Capítulo 3
Capítulo 3. Castillo de humo
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
El trayecto en coche hasta Revenant redujo las horas de viaje en comparación a las monturas que tomaron dos noches antes para desplazarse hasta Seúl. La entrada a Revenant estaba siendo controlada por un estricto control de seguridad que permitió la entrada de los heridos directamente hacia la zona hospitalaria de la ciudad, y registró a los recién llegados minuciosamente.
Cuando el moroi bajó del coche, seguido de Kim Namjoon, a quien detuvieron para crear una acreditación de identidad, encontró a Freyja en las galerías superiores. Los iris de Freyja y Taehyung conectaron en la distancia, y la mujer moroi se dirigió hacia él rápidamente, con los labios entreabiertos.
—¿Taehyung? ¿estás bien? —le preguntó discretamente, entendiendo su semblante de preocupación.
Taehyung asintió, a pesar de que ella supiera la realidad de cómo debía sentirse. Llevaba un jersey de cuello alto y negro, que ocultaba la realidad de la extraña cicatriz negra que palpitaba dolorosamente desde hacía más de veinticuatro horas.
—Te debemos que este infierno se haya acabado —dijo la mujer cortésmente—, el Concejo de Revenant apenas ha logrado reunirse en las últimas horas, pero querían proteger al heredero de la corona a toda costa. Nuestro pueblo te debe su supervivencia.
—No todos han sobrevivido —pronunció Taehyung cargado de un singular tormento.
Freyja supo de que hablaba, ella tampoco había dejado de pensar en Jungkook. Se aproximó a Taehyung rompiendo el protocolo y le abrazó comprendiendo profundamente como se sentía. El miedo a no volver a verle, la esperanza a que lograra estabilizarse. Su única tranquilidad residía en que Kim Seokjin estaba haciéndose responsable.
Taehyung no esperaba un abrazo de Freyja, sin embargo, cuando la mujer estrechó su espalda con índole maternal, él levantó los brazos y frotó con suavidad uno de sus omoplatos percibiendo algo que no se había esperado.
Se distanciaron en unos segundos más, y el ojiazul parpadeó posando su mirada sobre la de la moroi.
—Eres su madre —murmuró, comprendiendo de donde salía aquel lazo de energía que parecía traerle al dhampir que más había adorado de vuelta—. Oh, dios...
Había sido tan fácil, y, sin embargo, nunca se había dado cuenta hasta ese momento. La bondad de Freyja, la vez que Jungkook le mencionó que sentía algo «peculiar» con ella, y aquella forma que siempre había tenido de acercarse a la personaba que amaba, casi como si su interés fuera más allá que el de un adulto normal.
—Sí que ha crecido tu poder, ¿eh? —emitió la moroi bajando la cabeza—. Y-yo... hablé con Jungkook esa noche, antes de que...
—Le abandonaste —le acusó Taehyung repentinamente, frunciendo el ceño—. ¿Sabes lo mucho que Jungkook ha necesitado amor durante toda su vida? No te imaginas lo fuerte que ha sido sin...
El moroi apretó los labios y desvió la mirada. Se sintió súbitamente indignado por la persona que quería. No odiaba a Freyja, ni iría a hacerlo, pues la decisión de mantener una relación cordial o no con ella sólo pertenecía a Jeon Jungkook. No obstante, no pudo evitar descargar parte de su frustración con ella.
«Jungkook era noble, disciplinado, y tenía un concepto del amor que jamás había podido sentir en alguien más», pensó Taehyung. Fue inevitable sentirse dolorido pensando en las muchas veces que había necesitado de alguien más, y sólo Jimin había estado ahí.
—Sé lo que hice, Taehyung —manifestó Freyja con un tono grave—. Lo recuerdo cada día.... pero las intricadas circunstancias de mi pasado me han llevado a dirigir a una comunidad de renegados que, a día de hoy, sobrevive, y busca sus derechos y libertades por igual...
Taehyung apretó la mandíbula, reconociéndoselo mentalmente. Revenant era el único futuro de una sociedad destrozada, mientras la comunidad nosferatu se extinguía entre los miles de vidas que su hermano y el Círculo se habían llevado.
—Jungkook te necesita —suspiró el ojiazul dolorosamente—, y ahora más que nunca. No me han dejado verle, Freyja. Le he perdido y no pienso descansar hasta recuperarle. No soy vuestro emblema de victoria, y no tomaré ningún cargo por mucho que herede la corona del trono nosferatu, o el akash fluya en mis venas. Después de haber matado a mi propio hermano, quién mató a mis padres y a casi todo el reino, sólo quiero estar con tu hijo, ¿entiendes?
El moroi pasó de largo, dejando a Freyja sin aliento. Se sorprendió por sus agallas y su coraje. Puede que, de otra manera, aquella forma de rechazar su responsabilidad por herencia familiar hubiera parecido un acto de cobardía, pero Taehyung no era un pusilánime, estaba escogiendo con firmeza donde se encontraban sus prioridades.
El moroi bajó la escalera metálica de la galería y se acercó al enorme hall donde se hallaban los ascensores de cristal que bajaban a la hermosa ciudad enterrada bajo la montaña. Vio a un montón de gente reunida, familiares, mujeres embarazadas, y moroi o dhampir demasiado mayores como para haber asistido a la guerra de Seúl, que sólo esperaban la llegada de los suyos para saber que habían salido ilesos de un terrible suceso.
Ubicó los mechones dorados de Jimin entre la gente, moviéndose desorientado entre la multitud, buscando a la persona por la que su corazón se precipitaba contra su garganta.
No tardó demasiado en encontrar a Yoongi, pues su habitual cabello negro, complexión menuda y ojos almendrados le hicieron destacar junto a una de las enormes vidrieras que daban visión a la accesible ciudad iluminada de Revenant. Vestía un jersey rojo de rayas, unos jeans apretados y oscuros, bajo unas botas negras.
Yoongi posó sus iris sobre él, y adivinó que no todo había ido tan bien como esperaba. Se dirigió hacia Jimin con temblor, observando la tensión de su rostro con pavor, pero el joven dhampir adelantó sus pasos y corrió hacia él abrazándole con tanta fuerza que casi se vieron derribados.
—J-Jimin... —jadeó Yoongi, tratando de mantener la calma.
Le envolvió con los brazos percibiendo el temblor de su sollozo, donde Jimin rompió a llorar como un crío de cinco años sobre su hombro. Jamás pensó que vería al joven así, y, aunque no sabía qué demonios había pasado, no tardó demasiado en adivinarlo cuando Taehyung apareció solo tras el dhampir.
El corazón del humano se arrojó contra su pecho, en la amarga sensación de saber que habían perdido más de lo que planeaban.
—¿D-dónde está Jungkook? —preguntó Yoongi levantando la cabeza hacia el ojiazul—. ¿Y Jin?
—Está con él —afirmó Taehyung en voz baja, serenando su corazón ligeramente.
—L-le mordieron —dijo Jimin en voz baja, soltó su abrazo con lentitud y le miró lleno de lágrimas—. Se ha convertido.
Yoongi apretó la mandíbula al conocer la noticia.
—¿No va a regresar? —dudó.
Nadie respondió de forma directa, pero Yoongi supo perfectamente que aquello era una negativa. No existían strigoi en Revenant, y los protocolos de seguridad que implementarían durante los próximos días serían muy estrictos por la nueva y peligrosa raza de la que había escuchado hablar.
El humano se aproximó a Taehyung y le abrazó en silencio, presintiendo su mudo dolor. Taehyung no liberó ninguna lágrima, pero algo le decía que su padecimiento era tan o incluso más fuerte que el de Jimin.
—Hemos traído a alguien más con nosotros —musitó Jimin, frotándose los ojos—. Creo que te gustará conocerle.
Namjoon llegó hasta la entrada con diligencia, sujetando una tarjeta de ID, y una documentación exprés sobre su zona de residencia.
—Este lugar es increíble —manifestó el moroi abiertamente, dirigiéndose a las cristaleras—. ¿De dónde han sacado esa tecnología? Me recuerda a la de los ministerios, pero jamás pensé que-
—Namjoon, él es Min Yoongi —le presentó Jimin—. Es mi... b-bueno...
Al moroi casi se le desencajó la mandíbula, pero Yoongi tampoco le hizo ascos, pues se fijó en él en detalle, y como un buen moroi, Namjoon era delgado, con un tono de piel especial, y un cabello excesivamente claro. Sus iris tampoco se quedaban atrás, y su porte era elegante e interesante.
Tardó unos segundos en reaccionar, y lo hizo tras la inclinación de Namjoon a modo de saludo cortés.
—Siento que nos conozcamos en una ocasión tan desfavorable —expresó el moroi—, Min Yoongi.
—Oh, espera —exhaló el pelinegro—, ¿¡tú eres el exmarido de Jimin!?
Jimin casi se cayó de espaldas, y Namjoon se atragantó con su propia saliva mirando de soslayo al dhampir.
—¡Que no es mi exmarido, ni exnovio, ni nada de eso! —exclamó Jimin sacudiéndole desde el cuello de la camiseta—. ¡Es mi amigo de la academia y fui su guardián dhampir durante un tiempo!
—Ya, ya lo sé —contestó Yoongi con una sonrisita, levantando la mano donde llevaba anillo—. Mira esto, ¡me dio tu anillo del infinito!
—S-se lo di para protegerle —se defendió el dhampir interponiéndose entre ellos, y acto seguido girándose hacia Yoongi—. Voy a hundirte en el suelo de un puñetazo.
—No seas tan cascarrabias, monada —coqueteó Yoongi, con una ligera burla—. Estás sexy cuando te enfadas.
Namjoon sonrió de todos modos mientras aquellos dos discutían, y posó su mirada sobre Taehyung, quien permaneció a su lado sin decir demasiado.
—¿Estás bien? —le preguntó en voz baja.
—Sí —el ojiazul evadió su respuesta, tomando la documentación de su mano para ojearla—. Te llevaré a tu apartamento si quieres, ¿puedo ver dónde queda?
Los jóvenes tomaron uno de los ascensores de Revenant para bajar hasta la ciudad, quedaron a la hora del almuerzo en el restaurante que había bajo el edificio donde vivían, y Taehyung y Namjoon se separaron de Yoongi y Jimin durante un rato, donde el ojiazul dirigió a su amigo moroi hasta su lugar asignado como residencia.
Namjoon dejó allí la sencilla maleta que arrastraba con él, y salió a pasear con Taehyung escuchando el pequeño detalle de que la alimentación de proveedores estaba restringida en Revenant. El peliblanco parecía maravillado con la tecnología del lugar, y deseó presentar sus servicios a la seguridad de la ciudad subterránea por su buen uso de la magia.
—Me he perdido muchas cosas, ¿verdad? —comentó Namjoon caminando a su lado, mientras paseaban por un singular parque tan verde como cualquier otro que hubiera visto en el exterior—. La otra noche, cuando encontramos el cuerpo de Jungkook, tú... dijiste abiertamente que...
—Jungkook y yo estamos juntos —determinó Taehyung sin ocultarlo—, lo hemos estado todo este tiempo.
—Lo suponía —suspiró el moroi peliblanco, seguidamente pasó un brazo sobre los hombros de Taehyung—. Le recuperaremos, Taehyung. Si Jungkook sigue ahí dentro, le recuperaremos.
Al otro lado de la ciudad, en lo que Jimin salió del cuarto de baño con el cabello claro húmedo, paseó por el apartamento con un extraño vacío por dentro. Se detuvo en el salón, observando a Yoongi y el terrible papeleo esparcido sobre la mesa de café ubicada en el centro.
—¿Qué has estado haciendo? —preguntó Jimin, aproximándose.
—Uhm, un poco de todo —contestó Yoongi, liberando un suspiro—. Estaba muy inquieto cuando os encontrabais afuera, así que me reuní con unos cuantos moroi, y estuvimos implementando un sistema de seguridad en las galerías subterráneas...
—¿Por qué? —dudó el dhampir, levantando las cejas.
Yoongi se mordisqueó el labio, y le miró de soslayo.
—Tienen miedo de que esos draugr puedan cavar y entren bajo tierra —respondió, dejando a Jimin sin aliento.
—¿Eso podría pasar? —exhaló el peliclaro.
—Parece que sí... pero... el Concejo no le dirá nada a los refugiados —agregó Yoongi astutamente—. Creo que lo último que quieren, es que la minúscula población que protegen se sienta insegura. ¿Qué son esos draugr exactamente, Chim?
—Muertos vivientes —pronunció el dhampir, con una dosis lúgubre—. Tan peligrosos como un strigoi, y mucho más... perturbadores...
Yoongi se quedó sin palabras.
—¿Son contagiosos?
—Creemos que sí —relató Jimin—, pero no sabemos si todos lo son, o si la única forma de esparcir el virus sacre, es mediante las inyecciones que fueron detonadas en las zonas subterráneas del ministerio nosferatu.
—Vaya... —suspiró Yoongi, hundiéndose en el sofá—. Podría comenzar a escribir un guion ya sobre esto, ¿qué te parece?
Jimin se dejó caer en el sofá a su lado, con una sonrisa dibujada en las comisuras de sus labios. Extendió los brazos y abrazó su cuello sin decir nada, y Yoongi permaneció estático unos segundos, antes de estrechar cálidamente su espalda.
—¿Recuerdas cuando fuimos a tu viejo apartamento? —formuló el dhampir en el hueco de su cuello.
—Sí... —exhaló Yoongi, sintiendo unos pálpitos en su pecho—. Claro que sí.
—Ahora, no sé si podría volver a hacerlo —musitó con suavidad.
—¿El qué, Buffy? —inquirió de forma divertida—. ¿Matar a los vampiros malos vestido de cuero?
Jimin se distanció unos centímetros para mirarle, sus iris castaños oscuros se deslizaron por su rostro sin decir nada, pero Yoongi supo por qué: era una cuestión emocional, de protección y de miedo a perder a alguien a quien apreciaba.
—Jimin, yo-
El dhampir silenció sus labios con un par de dedos, pasó una pierna por encima de su regazo, y se inclinó lentamente para encontrar sus labios. Yoongi recibió un beso amable, mucho más dulce de lo que acostumbraba cuando se trataba de besar a Jimin, y lo disfrutó con un punto afectivo, percibiendo el chispeo de la química entre ambos.
—No quiero perder a todas las personas que quiero —murmuró Jimin en su oreja, donde sus carnosos labios se deslizaron besando y mordiendo el lóbulo lleno de aros plateados con suavidad.
Yoongi entrecerró los párpados cuando Jimin besó la línea de su mandíbula, como un gatito lastimado y mimoso que comenzó a despertar la pasión entre ambos. El humano tomó su rostro entre sus manos, y atrajo su frente a la suya.
—Tienes que dejar de creer que puedes protegernos a todos, Jimin —sugirió con delicadeza—. Lo que le ha sucedido a Jungkook no es tu culpa. Habéis luchado hasta el final, y trágicamente, uno de vosotros ha...
—N-no lo entiendes... ¡n-no debería estar vivo! —sollozó repentinamente—. Nos hicimos una promesa de parabatai, le juré que... le mataría si se convertía en uno...
—Mírame —insistió Yoongi serenamente—, Seokjin está con él. Sabes perfectamente que él se toma muy en serio estas cosas, y confías en él, ¿verdad? —le cuestionó—. ¿Qué hay de si Jungkook sigue siendo el mismo? ¿le matarías incluso aunque fuese tu amigo?
Jimin se quedó en silencio, sin saber muy bien qué responderle. El chico trató de seguir argumentado, pero sus palabras se vieron nuevamente retenidas por la boca de Jimin en otro agradable y desorientador beso de sus carnosos labios. En esta ocasión, Jimin sabía a sal, y los pulgares de Yoongi recorrieron por sus pómulos, apartando los restos de sus lágrimas.
Yoongi se perdió entre un beso y otro, escuchando la fugaz confesión de Jimin sobre sus labios:
—Te quiero —le dijo, y volvió a besar con mucho más ánimo mientras el ambiente se caldeaba en cada roce de labio.
El humano elevó su camiseta y se la sacó por encima de la cabeza. La timidez de Jimin le acompañó unos segundos, pues las decenas de marcas de cicatrices pasaron bajo las yemas de sus dedos, y Yoongi reconoció que eran similares a la propia, situada en su antebrazo.
«Si aquello le había acomplejado alguna vez, Jimin estaba muy equivocado», pensó Yoongi con admiración. Pues su cuerpo sólo era más bonito así, acompañado por el tatuaje plateado del dragón chino gemelo al de su parabatai, en la longitud de su brazo.
Sus manos se deslizaron en la curva de lordosis de su espalda, acariciando la zona baja hasta el volumen de su trasero. Jimin tenía un buen cuerpo, con innumerables formas de acomplejarle a él mucho más que a cualquier otro. Pero el dhampir besó su cuello e insistió en mordisquear su dermis haciéndole sorber el aire entre los dientes y perder la capacidad de seguir razonando.
—Está genial lo de que me quieras, pero no vamos a hacerlo aquí —murmuró Yoongi cuando Jimin volvió a posarse sobre sus labios.
—¿Ah no? —respiró el dhampir con diversión—. Que te apuestas.
Yoongi se mordisqueó la lengua.
—No me desafíes en esto —gruñó con diversión.
Jimin se rio melodiosamente. Y entre una cosa y otra, ambos acabaron desplazándose a tirones desde el sofá, hasta el dormitorio donde Jimin habitualmente había dormido. El peliclaro solía ser mucho más imperativo y activo cuando se trataba de entrar en acción (en cualquier campo reconocido), pero Yoongi fue el que le empujó con gentileza en el borde de la cama doble, decidido a disfrutar del momento.
La espalda del dhampir se hundió en la mullida colcha, con las piernas flexionadas en el borde y las puntas de los pies rozando el suelo. Irguió la cabeza captando la expresión de su compañero, quien en esta ocasión se encargó de depositar un dedo sobre sus labios como él había hecho instantes antes, y con la otra mano insistió sobre su pecho para que se mantuviera recostado.
—Déjame hacer algo —solicitó ladinamente, inclinándose sobre su abdomen.
Jimin se sintió encogido cuando los labios de Yoongi besaron la hundida uve de su cadera, allá donde su ombligo se veía marcado por unos suaves y cremosos abdominales en los que el pelinegro ascendió delineándolos con sus finos y rosados labios.
El dhampir había tenido sexo en alguna ocasión, pero lo suyo había sido un encuentro rápido con su primer amor adolescente en la academia. Ni siquiera había recibido auténticos mimos y tomado en cuenta lo que era disfrutar de sus preliminares sin la ansiedad de acabar rápido. En ese momento, se dio cuenta de que él era mucho más inexperto que Yoongi a pesar de haberle tratado en un puñado de ocasiones como si él no tuviera ni idea de cómo funcionaba la química entre dos personas.
El joven recorrió su hinchazón con una mano gentil con la que posteriormente se deshizo de su pantalón. Besó sus boxers lentamente y cuando liberó su miembro, se encargó de él regalándole su mejor uso de su mano y paladar. Jimin jadeó al principio y exhaló algunos gemidos ahogados y gratos haciéndole saber que podía continuar con su labor.
Yoongi salivó lo suficiente como para hacerle disfrutar, se trabajó su admiración hasta el punto de necesitar detenerle para no llegar al clímax demasiado rápido. Fue algo extraño sentirse tan desnudo bajo alguien que aún permanecía vestido, por lo que le atrajo hasta él por la cintura, y le liberó de su molesto jersey rojo y de rayas. Jimin pasó los dedos por su brazo repleto de dibujos en tinta negra. Seguidamente tiró del impertinente cinturón de hebilla donde sus dedos nerviosos vacilaron, el tintineo liberó la apertura de su pantalón con su ayuda. El pelinegro se descalzó antes de subir a la cama, y sin terminar de deshacerse del pantalón, Jimin rodeó su cintura con las piernas deseando probar una experiencia mucho más sugestiva.
Se tomaron unos minutos para hacerlo, pues Yoongi utilizó la poca experiencia reunida para saber que podría hacerle daño si no lo intentaban con calma. Entró en él pausadamente, y las primeras embestidas donde se acomodaron y amoldaron al otro, les sumieron en melodiosos jadeos que cantaron al unísono. Estuvieron meciéndose entre largos minutos donde el ritmo incrementó, donde las palabras ardientes y sexuales se liberaron entre ambos, y en donde la pasión mutua estalló hundiendo los dedos en las sábanas. Jimin comprobó que era más placentero de lo que jamás había imaginado, y cuando llegó al clímax, su sesión de sexo se extendió a base de mimos, en una segunda ronda donde él mismo se permitió acariciar y posicionar a su compañero como le apetecía.
No habían terminado. Complaciendo sus sentidos, Yoongi se dejó llevar por las embestidas de Jimin, alternando el rol de una forma tan divertida como carnal. Clavó sus dedos en sus muslos y le embistió con mucha más fuerza e intensidad de la que él le había regalado.
El sexo con Jimin fue explosivo, pero también le dejó exhausto hasta el punto de pensar que estaba con un felino difícil de saciar en la cama. Nunca había compartido una sensación tan perturbadoramente apasionante con alguien, e incluso con su expareja Seokjin, con quien todo había sido más platónico y lento cuando llegaron al acto físico.
Ambos acabaron sudorosos sobre el colchón, con una segunda explosión climática, y con la respiración notablemente entrecortada.
Yoongi se humedeció los labios y miró de soslayo a su compañero, exhalando una sonrisa de satisfacción. Su piel se encontraba húmeda por el sudor, y las sábanas y edredón se estaban enredados en una maraña indescriptible. Pero Jimin se deslizó sobre su hombro y le abrazó con un brazo por encima del pecho, volviendo a convertirse en aquel osito de gominola que una vez le asustó por su acercamiento.
—Jimin —musitó Yoongi, pasando unos dedos por los mechones claros de su cabello despeinado.
—¿Hmnh?
—Gracias.
Jimin levantó una ceja, esperando que no estuviera agradeciéndole lo que pensaba.
—¿Me estás dando las gracias por follar? —soltó el dhampir divertido—. Esto es lo más desconcertante que me ha pasado en los últimos meses.
El pecho de Yoongi retumbó por su risita y él negó con la cabeza, maldiciéndole en voz baja.
—No, no —chasqueó con la lengua, posando sus iris avellanos en el techo—. Por sanarme, por... hacerme sentir vivo... —su tono de voz se volvió tan grave que se alejó de su habitual deje irónico—. Puede que pienses que todo es demasiado estresante a veces, pero, yo..., no pienso dejarte caer en ningún momento. Me da igual la comunidad nosferatu y me sudan los cojones el lugar donde nos encontramos ahora. Estaré contigo donde lo necesites, porque eres la gasolina que necesito para vivir.
Jimin se incorporó ligeramente, clavando un codo en la cama y posando unos dedos en su mentón que redirigieron su rostro al suyo.
«¿Eso era lo que se sentía cuando comenzabas a enamorarte de alguien?», se preguntó sin decir nada. «Porque estaba empezando a creer que no podría liberarse».
Su mirada castaña se derramó sobre la del humano con una significativa nota de afecto en su lugar.
—No puedes decirme eso y quedarte tan tranquilo —gruñó el dhampir, dejando un roce de sus labios tiernos sobre los del pelinegro.
El aliento más apaciguado de Yoongi se unió al suyo, y sus dedos se enterraron tras los mechones claros de la nuca de Jimin, observándole desde abajo.
—¿Por qué no? —contestó, desafiándole con su pregunta—. ¿Vas a follarme de nuevo?
Jimin no le respondió, pero dejó caer su cabeza entre el hueco de su cuello y la almohada, y liberó un mugido amortiguado sin soltarle. Sujetando su cintura con un brazo, Yoongi giró la cabeza hacia el reloj estratégicamente colocado en la mesita de noche a su izquierda.
Era mucho más tarde de lo que habían quedado para almorzar con el «no-ex» de Jimin y Taehyung, y se lo habían perdido a causa de su apasionado encuentro. Yoongi cerró la boca, y se guardó la información, deseando no escapar de la cama, a pesar de que el estómago de Jimin comenzase a rugir por su falta de ingesta.
Inesperadamente, no quería escapar de allí. Deseaba extenderlo un poco más, y por algún motivo, Jimin pensó lo mismo sabiendo que llegarían demasiado tarde como para compartir el almuerzo con los moroi. Sus dedos se entrelazaron fortuitamente, en una caricia de yemas donde los iris de Jimin, quien yacía lánguidamente recostado sobre el otro, descansaron durante unos largos minutos hasta cerrarse. Si volvía a pensar en lo que estaba sucediendo en su vida, podía sentir una especie de amargura en la garganta y desgarrón en el pecho, pero Yoongi era el bálsamo que le concilió durante las exclusivas horas en las que se permitió alejar el horror que le invadía.
Tener a Namjoon en la ciudad también le había tranquilizado, aunque prácticamente había cambiado el alivio de recuperar a uno de sus mejores amigos, por perder a alguien importante.
—¿Qué tal si te preparo algo de comer? —murmuró Yoongi junto a su oreja.
Jimin levantó la cabeza y asintió contento, los dos se levantaron de la cama y se vistieron perezosamente. El dhampir sólo se colocó un holgado pantalón de chándal, y se encargó de arrancar las sábanas para cambiarlas por otras mientras Yoongi se dirigía a la cocina. Puso a punto la colada y después pasó por el cuarto de baño con intención de echarse algo de agua fresca en la cara. Terminó repeinándose el cabello seco y alborotado, y cuando salió del cuarto de baño, percibió el olor a verdura a la plancha y tiras de pollo.
«¿Podía sentirse más afortunado?», pensó ganduleando por el apartamento.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
La hora del almuerzo transcurrió a solas para los dos moroi, sentados en el restaurante donde compartieron una conversación sobre el elemento.
—Déjame verlo —ordenó Namjoon, mirando por encima a su compañero.
Taehyung se apartó el cuello alto del jersey negro, y le mostró parte de la cicatriz.
—Hace dos días estaba por mi mejilla —dijo Taehyung con preocupación—. Al menos ha bajado.
—Pero tu cabello sigue oscuro —observó el otro moroi con detenimiento.
Taehyung apoyó los codos en la mesa, y dejó que sus pupilas se perdieran en el par de personas que había almorzando al otro lado del local. La música sonaba lenta, la luz era tenue, y el mantel de la mesa era de un terciopelo rojo oscuro.
Casi parecía que no había ocurrido nada, pero la realidad era muy distinta allí afuera, e incluso en la zona hospitalaria de Revenant por la que Taehyung deseaba pasarse.
«¿Seguiría funcionando el espíritu, a pesar de que su elemento se hubiera invertido?».
—¿No vas a llamarle? —dudó Namjoon, sujetando su cubierto—. A Jimin, digo.
El moroi pelinegro sacudió la cabeza.
—Necesita su espacio —musitó Taehyung cabizbajo—. ¿Crees que estarán bien los heridos?
Namjoon ladeó la cabeza, contemplando su semblante.
—Me pasaré por allí más tarde —le aseguró su compañero—. Haré lo posible para echar una mano.
De un momento a otro, Taehyung sintió una vibración en su bolsillo. Se sobresaltó en el primer segundo, y buscó con sus dedos en su bolsillo el dispositivo de contacto que Jung Hoseok les había dado.
—Es Jin —exhaló Taehyung, y acto seguido desbloqueó la llamada sin pensárselo, llevándose el teléfono a la oreja—. ¿Seokjin?
—Hola —habló Seokjin al otro lado de la línea—, ¿Cómo estás? Pensé que descolgaría la bestia furiosa de Jimin.
—¿Estás bien? —preguntó directamente el moroi—. ¿Ha despertado Jungkook?
—Sí, Taehyung —respondió Seokjin, liberando un suspiro antes de explicarle—. No os preocupéis, está algo desorientado, pero se encuentra centrado. Es de lo que quería hablaros. Cuando despertó, salió corriendo y estuvo a punto de escaparse, pero razoné con él. No me lo ha puesto muy difícil. Se alimentó por primera vez esta mañana, de una joven que...
—¿Una humana? —intervino Taehyung.
—Así es. Le tuve que inyectar dos dosis de verbena, a pesar de que la primera le dejase bastante débil —explicó Seokjin con una sonrisa desdibujada que se transmitió en sus palabras—. He llamado a una proveedora de material dhampir para que me traiga una reserva de dosis, creo que parece dócil, pero era alguien enérgico cuando era un dhampir y todos sus rasgos pasados se verán intensificados en su nueva forma. Su periodo de adaptación podría extenderse durante meses.
Taehyung respiró sintiendo un enorme alivio atravesándole.
—¿Crees que puedo hablar con él? —le preguntó casi en una súplica—. Me muero por escuchar su voz.
—Todavía no, aún no... no me ha preguntado por... —titubeó Seokjin, dudando en decirle lo que había sospechado—. Por ti.
El moroi abrió la boca y se quedó pasmado.
—¿Qué? —dudó con cierto temor—. ¿Nada?
—Mira, Taehyung, no te preocupes en exceso, ¿de acuerdo? —el dhampir trató de tranquilizarle ofreciéndole una explicación—. Es algo natural, Jungkook está demasiado sumergido en redescubrirse a sí mismo como para pensar en el resto. Para él, todo lo que le rodea es nuevo, los sonidos, el tacto, el apetito, y el resto de sus sentidos intensificados... Es necesario que primero se asiente en quién es y qué ha sido durante su vida mortal, antes de preocuparse por otros factores.
—D-de acuerdo... —vaciló la voz del moroi—. ¿Le cuidarás? ¿verdad? ¿m-me puedes llamar todos los días para decirme cómo está?
Namjoon miró con cierta lástima a Taehyung mientras escuchó su conversación telefónica.
—Lo haré —respondió Seokjin con amabilidad y afecto—, tranquilo.
—Confío en ti, Seokjin —le recordó Taehyung—. No sé cómo voy a devolvértelo, pero te prometo que haré cuanto quieras.
Seokjin contestó y trató de quitarle importancia, redirigiendo su conversación al asunto elemental.
—¿Qué hay de tu cicatriz? —preguntó directamente.
—Ha retrocedido.
—Bien, no utilices tu poder, o te harás daño —le aconsejó el dhampir—, y puede que también lastimes a quien te rodea. El akash invertido es tan fuerte, que podría descontrolarse. Esa cicatriz, es la prueba de que ha estado a punto de hacerlo.
—Pero, ¿por qué? —dudó Taehyung realmente preocupado—. ¿Por qué me ha pasado esto?
Escuchó a Seokjin respirar al otro lado del teléfono y comenzar a hablarle muy en serio.
—Lo he estado pensando —dijo el dhampir, pasándose una mano por el cabello—. Lo que más sentido tiene es que una sobrecarga emocional te haya hecho invertir el elemento; lo que ha sucedido, la muerte de Xiumin, Jungkook, y toda esta batalla... Taehyung, tu corazón es muy puro, por eso has heredado el ese poder, te dije que era una esencia volátil y que podía invertirse con los cambios emocionales.
Taehyung se sintió asustado de sí mismo.
—¿Y cómo puedo v-volver a invertirlo?
—No lo sé —mintió el dhampir.
Seokjin escuchó a Taehyung desesperarse al otro lado de la línea. No quiso decirle lo que en realidad pensaba, pero él creía que podía ser algo tan complicado como sencillo. El vínculo de Taehyung y Jungkook era demasiado fuerte, y ahora Jungkook ni siquiera parecía recordarle.
Algo le decía al mayor, que la causa de que el elemento se hubiera invertido tenía que ver con su pérdida, y no iría a cambiar mientras no tuviese a Jungkook como soporte. Él mismo podía perder la cabeza, volverse inestable y cometer una locura como había hecho Anna en su pasado.
—Vi a Anna hacerlo en varias ocasiones, hace cientos de años —añadió Seokjin repentinamente—. La sanación no funciona cuando inviertes el akash, Taehyung, así que, por lo que más quieras, no intentes sanar a alguien o sólo abrirás más sus heridas.
—E-está bien —afirmó el moroi—. No lo haré.
—Vale, te llamaré cada varios días —prosiguió el mayor—. Sé que estáis en Revenant, procurad manteneros a salvo hasta que todo este revuelo termine, ¿de acuerdo?
—Seokjin, espera —le detuvo Taehyung, apretando los dientes—. ¿Puedo preguntarte algo más?
—¿Sí?
—Dime la verdad, ¿Jungkook me recuerda o no? —insistió con un pequeño presentimiento.
El dhampir se quedó en silencio, y tardó unos segundos de más en responderle, que hicieron que Taehyung bajara la cabeza temiéndose su negativa y apretara el teléfono entre los dedos.
—Creo que... hay algo de él... intentando negarte —respondió Seokjin con delicadeza—. Aún no estoy seguro de qué es, pero creo que es muy pronto para hablar de esto.
—De acuerdo, e-esperaré tu próxima llamada —dijo Taehyung, cortando la llamada.
Namjoon levantó las cejas, contemplando su dolorosa expresión.
—Tae...
Taehyung se levantó de la silla, apartando el pañuelo de sus piernas y soltando el teléfono en la mesa. Namjoon le siguió con la mirada, comprobando su rápida huida del restaurante.
El moroi atravesó la calle llenándose de lágrimas y sintiéndose culpable; Jungkook se estaba negando a recordarle. «¿Era su culpa por no haber detectado antes que su pesadilla fue una premonición?».
El moroi llegó a su edificio, y negándose a entrar a su propio apartamento (aquel sitio sólo iba a oler a Jungkook), timbró en la puerta de Jimin esperando a que abriese.
Jimin se levantó del sofá con las mejillas llenas del tardío almuerzo que compartía con Yoongi, dejó los palillos a un lado y arqueó una ceja antes de abrir la puerta. Cuando lo hizo, descubrió al moroi al otro lado. Las pupilas borrosas de Taehyung se toparon con un Jimin despreocupado, cómodo y sin camiseta, y él atravesó el marco de la puerta abrazándole con fuerza.
Se puso a lloriquear como un crío de cinco años, tanto por lo de Jungkook, como por irrumpir en su apartamento sabiendo que fastidiaría su rato con Yoongi. A Jimin casi se le atragantó la comida comprendiendo el dolor de su amigo. Tragó su bocado y estrechó su abrazo siseándole para que se tranquilizase. Yoongi se asomó a la entrada, tan inquieto como asustado por su llegada.
—¿Qué... ocurre...? —preguntó en voz baja.
—No quiero estar solo en mi apartamento —musitó el moroi frotándose los ojos.
Jimin apartó unos mechones de cabello oscuro de sus ojos, y agarró su mano fraternalmente, dirigiéndose a la puerta para empujar y cerrarla con una mano.
—Quédate aquí, tonto —tomó la decisión empatizando con su dolor—. ¿Has comido ya?
Él asintió con la cabeza, y Jimin empujó la espalda del moroi gentilmente en dirección al salón. Ésa era la realidad a la que tenían que enfrentarse todos, la de la incertidumbre y la angustia, al bálsamo que encontrasen pensando en qué sería de sus futuros.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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