Capítulo 17

Capítulo 17. Regreso a casa

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

De camino a la ciudad de Revenant, Jungkook se aseguró de permanecer cubierto con su capucha y cubrebocas, por si alguien reconocía su rostro. Con la caída de la tarde y los cabalgues intermitentes sobre los caballos, los jóvenes se acercaron a la región de Daegu. Se detuvieron en una ocasión, para que Taehyung pudiese descansar brevemente de la molestia que le producía la exposición solar a pesar de ir bien cubierto, y cuando volvieron a ponerse en marcha, los dos caballos se separaron cerca de la montaña para tomar las distintas vías de entrada.

—Nos vemos allí —repitió Jimin, despidiéndose con la cabeza.

En el bosque, Jungkook dejó que Seokjin tomase las riendas de su caballo. Se sentó tras él en esa ocasión, permitiéndole controlar su entrada por la parte baja de la montaña que el mayor conocía. Jungkook contempló su entorno con atención, la entrada estaba bien escondida, por una zona rocosa cubierta de espesa vegetación y rodeada de unos altos árboles de troncos apretados.

Dejaron el atardecer en sus espaldas cuando se sumergieron en el interior. El más joven pensó que entraban por una cueva, pero el interior estaba pulido y tenía un techo metálico que sujetaba la galería superior.

Encontraron a dos personas, dos dhampir jóvenes que parecían estar aguardando a su llegada.

—Alto —emitió uno con voz grave—. Identifíquese. Bajen del caballo.

Seokjin titubeó levemente, compartió una mirada de soslayo por encima de su hombro con Jungkook, y bajó decididamente de Medianoche. El dhampir se bajó la capucha y observó a los otros dos ofreciéndole su identificación de Revenant.

Jungkook bajó de la criatura tras él y se posicionó a su lado. No llevaba encima su identificación, aunque sabía que podían reconocerle por su huella dactilar o un pinchazo en su dedo, dejando una evidencia más que reconocible de su conversión, la cual deseaba evitar.

—Y usted, quítese el cubrebocas —le ordenó el otro a Jungkook—. ¿Llevan armas? ¿tiene su identificación?

—Joven, soy miembro del Concejo —expresó Seokjin, desviando su atención.

El azabache se liberó de la capucha, bajó el cubrebocas con cierta inquietud, y negó sobre lo de su identificación.

—Espera, te conozco —prosiguió uno de los dhampir—. Te vi luchar en...

Seokjin estuvo a punto de ponerle un alto a sus palabras, pero una mujer moroi atravesó la estancia y atrapó la atención de los vigilantes, así como la de los dos.

—Disculpen —intervino Freyja, la mujer posó sus ojos sobre Jungkook unos instantes, y después se dirigió a los dos dhampir—. Les dije que estaría esperando la llegada de un miembro del Concejo.

—Señora Yong, la entrada habitual de civiles debe realizarse por...

Seokjin se posicionó frente al chico y manteniendo sus iris fijos sobre sus ojos, utilizó la manipulación del espíritu para ejercer el control mental.

—Márchese y olvide nuestra entrada, joven —le ordenó con una voz sosegada. Desvió su mirada hacia el segundo dhampir, repitiendo su exigencia—. Retírense y olviden todo. Cerrarán esta entrada en una hora.

Los dos dhampir se marcharon de allí, dejando a Freyja junto a Jin y Jungkook. La moroi exhaló su aliento y abrazó fraternalmente a su hijo sin demorarse.

—Te he extrañado —le dijo al chico—. ¿Estás mejor?

Jungkook se distanció de ella con una leve sonrisa, se sintió reconfortado por su calidez. Seokjin también se dejó abrazar por Freyja, esbozando un gesto radiante.

—Mucho mejor —respondió Jungkook serenamente—. Jimin y Taehyung tomaron la entrada habitual.

—Sí, lo sé —contestó la moroi—. Lo siento, no pensé que fueran a poneros impedimentos para pasar. Les di la información de que Kim Seokjin regresaría, pero esos dos te reconocieron —les explicó—. Hay muchos miembros de la ciudad que fueron dados de baja a causa de su desaparición, tras lo de Seúl. También hay cadáveres que jamás encontraron.

—O sea, que... estoy oficinalmente muerto —pronunció Jungkook—. Maravilloso.

—Veo que las lentillas funcionan —observó Freyja, arrastrando sus iris grisáceos entre ambos—. Pero, ¿cómo habéis viajado a la luz del día? Pensé que llegaríais por la noche.

—Bueno. Es una larga historia que podríamos resumir en el akash —suspiró Seokjin—. Ha sido un viaje largo y necesitamos descansar, Frey.

—Está bien, vamos. No hay tiempo que perder.

Ella les ofreció la entrada, atravesaron una galería tirando de las riendas de Medianoche y dejando atrás la cueva. En la zona este de las caballerías dejaron a la yegua negra de Jungkook para que descansase, el joven se despidió de ella con una caricia, y después se dirigieron a unos ascensores exclusivos del personal de seguridad que les llevaría a la ciudad ubicada bajo la montaña.

—Entonces, ¿la luz no te afecta? —preguntó Freyja con discreción, dentro del ascensor—. ¿Ninguno de sus efectos? ¿Ni molestias, ni mareos... o debilidades...?

—No, de momento —contestó Jungkook—. No he vuelto a sentirme perturbado por los rayos solares.

—Oh. Eso es... increíble... —suspiró la moroi con un auténtico asombro—. Debes ser el primer strigoi diurno que existe. Jamás se han recopilado datos de uno.

—Y es tu hijo —soltó Seokjin relajadamente—, te felicito. Ocho siglos completos de razas vampíricas, hasta que por fin hemos dado con el primero que no tiene que esconderse de la luz como si fuera alérgico. Fascinante, ¿verdad?

Jungkook se rio en voz baja. Ninguno de los dos mencionó el secreto del anillo de zafiro a pesar de hablar sobre la inmunidad solar del pelinegro. Era un objeto muy valioso, tanto que, a pesar de su confianza en Freyja, habían acordado no mencionarlo con nadie más fuera del círculo más íntimo de Jungkook.

—He escuchado lo de Lang, me alegra que no os sucediera nada —agregó Freyja—. Estaréis mucho más tranquilos entre los muros de Revenant, hasta que trasladen al señor Kim a Sokcho.

—Huh, sobre eso, Freyja —dijo Seokjin—. Nosotros iremos a Sokcho con los chicos, ¿podría pedir alguna especie de traslado para nosotros? Tal vez, a algún lugar oficial...

—Dudo que puedas hacerlo con Jungkook, de momento. Pero quizá sí podáis estar en el poblado humano que hay cerca del palacio —respondió la mujer—. El Concejo y nuestra raza no está preparada mentalmente para convivir con strigoi. No obstante, la formación de las alianzas es un gran paso.

El ascensor les desplazó horizontalmente por la galería, cuando se detuvo, la puerta se abrió en el edificio del cuartel de seguridad de Revenant. Jungkook volvió a utilizar el cubrebocas y la capucha, avanzaron por el cuartel tranquilamente y abandonaron el edificio sin mayor problema.

En el exterior, se encontraron con Jimin y Taehyung, quienes les estuvieron esperando allí por unos minutos. Freyja les preguntó cortésmente sobre su viaje, sobre cómo se encontraba a Taehyung, y tuvo una breve conversación con Seokjin mientras tanto. A expensas del grupo, Jimin se acercó a Jungkook y tomó su codo con una mano para murmurarle algo.

—Kook. Escucha, esto, eh... —titubeó Jimin—. Yoongi está aquí, en la ciudad.

—Sí, lo sé—dijo el azabache—. Me gustaría poder verle, hace meses que no he hablado con él.

—No va a venir a recibirte, porque yo se lo dije —añadió el dhampir rápidamente—. Sin embargo, él querrá hacerlo... y sé que tú también, es tu amigo después de todo...

—Jimin, no le haré daño —expresó Jungkook denotando su tensión—. No te preocupes, puedes supervisar nuestro encuentro si te hace estar más tranquilo.

—Lo haré —suspiró su amigo, pasándose una mano por las ondas de sus largos mechones dorados—. Porque si lo haces, te mato —soltó pacíficamente—. ¿Queda claro?

—Como el agua —sonrió el pelinegro.

Jimin soltó su codo, exhalando el aliento. Jungkook le dejó unas amigables palmaditas en la espalda. No podía tomarse las palabras de Jimin como algo ofensivo, pues comprendía perfectamente su instinto protector con Yoongi.

—¿Cómo está vuestra relación? —le preguntó el strigoi.

Jimin le miró de medio lado apretando los labios. Su intento de reprimir una sonrisita le hizo saber que se encontraban mucho mejor que la última vez que se vieron.

—Oh, ¿así de bien? —ironizó Jungkook—. Vaya por dios, ¿quién lo diría? Park Jimin enamorándose, es un hecho cuántico realmente complicado de encontrar-

El dhampir le pegó un codazo en las costillas, que ni siquiera le hizo efecto.

—Calla, bocazas —gruñó Jimin.

Jungkook se rio abiertamente bajo el cubrebocas. Y fugazmente, Jimin ladeó la cabeza advirtiendo algo más en él; el halo de sus ojos comenzaba a aparecer tenuemente bajo la fina película de las lentes castañas.

—Creo que es mejor que vayamos al apartamento —dijo el dhampir posando una mano sobre su hombro—, puedo ver tus halos. Después te daré varios pares más de lentes de las que compré.

—De acuerdo —respondió Jungkook bajando la cabeza y esperando que nadie más lo notase.

Taehyung se acercó a los dos chicos y tomó la mano del pelinegro. Había escuchado ligeramente lo que Jimin y Jungkook se decían, pero no quiso irrumpir entre la química natural de ambos. Valoraba enormemente la capacidad que Jimin tenía para hacer reír a Jungkook, y agradecía volver a escuchar esas carcajadas en voz baja entre los dos.

—Huh, ¿nos vamos? ¿queréis que os acompañe? —preguntó Seokjin, abandonando la conversación con Freyja.

—No, está bien —negó Jimin—. Yo iré con ellos. Si necesitan algo en el apartamento, bajaré para comprarlo.

—Hablaremos mañana —se despidió Freyja, levantando una mano—. Descansad, han sido muchas horas de viaje.

Seokjin se retiró con la moroi, decidido a visitar las nuevas instalaciones del Concejo y ponerse al día con los tratados de la comunidad que se estaba reconstruyendo. Se vio obligado a apartar sus ganas de volver a ver a Yoongi hasta el próximo día, y mientras tanto, los jóvenes se dirigieron al edificio de lujo donde se alojaban.

Entre las bolsas de viaje, Taehyung recordó que no llevaba encima la llave de su apartamento. Jimin las tenía desde la última vez que se había negado estar a solas en su propio piso.

—Dame un segundo, tengo sus llaves adentro —Jimin desbloqueó su propia puerta y entró, con Taehyung siguiendo sus pasos.

Rebuscó en uno de los cajones del mueble de la entrada, y recordó que lo había dejado en su habitación. Pasó al interior del apartamento vacío (Yoongi debía estar tomando algo en el bar del edificio), y sacó la llave del apartamento de sus compañeros de su mesita de noche.

—Estas son. Ten —le ofreció el dhampir a Taehyung. El rubio las tomó, y Jimin ladeó la cabeza buscando con los ojos a Jungkook—. ¿Y Kook?

Taehyung se dio la vuelta, regresó a la entrada con la llave en la mano y dudó al ver a Jungkook parado frente al marco.

—¿Kookie?

—No puedo mover las piernas —dijo con seriedad.

—¿Qué? —emitió Taehyung, preocupándose—. ¿Estás bien?

Jungkook asintió, y de alguna forma, levantó una mano que acarició una superficie vacía e invisible que le impedía entrar por el marco de la puerta. Sus pies no cedían a ella, y se le hacía imposible dar un paso en el interior o siquiera intentarlo.

—Es la protección contra strigoi —pronunció Jungkook—. Así que... esto es lo que se siente...

—Oh.

Jimin abrió la boca, se pasó una mano por la nuca recordando la protección natural que protegía las casas de los humanos. En Revenant, cada domicilio había sido bendecido bajo una alienación elemental que protegía los propietarios. En el exterior de la montaña, cada casa humana constaba de esa protección natural sin la ayuda de hechizos ni brujería.

—Archivald me dijo en una ocasión que habían colaborado con aquelarres de brujas para crear burbujas de protección dentro de la montaña —explicó Taehyung acercándose a la puerta—. Supongo que este tipo de magia se adhiere a los hogares, detectando los apartamentos como moradas. Es curioso que no protegiese la montaña, sino las casas que hay enterradas en ella.

—La magia es así... inexplicablemente sabia —dijo Jimin, cruzándose de brazos. Sus iris castaños se dirigieron a Jungkook—. ¿Recordáis lo que nos dijeron en la academia? Nunca invites a pasar a un strigoi a casa, o habrás invitado para siempre al diablo.

—Gran detalle —ironizó Jungkook—. A veces olvido que soy el enemigo público del sistema.

—La burbuja protectora se desvanece con una invitación directa por parte del propietario de la casa al strigoi —le recordó Taehyung, mirando a Jimin.

El dhampir sonrió maliciosamente, se descruzó de brazos e hizo un gesto teatral de bienvenida.

—¡Jeon Jungkook, puedes pasar! —le concedió Jimin con un canturreo.

Jungkook sintió algo muy extraño; el aura invisible que le impedía entrar en el apartamento se desvaneció esporádicamente. Dio un paso más allá del marco de la puerta, percibiendo que la extraña de presión que le aislaba desparecía.

—¿Ya? —formuló Jimin felizmente.

El azabache asintió con la cabeza.

—Parece que sí. G-gracias —contestó con cierta humildad.

Taehyung agarró su mano, tomando el momento para robarse a Jungkook para sí mismo.

—Vamos a casa —le dijo con suavidad—. Hasta luego, Chim.

Jimin le detuvo un instante, sólo para agarrar varias bolsas de alimentos de su nevera y ofrecérselas. Le recordó que saldría a comprar la próxima mañana, y que se mantuvieran en el apartamento sin moverse para mantener la discreción de que estaban en Revenant.

Los jóvenes cargaron con sus pertenencias y la comida hasta su apartamento, y Taehyung desbloqueó la puerta. Atravesó la entrada y se dio la vuelta, posando sus iris claros sobre los de Jungkook.

El strigoi sintió exactamente lo mismo que en el apartamento de Jimin.

—Ni siquiera puedo entrar ni en mi propia casa —se lamentó, bajando la cabeza.

—Puedes pasar, Kookie —le dijo Taehyung.

Jungkook entró en el apartamento con desánimo. El moroi cerró la puerta tras él, y los dos dejaron los bolsos de pertenencias junto a la entrada y la comida en la cocina. Cuando Jungkook se detuvo en el interior de su apartamento, sintió una amarga desazón por volver a esa casa. El que había sido su hogar con Taehyung durante unos meses, donde se habían sentido más a salvo y felices que nunca.

«Ahora estaba refugiándose en Revenant, a escondidas», pensó. «Y si no fuera por Taehyung, ni siquiera hubiera podido pisar su propio hogar. ¿A quién pretendía engañar?».

El moroi abrazó su espalda, percibiendo el abatimiento de su compañero.

—No te desmorones, yo estoy contigo —murmuró Taehyung sobre su hombro—. Habrá un día donde no tengamos que seguir ocultándonos. Donde sólo seamos tú y yo, viviendo la vida que deseamos.

Jungkook entrecerró los ojos posando sus manos sobre las del moroi, que estrechaban su cintura.

—Es lo que más anhelo —dijo el pelinegro en voz baja—. No desearía perjudicar tu relación con el Concejo.

—No lo haces —le corrigió el moroi, estrechando su espalda—. Tú y yo somos uno, ¿de acuerdo? Pase lo que pase.

Taehyung le soltó y Jungkook se volteó lentamente. El moroi le ofreció el dedo meñique de su mano de forma adorable.

—¿Qué haces? —preguntó Jungkook exhalando una sonrisa.

—Nuestra promesa de que somos uno —insistió Taehyung—. Seré tu guardián moroi.

Jungkook apartó su mano inesperadamente y tomó sus labios. Su beso presionó contra los labios de su compañero, entreabriéndolos suavemente y respirando sobre ellos. Los halos plateados de los iris del strigoi se reflejaron sobre los suyos durante unos segundos, donde se contemplaron sin apenas distancias.

—Así es como nosotros sellamos nuestras promesas —murmuró Jungkook sobre sus labios.

Unos dedos de Taehyung se introdujeron entre los mechones oscuros de su nuca con suavidad, sosteniendo su rostro frente al suyo. Su nariz cosquilleó junto a la suya, sin distanciarse esos centímetros.

—Quiero olvidarme del mundo en este momento —respiró Taehyung.

Su simple mención erizó el vello del pelinegro, su aliento se volvió más denso, perdiendo el punto de gravedad de su mundo cuando el moroi se deslizó fuera de sus brazos. Taehyung tomó su mano, y tiró de él.

—Ven —le dijo—. Sígueme.

Jungkook atravesó el pasillo y le acompañó hasta el amplio cuarto de baño. Ambos estaban cansados, y el moroi se sentía especialmente fatigado del viaje y de la exposición solar. Allí dentro olía a sales de baño, a velas aromáticas y a pastas de jabón. La bañera de hidromasaje estaba vacía, y la mampara de la ducha mostraba el delicado volumen de su grabado de flores intacto.

Taehyung se quitó la chaqueta y la dejó sobre la bonita silla de mimbre situada junto al lavamanos. Jungkook pestañeó cuando el moroi se aproximó a él, pasando unos dedos por la cremallera de su chaqueta y abriéndola gentilmente para deslizarla por sus hombros.

—¿Q-qué... haces? —titubeó el pelinegro, cuando su pareja comenzó a desvestirle.

—¿Te... ducharías conmigo? —formuló Taehyung con cierta timidez y la suficiente osadía como para sugerírselo.

Jungkook se quedó sin palabras unos instantes, pero al moroi no pareció importarle, pues él continuó sacándole la chaqueta como si fuese el encargado oficial de desnudarle. El pelinegro atrapó sus dedos con un imprevisible rubor invadiendo sus blancos pómulos, que se tornaron rosados. Las yemas de Taehyung se detuvieron en el borde de su camiseta, sobre su cadera.

Sus iris azules se posaron sobre los suyos, donde las lentes de contacto se habían disuelto hasta desaparecer sobre sus globos oculares.

—¿No quieres hacerlo? —preguntó el rubio en voz baja.

Jungkook tragó saliva lentamente. Pensar en que se lo negaría era absurdo. Pero había muchos otros factores que afectaban de forma directa a lo de pasar tiempo juntos y desnudos.

—No sé si... puedo hacerlo —respiró Jungkook.

Los dedos del moroi regresaron a su rostro, donde se deslizaron con una mano en su nuca y otra bajo el mentón del pelinegro.

—No vas a hacerme daño —confió Taehyung—. No me dan miedo tus colmillos. Quiero sentirte.

Jungkook se dejó guiar por su instinto y el anhelo de su compañero. Taehyung le abandonó un instante para abrir el grifo de la ducha, el agua comenzó a derramarse en forma de lluvia y el moroi estableció una temperatura que liberó un tenue vapor caliente.

Regresó a él con una profunda mirada de ojos rasgados que agitó su corazón, levantó la camiseta de Jungkook cuidadosamente y el azabache colaboró levantando los brazos. Cuando se la sacó por encima de la cabeza, dejó caer la prenda a un lado, y mientras el vapor se extendía entre ellos sus labios se mantuvieron sellados.

Se conocían desde hacía años, estaban enamorados y habían tenido sexo las suficientes veces como para conocerse desnudos. Sin embargo, meterse juntos en una ducha implicaba un nivel diferente. Era algo mucho más íntimo y personal por irónico que resultase. El tatuaje del dragón plateado resplandecía suavemente a lo largo del brazo de Jungkook, por donde su marcado y firme hombro descendía hasta el volumen del bíceps, antebrazo, muñeca y nudillos.

Un delgado torso por donde Taehyung pasó sus finos dedos, comprobando la suavidad y textura de su piel, pecho marcado, pezones oscuros y erizados, clavículas de mármol, cuello de cisne y labios de fresa bajo unos prominentes ojos oscuros.

El pliegue en forma de uve de su pelvis asomaba bajo la suave forma de sus abdominales y ombligo. El borde de su ropa interior ceñía su cadera bajo un pantalón ceñido, y cinturón con un par de armas enfundadas.

Jungkook sonrió levemente, dejando que su fanfarronería actuase ante la expresión facial del moroi. Le había visto sin camiseta tantas veces, y casi parecía seguir perdiendo la capacidad de respirar cuando volvía a desnudarle.

—¿Hay algo que te guste? —murmuró Jungkook frente a su detenimiento.

Taehyung dirigió sus ojos a los del strigoi, con un pestañeo.

—Demasiadas cosas —suspiró.

Jungkook llevó sus propios dedos hasta su cadera y desabrochó su cinturón de guardián con un clic más que sugerente, liberándose de él para dejar a un lado sus armas. Sus yemas se detuvieron sobre el botón que desabrochó de su pantalón y posteriormente en la abultada cremallera que deslizó hacia abajo. Se liberó de sus botas, y se quitó el pantalón para quedar en un bóxer negro y ceñido.

Taehyung se sintió inmediatamente tímido por lo que estaban a punto de hacer. Después de todo había sido su idea, pero llevaba tanto tiempo sin tocar, acariciar, mirar y disfrutar de Jungkook, que su corazón se había lanzado contra su garganta como si planease asfixiarle.

El pelinegro se acercó hasta él de nuevo, decidido a igualar su desnudez con la de su compañero. Con dulzura, levantó el jersey del moroi y se lo sacó con su colaboración. Desanudó la cinta de su pantalón de lino en su cintura, dejando que la prenda se deslizase irremediablemente hasta su cadera y muslos, acompañada de unos dedos que la orientaron con suavidad.

El tenue tacto de sus yemas por encima de la piel de Taehyung le hizo querer jadear. Sus dedos temblaron sin saber dónde posarse, y el advenimiento de sus instintos y amplificados sentidos presionaron en sus encías afilando sus colmillos.

Taehyung evitó su mirada, se quitó su prenda interior por su propia cuenta, y Jungkook fijó sus iris en el anillo de compromiso de un rosa dorado y decenas de diminutos diamantes que colgaban de su cuello. Su piel era tersa, del tono de la canela más suave, de cintura estrecha y hombros picudos, con abdomen suave y casi imperceptibles abdominales que adoraría perfilar con sus labios. Un ombligo que ya había besado y unos muslos en los que necesitaba detenerse la mitad de su noche si realmente quería mostrar su aprecio por esos.

La forma de lordosis en la zona baja de su espalda le hizo sentir cierto recelo por la habitual esbeltez de la raza moroi. Taehyung se movió como un felino de pasos lentos hasta la ducha, ofreciéndole una visión desdibujada de su figura por la mampara difuminada que dejó sin aliento al pelinegro.

«Estaba desnudo en una ducha compartida donde sólo llevaba encima su anillo», pensó.

Tras unos segundos, Jungkook se obligó a reaccionar antes de quedarse allí como un trozo de yeso. Se quitó el bóxer y siguió religiosamente al moroi para encontrase con él en la ducha. El cubículo era espacioso, el suelo de mármol escurridizo bajo sus pies, y la lluvia de aspersión comenzó a derramarse sobre él acariciando con suavidad sus hombros, rostro y cabello, para empapar lentamente el resto de su cuerpo. La cálida temperatura de la lluvia estimuló sus sentidos y estremeció su corazón.

El cabello claro de Taehyung yacía húmedo, sus pestañas estaban mojadas y sus grandes ojos conectaron con los del azabache cuando se aproximaron.

—Déjate llevar por lo que sientes —dijo Taehyung.

Jungkook cerró los párpados unos instantes, su olfato se inundó del aroma a Taehyung, la humedad de la ducha y reconfortante vapor, y el champú de lavanda y cítricos. El moroi tocó su cabello, introduciendo unos dedos con manos cargadas de jabón. El pelinegro abrió los párpados, posó sus iris sobre Taehyung descubriendo su pérfido plan.

—Oh —exhaló Jungkook—. ¿No es ilegal atacar de esta forma a alguien?

Taehyung sonrió levemente, frotando con suavidad su cuero cabelludo y llenándolo de espuma.

—Tu pelo es muy suave —halagó el moroi—. Siempre he querido hacer esto.

Jungkook entornó los párpados, la caricia de sus manos en su cabello le hizo sentirse reconfortado. Era el gesto más cálido y fraternal que jamás había recibido. Se inclinó levemente, dejando un beso superficial por encima de la mejilla del moroi y agradeciendo mentalmente tenerle para él.

—Yo también quiero hacerlo —propuso.

El pelinegro aprovechó su momento para tomar un montón de jabón con el que molestar a Taehyung, se encargó de su cabello claro llenándole de espuma hasta en la cara.

—¡K-Kookie! —se quejó el moroi.

Jungkook soltó una risita; no tenía remedio.

—Pareces un muñeco de nieve —soltó el azabache.

A esas alturas Tae sabía que estaba saliendo con un strigoi buenorro, que a veces se comportaba como un bebé de veinte años. Además, le encantaba fastidiarle a propósito. Su compañero se sintió extremadamente divertido por su cara enfurruñada de gatito, y pasó un par de pulgares por sus ojos para evitar que la espuma les llegase y se irritaran.

—No estás tan mal —bromeó Jungkook.

Taehyung hinchó las mejillas. Jungkook agarró su muñeca con gentileza y le llevó bajo la lluvia que incidió verticalmente sobre sus cabezas, aclarando el jabón y la espuma. Inesperadamente, agarró una esponja que humedeció bajo el derrame de agua y la pasó por encima de uno de los hombros del moroi, quien tuvo un sobresalto.

—N-no hagas eso —le negó inmediatamente, quitándole la esponja de los dedos.

Si había algo vergonzoso en el planeta, era que intentase usar una esponja con tanta dulzura. El objeto salió volando hacia algún rincón poco interesante de la ducha. Jungkook volvió a reírse con suavidad y se aproximó a su rostro para presionar con sus labios sobre los suyos.

—¿Tampoco quieres que haga esto? —murmuró ladinamente, deteniéndose sobre sus tiernos labios.

Taehyung jadeó antes de que Jungkook volviese a atrapar sus labios. Su beso fue muy anhelado, no obstante, dulce, pues Jungkook sujetó su nuca empapada y saboreó los labios del moroi húmedos por las gotas de agua. La tibieza de la ducha acarició sus pieles, suavizó el contacto de sus yemas calientes, las cuales se deslizaron por la suave hendidura de su espina dorsal, hasta la parte baja de su espalda. Su mano se detuvo allí, sujetando parte de su cintura con firmeza contra sí mismo.

Sus labios abandonaron los de Taehyung, deslizándose delicadamente hacia su barbilla y la línea de su mandíbula, que besó lenta y armoniosamente escuchando la respiración de su compañero. Deseó tanto llegar a su cuello, que creyó que no resistiría el impulso de morderle. Los labios de Jungkook dejaron cortos besos por toda longitud, y el aliento húmedo y cálido del strigoi erizó la piel de Taehyung. El rubio se sintió algo mareado y desorientado, los dedos de Jungkook le trazaron como un frágil lienzo bajo sus yemas, como si tratase de pintarle, de moldear su cadera y el volumen de su trasero, de sus muslos, de su cintura y de sus labios comenzando a fundirse apasionadamente bajo los suyos.

Jungkook liberó la tensión acumulada mordiendo su labio inferior más de la cuenta, sus colmillos punzaron en el belfo del moroi y un rápido sabor a sangre acarició su labio. Taehyung se quejó levemente. Sus claros y vidriosos iris reflejaron el halo plateado de los ojos de su compañero, ofreciéndole su confianza. Taehyung era hermoso bajo la lluvia, por su atractivo de brillante piel húmeda, ojos atrapantes, y gravitatorios labios.

El moroi se dio la vuelta entre sus brazos, ofreciéndole la espalda para su satisfacción. Los colmillos de Jungkook habían crecido hasta punzar en su propio labio inferior, su garganta ardía en deseo, la pasión y ansiedad burbujeaba en sus venas cuando su cadera rozó indiscriminadamente su miembro. Jungkook albergaba una gran cantidad de sentidos agolpándose en su ser, haciéndole saber que, hasta ese día, jamás había acariciado a Kim Taehyung como lo merecía.

Los colmillos del azabache se deslizaron por uno de sus hombros, arañando la fina piel del moroi con deseo de marcarla.

—¿Siempre obtiene lo que quiere —formuló Jungkook con voz ronca, retornando a su oreja—, su alteza?

Taehyung dejó caer la cabeza hacia atrás, rozando su mejilla con la suya.

—¿Qué te impide a ti obtener lo que tú quieres de mí? —contratacó el moroi con un ronroneo.

Jungkook entrecerró los párpados, su mano descendió por su cintura y acarició su miembro erecto. Su compañero gimió levemente, sintiendo sus dedos masturbarle lentamente.

—K-Kookie...

—Quiero demasiadas cosas de ti —pronunció el strigoi.

Con la dureza del azabache tras él, Taehyung se sintió tan excitado como perdido. Apoyó las manos en la mampara vidriosa de la ducha, y se dejó llevar por el maravilloso masaje y roce de su compañero. Los labios de Jungkook besaron su omoplato, ascendieron por su hombro lentamente, y cuando no pudo resistirlo más, hundió los colmillos en la base de su cuello.

La explosión de sabor hemoglobínico fue abrumadora. Su saliva se mezcló con la sangre y el agua diluida en sus labios, y Jungkook sintió algo que nunca antes había percibido: pura satisfacción. El manantial de sangre más exquisito y delicioso que sus papilas gustativas jamás habían degustado.

Un gruñido natural escapó de su garganta, apretando con un poco más de intensidad su mordisco. Los pálpitos del corazón del moroi resonaron en sus oídos, su respiración entrecortada, su leve gemido de placer mientras él se deleitaba. Se vio embriagado por su sangre, borracho por su roce físico, con sentidos que transcendían a un plano muy distinto.

Taehyung jadeó, sus dedos se escurrieron sobre la mampara y apretó los párpados sumergido en aquella sensación. Jamás había sido mordido por alguien, apartando las horribles escenas de dolorosos mordiscos de draugr que intentaron devorarle meses antes.

Los colmillos de Jungkook se sentían como agujas heladas perforando su piel, sin embargo, su lengua y saliva era caliente, su aliento denotaba complacencia, y ser mordido por alguien que amaba provocó una sensación casi climática que tiró del vínculo espiritual que les unía.

La dermis del moroi se vio torturada por un angustioso placer físico, del que Jungkook liberó su yugo arrancando su mordisco.

El frenesí estaba ahí, perforando su ansiedad por la sangre como un taladro. Pero su corazón era más fuerte, y cuando Taehyung volteó para poder mirarle tomó su rostro contemplando sus pupilas dilatadas, labios húmedos y rojizos entreabiertos, y colmillos asomándose. Los finos hilos de sangre del mordisco en su cuello se diluyeron con la llovizna, y el moroi probó sus labios con aprecio, reforzando la voluntad de Jungkook por controlarse.

Él le tomó entre sus brazos, llevando a su espalda hasta la superficie de mármol de la pared para que se sujetase. Entró en él cuidadosamente, sujetando sus muslos alrededor de su cintura y permitiendo que Taehyung se acostumbrase y se amoldase a su tamaño. El moroi enredó los brazos alrededor de su cuello, sujetándose en sus hombros. Sus piernas temblaron por un momento, pero Jungkook le tomó y embistió con gusto, uniéndose con su persona.

—Ah, dios —gimió Taehyung casi en tono de exclamación—. Dios.

—¿Dios? —repitió Jungkook con diversión, estableciendo un buen ritmo de caderas—. No lo creo.

—Hmnh —se quejó el moroi con satisfacción—. Hah, ahw.

Jungkook jadeó a su lado por los calambres de placer, si bien se vio obligado a soltar una risita por el humilde gemido de su compañero, como si se le hiciera divertido verle tan rendido cuando apenas habían comenzado.

—¿Debería recordarte cómo me llamo? —enunció en el calor del momento.

Taehyung se irritó con él incluso cuando estaban haciéndolo. «¿Qué demonios quería que dijera, si estaba llevándole directamente al cielo?», pensó maldiciéndole mentalmente.

El strigoi hundió la cabeza en el hueco de su cuello manteniendo el ritmo de sus embestidas. Le mordió en varias ocasiones, sin llegar a perforar su piel. Sus dientes y colmillos le arañaron y tiraron de la dermis y enrojeciéndola. Necesitaba saber qué tanto le necesitaba Taehyung, y logró hacerlo presionándole contra la pared de la ducha en una melodía formada por el roce de sus cuerpos.

—Jungkook —gimió el moroi deliciosamente—. K-Kookie.

—Eso me gusta más —reconoció el pelinegro con voz ronca.

El exquisito vaivén de las embestidas convirtió la ducha en un encuentro tórrido. La intensidad de su ritmo le llevó a una ráfaga de placer acompañada de un segundo mordisco, ubicado en el extremo opuesto de su cuello. Taehyung sintió una descarga eléctrica con ese mordisco. El culmen del clímax abrazó cada una de sus células mientras clavaba los dedos en la espalda del pelinegro. Fue tan intenso, que sus piernas perdieron su fuerza y se escurrió brevemente de su agarre. Su espalda se deslizó por la pared húmeda, y Jungkook se resbaló junto a él.

El strigoi, clavó una rodilla en el suelo, sujetándole entre sus brazos. Estuvo a punto de preguntarle si se encontraba bien, pero supo que sólo se trataba de su primer orgasmo por sus jadeos, y tras un ritmo excesivamente alto.

Jungkook se incorporó cargando a Taehyung en sus brazos sin demasiada dificultad, para rescatarle del estrés húmedo que comenzaba a arrugar su piel. A esas alturas, el moroi no tenía nada que objetar. Era suyo, y podía llevarle a donde más le apeteciese sin que él pusiera ningún impedimento.

El joven salió de la ducha, cerrando el grifo con una mano. Abandonó el cuarto de baño llevándoselo consigo, con los brazos del moroi alrededor de su cuello. Sus pasos descalzos se dirigieron hacia el dormitorio, dejando un desconsiderado rastro de agua por la tarima de madera del pasillo, hasta pisar la alfombra de la habitación.

Dejó a Taehyung sobre la cama, bajo él, apoyando su cabeza en uno de los almohadones. Clavó una rodilla entre las suyas, sus iris se derramaron sobre los celestes en la penumbra del dormitorio, con piel húmeda, desnuda y caliente. Las gotas esparcidas por la dermis de Jungkook se veían como cientos de diamantes sobre su piel, deslizándose por su rostro y por los mechones oscuros de su cabello, que gotearon sobre él y la almohada.

Taehyung extendió una mano que apartó unos mechones mojados de Jungkook, el pelinegro se aproximó a su rostro, dejando un suave beso por encima de su pómulo, seguidamente en uno de sus párpados que Taehyung cerró cuando acercó sus labios. Mimó la comisura de sus labios con un besito, y sujetó su barbilla con un par de dedos para mantener su rostro orientado al suyo.

—Te amo —confesó como si fuera la primera vez.

El moroi sintió un nudo en la garganta, la intensidad de sus sentimientos le hizo querer llorar en sus brazos. Sus ojos se volvieron vidriosos, Jungkook advirtió el brillo de sus lágrimas, y se inclinó lentamente para abrazarle. No necesitaba escuchar una respuesta de sus labios, pues la vibración de su vínculo era lo suficientemente reveladora como para transmitirle la voz de su corazón.

Cuando se tomó unos centímetros de distancia, acarició con un pulgar una de sus mejillas y Taehyung le atrajo para besar sus labios con mucho ánimo.

No iba a apartar su noche de pasión al mismo tiempo que le amaba como era debido.

—Ven, date la vuelta —sugirió Jungkook en voz baja, tomando posteriormente su cintura con un par de manos—. Eso es.

Su compañero moroi clavó los codos y rodillas en el colchón, enterró los dedos entre las sábanas húmedas y el edredón ofreciéndole una mejor postura, Jungkook le tomó desde atrás iniciando un lento ritmo que se incrementó poco a poco. Las chispas prendieron un fuego carmesí entre ambos, donde los dedos del strigoi se deslizaron por su espalda comprobando la textura de su piel sin rastros de humedad, sus yemas acariciaron la parte baja en su posición de lordosis y la curva de su columna mucho más arqueada, deteniéndose para pellizcar suavemente una de sus nalgas. Jungkook jadeó tras su nuca por la ráfaga de placer al penetrarle. Sus embestidas se volvieron duras, sonoras y desenfrenadas. Taehyung cerró los ojos y hundió la cabeza en las sábanas dejándose arrastrar por la sensación física, las manos del pelinegro acabaron en su cintura para regular la insistencia de su ritmo antes de llegar al clímax. De alguna forma, su postura le obligó a gemir el nombre del strigoi, maldecirle y agradecerle al mismo tiempo, creyendo que moriría si abandonaba su vaivén.

Sus respiraciones entrecortadas mostraron que se encontraban en el límite de la tensión física, y perdiendo la noción de la realidad por momentos, el fulgor de placer les alcanzó liberando una descarga de dopamina en sus venas. Taehyung llegó al orgasmo con un grato gemido entrecortado, un espasmo y una palpitación interior que le hizo apretar los nudillos con fuerza. El azabache se vio arrastrado por el tirón de su vínculo, que arrasó con un clímax físico liberando su semen en su compañero. Sus dedos se apretaron alrededor de su cadera, sus últimas embestidas le hicieron percibir el sudor en su cabello húmedo por la ducha, y en su tibio cuerpo.

Las piernas de Taehyung temblaban, y cuando el pelinegro soltó su cintura, el moroi se desplomó hacia un lado y trató de buscar su oxígeno girando la cabeza. Estaba exhausto, colmado de desenfreno y placer.

Sin dejar de jadear, Jungkook se dejó caer a su lado. Necesitó unos segundos para tragar saliva, y recuperar una relativa racionalidad que le recordase quién era. Se acurrucó a su lado y tomó su rostro, dejando que una de sus piernas se enredase entre las suyas. Su organismo vibraba en su nombre, y a pesar de su satisfacción por su doble sesión de sexo con el moroi, pensó que aún podía ir a por más si su compañero se lo plantease. Sin embargo, Taehyung sí que parecía necesitar un alto. Sus labios estaban resecos y entreabiertos, sus iris con pupilas dilatadas y agitada respiración. Le observó desde debajo unos instantes, hasta que Jungkook posó sus labios sobre los del rubio para humedecerlos con gentileza. Le permitió respirar sin insistir en un beso, dejando que sus propias yemas le colmasen de amor y afecto, apartando los mechones de cabello de su rostro.

—Eso ha sido —suspiró Taehyung, extasiado—. Wow...

Jungkook también se sentía complacido, pero la duda de algo más le atravesó cuando el moroi desvió su mirada, llevándose unos dedos a la cadera. El azabache siguió la dirección de sus ojos, descubriendo unas inesperadas marcas amoratadas sobre su piel.

—¿Qué...? —pronunció Jungkook, apartando sus dedos cuidadosamente para comprobarlo—. ¿Y esto?

No necesitó una respuesta, pues su cerebro trabajó más rápido que las palabras de su moroi, adivinando de donde salían sus moratones.

—Creo que estabas emocionado —exhaló Taehyung, seguido de una débil sonrisa—. N-no importa, tampoco es para tanto...

Jungkook apartó sus yemas tras avistar las marcas de sus propios dedos, se incorporó levemente, temiéndose lo peor. Había marcas en la forma de su cadera y en el volumen de su trasero, algo torturado por la intensidad del previo momento, donde se esparcían varias señales rojizas y otras más oscuras por la zona de sus muslos por donde antes le había agarrado.

Taehyung se sintió levemente avergonzado por su forma de comprobarle, pero advirtió que la mirada del azabache se convirtió en algo inquieto y consternado.

—Lo siento —jadeó Jungkook, apretando los párpados—. Joder, ni siquiera lo he notado. Soy un animal, yo...

—No. Eres un strigoi —emitió Taehyung, deteniéndole—. Es la primera vez que lo hacemos, y no has sido consciente. Estoy bien, ¿vale?

Jungkook desvió la cabeza, pero Taehyung tomó su rostro redirigiendo sus ojos a los suyos.

—Escucha, no me importa, Kookie —Taehyung trató de reconfortarle—. Estaba disfrutándolo tanto como tú, aunque me doliese un poco. Se difuminarán rápido, y si no, puedo curarlos yo mismo. No hay de qué preocuparse.

Su mirada se deslizó sobre su rostro, observando el encogimiento de Jungkook. El joven reposó la cabeza sobre uno de los almohadones, perdiendo la vista en el alto del dosel de la cama.

—Llevaba tanto tiempo esperando este momento, que... —suspiro el pelinegro con un hilo de voz—. Cómo he podido...

Taehyung se acurrucó a su lado, pasando un brazo por encima de su pecho desnudo. Nada iba a arruinar ese momento, y mucho menos porque Jungkook aún fuese como un cachorro strigoi que no sabía medir su fuerza.

—Ha sido la mejor noche que he pasado en mucho tiempo —dijo Taehyung, desviando su preocupación.

Jungkook se quedó en silencio con cierto pesar, y en cuestión de unos segundos, los dedos de una de sus manos se entrelazaron.

—Es adorable que te preocupes así. Pero sé que no quieres hacerme daño —añadió el moroi—, ¿recuerdas cuando yo te arañaba la espalda sin querer?

El azabache asintió levemente, se mordisqueó el labio escuchándole. El punto de que él le arañase la espalda es que Taehyung era como un gatito, él, sin embargo, ahora era una pantera negra con un buen par de garras y colmillos.

Taehyung le miró sin perturbarle, jugó con sus dedos entrelazados por unos minutos, mientras sus músculos se relajaban y ambos se serenaban por completo. Después apoyó la cabeza en su hombro siguiendo alguna línea argumental de pensamientos que no pudo percibir. El moroi se acercó a su cuello, olfateándole levemente en un corto gesto que Jungkook denotó. El pelinegro le miró con una expresión mucho más relajada que antes, cargado de curiosidad.

—¿Qué haces? —indagó.

—Me pregunto qué diferencia habrá en tu sangre —respondió Tae, delineando con un dedo su mandíbula—. Tu olor ha cambiado un poco desde que te conocí.

—¿Eso es malo?

Taehyung se incorporó de medio lado, clavando un codo junto a su hombro.

—Apuesto que estás delicioso... —dijo caprichosamente, ladeando la cabeza con un largo pendiente que osciló sobre su hombro—. ¿Puedo preguntarte algo?

—Hmnh, no —ironizó Jungkook repentinamente, agarrando su muñeca. Empujó a Taehyung hacia atrás para tumbarle, tomando inmediatamente la visión superior de él—. ¿Primero dices lo de mi olor, y después quieres preguntarme algo? —profirió con pretendida molestia—. ¿Qué se piensa que somos para que me hable de esa forma, mi príncipe?

El bonito pestañeo de los iris claros de Taehyung atrapó su mirada, sin embargo, el azabache percibió que se mostraba algo inquieto y tal vez tímido por su pregunta.

—S-sólo quería saber si te gustaba mi sangre —soltó ruborizándose—. Es la primera vez que me muerdes.

Jungkook levantó una ceja y se pasó la punta de la lengua por uno de los colmillos. Aún tenía el sabor de Taehyung en su boca por la sangre, y en sus labios, por los besos que se habían arrancado uno al otro.

—Podría comerte todos los días de mi vida —murmuró el azabache, con una profunda voz que erizó su piel.

Sus oscuros iris reflejaron su pasión por él, y cuando liberó su muñeca, Taehyung tomó la palabra sintiéndose halagado de saber que así era.

—Quiero enseñarte a morder —dijo el moroi.

Jungkook se humedeció los labios.

—¿Enseñarme? —repitió con titubeo.

El rubio tiró de su mano, para que se acercase a su regazo. Taehyung se mantuvo bocarriba, fijando sus iris sobre su rostro, forma de labios rosada con colmillos, mandíbula triangular y finos pómulos bajo unos preciosos ojos negros de un eclipse infinito.

—Para no desperdiciar la sangre —pronunció Taehyung delicadamente, tomando su mano para guiarle—. ¿Sabes? Morder también puede ser algo sutil. Si de verdad deseas disfrutar la sangre, debes perforar la zona más exacta para llegar a la carótida.

—¿Cuál es esa zona? —formuló Jungkook arrastrando con suavidad las sílabas.

La sensualidad del momento arrasó con su voluntad, Taehyung deslizó un par de dedos de Jungkook sobre su propio cuello, deteniéndose bajo la mandíbula, a un lado de su nuez.

—Aquí —contestó Taehyung—. Donde el pulso es más latente. La vena se acerca tanto a la piel que casi no dañarías tejido para alimentarte. Si perforas correctamente, no desperdiciarías ni una gota.

Jungkook tanteó la zona con las yemas de sus dedos.

—También puedes detectarlo con tu instinto —prosiguió el moroi—, tus labios son como un metrónomo. Pueden leer el pulso, así como tu lengua. Te ayudará a detectar si la esencia de un ser vivo te complacerá o no.

—¿Puedo hacer todo eso? Huh, vaya —susurró el azabache con una sonrisita.

Taehyung sonrió levemente.

—Los moroi dejamos de usar nuestros instintos por la represión que vivimos hacia nuestro apetito —le contó por encima—. Además, no estaba bien visto olfatear a proveedores, ellos les servían a decenas de moroi diariamente.

Jungkook se inclinó sobre su cuello, probando a utilizar sus labios para detectar su pulso. Cerró los párpados y se concentró en él, en su respiración, en su olor. Sus labios detectaron la zona que deseaba morder y la punta de su lengua le saludó en una suave lamida que excitó nuevamente a sus colmillos.

La piel de Taehyung estaba dulce, como un trozo de almendra caramelizada. Mordió con suavidad su dermis, humedeciéndola con su aliento sin llegar a perforarla. Taehyung jadeó en el siguiente par de mordisquitos, y su pulso se aceleró para el placer de Jungkook, quien comenzó a disfrutar por comprobar cómo su juego de excitarle funcionaba. La segunda vez que la lengua de Jungkook lamió con suavidad su cuello, el moroi se sintió fuera de sus casillas.

—¿V-vas a hacerlo ya, o no? —jadeó Taehyung irritado, empujando su pecho con una mano—. Me estás poniendo nervioso.

—¿Ahora entiendes cómo me sentía yo cuando jugabas conmigo de esa forma? —formuló el strigoi con una mirada pérfida.

Taehyung frunció el ceño. «¿Así que eso era una venganza?», pensó maldiciéndole.

—Oh, ser strigoi te ha vuelto un ventajista profesional —soltó el rubio con altanería—. Tenía que haberlo imaginado.

Jungkook soltó una suave risa, dejó un beso bajo su mentón mientras su compañero se quejaba y regresó a la zona de su cuello, tomándole con suavidad entre sus brazos. Sus colmillos se hundieron en la zona perfecta, y la sangre llegó a él como una fuente directa. Mucho más fresca en sus papilas gustativas, inundando su boca de un líquido espeso y caliente que transmitió su pulso latente directamente a sus propias venas.

—Kookie —jadeó Taehyung extasiado.

Sus dedos aún temblaban cuando se introdujeron en su cabello, sosteniendo su nuca mientras el strigoi drenaba con mucha más suavidad de él que otras veces en las que se había alimentado. El mordisco fue tan satisfactorio para Jungkook, que le costó pensar en volver a poner los pies en la tierra. Retiró sus colmillos recogiendo con una sugestiva lamida los restos sanguíneos que escapaban de las hendiduras de sus colmillos, apreciando en exceso la marca de su mordisco. Pasó los dedos por encima de las otras marcas realizadas horas atrás. Estaban casi borradas por la regeneración de su compañero, excepto la de su hombro, que se resistía como un mordisco de felino.

De alguna forma, se sintió receloso porque se borrasen tan rápido y luchó contra el extraño impulso de marcarle mucho más, en zonas más escondidas y probablemente indiscretas. Dejar marcas y señales sobre su piel para remarcar que era suyo, de una forma absurdamente posesiva que jamás había sentido antes.

«¿Era ese uno de sus nuevos instintos vampíricos?», se preguntó. «Aún recordaba cuando Tae se esforzaba por llenarle de mordiscos en sus piernas».

—Puedes seguir, si quieres —respiró Taehyung bajo él, declarándose oficialmente a sí mismo como el ser que menos pensaba en su salud del todo planeta.

—Tú —murmuró Jungkook con voz grave, pasando un dedo pulgar por su belfo inferior—. Mi pequeño masoquista... no querrás que me coma el bombón entero la primera noche —sonrió.

Taehyung soltó una risita agradable, Jungkook sujetó su mentón y dejó un mimoso beso por encima de sus labios. Su mano abandonó su rostro cuando atisbó la cadena dorada de su cuello tras su nuca. Deslizó unos dedos por encima de su hombro y atrajo la cadena al pecho del moroi, tomando el anillo de pedida entre sus yemas. De un leve tirón, Jungkook rompió la cadena y liberó el anillo de su yugo.

El rubio abrió los ojos como si hubiese cometido la peor osadía.

—¿Huh?

—Lleva demasiado tiempo ahí —murmuró el azabache, tomando los alargados dedos de su compañero con una extrema delicadeza—. Ha llegado el momento de que esté en tu dedo.

Taehyung colaboró cuando el strigoi introdujo cuidadosamente el anillo en uno de sus dedos. El oro rosado, la flor de diamantes y las alas extendidas sobre la montura resplandecieron sobre su dedo anular mientras sujetaba su mano.

El moroi pestañeó, apretó la mano de Jungkook y se sintió dichoso, extendiendo la contraria para tocar su rostro.

—No puedo esperar a casarme contigo —confesó con anhelo.

—¿Aunque seamos eternos? —dudó Jungkook.

El moroi se rio un poco, se acurrucó en él, sintiéndose más feliz que nunca. Estaban en su casa, a solas, y con el plan de seguir juntos donde nada más se interpusiese entre ambos.

—¿Sabes cómo quieren que se llame la nueva comunidad? —le preguntó Taehyung en voz baja.

Jungkook sacudió la cabeza.

—¿Ya le han puesto un nombre?

—Aún no es oficial, pero dicen que se conocerá como cénit —dijo el rubio serenamente—. Los renegados están deseando librarse de su propio adjetivo. No les culpo.

—¿Cénit? —pronunció el pelinegro.

—El cénit es el punto más elevado del cielo situado en la esfera celeste, desde el lugar en el que se observa —explicó Tae brevemente—. También se refiere al culmen de algo, la luz.

—Hmnh —respiró Jungkook—. Comunidad cénit... No suena nada mal.

—Un lugar de alianzas, mezclas entre razas y colaboración —dijo el moroi—. Es el culmen de nuestra sociedad. Y lo estamos consiguiendo. Cada vez queda menos.

Jungkook y él se quedaron en silencio, sintiendo la respiración del otro bajo la sábana. La calidez entre ambos abrazó sus pieles desnudas, sus piernas enredadas y la tenue caricia de sus dedos entrelazados.

—¿Te das cuenta de que por fin lo hemos hecho en una cama? —emitió Taehyung, levantando la cabeza.

Los dos se rieron suavemente.

—No puede ser —sonrió Jungkook—. Debe ser otro de esos sueños raros.

—Sí, seguro —ironizó el moroi.

Taehyung se estiró un poco, y con el paso de los segundos, se sintió lo suficientemente amodorrado como para tener sueño.

—¿Tienes hambre? —le preguntó el azabache—. No has comido nada desde esta mañana. ¿Quieres que te prepare algo?

Su compañero negó con la cabeza a pesar de que su estómago picase un poco. Abrazó su pecho decidido a no salir más de la cama, si bien el rugido de sus tripas le traicionaron deliberadamente.

—Vale, tigre —bufó Jungkook al escucharlo—. No me comas.

Taehyung se ruborizó levemente y Jungkook se levantó de la cama, abandonándole. Buscó a oscuras su propia ropa interior en un cajón del dormitorio para vestirse con ello y un pantalón grisáceo. Después salió de allí para apagar la luz del cuarto de baño, y antes de regresar al dormitorio, agarró unas galletitas saladas en la cocina (de los productos que Jimin les había dado) y comprobó si deberían aprovisionarse de sangre para el próximo día. No tenían nada en el refrigerador, por lo que volvió a la habitación pensando en que debía mencionárselo a Jimin.

Taehyung había encendido la luz de la lámpara. Acababa de retirar la sábana algo manchada por su rato de sexo y ahuecado los almohadones, cuando Jungkook regresó perezosamente al dormitorio.

—Ten, póntelo. Pescarás un resfriado —le dijo el pelinegro, lanzándole con una mano una de sus anchas sudaderas.

El moroi se la puso por encima de la ropa interior sin rechistar, su pareja le dio el paquete de galletas como suplemento para que pudieran recostarse cómodamente.

—Y come algo —insistió.

Taehyung se sintió como un bebé de momento.

—Sí, señor strigoi —contestó como un buen lacayo.

Se repantingó en la cama, y Jungkook extendió una fina manta sobre él, llegando a su lado en unos segundos más, donde uno de sus brazos pasó por encima de sus hombros. Y mientras Tae se comía algunas galletitas, estuvieron hablando en voz baja sobre Medianoche y la forma de traslado que tendría hasta Sokcho.

Taehyung le dijo a Jungkook que la yegua le pertenecía y que podía llevársela a donde quisiera.

—Serás como un caballero oscuro. Un caballero strigoi —enunció Taehyung teatralmente, dejando a un lado el paquete de galletas.

—¿Un caballero strigoi? —repitió el pelinegro con suavidad, pasando unos dedos por los mechones de su cabello para apartarlos de su sien—. ¿Y tú qué? ¿un príncipe azul?

Tae se rio levemente. Lo de príncipe azul le sonaba demasiado a cuento, pero sí que era un príncipe, y después de todo, estaba enamorado de un caballero que una vez le prestó su servicio. ¿No era lo suyo como uno de esos cuentos? A pesar de todas las dificultades que el destino les hubo impuesto. Se acurrucaron juntos durante la noche, relajándose lentamente y se dejaron llevar por los brazos de Morfeo hasta descansar en compañía del otro.

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

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