Capítulo 20
Capítulo 20. Celebración crepuscular
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Yul fue contactado por Jungkook para la firma del pacto y alianza con la nueva comunidad cénit. Una semana más tarde, el strigoi viajó desde Lang en compañía de otros dos líderes de clanes hermanos. Pertenecían a las provincias de Jeolla y Gyeongsang, y se trasladaron en un horario nocturno para asistir a su encuentro con Jungkook.
El joven les recibió junto a Seokjin a las afueras de Sokcho, posó sus iris oscuros sobre Yul, quien esbozó una pícara sonrisa en su encuentro. Después se fijó en sus otros dos acompañantes, un tipo de cabello negro, largo y liso. Era alto y su piel parecía porcelana. El otro tenía el cabello blanco con una trenza que descendía por encima de su hombro, su tez era pálida, y sus proporciones esbeltas.
—Jeon Jungkook, Kim Seokjin, él es Yanming, el líder del clan pacífico de Jeolla. Un hermano desde hace más de cincuenta años —enunció Yul, señalando al strigoi de pelo oscuro en primer lugar, y acto seguido al pálido de la trenza blanca—. Su compañero es Kyoahn, líder del clan Gyeongsang. Un clan menor, que ha estado recogiendo strigoi sin hogares desde hace años.
El más joven entrecerró los párpados, escudriñando a Yanming y Kyoahn con la mirada. Apreció la mandíbula triangular de Yanming, pómulos afilados y nariz larga. El hombre vestía elegantemente, casi como si aún se encontrase en el siglo pasado. Por otro lado, Kyoahn casi parecía un moroi, por esbeltez y cabello claro, excepto por el halo de sus ojos.
—Me han hablado de usted —emitió Yanming, seguido de una breve inclinación en consideración a Jungkook—. El strigoi que camina a la luz del sol, ¿a qué se debe tal milagro?
—Un placer, Yanming —saludó Jungkook, y seguidamente redirigió la conversación hacia donde más le interesaba—. ¿Cuántos miembros son los de su clan?
—Superamos el medio centenar —contestó con orgullo—. Somos el clan más grande del país.
—¿Más de medio centenar? —repitió el azabache con escepticismo.
—Mi clan se fundó en mil novecientos cincuenta y tres, tras la guerra que dividió Corea —le explicó Yanming con elegancia—. Al principio recogíamos a aquellos infestados y víctimas en las trincheras. Enclaustrábamos a los mordidos para que no extendiesen nuestra raza, controlábamos que la epidemia de strigoi no se expandiese.
—Increíble —exhaló Jungkook—. ¿Cómo controlaron... la infección?
—Ejecutábamos a todos los que no presentasen rasgos de humanidad en sus primeros siete días —le respondió con una pasmosa serenidad—. Una medida cruda, pero efectiva. No trabajamos por proteger a los humanos, sino a nuestra propia raza. Aquel que no esté preparado para portar los dones strigoi, debe ser erradicado.
—¿Cuál es su método de ejecución? —preguntó Seokjin cautelosamente.
—Inyectamos verbena y le cortamos la cabeza con un sable ardiente —respondió—. Es más fácil incinerarles así.
Jungkook se vio impresionado por su historia, carraspeó levemente tratando de no pensar en los pobres diablos que no encontraban su humanidad a tiempo, y tomó la palabra para conocerle un poco más.
—¿Por qué motivo se encuentra su clan interesado en formar una alianza con la comunidad de moroi y dhampir? —formuló el azabache—. Dijo que fue fundado hace setenta años, ¿qué es lo que le impulsa en este momento a buscar una alianza?
Yanming no respondió con rapidez. Se tomó segundos de más para armar una respuesta honesta, donde sus iris carmesíes resplandecieron por algún tipo de emoción enterrada desde hacía demasiados años.
—Mi gente está cansada de vivir a la sombra —contestó el strigoi con voz grave—. Señor Jeon, llevo noventa y siete años viviendo como una rata, ocultándome bajo los antiguos canales de nuestra ciudad, por miedo a los cazadores dhampir, por el repudio que implantaron los moroi nosferatu. Mi gente necesita ser libre, somos un clan que conoce la lealtad y confraternidad, protectores de nuestros hermanos y guardianes de la noche. Ha llegado el momento de unirnos a algo más —declaró con la barbilla bien alta—. Pues la noche es más bella cuando no debes ocultarte bajo un velo de aprensión, ¿no cree, Jungkook?
Jungkook asintió en silencio y comprendió su valor, a pesar de que los métodos de ejecución de neo strigoi en su clan fuesen demasiado duros. De alguna forma, entendía su anhelo por dejar de ocultarse del mundo. Los strigoi eran orgullosos, y su instinto les hacía volverse, probablemente, la raza más dominante. Era complicado lidiar con eso, sabiendo que la comunidad nosferatu y sus dhampir entrenados habían erradicado nidos (sin jamás tener en cuenta su inocencia) desde que tenían memoria.
—¿Qué podría decir usted, señor Kyoahn? —preguntó Seokjin, mirando a su acompañante—. ¿Qué hay de su clan de Gyeongsang?
El hombre de cabello blanco y recogido, posó sus iris sobre Seokjin. Respondió con un acento que Jungkook reconoció de algún sitio. Puede que fuese del mismísimo Taehyung, pues algunas antiguas familias de moroi mantenían un acento de la península mucho más exclusivo y cerrado. Algo le dijo al azabache, que aquel strigoi descendía directamente de la raza moroi, tal y como sospechó una vez de Yul.
—Nosotros somos mercaderes —contestó Kyoahn—. Las islas se encuentran bajo nuestra protección, están libre de neo strigoi. En la península, recibimos miembros de todas partes del país. Nos acogemos al código de solidaridad entre los nuestros.
Yanming giró la cabeza para mirar a Kyoahn.
—Solidaridad entre los vuestros —repitió Yanming con una pizca de sarcasmo que Jungkook detectó en su voz—. Escuché que sólo admitían strigoi con antigüedad de dos años. ¿Qué tipo de solidaridad es esa?
—Verá, nosotros no ejecutamos a nadie —rebatió Kyoahn con crudeza—. Pero nos aseguramos de que nuestros miembros ya hayan superado la fase de neo strigoi antes de labrarnos un mal nombre entre los demás clanes.
—Interesante —pronunció Yanming.
Algo le hizo pensar a Jungkook que no eran demasiado afines entre ellos. A pesar de su breve respuesta, trató de pasar a otro tema, explicándoles la hora en la que se encontrarían con la guardia real de palacio.
—Ellos les explicarán cómo será la firma del pacto —expresó Seokjin—. Deberán pasar sin armas, será durante una celebración de alianzas.
—¿Es real que el palacio se encuentra protegido por una magia ancestral? —preguntó Kyoahn.
—Así es, sus terrenos están salvaguardados —contestó el dhampir.
Los tres strigoi se mostraron interesados en eso, pero su reunión fue tan breve que Jungkook y Seokjin se ahorraron los datos. Ellos lo sabían todo por Jimin, quien les había filtrado la información unos días después de que las brujas implementaran el hechizo de protección sobre palacio.
—No podrás entrar —suspiró Jimin al otro lado del teléfono.
El manos libres resonó en el salón de la casa, frente a Jungkook masajeando su propia frente, y Seokjin escuchando sus palabras.
—Necesitas un permiso directo del propietario de la estrella, ergo, Taehyung es el único que concede el pase —argumentó Jimin—, y esa noche estará reunido con todos, así que... tendríamos que haberlo pensado antes. La seguridad de palacio no permitirá que entre nadie más que los tres líderes de clanes que pactarán con ellos esta tarde.
—Espera, Hyun Bin le dio la estrella a Taehyung, ¿verdad? —razonó Seokjin—. Hyun Bin también fue su propietario. Él podría dejar pasar a Jungkook.
—¿Cómo? —dudó Jimin—. Oh.
Jungkook abrió la boca y chasqueó con la lengua sintiéndose orgulloso del cerebro sexy de su amigo dhampir.
—Jin, eres brillante —le halagó Jungkook levantándose del sillón—. Jimin, ¿podrías conseguirme el uniforme de dhampir de palacio?
—Huh... sí, supongo —contestó el joven—. Pero no creo que sea buena idea que estés adentro, estarías demasiado expuesto a que alguien del Concejo te reconociera.
—Puedo entrar por el jardín, me quedaré afuera durante la celebración —declaró Jungkook—. Sólo quiero ver a Taehyung.
Jimin exhaló una carcajada silenciosa. «Ese era su mejor amigo», pensó. «Totalmente loco».
No sabían cómo, pero habían pasado los suficientes días como para que el verano de la península finalizara. El primer día de septiembre quedó atrás, extinguiendo el cumpleaños número veinte de Jungkook en un periodo de espera. La transición hacia la nueva comunidad y las noticias del ataque al clan de la luna invertida, el de la familia Shin, le dejó en ascuas esperando que fuera cierto.
Taehyung sabía qué día era el uno de septiembre. Recordó que un año atrás, los dos llegaron al apartamento de Yoongi y al mundo humano, sintiéndose al límite de su cordura. Su coronación como rey ya tenía fecha, y en sólo un mes, sabía que tendría que decidir entre dos caminos muy distintos. Uno, el de su deber como el último Kim de sangre azul; y dos, el de su corazón, el cual cabalgaba libre y en una sola dirección que tenía nombre y apellido propio. Taehyung sabía que su elección ya había sido tomada mucho antes de planteárselo, desde el día en el que escapó con Jungkook de la comunidad nosferatu.
Esa semana, en la espera de que todo avanzase correctamente, Taehyung se sentía extraño. Tomó un baño con sales y notó su cuerpo destemplado. Además, estaba más sediento que de costumbre. La abolición de proveedores le impedía probar la sangre directa de una vena, y su ración diaria servida en una copa se le hacía insuficiente. Su lengua se encontraba reseca, en ocasiones se forzaba a beber agua para quitarse la falsa sensación de una boca amarga que no se disipaba. Emborracharse con Jimin sólo funcionaba una vez a la semana. Y él no acostumbraba a sentirse sediento, se había habituado a la corta ración de sangre que los moroi se servían desde pequeños, y llevaba muchísimo tiempo sin revivir los vómitos de sangre que tuvo hace tiempo por el desgaste del espíritu.
Aquello le hizo pensar en Jungkook súbitamente. En su cuello, en la forma marcada de su mandíbula, la caída arqueada de su largo cuello. En las hendiduras de sus clavículas. En su olor. En la tibieza de su piel blanca, y en su pulso. Taehyung sintió una náusea y detuvo sus pasos. Exhaló su aliento sintiendo la presión de sus encías empujando sus colmillos retráctiles, desde la raíz.
«¿Jungkook?», musitó en su mente, comprendiéndolo repentinamente. «¿Tenía sed de Jungkook?».
Lo leyó en una ocasión en un viejo libro de la Asia antigua, acerca de los placeres de la sangre de Efebos. Taehyung se instruía en el palaciego de Bucheon durante los aburridos veranos entre curso y curso de la academia, sumergiéndose en todo tipo de lectura sobre las raíces moroi. Una vez pasó la vista por encima, tuvo que soltar el volumen en la estantería de la biblioteca real, decidido a no leer más sobre los vínculos pasionales de la sangre. Se encontraba acalorado tras leer el párrafo donde algunas de las parejas de vampiros llegaban a compartir la necesidad de morder al otro cada cierto tiempo. En ocasiones, el deseo por ese acompañante se manifestaba con la aparición de un tipo de sed que no podía ser saciada por ningún otro. No era sed por alimentarse, era un tipo de sed que reclamaba el cuerpo de alguien. A los moroi les llenaba de náuseas, en ocasiones fiebres, y llegaban a tener delirios cuando sus colmillos requerían a alguien no correspondido.
Taehyung ya lo había sentido en otras ocasiones, pero en el pasado le ocurría por el uso del espíritu y el desgaste de un poder tan fuerte. En esta ocasión era muy distinto, tenía sed de Jungkook por un puro reclamo de su amante.
—Taehyung.
Jimin llamó su nombre, el moroi giró la cabeza. Se encontraba en mitad del pasillo, con una mano apoyada en una de las columnas y un aspecto algo débil. El dhampir se acercó a él con los ojos muy abiertos.
—¿Estás bien? —le preguntó.
Taehyung tomó aire, asintió lentamente ahorrándose el comentario de su estrés por la sangre. Jimin miró hacia los lados, le señaló con la cabeza para que le siguiese para dar un paseo por el exterior de palacio.
—La alianza se firmará con tres clanes, el de Yul, Yanming y Kyoahn —explicó Jimin—. Vendrán para la celebración crepuscular, habrá mucha gente mañana en palacio.
—Está bien, ¿y...? ¿Kookie?
—Jungkook no puede entrar de manera oficial, el Concejo sólo quiere que la entrada sea ofrecida a los líderes de los clanes strigoi —dijo el dhampir mientras caminaban—. Piensan que es más seguro así...
Taehyung suspiró profundamente. Los dos se cruzaron a Archivald por palacio y se detuvieron para hablar con el hombre moroi. Él les ofreció indicaciones sobre la vestimenta, el protocolo de la celebración y una cantidad de datos inestimablemente abrumadores que Taehyung no recordaría en cinco minutos más.
Al día siguiente se celebró la firma de las alianzas en palacio. El lugar se llenó de moroi y dhampir bien arreglados, flores blancas, una exquisita cena de aperitivos y cócteles de sangre, tras la elegante música. Algunos traían ofrendas desde Incheon para Taehyung, como joyas, libros escritos a mano, prendas de gran calidad y otros tantos obsequios para agradar al futuro rey de la comunidad. Todos los que viajaban desde lejos deseaban agarrar las manos del príncipe, recibir sus bendiciones reales, y tener la suerte de comprobar si los rumores de que su poder sanaba y podía manipular todo tipo de elementos, era cierto. Corría la voz de que Taehyung era el moroi más poderoso de todos, el que había acabado con el oscuro reinado de su hermano Xiumin y el Círculo.
La comunidad cénit estableció su símbolo como un sol de medianoche, una bola de fuego cuyas llamas refulgían sobre un manto nocturno. El color dorado y el sol de la medianoche sustituyó la rosa espinada con el escudo esmeralda de la antigua comunidad nosferatu. El palacio fue decorado con estandartes con el símbolo del sol de medianoche. Taehyung vistió unas túnicas ceremoniales de mangas largas, pliegues sobre la cintura y bordados dorados. La túnica llegaba hasta el suelo y arrastraba la cola, su maquillaje se encontraba formado por unas simples líneas doradas que perfilaban sus rasgados párpados superiores. En el centro de su frente y entre los mechones de cabello claro, le dibujaron con un pincel un sol radiante. Y sobre su cabeza llevaba una sencilla corona con el símbolo de los cuatro elementos.
El Concejo se puso en pie y aplaudió su entrada junto a los líderes de la antigua comunidad nosferatu. Taehyung estaba un poco nervioso por su encuentro con los strigoi, fue escoltado por Jimin y varios dhampir más hasta la zona exterior de palacio, atravesando el jardín y la fuente de la entrada. Allí se encontraban varios protectores moroi y dhampir más, y en unos segundos, advirtió a Yul junto a dos caras strigoi desconocidas.
Los iris de Yul chispearon al verle, su mirada se volvió astuta y coqueta, mientras Taehyung le dirigía unos felinos ojos cortantes.
—Su alteza —pronunció Yul—. Estos son Yanming y Kyoahn, pertenecientes al clan de Jeolla y Gyeongsang.
Yanming emitió una inclinada reverencia, su porte le hizo saber al moroi que se trataba de un vampiro clásico, un strigoi con muchos más años de lo que pudiera contar. En cuanto a Kyoahn, su cabello blanco llamó la atención de Taehyung. Era hermoso, de un extraordinario aspecto grácil como los moroi.
Taehyung les ofreció la entrada con una invitación directa que permitió que vulnerasen la magia protectora del palacio.
—Pueden pasar, si gustan, son bienvenidos tras estos muros —dijo el moroi.
Los tres strigoi dieron un paso al frente penetrando la barrera invisible de palacio, fueron registrados por varios dhampir que indicaron que levantasen y flexionasen los brazos tras la nuca. Comprobaron que no cargaban ningún tipo de arma o elemento extraño (a pesar de que un strigoi desarmado continuase siendo el mayor peligro de todos), y una vez lo constataron, permitieron que se desplazasen pacíficamente hasta el príncipe.
Taehyung posó sus claros iris sobre Yul, quien se aproximó a él con los brazos enlazados tras su espalda, se inclinó levemente y extendió una mano en su dirección para que el moroi le prestase la suya. El ojiazul le concedió su mano, Yul dejó un cortés beso por encima de sus nudillos, advirtiendo el anillo de diamantes alados en su dedo.
—Me alegra volver a verte —dijo Yul con una sonrisita. Le devolvió su mano desviando la cabeza como si comprobase algo—. Déjame adivinar, ¿no se encuentra cerca tu guardián de piel fría? Apuesto a que está esperando a que haga un movimiento para ponerme una zarpa encima. Ese estúpido jamás descansa —añadió con descaro—. Te sorprendería si te contase la de féminas que le extrañan en Lang, aunque también tiene admiradores, claro.
Taehyung alzó una ceja.
—Jungkook no pudo venir —respondió en voz baja, desviando su mirada.
El gesto de diversión de Yul se extinguió en unos instantes. Se puso mucho más serio, y le mostró su respeto al moroi, comprendiendo que no era el momento para bromear con ellos.
—Para mi clan, es un gusto firmar una alianza de paz y cooperación con la comunidad cénit —expresó Yul con una voz grave y sincera—. Esperamos que ese sol de medianoche logre unir a todas las razas para acabar con las criaturas que amenazan a nuestros seres queridos. Seamos de la especie que seamos, todos queremos un refugio seguro, la comprensión del resto y la estabilidad suficiente para vivir dignamente.
—Yul...
—Taehyung —insistió el strigoi en sus palabras—. Jamás confié en la raza moroi, ni siquiera cuando yo mismo era uno. Mi familia era altiva y soberbia, pero ahora sé que podemos sellar esta brecha entre nuestras razas facilitando la comunicación, indistintamente de nuestra forma de vivir.
—Espero que así sea —expresó Taehyung—. Valoro tus palabras. Gracias.
Yul asintió con cierta nobleza, su toque pícaro desapareció brevemente. Se hizo a un lado para que los siguientes strigoi le saludasen por su propia cuenta, mientras unos ayudantes del Concejo preparaban los tratados y una pluma dorada para comprometer sus alianzas.
—Su alteza, corren las voces de que su belleza moroi era inestimable —dijo Yanming, atrayendo la mirada de Taehyung con sorpresa—. Ahora sé a qué se referían.
Taehyung se rascó una sien, sintiéndose algo avergonzado. Esperaba que lo suyo fuese un cumplido, más que un flirteo directo, puesto que él tenía veinte años, y probablemente Yanming le sacaba más de cien.
—Un placer recibirle, señor —contestó el ojiazul—. He oído hablar de su clan. Sus miembros deben ser un orgullo para la raza strigoi.
Yanming se mostró complacido por las gentiles palabras del príncipe, y en último lugar, antes de la firma, Kyoahn pasó a ofrecerle sus respetos.
—Es un placer conocerle, príncipe Kim —dijo Kyoahn—. Por fin nuestras razas se encuentran para sellar la primera alianza que nos ha enfrentado durante siglos.
—Ha llegado el momento. Con la firma de estos pactos, otros clanes se alentarán a unirse —habló Taehyung.
—Creo fervientemente, que su poder atraerá a más gente. Pero me preguntaba, señor Kim, ¿qué tiene que decir de un poder con la capacidad de manipular masas? —se atrevió a decir Kyoahn—. La manipulación mental del quinto elemento para un rey, podría ser demasiado letal para la comunidad cénit. ¿Sometería a los strigoi a un régimen moroi totalitario?
Taehyung entrecerró los ojos, se sintió levemente molesto por su comentario.
—Jamás sometería la voluntad de una raza para gobernarlos —dijo de forma cortante.
Entonces, avisaron al príncipe para que volviese a palacio. Fue acompañado de sus escoltas, y los tres strigoi. Junto a la entrada se encontraba preparada la documentación necesaria. Sobre una mesa, los líderes del Concejo firmaron en el libro del acta donde se recopilarían sus alianzas. Los tres strigoi firmaron con la pluma, inscribiendo los nombres de sus clanes y a sí mismos como representantes.
La alianza consistía en la colaboración mutua entre razas, como el control de la epidemia draugr, hacerse cargo de los neo strigoi, enviándolos a cualquiera de los clanes para que estos se encargasen de su adaptación, crecimiento y autocontrol. La comunidad cénit les proporcionaría recursos para alimentarse y alojarse en mejores condiciones. A cambio, el intercambio y la compraventa entre especies se encontraba abierta. Los clanes strigoi eran libres en todo los demás, puesto que la alianza sólo significaba una cordialidad y colaboración. Revenant continuaría cerrada para la raza nocturna por motivos de exclusividad.
Después de la firma de alianzas, se les sirvieron unos cócteles de bruma espumosa hemoglobínica. Ofrecieron sus respetos e intercambiaron impresiones con algunos miembros del Concejo mientras tomaban algo. Craig mencionó que la gran fuente de palacio contenía el glamur protector que abarcaba los terrenos, que el edificio había sido reformado debido a que había estado abandonado durante el último siglo, y que Sokcho le parecía la región más pequeña y tranquila de todo el país, el lugar idóneo para reconstruir una sociedad.
Taehyung se apartó, perdiéndose entre la multitud. En realidad, todos los ojos se posaban en él a donde quiera que se moviese. Era imposible perderse entre toda esa gente, vistiendo como un cisne blanco sobre el que parecían querer grabar sus pupilas. El moroi tomó una copa de alcohol y se llenó la garganta de un líquido tibio y ardiente que le recordó su parcial sed. En unos segundos, se percató de que no encontraba a Jimin con la mirada. El joven se encontraba de servicio, y había desaparecido por algún motivo poco definido que no iría a perdonarle.
Al otro lado de palacio, en la zona trasera del jardín, junto a la muralla, Hyun Bin, Park Jimin y Hoseok esperaban la entrada de Jungkook. Hyun Bin le ofreció una invitación directa y Jungkook logró infiltrarse sin mayor problema.
—Funciona, ¡funciona! —celebró Jimin, echándole una miradita a la indumentaria de su amigo strigoi—. Eh, no te queda nada mal el uniforme de dhampir.
—No me responsabilizaré de los actos que cometa en estos terrenos, Jeon —dijo Hyun Bin de forma cortante—. Yo jamás le ofrecí la entrada, ¿queda claro? Nunca os haría un favor de este calibre.
—Tan claro como el agua, profesor —exhaló Jungkook—. Se lo agradezco.
—Oído cocina —canturreó Jimin a su lado.
Por un segundo, tuvieron la extraordinaria sensación de volver a tener quince años, viéndose reprendidos por su antiguo instructor de artes marciales.
—Tengan una buena noche —declaró Hyun Bin pasando la vista gorda por encima. Acto seguido, se retiró y regresó a palacio dejando a los jóvenes a solas.
—Los líderes de los clanes strigoi se han retirado hace unos minutos. La firma de alianzas ha sido un éxito, el Concejo está celebrándolo en el interior —expresó Hoseok con media sonrisa. Sus iris violetas se deslizaron sobre un diminuto ramo de flores esmeraldo—. Oh, ¿es eso para su alteza? Qué excelente detalle.
Jungkook lo ocultó tras su espalda, con un leve e inesperado rubor surgiendo en sus mejillas.
«Sí, había buscado esmeraldo cerca del río del pueblo donde vivían, tras la mención de Hoseok sobre el afluente helado que bajaba directamente del monte de Sokcho», pensó el azabache, sintiéndose muy tonto.
—No, son para mí —mintió Jimin con una mueca divertida—. Gracias, Romeo. Te lo devolveré en la cama.
Jungkook no pudo evitar detener una sonrisa, mayormente avergonzada.
—Por cierto, Taehyung no sabe nada —murmuró Jimin, indicándole—. Iré a buscarle. Quédate por esa zona.
—¿En serio? —Jungkook parpadeó, lamentándose por su pobre moroi. Estaba seguro de que pensaba que seguirían retrasando su encuentro hasta saber cuándo.
Hoseok se despidió de él y se marchó junto a Jimin. El joven paseó por los alrededores del lugar. Los terrenos eran muy amplios, llenos de árboles, arbustos recortados y rosas. Las caballerías se encontraban al otro lado, varias casetas del personal estaban dispersas y cerradas, y Jungkook centró su atención en una bonita y céntrica fuente de piedra cuya agua emitía un resplandor especial. Podía sentir la vibración de algo poderoso emanando del sitio.
Jungkook se preguntó si su capacidad de identificarlo estaba relacionada con la sensibilidad que había cobrado a causa de su vínculo con el espíritu de Taehyung. Sus percepciones siempre habían sido especiales por algo.
En el interior de palacio, Taehyung se despidió de un par de moroi que pasaron a saludarle amablemente, dándole sus bendiciones como futuro rey. Jimin posó una mano sobre el codo del joven, avisándole de algo.
—Tienes que salir afuera —le informó Jimin.
—¿Dónde estabas? —dudó el moroi.
Jimin se ahorró las explicaciones, empujó su codo insistiendo en que debía ir junto al cerezo, y el ojiazul hinchó las mejillas reconociendo en voz alta que estaba cansado de saludar a gente.
—¿Por qué tengo que ir allí? —preguntó Taehyung.
—Chst, ¡ve! —masculló su amigo frunciendo el ceño—. ¡Vamos!
Taehyung salió del salón real con un refunfuño, atravesó uno de los pasillos y empujó la puerta de acero y cristal que daba al jardín. Atrás quedó el murmullo de las conversaciones y la agradable música, dando paso a la fresca noche de septiembre. El dhampir no siguió sus pasos, pues se quedó tras la puerta encubriendo el camino por el que Taehyung salió para concederle su rato de intimidad. Jimin se apoyó contra la pared de mármol liberando un suspiro.
«Lo de convertirse en una celestina era un trabajo mucho más cansado que el de seguridad dhampir», pensó cruzándose de brazos.
El moroi atravesó el jardín con los ojos muy abiertos. El cerezo se encontraba solitariamente apartado, sus pasos atravesaron el césped arrastrando la túnica blanca por la hierba. No había nadie. El ojiazul apoyó una mano sobre el grueso tronco del árbol, y lo rodeó con unos lentos pasos comprobando la textura de la corteza bajo sus yemas. Sus pupilas se desviaron fugazmente, vislumbrando la figura de alguien a unos metros, junto a la fuente de agua. Su corazón se disparó. Reconoció perfectamente su silueta. Un paso desgarbado, piernas largas, uniforme de palacio, cabello oscuro y botas de cuero.
Parecía estar bordeando la fuente distraídamente, permitiendo que sus pupilas se perdieran en el resplandor del agua bajo el fresco manto de la noche. En una de sus manos, Jungkook llevaba un tipo de flor muy especial. Sin embargo, cuando sus ojos se encontraron, Taehyung exhaló su aliento e ignoró el resto de elementos.
—Tae —Jungkook esbozó una bonita sonrisa.
Taehyung se dirigió hacia él sin abrir la boca, estuvo a punto de tropezarse con su estúpida ropa, pero cuando alcanzó a Jungkook, le abrazó con tanta fuerza que sus brazos se sintieron engarrotados. Su garganta se comprimió y sus ojos se llenaron de unas lágrimas que amenazaron con derramarse. Sus emociones actuaron como una ola que impactó contra Jungkook, a través del vínculo, por el que el corazón del strigoi palpitó llenándose de una pasmosa felicidad. Jungkook le devolvió el abrazo, le estrechó con amor y hundió la cabeza junto a su oreja, percibiendo el leve temblor que se propagó entre sus cuerpos.
—Fue tu cumpleaños —se lamentó Taehyung inesperadamente—. Yo...
—¿Ya ha pasado otro año? Huh, quién lo diría —bromeó Jungkook.
Taehyung se distanció unos centímetros para mirarle con el ceño fruncido.
—¿Eres tonto? —le arrojó el moroi con fiereza, mostrándole unos pequeños colmillos.
Jungkook soltó una agradable risita.
—Estás precioso —expresó sujetando su rostro con unos cálidos pulgares. Admiró detenidamente el dibujo de su frente, el leve maquillaje sobre sus ojos rasgados y su vestimenta de seda—. No pareces real. Eres un auténtico rey moroi.
Su compañero, agarró sus muñecas y le apartó de su rostro antes de ruborizarse.
—¿Eso es para mí? —preguntó Taehyung reconociendo las esmeraldo.
—Quería traerte algo, pero...
Jungkook se las entregó sin darle mayor importancia. El ojiazul sostuvo el pequeño ramo en una mano, esbozando una gran sonrisa y percibiendo la inminente timidez del pelinegro.
—¿Cómo has entrado? —le preguntó cargado de curiosidad.
—Hyun Bin me coló —contestó Jungkook con una mueca divertida—. No sabíamos si funcionaría, pero lo hizo. Irónico, mi antiguo instructor no me odiaba tanto como creíamos.
—¿Hyun Bin? —Taehyung pestañeó sorprendido, deduciendo el motivo por el que pudo concederle una invitación al chico. Seguidamente, desvió la mirada hacia el palacio con nerviosismo—. Espera, alguien puede verte aquí. Hablemos en otro sitio.
Jungkook agarró su muñeca y tiró de él con gentileza.
—Lo sé —dijo, arrastrándole hacia otro lado—. Ven.
Separándose de la fuente, el strigoi actuó a traición y se llevó al rubio tras los árboles.
—¿Jin vino contigo? —curioseó Taehyung mientras se desplazaban.
Jungkook no respondió, el agarre de su mano se volvió un poco más intenso, y de un movimiento inesperadamente brusco, la espalda de Taehyung impactó contra el grueso tronco de un árbol. Los dos se miraron unas décimas de segundos. Los iris del azabache eran oscuros, con las pupilas rodeadas por unos hermosos y helados halos plateados. Su brazo derecho se apoyó en el tronco del árbol, por encima del hombro del moroi, y aproximando su rostro al suyo, el corazón del ojiazul estuvo a punto de escapar por su garganta.
—Kook-
Jungkook le tomó desprevenido, apropiándose de sus labios sin permiso. El ramo de esmeraldo cayó de su mano al suelo y rodó sobre la hierba con un lazo púrpura casi deshecho.
Su boca se vio ocupada por un apasionado beso. Taehyung extendió las manos hasta su nuca reposando los brazos sobre los hombros del pelinegro. Se dejó llevar por el incipiente estrés, por la embriagadora, estimulante, y desesperada sensación de besarle. Su respiración se mezcló con la del otro, permitiendo que sus labios explorasen y reconociesen los del azabache. Le había extrañado tanto, su olor, el aura de su cuerpo, el tacto de las yemas de sus dedos y los mechones de cabello, que le dolían las manos. Tanto que deseaba llorar.
Jungkook entreabrió los labios de su compañero con los suyos, probando el sabor más dulce de su saliva. Estaba seguro que podían hablar de Jin y el resto del mundo después de besarle como necesitaba. Y aunque la noche refrescaba lentamente, sus labios ardieron fundiéndose con los del moroi y sus colmillos palpitaron por la presión de sus encías. Jungkook se obligó a detenerse un instante advirtiendo la estrangulante sensación que comenzó a abrasar su garganta. Su jadeo se volvió denso, soltó los labios de su compañero y sin moverse, desvió la cabeza tratando de encontrar aire fresco. Sus labios se encontraban húmedos, de un rosa intenso. Los iris de Taehyung estaban vidriosos. El moroi sujetó su rostro y atrajo su mirada a la suya, comprobando sus pupilas dilatadas, y la leve oscuridad venosa de sus ojos disiparse lentamente.
No tenía miedo de ver sus características strigoi, y jamás lo tendría mientras siguiese siendo su Jungkook.
El azabache apretó la mandíbula, soportando internamente la tensión que le provocaron sus instintos. Podía controlarse a esas alturas, pero había olvidado el impacto que tendría volver a ver a Taehyung después de ese tiempo. Su ansiedad, amor e impulsividad se mezclaban como un cóctel molotov cuando se trataba de tenerle cerca. Jungkook se dejó mimar momentáneamente por el moroi, su pareja sujetó su mentón con un par dedos.
—Creo que me emocioné en exceso —expresó el strigoi con voz roca.
Los dedos de Taehyung se deslizaron por los mechones de su cabello, acariciándole delicadamente. Su aliento rozó su mejilla con una suave risa.
—Yo también te he extrañado —confesó Taehyung, seguidamente dejando un cariñoso beso sobre el pómulo del pelinegro—. ¿Sabes que eres todo lo que quiero?
—¿Cómo puedes decir algo así? —preguntó Jungkook entrecerrando los ojos—. Taehyung...
—¿Podrás venir más veces a verme? —le interrumpió el moroi con anhelo—. Es muy aburrido estar aquí. Os echo de menos.
—¿Crees que podría entrar sin que diecisiete dhampir se me tirasen encima? —el pelinegro redirigió la pregunta, arqueando una ceja.
—Creo que podríamos intentarlo —consideró Taehyung.
—Hmhn... —Jungkook se mordió el belfo inferior suavemente, jugando con el cuello de su túnica—. Siempre podría secuestrar al príncipe. Ya sabes, llevármelo lejos de palacio, a un lugar donde nadie le encontrase. Sólo para mí. Entre mis garras.
—No es un secuestro si dejo que lo hagas —sonrió el moroi astutamente.
Jungkook exhaló una sonrisa maliciosa.
—Podrías simular que no estás encantado, ¿no te parece? —le reprendió en voz baja, seguido de un gruñido.
El moroi se rio levemente. Se hundió en sus brazos sin explicación, encontrando el lugar más seguro del mundo y en el que moriría por detener el tiempo. Jungkook guardó silencio unos instantes, sosteniéndole y percibiendo su pálpito de moroi contra su propio pecho. Podía notar como sus manos se calentaban, cómo su organismo reaccionaba para confortar al otro, liberando una suave dosis de feromonas que complementaban su aroma.
Estaba seguro de que era una técnica muy sucia por parte de su organismo depredador, pero ni siquiera él podía controlar aquel instinto.
Un poco después, Taehyung no dejó escapar la oportunidad de probar una vez más sus labios. Lo hizo de una forma muy distinta a la que había sacado de sus casillas al strigoi. Jungkook y él se sumergieron en una racha de suaves roces de labios, besos cortos, caricias y suspiros, acompañadas por sus miradas en la corta distancia en la que sus rostros se encontraban.
Con un mordisquito en el belfo inferior del strigoi, un par de besos superficiales sobre su barbilla y en la comisura de su boca, Taehyung susurró en sus labios:
—Te amo, Jungkook.
Jungkook sonrió, ladeó la cabeza y pretendió desgarrar su cuello con un gruñido y apretón en su cintura. Taehyung se rio melodiosamente, y mientras se retorcía entre sus brazos, el pelinegro dejó un beso en el lóbulo de su oreja, seguidamente sobre su sien y por último lugar en su mejilla.
El moroi entrecerró los ojos cuando su nariz se acarició con la de su compañero. Sus dedos se deslizaron por la forma de su mandíbula unos segundos, compartiendo con el strigoi un instante de dicha. El pelinegro tomó una de sus manos y se distanció unos centímetros esbozando un gesto mucho más serio. Taehyung sabía que iba a decirle algo importante antes de que siquiera lo pronunciara.
—Fui a ver la tumba de Seojun —expresó Jungkook en voz baja.
El moroi se quedó sin aliento. Parpadeó frente al joven, observando la serenidad del otro.
—¿Qué...?
—Encontré la de mi padre —prosiguió, desviando su mirada—, por fin pude ver su lápida. Después de todo estos años, me alegra haber estado ahí. Sé que ellos se marcharon, pero si pudieran verme... Desearía que Seojun supiera que perdoné lo que hizo. Y que, a pesar de que apenas recuerde a mi padre, siempre me sentiré agradecido con él por cuidarme cuando mi madre no pudo hacerlo.
—Jungkook...
El moroi le observó en silencio, con admiración por su valor, y un leve recelo por no haber podido acompañarle hasta aquel sitio. Sabía lo importante que era para Jungkook enfrentarse a ese momento.
—¿Qué hubiera sido de mí, si me hubiesen obligado a estar lejos de la persona que amaba, como le sucedió a mi padre? —formuló el pelinegro—. Si la comunidad nosferatu no hubiese saltado por los aires, si nos hubiesen capturado mucho antes de tener la ayuda de Yoongi o Seokjin...
—Entiendo —pronunció el moroi estrechando levemente su mano con ambas—. Pero ya no pienses en eso. Ellos descansan en otro lado, y si no pudiste verles en el Otro Lado, sabes bien qué significa.
—¿El... qué? —dudó el otro chico.
—Encontraron la paz, Jungkook —le alentó Taehyung—. Como mis padres. Ellos atravesaron el velo mucho antes.
Jungkook se sintió reconfortado por sus palabras. Su agudo oído le hizo girar la cabeza, percatándose que alguien caminaba por el exterior de palacio. Reaccionó rápidamente tirando de la mano de Taehyung para moverse hacia otro lado.
Taehyung le siguió, y redirigió el rumbo de sus pasos hacia un lado porticado del edificio. Se detuvo cuando no parecía haber moros en la costa.
—Tengo hambre —murmuró Tae.
—¿Aún no cenaste?
—Me refiero a que... —el moroi titubeó, ladeó la cabeza y se sintió algo cohibido antes de decírselo.
Soltó su mano y carraspeó un poco, pensando en cómo armar su frase. Pero el strigoi alzó las cejas lentamente, adelantándose a lo que se refería gracias al vínculo que le susurraba cosas unilateralmente, y a que le conocía desde hacía demasiados años.
—Oh.
—Tengo más sed que de costumbre, últimamente —comentó el moroi con timidez, mordisqueándose el labio—. Me preguntaba si tenía que ver contigo. Hace tiempo, leí que algunas parejas de vampiros requieren alimentarse del otro de vez en cuando. Y hace tiempo que no siento el desgaste del espíritu como antes, así que...
—Hmnh, ¿es eso? —la voz de Jungkook se tornó en algo inesperadamente sugerente—. ¿Tienes hambre de mí? Podías haberlo dicho antes.
Taehyung se sonrojó de inmediato.
—No lo sé, a-a lo mejor es por otra cosa —se excusó sin mucho éxito—. A lo mejor sólo es un antojo, pero no sé si debería...
—Bien, hagámoslo —decidió el pelinegro deliberadamente.
Su compañero desabotonó el cuello de su camisa bajo el uniforme, liberó un par de botones de la chaqueta, mostrándole su blanco cuello sin restricciones.
—Pero, ¡qué haces! —chirrió Taehyung tan rojo como un tomate—. ¡Aquí no! ¡Aquí no!
El moroi sacudió las manos y golpeó su pecho maldiciéndole.
—Tae, me has mordido cientos de veces —razonó Jungkook con neutralidad, frunciendo el ceño—. Si tienes hambre, puedes hacerlo. Sabes que puedes tomar lo que quieras de mí.
—Pero... —el moroi bajó la voz en incertidumbre—. Eso fue cuando eras dhampir.
Jungkook cayó en la cuenta de aquello repentinamente. Se detuvo a pensar si tenía algún sentido que le mordiera siendo strigoi.
«¿Un moroi, mordiendo a un strigoi? Era como si una gacela mordiese a un guepardo por iniciativa del felino», pensó. «Y estaba seguro de que, si lo hacía, Tae sería el único moroi del planeta con permiso de morder al mayor depredador de la cadena alimenticia. Además, ¿no habría cambiado la esencia de su sangre desde su transformación?».
—¿Crees que mi sangre aún puede seguir saciándote? —formuló Jungkook dejándose invadir por una extraña inseguridad.
Taehyung arqueó una ceja y se mostró fugazmente molesto por su duda.
—Eres Jungkook —contestó con voz grave, sujetando el cuello de su uniforme—, por supuesto que vas a saciarme.
Jungkook se sintió débil cuando el ojiazul dejó un tierno beso por encima de sus labios. Trató de no pensar en lo mucho que él era capaz de saciar su ansiosa sed strigoi, pues si Taehyung se sentía igual cuando le mordía, ambos tendrían un problema de adicción por el otro.
—No podemos hacerlo aquí —masculló Taehyung sintiendo la boca seca—. Es un poco íntimo.
El strigoi puso los ojos en blanco. «Ese era su Taehyung». Le costaba tanto normalizar los mordiscos entre los dos, que Jungkook ya podía palpar la tensión erizando el ambiente. Él flexionó las rodillas, y clavó una sobre el suelo, ofreciéndole su sumisión.
«No podían darse mayores lujos», se dijo. «Debía marcharse pronto, y no pensaba dejar que Taehyung se sintiese sediento por no haber podido hacerlo antes».
—Tome lo que quiera de mí, alteza —pronunció Jungkook ladinamente.
Taehyung se llevó las manos al rostro, mientras su propio rubor le atravesaba. Tener a Jungkook arrodillado le hizo sentir como un déspota rey vampiro.
—No lo hagas así —musitó acalorado, abanicándose teatralmente con una mano.
—Es un honor poder saciarle, le serviré siempre que lo desee.
—Eres insoportable —admitió Taehyung mirándole de mala gana.
Jungkook trató de reprimir una risita, apretó los labios y esperó que su juego le convenciera lo suficiente como para que lo hiciese. El rostro de Taehyung se tornó en algo mucho más sombrío que acarició su aura de inmediato. Dio un paso hacia él y se inclinó levemente, tomando su mentón con un par de dedos. Sus iris celestes se volvieron una galaxia infinita con la capacidad de devorarle.
—Sólo yo puedo morderte —agregó el príncipe—. Tu piel me pertenece.
Si Jungkook hubiera podido verse afectado por la manipulación mental del espíritu, estaba seguro de que lo hubiese creído con la certeza de una ciencia. Sin embargo, su corazón era el que lo creía en lugar de su mente. Los strigoi eran generalmente dominantes, pero él se sometería hasta el final con tal de saciar la sed de su pequeño moroi.
La nariz de Taehyung rozó su mejilla, sus dedos se deslizaron por el cuello de la chaqueta del uniforme, y apartándolo con delicadeza, permitió que su olfato identificarse la intacta esencia del azabache, la cual persistía en lo más profundo de su carótida. Su aroma se había transformado, la composición de su sangre era distinta, pero su esencia seguía allí, atrayéndole de la forma más tentadora posible. Sus encías palpitaron y su lengua se resecó por completo. Deslizó suavemente la punta de esta, encontrando el casi imperceptible pulso cardíaco enterrado bajo la fina piel nívea de su cuello.
Sin poder evitarlo, emitió un gemido ahogado antes de morderle, basado en el anhelo por hacerlo y la tensión de sus sentidos moroi suplicándole por Jungkook. Cuando hundió los dientes en su carne, el azabache entrecerró los ojos, sintió el pinchazo de endorfinas y la conexión de su vínculo espiritual liberando chispas. La saliva del moroi se mezcló lentamente con su sangre, mientras ejercía su hormigueante drenaje que conectó sus latidos. Jungkook se dejó tomar con satisfacción, sintiendo cómo los afilados colmillos moroi se hundían en su cuello. La explosión de sabor en las papilas gustativas del ojiazul le hicieron sentirse mareado, embriagado, tembloroso, el sabor de la sangre de Jungkook no había cambiado desde su conversión, sólo se había potenciado, provocándole un extraño dulzor adictivo en su paladar.
Taehyung liberó su mordisco lentamente, con los labios manchados de sangre. Jungkook pasó el pulgar con suavidad por su belfo inferior, capturando los restos de sangre delicadamente. Lamió su propio pulgar de forma juguetona, bajo la atenta y ensombrecida mirada del moroi.
—¿Satisfecho, mi rey? —jugó el pelinegro—. ¿O soy demasiado amargo para su paladar?
El rubio suspiró lentamente, relamiéndose con una lengua que asomó por las comisuras de sus labios manchados. Sujetó el mentón de Jungkook como si estuviese tratando con un strigoi desobediente y provocador.
—Jamás pensé que la sangre strigoi fuera dulce. Pero estás tan delicioso por dentro como por fuera —reconoció Taehyung con voz de terciopelo.
Jungkook esbozó una sonrisa divertida, acompañada de su ladina mirada. Taehyung agarró su muñeca, tiró de él para que se levantara y se incorporó lentamente. El moroi se aproximó a su cuello, dejando una caricia de labios tibios por encima de la marca del mordisco, el cual se ocupó de cicatrizar su propia piel con efectividad. Sus ojos se encontraron tras eso, a unos centímetros y a la misma altura.
—¿Funciona? —preguntó Taehyung, desviando sus iris hasta el anillo de zafiro en uno de los dedos del pelinegro.
—Mejor de lo que cualquiera pensase. Conocí a los líderes strigoi de los clanes que hoy firmaron la alianza —expresó Jungkook brevemente—. Ambos se mostraron interesados en mi don por caminar bajo el sol.
—Hmnh —Taehyung le miró con los ojos muy abiertos—. ¿Cómo lo supieron?
—Alguien corrió la voz... —contestó el pelinegro rodando sus ojos—. ¿La firma de alianzas fue bien?
—Muy bien. Sentí curiosidad por ese vampiro antiguo —reflexionó Taehyung—, huh, ¿Yanming? Parece que sus métodos de selección strigoi han dado que hablar en otros clanes.
—Sí, lo escuché. Ha luchado por mantener su orgullo strigoi en su raza, pero tiene uno de los clanes más grandes del país, con la voluntad de confraternizar con las demás especies —agregó Jungkook.
Los dos sabían que era una buena alianza, que podría prosperar en el futuro. De momento, aquello les otorgaría una colaboración muy útil con la raza nocturna a la que siempre habían temido.
Taehyung ladeó la cabeza, pensando en algo más. Sus ojos se volvieron redondos, como los de un corderito.
—Tengo una idea. Hablaré con Jimin para que puedas venir una tarde. ¿Quieres? —insistió el rubio—. No creo que pueda salir de aquí hasta que se instauren los estatutos de la nueva comunidad, pero, cuando lo haga...
—Vendrás conmigo —asintió Jungkook.
Él repasó unos mechones claros de su cabello con las yemas, retirándolos con delicadeza. Dejó un beso sobre su frente, y sin decir nada, tomó sus labios con muchísimo afecto. Su beso fue dulce, cálido. Mantuvo su bonito ritmo cerca de un minuto donde una de sus manos acarició al moroi y le mantuvo contra sí mismo. Su cuerpo reaccionó frente al de su compañero por la atenuante excitación de besarle. Su lengua rozó la suya, sus dientes se cruzaron unas décimas de segundo. Su húmeda respiración abrazaba a sus labios. Abandonó la boca del moroi sólo para tomar su cuello con unos besos que descendieron gratamente, provocando que su compañero apretase los párpados y tratase de contener su respiración.
Demasiado jóvenes y emocionados, y sin demasiado tiempo extra para hacer todo lo que necesitaban.
Jimin logró verles tras varias columnas exteriores de la zona porticada de palacio. Se frotó la frente mientras caminaba hacia ellos, odiando tener que interrumpir el momento. Aunque su yo más interno, no pudo evitar sentirse divertido por estar a punto de fastidiar a su mejor amigo.
—Oh, venga ya, ¿vais a besaros así en un lugar público? —gruñó Jimin, alertándolos.
Jungkook y Taehyung se soltaron como un par de adolescentes que habían olvidado varios puntos categóricos. El strigoi le dirigió una mirada enfurruñada a Jimin, golpeándole mentalmente con un puño de hierro.
Jimin ladeó la cabeza, con los brazos cruzados.
—Están buscando a Taehyung, tigre —le arrojó a Jungkook—. No me mires así.
El moroi se pasó una mano por el cabello, y suspiró acalorado.
—¿Ya? Uh, sí, el sello real —emitió con la voz ronca—. Lo había olvidado. ¿Dónde está el Concejo?
—En el salón principal —contestó el dhampir—. Hace rato que brindaron, y créeme, no puedo ocultar más tiempo que la estrella de la noche ha desaparecido para pasar un rato con su amante de las sombras. ¿Vuelves ya, o qué?
Jungkook se frotó la nariz reprimiendo una sonrisita.
—Ve —suspiró.
Taehyung se giró, le abrazó y refunfuñó unos instantes antes de obligarse a sí mismo a soltar al pelinegro. El azabache se ruborizó levemente, bajo la mirada juzgadora de Jimin.
«Bueno, ahí estaban sus dos amigos queriéndose, hasta incomodar al resto de los que estaban sin afecto», pensó el dhampir.
—¿Qué te pasa? —gruñó Jungkook.
—Nada, sólo que estáis muy monos —consideró Jimin con ánimo de molestarle—. Aunque os estuvierais comiendo la boca hace un segundo.
—Chim...
—¡Cállate, bobo! —chirrió Taehyung golpeando su hombro con un puño, y agarrando su manga para que moviese el culo—. Vamos. Adiós, Kookie.
—¿Sabes por dónde salir? —le preguntó Jimin al strigoi.
—Sí, descuida —contestó, guiñándole un ojo—. Estaré en contacto contigo.
Su amigo dhampir esbozó una sonrisa sincera.
—Chao, Kook —se despidió Jimin, viéndose arrastrado por Taehyung.
El moroi agitó una mano y se forzó a sí mismo a distanciarse de Jungkook lo más rápido posible. Odiaba las despedidas cuando se trataba de él, detestaba al importuno de Jimin, y deseaba buscar en qué condenado lugar dejó caer su ramo de esmeraldo antes de volver al palacio.
Jungkook les observó de espaldas, bajo la sombra del manto nocturno, mantuvo la espalda apoyada sobre una de las columnas de mármol, cruzado de brazos. Cada segundo, cada beso robado, cada instante que el mundo les prestase para probar la miel con sus propios labios, valía la pena para saber que, pronto, muy pronto, tendría todo por lo que había luchado.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top