal rollo».
—Chad, ¿estás bien? —le preguntó una strigoi al tipo que le había sujetado y amenazado con la aguja.
Él se levantó con un elástico movimiento y miró a Jungkook con malas pulgas.
—¿De qué va este gilipollas? Te voy a arrancar los colmillos y te vas a tener que tomar la sangre con una pajita hasta que vuelvan a salirte.
—Calma, chicos... —la voz grave de alguien más llegó hasta los oídos del grupo—. ¿Era necesario ser tan agresivos con el nuevo?
Jungkook giró la cabeza como el resto, descubriendo a un joven strigoi de cabello largo y puntas de un azul eléctrico. Su brazo estaba tatuado, vestía de negro con pantalón rasgado por las rodillas, y debía medir algo más que él. Los demás se sosegaron cuando el tipo se aproximó al grupo, clavando sus iris oscuros en Jungkook.
—Siento la presentación, tío —emitió con una voz encantadora—. Relájate, nadie va a hacerte nada. ¡Sólo queríamos conocerte!
—¿Que me relaje? —dudó Jungkook con sarcasmo—. Me sacan del club amenazándome, me piden que me ponga de rodillas, y ahora me dices que, ¿me relaje?
—Oh, ¿en serio le habéis tratado así? —el muchacho apretó la mandíbula y gesticuló algo con Chad que acabó en un mascullo malhumorado—. Te dije que fueras más educado.
—¿Y bien? —insistió Jungkook entrecerrando sus párpados—. ¿Qué queréis de mí? ¿Quiénes sois?
—¿De ti? —repitió el otro, liberando unas carcajadas—. Verás, querido, estás en un territorio custodiado por los míos. ¡Sorpresa! —canturreó, serenándose posteriormente—. El pueblo de Lang y los alrededores están tomados por nuestro clan, y como comprenderás, resulta chocante que un strigoi que nadie conoce se mueva por aquí sin identificarse. ¿De qué clan provienes?
—¿Clan? —Jungkook esbozó una mueca.
—Oh, así que eres neo strigoi —concretó el hombre, pasándose una mano por la mandíbula—. ¿Quién te ha convertido? ¿quién está revisando tu periodo de transición?
Jungkook se vio sorprendido por sus preguntas, y titubeó levemente antes de responder.
—Fue un accidente —respondió con voz grave, sin dar más explicaciones—. Estoy con un dhampir.
—Sí, el tipo ese que te acompaña siempre —comentó astutamente.
—Perdona, pero, ¿quién se supone que eres tú? —formuló Jungkook sintiéndose confuso—. ¿Y qué es eso de que este territorio está custodiado?
El joven se acercó a Jungkook en son de paz, esbozando una media sonrisa.
—Está bien, creo que hemos comenzado con mal pie. Dejadme con él, tranquilos —dijo, echando un vistazo a los suyos y seguidamente volviendo a dirigirse a Jungkook—. Soy Yul, el líder del clan de Lang, ¿y tú?
El azabache dudó en ofrecerle su nombre, pero algo le hizo confiar en aquel «imbécil de puntas eléctricas» cuando el grupo de strigoi se dispersó, exceptuando al tal Chad de rapado blanco.
—Jungkook —pronunció.
Chad se relamió los labios, y le ofreció una disculpa sin apartar demasiado su orgullo. El joven la tomó, aunque no pudo evitar sentirse algo extraño por estar hablando con unos desconocidos, que además eran strigoi.
—¿Y qué mierda eres tú, Jungkook? —preguntó Yul con una increíble astucia.
No iba a dejar pasar eso de las sombras, por supuesto. Pero Jungkook tampoco iba a abrir la boca, así como así. A lo largo de la noche, Jungkook habló con Yul sobre el asunto de los clanes, y se dejó llevar por los pasos del joven, que le arrastraron hasta un sitio ubicado al exterior del pueblo Lang.
—Cuando un clan strigoi se asienta en un nido, procura controlar a los suyos y proteger el territorio de hostiles —le explicó Yul caminando a su lado—. Las normas son: no convertir a nadie, no hacer el gilipollas revelando la ubicación de nuestro hogar, y tener un mínimo de dos neuronas para no asesinar humanos y terminar atrayendo a los dhampir que quieren hacerse los héroes erradicándonos.
Jungkook descubrió un lugar subterráneo. Un antiguo búnker anti bombardeos, clásico del país surasiático. No estaba demasiado bien adornado, y sin duda, el clan de Yul carecía de un completo gusto por el orden, pero se dividía en un hall principal y varios extendidos pasillos con dormitorios y literas.
—Espera, sois algo así como, ¿unas hermanitas de la caridad? —ironizó Jungkook, creyendo que estaba de broma—. Venga ya. ¿Aquí es donde vivís todos? ¿Cuántos se supone que sois?
«¿Strigoi buenos?», se preguntó echándole un vistazo al hogar. En Revenant, Freyja le contó que los clanes se controlaban de forma autónoma como pequeñas mafias nocturnas. Pero ni de broma se había detenido a pensar realmente cómo funcionaban.
—Diecinueve. Tu rostro me hace pensar que esperabas algo así como un palacio moroi. Error. Odiamos a esos mequetrefes. —musitó Yul, levantando la mano en dirección a una pareja de strigoi que conversaban—. ¡Eh, buenas!
—¡Vaya! —celebró otra strigoi, acercándose a ellos—. ¡Así que has traído al nuevo! Hmnh. No está nada mal.
Su cabello era oscuro y ondulado, tenía la piel de un canela intenso, con labios gruesos. Su mirada oscura de halos rojizos, acarició a Jungkook en un notable coqueteo. Vestía unos pantalones de cuero, y un sencillo top negro con una chaqueta vaquera. Además, llevaba unos guantes de motorista que le recordó a los mitones de protección de dhampir.
—Soy Lin, encantada.
Jungkook movió la cabeza en señal de saludo, sin interesarse demasiado por la chica. Lo único agradable de estar allí era que no había ventanas y que el aroma a strigoi no irritaba su olfato como sí lo hacían las especies más vivas. Incluso estando allí, se sintió como cuando sólo era una dhampir sin problemas extendidos de olfato.
—¿Qué es eso de que no convertís a nadie? —le preguntó a Yul con cierta desconfianza.
—Los neo strigoi son molestos y usualmente nos meten en problemas al resto —declaró el tipo, guardando las manos en sus bolsillos.
Lin se largó con una mueca que evidenció que sobraba, y Yul continuó hablando mientras ambos retomaban el paso:
—Hasta hace poco, la comunidad nosferatu nos daba caza a los que intentábamos seguir viviendo de forma pacífica, así que, la mayoría de los nidos de Corea del Sur se establecen en zonas secretas, y todos nos encargamos de todos, buscando defender el bien común de nuestra raza —le explicó superficialmente—. Establecemos nuestras propias jerarquías, nos encargamos de nuestra alimentación individualmente.
—¿Y... no salís con nadie que no sea de vuestra raza?
—Oh, en los casos de relaciones románticas —dijo Yul en un tono gracioso—, establecimos un mínimo de dos años de relación con el humano o dhampir, antes de someter a una votación si puede ser convertido en strigoi o no. Ya sabes, los románticos empedernidos no creen poder seguir viviendo sin esa personita especial. ¡Huh!
Jungkook se detuvo brevemente, frente a una habitación desordenada con un par de literas. Aquello le recordaba a la academia, sólo que, más gótico y rockero.
—¿Y qué hay de los moroi? —preguntó por pura curiosidad, recordando que Taehyung era el único moroi inmortal a causa del quinto elemento.
—¿Moroi? —dudó Yul, esbozando una sonrisita—. Esos estirados nunca se relacionan con nosotros, llevo medio siglo sin ver a uno —arqueó una ceja, pensando fugazmente en algo—. ¿Qué? ¿No me digas que a ti te gusta uno de esos?
El azabache carraspeó levemente y desvió su mirada sin responder, fijándose en los detalles del lugar en el que se encontraban.
—Os protegéis entre vosotros como en una hermandad —razonó Jungkook en voz baja, paseando por delante de Yul—, pero, ¿también os relacionáis con otros clanes?
—Tenemos clanes hermanos —contestó con sinceridad, siguiéndole—, y otros que no son tan... amigables...
Jungkook captó la indirecta, pensando en que tal vez tenían algún enemigo.
—¿Qué hay de la alimentación? —le preguntó volviendo a mirarle—. ¿De dónde sacáis el racionamiento de bolsas de sangre?
—¿Bolsas de sangre? —Yul se rio abiertamente y sonoramente—. Nah, ya te he dicho que cada uno se encarga de alimentarse. Aunque a veces hay, ya sabes...
—¿Hay qué?
Su compañero strigoi se relamió los labios tratando de reprimir una mueca juguetona.
—Traemos a un buen servicio para darnos un festín —declaró con una mirada lasciva—. No somos hermanitas de la caridad por no matar, Jungkook, pero tampoco se nos olvida disfrutar de qué y quienes somos —le dijo—. Aquí, no importa nuestro pasado. A nadie le importa quién has sido antes, o qué te ha traído hasta este sitio.
—¿Y me traes aquí porque...? —pronunció Jungkook, percibiendo sus intenciones.
Sus ojos se encontraron significativamente.
—Sólo queríamos identificarte —reconoció Yul, acto seguido bajó la cabeza y se mordisqueó el labio—. Pero he visto qué eres capaz de hacer. No eras un humano antes, ¿verdad? Te movías como... uno de esos...
—Pensé que mi pasado no era importante —dijo el azabache afinando sus palabras.
—Y no lo es —concordó el otro strigoi—. Pero aquí todos nos protegemos entre nosotros, y después de cómo te he visto luchar... creo que me gustaría contar con alguien así. Eres neo strigoi, ¿verdad? ¿De dónde sacas ese autocontrol tan impresionante? —insistió con curiosidad—. Jamás había visto halos plateados en unos ojos.
Jungkook enmudeció, sabiendo que había demasiada información que no podía soltarle.
—Quiero preguntarte algo más —respondió en su lugar—. ¿De dónde sacáis todo ese dinero para... disfrutar de servicios sanguíneos?
—Mercados negros, por supuesto —contestó Yul sin darle mayor importancia—. Dime, Jungkook, ¿te unirás a nosotros?
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Un día después
Tras una dosis de entrenamiento, Jungkook entró en la casa sacándose la sudadera por la cabeza. Sus tirantes revelaron unos bíceps marcados, el tatuaje plateado que se extendía por todo su brazo derecho, y una fina capa de sudor en la base de su cuello. Intentaba reducir sus hormonas revolucionadas a base de ejercicio, por lo que se encontraba en una sesión que había durado más de dos horas. Su maldita y maravillosa naturaleza strigoi se lo estaba poniendo difícil cuando trataba de entrenar. Con su ayuda, Seokjin había colgado de un árbol un saco de boxeo con el que trató de medir la fuerza de sus puños. La primera ocasión que lo golpeó con la fuerza a la que acostumbraba a golpear desde siempre, lo mandó al bosque de al lado. Ahora se sentía como un Hércules redimido, trataba las cosas con más cuidado e incluso había dejado de arrancar grifos.
Pero no se trataba sólo de energía ilimitada, su dopamina y fantasías sexuales con la sangre se encontraban a flor de piel, y parecían haberse preocupado por atormentarle en sueños perturbadores.
A veces se despertaba como si algo agujerease su pecho, por lo que intentaba cerrar la entrada de aquel vínculo al máximo para no comprobar si esas lágrimas que arañaban su alma eran de Taehyung. No podía dejar de soñar con él, y eran mezclas perturbables basadas en caricias extensas, besos y mordiscos. También había soñado que Taehyung quemaba su piel como aquel sol bajo el que una vez se expuso.
Y se hubo terminado la última botella de Bourbon unas horas atrás, cuando le confesó a Seokjin que no podía dejar de pensar en Taehyung de una forma tan agridulce que le estaba perforando. Necesitaba besarle, hacerle el amor, morderle por todos lados, y comérselo de una manera preocupantemente caníbal que acabaría en tragedia.
Seokjin se atragantó con su copa cuando le escuchó, y estuvo a punto de lanzarle el hielo a la cara con tal de rebajar sus hormonas.
—Te dije que tu frustración también se incrementaría —trató de explicarle—. Estuviste enamorado de él, Jungkook, ahora todo eso... es una bomba de relojería...
—¿Te refieres a que, sólo pienso en sexo y sangre? —masculló Jungkook en tono sarcástico—. Buen apunte, no me había dado cuenta.
—Recuerda, el instinto de alimentación y reproducción es lo más básico en todas las especies —le informó Seokjin levantándose del sofá.
—¿Los strigoi somos infértiles? —le recordó arqueando una ceja.
—Ya, pero me da que tú no has perdido la esperanza por seguir intentándolo —bromeó levemente.
Jungkook bufó una risita, pensando que tal vez estaba en lo cierto.
—¿Qué tal tu salida anoche? —preguntó el dhampir repentinamente—. Al final no te pregunté nada, como te vi regresar tan tranquilo...
—Oh, bien. Todo bien —mintió Jungkook.
Prefería omitir el asunto de él emborrachándose en el club, peleando con una panda de strigoi hasta noquearles, y recibiendo la invitación del líder del clan para unirse a ellos, más una visita guiada por su nido. Si Seokjin se enteraba de algo, le arrastraría de los pelos a pesar de que él mismo fuese la criatura malvada entre los dos.
—¿Seguro? —dudó el mayor—. ¿No va a salir ningún desaparecido de Lang en las noticias?
Jungkook se mordisqueó el labio.
—Créeme, con la cantidad de strigoi que hay —argumentó en su defensa—, si alguien desaparece, no será por mi culpa.
—Como tú digas. Me largo a la cama —declaró Seokjin.
Y el strigoi se quedó a solas planeando aprovechar las últimas horas nocturnas para hacer algo de ejercicio. Un buen rato después, ahí estaba, haciendo una bola con su sudadera y lanzándola a un lado.
Se acercó al refrigerador y tomó una bebida fría. Abrió la lata con un ruido seco y tomó un largo trago por el puro placer de hacerlo. Su nuez se movió en el par de tragos que duró el refresco, y después de ello, se dispuso a agarrar una bolsa de sangre como recompensa.
Desenroscó la válvula de salida, y clavó una caña de plástico para saciar su apetito. Abandonó la cocina tranquilamente, dando cortos sorbos a la sangre. Se dejó caer en el sofá del enorme salón repantingado, y con un suspiro pensó en coger el mando para encender la televisión y ver algún absurdo noticiario de esos que comenzaban a emitir a las seis de la mañana.
Sin embargo, Jungkook percibió una sombra en su visión periférica. No movió la cabeza, pero sus instintos eran demasiado poderosos como para no notarlo. Su olfato le reveló: era dhampir. Tan silencioso, que casi no había reparado en él hasta hacía medio segundo.
Había estado tan relajado, ni siquiera se había percatado de que llevaba ahí más minutos de lo que presuponía. Jungkook ladeó la cabeza buscándole. Sus pupilas se dilataron levemente, observando la instancia. Un par de rústicas lámparas doradas encendidas, la chimenea apagada, un extenso salón con columnas de madera que daban a la escalera del primer piso.
Jungkook se levantó del sofá sabiendo quién era. Tal vez no lo esperaba semanas después de lo sucedido. Quizá creyó que nunca iba a cumplir su promesa; pero Park Jimin siempre cumplía lo que le prometía.
El dhampir saltó sobre él desde la penumbra, tomándole por sorpresa. Jungkook detuvo su brazo en el aire con unos reflejos impresionantes, frenando la embestida de la estaca que se dirigía a su pecho. Sus iris conectaron en esas décimas de segundo. Jimin estaba furioso, con unas lágrimas brillantes envolviendo sus globos oculares.
—Jimin... —pronunció Jungkook en un susurro.
El dhampir contraatacó la forma de decir su nombre con una patada baja que golpeó su abdomen. Jungkook se tambaleó, y cayó al suelo con la llave que hizo en sus piernas. El dhampir subió sobre su espalda, el pelinegro trató de detenerle sin hacerle daño, aún tenía miedo de su propia fuerza y sabía de primera mano lo fácil que era para un strigoi lesionar a un dhampir.
Jimin rodó hacia un lado cuando se liberó hacia él, pero chilló y volvió a enzarzarse con el joven strigoi, con Jungkook parando su mano y esquivando los intentos por estacarle de Jimin.
Un puñal se clavó entre sus costillas, y Jungkook liberó un jadeo que le dio unos segundos de más a su compañero. Se sacó el puñal de las tripas e intentó frenar su próximo movimiento. Conocía a Jimin: él era ligero y rápido, hacía buenas llaves con sus piernas, era capaz de cambiar de arma y sacar elementos extras de su cinturón sin que apenas se diese cuenta.
Y ahí estaba, intentando matarle, tal y como le había prometido que lo haría. No dudaba ni un instante, no percibió ni un temblor en sus manos, y sus ojos estaban cargados de coraje.
Su rodilla se clavó en su pecho, y la estaca rozó su hombro quemando la piel de Jungkook.
—Jimin —exclamó Jungkook, agarrando su brazo con la suficiente resistencia como para dejarlo estático—. ¡Jimin!
Jimin le miró desde arriba, con los ojos inyectados en sangre y una vena marcada en su frente. Jungkook sintió su propia herida cerrarse lentamente bajo la puñalada que manchaba su camiseta de sangre.
—¡Hijo de puta! —chilló el dhampir—. ¿¡Sabes el daño que le hiciste a Taehyung!? ¿¡Sabes todo lo que estoy soportando!? ¿¡¡¡Y crees que me quedaré de brazos cruzados hasta que mates a Yoongi!!!?
El strigoi abrió los ojos, observándole desde abajo. Percibió el dolor y el odio de Jimin en sus venas, sintiéndose torturado.
—Debí haber acabado contigo cuando pude hacerlo —se lamentó Jimin con voz rasposa, entrecerrando los párpados—. Jamás tenía que haberte dejado salir del ministerio.
—Yo no quiero matar a Yoongi, ni a nadie —jadeó Jungkook—. Lo siento...
El azabache deslizó su rodilla hasta su pecho, y empujó a Jimin hacia atrás para quitárselo de encima. El dhampir cayó de espaldas y la estaca se escurrió de su mano rodando hacia otro lado.
Jungkook se incorporó en el suelo recibiendo una segunda embestida de su compañero. En esta ocasión, rodó con Jimin por el suelo y se deshicieron el uno del otro, posicionándose nuevamente a unos metros.
—¡No escaparás! —vociferó el dhampir.
Jimin se mantuvo de rodillas y le lanzó una rápida daga que acabó clavada en una columna de madera, centímetros por encima del hombro del Jungkook.
El pelinegro se levantó lentamente y miró el arma de soslayo, considerando que era el primer mal lanzamiento de Jimin en años. El dhampir rebuscó una segunda estaca en su cinturón rápidamente. Sus ojos estaban a punto de estallar en lágrimas, y el strigoi se aproximó a él a un paso tan lento que Jimin se sintió desconcertado.
Jungkook comprendió su dolor, su horror por haberse convertido en quien era ahora. Él también se sentía así de vez en cuando. Pero Jimin estaba fallando, y seguía haciéndolo mientras se debatía en matarle o no. «¿Acaso tenía dudas por algo?».
El pelinegro clavó una rodilla frente a él, posicionándose a la altura de su compañero dhampir y contemplando sus ojos. La mano de Jimin desenfundó una segunda estaca que apretó con fuerza entre sus dedos.
—¿Quieres cumplir nuestra promesa? —preguntó Jungkook en voz baja.
En sus ojos sólo encontró que él era el enemigo a batir. Todo lo que había odiado y temido durante años, desde que les criaron en la academia y les adiestraron como guardianes y guerreros.
Jungkook extendió los dedos y alcanzó la mano que sujetaba su estaca, el leve roce de sus manos y la distinta temperatura de sus organismos, erizó la piel de su compañero. Sin embargo, él se quedó estático, sus iris castaños se clavaron sobre el eclipse oscuro y plateado de los ojos del strigoi mientras atraía la estaca empuñada por sus dedos hasta su pecho.
El pelinegro orientó la punta a un lado de su esternón, punzando el afilada arma de madera cargada sobre su pecho. Si Jimin presionase en ese instante, entraría por su carne y esquivaría los huesos, logrando perforar su corazón.
No obstante, ninguno se movió entonces.
—Hazlo —suplicó Jungkook los posteriores segundos—. Ahora puedes hacerlo. Sólo... hazlo.
Jimin entornó sus ojos y se fijó en él. La mano derecha del pelinegro sujetaba la estaca y su mano con suavidad, donde su tatuaje gemelo se encontraba junto al del strigoi. Jungkook soltó su mano en señal de sumisión, esperando que lo hiciera. La mirada de Jimin se alzó y conectó con la suya, con una brillante lágrima derramándose desde la comisura de sus ojos.
—¿Tienes miedo a morir?
El pelinegro necesitó unos instantes para responder, pero ni siquiera pestañeó cuando lo hizo.
—Lo intenté hace poco —respondió—. Seokjin me detuvo.
La mano de Jimin se volvió temblorosa, presionando suavemente el pecho de Jungkook con la punta de la estaca.
—¿Intentaste... suicidarte? —preguntó en voz baja.
—El sol es mi única herramienta —expresó Jungkook—, para liberarme de esta condena.
Jimin parpadeó y entrecerró sus ojos mirándole significativamente.
—¿Sigues ahí dentro? —dudó el dhampir.
Jungkook no le dio una respuesta directa, pero bajó la cabeza y suspiró algo:
—No os recordaba al principio, intenté reprimir mis antiguos lazos afectivos —confesó—. Quería desconectar mis emociones... sobrevivir...
—Pero no lo has hecho —intervino Jimin, cerciorándose de ello.
—Ataqué a Taehyung —pronunció Jungkook atormentado—. Me odia, ¿verdad? Tú también lo haces... por eso... mátame. ¿Qué importa, Jimin? Acaba con esto de una vez, sabes perfectamente lo que nos prometimos hace tiempo, yo...
Jimin resistió su pulso sobre su pecho, escuchando sus dolorosas palabras y apretando los párpados para borrar el dolor reflejado en los ojos de su compañero.
—Si hay alguien que debe hacerlo, prefiero que seas tú —repitió Jungkook en una súplica.
El dhampir abrió los ojos y miró el tatuaje de su brazo. Se relamió los labios con nerviosismo, sintiendo cómo su corazón bombeaba con fuerza en sus oídos.
—¿Recuerdas cuando éramos pequeños? —preguntó Jimin en un hilo de voz.
—¿Qué... parte?
—Cuando te esforzabas por ser el mejor en las tablas de puntuaciones —expresó Jimin, evocando sus recuerdos—. Estabas tan preocupado por no llegar al nivel que se requería, que te tirabas noches enteras entrenando, con callos en los pies y heridas en las manos, a pesar de que te vendases los dedos.
—Sí. Lo recuerdo.
—Las agujetas eran insoportables, Hyun Bin nos humillaba en cada clase...
—¿Hubo algún momento en el que Hyun Bin no nos humillase? —rebatió el pelinegro alzando una ceja.
—Por eso me hice tu amigo —confesó Jimin—. Lo reconozco, te envidiaba. Llegaste tarde a la academia y creciste tanto en unos meses, que pensé... este imbécil va a ser como Sihyun, un bocazas que se pisa su propio ego —añadió rodando los ojos—. Sin embargo, eras bastante introvertido. Excepto... conmigo.
El strigoi bajó la cabeza.
—¿Por qué me diste esa oportunidad, Jungkook? —preguntó su compañero—. ¿Por qué me elegiste como tu amigo?
—Porque... era fácil saltarse las reglas contigo —meditó el pelinegro—. No parecía importarte mi lado menos amigable, y confiabas en mis palabras cuando te conté lo del accidente. Además, esa noche en segundo, cuando estaba entrenando...
—Entré en el gimnasio y te sugerí saquear la despensa —finalizó Jimin con voz lejana y una tímida sonrisa—. Ya, fue una excusa para que parases un rato. Funcionó, creo.
Jimin apartó la estaca de su pecho y enfundó el arma en su cinturón, renunciando a su cometido.
—Esto... nos une —pronunció el dhampir señalando su tatuaje—. ¿Sabes por qué, Jungkook?
El pelinegro guardó silencio, observando sus cálidos ojos castaños.
—Porque siempre hemos estado juntos —declaró Jimin con emoción, remarcando sus palabras—. Siempre, siempre. No importaba los problemas, siempre salíamos juntos de ello. Incluso cuando pasó lo de palacio... Jungkook, créeme, desearía poder matarte —liberó su aliento—. Pero incluso entonces, en la última planta del maldito ministerio nosferatu, hubiera temblado intentando hacerlo. Porque no puedo... no puedo...
Jungkook no pudo evitar que sus lágrimas se desbordasen mientras Jimin se rompía.
—Por favor —suplicó el dhampir—. No hagas que me arrepienta de esto... porque no sólo tendré que cargar en mis hombros tu muerte, sino la de la persona que te lleves.
—No lo haré —le prometió el pelinegro—. Estoy esforzándome.
Jimin le abrazó y hundió su rostro en su hombro. El strigoi permaneció estático, de rodillas, incapaz de abrazarle por el temor a hacerle daño. Dejó de respirar esos segundos, evitando captar su esencia mortal y el crecimiento de sus colmillos.
—Gracias —musitó Jungkook junto a su oreja—. Te he extrañado.
Jimin se distanció de él frotándose la nariz con la manga y sorbiendo sus lágrimas, se levantó del suelo lentamente a su lado y ambos volvieron a mirarse en unos segundos más.
—¿Estás bien?
—Sí —asintió Jimin—. Pero he sido un capullo con Taehyung, y le he hecho daño a Yoongi.
—¿Cómo está... Tae? —formuló Jungkook con timidez.
—Taehyung... trastornado —contestó Jimin con un hilo de voz—. Lleva semanas sin dormir bien, se salta casi todas las comidas y ha dejado de sonreír desde que te fuiste.
Jungkook sintió una aguda punzada atravesando su pecho.
—Todas las responsabilidades políticas de su familia han recaído sobre él —prosiguió el dhampir—. Revenant le ofreció un puesto como miembro del Concejo, pero el estado nosferatu quiere firmar un pacto de coalición si él toma la corona.
—No permitas que se acerque a mí... le haré daño —masculló Jungkook, temiendo lo peor—. Seokjin me dijo que todo lo que siento se ha amplificado, pero soy un neo strigoi, y me debato entre quién soy y mis instintos... me sentí confuso cuando le vi, y le culpé de cosas que...
Jimin suspiró sonoramente ante su silencio.
—¿Aún le quieres? —preguntó de forma directa.
El pelinegro tardó unos segundos en responder, y sólo lo hizo asintiendo con la cabeza. Se guardó para sí mismo que «querer», era excesivamente ínfimo si trataba de razonar todo lo que sentía por él.
—Pues tendrás que decirle tú mismo que no vuelva a intentar verte —gruñó Jimin, gesticulando—. Yo lo he intentado, pero sabes perfectamente cómo es. Tiene la fuerza de un meteorito. Cuando a ese maldito moroi se le mete algo en la cabeza, es capaz de morir antes de pensar un poco en sí mismo.
—¿Que dices? ¿Él...?
—No te odia, Jungkook —expresó el dhampir sin tapujos—. Ojalá lo hubiera hecho, créeme. Pero tiene pesadillas con Xiumin, su familia, el trono... y también contigo. Ya no me cuenta de qué tratan, pero duermo con él y no hay noche en la que no se despierte llorando, o termine encerrándose en el cuarto de baño. Tampoco quiere regresar a Revenant, y no ha pisado vuestro apartamento desde que tú... moriste.
Jungkook se sintió más horrible que nunca, su vello se erizó escuchando aquella información y no pudo pronunciar ni una palabra. «¿Taehyung tenía esas secuelas después de lo sucedido? ¿Soñaba con él?».
El strigoi se sentó en una butaca y hundió su rostro entre las dos manos, detestándose más que nunca. Ni siquiera podía comunicarse con él para confortarle. No se sentía capacitado para verle en persona de nuevo, pero sólo pensaba en cómo sería poder envolverle entre sus brazos y prometerle que no iba a volver a hacerle daño. Pero, ¿cómo podría hacer algo así? Era un maldito strigoi, que no merecía la presencia de aquel ángel.
Jamás podría volver a mirarle a los ojos tras haberle estrangulado. No podía soportar el dolor que quemaba sus venas, sabiendo que Taehyung le tenía miedo. Rompía su paciencia saber que no estaba comiendo bien, y que no podía dormir tranquilo.
—Dile que no me acercaré a él, por favor —musitó Jungkook—. Jamás volveré a hacerlo. Cuida de Taehyung, Jimin, te lo suplico.
Jimin percibió el dolor de Jungkook en sus palabras, y evitó decirle nada más. Su tormento se veía amplificado por su organismo strigoi y no deseaba que perdiese la paciencia por ello. Él se sentó en el sofá clavando los iris castaños sobre el chico, y considerando que, a pesar de que su aspecto hubiese variado, seguía siendo su amigo.
—Se lo diré, te lo prometo —dijo Jimin—. Además, le debo... más de una disculpa... y tú recupérate, ¿de acuerdo? —le lanzó repentinamente, recuperando su ánimo—. Siempre has sido un testarudo, así que utiliza esa fuerza de voluntad que tienes y equilíbrate. No me importa si eres un jodido strigoi o... mi parabatai.
—Siempre seré tu parabatai, Jimin —dijo el pelinegro—. No importa si soy dhampir o no. Jamás romperé nuestra lealtad.
Jimin bajó la cabeza con timidez, y asintió sintiéndose muy feliz interiormente.
—Yo también lo seré —concordó el rubio—, siempre.
Jungkook esbozó una suave sonrisa, y se levantó de la butaca echándole un vistazo al salón. Una silla volcada, un puñal lleno de sangre en el suelo, una estaca bajo la mesa y una daga clavada en mitad de una columna. Por no destacar que su camiseta se encontraba agujereada y manchada de sangre seca por una herida ya esfumada.
—Será mejor que recojamos esto antes de que Seokjin vea la que has liado —dijo el pelinegro—. ¿Sabes que esta casa es de la familia Jung?
Jimin soltó una risita, se levantó y recogió el puñal que limpió con un pañuelo de tela. Jungkook agarró la estaca del suelo y la sostuvo entre sus manos, comprobando la nula vibración entre sus dedos. El arma elemental ya no respondía a su mano, y de alguna forma, pensó que lo extrañaría, a pesar de que ya no lo necesitase.
—Ten —se la ofreció a Jimin y él se la guardó en el cinturón.
—Por cierto, me gustan tus nuevos ojos —declaró su amigo, guiñándole coquetamente.
Jungkook exhaló una sonrisa.
—Me siento extraño en el espejo —confesó pasándose una mano por el cabello—. No me acostumbro, es como si... algo más en mí hubiera cambiado, pero no sé el qué...
Jimin se cruzó de brazos observándole. Se sintió repentinamente celoso por su aspecto de felino alargado.
—Creo que me arrepentiré de decir esto —pronunció el dhampir—: ser strigoi te ha vuelto asquerosamente sexy, ¡quiero vomitar! —soltó teatralmente—. ¿Era necesario que estuvieras aún más bueno que antes? ¿Tienes la voz un tono más grave, o me lo parece a mí?
—Intentaré no decirle a Yoongi la próxima vez que le vea —bromeó Jungkook con una sonrisita—, que crees que estoy muy bueno.
Jimin negó con la cabeza, frotándose la sien con unos dedos.
—¿Pero qué mierda? —chilló Jin desde la otra punta del salón—. ¿Qué coño? ¿Qué carajo? ¡¿Qué estás haciendo tú aquí?!
Los iris del mayor fueron a parar desde Jimin a la daga incrustada en la columna, hasta finalmente a la camiseta blanca y manchada de sangre del pelinegro.
—Eh, ¡yo también me alegro de verte, Jin! —ironizó Jimin.
Jungkook agarró su sudadera del suelo y se la echó por encima del hombro. Pasó por el lado de Jin despreocupadamente, deteniéndose para mencionarle algo.
—Voy a darme una ducha, apesto —emitió Jungkook—. ¿Le dejarías a Jimin desayunar con nosotros?
—Pero, ¿cómo diablos...? —preguntó perturbado.
—Ah, no te preocupes. Venía a matarme —agregó el strigoi—, pero ya lo hemos solucionado.
Jimin se encogió de brazos, y arrancó la daga de la columna con un movimiento en seco.
—Tiene razón —proclamó sin pudor.
Seokjin frunció el ceño y miró fijamente a Jimin.
—Habéis manchado de sangre la moqueta, y agujerado esa columna —indicó Seokjin—. Cuando Hoseok me pida explicaciones, le diré que es tu culpa. Te enteras, ¿Park Jimin?
Jimin se rascó la nuca con una sonrisita tensa.
—Captado, capitán.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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