Capítulo 16

Capítulo 16. El clan de Lang

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Tras arrancar el puñal de un ojo, Jungkook se sumergió en las sombras y pateó a unos cuantos draugr que arrinconaban a humanos. Yul se unió a él partiendo varios cuellos con un par de movimientos bruscos. Perdieron de vista momentáneamente al strigoi. El más joven sacó la daga de hielo y reparó en que no tenía demasiado qué hacer con eso, sin embargo, sus pupilas se fijaron en el cableado eléctrico. La última vez que había utilizado su daga en una corriente eléctrica había hecho saltar chispas por el aire, y todo el mundo odiaba las chispas, sobre todo, si estas podían crear fuego.

Un pulso del espíritu derribó a varios draugr siendo devorados por llamas blancas. Jungkook giró la cabeza y posó sus iris sobre el portador del akash. Su moroi ya no era una criatura indefensa, pero, aun así, sabía que no llevaba el talismán de seis puntas encima, y el pub estaba viviendo una masacre de muertes.

—¡Tae! —le llamó, poniendo una mano sobre la barandilla—. Sígueme.

Jungkook se lanzó desde la barandilla de la primera planta a la pista, cayó sobre los hombros de un draugr y apretó con las piernas alrededor de su cuello. La criatura mordió su muslo, pero él siguió el extraordinario ejemplo de Yul y giró su cuello con ambas manos para romperlo. Aquello no acabaría con sus vidas, pero les daría unos minutos más hasta que se recuperasen.

Cayó como un gato en el suelo y vio a un montón más mordiendo a algunos pobres humanos mientras la muchedumbre se escapaba entre cristales rotos, sangre esparcida que golpeaba sus sentidos sin compasión, música resonante y gritos. Jungkook agarró una copa rota y con una asombrosa velocidad, atravesó el club clavándola en el pecho de otro. Después se apoderó de una cabeza de draugr hundiendo las uñas en su mugriento cabello, arrancó el mordisco que mantenía sobre la pierna de una humana que yacía inmóvil sobre el suelo. Le partió la mandíbula con una mano y ante sus intentos frustrados por arañarle de cualquier forma, terminó partiendo su cuello para cesar su insistencia. Cuando el azabache se incorporó, se dio cuenta de que la mujer tenía la vista perdida en el techo, estaba en mitad de un charco de sangre provocado por algo que había perforado su pecho y carecía de vida.

Su próximo contrincante fue un strigoi de garras y afilados dientes que poblaban su boca como las fauces de un tiburón, dispuestas a triturarle. Se lanzó sobre Jungkook con una fuerza que le hizo caer sobre el suelo. Él le detuvo presionando su pecho, pateó su estómago y le hizo rodar hacia un lado. Se levantó precipitadamente y luchó contra él utilizando las piernas como su mejor arma, una patada giratoria en su cabeza, un bufido amenazante con los colmillos crecidos y una posición agazapada que oscureció sus ojos antes de arrojarse sobre él.

Con un puño, golpeó su rostro sin lastimarse los dedos tal y como hubiera hecho si aún fuese dhampir. Le sostuvo del cuello de su camisa, el strigoi le volcó hacia un lado y le mordió el brazo inyectando una poderosa carga de veneno que paralizaría su extremidad en unos minutos. Jungkook lo tuvo claro antes de perder su batalla; no llevaba las armas que necesitaba encima y sólo le quedaba la opción de hacerlo «a mano». Con una gran velocidad e irresistible fuerza atravesó su pecho con una mano, entre la tela, la carne y las costillas llegó a su frío y duro corazón detectándolo con las yemas. El movimiento fue súbito, un tirón del músculo más importante de cualquier ser y pudo ver cómo le arrancaba la vida de los oscuros globos oculares. Jungkook le arrancó el corazón sin ningún tipo de pudor, sintió el brazo dormido después de eso, y lo sacó de su pecho dejando que el cuerpo de la criatura se desplomase en el suelo. Acto seguido comenzó a petrificarse lentamente como un viejo y raído tronco de madera. Él tenía desde la punta de los dedos hasta el antebrazo completamente cubierto de sangre oscura.

El joven strigoi se dio la vuelta y advirtió que Taehyung no le había seguido. Le perdió de vista hacía más minutos de la cuenta, y una punzada de preocupación perforó su corazón un instante. Sin embargo, Yul apareció en la zona de la pista con una penosa y perezosa forma de luchar contra draugr, y Taehyung descendió de la planta superior sobre la resplandeciente y manchada pista con un campo gravitatorio que escapaba de sus manos y orientaba hacia el suelo ralentizando su caída.

El moroi dirigió su mano derecha hacia otro strigoi y detuvo sus amenazantes pasos hacia ellos.

—¿Quién eres? ¿Quién te ha mandado? —exigió Taehyung con el espíritu.

Los refulgentes iris carmesíes de la criatura reflejaron la luz del akash.

—La f-familia Shin...

—¿Dónde está el heredero de vuestro clan?

El strigoi esbozó una maníaca sonrisa de colmillos, mordió su propia lengua de forma inesperada y la cortó en su boca, llenando su cavidad bocal de sangre. Taehyung se sintió golpeado por la escena, bajó la mano desde donde le controlaba con el espíritu y le observó con los ojos muy abiertos.

«¿Acababa de cortarse la lengua para no responderle?», se preguntó horrorizado.

Jungkook apareció tras el strigoi instantes después, le tumbó de una y sujetó su cabeza para que Yul le ejecutase. El mayor pisó su espalda y la mano de Jungkook separó la cabeza de la criatura con una asombrosa facilidad.

La soltó a un lado y la dejó caer mientras su cuerpo se petrificaba lentamente.

—¡Hay demasiados! —exclamó Jungkook, volviendo a sacar su daga de hielo—. Tenemos que volar el pub.

Yul le miró de soslayo como si estuviera loco. Pero apenas quedaban humanos, más que cadáveres y draugr comenzando a rodearles. Y antes de que la plaga se extendiese y los cuerpos de los carentes de vida se levantasen como muertos vivientes, era su única alternativa.

Taehyung se acercó a él sin aliento, Jungkook agarró su codo y sacó su daga de hielo nuevamente.

—Hazlo volar —le aconsejó al moroi sin más explicaciones.

Sabía que le entendería, y Taehyung lo hizo como si pudiera leer su mente, cuando los tres se dirigieron rápidamente hacia una de las salidas. Jungkook levantó su daga de hielo, apuntó hacia las luces colgantes y parpadeantes que chispeaban sobre la pista, entre los monstruos y cuerpos sin vida.

—Adiós, preciosa —murmuró a su daga, la cual estaría seguro que extrañaría el resto de sus días.

Su tiro fue preciso, excelente y con una perfección abrumadora que voló en dirección a la fuente eléctrica haciéndola saltar por los aires. El hielo chispeó en la electricidad y devoró el cableado. Taehyung movió los dedos alimentando aquellas chispas que en tan sólo unas décimas de segundos, elevó como el fuego.

El cableado se prendió de inmediato, llegó a los altavoces y explotaron. El local se vio consumido por las llamas en segundos, mientas los tres escapaban rápidamente por una de las puertas traseras. Los gritos de los strigoi que quedaban y las decenas de devoradores draugr llegaron a sus oídos como agudos chirridos de horror y pánico.

Jungkook tiró de la muñeca de Taehyung, y se alejaron sin dilación de allí, en lo que los coches de policía y las ambulancias humanas resonaban al otro lado de calle. Había gente herida, sentada en la acera y llena de pánico.

Se detuvieron en uno de los callejones vacíos y oscuros, donde valoraron los destrozos de sus ropas y la falta de aliento en sus gargantas.

—A-ahí dentro... estaba Dongyu —exhaló Yul con los ojos muy abiertos—. Le hemos matado...

—Y Neum —declaró Jungkook con una pasmosa seriedad. Retiró el cuello de la chaqueta de Taehyung y comprobó que no estaba herido, marcado, o siquiera rasguñado—. ¿Estás bien? —le preguntó con un tono distinto de voz.

Taehyung asintió con la cabeza y una tormenta resonó en el cielo. El cielo estaba cubierto de nubes esa noche, una capota que borraba la luz nocturna de los astros sobre ellos. El moroi advirtió que Jungkook tenía una manga y mano completamente llena de sangre y tomó su antebrazo asustado.

—Oh, dios.

—No es mía —dijo Jungkook, apartando la mano para no tocarle.

Agarró la suya con la otra, y Taehyung apretó sus dedos con inquietud.

—Estaban manipulados por el sacre —dijo el moroi con voz temblorosa—. Ese tipo se cortó la lengua cuando le pregunté por el primogénito de los Shin. Ahora, toda esa gente ha muerto... n-no pude hacer nada...

Jungkook contempló sus iris humedeciéndose. Taehyung era excesivamente empático, un habitual rasgo del espíritu que había vuelto loco a sus antecesores como Saint Anna. Él le atrajo de su mano y el moroi enterró la cabeza en el hueco de su cuello. Sintió temblar al ojiazul entre sus brazos, mientras el cielo comenzaba a derramar las finas gotas de agua que alcanzaron sus botas en el saliente bajo el que se encontraban.

—¿Ryuk? —emitió Yul con desconcierto—. Así que ese es el poder que ahora tiene, ¿es igual que el tuyo?

—No —contestó Jungkook en su lugar—. El quinto elemento es natural, su raíz se remonta en el origen de los tiempos. El sacre es artificial, degenera gravemente los organismos vivos y es un poder que te consume desde dentro. Supongo que por eso le buscan, la familia Shin quiere tener a Taehyung.

Yul entornó sus párpados con pesar. Comprendió lo que el strigoi le decía, pero se sentía demasiado afectado por la pérdida de dos de su clan como para volver a ser irónico o sarcástico.

—Conocía a Neum desde hace diez años —dijo en voz baja, mientras la lluvia desolaba las calles y los coches de policía frenaban a una calle de distancia.

—Es mi culpa —dijo Taehyung, enfrentándose a él—. Lo siento, podía haberles protegido.

El moroi se inclinó ante él en una remarcada señal de disculpa.

—He puesto en peligro a tu clan, y ahora a Lang —agregó el ojiazul realmente afectado—. Ellos me buscan a mí... alguien debe haber dado la voz de que estoy en este lugar.

Jungkook posó sus ojos sobre Yul, observando su consternación. Por la admiración que chispeó levemente en sus ojos, supo que jamás se hubiese esperado la disculpa de un moroi, y mucho menos de un futuro rey.

—No es tu culpa —dijo Jungkook tras él, reconduciendo la responsabilidad a sí mismo—. Es mía. No debí haberte traído. Si te hubiera pasado algo, yo...

Taehyung le miró de soslayo, con unos significativos iris claros que mostraban su afecto. Los tres se mantuvieron en silencio durante los próximos segundos.

—Vayamos a un lugar seguro —dijo Yul con voz grave.

Jungkook quería volver a casa, pero el strigoi les ofreció ir hacia el lugar más cercano; el nido. Sólo accedió porque estaba especialmente oscuro a causa de las nubes, y quedaban unas horas hasta el amanecer.

Los tres se dirigieron hacia el nido ubicado a las afueras de Lang y descendieron por la entrada de las instalaciones subterráneas encontrándose a unos cuantos desconcertados.

—¡Yul! —exclamó Lin corriendo hacia él.

Las noticias habían corrido rápido, Chad vio el local explotar desde fuera y todos reconocían la falta de algunos miembros que jamás volverían a pisar el nido desde esa noche. Algunos iris de strigoi se clavaron sobre Taehyung, pero el moroi pudo ver como el clan de Yul se sentía especialmente afectado por la muerte de los suyos. Estaban nerviosos, inquietos, algunos conmocionados, otros se llenaron de rabia y estupor.

Pensó que para ellos era más difícil enfrentarse a la muerte de otros, pues, irónicamente, la raza strigoi era la única que no valoraba la muerte como una posibilidad para los suyos. Taehyung se lamentó por ellos en silencio, se mantuvo junto a Jungkook sin decir nada a pesar de las miradas de algunos curiosos que detectaron su olor y falta de halos iridiscentes.

Un strigoi le ofreció a Jungkook una cazadora negra, además de una toalla húmeda para que pudiese limpiarse las manos.

—Ten, ponte esto —dijo Misuk.

—Gracias.

El chico estiró el cuello y posó sus ojos sobre el moroi que se encontraba tras su hombro.

—¿Necesita tu pareja algo?

Jungkook dudó, pero el moroi negó con la cabeza.

—No, gracias —respondió el ojiazul.

—Tomad asiento, no mordemos —bromeó Misuk, permitiéndose romper el hielo en un momento tan tenso como ese.

Jungkook empujó gentilmente a Tae por la cintura, instándole a que se sentase. Él se dejó caer a su lado, mientras el grupo hablaba con Yul sobre lo sucedido.

—El clan de la luna invertida, el clan de los Shin —repitió el líder, sentándose en una butaca de cuero negro—. Si han llegado a Lang, es una amenaza directa a las nuestros. Por culpa de este ataque, no sólo han acabado con la vida de humanos y han alertado a todos, sino que hemos perdido las valiosas vidas de dos de los nuestros —dijo con voz ronca—. Esto es la guerra.

—¿Contra una familia de strigoi que tienen tantos años? —exhaló Lin—. Perdemos esa guerra, no sólo somos menos que ellos, sino infinitamente más jóvenes e inexpertos. Arrasarán con nosotros.

—No estáis solos —la voz de Taehyung alertó al grupo, y lanzó el corazón de Jungkook contra su propio pecho.

El moroi tomó la palabra por su propia cuenta, elevando la voz.

—Somos más, como vosotros —dijo—. Puede que las diferencias de nuestras razas nos separen, pero unidos lucharemos contra ellos y acabaremos con la época de terror que han instaurado entre los nuestros.

—¿Y quién se supone que eres tú? —preguntó un strigoi.

—El heredero de la corona nosferatu —contestó Taehyung—. Yo...

—Aquí no tenemos reyes —interrumpió una chica—. Los strigoi no nos dejaremos dominar por una monarquía injusta.

—Para mí tampoco significa nada —declaró el moroi con solemnidad—. Ni siquiera quiero ser el rey, pero elegí tomar mi lugar para ayudar desde mi posición. Sé que mis palabras pueden sonar superfluas, o carentes de valor para vosotros, pero la nueva comunidad estará a vuestro lado. No os dejaremos, si aceptáis una alianza.

Jungkook bajó la cabeza, apretó los labios reprimiendo una inminente sonrisa en la comisura de sus labios. Escuchar a Taehyung hablar con ese valor le hizo sentirse orgulloso por su crecimiento personal, de alguna forma, le admiró en silencio. Y en lugar de desear arrastrarle lejos de ellos, sintió que el joven moroi controlaría la situación sin dudarlo.

—Confío en ti —pronunció Yul, levantando la cabeza.

Taehyung y él se miraron en la distancia.

—Sé que eres digno del rango que te han otorgado, y probablemente, de ese desconocido poder con el que has nacido —prosiguió el líder—. Dijiste que os largaríais en unos días, por lo que Lang debería verse desprovista de estos peligros. No obstante, os seguirán a donde vayáis. ¿Estáis seguros de que marcharos es la mejor idea?

—Existe una ciudad secreta, Revenant nos mantendrá seguros —contestó Jungkook.

—¿Y tú...? —preguntó Rick en voz baja—. ¿Irás con él?

Jungkook asintió levemente, percibió el desánimo de algunos strigoi, pensando en que jamás hubiera creído que alguno de ellos pudiese echarle de menos allí. Sin embargo, su lugar estaba en otro lado y junto a otra persona.

—Formaremos esa alianza —declaró Yul.

—¿En serio? —Taehyung arqueó las cejas.

—No tenemos nada que perder —prosiguió el líder—. Ya hemos perdido suficiente con lo ocurrido hoy. Tal vez, si más clanes strigoi firmásemos esa alianza...

—Todos seríamos más fuertes —finalizó Jungkook.

—Será difícil alimentarnos los próximos días —añadió una mujer—. La población humana estará consternada. Por no hablar de que, si hay proveedores, abandonarán Lang por temor.

—La gente ha visto lo que ha visto —dijo otro joven—. Aunque las llamas consumiesen ese club.

—Lo lamento —dijo Taehyung cabizbajo.

Yul se levantó de su asiento con decisión.

—Está bien, suficiente —exhaló con voz grave—. Queda una hora para el amanecer. Mañana organizaremos una ceremonia de despedida.

La gente se disipó de la sala principal, pero Taehyung vio a una chica romper a llorar por la pérdida. Jungkook se levantó del sofá y decidió despedirse de algunos de ellos, con un amargo sabor de boca. Casi sentía como si les estuviese abandonando en el peor momento de todos.

—Espera aquí —le pidió Jungkook al moroi con suavidad—. Volveré en un minuto.

Taehyung asintió y se quedó a solas unos instantes. Yul se acercó a él con una mirada distinta. El ojiazul se puso de pie, e inspiró decidido a ofrecerle algo más que una alianza. Yul era algo más alto que él, y sus ropajes distaban muchísimo a pesar de que ambos vistiesen de negro esa noche. El look del strigoi siempre llevaba algo rasgado, pantalón vaquero ajustado, cabello por los hombros con puntas teñidas y pesados anillos de acero en los dedos.

—Sois pocos —dijo Taehyung—. Hay un hospital llevado por los renegados en la ciudad de Seúl, muchos de los heridos y supervivientes han sido trasladados allí. También cuentan con una buena fuente de sangre, la cual puedo negociar para que compartan con vosotros.

—¿Qué? —el strigoi arqueó una ceja.

—Os ayudaré para que podáis alimentaros con más facilidad —anunció el moroi—. Jungkook me ha contado que protegéis a la gente de este pueblo, sois un clan pacífico.

Yul esbozó una lenta sonrisa.

—Tú... ¿eres un ángel o algo así?

—Huh, n-no, no —gesticuló Taehyung ruborizándose—, yo sólo quiero que...

—Es una lástima que ya estés saliendo con alguien —Yul aprovechó para flirtear levemente—. Y que ese alguien pudiera enterrar su puño en mi cara, si te dijera lo sexy que eres, encanto.

Taehyung desvió la mirada; ahí estaba el Yul que conocía de nuevo, sin perder la oportunidad de tirarle caña.

—Eres un pesado —consideró Taehyung abiertamente—. ¿Lo sabías?

Yul soltó una risita agradable y Taehyung le miró como un gato enfadado. Jungkook regresó mordisqueándose la lengua, pasó un perezoso brazo tras los hombros del moroi y dijo que se había despedido de todos.

—El cielo se ha despejado un poco —continuó el azabache—. Tal vez deberíamos marcharnos a casa ahora.

—¿Hmnh? —dudó Yul—. Va a salir el sol, Kook. Creo que sería más correcto que os quedarais aquí.

—Estaré bien —le aseguró Jungkook, sin llegar a hablarle sobre su anillo—. Descuida, no me afectará.

Él no pareció entenderlo del todo.

—Está bien, vamos —procedió Taehyung.

Los dos se pusieron en marcha para abandonar el nido, no sin antes que Yul detuviera a Jungkook agarrándole por el codo.

—Espera —masculló Yul bajo la escalera—. Tú... recuerda que, si las cosas van mal, puedes...

Jungkook pestañeó ingenuamente.

—Ya sabes... nosotros... —continuó el líder con un farfullo muy tonto—. Si necesitas que...

El azabache ladeó la cabeza, creyendo que fueron adorables sus intentos de hermandad con él.

—A veces eres malísimo con las palabras, ¿sabes? —soltó Jungkook, exhalando una sonrisa—. Contactaré con vosotros si lo necesito, Yul. La policía rondará la ciudad durante las próximas semanas, cuida de tu clan y preocúpate por los tuyos mientras tanto.

Jungkook apretó su hombro con una mano, y cuando le soltó, Yul inclinó la cabeza con cortesía. Una muestra reverencial que sólo habría hecho un moroi criado en la sociedad nosferatu, pero, al fin y al cabo, de alguna forma, él se había ganado el respeto de todos.

—Si tuviese que dejar en las manos de alguien a mi gente —dijo Yul en voz baja y grave—. Contaría con las tuyas.

El más joven agradeció su cumplido.

—Yul, cumpliré con mi trato —repitió el moroi tras él—. Recibiréis visita en unos días, os ayudarán a aprovisionaros de sangre.

Yul se despidió de ellos, sintiendo cierta morriña.

—Por supuesto, señor Kim —formuló el mayor, con media sonrisita—. Buen viaje, chicos. Y si os casáis en una playa de Miami, no olvidéis mandarme una postal con vuestro trasero.

—¿U-una playa de Miami? —dudó Taehyung consternado.

Jungkook se rascó la sien y carraspeó levemente, tratando de ocultar su sonrojo.

—Estaba muy borracho cuando dije eso.

En los minutos del amanecer, y mientras las nubes grisáceas se fracturaban lentamente en el cielo, Jungkook y Taehyung abandonaron el nido de Lang bajo el asombro de una decena de strigoi que se vieron asombrados por ver al azabache caminar bajo la luz solar sin consecuencias. Ninguno comprendió de donde había salido su don, por lo que los cuchicheos y rumores le convirtieron en una leyenda para un clan que le admiraría en la distancia que, desde ese día, le separaría por el motivo de su viaje. Algunos de ellos admiraron y otros recelaron la pareja que formaban. Jungkook no sólo era un strigoi extraordinario y considerado como inalcanzable para esas féminas que suspiraban por él, sino que, además, era completamente desesperanzador para algunos que su mitad moroi fuese tan apuesto y poseyese el aura más atrayente que Yul jamás había conocido.

Sin duda, conocer a Jungkook y Taehyung cambió la vida de su clan, y elevaron las esperanzas de los que se sentían más abandonados. Aún estaban a tiempo de crear un mundo mejor donde no todos fuesen sólo considerados como monstruos.

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Los chicos llegaron a la casa donde se alojaban entre los disipados rayos solares y un cielo de nubes troceadas sobre sus cabezas.

—Estaba esperándoos —dijo Seokjin dejándoles pasar por la puerta—. Después de tu llamada, estuve a punto de salir a buscaros.

Ambos entraron y se detuvieron junto a la escalera.

—Está bien —le tranquilizó Jungkook—. Estuvimos en el nido hasta el amanecer. El clan de Yul ha perdido a dos miembros.

Seokjin suspiró frustrado.

—No debí haber dejado que salieseis solos... maldición —se lamentó el dhampir frotándose la frente—. Esos hijos de puta os buscan en la región, la información viaja muy rápido. Si alguien os rastrease hasta aquí, podríamos estar en peligro incluso en esta casa.

—La protección meridional nos mantendrá a salvo —dijo Jungkook, tratando de calmarle—. Eso los detendrá.

—No si atraviesan la puerta —suspiró Seokjin—. Será mejor que prepare mis estacas.

—Los draugr no pueden moverse a la luz del día —añadió Taehyung—. Recoged vuestras cosas y salgamos de aquí antes del atardecer, debemos avisar a Jimin.

—Está bien, yo lo haré —se ofreció el strigoi.

Los tres se separaron en la entrada, Jungkook tomó el teléfono para avisar a Jimin de lo sucedido y le pidió que viniera con un caballo. En cuanto a Taehyung, él agarró su bolso, se dio una ducha y volvió a vestirse organizando las cosas que tenía en mente. Su previo momento con Jungkook en el pub trataba de nublarle la cordura, pero el moroi agarró el talismán y lo dejó en su bolsillo. Comprobó sus contactos telefónicos y se sentó sobre la cama para llamar al encargado general del hospital de los renegados en Seúl y conseguir un trato de aprovisionamiento para el clan de Yul. Él siempre cumplía sus promesas, y no pensaba dejarles abandonados sin una fuente de alimento.

Seokjin preparó sus provisiones, verbena, armas y la montura y riendas para Medianoche. Jungkook se duchó y se deshizo de su camiseta y ropa sudada y manchada de sangre, se vistió con una camiseta negra y pantalón negro, utilizando las mismas botas de piel oscura que anudó antes de salir de su dormitorio. Recogió sus cosas (que no eran muchas) y las guardó en una bolsa deportiva. Bajando la escalera, se encontró a Seokjin valorando su armamentística.

El azabache se aproximó a él pasando sus iris por encima de los cuchillos, puñales, cimitarras, cintas para proteger los nudillos y guantes de protección contra mordiscos. Para él, los mordiscos de strigoi ya no eran un problema más allá de sentir un hormigueo o un brazo dormido por la zona afectada. Ni siquiera tenía rasguños, pues todos se habían esfumado tras su batalla.

—Ten, estos son para ti —dijo Jin.

El más joven tomó un par de cimitarras, unas espadas cortas cuya empuñadura se encontraba apretada por unas tiras de piel escarlata. Seokjin también le ofreció un cinturón de dhampir, el cual Jungkook tocó entre sus dedos recordando el tacto del pesado cuero.

—¿Espadas cortas? —pronunció Jungkook, desenfundando una para comprobar la hoja. La plata afilada mostraba el dibujo de una Tigridia de pétalos afilados.

Jungkook se sorprendió por su grabado, y levantó las cejas mirando rápidamente a Seokjin.

—¿Tigridias?

—Las mandé a grabar hace algún tiempo —musitó el dhampir—. Sólo estaba esperando el momento para dártelas. Supuse que extrañarías las estacas, así que... creí que tener una nueva arma te motivaría.

El azabache exhaló una sonrisa.

—Son ligeras, me gustan —dijo Jungkook con sinceridad, cerrando la hoja.

Jin asintió con la cabeza, el strigoi cerró el cinturón alrededor de su cadera y enfundó las dos espadas cortas a cada lado.

—Es lo más útil que puedes llevar encima —dijo Seokjin—, además, te vi usar una en ese bosque, la vez que peinamos la zona con el clan de Lang. Veo que en la academia de Incheon se esmeraron en que supieras usar todo tipo de arma.

—Así es. Oye, Jin...

Seokjin guardó las suyas y descartó el resto, volteándose para mirar a Jungkook.

—¿Sí?

—Esto... has estado todo este tiempo aquí, conmigo —titubeó el más joven—. Y ahora que es seguro que nos marcharemos, yo, quería agradecerte...

—Jungkook —le interrumpió el dhampir con generosidad—. No sólo estoy aquí por ti, hace tiempo, hace muchos meses, te prometí que os ayudaría a Taehyung y a ti en todo lo que estuviese en mi mano. Y Freyja me pidió que no te-

—Pero ya no lo haces porque Tae sea el portador del akash —expresó Jungkook—. O porque desees que no se repita lo que te sucedió a ti con Anna. Ya no es una obligación para ti. Lo sé.

Seokjin pudo ver en los iris de Jungkook una significativa mirada.

—Eres mi amigo —dijo Jungkook—. Y estaré para ti de la misma forma cuando lo necesites.

—Huh —Jin se pasó una mano por la nuca, con una expresión humilde y algo avergonzada—. N-no es necesario, yo sólo quería que...

—Cuando todo esto termine —le recordó Jungkook con una sonrisita—, hasta entonces... será mejor que cuides tu trasero de dhampir.

Jin sonrió lentamente.

—Está bien —dijo el mayor.

Jungkook se acercó a él de forma inesperada y le dio un reconfortante abrazo que calentó el corazón del dhampir. Se sentía tan orgulloso de él casi como un padre, a pesar de sus jugarretas, sus desobediencias y sus dramas particulares. Él no lo sabía, pero puede que Jungkook fuese uno de los strigoi más poderosos de su era. A esas alturas, podía dejar de considerarle como neo, desde que su evolución se había disparado gracias a su relación con Kim Taehyung. Su fuerza de voluntad por estar con él, había tomado las riendas de su bestia más interna.

Un rato después, entre los dos prepararon un almuerzo y recogieron todas las pertenencias que había por la casa. Taehyung aún no había bajado, por lo que Jungkook subió la escalera para avisarle del breve almuerzo y preguntarle si quería cargar algo en Medianoche.

Sus nudillos tocaron la puerta, la empujó suavemente al escuchar la voz de Taehyung al teléfono y dio unos pasos en el interior deteniéndose. El moroi colgó su llamada unos segundos después, sus ojos se posaron sobre él. Su cabello se había vuelto tan claro como el tono albino, con mechones húmedos, ondulados y desperdigados sobre su frente y alargados ojos.

Jungkook se quedó sin aliento unos instantes, Taehyung aún estaba descalzo, con una pierna flexionada sobre el borde de la cama y su bolsa de cuero con la cremallera abierta sobre el suelo.

—Jimin tardará unas horas en llegar, ¿has preparado tus cosas?

—Sí.

El strigoi se acercó lentamente a Taehyung, sus rodillas toparon en confianza con una de sus piernas y el borde de la cama. Jungkook se inclinó levemente para sujetar su rostro como si fuera lo más frágil que pudiera tener entre sus manos. Sus dedos pulgares recorriendo las suaves mejillas del moroi, y sus labios dejaron un beso superficial por encima de su nariz, tan suave como el roce de una pluma.

—Baja a comer algo —murmuró—, Seokjin va a almorzar ahora.

Las manos de Taehyung se posaron en la cintura del azabache con delicadeza y sus claros iris le adoraron desde abajo, en lo que unos dedos de Jungkook pasaban por su sien, arrastrando los mechones rubios hacia atrás con afecto.

—He organizado el aprovisionamiento de sangre para el clan de Yul —dijo Taehyung en voz baja.

—¿En serio? ¿tan rápido?

Taehyung bajó la cabeza, desviando su mirada.

—Se lo prometí —pronunció con seriedad—. Se lo debo a ellos, te han cuidado bien todo este tiempo. Me han tratado como a un igual, por estar contigo —suspiró, levantando la mirada—. Eso es bonito. Es un paso más grande de lo que la raza moroi ha hecho nunca por ellos. Por eso, se lo devolveré... y esta alianza nos ayudará a conseguir más clanes que deseen cooperar.

Jungkook exhaló una sonrisa.

—Lo es.

«En realidad, no era como si hubiesen cuidado de él ni nada de eso», pensó el azabache. «Ni siquiera fue fácil al principio sentirse cómodo con strigoi que no conocía. Había desconfiado de ellos durante mucho tiempo e incluso rechazó la opción de convivir en el nido. Sin embargo, con el tiempo llegó a comprender los entresijos de lo que significaban los clanes pacíficos y cada uno de sus trágicos miembros. Mas se le hacía adorable que Taehyung considerase al clan de Lang como aliados, por haber confraternizado con él».

—Gracias por venir conmigo —dijo Taehyung inesperadamente—. Ellos querían que te quedases, y tú ni siquiera has dudado... de nuevo...

La sonrisa de Jungkook se disipó como si apagase una llama con los dedos. Se arrodilló frente a Taehyung, cambiando la altura de sus posiciones. En esta ocasión, él quedó unos centímetros por debajo de su rostro y su expresión se volvió muy dulce.

—Eres mi prometido —expresó suavemente—. Y mi luz... Sólo entiendo de seguirte, Tae. No existen más opciones en mi corazón.

Taehyung puso los pies en el suelo sin levantarse, extendió unos brazos para abrazar su cuello con fuerza. Jungkook devolvió su abrazo con más suavidad, sintiendo su agarre como algo tan fuerte como frágil.

—No sé qué haría sin ti —dijo el moroi—. En serio.

—Yo tampoco —devolvió Jungkook.

—Quiero estar contigo el resto de mi vida —expresó Taehyung.

—Y yo —susurró Jungkook, estrechando sus brazos.

El abrazo del moroi se deshizo lentamente, y en una corta distancia volvieron a encontrar sus iris.

—Lo que pasó en esa discoteca... —comenzó a decir el pelinegro—. Hmnh...

—¿Te gustó? —preguntó el moroi con cierta dulzura—. Siempre quise compartir a alguien contigo.

Jungkook hinchó las mejillas y las desinfló en reflexión; «sí, le había gustado. Ese era el problema de su nuevo yo».

—¿Y-ya pensabas en esas cosas antes? —preguntó desconcertado.

Taehyung se cruzó de brazos con un repentino rubor asomando en sus mejillas.

—Puede. ¿Eso es que no te ha gustado hacerlo? —insistió el rubio—. Porque yo te vi muy emocionado.

—Tae, no sé si comerme a alguien contigo me encanta —ironizó Jungkook incorporándose del suelo—, o me pone de los nervios. Pero lo que sí sé, es que me enciende como un horno.

—¿Q-que te enciende cómo-qué? —repitió su compañero con voz aguda.

Jungkook gesticuló con la mano para apartar el tema. No le apetecía recordar lo cachondo que le había puesto utilizar a alguien de forma tan inmoral para placer propio. Si había algo que sabía de esa noche; era que su instinto vampírico era fuerte, tanto como para, en ocasiones, sentirse como una criatura que sólo buscaba placer y satisfacción. La química vampírica entre su yo strigoi y el yo vampiro de Taehyung era capaz de prender en un kilómetro a la redonda. Puede que incluso hubiera pasado algo más entre ellos si Yul no hubiese decidido molestar tras esa cortina, y una oportuna manada de draugr locos hubiesen irrumpido en su noche.

Hasta entonces, no se había percatado de que ambos compartían muchas más similitudes como vampiros. Taehyung siempre había sido especialmente goloso e inevitablemente caprichoso a la hora de alimentarse de sangre. Él mismo, había vivido decenas de sus juegos y mordiscos cuando sólo era dhampir, y lo sabía mejor que nadie.

—Tienes que llevar el talismán —le recordó Jungkook cerrando la cremallera de su bolso—. No podemos arriesgarnos más.

—Pero si me lo pongo, será peligroso para ti —dijo Taehyung con pudor.

—Te dejaré unos guantes, sólo es para el viaje —agregó el strigoi—. Montarás conmigo sobre Medianoche. Una vez que estemos en Revenant, puedes quitártelo.

Taehyung no tuvo otra alternativa que aceptar su lógica, los dos salieron del dormitorio, bajaron la escalera y compartieron el almuerzo con Seokjin. Jungkook sólo probó un bocado, por el simple hecho de probarlo. Ni siquiera tenía apetito para servirse una ración de sangre, pues su aventura mordisqueando a un humano con su pareja le había dejado más que satisfecho durante esas horas.

Cuando terminaron de comer, se prepararon para salir, bajaron sus pertenencias a la primera planta y finalmente tomaron la decisión de sentarse para esperar la llegada de Jimin. El moroi dejó caer su cabeza sobre el hombro de Jungkook cuando estaban sentados. Se quedó durmiendo el suficiente rato como para sentirse desorientado cuando volvió a abrir los ojos. Su breve siesta abrazado a un brazo de Jungkook le había tomado algo más de una hora, en la que Seokjin iba y venía por el gran salón comprobando el reloj.

Jungkook percibió el caballo del dhampir antes de que llegase a la casa. Abrió la puerta cuando Jimin bajó de su montura, a primera hora de la tarde.

—Eh —le saludó aproximándose.

—¡Kook! —sonrió Jimin, bajando su capucha de cuero—. Oh, veo que ese anillo solar funciona de maravilla.

Su caballo reaccionó mal ante la presencia del strigoi, Jimin levantó la voz y se vio forzado a tirar de sus riendas para controlarle. Por suerte, Taehyung salió por la puerta precipitadamente y tocó el hocico de la criatura para tranquilizarla.

—Ssshh... —siseó acallando con eficacia su relinche—. Ya está, tranquilo.

—Mierda —maldijo Jimin, mirando de soslayo a Jungkook—. Lo siento. Está acostumbrado, lo entrenaron para...

—Lo sé, no te preocupes.

Taehyung y Jimin encontraron sus iris, y el dhampir frunció el ceño levemente a causa de su irritación por su escapada un par de días antes.

—¿Qué tal está, su alteza adolescente?

—No me llames adolescente —gruñó Taehyung.

—¿No es cómo te comportas cuando te escapas? ¿Cómo un crío irreverente? —le arrojó el dhampir—. El príncipe Taehyung, el rey moroi de corazón rebelde —enunció con un tono teatral.

—¿Por qué no te metes conmigo cuando ganes un par de centímetros? —bufó Taehyung cruzándose de brazos.

Jungkook arqueó una ceja percatándose de que estaba en mitad de una fugaz disputa entre su novio y su mejor amigo.

«¿Desde cuándo discutían con esas confianzas?», se preguntó mentalmente. «Se había perdido demasiado esos meses. Pero desde luego, escucharles así de implicados se le hizo cómico».

—No me he muerto todavía —pronunció el moroi con tono pedante.

—Oh, ¡bonito epitafio! —soltó Jimin con sarcasmo—. ¿Qué tal si lo mando a grabar mañana mismo? Con un par de rosas y tu cara en todo el centro.

—¿Vas a llevar ese mal genio a Revenant? —contraatacó Taehyung, chuleándole como el mejor—. ¡Porque no te entrará por la puerta, cabezón!

—Espera, ¿tienes otra vez el pelo rubio? —dudó Jimin, poniendo cara de asco.

—Eh, chicos... —intervino Jungkook—. ¿Qué tal si nos centramos?

—Oh, Jimin discutiendo con alguien —apreció Seokjin apareciendo en la puerta—. Lo echaba de menos.

—¡Jinnie! ¿qué tal, viejo? —saludó Jimin felizmente.

El dhampir se acercó para estrechar su brazo, y acto seguido, estrechó el de Jungkook con uno de sus antiguos saludos de parabatai.

—Me alegra veros de una pieza, ¿está la cosa muy mal en Lang? —agregó el dhampir más joven.

—Prefiero no saberlo. Deberíamos ponernos en marcha —sugirió Jungkook—. ¿Cuántas horas de luz tenemos hasta Revenant?

—Hmnh, pensé en que deberíamos pasar por el asentamiento —reflexionó Jimin en voz alta—, pero Hoseok estaba allí y me dijo que él y Yoongi se irían juntos a Revenant, así que... si vamos directamente, tal vez unas tres o cuatro horas. Deberíamos estar allí para el atardecer.

—Bien, entonces no hay tiempo que perder —dijo Seokjin, poniéndose en movimiento—. Salgamos de inmediato.

—Iré a por Medianoche —manifestó Jungkook.

Taehyung y Seokjin entraron en la casa para tomar sus pertenencias, Jungkook llevó a su caballo hasta la entrada, rodeando la casa. Cargó un par de bolsas en los costados de Medianoche, el moroi regresó con una capucha, un cubrebocas, los antiguos guantes de Jungkook, el talismán colgado del cuello.

—Estoy cansado de parecer una estrella polar con tanta capa y protección —dijo Taehyung agitando los brazos.

—Eres una estrella polar del rock —confirmó Jimin, ojeando su vestimenta oscura.

Seokjin cerró la casa y bloqueó finalmente la cerradura.

—Echaré de menos este lugar —dijo el mayor, abandonando rápidamente su desazón—. En realidad, no. Me muero por emborracharme en Revenant y jugar al golf en calzones desde el saliente de la catarata.

—¿Jugar al golf en calzones? —sonrió Jungkook—. ¿Qué pasa si le das a un hombre lobo con uno de tus tiros?

Seokjin se encogió de hombros.

—Seguro que le devuelve la bolita —bufó Jimin, seguidamente rompiendo a reírse de forma exagerada.

Jungkook le miró como si estuviera mal de la cabeza, pero Taehyung acompañó su risita de otra, como si hubiese escuchado el mejor chiste de su vida.

—Ten, ponte estas —le ofreció Jimin a su parabatai.

Jungkook tomó una pequeña cajita de plástico, donde encontró unas lentes de contacto muy opacas y oscuras.

—Tengo unas de recambio —agregó su amigo—. Pero esas deberían durarte unas cinco horas.

El azabache se las puso tranquilamente, sintiendo una leve quemazón en la retina tras el primer contacto. Su pupila se encogió como si tratase de liberarse de la sensación, pero unos segundos después la aceptó y se dilató con normalidad. Se guardó la caja en un bolsillo de la chaqueta, y Taehyung le echó un vistazo comprobando que sus ojos se encontraban antinaturalmente oscuros.

Recordaba los ojos dhampir de Jungkook, siempre fueron castaños, de un tono cálido como el chocolate de tableta. Su estado strigoi los volvió como el chocolate negro, pero la opacidad de aquellas lentillas se le hicieron algo ficticias, a pesar de que lograsen ocultar los halos plateados que rodeaban sus pupilas.

—Lo ocultan bien, ¿cómo ves? —preguntó Taehyung.

—Me molestan más de lo que deberían, ¿es normal? —dudó Jungkook, pestañeando.

—Sí, lo es —contestó Seokjin en su lugar—. Las lentes opacan la utilidad de los halos strigoi de tus ojos. Estos suelen captar mucho mejor la luz, y regulan la dilatación de tus ojos a tu antojo. Como las lentes de contacto te limitan, tu organismo las rechaza e intenta quemarlas. De ahí que sólo vayan a durarte unas horas.

Jimin se impacientó, y señaló a Taehyung con la cabeza para que subiese a su propio caballo.

—Venga, sube —dijo el dhampir más joven—. Tenemos que irnos.

—Huh, ¿al tuyo?

Sólo en ese instante, Jimin y Jungkook tuvieron una confrontación de miradas donde sus intenciones rivalizaron. Jimin no necesitaba tener un vínculo espiritual con Jungkook para leer exactamente lo que estaba pasando por la cabeza en ese segundo.

—Oye, lleva un talismán que podría hacerte arder como un cubo de heno —expresó Jimin—. Creo que es mejor que venga conmigo. Además; tú y Seokjin entraréis a Revenant por otro lado. Yo llevaré a Taehyung de forma oficial a la ciudad. Se alegrarán de saber que tienen al heredero allí de nuevo, y que lo ha traído su guardián.

Jungkook apartó su recelo a un lado, considerando la elocuencia de sus palabras. Debía mantener un perfil bajo en Revenant, por no hablar de que nadie podía ver su entrada.

—Hmnh, tienes razón —emitió el strigoi en voz baja.

Taehyung se lamentó por él en silencio, subió al caballo de Jimin colocándose en la parte delantera para agarrar las riendas, y esperó la subida de su compañero dhampir.

—Cabalgaremos juntos hasta la región, una vez allí, nos separaremos —les explicó Jimin, en lo que Jungkook y Seokjin montaban en Medianoche—. Vuestra entrada es la del oeste, se ubica en la parte contraria a la catarata, es la entrada más baja que hay a la montaña.

—Sé dónde está —mencionó Jin—. Antiguamente, sólo se utilizaba para carruajes.

—Es esa. Os estarán esperando allí —expresó el otro dhampir—. Bien, pues, pongámonos en marcha. Silbad si queréis un alto.

—¡Vamos! —dijo Taehyung.

El moroi puso en marcha al caballo en su dirección orientada hacia Revenant. Medianoche comenzó a trotar tras ellos con diligencia, relinchando felizmente por ser dirigida por las riendas del azabache.

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

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