Capítulo 5
Capítulo 5. Cenizas a las cenizas, polvo al polvo
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Jimin le dio una patada a una rueda del coche.
—¡Me cago en la puta! —gritó furiosamente—. ¡Sabía que no teníamos que haber venido hasta aquí! ¡Lo sabía!
—Taehyung... ¿Estás bien? Respira... —masculló Namjoon acariciando la espalda del moroi—. Entremos en el coche, antes de que el sol nos afecte.
El ojiazul ni siquiera le miró, estaba demasiado conmocionado como para decir ni una palabra. Tenía los ojos rojizos y brillantes, la boca seca y la respiración entrecortada. Apenas podía respirar por la presión que habían ejercido en su cuello.
—No esperaba que Jungkook reaccionase así —expresó Hoseok—. Lo lamento, creo que la idea de Seokjin ha sido algo... precipitada... tal vez debería haberlo hablado con él antes. Pero al menos, no ha sido nada demasiado grave.
—¿Esto no te parece grave? —escupió Jimin de malas maneras—. ¡Le podía haber partido el cuello!
Hoseok desbloqueó el coche e ignoró al malhumorado dhampir. Jimin se agachó frente a Taehyung, comprobándole. El moroi tenía las marcas de los dedos de Jungkook en el cuello, como si fuera un collar rojizo y brillante. Los hematomas de sangre sobre la piel hundida a causa de sus uñas, comenzaron a secarse y regenerarse lentamente, y mientas tanto, Taehyung perdió la voz por la hinchazón de cuerdas vocales y su garganta ardía hasta tragando saliva.
—Y todo esto es por esta puta gilipollez de tener que venir a verle —manifestó el dhampir incorporándose—. El bicho que está ahí adentro ya no es Jungkook. ¿Os dais cuenta de que jamás teníamos que haberle traído? Podía haber sido peor si yo no estuviera aquí, ¡podía haber sido mucho peor si Seokjin no hubiera ayudado con el espíritu! —jadeó encolerizado—. ¡Y menos mal que ha intentado estrangularle, en vez de degollarle con esos enormes colmillos!
Todos permanecieron en silencio, y Jimin le instó a Taehyung entrar al coche para refugiarse de la luz solar. Todos entraron del vehículo poco después, con la tensión a flor de piel y un silencio perturbador.
—Yo tampoco esperaba esto —añadió Namjoon entrando por el lado contrario a Taehyung, y razonando rápido—. Será mejor que nos movamos de aquí, busquemos un lugar de alojamiento antes de que la luz solar nos debilite, y esperemos a que el Concejo redacte su orden de reunión. Se celebrará una cumbre en Seúl dentro de una semana con la comunidad nosferatu, y creo que deberíamos... esperar en la ciudad...
Taehyung comenzó a llorar silenciosamente, y el hipeo del moroi alertó a Jimin, quien acababa de sentarse de copiloto delante de él.
—Genial. Encima tenemos que quedarnos en esta ciudad de mierda, ¿acaso alguno de nosotros participa activamente en esa cumbre? —gruñó el dhampir—. ¿A quién mierda le importan los asuntos políticos ahora?
—A mí —inquirió Hoseok sosegadamente, colocándose unas gafas de sol sobre la mascarilla oscura que utilizó como cubrebocas—. Representaré a la familia Jung del estado nosferatu. No es la única familia que quiere asistir a la cumbre para lograr un pacto de reconstrucción.
—Y Taehyung ahora es un miembro ... —murmuró Namjoon, acariciando su espalda mientras el moroi lloriqueaba.
—¡No voy a ir! —negó en rotundo el ojiazul, levantando su rostro lleno de lágrimas—. ¡No quiero saber nada más de este mundo! ¡No quiero participar!
—Tae, aceptaste participar como miembro del Concejo antes de abandonar Revenant —sermoneó Namjoon, tratando de no ser demasiado duro—. Sabes que no puedes retirarte ahora. La comunidad te necesita, eres el heredero.
—Déjale en paz, Nam —pronunció Jimin con una voz muy seria, y seguidamente se cruzó de brazos creyendo comprender el estado de Taehyung—. Está destrozado. ¿No lo ves?
Namjoon bajó la cabeza y se mordisqueó el labio.
—Puedo... intentar sustituirle... —mencionó en voz baja el peliblanco—. Creo que está permitido que los miembros propongan un sustituto en caso de indisposición.
—Entonces, os venís conmigo —dijo Hoseok, encendiendo el motor del auto—. Tengo un hotel que nos servirá como alojamiento en el centro de Seúl. El Palace aparenta normalidad frente a la comunidad humana, pero hasta el director es moroi. ¿Cuánto tiempo lleváis sin degustar a un proveedor?
Hoseok comenzó a conducir y se alejó de la casa europea. Namjoon pasó un brazo sobre los hombros de Taehyung, y le acurrucó bajo su ala tratando de prestarle su apoyo.
—Lo siento, Taehyung —le dijo en voz baja.
Taehyung no volvió a levantar la cabeza, y no dijo nada más.
«¿Qué significaba el ataque de Jungkook?», se preguntó. «¿Había dejado de amarle? ¿Le culpaba de su muerte? ¿Le odiaría el resto de sus días?».
En media hora de trayecto, entraron a la ciudad de Seúl y Hoseok se dirigió al Hotel Palace del que les hablaba. Salieron del coche cuando aparcó en el parking privado, detestando la molesta luz solar, y en el hotel, adquirieron gratuitamente (gracias a Hoseok) varias habitaciones de lujo y una suite para descansar las horas de la tarde.
Jimin insistió en la suite doble en voz baja, mirando de soslayo a Taehyung, quien se encontraba a unos metros de la lujosa recepción.
«Después de lo que había pasado, no pensaba dejarle solo», se dijo el dhampir.
—Ten, y esta para ti —Hoseok repartió las llaves a Jimin y a Namjoon, más un par de tarjetas doradas—. Si decidís volver a Revenant, podéis devolver la llave en recepción. El servicio de habitaciones pasa a las 12 a.m., y podéis acceder al de proveedores a cualquier hora, si ofrecéis la tarjeta discretamente en la zona restaurante.
Jimin tomó su llave y tarjeta para Taehyung, se retiró de los dos moroi, y fue a por el ojiazul para agarrar su muñeca.
—Vamos.
Taehyung le siguió en silencio, tomaron un ascensor a alguna de las plantas superiores del hotel, y se metieron en la suite como una pareja de enamorados cuya luna de miel no podría existir jamás. La suite era enorme, con tonos en crema y oro, una diminuta cocina, una zona de estar con dos butacas, mesa baja y alfombra, y una mullida cama doble al fondo. El moroi se sentó en el borde de la cama en silencio, y Jimin saqueó el mini bar desconsideradamente, tomando una botella de licor y abriéndola con uno de sus cuchillos de plata.
Bebió directamente de la boquilla, y abandonó la botella en la mesa cuando vio a Taehyung acurrucándose sobre la almohada. Él se inclinó en el borde con el aliento ardiente de alcohol, y pasó unos dedos por los mechones de su cabello. Clavó una rodilla en la cama y le abrazó por encima, guardando silencio.
Él también estaba destrozado, pero necesitaba ser el guardián entre ambos. El duro, el frío, el que insultaba y deseaba patear a Jungkook. Él no tenía un anillo para adorar, ni una promesa de amor eterno por la que seguir llorando. Él sólo sentía rabia, ira.
—Duerme un rato, debo llamar a Yoongi —dijo Jimin, dejándole descansar en la cama.
Sacó el teléfono de su bolsillo y agarró la botella de nuevo, la cual se propuso vaciar en varios tragos más mientras observaba la exquisita ciudad de Seúl a través de una amplia ventana de doble cristal. Habló con Yoongi sobre lo sucedido en voz baja, y se reprimió sus lágrimas a base de coraje. El humano se mostró preocupado, especialmente por saber que se demorarían algo más de una semana en volver a Revenant, teniendo en cuenta que debían asistir a la cumbre, y tal vez, entrar y salir tanto de la montaña era un despropósito para los refugiados, y las medidas de seguridad que había establecido la ciudad subterránea.
—¿Estarás bien, seguro? —dudó Yoongi con un suspiro que traspasó el auricular de su teléfono.
—Sí. Cuídate, ¿de acuerdo? No sabes... todo lo que te necesito... —le pidió Jimin apretando el cuello de la botella entre sus dedos—. Te quiero.
—Y yo —reconoció el pelinegro por primera vez, con un tono mucho más dulce—. Llámame mañana, por favor.
El vello de Jimin se erizó en su nuca, y asintió con la cabeza como un tonto en vez de contestar con un «sí» o «lo haré» alto y claro. Cuando la llamada se cortó, se lamentó con una sensación agridulce, deseando haber podido escuchar cómo se lo decía a la cara.
Taehyung oyó su conversación por teléfono, por mucho que hubiese intentando no escuchar cada palabra con su fino oído moroi. Se sentía triste por Jimin, pero su propio corazón estaba más partido que nunca. Tanto que, incluso le raspaba escuchar las palabras «te quiero» en la lengua de alguien, mientras su garganta palpitaba en su recuperación y su alma se fracturaba clavándose en su pecho.
«¿Por qué, Jungkook?», pensó Taehyung, aferrándose dolorosamente al borde de unas sábanas sin destapar. «¿Por qué?».
Que el dolor de su cuello persistiera sólo le hizo sentirse aliviado, encontrando un punto de dolor externo al de su corazón. Sus ojos derramaron lágrimas saladas mientras sus iris vacíos se clavaron en la nada.
«¿Cuántos años necesitaría Jungkook para que le dejase de odiar?», pensó con masoquismo. «¿O quizá... aquello era el final de su relación? ¿Para siempre?».
Jimin se sentó a su lado viéndole temblar y escuchando su sollozo como el de una cría abandonada que trataba de reprimir su llanto.
Si él no lo hacía, era porque acababa de emborracharse hasta con la última gota de una botella de vino tinto que le hizo sentirse tan relajado como en una tarde de verano. Y bendito vino. El dhampir cubrió a Tae con una manta que sacó de algún lado, y observando a su espalda tiritar, terminó recostándose con las mejillas febriles a su lado, abrazando su espalda con un brazo y su cintura con una pierna a modo de koala.
«Estaban destruidos, pero Jungkook pagaría por ello tarde o temprano», se dijo Jimin.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
El strigoi no durmió durante el resto de horas solares, y tampoco lo hizo en toda la noche. Algo raspaba en su pecho y arañaba su alma dolorosamente mientras las horas nocturnas transcurrieron. La culpabilidad por lo que había hecho le atormentó: los ojos de Jimin declarándole la guerra, Namjoon llevándose a Taehyung.
«Taehyung... su Taehyung».
Su mente se vio invadida de recuerdos contra los que se había protegido de un dolor incuestionable. Una biblioteca nocturna, donde la llama de los candelabros acompañaban a sus dedos pasando unas hojas mientras él le observaba. Tenía quince años, o puede que menos, y Taehyung le ayudaba a estudiar porque él no sabía cómo concentrarse cuando leía más de un párrafo seguido.
Sólo eran niños cuando se conocieron. Y la confianza floreció entre ellos poco a poco, después de aquella noche que tiró del cordón que ahora arañaba su pecho, encontrándole manchado de sangre en un cuarto de baño. Un paseo por el bosque y un beso en la mejilla. Su primer roce de labios tan prohibido como secreto. Un encuentro en un salón de baile, en el que se quedó sin aliento. Unas manos entrelazadas mucho más tarde, con un roce de piel frente a una cálida chimenea.
Si Taehyung era culpable de algo, fue de robar su mente, su alma, y su corazón. Él siempre le había valorado, le había respetado y cuidado al margen de lo prohibido que una vez estuvieron sus sentimientos. Le había amado incluso cuando no sabía cómo decírselo.
Se había enamorado de él durante su adolescencia, mientras cometía gamberradas con Jimin, y Namjoon les apoyaba intentando que nadie les castigase.
Había observado el cielo nocturno tumbándose en los terrenos de la academia a su lado, escuchando a Taehyung hablar de un cielo bajo el que él se había sentido ciego hasta entonces. Soñaba con escapar, y él se dejaba llevar por la emoción del moroi en esos momentos, creyendo que, si lo hiciera, estaría a su lado.
Taehyung no le había sacrificado, ni utilizado como una marioneta. «Él era su corazón. Su ángel». ¿Cómo podía no haberle reconocido? ¿O haber pensado que era un farsante?
Jungkook jadeó, recordando docenas, cientos de momentos vibrantes clavándose en su ser.
Nadie le había obligado a hacer lo que hizo, nadie le obligó a tomar las decisiones que tomó. Taehyung le había suplicado innumerables veces dejar atrás a la comunidad nosferatu, él quería protegerle, sólo quería ser feliz a su lado.
«Y, sin embargo, se había convertido en un monstruo», pensó. «Una bestia que le había mirado a los ojos mientras le estrangulaba, y se había manchado las uñas con su sangre, deseando que su vida se apagara».
Fue horrible recuperar su consciencia y la magnitud de sus sentimientos. Había estado protegiendo a Taehyung por años, de algo en lo que él mismo se había convertido. Si cerraba los párpados, podía escuchar la resonancia de la noche que gritó su nombre sintiendo como el vínculo se fracturaba. Le escuchó gritar en su cabeza, mientras la vida se extinguía en sus venas por culpa del veneno.
Las manos de Jungkook temblaron, mientras sus ojos se llenaban de unas condensadas lágrimas de dolor. Eso era lo que escondía en su pecho: saber que podría matarle sin escrúpulos. Sentir tantas cosas, que volvería a descontrolarse como una avioneta con alas partidas precipitándose desde el cielo.
Jungkook pensó que se volvería loco cuando su desprecio por sí mismo se amontonó en su pecho, su sufrimiento, nervios, amor atormentado. Taehyung abrazando su espalda, subiéndose sobre él, vendando su muñeca, agarrando su mano, entrenando hasta enfurruñarse y besándole con una emoción desbordante. Podía fundir sus pupilas en las suyas hasta derretirse, dejarse cegar por su forma de fénix alado, limpiar su nariz sangrando, alimentarle, jurarle su amor eterno y convertirse en uno en una noche apasionada.
El strigoi se preguntó cómo podría volver a mirarle a los ojos después de lo que había hecho, cómo podría permitirse rozarle si era capaz de romper el mobiliario debido a que aún no sabía cómo regular su fuerza. ¿Cómo podía acercarse a él si siempre estaba sediento por más sangre?
«Si no hubiera sido por Jimin y Seokjin», se dijo, «le habría matado. Taehyung nunca había deseado atacarle con su elemento, y tampoco se había defendido de él en esa ocasión».
Los ojos de Jimin le habían arrojado a Jungkook su sufrimiento, su ira por lo que había hecho. No iba a perdonarle. Conocía al dhampir perfectamente y jamás le perdonaría. Jungkook recordó la promesa que una vez se juraron la noche de la fiesta en palacio. Y por el tatuaje de parabatai que les unía... Jungkook lo sabía: Jimin intentaría matarle, sin segundas oportunidades.
Él jadeó derramando unas lágrimas dolorosas, y recordando su obsesión por la sangre. ¿En qué se había convertido? ¿Por qué deseaba tanto disfrutar de la noche? ¿Por qué su instinto le insistía en evadir sus sentimientos humanos? ¿Podía seguir viviendo, pensando que Taehyung ahora sabía que era un monstruo?
En el frío amanecer que se levantaba en el horizonte, Jungkook se sirvió una última copa de Bourbon. Se llevó el cálido líquido a los labios, el cual saboreó en su boca y le calentó en la bajada por su esófago. Paseó plácidamente por el gran salón, acariciando con los dedos el borde de un sofá de terciopelo que agradaba a su tacto. El tic tac de un reloj marcaba la hora en la que se aproximaba la llegada del astro solar aclarando el cielo. Él tiró de la cortina, contemplando el exterior de la casa a través de uno de los ventanales y esperando a que el amanecer le juzgara como el demonio que era.
«Era la única forma de detenerse a sí mismo», pensó Jungkook, «la única manera que tenía de frenar una existencia que no quería vivir sin el amor de su vida, y que le convertiría en un asesino tarde o temprano».
El sol comenzó a nacer como una bola de fuego dorado en el horizonte, caliente y tímido, diluyendo el tono índigo celeste que comenzó a empequeñecer sus pupilas. No era fácil mirar a la muerte a los ojos, pero Jungkook lo hizo con valor y decisión. Clavó su mirada en el ardiente astro, el cual derramó unos calientes rayos solares sobre su piel inmaculada. El vaso de cristal se escurrió entre sus dedos cuando su piel se vio salpicada por ascuas, y se estrelló contra el suelo convirtiéndose en fragmentos manchados de alcohol. La sensación física mató sus células, entrecortó su respiración y le hizo apretar los párpados esperando a prenderse como una cerilla. Su piel se volvió rojiza y ennegreció perdiendo las capas de su dermis que comenzaron a consumirle de una forma lenta y agónica en la que sólo jadeó, gimió y soportó el dolor tanto físico como emocional, creyendo que tarde o temprano cesaría.
«Cenizas a las cenizas, y polvo a polvo». Por fin estaba poniéndole final a todo.
Sin embargo, alguien se lanzó sobre su espalda con una fuerza descomunal y le hizo caer al suelo con debilidad, rodando lejos de la apertura por donde los rayos solares se derramaron sobre el suelo.
Jungkook jadeó de manera enfermiza, mientras su piel reaccionaba a la finalización de exposición solar que casi había amenazado con matarle. Sintió el sabor de su propia sangre en la boca, e intentó moverse reparando en que una rodilla apretaba su cuello con todo el peso de su compañero dhampir sobre él.
—¿¡Qué cojones haces!? —vociferó Seokjin, con una vena marcada en su frente—. ¿¡Qué mierda estás haciendo!?
—No... —se quejó Jungkook con voz rasposa.
Seokjin se levantó liberándole de su peso, y se dirigió a la ventana para bajar la persiana y correr la cortina. Miró con ferocidad al strigoi, quien aún yacía retorciéndose en el suelo mientras su piel quemada se regeneraba.
—¿¡Por qué...!? —sollozó el más joven en un estado tembloroso y lamentable—. ¿Por qué lo has hecho...?
—Estabas intentado suicidarte, ¿es que has perdido la cabeza por completo, Jungkook? —gritó Seokjin, clavando una rodilla en el suelo y sacudiendo sus hombros.
—No puedo... —repitió Jungkook—. N-no puedo seguir con esto... no quiero seguir...
—¿Qué? —Seokjin mantuvo los ojos como platos, liberando su aliento y sintiéndose perturbado—. ¿Qué estás diciendo?
Los ojos de Jungkook se encontraban rojizos y brillantes por la exposición solar, y cuando la piel de su rostro y manos se regeneró recuperando su tono cremoso, su lacrimales liberaron unas densas lágrimas que se deslizaron por su rostro.
—Quiero morir —confesó el strigoi con tormento.
—Jungkook, escúchame: eso que estás sintiendo, se llama culpabilidad —dijo Seokjin—. Es lo mismo que has intentado reprimir desde que te despertaste, lo has enterrado demasiado tiempo y te recuerdo, que ahora todo lo que sientes está intensificado, ¡tienes que luchar por controlarlo! ¡tienes que lidiar con tus emociones! ¿¡lo comprendes!?
Jungkook tragó saliva, y asintió con la cabeza pensando en que era más fácil dejar de existir.
—Por el amor de dios, no cedas a la presión —le suplicó Seokjin soltando sus hombros—. Te dije que no podías dejar que tus instintos ganasen la batalla, pero estabas volviéndote frío y rechazando tus lazos afectivos, por eso les traje para que les vieras, ¡aunque hubiese peligro! —exclamó con los ojos desencajados—. ¡Si quieres culpar a alguien, cúlpame a mí! ¡Pero no dejes de luchar!
La mirada de Seokjin se empañó de lágrimas que no derramó, pero Jungkook comprendió a lo que se refería, él estaba dándolo todo para ayudarle, aún no le había abandonado, a pesar de haberle amenazado con matarle la noche de antes.
—N-no sé si puedo hacerlo —balbuceó Jungkook, entornando los ojos—. No sé si podré... ¿y si os mato a todos? ¿y si asesino a...?
—Jungkook, mírame —exigió Seokjin, agarrando su codo—. ¿Quieres hacerlo? ¿Quieres acabar matándonos a todos? ¿Quieres asesinar a Taehyung con tus propias manos?
—No —jadeó el azabache, sintiéndose horrorizado—. No, no...
—Entonces, sólo tienes que centrarte en eso —le orientó el dhampir—; en canalizar tus emociones, en enfrentarte a tus miedos, en equilibrarte.
—¿Cómo? —jadeó Jungkook, apretando los párpados—. Le siento, Jin... siento a Taehyung... siento el daño que le he hecho...
—Tu corazón, Jungkook —respondió con intensidad, evidenciando su importancia. Su mano se posó sobre su pecho, aludiendo a lo que aún estaba dentro de él—. Lo que hay en tu corazón puede ayudarte, no te dejes llevar por el miedo, por la culpabilidad, o por el horror. Deja que el vínculo regrese a ti. No permitas que tu instinto evasivo selle quien eres, porque si ha podido hacerlo desde que despertaste, era para que no pensases en quitarte la vida. Ahora lo sé —le dijo Seokjin con seguridad—. Tu instinto strigoi te protege, Jungkook, quiere que sobrevivas a ese sufrimiento. Pero también te convierte en un ser egoísta y desalmado. ¿Es eso lo que quieres ser el resto de tu existencia?
—No... —reconoció con sinceridad, dejándose llevar por sus palabras.
—Sé que no. Sé que sigues siendo el Jungkook que conozco y que conocí hace tiempo —le alentó Seokjin—. Lucha por ser humano, Kook. Piensa en Yoongi, en Freyja, en... Seojun...
—Maté a Seojun —masculló el strigoi—. Yo... le maté...
—Sí, lo hiciste, pero porque era necesario —razonó su compañero—. Él estaba infestado e iba a hacerte daño, ¿recuerdas? Sólo lo hiciste en tu defensa.
Jungkook se sintió más calmado por sus palabras conciliadoras, y deseó poder convertir en realidad lo que Seokjin le contaba.
—Quiero ver a Taehyung —expresó Jungkook con arrepentimiento—. Quiero que sepa que no deseo hacerle daño.
—No puedes verle más —negó Seokjin rotundamente, levantándose del suelo—. No después de lo de anoche.
Jungkook se levantó lentamente, sintiendo los músculos llenos de agujas por la previa exposición solar. Se vio invadido de una sensación angustiosa por volver a ver a Taehyung para solucionarlo.
—¿Cuándo podré hacerlo? —preguntó cómo un niño asustado.
Seokjin le ofreció la espalda y observó el vaso partido en el suelo.
—Te prometí que permanecería contigo —mencionó el dhampir en voz baja—, no soy strigoi, pero sí soy inmortal gracias al espíritu. Sé cómo funcionan los estragos del tiempo, Kook. Y antes de que sea demasiado tarde, te dejaré que conozcas la realidad de alguien a quien necesitas.
Jungkook le siguió con la mirada, sintiendo aquel puñado de lágrimas acumulándose en su garganta.
—¿Mi madre? —dedujo por su tono de voz.
—Te he visto guardar la flor de Tigridia en tu bolsillo —musitó Seokjin, girando la cabeza—. ¿Quieres saber quién es realmente Freyja?
Jungkook afirmó con rotundidad.
—Sí, quiero ver a Freyja.
Una semana después.
—Muy bien, pues, ¡me iré! —anunció Jungkook con decisión.
—¿Te irás? —repitió Taehyung, levantando una ceja.
—¡Sí! —le aseguró Jungkook encolerizado—. ¡Nunca seré tu guardián!
Taehyung se quedó helado.
—¿Me abandonarás antes de convertirte en uno? —formuló el pequeño moroi.
Jungkook se detuvo frente al dormitorio donde vislumbró su pequeña maleta.
—¡Sí! —afirmo en voz alta ante el moroi—. ¡No quiero ser guardián de un niño como tú!
Taehyung liberó su aliento, y Jungkook encontró los ojos más lastimados que hasta entonces había visto.
—¡Bien! ¡Pues vete! —declaró con frialdad, observándole descartar su equipaje—. ¡Yo no necesito que un niño como tú me proteja!
Jungkook frunció el ceño, salió corriendo y abandonó al moroi sin pensárselo. Taehyung tardó un poco más de la cuenta en salir corriendo tras él, tanto que, cuando sus pies aceleraron, escuchó el lejano eco de Jungkook al final del pasillo, donde le vio girar y le perdió de vista. Él corrió en su dirección, y puede que en alguna realidad paralela hubiera logrado alcanzarle, o incluso algún adulto hubiese detenido su pelea, pero en esa, en la pequeña realidad de un Taehyung que conocía su futuro y pasado, jamás alcanzó a Jungkook. Y jamás logró retenerle.
—¡Jungkook! ¡Jungkook! —le llamó con voz pueril y se detuvo en el giro, descubriendo el mismo pasillo invertido.
Sus labios se entreabrieron, y Taehyung se sintió mareado, jadeante, asustado. ¿Dónde estaba? ¿Le había perdido? ¿Se había marchado? ¿Le había abandonado...?
—Jungkook, ¡no te vayas! —le gritó el Taehyung de sólo doce años—. ¡¡Por favor, Jungkook!!
Estuvo solo, y se perdió tratando de buscarle en un palacio vacío, en una academia en la que nunca encontró su mano guardando la suya en su bolsillo, en una oscuridad producida por su pecho que se clavó en su garganta, estrangulándole.
Taehyung despertó bruscamente en la cama. Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas, su respiración entrecortada le hizo saber que sólo había sido un sueño, sus uñas y manos se clavaban en una de las sábanas enredadas que sujetaba con demasiada fuerza. Aún estaban en la suite del Palace de Seúl, en una cama demasiado grande tras otra noche perturbadora que angustiaba su mente trastornada.
Y el tirón de su pecho regresó, obligándole a masajearse con unos dedos sobre el esternón. Jimin no estaba en la suite, pero Taehyung se dio cuenta de algo importante. El vínculo.
«Estaba ahí. Había regresado, pero, ¿cuándo?», dudó frotándose los ojos. «Apenas era perceptible. Casi había ignorado su vibración, pero desde ese momento, supo que el vínculo nunca había muerto. Puede que se hubiese cerrado, tal vez reprimido, ¿fue aquello lo que sintió antes de que Jungkook le atacase? ¿significaba algo que aquel cordón débil e invisible volviese a existir entre ellos?».
Se levantó de la cama y fue hasta el cuarto de baño para ducharse. Se podía decir que su reflejo en el espejo no era el mejor desde hacía un tiempo, había adelgazado demasiado y le costaba dormir por las noches. Tenía pesadillas constantes, ya fuesen por los cuerpos animados de sus padres intentando devorarle, el recuerdo de Xiumin cuando aún era pequeño, o Jungkook... persiguiéndole de múltiples formas y haciéndole temblar como si fuese el mismísimo diablo. Hasta entonces, jamás había temido tanto de alguien a quien había amado, y nunca pensó que terminase sintiéndose torturado mentalmente por la proyección de un Jungkook strigoi frío y sádico que intentaba atormentarle. Pero le tenía pánico.
Lo única noticia positiva que había recibido esos días, era que su condición de exiliado del estado nosferatu se había esfumado, y por lo tanto había tenido acceso completo a la fortuna y herencia de su familia. Por lo que ahora, técnicamente, tenía billones de wons a su nombre y era el heredero de un pesado trono sobre sus hombros.
Jimin se había convertido en algo así como su sombra. Y aunque no hablaban mucho delante de los demás, ni cuando estaban a solas, se abrazaban como si no existiese ningún otro lugar cálido en el que resguardarse.
Cuando asistieron a la cumbre en Seúl, Taehyung estuvo casi ausente mentalmente. Namjoon insistió en sustituirle, pero sólo asistió como acompañante junto a Hoseok.
—Queremos igualdad entre razas. No más dhampir a sueldo de moroi, igualdad en la enseñanza y educación de las razas que forman nuestra comunidad —leyó Freyja, elegantemente vestida de negro y con una larga cola blanca y recogida tras su nuca que se derramaba sobre su espalda. En el centro de la reunión donde se hallaban más de cien personas, todos prestaron atención a sus propuestas—, la abolición de la ley de proveedores para instaurar un sistema vegetariano, y la instauración de las leyes oficiales y reconocidas por el estado nosferatu de matrimonios interraciales.
—Si no me equivoco, también abogan por pactos de paz con clanes strigoi —habló una ministra superviviente del estado nosferatu, pasando con los dedos el plan para reconstruir un nuevo estado—. Podemos valorar la enseñanza, la alimentación y seguridad de los nuestros, pero, ¿un pacto con la raza nocturna que ha matado a los nuestros durante siglos? El estado nosferatu jamás llegaría tan lejos. Una cosa es ser pacifistas, y otra, ingenuos y estúpidos.
—No daremos un visto bueno a la abolición de proveedores sin una monarquía tradicional —intervino otro moroi de barba blanca y porte clásico—. En la comunidad nosferatu, el rey siempre ha representado el más alto cargo. El último descendiente de sangre azul de los Kim, sigue entre nosotros y no firmaremos ninguna coalición con ustedes, si no retiran su propuesta de república.
Taehyung bajó la cabeza, presintiendo como algunas miradas del congreso se clavaban en él.
—Disculpe, Yen, ¿verdad? —tomó la palabra Craig, perteneciente a los renegados—. La propuesta de república se debe a que nuestra paloma blanca, Kim Taehyung, rechaza con insistencia hacerse responsable de su cargo por herencia.
El ojiazul posó su mirada sobre él, y entrecerró los ojos pensando que era un traidor por sus palabras.
«¿Acaso le estaba acusando de irresponsable delante de un centenar de personas?».
En lo que finalizaba la cumbre, Jimin esperó en la parte de fuera, mascando chicle y dando una vuelta alrededor del edificio que se encontraba en el centro turístico de la ciudad. Al final de la tarde y con la llegada de una temperatura más agradable, había tantos humanos felizmente paseando y fotografiándose, que los parques y paseos colindantes se encontraron abarrotados.
Taehyung salió de la cumbre entre el estado nosferatu y los renegados sintiéndose indignado. Dejó atrás la sala de reuniones mientras todos salían calmadamente, y evitó a Namjoon y Hoseok escapando con agilidad para tomar aire por su cuenta. Empujó la puerta de cristal y bajó los escalones de adoquines dejando atrás la entrada adornada por columnas de aristas.
Vestía una chaqueta blanca y negra, una blusa de botones arremetida bajo el elegante pantalón de pinza, y unos brillantes zapatos de charol que coronaban su distinguido conjunto.
El ojiazul observó la puesta de sol naranja y rosada sobre los árboles del parque céntrico de la ciudad que se extendía frente a sus ojos, y vislumbró a Jimin escalones más abajo, estático sobre la acera y con las manos metidas en los bolsillos del pantalón.
Se miraron a unos metros y en silencio, sin perturbar el espacio que distanciaba a ambos, mientras los demás miembros de la cumbre comenzaban a salir por la puerta principal.
—Taehyung —una mujer agarró el codo del moroi, y él giró la cabeza descubriendo a Freyja—. Seokjin me dijo lo que sucedió hace poco... y quiero decirte que iré a ver a Jungkook mañana, antes de regresar a Revenant.
Taehyung volteó por completo sin apartar sus iris de Freyja, y sintió un pálpito molesto en el pecho.
—No creo que sea seguro que reciba más visitas —comentó—, y más si sabe que usted es su...
—Lo sabe —le interrumpió la moroi—. Pero no le tengo miedo. Seokjin me dijo que él quería verme.
Freyja tomó la mano de Taehyung de forma inesperada, y apretó sus dedos delicadamente presintiendo la tensión del ojiazul.
—No importa quien desees ser en tu futuro, Taehyung —se aventuró a decir Freyja—. Sé que mi hijo no sólo se enamoró de un príncipe, o de un quinto elemento que os unió fatídicamente. Tienes un gran corazón... como él.
Taehyung se vio sin palabras, miró a Freyja significativamente agradeciendo su bondad a pesar de los acontecimientos. Ella soltó su mano cuando Jimin se acercó hasta los dos.
Con la puesta de sol sentenciando la extinción de sus horas de seguridad en el horizonte, les dio las buenas noches a los muchachos y se retiró.
Jimin siguió a la mujer con la mirada, posicionándose junto a Taehyung.
—No se parecen en nada —comentó el dhampir despreocupadamente—. Supongo que todo el mundo tiene razón, y Jungkook es clavado a su padre.
—¿Quién te lo ha contado? —dudó Taehyung, mirándole de soslayo.
Jimin posó sus iris castaños sobre él, y esbozó una sonrisa socarrona.
—Yoongi me lo dijo antes de salir de Revenant, además, te he escuchado hablar con ella mientras me acercaba.
—Huh —musitó Tae frunciendo los labios—. Eres un ninja dhampir.
Hoseok y Namjoon se acercaron en una breve conversación que finalizó cuando se unieron a los otros dos jóvenes. Namjoon desabotonó el único botón de su chaqueta mencionando que sería mejor que regresasen al hotel antes de que se hiciese demasiado tarde. Se encontraban en una semana tranquila sin la aparición de draugr, pero sabiendo cómo había sucedido todo en los últimos meses, nunca podían sentirse realmente seguros por la noche.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
A lo largo de la última decena de años, Yong Freyja había conocido a muchos strigoi con los que trató de manera cordial en los mercados nocturnos a los que los renegados accedían. Nunca se mezclaban con ellos, pues la raza nocturna era especialmente recelosa y hermética como para mirar a un moroi con buenos ojos. Sin embargo, sabía que existían los clanes y nidos de strigoi que se comportaban de manera autosuficiente, establecían jerarquías, y se regulaban por sí mismos sin molestar a nadie.
Ella pensó que Jungkook necesitaba a gente de su nueva raza, a alguien que compartiese sus sentidos y cuya compañía le hiciese sentirse comprendido. Confiaba en Seokjin al ciento veinte por ciento, y sabía que su valor y paciencia le convertía en alguien digno como para encargarse del neo strigoi que ahora era su hijo.
«A Seokjin no le asustaba un strigoi, él ya tenía cuatrocientos años».
Cuando la moroi recibió la llamada unos días antes, se sintió nerviosa por ver a Jungkook. Ese final de tarde, se dirigió a la dirección de la casa que Seokjin le había ofrecido, la cual llevó hasta el exterior de Seúl. Ella iba armada, por supuesto, pues como buena moroi renegada, no disponía de seguridad dhampir y tampoco creía que la necesitase.
«Siempre que tuviese una fuente de agua cercana», pensó. «Podría manipularla mientras atacaba con su cimitarra».
Estacionó un Mercedes negro junto a la entrada. La majestuosa fachada de la casa le hizo levantar la cabeza y admirar su construcción cuando bajó del auto. Se aproximó a la pesada puerta de madera y tocó con la aldaba de latón, reparando seguidamente en un interruptor mucho más apto para el siglo XXI.
El aroma a comida llegó hasta el olfato de Freyja en los segundos que esperó en el exterior.
Seokjin se encontraba preparando la cena en la cocina para sí mismo. Jungkook había picado alguno de sus platos con la intención de averiguar si algo de eso aún seguía pareciéndole comestible, no era tan agradable como antes, y tampoco tenía apetito, puesto que su fisionomía sólo requería sangre, en contraposición a los moroi que también necesitaban otros alimentos. Sin embargo, Jungkook comprobó que podía tragárselo por pura gula si le apetecía, siempre que se mantuviese bien alimentado de sangre. El dhampir le dijo a Jungkook que los strigoi bien alimentados, con raciocinio y que mantenían sus rasgos humanos, podían apreciar la comida común e incluso degustarla por glotonería. Pero aquel rasgo se esfumaba rápidamente, cuanto más desvinculado se encontrase el strigoi de su humanidad. Jungkook supo que por ese motivo decenas de ellos sólo parecían animales caníbales, que ni siquiera eran capaces de volver a reproducir una palabra de su lenguaje. Él seguía prefiriendo la sangre a pesar de probar algunos bocados de comida que antes había adorado, pero nada se podía comparar al chute hemoglobínico. Sobre todo, porque, cuando la tomaba se sentía extasiado durante algunos momentos y creía apagar el horror que sentía percibiendo aquel tenue vínculo en su pecho.
Tiempo atrás, Jungkook podía leer los pensamientos de Taehyung, introducirse en su cuerpo y saber qué veían sus propias pupilas. Incluso recordaba perfectamente haber sentido unos labios ajenos besándole a él, cuando en realidad el beso era para el ojiazul. Su mejor don, sin duda, fue el de ubicarle en cualquier lugar, como si sus pasos siguieran un camino que sólo se abría para él. Ahora ni siquiera tenía valor para abrir aquel chakra que sujetaba el hilo que unía sus almas y comprobar si aquello seguía funcionando. Tenía miedo de sentirle, temía saber qué pensaba de él, y cuando percibía algo que llegaba hasta su corazón, como una débil onda de agua que atravesaba un charco de agua estancada, deseaba profundamente reprimirlo con todas sus fuerzas. No había dejado de amar a Taehyung, por supuesto, pero el horror y tormento que sentía por sí mismo le impedía pensar en él. Era como una ola que le había tragado y le empujaba en altamar para sucumbirle.
Jungkook estaba luchando por no dejarse llevar por la ola, por no pensar en su lamentable existencia que le hacía sentirse tan distinto, y al mismo tiempo, creía ser el mismo.
Seokjin se dirigió a la puerta en su llamada y la abrió para Freyja. Sus iris cenizos, de tonos y brillos distintos se toparon en la corta distancia, donde un silencioso y respetuoso saludo dejó a un lado sus montones de encuentros apasionados en el pasado. Freyja no estaba allí para lanzarse a sus brazos, y Seokjin tampoco esperaba que lo hiciera; aquel tema de adultos transcurría con más copas de licor de por medio, y cuando no había asuntos tan importantes interfiriendo.
—¿Me has preparado la cena? —sonrió Freyja ladeando la cabeza—. No me lo puedo creer.
Vestía una fina chaqueta de un cuero muy especial con capucha, que llegaba hasta sus muslos. Seguramente ocultaba algún arma bajo la prenda, enfundada en un cinturón para hombros. También llevaba un pantalón ceñido en la cintura, y unas botas de piel que llegaban hasta sus rodillas.
—En realidad, es para mañana. Saldremos esta noche para que Jungkook respire algo de aire fresco —contestó Seokjin con cortesía, haciéndose a un lado e indicándole que entrase con la cabeza—. Pasa, por favor.
La mujer moroi le acompañó hasta la cocina, su cabeza se movió hacia ambos lados, observando por encima las instancias de la casa y sin recibir ningún primer vistazo de la persona que tanto deseaba ver. Freyja olió el clásico estofado de Seokjin, el que siempre preparaba con hierbabuena y albahaca, patata y carne cortada en trozos, y algún otro suculento añadido que no contenía nada similar al estofado surcoreano.
—Los chicos están bien —comentó Freyja deteniéndose en la cocina y cruzándose de brazos—. Ayer se celebró la primera cumbre entre Revenant y el estado nosferatu. No hemos llegado a ningún acuerdo, es demasiado pronto como para hacerlo, pero... nos hemos comunicado. Puede que sea el principio de algo.
—Entonces, Taehyung aceptará ser... —masculló Seokjin volteándose.
Freyja negó con la cabeza.
—No lo creo —dijo sosegadamente—. No está en su mejor momento.
Y por mejor momento, el dhampir creyó entender que Taehyung estaba tan destrozado como se imaginaba. Puede que incluso la inversión de su elemento estuviese jugándole una mala pasada.
—Entiendo —dijo Seokjin, bajando la cabeza.
—Gracias, Jin... —agregó la mujer en voz baja—. Sé que Jungkook estaría seguro con alguien como tú. Eres digno de confiar.
Jungkook se asomó a la cocina con desinterés, arrugando la nariz por la presencia desconocida. Había detectado a Freyja mucho antes de que tocase a la puerta, pero prefirió no detener el hilo de su conversación.
Él les repasó a ambos con la mirada, y se apoyó en la otra puerta situada en el extremo contrario de la cocina.
—Oh, ¿en serio? —formuló levantando una ceja con una increíble astucia—. ¿Vosotros dos? Lo que me faltaba, al menos dime que tú no eres mi padre.
Freyja posó sus iris sobre Jungkook, percibiendo sus más superficiales cambios.
—¡No, joder! —escupió Seokjin con las mejillas ruborizadas—. ¿Qué ahora seas un bocazas también es uno de tus nuevos rasgos?
Jungkook le ignoró, pues se centró en la moroi esperando una mirada muy distinta. Algo así como los ojos irritados y desconfiados de Jimin de aquel día, el desconcierto de Namjoon, o el encogimiento de Taehyung haciéndose más pequeño mientras él le taladraba con sus nuevos iris oscuros. Sin embargo, los ojos de Freyja no le dijeron nada.
«Era buena manteniendo a raya sus emociones, ¿o tal vez lo había hecho demasiadas veces?», se preguntó rápidamente.
La única preocupación de Freyja en ese momento, fue la de que Jungkook le rechazase.
—¿Cómo te encuentras? —le preguntó al strigoi.
Jungkook inspiró, abrió la boca, y volvió a cerrarla con una sonrisa bastante falsa.
—Fatal sería un buen resumen —contestó.
Ella comprendió su frase; aunque no lo hubiera sentido, sabía perfectamente que debía sentir ansiedad por la sangre, por salir afuera y descubrir el mundo nocturno como el cachorro strigoi que era.
—Disculpad, si me entrometo. La última vez que tu hijo recibió una visita, tuvo problemas sociales —emitió Seokjin, apartando el estofado y acto seguido dirigiéndose al azabache con honestidad—. ¿Qué tal si esta vez me dices a tiempo si te molesta su presencia?
—No me molesta —respondió el strigoi directamente, entendiendo su sutil directa.
Tenía razón en aquello de que los moroi olían distinto en su olfato. Eran especiales, tan humanos por su fisionomía longeva, su cuerpo cálido y corazón lento, como tan vampiros por algunos otros rasgos que compartían con los de la raza más fría, y que su asombroso instinto strigoi reconocía sin necesidad de entrenamientos. Pero si tuviera que elegir a quién morder, en su eje piramidal de preferencias, los humanos se le hacían mucho más excitantes por la mortalidad que liberaba su esencia.
Le fastidiaba una barbaridad reconocerlo mentalmente, pero algo le decía que Kim Taehyung iba a ser el único moroi con la capacidad de perturbar sus instintos hasta el punto de patear a cualquier otro ser en su nombre. Puede que fuese un moroi, pero su aroma le había hecho perder los nervios como el trozo de pastel más dulce, sentirse desesperado por comérselo con los dedos, matarle fríamente y besarle al mismo tiempo. «Y razonar algo tan horrible era lo que más miedo le daba de sí mismo».
—No ha sido grave —pronunció Freyja, alentando al más joven—. Sé que podrás superarlo, Jungkook.
El strigoi se sintió sorprendido por su serenidad.
—¿Crees que podría llevarle a un lugar donde hubiera más gente? —formuló Seokjin como si él no estuviera delante—. Si no, tendremos que delimitarnos a dar una vuelta por los alrededores. No desearía meterme en problemas con los del club nocturno.
Freyja miró de soslayo a Jungkook.
—¿Qué dices? —le preguntó a él directamente—. ¿Le morderías la yugular a alguien si te sacásemos a pasear?
—No lo haré, si dejáis de hablar de sacarme a pasear como si fuera vuestro nuevo perro —dijo Jungkook con rostro juguetón.
Seokjin y él se prepararon para salir, y lo hicieron en no más de un cuarto de hora. La noche se encontraba clara y despejada cuando abandonaron la casa, y ambos parecían atentos a sus reacciones mientras se dirigían al pueblo que quedaba más cerca de la aislada casa de campo.
El dhampir y Freyja hablaron de cualquier cosa, sin tocar el tema de la comunidad nosferatu, o cualquier nombre demasiado delicado para el azabache. Jungkook se metió las manos en los bolsillos de la cazadora, percibiendo la brisa del bosque, la carretera junto a que la caminaban, la luz del nebuloso firmamento que formaba una aurora boreal en el manto nocturno del cielo. El satélite lunar se encontraba casi redondo, de un pulcro plateado manchado por sus cráteres grisáceos.
Se preguntó si Taehyung se encontraría mirando a la luna esa noche, y descartó la idea rápidamente y sacudió la cabeza cuando su garganta comenzó a rasparle.
—Bonito, ¿verdad? —formuló Freyja a su lado, golpeando su hombro con el suyo para animarle—. Uno nunca se acostumbra a ese cielo.
Jungkook levantó la mirada, liberando una leve sonrisa.
—Tú naciste con ojos para verlo —masculló el strigoi—. Yo estuve ciego casi toda mi vida.
—Huh, sí, sí —soltó Seokjin tratando de bromear—, gracias por dejarme en tan buena posición, chicos. Me encanta sentirme aislado en estas cosas.
Jungkook se rio en voz baja. Una de sus primeras risitas sinceras, donde advirtió que se sentía cómodo entre sus dos acompañantes. Se acercaron al pueblo en unos minutos más, donde el ambiente humano llegó hasta los sentidos del azabache.
Fue un aura que nunca antes había percibido, la de una sensación cálida y agradable de humanos formando comunidades, calles empedradas, casas hogareñas y edificios bajos. Se cruzaron con alguna pareja o humano suelto por la acera, y Jungkook apretó los dedos en los bolsillos de su chaqueta, optando por respirar por la boca y esperando que su ansiedad no le jugase una mala pasada.
Detectó el olor a alcohol de algunos muchachos que escapaban de una discoteca. Se quedó prendado de una joven que pasó por su lado y no pudo arrancar sus pupilas del strigoi, regalándole una mirada coqueta que traspasó la barrera del flirteo cuando rozó su chaqueta con un dedo. Jungkook se giró de medio lado, mirándola y detectando su liberación hormonal de dopamina, que identificó como una «repentina atracción» por él.
Le hubiera encantado corresponderla, a pesar de que a él le apeteció más arrastrarla de un brazo a un callejón para drenar hasta la última gota de su vida mientras gemía como una llorona.
—No te despegues de mí —murmuró Seokjin tocando su codo—. Y no utilices tu olfato, aunque tus instintos te lo pidan.
Jungkook asintió, y se fijó en otros tipos, cuyo rostro reflejaban que no habían dormido en absoluto por el cansancio que leyó en sus ojos. No faltaban los que se habían fumado algo más que un cigarrillo, con un olor a sudor que era tan irritante como para finalmente hacerle decidir por delimitar el uso de su nariz el resto de la noche.
—Creo que es ahí —señaló Freyja.
Seokjin dirigió su mirada al local situado en un callejón que daba poca confianza. Los tres caminaron hacia allá, y el strigoi escuchó la música distante y resonante en sus oídos, sumergida en algún lugar subterráneo al que daba acceso el club.
El dhampir bajó una diminuta escalera de ladrillo y tocó la puerta recubierta con un poster de una tipa muy rockera con los nudillos. La pequeña ventanilla se deslizó hacia un lado segundos después, y unos ojos oscuros se clavaron sobre los suyos, escrutándole a él y a sus dos acompañantes.
—Aquí no entran moroi no registrados —graznó el hombre con rudeza—. ¡Y tampoco matones dhampir!
Jungkook parpadeó sin entenderlo demasiado. «¿Acaso estaban intentando entrar en un local privado? ¿sólo para razas nocturnas?».
—Eh, disculpe, amigo. No soy ningún matón, y mi compañera moroi es mi pareja —inventó Seokjin ágilmente—. Sólo queríamos tomar algo en compañía.
El tipo resopló sonoramente, cerró la ventanilla de un porrazo, y los tres se miraron entre ellos encogiéndose de hombros. Cuando descartaron entrar, la puerta se abrió con un chillido metálico y el mismo hombre les dio paso con una cara de malas pulgas.
—Cacheo de seguridad —emitió, señalándoles con la cabeza para que entrasen—. Pasen.
Jungkook entró el primero, recibiendo una respuesta inesperada.
—Usted puede entrar, caballero —agregó, girándose hacia los otros dos.
Ni en sus mejores sueños, nadie le hubiera dicho que por ser strigoi (bastante reconocible, a causa del aro de sus ojos), entraría a un local nocturno con una mayor prioridad. ¿Qué especie de realidad paralela estaba viviendo?
Jungkook observó la escalera de terciopelo púrpura oscuro que bajaba hacia la planta subterránea, desde donde la música se escuchaba con mayor claridad. Se detuvo en el segundo escalón para esperar a Jin y Freyja. Bajo su inquisitiva mirada, detectó la estructura dhampir del tipo de seguridad. Era un gorila de piel oscura y músculos hinchados con los que a nadie le gustaría meterse. Iba armado, y Jungkook lo supo no sólo por su cinturón enfundado, sino por el resto de su vestimenta negra que ocultaba con mucho afán el arsenal de armas que portaba.
El hombre registró a Seokjin brevemente, y le sugirió que dejase su cinturón de dhampir allí antes de bajar al club.
—Pfff —bufó Seokjin—. ¿Va en serio? ¿Es necesario deshacerme de mis armas?
El tipo alzó una ceja.
—Podrás recogerlo de nuevo antes de salir —dijo con neutralidad—. No queremos problemas con dhampir, y las armas no están permitidas en la pista.
—Genial —soltó sarcásticamente.
Seokjin se deshizo de su cinturón, le entregó un puñal de plata, y se guardó astutamente la diminuta daga que escondía en su muñeca y que el dhampir de seguridad parecía no haber detectado. Los iris del hombre se posaron en la moroi que le acompañaba.
—¿Qué hay de la dama? —formuló con media sonrisa.
Freyja se desarmó ella sola, antes de recibir unas manos ajenas sobre sus delineadas curvas. Entregó sus cimitarras enfundadas sin sentirse demasiado afectada, y pasó de largo. Los tres bajaron la escalera del club nocturno, con Seokjin apretando la mandíbula por su falta de armamento. «Pequeñas manías de los dhampir que habían sido guardianes en algún punto de su vida».
El club se encontraba casi en penumbra, con iluminación púrpura y azulada, pequeñas luces de neón en las paredes negras de ladrillo. Música animada, pero sin llegar a ser asfixiante. Una enorme barra negra y dorada, una pista de baile con una plataforma iluminada, algunos rincones donde sentarse, y una zona con largas cortinas de diminutas luces donde el strigoi advirtió que algunas parejas se encontraban dándose el lote.
«Perfecto», pensó Jungkook. «Era el lugar menos ideal del planeta donde mantener una conversación con la persona que le había engendrado».
Bajaron la escalera, y el azabache se sintió agitado cuando descubrió los halos carmesíes de algunos ojos strigoi que pasaron por uno de sus lados. Llevaban copas del color rojo oscuro en las manos, adornadas con sombrillitas ridículas.
Él no pudo evitar sentir su pulsación elevarse. Siempre había visto a los strigoi como enemigos, y su siguiente reacción después de ver un halo alrededor de unas pupilas, era la de posicionarse de manera defensiva y atacar con coraje. Sin embargo, allí estaba. Ahora era uno de ellos, y no sólo eso. Esos vampiros ni siquiera tenían la pinta de meterse en problemas.
Seokjin se aproximó el primero a la barra, y pidió un par de vasos con algo fuerte. Freyja eligió un cóctel para sí misma, señalando el título de «espuma escarlata».
—¿No pedirás nada con hemoglobina? —le sugirió Seokjin a Jungkook.
El joven strigoi negó con la cabeza y recibió su vaso de whiskey gemelo al del dhampir.
—¿Dónde estamos? —dudó el azabache, sentándose en un taburete frente a la barra.
—Un club espectro —expresó Freyja en una voz audible entre la música nocturna—. No es la primera vez que bajo a uno. Es un lugar donde las distintas razas vienen a pasar el rato y tomarse algo.
—Aquí hay strigoi —masculló Jungkook—. Y dhampir...
—Y humanos —añadió Freyja, señalando a una chica que pasó de largo tras ellos.
Jungkook la siguió con la mirada, y formuló:
—¿Y los moroi?
—Apenas hay moroi, Jungkook —respondió la mujer—. Cada vez quedamos menos, y... bueno, la mayoría de ellos viven en su propio mundo, en la comunidad nosferatu. O más bien lo que queda de ella.
El pelinegro clavó los codos en la barra, y giró la cabeza para observar el club y la gente que les rodeaba. Utilizó su olfato unos segundos, percibiendo la dosis de alcohol, sangre, perfumes y distintas razas. Nadie les había mirado, de hecho, sólo algún strigoi le echó una mirada a Freyja, detectando su esencia moroi, cabello largo y perla, y esbeltez característica de los de su atractiva raza.
Jungkook se llevó el vidrio a los labios tratando de tragarse su mareo con un poco del alcohol helado y amargo que eliminaba su estrés. Lo vació de un solo trago y se relamió los labios creyendo que necesitaría más. La música, el murmullo de las conversaciones, y la cantidad de gente reunida formaba un caos en su tórax que le hizo sentirse incómodo e inestable.
—Te pediré otro —dijo Seokjin, levantando un dedo para solicitar otro vaso con hielo.
Seokjin se sentó en el taburete correspondiente a su otro lado, pasándole su vaso y concentrándose en el propio mientras echaba un vistazo al local con la misma curiosidad que el joven.
Jungkook se llevó su copa directamente a los labios, sintiendo como su ser se tranquilizaba con el paso de los minutos.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó Freyja.
—¿Ahora? Extraño —contestó el pelinegro, pasándose la lengua por el labio inferior—. Llevo semanas montado en una condenada montaña rusa que no parece tener ninguna parada. Las luces, las percepciones sensoriales... hasta parpadear me molesta.
Freyja esbozó una leve sonrisa, planteándose cómo poder ayudarle.
—Imagino que debe parecerte abrumador, Jungkook, pero —manifestó la moroi—, tú eres tu propio filtro. Puedes percibir demasiado y tu entorno será asfixiante, pero tú puedes elegir en qué aspectos centrarte, decidir cuándo te apetece sentirlo todo, o limitarte al máximo. Céntrate en los detalles que te importen cada momento, y elude el resto. Tu instinto strigoi ha sido bendecido con eso.
Jungkook cerró los párpados y trató de aislar todo lo que le rodeaba. Las botellas descorchándose, los besos que existían tras las cortinas de luces, las gargantas tragando líquidos burbujeantes, las risas coquetas de alguna pareja.
—Tómate tu tiempo —agregó Freyja—. Lo lograrás tarde o temprano.
El strigoi volvió a abrir los ojos, recordando el vínculo que una vez compartió con aquella persona y que tanto temía recordar. Fue complicado no deslizarse hasta el interior de su mente, y dejarse llevar por los sentidos ajenos. Pero con el tiempo, lo logró. Consiguió permanecer a un lado de esa fina capa donde se encontraba su ser. Jungkook se tomó unos instantes para hacerlo de nuevo. Suspiró profundamente, retirando su atosigamiento por la cantidad de aromas, y se centró en su propio vaso de vidrio, relleno de whiskey dorado.
Freyja percibió como Jungkook relajó los hombros, e intentó distraerle con algo más.
—Recuerdo la primera vez que encontré un lugar de estos —le contó en voz baja—. La primera vez que entré a un club espectro, me asusté tanto, que quise salir corriendo. Después... simplemente, comprendí que había vivido en un concepto demasiado alejado de la realidad.
—¿Quién te lo mostró? —preguntó Jungkook audazmente.
Freyja bajó la cabeza con su pregunta, y liberó un lento suspiro que le hizo desviar la mirada hacia algún lugar perdido de la barra.
—Jungseo —respondió.
«Lo sabía», pensó el strigoi con un pálpito.
—¿Mi padre te llevó a uno? —Jungkook sonrió brevemente—. Vaya, quién lo diría... ¿por qué tú...?
La voz del pelinegro se apagó en unos segundos. ¿Qué iba a preguntarle exactamente? ¿Por qué le había abandonado? ¿Por qué nunca le buscó para recuperarle? ¿Le quería después de más de quince años sin verle?
—Por qué, ¿qué? —insistió ella preparada para su pregunta directa.
—¿Por qué nunca intentaste buscarme? —formuló el azabache.
—Porque ellos me obligaron a abandonarte —musitó Freyja, con un tormento enterrado bajo sus palabras—. Jungseo te cuidó bien, hasta que El Siego se lo llevó. Cuando le perdí... pensé que jamás podría enfrentarme a... ti.
—¿A mí? —repitió girando la cabeza.
Sus ojos húmedos revelaron que Freyja estaba conteniendo sus lágrimas.
—Sé que ya no puedo ser la madre que necesitabas, Jungkook —dijo la moroi con un temblor de voz—. Asumo mi parte de responsabilidad. He superado demasiadas cosas, y sólo sé, que después de todos estos años, mi único error fue no volver para buscarte.
—Seojun me contó que mi madre estaba muerta —expresó el pelinegro—. Que sólo era una humana, y yo jamás pensé en... tener a alguien... más que a...
—Sé que Taehyung ha sido tu familia todo este tiempo —intervino afligida—. Pensé en hablar contigo, pero creía que no podría soportar tu rechazo. No pretendo que me aceptes como tu madre, Jungkook —suspiró, guardándose un mechón de cabello tras la oreja y considerando algo—. Eres... igual que él... que Jungseo... Tienes esa aura que atrapa a todo el mundo, eres un líder sin intentarlo, y la gente que te rodea, termina adorándote de manera inevitable. Justo como a él.
Jungkook volvió a mirar a Freyja con cierta incredulidad.
—¿Y ahora? —cuestionó el strigoi con desafío—. ¿Podrías soportar un rechazo en este momento?
Los ojos grisáceos de Freyja no oscilaron. No temblaron ni se apartaron, soportó el golpe que se acercaba observándole con ojos claros.
«Sí que lo estaba», dedujo Jungkook. Ella perdió su elemento cuando le abandonó siendo un bebé, y había estado años para poder volver a manipularlo, a pesar de que nunca más pudo crear el agua desde cero como una vez le había contado. Les introdujo en Revenant para protegerle, y luchó a su lado hasta el último momento en los ministerios nosferatu. Por no hablar de aquel pequeño préstamo económico que aún no le había devuelto.
Ella asintió levemente, con una tensión calando en sus huesos.
—¿Qué significa la flor de Tigridia? —preguntó Jungkook de nuevo.
—Que serás amado, sin importar que seas un desconocido —pronunció ella con suavidad, apretando los nudillos.
«¿Eso era lo que de verdad significaba el grabado de Please, love me?», pensó el joven. «No era tan distinto de lo que una vez le respondió».
—Quiero que seas mi familia, Freyja —respondió el más joven repentinamente.
La moroi levantó las cejas ante su inesperada respuesta. Una fuerte ola de felicidad impactó contra su corazón de piedra, y amenazó con derribarla en silencio.
—Reconozco que ahora que sé que la Directora de la academia de Incheon es mi tía —añadió Jungkook—, es mucho más divertido. ¿Por eso siempre fue tan misteriosa conmigo?
Freyja esbozó una sonrisa emocionada, se tragó sus lágrimas con dificultad, deseando no ponerse a llorar como una magdalena en un club espectro y delante del chico. Sin embargo, Jungkook posó una mano sobre su hombro advirtiendo su expresión, y extendió sus piernas sobre el suelo para abrazar inesperadamente a la moroi.
Su abrazo no duró más de treinta segundos, pero ambos cerraron los ojos y respiraron de otra forma esos instantes.
—Me siento orgullosa de ti, Jungkook —confesó junto a su oreja—. Tu corazón sigue ahí dentro. Agarra esta oportunidad que el destino te ha dado, y lucha por seguir viviendo.
Jungkook asimiló profundamente sus palabras a pesar de no decir nada. Su compañera se sintió liberada, sus lágrimas se deslizaron bajo sus párpados, las cuales se encargó de recoger con presteza en cuanto Jungkook la liberó de sus brazos.
Él ni siquiera sintió presión o temor por su primer contacto físico, pues la emoción de su corazón le hizo sentirse relajado durante unos minutos, olvidando el temor por su exceso de fuerza u otros sentidos palpitantes.
—Huh, wow —musitó Seokjin, mirándoles de medio lado—. Llevo un rato intentando no escucharos, pero eso último me ha hecho emocionarme hasta mí.
Freyja compartió una mirada cómplice con el dhampir, se mordisqueó el interior de la boca y tomó su copa con un rostro mucho más animado.
«Sabía que funcionaría», le transmitió Seokjin a través de su akash. «Yo también estoy orgulloso, pero de ti, Frey».
Jungkook iba a volver a sentarse en su taburete junto a la barra, pero una joven rubia pasó por su lado y acarició su hombro con un dedo mordisqueándose el labio.
—Hola, encanto —dijo con voz ladina—. ¿Te apetece tomar un trago? Ando sin efectivo.
El strigoi se vio desorientado, y arrastró sus iris sobre la joven, advirtiendo su ligereza de ropas bastante llamativa y pintalabios rojo oscuro que se extendió sobre su dentadura blanca. Sus ojos eran castaños, enmarcados por el rímel negro y espeso que alargaba su mirada.
—¿Disculpa? —pronunció Jungkook, arqueando una ceja.
Freyja le echó una mirada rápida a la joven, reconociendo su aspecto: prostituta de sangre de manual, con varias marcas de mordiscos previos sobre su piel que aún no se habían regenerado. Si un punto más podía diferenciar a los mordiscos de los moroi, de los strigoi, era que la saliva de los primeros constaba de funciones regenerativas, que permitían que sus mordiscos se esfumasen rápido. Jungkook lo había comprobado de primera mano en su etapa dhampir. Sin embargo, los mordiscos de strigoi carecían de eso, además del dote poco recomendable del veneno que podían inyectar si les apetecía.
—Que, si quieres un trago —repitió seductoramente la chica—. Estaré por allí.
Su dedo apuntó a uno de los rincones poco iluminados del club, a través de la cortina parpadeante de tenues luces rojizas. Ella pasó de largo con un movimiento sinuoso, que hizo que Jungkook perdiese el aliento planteándoselo.
—Vaya, vaya —soltó Seokjin apoyándose en la barra con un brazo—. Así que ya les dejan entrar aquí. Por eso dejé de frecuentar este tipo de antros hace diez años.
—¿Es una prostituta de sangre? —preguntó Jungkook abiertamente, aludiendo al famoso insulto que había escuchado desde bien joven en la academia.
—Es una proveedora de sangre, para strigoi —corrigió Freyja, posando su mirada sobre el azabache.
—Creo que, en esta ocasión, Jungkook tiene razón —expresó Seokjin frotándose la sien con un par de dedos—. Esa es de la que elige a sus propios clientes, y creo que tú le has gustado un poco más de la cuenta —añadió—. Aunque claro, supongo que accederá a lo que le pidan, y a la cantidad de dinero que lleve tu cartera.
Jungkook apretó los labios, sintiéndose mal por sus instintos. No era como si le apeteciese darse el lote o acostarse con una desconocida, pues el asunto del sexo prefería reprimirlo teniendo en cuenta cómo andaban sus hormonas de revolucionadas. Pero sí que andaba hambriento. Siempre lo estaba.
Seokjin introdujo la mano en su bolsillo trasero del pantalón, y sacó su billetera. El strigoi se quedó perplejo cuando le ofreció varios billetes de mil wons como si le estuviera dando dinero para comprarse ositos de gominola.
—Ten —insistió—. No son baratas.
Jungkook casi se atragantó con su propia saliva, y Freyja desvió la mirada liberando una risita y apoyando ambos codos sobre la barra.
—Oh, venga ya, Kook —manifestó Seokjin despreocupadamente—. Es la primera humana que vas a probar en semanas, y has estado quejándote todo este tiempo. Si crees que alguien va a dejar que le muerdas siendo strigoi y sin que te tenga pánico, será ese tipo de personas —resopló, insistiendo para que tomase el dinero—. Al menos, no le tendré que pagar una fortuna, como la que vino a casa.
Jungkook tomó los billetes sintiéndose una sucia sabandija. «¿A eso había llegado por tener hambre? Caray, cualquiera lo diría».
Seokjin se levantó del taburete mencionando que «le acompañaría a una distancia de seguridad, sólo para revisar que no se excedía con la joven». Llevaba demasiado tiempo sin morder una vena caliente, y no le apetecía tener que clavarle la pata de una de esas sillas, a falta de su estaca elemental, si se dejaba llevar por el frenesí.
Él se alejó de la barra, pensando en que tenía suerte de que Freyja no fuera a juzgarle por eso. «Peores cosas debía haber visto». Caminó sinuosamente hacia el otro extremo del club, y Seokjin le siguió con disimulo, deteniéndose a unos pasos y cruzándose de brazos.
El strigoi fijó sus iris oscuros a través de la cortina de luces negras y carmesíes, y no pudo evitar sentirse como un depredador observando a su presa. Sus dedos se deslizaron por la cortina delicadamente, apartándola con cuidado como si tratase de revelar la desnudez de alguien. Por muy seductor que se viera, no lo hacía apropósito, pues tan sólo intentaba no arrancar nada por accidente. Pero su boca se secó irremediablemente cuando se enfrentó a la encantadora mirada de su anfitriona.
La pared se encontraba acolchada por una lámina negra de un material suave donde apoyaba la espalda, y la sonrisa de sus comisuras se extendió en señal de victoria, cuando el azabache se aproximó a ella. Apoyando un brazo en la suave pared sobre su hombro, los halos plateados de los iris de Jungkook se vieron rojizos por el reflejo de las luces. Su otra mano mostró varios billetes, que la chica tomó con unos dedos y se guardó sin molestarse demasiado por contarlos.
Estaba encantada por su presencia.
—Hola —emitió ella con una voz suave y ladina, ladeando la cabeza y advirtiendo al dhampir que les dio la espalda tras la cortina—. ¿Quiere tu amigo unirse a la fiesta?
Jungkook negó con la cabeza, mordisqueándose la punta de la lengua.
—Mi amigo está genial ahí afuera —respondió con una extraña voz ronca—. Prefiero no compartir la comida.
Los dedos de la joven tocaron el borde de su chaqueta de cuero, y se deslizaron a su camisa negra, adorando el tacto de la tela en sus yemas.
—Oh, ¿eres su cachorro? —preguntó aludiendo a su poco tiempo como strigoi—. Llevaba tiempo sin ver a un joven tan fresco y guapo como tú.
Jungkook sintió el pálpito de sus encías por sus palabras.
—Él pone la pasta, y yo los colmillos —mencionó el strigoi, acariciándola con sus iris oscuros.
Sus pechos se rozaron, y el azabache se sintió inmediatamente excitado. Sus instintos se dispararon como si una llama se prendiese en su garganta, y se permitió volver a liberar a su olfato para considerar el aroma de su presa.
Perfume caro, una leve mezcla de sudor y maquillaje, y su esencia humana palpitando bajo su garganta y en cada una de sus palabras.
La mano de la joven rodeó su cuello y se aproximaron en la distancia de centímetros que dejaban al strigoi por encima de su rostro. Ella se aproximó a los labios de Jungkook con ganas de jugar un poco, pero un dedo selló sus labios restringiendo el paso.
—Besos no —murmuró Jungkook con una cremosa voz de terciopelo.
No la deseaba de esa forma, por muy interesante que pudiera ser su oferta.
—Oh, muy bien —susurró la joven mordisqueando su dedo golosamente—. Tú dictas, cachorro. ¿Por dónde comenzamos?
Jungkook apartó la mano, y ladeó la cabeza observándola a unos centímetros de su rostro. Sus colmillos crecieron en cada pálpito molesto de sus encías, alargándolos como los del más peligroso felino. Los bordes de sus colmillos acariciaron su labio inferior, y él tomó su mentón con un par de dedos que levantaron su barbilla. Extendió su cuello a su servicio, y ella se mordió el labio inferior ladeando su cabeza para ofrecerle una mejor perspectiva de su garganta.
Él se inclinó con un gruñido y aproximó su aliento cálido a la dermis de su cuello. Se vio desesperado en ese segundo en el que percibió el afluente de sangre bombeando bajo la piel, y mordió desconsideradamente hundiendo los caninos con apetito. Ella liberó un gemido ahogado debido al intenso mordisco de Jungkook, intentó enredar los brazos alrededor de su cuello, pero Jungkook agarró su cabello con una dominante mano que la mantuvo quieta y con el cuello extendido.
El brote de sangre inundó sus papilas lentamente, recibiendo el sabor de una sangre espesa lo suficientemente deliciosa como para satisfacerle más que una insípida bolsa de sangre. Su instinto le susurró que debía morder un poco más abajo para perforar con mayor facilidad su carótida, por lo que Jungkook soltó el mordisco con una mezcla de sangre y saliva y cambió de posición y perspectiva para morder al otro lado de su cuello, algo por debajo al otro mordisco.
La joven se mantuvo complacientemente quieta, sumisa bajo su agarre y hambre. Y Jungkook se dejó llevar por la sensación anestesiante, dulce y efervescente que burbujeó y calentó sus venas otorgándole una energía vital inexplicable. Tomó con avidez y un sonido húmedo de drenaje, soltando su cabello y deslizando un brazo por su cintura. El corazón de la humana redujo sus pálpitos, respondiendo a la circulación sanguínea que su comensal requería.
Seokjin tocó su hombro con unos dedos a través de la cortina, avisándole de que era suficiente cuando más excitado se sintió tomando la sangre que quería.
Y Jungkook pudo haberlo puesto difícil, sin embargo, liberó de su mordisco a la joven extasiada y jadeante, y se relamió los labios manchados de sangre con satisfacción. Su propio jadeo le hizo sentirse complacido, y aunque hubiera matado por tener un poco más, se mordió el labio aceptando el límite establecido por su amigo dhampir.
Ella respiró irregularmente, como si acabase de escapar de una sesión de sexo con Jungkook. O más bien, como si le hubiera encantado hacerlo. Jungkook se distanció, y advirtió un hilo de sangre derramándose por su cuello. Ella lo cubrió con un pañuelo que sacó del bolsillo que anudó discretamente tratando de cubrir ambos mordiscos. El joven se mordió el maldito labio, tratando de no dejarse llevar por lo muchísimo que le apetecía continuar con aquello.
—¿Me he excedido? —preguntó, reconociéndose mentalmente que no tenía ni idea de dónde debía morder.
—Oh, eres un encanto —sonrió ella con suficiencia—, ¿un cachorro strigoi preocupándose por otros? Creo que me gustará repetir contigo —murmuró juguetonamente—. ¿Qué tal si vienes otra noche? ¿Puedo saber tu nombre?
Seokjin tiró del codo del strigoi y le sacó de la cortina de luces antes de que se detuviese más de la cuenta. Jungkook carraspeó un poco, sintiéndose levemente tímido porque Seokjin hubiese escuchado el coqueteo de la chica.
—Ten —le ofreció un pañuelo de papel que sacó del bolsillo—, límpiate esa boca. Y quita esa cara de tonto, cachorro.
Jungkook soltó una risita cuando Seokjin pronunció su nuevo apodo. Se limpió los labios mientras regresaban a la barra, y Freyja se levantó de esta, pagando la cuenta de sus copas.
Los tres abandonaron el club en unos minutos más, recibiendo la bofetada de brisa fresca en la calle.
El más joven se sintió más vivo que de costumbre bajo el manto nocturno estrellado, y Seokjin, sintió orgullo por su chico esa noche, quien acaba de tomar su primer bocado sin perder totalmente los estribos.
—¿Queréis ir a algún sitio más? —sugirió Freyja, comprobando la hora—. Aún tenemos unas horas.
—¿Te quedarás en casa? —preguntó Jungkook con ánimo.
—No, ella estará en un hotel —respondió Seokjin—, granuja. Aún eres una sanguijuela rebelde.
El dhampir dio una palmadita en el omoplato a Jungkook como recompensa, a pesar de todo. Él levantó una ceja mirándole de soslayo como si dijera: «¿y a ti que te pasa ahora?».
Pero para el mayor, por fin tenían buenos resultados, y no sólo eso. Jungkook estaba enfrentándose a su humanidad y culpabilidad, deshaciendo un nudo con un familiar de su pasado, y tomando sangre de alguien vivo sin aparentes intenciones por degollarle. Si esa noche le preguntasen por Jeon Jungkook, sin duda, podría volver a decir de nuevo que el joven que conoció hace tiempo, había vuelto con ellos.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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