Capítulo 18

Capítulo 18. Precipitaciones bajo la montaña

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Jimin se deshizo de su ropa de viaje en casa. Se sintió realmente exhausto tras sus horas de montar a caballo y se dio una ducha para relajarse. Considerándose en una zona de confort como Revenant, percibió cómo su tensión disminuía hasta hacerle saber que caería como un tronco rodando sobre la cama, si tuviera a una persona concreta a su lado.

«No necesitaba que Yoongi le abrazase, pero con que se pusiera a leer a su lado mientras él se hacía un ovillo, era suficiente», pensó el joven dhampir.

Decidió salir de su apartamento para buscarle en la zona inferior del edificio, donde encontró a su compañero tomando algo en bar. El dhampir se acercó a él con las manos metidas en los bolsillos de su cazadora, los iris de Yoongi se posaron sobre él de inmediato, advirtiendo su presencia.

—Aquí estás —dijo el humano sosteniendo su vaso de cristal—. ¿Están bien? Tae y... ¿quien tú sabes?

—Sí, están en casa —masculló Jimin rascándose la sien—. Sanos y salvos, a pesar de la que parece haberse montado en Lang.

—¿Y Jin?

—Seokjin debe estar ocupado —concluyó Jimin con simpleza.

El rubio apoyó el codo en la barra mirándole de medio lado y dudando de si Yoongi habría echado de menos a Seokjin. Por su forma de desviar su mirada, consideró que era lo más probable, pero aún le costaba preguntarle por ese tipo de cosas excesivamente personales sin parecer un crío muy infantil. A pesar de eso, percibió la manera en la que la mirada de Yoongi se convertía fugazmente en algo divertido, con negras pupilas clavadas sobre él y un toque pícaro.

«¿Qué le parecía tan gracioso?», se preguntó brevemente.

—¿Qué? —inquirió en su lugar, con una voz grave.

—¿Has probado a llevar shurikens encima? Quiero decir, sois como ninjas; código de valor, infiltraciones, y «las normas están para romperlas» —pronunció Yoongi con una sonrisa, que seguidamente se extinguió al vislumbrar su rostro—. Tienes cara de cansado, Buffy. ¿Quieres ir a casa?

Jimin exhaló una débil sonrisa por su forma de llamarle.

—No es eso, ninja. ¿Sabes lo que quiero hacer? —formuló el dhampir, desviando su mirada—. Quiero una pizza de cuatro quesos con extra de mozzarella, dos cervezas y...

—¿Y?

—Estar contigo —finalizó Jimin.

Yoongi soltó una carcajada silenciosa. Se levantó del taburete y extendió el brazo por encima de sus hombros ofreciéndole cumplir su deseo.

—Que sean dos pizzas —sugirió el pelinegro—, y sin piña. Odio la piña.

—Y cuatro cervezas —secundó Jimin pensando en toda el hambre que tenía.

Los dos salieron perezosamente de allí, buscaron el famoso local de Revenant que preparaba pizzas caseras y se sentaron en el interior para tomar cuatro mitades de distintas combinaciones. Mientras cenaban, Yoongi le habló a Jimin de un grupo musical que le molaba bastante, le contó que también vestían de cuero negro y parecían cazadores de vampiros, aunque sus tatuajes no eran plateados ni se iluminaban por el uso de las estacas. Además, su música era generalmente satánica, lo cual se asemejaba más al prototipo de strigoi que había conocido en la academia de Incheon, que un dhampir guardián, o como Yoongi los llamaba «cazavampiros». Fuera como fuese, Jimin se sintió fascinado por la imaginación de su compañero que solía desbordar en una interesante creatividad. Para él, el mundo de los vampiros era tan natural y cotidiano, que le resultaba interesante lo divertido que era para alguien tan mundano como Yoongi. Jimin ya le había visto dibujar viñetas antes, pero en esta ocasión, el chico le contó que se encontraba preparando algo muy especial que presentaría a la imprenta de la revista Knightmare en algún momento.

—¿Qué hay de tu familia? —preguntó Jimin durante su cena.

—Huh, hablé con ellos hace unas semanas —respondió su compañero—. Mi hermano es... ya sabes... si no le llamas, jamás levantaría el teléfono por su propia cuenta. Él vive la vida del doctor Min Geumjae, éxito nacional y una novia nueva cada dos meses.

Jimin se rio levemente.

—Entonces, se podría decir que, ¿tiene dinero?

—Más del que yo hice trabajando en una cadena de comida rápida —reconoció Yoongi odiándolo— Y, por cierto, mi madre sí que estaba preocupada por mí. Es curioso.

—¿El qué? —parpadeó el dhampir.

—Llevaba sin hablarme desde que me fui de casa a los dieciséis —comentó el pelinegro bajando la cabeza—. Han pasado tantos años, que pensé que no le importaría si me hubiesen asesinado como un neo strigoi dentro del edificio que la guardia dhampir nosferatu calcinó. Pero claro, para el mundo humano eso sólo fue una explosión de gas, ¿no? El estallido de unas tuberías que arrasó trágicamente con un edificio de Busan...

Jimin se quedó en silencio unos instantes.

—Es tu madre, Yoongi —manifestó cruzándose de brazos, con un tono reflexivo—. Supongo que eso es lo que hace la familia, ¿no? De alguna forma, siempre hay algo que te une a ellos. Siempre regresan de una forma u otra...

El humano tomó un trago de su refresco advirtiendo cierta melancolía en sus palabras.

«Jimin nunca le había mencionado nada de su familia», pensó en silencio. «Siempre le había parecido tan independiente, a pesar de verle torturado durante el periodo en el que Jungkook aún era un peligro para todos».

—Y, ¿tu familia biológica? —Yoongi redirigió la pregunta hacia él con cautela—. Jamás me dijiste nada de ellos.

El dhampir levantó las cejas.

—Jungkook es mi familia —respondió Jimin de manera automática—. Bueno, Taehyung también lo es, pero durante años, pensé que Kook era el único que...

—¿Tus padres están...? —masculló el pelinegro.

Jimin dudó unos instantes sobre cómo responderle. En la comunidad nosferatu en la que una vez vivió, no era tan raro no tener padres o que alguno de los progenitores simplemente no existiera.

—Mi madre era dhampir —explicó Jimin—, pero murió cuando yo era un bebé —suspiró, reorganizando la historia en su mente—. Estuve en una casa de acogida hasta que ingresé en la academia de Incheon con doce años. Los tutores de la casa de acogida optaron por lo opción sencilla; iniciar mi entrenamiento como guardián e intentar hacer algo relevante con mi vida. Es lo que nos hacen a casi todos. Y los que no corren de tanta suerte, terminan en el mundo humano sin demasiadas aspiraciones.

—Y, ¿qué fue de tu padre? —preguntó Yoongi.

El rubio se encogió de brazos.

—Nunca le conocí —declaró el dhampir—. Pero por lo que imaginé, podría haber sido un moroi. Los moroi han podido desvincularse por completo de su descendencia dhampir durante siglos. La raza dhampir siempre estuvo un escalafón por debajo de la suya. Y probablemente, algún imbécil embarazó a mi madre y después la dejó tirada... Puede que incluso tenga hermanos de sangre desperdigados por el mundo —su voz de detuvo unos instantes, valorando la posibilidad—. Quién sabe, a lo mejor ese tipo ya está muerto. No es algo importante...

Yoongi exhaló lentamente. Todo aquello le sonaba terrible, injusto e inhumano. Y de alguna forma, le admiró en silencio por haber centrado su vida en otras tantas preocupaciones.

—Lo siento —dijo Yoongi con pudor—, no debí haber preguntado...

—No... está bien...

Jimin negó con la cabeza y le restó importancia, se levantó de la mesa cuando terminaron y se dispuso a pagar la cuenta junto a la barra. Yoongi le siguió unos instantes después, tras comprobar que llevaba una cajetilla de tabaco encima y que no se dejaba el teléfono sobre la mesa.

Aproximándose a su compañero, pensó en la coraza que llevaba Jimin encima; huérfano, un guerrero, con un sentido del humor que apartaba el drama de su vida. Siempre había sido alguien fuerte, recubierto con una malla metálica, a pesar de que su interior estuviese relleno de un inesperado algodón de azúcar.

El dhampir pagó con unos wons, y mientras esperaba su cambio, una mano de Yoongi alcanzó su rostro y dirigió sus iris a los suyos.

Dejó un afectuoso beso en una de sus mejillas, cuyo rubor se anticipó a sus palabras.

—¿Q-Qué haces? —dudó el dhampir con énfasis tímido.

—Había olvidado lo mono que eres cuando no quieres clavarle una estaca a alguien.

—¿Hmnh? —Jimin frunció el ceño como si fuese una falta de respeto.

Antes de lo esperado, Yoongi probó sus labios con un par de lentos besos contra los que el dhampir se sintió indefenso. Humedecieron gratamente sus labios con una mullida almohadilla tibia y cálida, y de un momento a otro, el camarero carraspeó en la barra, interrumpiendo a la pareja para ofrecerle su cambio.

—G-gracias —suspiró Jimin guardándose el dinero en el bolsillo con mejillas sonrosadas—. Hasta luego.

Mientras salían, su mirada de soslayo se posó en Yoongi, a quien agarró de la mano y tiró con gentileza.

—Quieres verle, ¿verdad? —preguntó mientras caminaban.

—¿A Jungkook? Me dijiste que sería mejor que mañan-

—Me refiero a Jin —corrigió Jimin, bajando la cabeza—. Vamos, te llevaré. Seguro que tienes ganas de verle. Aún debe estar en el edificio Institucional.

Yoongi parpadeó siguiendo el cambio de orientación de sus pasos.

—¿A esta hora aún estarán reunidos?

—Me apuesto que sí —bufó Jimin—. Esa gente no descansa.

Jimin se detuvo junto a la esquina del edificio, vislumbrando la salida de los miembros del Concejo. Entre ellos vio una vez más a Freyja, a Seokjin hablando con Archivald y a algunos representantes de la antigua comunidad nosferatu vestidos con su mayor elegancia.

Seokjin movió sus iris hacia ellos con una potencia gravitatoria, descubriéndoles a su espera. Se apartó de los mayores cuando estos comenzaron a dispersarse y caminó hacia los chicos posando sus pupilas sobre Yoongi. Llevaba tantos meses sin verle, que había echado de menos su espeso cabello negro y despeinado, sus pómulos afilados y camiseta de algún grupo musical de rock humano pasado de moda.

Yoongi exhaló una sonrisa y ambos se abrazaron. Seokjin se sintió eufórico por momentos, realmente feliz porque entre todos hubiesen conseguido cambiar la premonición de Taehyung. Habían recuperado todo lo que una vez perdieron, y el final de ese túnel de oscuridad se encontraba tan cerca, que Seokjin creía poder ver la luz de un nuevo cénit.

Los dos se separaron con una sonrisa, Seokjin dejó unas palmaditas fraternales en su hombro sintiéndose cálido por dentro.

—Oye, ese abrazo ha durado tres segundos más de lo esperado —ironizó Jimin, pretendiendo molestarlos.

—¿Cómo estás? —le preguntó Yoongi al mayor—. ¿Se ha portado bien el bebé vampiro malo al que has estado cuidando?

Jin se rio levemente.

—¿Sinceramente? —enunció reflexivo, pasándose una mano por la mandíbula—. Creo que ha sido el mejor de todos los que he conocido. Tiene un don para el autocontrol.

—Hubiera deseado poder ayudaros un poco —reconoció Yoongi con cierta decepción.

Pero Jimin abrazó su espalda hinchando las mejillas sobre su hombro y Seokjin revolvió su cabello con una mano. De ninguna de las maneras iban a dejar que Yoongi se lamentase.

—¡Boo! —profirió el rubio.

—¡Vamos a tomar algo antes de que sea muy tarde! —ofreció Seokjin.

Esa noche, se vieron inevitablemente arrastrados hacia otro bar en la compañía de Seokjin. Tomaron chupitos hasta tarde y se divirtieron con el absurdo afán de Seokjin por contarles chistes vampíricos.

—¿Para qué quiere un vampiro un tractor? —emitió Seokjin—. ¡Para sembrar el pánico!

Yoongi soltó una carcajada atragantada, y Jimin se frotó la frente reconociendo que tenía su gracia sólo porque estaban muy borrachos.

—Creo que es tan malo, que voy a vomitar —soltó sarcásticamente.

Jimin sintió cierta envidia por el cariño intrínseco que Yoongi sentía hacia Jin. De alguna forma, y aunque hubiesen estado enamorados años atrás, sabía que siempre serían buenos amigos. Lejos quedaron aquellas rachas de tensión por un triángulo amoroso que pudo haberles enfrentado, y esa noche, disfrutó de verles sonreír y reírse como si fueran mejores amigos.

Él nunca había tenido una relación seria hasta entonces, y jamás se preguntó cómo sería salir con un humano.

«Ni siquiera había dudado de su heterosexualidad hasta conocer a Yoongi, pero, el mundo siempre le sorprendía, ¿no era así?», pensó el dhampir.

Tras compartir unas horas juntos, se separaron para volver a sus apartamentos y descansar hasta la siguiente mañana. Jimin y Yoongi regresaron con el estómago lleno y caliente. El pelinegro se sentó en el borde de la cama para quitarse las botas, y Jimin se aproximó a él decididamente.

Se sentía tan feliz y tranquilo por primera vez en mucho tiempo, que no pudo evitar compartir su dicha.

—Ven aquí —murmuró Jimin, inclinándose sobre su rostro.

Sujetando su mentón con un par dedos, presionó con sus acolchados labios sobre los más finos del humano. Fue un beso cargado de dulzura, y de esa bandada de mariposas inquietas que a veces se atragantaban al final de su garganta.

Yoongi sonrió tras su beso, sorprendiéndose por el inesperado mimo de su compañero.

—¿Sabes que te quiero? —expresó el dhampir sobre sus labios.

El humano no dijo nada, pero atrapó sus labios en un beso mucho más animado donde ambos se dejaron caer sobre la cama. Enredando los brazos alrededor de su cuello, estuvieron un rato besándose hasta que la tensión se disparó entre ambos.

«No era su culpa que Park Jimin estuviese tan caliente», pensó devorando sus labios.

La cazadora de Jimin salió volando hasta un rincón del dormitorio, al igual que su camiseta. Yoongi pasó los dedos por su brazo tatuado, el volumen de sus apretados bíceps y enterró los dedos tras los mechones claros de su nuca para disfrutar de sus besos.

La noche pasó tan rápido, que Jungkook no pudo creer que el sonido de unos nudillos estuviera tocando en la puerta de su apartamento. Abrió los ojos formados por halos en ese instante, detectando la presencia de alguien más afuera. Su fina capacidad auditiva captó unos pasos seguidos de un detenido silencio.

Taehyung estaba acurrucado junto a él, con la espalda contra a su pecho, durmiendo cálidamente bajo el abrazo del strigoi. No pareció alertarse a pesar de que Jungkook se desperezase para levantarse. Salió de la cama recordando que debía ponerse la camiseta y se la colocó por encima de la cabeza perezosamente, pensando en que su visita estaría compuesta por Jimin y alguien más.

Sin embargo, cuando abrió la puerta reparó en su propio error. Un grupo de dhampir le apuntaron con armas y patearon la puerta exigiéndole que se quedase quieto.

—¡Alto! ¡De rodillas!

—¡Las manos detrás de la cabeza!

Jungkook levantó las manos en cuanto advirtió el uso de estacas elementales. Eran ocho personas, y todos parecían estar armados hasta los dientes.

«Habían ido a por él», se dijo. «Alguien más sabía que estaba allí».

—Calma... —masculló con serenidad.

—¡¡¡De rodillas!!! —exigió un hombre.

Él podía haberse deshecho del grupo de dhampir en diez segundos. Sabía perfectamente cómo funcionaban los escuadrones, y era demasiado bueno como para que ocho dhampir le parasen. No obstante, Jungkook reaccionó con obediencia, haciendo uso de su astucia.

«Cuanto antes mostrase docilidad, antes le escucharían en lugar de atacarle».

Taehyung escuchó las voces que pusieron su vello de punta. Se levantó de la cama y salió de la habitación con un pantalón de franela bajo la sudadera. Su ceño se frunció al descubrir a más de media docena de dhampir amenazando a Jungkook.

—Tranquilos —dijo Taehyung—. No hay que ponerse así.

—Su majestad, ha faltado a la ley más importante de Revenant —dijo un dhampir—; trabajar por la seguridad de nuestro pueblo.

—Bajen las armas —pidió Taehyung elevando el tono de su voz.

Jungkook le miró de soslayo.

—Exijo el exilio de esta criatura, lejos de la ciudad —pronunció Craig, el hermano de Archivald, abriéndose paso entre los dhampir—. Pagará por ser strigoi, y...

—¡No! —exclamó Taehyung—. Yo soy el único responsable de su entrada. Yo respondo por él. ¡Bajen las armas! ¡Es una orden!

Jimin estaba tumbado en el sofá de su apartamento mientras Yoongi llenaba de tinta sus viñetas, y ambos levantaron la cabeza al escuchar unas voces. El dhampir salió disparado de su apartamento como un gato alerta, abrió la puerta y se acercó a la del apartamento de sus amigos, escuchando el gran revuelo.

—¡Eh! —Jimin levantó las manos cuando varios dhampir le apuntaron—. ¿Qué hacen aquí? Mark, Gyeong... basta...

—Nos dieron la alarma esta mañana.

—Alguien grabó su entrada —añadió otro joven.

—No sabíamos que el príncipe le había traído por su propia cuenta.

—Señor Craig —le llamó Jimin—. No cometa ninguna estupidez.

Craig frunció el ceño. Su interés por sacar a Jeon Jungkook de la ciudad se hizo más palpable que nunca, a pesar de las dudas de los dhampir que le rodeaban.

—Su majestad, sabe que es una traición a la seguridad de nuestros ciudadanos introducir a strigoi en la ciudad, y por mucho que usted sea un miembro del Concejo y el futuro rey de la comunidad —dijo el moroi mayor—, no goza de inmunidad diplomática.

El silencio se hizo entre todos, Craig movió la cabeza en dirección a Jungkook, cuya mirada de iris oscuros se volvió más desafiante que nunca. Pero si había alguien realmente enfadado allí, era Kim Taehyung.

—Enfunden sus armas —ordenó Craig.

El grupo guardó sus armas, y Taehyung exhaló el oxígeno de sus pulmones lentamente. Sus pasos avanzaron hasta posicionarse frente a Jungkook de forma protectora.

—Kim Taehyung —dijo una mujer moroi del Concejo—. Por orden popular, exijo la detención inmediata del strigoi. Se celebrará una reunión en el edificio Institucional para valorar sus actos. En el nombre del Concejo, le pido que coopere pacíficamente para evitar el uso de la fuerza con su amado.

Taehyung apretó la mandíbula, estuvo a punto de mandarles al infierno a todos, pero Jungkook se movió hacia ella con unos pasos lentos que alarmaron a todos los dhampir presentes.

Contra todo pronóstico, el joven azabache de usual actitud rebelde, ofreció sus muñecas sin reproches, con un gesto neutral en su rostro y un espeso silencio.

—Me entrego voluntariamente —dijo Jungkook.

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

En el enorme salón de asamblea del Concejo, Jungkook se encontraba esposado por un metal especial que rodeaba y lastimaba sus muñecas. La plata bendecida era tan perjudicial para su dermis como la ingesta de verbena. Trató de mantener las manos muy quietas, pues cada roce o movimiento devoraba la piel de su muñeca en carne viva.

Las miradas se clavaban sobre él como si fuese la criatura más indeseable que había existido. Una desagradable sensación recorrió su espina dorsal haciéndole desear escapar de allí, pero tanto los iris de Seokjin, Jimin, Freyja, y algún miembro más del Concejo que confiaba en el chico, le hicieron comprender que debía seguir mostrándose con la mayor sumisión posible para que la situación no escalase a más.

A él le daba igual todo el mundo, sólo estaba haciéndolo por Taehyung y por su reputación como príncipe. Al fin y al cabo, él mismo seguía siendo considerado por muchos como un demonio vampírico y enemigo público.

—El hijo de Jeon Jungseo —escuchó decir a una mujer desde el palco—. Era el guardián del señor Kim, pero no salió con vida de los ministerios nosferatu.

—¡Es un peligro para los ciudadanos de Revenant! ¡El primer strigoi que rebasa nuestras fronteras!

—¿Qué ocurriría si envenenase a alguno de los nuestros?

Jungkook deslizó sus iris oscuros por encima de los miembros del Concejo, que tomaban sus posiciones en los palcos para emitir su veredicto. Se topó con los iris claros de Taehyung a muchos metros, con el cabello claro bien peinado, y una blusa del tono de sus ojos. Repentinamente, una extraordinaria brecha invisible para el resto chispeó entre ellos, y Jungkook volvió a sentir a través de su vínculo con Taehyung como si volviesen a encontrarse a tan sólo unos centímetros.

«Sé que puedes escucharme», la voz del moroi resonó en su cabeza con una pasmosa claridad. «No temas. Les haré entrar en razón cueste lo que cueste. Y si no, utilizaré el espíritu».

«Taehyung, no te la juegues por mí», rebatió Jungkook, dudando de si él podría escucharle. «Recuerda quién eres. Recuerda el miedo que ellos sienten».

«Pero te han esposado», se lamentó Taehyung entrecerrando los párpados.

Jungkook respiró lentamente.

«Hay dolores más profundos que los de ser esposado por tu propia gente», contestó el strigoi. «Prefiero que así sea, a no volver a estar a tu lado».

«No me obligues a desear besarte a esta distancia», declaró Taehyung finalizando la brecha mental que les conectó unos instantes.

Jungkook le siguió con la mirada, mientras el moroi atravesaba a la gente para buscar su asiento. Se colocó junto a Seokjin, y contempló a Freyja al otro lado, junto a alguno de los miembros más antiguos y relevantes del Concejo de Revenant. Cuando la sala guardó silencio, Jungkook sintió el peso de las miradas clavándose sobre él.

—Os pido la colaboración con Jeon Jungkook —aventuró Freyja al inicio de su discurso—. El joven ha venido a ofrecer una alianza de strigoi con el primer clan con ánimos de colaborar con la comunidad cénit.

—Nadie ha autorizado su entrada en la ciudad secreta. Y mucho menos, ¡poniendo en riesgo la integridad de nuestros hijos y mayores! —exclamó un hombre.

—Conozco sus debilidades, señora Yong —dijo Craig a traición, con unas remarcadas sílabas por su acento extranjero—. Yong Freyja, exiliada de la comunidad nosferatu hace más de quince años. Jeon Jungseo fue el guardián del primogénito de su familia, con quien engendró a un bastardo dhampir fuera de una familia tradicional compuesta por moroi —expuso frente a todos—. Jungkook es su hijo biológico. El único que ha tenido.

Unos murmullos se disiparon por la asamblea con violencia. Sorpresas, disgustos y una arbitraria desconfianza asoló a las decenas de miembros presentes al descubrir el secreto de Freyja. Ella podía haber huido de su acusación, encubrir su debilidad hacia Jungkook con cualquier otra artimaña, sin embargo, lo afrontó públicamente tal y como debía haber hecho hace años.

—Es cierto. Es mi hijo —corroboró la mujer con seriedad—. Pero no por ello dejo nublar mi liderazgo frente a Revenant. Es un neo strigoi con una asombrosa capacidad de autocontrol, que ha venido desde muy lejos para ofrecer su protección a su majestad, y mostrar lealtad por nuestra gente.

—Este chico murió protegiéndoos —intervino Seokjin levantándose de su asiento.

Todas las miradas del salón se clavaron en el legendario dhampir, quien cruzó los brazos tras su espalda decidido a defender a Jungkook frente a todos.

—Luchó allí abajo —continuó Seokjin—, entre los nuestros. Murió sacrificándose, escoltando al príncipe Kim y dando su vida en un rescate envenenado que Xiumin y el Círculo orquestó para hacerse finalmente con el control de nuestros supervivientes —expresó con nobleza—. Es uno más de nosotros, forma parte de los nuestros, sin importar su raza o condición.

—¿Su psique sigue intacta ahí dentro? —dudó Archivald, arqueando una ceja.

—Ha superado el periodo de transición —dijo—. Sus lazos con el clan de strigoi de Lang le hace una herramienta útil para la cooperación entre especies. Jungkook.

El azabache asintió con la cabeza, y tomó su palabra elevando su tono de voz sin temblores.

—Ellos también han sufrido los estragos de las apariciones de draugr en la región de Seúl —explicó Jungkook—. Su clan es pacífico, se regula a sí mismo y se relacionan con otros tantos del país, que intentan defender a la población mortal de las criaturas que resurgen de nuestro suelo. Ellos sólo quieren vivir sin ser expuestos, pero los clanes se encuentran en peligro y la conciencia humana comienza a sospechar sobre la presencia de criaturas sobrenaturales. Esto es un interés común, algo que nos incumbe a todos.

Las palabras de Jungkook sonaron tan racionales y serenas que Taehyung se sintió orgulloso. Percibió como alguno de los miembros razonaba en voz baja sobre su explicación, y entonces, alguien más se levantó inesperadamente entre el público que les observaba. El señor Hyun Bin, uno de los representantes de los supervivientes de la comunidad nosferatu, y el antiguo entrenador del joven strigoi.

—Nuestra comunidad necesita colaboración con los strigoi —dijo el hombre—. Ha llegado el momento de afianzar esos clanes para asegurar la supervivencia de todas las especies.

Jungkook posó sus ojos sobre su antiguo profesor, sintiendo un repentino chispeo por su rostro familiar. Sus iris castaños se posaron sobre los del joven. Se alegraba de verle con vida después de todo, y aunque Jeon Jungkook jamás hubiese sido su ojito derecho, sabía perfectamente la voluntad de hierro que ese joven portaba dentro de su pecho.

Kim Taehyung siempre había sido su ave inseparable por algo. El moroi les habló sobre la alianza y el Concejo la aceptó, planeando el encuentro con su líder para sellar el pacto.

—Por el amor de dios, quitadle las esposas al chico —añadió Hyun Bin en tono cortante, desviando su cabeza hacia los líderes de Revenant—. ¿Acaso seguimos en la Edad Media? No revivamos las viejas costumbres de la comunidad nosferatu.

Varios miembros del consejo hablaron, aclarando que la ciudad de Revenant era demasiado valiosa como para exponerla ante la raza strigoi. Una mujer dio la orden de votación para ofrecerle la salida de Revenant a Jungkook: una escolta, recoger sus cosas, y salir de la ciudad por la seguridad de todos, a pesar de que el strigoi no representase un urgente peligro. Por suerte, nadie mencionó la evidente relación amorosa entre ambos, pero un tipo mencionó que el heredero de la corona debía mantenerse lejos de compañías peligrosas.

La votación para liberar a Jungkook fue positiva, y un dhampir se acercó para quitarle sus esposas. Taehyung bajó del palco saltándose el protocolo, y a pesar de que Seokjin le agarró del codo para que se detuviese, pasó por su lado con demasiada impulsividad como para detenerse.

Llegó hasta Jungkook cuando el joven pasaba los dedos por sus propias muñecas observando la cinta rojiza de piel quemada que luchaba por recuperarse. Taehyung agarró sus dedos, con los ojos muy abiertos por la inminente separación entre ambos.

—Iré contigo —murmuró con total seguridad.

—No —negó Jungkook en voz baja, desviando la cabeza—. Debes quedarte aquí, no es el momento. Ellos no saben sobre...

—Yo iré con él —expresó Seokjin, alentando a Taehyung—. No te preocupes.

—Hyung... —titubeó Jungkook.

—No soy tu niñera, pero no pienso quedarme aquí demasiado tiempo —dijo el dhampir mayor—, mientras Craig y la mitad del Concejo defienda que debes estar fuera de la ciudad, a pesar de ser su mejor aliado. Iré contigo lo quieras o no.

Freyja llegó hasta los chicos con un rictus de conciliación. Tras ella, Jimin se hizo paso por ser el guardián oficial de Taehyung.

—Puedo facilitaros vuestro lugar de residencia en Sokcho —dijo Freyja con rapidez, sin que nadie más le escuchara—. No estaréis muy lejos de palacio, y encubriréis vuestras identidades.

Seokjin asintió con decisión, y Freyja se largó con diligencia para preparar su salida y ofrecerles información sobre el lugar que tomarían. No obstante, Taehyung parecía disconforme con cualquier opción que les ofrecieran.

—No podrás estar en palacio —pronunció el rubio con pesar—. No podrás estar conmigo...

—Lo sé —respondió Jungkook.

—Pero, ¿c-cómo nos veremos? ¿y si no volvemos a...?

Jungkook observó cómo los iris del moroi se humedecían por impotencia. Su corazón se fracturó mientras los ojos de Taehyung se llenaban de lágrimas, y la oleada de desesperación que arrasaba su pecho llegó a Jungkook a través del vínculo.

Jimin tiró de la muñeca de Taehyung e indicó con la cabeza a Jungkook para que salieran del salón de la asamblea.

—Aquí no, vamos —sugirió el dhampir más joven.

Seokjin les escoltó brevemente, antes de que el resto de guardias llegasen hasta ellos. En uno de los pasillos vacíos, tras una de las columnas que les ofreció una mayor intimidad, Jungkook y Taehyung se abrazaron mientras sus amigos les concedían el espacio que necesitaban. Fue breve, mucho más recortado de lo que jamás habían esperado, pero lo suficiente para despedirse a pesar de la precipitación de sucesos.

—Es muy injusto —se quejó Taehyung, apretando los hombros de Jungkook. Sus lágrimas humedecieron el cuello de su camiseta—. ¡¿Por qué siempre tenemos que separarnos?!

Jungkook sostuvo su desesperación con la mayor fuerza que jamás se había propuesto. Entre sus brazos, le sujetó durante unos minutos, soportando sus propias lágrimas sin llegar a ser derramadas y el hecho de que debían afrontar la dificultad de estar separados por los motivos de la corona que aún se interpondrían entre ellos. «Él ni siquiera podría ser su guardián en Sokcho».

—J-Jungkook —Taehyung volvió a mirarle y balbuceó desgarrándole el alma—. Sácame de aquí, por favor. V-Vámonos lejos.

—Escúchame —murmuró sujetando su rostro. Sus pulgares acariciaron cuidadosamente las mejillas de su compañero—. Te prometo que cuando llegue el momento, jamás volveremos a estar lejos.

—N-no, no, no... no quiero más...

—Si te llevo conmigo ahora sólo empeoraríamos las cosas —razonó el azabache, estrechándole cálidamente—. Y queremos ser libres, ¿verdad? Tienes una promesa con la comunidad. Todos te necesitan.

Taehyung le apretó con tanta fuerza, que unas lágrimas se deslizaron por las mejillas de Jungkook en un escrupuloso silencio que le hizo desear arrancarle de allí. Pero debía pensar en los demás, en Jimin, Yoongi, Freyja, Seokjin, Sihyun, Namjoon, Hoseok, en todas esas personas que necesitaban un hogar, que necesitaban una mano extendida y la comprensión de una nueva comunidad, como Yul y su clan. Debían ser fuertes por ellos y acabar lo que una vez empezaron.

—Yo sólo te necesito a ti —dijo Taehyung contra su cuello.

Los dedos de Jungkook se deslizaron por los suaves mechones de su cabello claro, el rostro del moroi se levantó orientándose hacia el suyo, y sus iris conectaron transmitiéndose mucho más que lo que podrían expresar con palabras. No necesitaban hablar tras la noche que habían pasado, y Jungkook pensó que, si tan sólo el quinto elemento pudiera controlar el tiempo para detenerlo a su favor, hubiera sido su mayor regalo.

Sus labios se posaron sobre los del moroi en un tierno beso. Puede que fuera la despedida más amarga tras sus días de encuentro, de su ensueño por volver a estar juntos, y el preludio de una espera hasta el día de una coronación incierta.

Pero su promesa seguía ahí, el anillo estaba en su dedo, y el corazón de Jungkook sólo tenía un dueño.

Sus labios salados se separaron de los de Taehyung.

—Mi amor, estaré cerca de ti —le prometió con calidez—. Más de lo que puedes llegar a imaginar. Y cuando menos lo esperes, todo esto habrá terminado.

Taehyung aceptó sus palabras, le soltó lentamente cuando Seokjin les hizo una señal con la cabeza. Un escuadrón de dhampir se aproximó a ellos, sin haber logrado ver por completo la escena. La intimidad del momento se esfumó como el humo de una calada, el dolor de Taehyung se extendió cuando se llevaron a Jungkook con ellos. Seokjin les acompañó y él se quedó junto a Jimin sintiéndose desolado por lo que había sucedido.

Jimin agarró su mano con la mayor confianza del mundo, le miró en silencio compadeciéndose de su dolor.

—Lo siento —se lamentó, antes de que Taehyung le abrazara como alguien más de su familia.

Estrechó la espalda de Taehyung recordando a Yoongi, y supo que debía hacer una cosa más antes de que Jungkook abandonase la ciudad. Durante la próxima hora, Jungkook regresó a su apartamento con Seokjin y una escolta, recogió sus cosas más básicas, el dhampir guardó sus espadas cortas por él, y le ayudó a cargar su equipaje, incluyendo su antigua ropa de cuero para luchar.

Seokjin se tomó unos minutos para agarrar un bolso con algo de su ropa en su casa, mientras Jungkook esperaba afuera entre un puñado de dhampir.

—Siento que debas marcharte, Jungkook —le dijo Mark en voz baja.

El joven le miró de soslayo y parpadeó sorprendiéndose por su empatía. Otro joven apoyó sus palabras, deseándole la mayor suerte posible.

—Si te preocupa el príncipe, debes saber que está en buenas manos —le dijo otro dhampir.

Hyun Bin se abrió paso entre ellos aproximándose a Jungkook con un porte elegante, cabello negro y lacio sobre sus hombros, con entradas grisáceas por la edad. Una cicatriz atravesaba uno de sus pómulos y ojos, y su mandíbula era tan cuadrada, que su soberbia expresión parecía ser inmortalizada en su rostro.

—Señor Jeon —pronunció Hyun Bin—. Reconozco que jamás esperé que durase tanto tiempo ahí afuera.

—Oh, vaya —exhaló Jungkook con cierta diversión—, gracias profesor.

—Pero a la vista de los acontecimientos, lamento su conversión a strigoi —prosiguió Hyun Bin con voz grave—. Debe saber, que la comunidad valora su trabajo y esfuerzo por haber mantenido con vida al príncipe durante los meses en los que el Círculo y el rey póstumo destrozó nuestros hogares, escuela, y refugios. Ha demostrado su lealtad hacia la corona, a pesar de las dudas que tuvo la comunidad.

—Espere, ¿está halagándome? —dudó el azabache—. Ahora sí debe ser que estoy volviéndome loco.

—Usted sigue siendo un imbécil, ¿verdad? —Hyun Bin arqueó una ceja—. Exactamente igual que su padre.

Jungkook puso los ojos en blanco. Y entonces, Hyun Bin sacó un papel enrollado de su bolsillo y se lo ofreció al más joven.

—¿Qué...? —el strigoi lo tomó entre sus dedos.

—Es el lugar donde está enterrado —le dijo con discreción—. En realidad, no hay nada allí, más que su nombre. Pero imaginé que vuestro último adiós no fue exactamente como deseaste.

Jungkook bajó la cabeza, y apretó el pequeño rollo de papel entre sus dedos.

«Así que eso era una dirección», pensó. «La dirección de la tumba de Seojun. La única persona que se encargó de él cuando realmente sólo era un niño huérfano».

—Ese lugar... también levanta la lápida de alguien que una vez conocí —añadió Hyun Bin con una voz lejana—. Usted tuvo la mala suerte de heredar sus ojos y esa mirada desafiante que comienzo a pensar que le perseguirá de por vida, incluso como strigoi.

Jungkook volvió a mirarle con la boca abierta. A pesar de que Hyun Bin estuviera llamándole irreverente sin venir a cuento, pensó en su padre y su corazón descargó un pálpito en su pecho que le hizo sentirse tremendamente agradecido por la información.

—Gracias, Hyun Bin —suspiró con honestidad, guardando el rollo de papel en su bolsillo.

El adulto no le dijo nada más. Asintió con la cabeza y se retiró sin formalidades ni sentimentalismos. Cuando Seokjin regresó, ambos fueron escoltados hasta el exterior de Revenant. En la salida de la montaña, encontraron a Jimin acompañado de una figura encapuchada y un par de caballos para su uso. Jungkook identificó a Medianoche y se sintió reconfortado por tenerla a su lado, se aproximó a ella y pasó una mano por su lomo antes de cargar sus pertenencias tras la silla de montura.

—Kook —Jimin tocó su hombro, indicándole sobre algo más.

Siguió la dirección de su mirada, y el chico que se encontraba a su lado bajó su capucha para mostrarle su rostro. Min Yoongi.

—Te he echado de menos, tío —soltó con una gran sonrisa—. ¿Se puede saber por qué has crecido tanto? No sabía que eso de ser un vampiro aumentaba tu sex appeal.

Jungkook sonrió, se acercó a él con unos pasos lentos y mantuvo la distancia de seguridad con el chico, bajo la atenta y orgullosa mirada de Jimin. Sus iris podían haberle trasmitido una tensión mucho mayor, sin embargo, Jimin exhaló una débil sonrisa ante su encuentro.

—Oh, y tú has ganado peso —aprovechó para bromear con el humano.

Yoongi se llevó una mano al estómago, preguntándose cómo era posible, si el dhampir le había estado entrenando para que tonificase un poco su cuerpo y dejase de ser un flaco larguirucho.

—¿Estás cuidando bien de él? —preguntó Jungkook.

—¿Huh? —Yoongi levantó una ceja.

—Sé que come demasiado y sólo habla de degollar draugr, afilar cuchillos y poner sus reglas —dijo Jungkook con diversión—. Pero en el fondo es una bolita rellena amor a la que le gustan los mimos, hazme caso. Ya sé por qué ahora se lleva tan bien con Taehyung.

Jimin se frotó la sien, adivinando que hablaba de él.

—Voy a pegarte un puñetazo en esa dentadura perfecta —gruñó el dhampir rápidamente—. Y no me importa partirme dos dedos golpeándote, ¿te enteras, Kook?

Jungkook soltó una risita, y Yoongi también lo hizo. Se aproximó a Jungkook saltándose las reglas de su primer encuentro, apretó su hombro con una mano y después le abrazó como sólo un viejo amigo lo haría.

Seokjin y Jimin observaron la escena, sintiendo un gran afecto por ellos.

—¿Sabes? El mundo era un caos cuando no estabas —le dijo Yoongi cuando se separaron.

Jungkook sonrío lentamente.

—Cuídate —pronunció el strigoi, ladeando la cabeza en dirección a Jimin—. Y cuídale.

Jimin infló las mejillas cómicamente. Después de su despedida, Seokjin les deseó suerte y esperó volver a verles pronto. Subieron a los caballos, recibiendo una última información por parte de Jimin.

—Hoseok estará en Sokcho. Podréis verle allí, organizando los preparativos para el traslado real.

—Estaremos en contacto —dijo Seokjin—. ¡Adiós!

Jungkook y él tiraron de las riendas de sus caballos y salieron encapuchados de Revenant, dejando atrás demasiadas cosas. Jimin, Yoongi, Freyja, el Concejo, Taehyung. Ni siquiera habían pasado veinticuatro horas en Revenant sin recibir las impertinentes acusaciones de aquellos como Craig. Pero después de todo, tenían por seguro una cosa; volverían a verse.

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

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