Capítulo 13
Capítulo 13. Aliados
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Una despejada noche, Jungkook fue hasta el club espectro y se detuvo frente a la puerta detectando a algunos miembros del clan strigoi de Yul. Lin pasó junto a Chad, topándose con el pelinegro frente a la puerta.
—¿Habéis visto más draugr? —preguntó el pelinegro—. ¿Ha habido algún otro ataque?
—No hemos visto nada —contestó Lin, ofreciéndole una explicación—. Peinamos la zona cada tres noches, y no hemos encontrado a ninguna criatura más por ahora. No obstante, es recomendable no bajar la guardia.
—Oh, Kook, ¿qué hay de tu amiguito moroi? —formuló Chad inesperadamente, esbozando una lenta sonrisa—. A Rick casi se le cae el pelo por haber metido las narices donde no debía.
Jungkook puso los ojos en blanco.
—Hmnh, siguiente pregunta.
«¿Había alguien que no hubiese cotilleado su pequeña visita nocturna al club?», se preguntó a sí mismo.
Lin mantuvo la boca cerrada, apretó los labios con un inevitable recelo que se inyectaba lentamente en sus venas. Chad soltó una risita áspera. No sólo era relativamente imposible relacionarse con un moroi, sino poco probable conocer a uno que no corriese como un gato asustado en cuanto se cruzase con uno de ellos o les rechazase.
«¿Cuál era el maldito encanto de esos vampiros débiles?», pensó la chica. «Menos agilidad física, sentidos inferiores, y un ademán por sentirse superiores por el simple hecho de que intentaban negarse entre ellos que también necesitaban la sangre para sobrevivir».
Yul salió por la puerta del club y encontró a los tres strigoi en lo que intentaba ser un amago de conversación agradable, sin mucho éxito. Jungkook y él compartieron una mirada de soslayo, y en lo que Lin y Chad se deslizaron al interior del club para conseguir un almuerzo, el líder del clan le ofreció al azabache tomar algo distinto en el nido.
Jungkook aceptó su propuesta, creyendo que esa noche estaría más cómodo en un lugar privado donde pudiera hablar con Yul. Le acompañó hasta las instalaciones antinucleares al exterior de Lang, y atravesó la puerta del búnker bajando por la escalera metálica de la entrada. Sus botas negras resonaron sobre la chapa, y en lugar de ocupar la sala común del nido, Yul le indicó con la cabeza para pasar a otro lugar y evitar molestias.
No se cruzó a nadie en el interior, excepto a un par de chicas dhampir (lo supo por su olor e iris carentes de los resplandecientes halos strigoi) conversando entre ellas.
El pelinegro entró en lo que supuso que debía ser un dormitorio a pesar de su amplitud. Sus ojos pasaron por encima de la estancia en un leve escrutinio que resultó más que revelador. Era una sala grande, sin ventanas, con una alfombra de terciopelo carmesí, una cama de seda negra y muy deshecha, varias butacas y un trono de cuero negro a un lado, y una interesante colección de cuadros, pergaminos enrollados y pinturas amontonadas. También constaba de un acopio de botellas de vodka y licores en un pequeño mueble.
Jungkook se detuvo frente a un lienzo sobre un atril; sus tonos eran marinos, celestes, amarillos y púrpuras, con la emulación de las nebulosas celestes que sus iris podían apreciar en la más recóndita oscuridad de la noche.
No se esperaba que Yul fuese un artista en aquel rincón de su nido, pero por el desorden general, algo le decía que su interior era tan caótico como aquel espacio.
«¿No tenían los moroi una gran sensibilidad por el arte?», pensó Jungkook con astucia, caminando entre todo aquello mientras el strigoi servía un par de copas para ambos.
«Yul debía haber mantenido ese rasgo incluso después de dejar de serlo», agregó en su mente.
—¿Vas a tomar algo o vas a seguir dando vueltas? —gruñó Yul.
Él se dejó caer en el trono de cuero negro y colocó una de sus largas piernas por encima del reposabrazos. Jungkook se mordisqueó la lengua aproximándose hasta su posición para tomar uno de los vasos de cristal.
Encontró su lugar en una pequeña butaca oscura y se sentó allí despreocupadamente, tratando de obligarse a arrancar sus iris de su íntimo caos. Jungkook se llevó la copa a los labios y probó el vodka en silencio. Advirtió que Yul rebuscaba algo bajo el trono con una mano llena de anillos. En unos instantes, sacó una pequeña caja que abrió a unos metros de él, mostrándole su contenido.
Sus dedos sujetaron un diminuto vial relleno de algo transparente.
—¿Sabes lo que es esto? —formuló Yul con una voz grave y ladina.
—No lo sé —contestó con neutralidad—, pero sacarina líquida no es.
—Saliva strigoi —expuso el strigoi mayor.
—Oh...
Jungkook levantó las cejas y sus ojos fueron a parar a la cantidad de viales recopilados y precintados en esa caja.
—Es un bien muy preciado y valorado en el mercado negro —expresó Yul, arrojándole un pequeño vial que Jungkook atrapó con los dedos—. Te sorprendería saber la de gente que paga por inyectarse eso. Humanos, dhampir...
—¿Inyectarse... saliva? —pronunció el azabache con una mueca de desagrado, observando el vial—. ¿Qué hay de la saliva moroi?
—Tiene las mismas propiedades —prosiguió Yul—. Es... adictiva... y pagan una buena suma de dinero por uno de estos.
—Así que, esta es la estrella de la corona que vendéis —pronunció Jungkook sarcástico—. ¿Eres como un narcotraficante de la saliva? Apasionante.
Yul soltó unas carcajadas leves, y el azabache le devolvió el vial sin demasiado interés.
—Por si te lo preguntas, también vendemos ponzoña —añadió.
—¿Pagan por el veneno? —le preguntó Jungkook cruzándose de piernas.
—Es uno de los venenos más mortales que existen —explicó Yul con una mirada sombría—, que, en colaboración con otros agentes destructores de anticuerpos, puede crear desde la parálisis total del cuerpo, a la propia muerte del sujeto.
—¿Y cómo extraéis la ponzoña...?
—Inyección de verbena en sangre y una aguja de plata bendecida para la extracción —respondió su compañero—. Es lo único que atraviesa las glándulas de veneno de un strigoi. Después, se guarda en viales como estos y... se comercializan...
El más joven pensó que ya había escuchado suficiente, pues jamás había llegado a imaginarse que existían personas con tantos problemas de dependencia a los mordiscos, como para comprar la saliva e inyectársela directamente.
—¿Cómo comenzaste en todo eso? —preguntó Jungkook de forma directa.
Sus párpados se entrecerraron ante el circunspecto semblante de Yul, considerando su silencio como una evasión.
—Mataste a alguien, ¿verdad? —insistió el más joven—. Fuiste moroi hace muchos años.
—No le maté —exhaló con voz grave e irritada.
Yul se levantó del trono, agarró su vaso de vodka y le dio la espalda unos instantes.
—Traté de salvar su vida... —confesó con un tono mucho más bajo y lejano.
—¿Estaba... envenenada? —preguntó Jungkook con cautela.
—Así es.
El azabache pensó que, si Yul había matado a alguien extrayendo el veneno, debía haber sido la peor experiencia del planeta perder su condición de moroi por tan sólo tratar de salvar la vida de esa persona.
—Lo lamento, ¿era alguien importante para ti?
—Qué importa —inquirió Yul con frialdad—. Ya no siento nada. Mi coraza strigoi me aisló de eso.
Jungkook le siguió con la mirada mientras Yul caminaba por el salón de su dormitorio. Se compadeció de él, pues por mucho que le asegurase no sentir nada, el funcionamiento de la coraza emocional de los strigoi le causaba cierta tristeza. En sus palabras aún existía una atmósfera de tormento, a pesar de todo.
—Ahora tengo a mi propio clan y no necesito sentimentalismos que me ayuden a sentirme humano —continuó Yul en voz baja—. ¿Qué hay de ti? ¿Seguirás trayendo a tu novio a Lang?
El más joven exhaló una sonrisa superficial por su mención. No iba a hablar de Taehyung con Yul, a pesar de que al darse la vuelta mostrase una maliciosa mirada de interés.
—¿Te interesan mis relaciones?
—No te confundas, no me importa con quién te acuestes —se defendió Yul con una esporádica diversión—. Sólo pensé que eras alguien desinteresado y frío. Me sorprendió saber que estás hasta las cejas por un moroi de ojos azules... ¿podríamos decir que es tu príncipe azul? ¿o sólo príncipe?
Jungkook desvió la mirada con media sonrisa dibujada en su rostro y negó con la cabeza emitiendo un «no tienes remedio». No obstante, recordó su casual y posible flirteo con Taehyung con una ligera punzada de recelo.
—Príncipe o no —dijo Jungkook—, procura mantener tus zarpas lejos de él.
—Huh.
Yul sonrió con picardía. No pensaba tocarle, pues estaba seguro de que ese moroi tenía suficientes garras como para arañarle, pero tampoco le apetecía que Jungkook le atizase con aquel desconocido don de las sombras que poseía.
Su conversación se detuvo cuando alguien tocó a la puerta. Yul le ofreció que pasase, y una joven strigoi asomó la cabeza en la sala, mencionando que todos estaban afuera haciendo duelos.
—¿Combatís entre vosotros? —dudó Jungkook.
—¿Quieres verles?
Yul dejó su vaso sobre la mesa y le indicó con la cabeza para que le siguiera. Jungkook se sintió brevemente emocionado, ambos atravesaron el pasillo cruzándose a algunos strigoi, y un puñado de ellos estaba reunido sobre la escalera y en la zona exterior. Afuera, formaban un círculo y combatían cuerpo a cuerpo sin armas, de manera limpia y con el objetivo de divertirse. Conversaban y practicaban el combate, algunos entre risas y otros tomándoselo más en serio. Sus movimientos eran rápidos, con una gran destreza y velocidad strigoi que llamó la atención del azabache.
—El ganador puede cenarse esta noche a un dhampir —masculló Yul, esbozando una sonrisa—. Hemos contratado su servicio junto a varios más, pero a ninguno le gusta compartir con los demás, así que...
Jungkook pasó de largo con las manos guardadas en su estrecho pantalón negro y se aproximó a una cara conocida; Rick.
—¿Puedo participar? —preguntó de medio lado, observando el combate que establecían en el centro.
Varios strigoi le miraron de soslayo.
—Ponte a la cola, novato —dijo una chica.
—Oh, me pido un duelo contra Jungkook —mencionó otro tipo, mostrando interés en él—. Veamos si es real lo de la paliza que les pegó a Chad y los otros.
Jungkook sonrió levemente, tomándose en serio su desafío. Él siempre había sido competitivo, y que dudasen de sus capacidades a esas alturas era algo que llegaba a ser excitante. Tras años de duros entrenamientos como guardián, los duelos eran un juego de niño para él.
Esperó durante veinte minutos observando al clan enfrentarse amigablemente, hasta que uno de los adversarios lograba tumbar al otro e inmovilizarle. Le ofrecieron un botellín de cerveza distraídamente que el pelinegro rechazó, y Rick se aproximó a él ofreciéndole un duelo sin mofas.
Cuando llegó el momento de su enfrentamiento, Jungkook se quitó la chaqueta de cuero y seguidamente comenzó a desabotonar su camisa.
—Wow, wow, wow —le detuvo un tipo—. ¿A dónde vas, playboy?
—No pienso destrozar mi ropa con vuestros arañazos —se burló el azabache—. Además, no me gusta entrenar con camisa.
Jungkook se quitó la camisa y dejó su torso desnudo antes de posicionarse en el centro del círculo para combatir. Robó las miradas de algunas féminas strigoi por la forma de su cintura, fina musculatura y columna vertebral hundida en su espalda, y otros no pudieron evitar sentir recelo por su forma de atrapar la atención. En su primer duelo, se enfrentó contra uno que tumbó de inmediato. Con el segundo, terminó inmovilizándole tras saltar sobre su espalda, haciéndole caer al suelo con una llave de piernas. Sus sentidos le hacían sentirse como un felino ingrávido, y la excitación corrió por sus venas durante los enfrentamientos. La mayoría de los strigoi eran orgullosos en los duelos, aunque no pudiesen hacer demasiado contra Jungkook. Él llamaba la atención por su agilidad y talento en los combates. Por su buen físico y enorme atractivo, a pesar de que casi todos estuviesen en buena forma. Algunos de ellos habían sido humanos antes de convertirse, y a pesar de que su letalidad como strigoi era elevada nada más que por la potenciación física que afectaba a su raza, muchos carecían de la disciplina y técnica que Jungkook había aprendido.
—Tienes que enseñarme a hacer eso —manifestó Rick asombrado—. ¿Qué tipo de entrenamiento te dieron?
—Oye, Jungkook, ¿qué es eso de las sombras? —preguntó una joven—. ¿Cómo podemos hacerlo nosotros?
—Quiero verlo, me lo perdí aquella noche —insistió otro.
—Oh, venga ya, ¿queréis dejar en paz al chico?
Jungkook se sintió un poco abrumado por el interés de los strigoi en él y el aparente recelo de otros. Mostró su humildad ante la admiración del clan. Él valoró que no luchaba mal, tenían más años de experiencia que él siendo strigoi y se movían con soltura. Pero Jungkook había estado demasiado tiempo enfrentándose a strigoi siendo un dhampir, y su conversión había perfeccionado en exceso sus dotes como guerrero.
—Está bien... os daré una clase otro día —exhaló, ante la excitación del grupo—. Pero lo de las sombras no es posible, es un don que tenía antes de ser strigoi.
Un coche negro y elegante atravesó el camino y se detuvo a unos metros de ellos, aparcando bajo un árbol.
—¡Ahí está el servicio de sangre! —canturreó un strigoi.
—¿Hay que pagarles ahora? —dudó Jungkook en voz baja.
Yul pasó junto a su hombro.
—No. Les hicimos la transacción esta tarde —respondió el líder—. Siempre cobran por adelantado.
Cuatro personas abandonaron el auto, había tres mujeres y un hombre vestidos con ropa informal, tonos oscuros, pantalones rasgados y botas góticas. Se dirigieron hacia ellos despreocupadamente, y en unos minutos los strigoi se repartieron el almuerzo relamiéndose.
Jungkook retrocedió unos pasos cuando vio a una pareja strigoi compartiendo a una joven. Mordían sus hombros desconsideradamente y se alimentaban con diversión, como si estuviesen compartiendo una sabrosa y fresca manzana de caramelo. Sintió la garganta arder y le costó tragar saliva, pero Yul tocó su hombro y atrajo su atención fugazmente.
—Te has ganado tu propio almuerzo —señaló hacia una joven que estaba libre—. No tendrás que compartirla con nadie. Adelante.
Él hubiera deseado negarse, pero su garganta se vio envuelta en ascuas y ansiedad por la sangre punzó en sus encías. Decidió tomar su trago y se aproximó a su oferta con un paso felino, tomó una de sus muñecas, hundió los dientes en ella para alimentarse. En unos minutos se forzó a darse por satisfecho. Soltó su mordisco, relamió sus labios con suficiencia y decidió largarse antes de que el ambiente se caldeara más de la cuenta tras comprobar que alguno comenzaba a disfrutar del servicio de sangre para su satisfacción tanto sexual como alimenticia.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
—Tienes que parar el golpe con el antebrazo, flexiónalo un poco más —sugirió Jimin.
Él se acercó a Yoongi y le orientó en su posición defensiva. Entrenaban una vez al día durante todas las tardes. Taehyung se sentía mareado si pasaba demasiado tiempo en el exterior bajo la luz solar, por lo que terminaba poniéndose una capucha y sentándose en el suelo del porche bajo techo cubierto, reposando la espalda contra la pared de madera mientras les miraba en silencio.
Jimin era tan disciplinado como lo había sido Jungkook y en ocasiones, creía reconocer algún rasgo en él cuando le veía luchar, a diferencia de que él mismo solía molestarse con Jungkook por la exigente forma que había tenido de entrenarle tiempo atrás. Sin embargo, Jimin y Yoongi se llevaban tan bien que en ocasiones envidiaba que para ellos fuese tan fácil estar juntos.
Les quería muchísimo a los dos, Yoongi era fresco y sarcástico, y siempre le sacaba una sonrisa incluso cuando creía que ya no le quedaban. Jimin y él mismo habían tenido una relación de amor-odio que por suerte se había suavizado con el paso de los meses. Y desde que habían estado durmiendo juntos, su relación se había vuelto tan cercana como la de dos hermanos. Jimin era su guardián después de todo, y también lo sería el día que pisasen el palacio de Sokcho.
El moroi guardaba el anillo del zafiro estrella en su bolsillo y de vez en cuando le seguía echando un vistazo silencioso preguntándose si el resplandor de la estrella insertada funcionaría como él deseaba. Esa tarde terminó sentándose bajo la ventana del porche a una distancia de los chicos, aprovechando el fino almohadón para tumbar su espalda. Flexionó una pierna mirándoles a unos metros y pensó que era aburrido estar en el asentamiento de dhampir. Su estancia allí se resumía a que debía mantener un perfil bajo por su seguridad. Sin embargo, había estado tan rodeado de gente en el Palace durante el último mes, que esa semana se le hizo extraño no ver a más de cinco o seis caras de dhampir que se encargaban de los establos, la armamentística y establecían guardia por el asentamiento.
«¿Podría llamar a Jungkook por teléfono?», pensó con cierto nerviosismo en el estómago. Rápidamente se lo negó a sí mismo, pensando en que podría estar ocupado. Tenía entendido que él y Seokjin aún estaba protegiendo Lang de las constantes apariciones de draugr. Además, Jungkook dormía durante las horas del día y apenas estaba atardeciendo.
Taehyung cerró los ojos e inspiró profundamente. No supo muy bien cómo, pero en unos minutos más se quedó durmiendo en el porche cubierto gracias a la calma que había en el ambiente. Los brazos de Morfeo le arrastraron más lejos de lo que esperaba, y encontró sus pies descalzos sobre la hierba fresca de una tarde de primavera. El sol incidía sobre la copa de unos árboles, derramando dorados rayos solares entre las hojas, que llegaron hasta sus iris, sin provocarle molestia.
No sabía dónde se encontraba, pues su espacio onírico parecía mostrarse como una mezcla de los lugares abiertos más hermosos que había conocido; el campo de flores cultivables del palacio de Bucheon frente a sus pupilas, y los árboles almendros cosechando los pétalos rosados que la brisa arrastraba con una de sus caricias.
Taehyung caminó sobre la hierba y reconoció aquel hormigueo y emoción en su pecho. Era uno de esos sueños lúcidos, y lo sabía porque sus dedos no sentían la rugosa corteza de la misma forma, así como el sol no parecía un problema para sus rasgos vampíricos. Vestía una túnica blanca y larga que cubría sus tobillos, y apoyó la espalda tras un apretado tronco antes de verse sorprendido por su presencia.
Jungkook se aproximó a él, su cabello de mechones largos y oscuros lucían mucho más lacios que de costumbre, vestía una camisa blanca de cuello abierto y arremetida bajo un pantalón de lino negro. Sus iris castaños y los del moroi conectaron en esa burbuja onírica, reencontrándose de nuevo.
—¿Jungkook?
El azabache se acercó hasta que sus rostros quedaron a unos centímetros, su pecho se rozó con el suyo y una de sus manos acarició su sien y se introdujo en su cabello en una lenta caricia que finalizó sujetando su nuca.
—Mi príncipe —pronunció, y besó sus tiernos labios con dulzura.
La sensación onírica alcanzó sus células y le hizo percibir los labios del joven sobre los suyos. Fueron tan suaves como una pluma, Taehyung se quedó sin aliento, extrañando en exceso su roce y contacto.
—No soy tu príncipe —rebatió el moroi en voz baja juguetonamente.
—Mi amor —contraatacó Jungkook con una fugaz sonrisa.
Sus manos se unieron entrelazando los dedos. Taehyung le contempló en esos centímetros, deslizando unas yemas por su rostro y admirando su belleza, unos ojos profundos en los que perderse, y unos labios rosas y bien delineados, mandíbula cuadrada, cabello largo y liso. Mataría por mirarle una vez más mientras repetía aquello en sus labios. Repentinamente, extrañó la textura de su piel bajo sus yemas, deseó sentirle como aquella noche junto a la chimenea. Si bien consideró que la sombra que daba forma a Jungkook en su sueño no era capaz de acercarse a la belleza salvaje del auténtico, su proyección onírica era lo suficientemente buena como para desear gastar sus labios sobre él.
—Quisiera que me besaras hasta dejarme sin aliento, tocar el cielo contigo... —dijo el moroi con vehemencia—. Perder el conocimiento a tu lado.
Jungkook pasó su dedo pulgar por el labio inferior del moroi para evitar que se lo mordiera. Deseó saciar la ansiedad por estar a su lado, y adoró la fina y blanca túnica por donde su mano comenzó a deslizarse moldeando su cintura bajo los dedos. Él besó el borde de su mandíbula antes de deslizarse por el precipicio de su cuello. Derramó besos por toda la longitud lentamente, deteniéndose sobre una de sus finas clavículas para adorarla con la almohadilla de sus labios. Si fuese real su piel sería un caramelo de terciopelo bajo ellos, pero en esa desdibujada realidad envidiaba que su respiración no estuviese siendo realmente robada por la suya.
El moroi se sujetó a él, enterrando los dedos en su camisa y liberando un suspiro de adoración. Su boca fue atacada por un beso mucho más furioso, donde sus labios se fundieron en un mordisco. Enredó los brazos alrededor del cuello del azabache y tiró de su belfo inferior, desesperándose por no poder sentir más allá de las diluidas caricias de un sueño. No obstante, era suficiente para él saber que Jungkook le necesitaba de la misma forma, donde el delgado velo de un sueño unido por el vínculo, unía sus conciencias de nuevo.
—¿Vienes a mis sueños para seducirme? —respiró Taehyung entornando sus párpados—. Qué elocuente.
La túnica se levantó por encima de sus muslos, y una de sus piernas rodeó su cintura buscando la posición más cómoda para ambos.
—El destino de nuestros labios es encontrarse, ¿para qué alargarlo más? —susurró Jungkook a un centímetro de sus labios, con sus iris derramándose sobre los suyos en un castaño líquido y cálido—. ¿Debería pedir un permiso real para hacértelo?
—Jungkook, muero por estar contigo.
Él le sujetó contra sí, y el ojiazul se sujetó en el lazo de su cuello. En unos segundos más, sintió su unión física traspasando la frontera de la suya. Hundió las uñas en la prenda desabotonada que cubría su espalda y ambos jadearon un gemido ahogado por el ínfimo placer que pareció alcanzar sus células.
Lejos de su sueño, Taehyung gimió suavemente justo cuando Jimin iba a despertarle para preguntarle sobre sus preferencias sobre la cena. Él arqueó una ceja y se alegró de que Yoongi se hubiese largado a la ducha después de su entrenamiento, unos instantes antes de escucharle.
«¿Acababa de escucharle gemir?», dudó Jimin sintiéndose avergonzado. Un segundo jadeo le hizo saber que así era. Él se acercó al cubículo de la ventana en donde se había quedado dormido encapuchado y hecho un ovillo, y se sentó en el borde de madera, sacudiendo su hombro con cierta timidez.
—T-Tae... Taehyung —le llamó Jimin en voz baja—. ¡Taehyung, despierta!
El moroi entreabrió los párpados con confusión. En un movimiento reflejo, agarró el antebrazo de Jimin y tiró de él. El dhampir estuvo a punto de desplomarse sobre su pecho, sus rostros se encontraron de cerca y por un segundo, el moroi confundió a Jimin con Jungkook y estuvo a punto de presionar sus labios con los suyos.
—¿Huh? —emitió el ojiazul con unos pestañeos—. ¿Chim...?
Jimin le apartó de un manotazo y se ruborizó lo suficiente como para frotarse la frente con irritación.
—¡¿Se puede saber qué haces?! —gruñó sin mirarle.
Taehyung se percató de donde se encontraba, se incorporó sobre el cojín sintiendo una molesta y excitada perturbación física por el sueño que su querido guardián dhampir acababa de interrumpir.
—¿¡Por qué diablos me despiertas!? —inquirió cómicamente—. ¡Estaba en la mejor parte!
—¡¿Porque estabas gimiendo?! —chilló Jimin mirándole de medio lado.
Taehyung también se ruborizó y se tapó el rostro con ambas manos.
—Como repitas eso en voz alta, ¡te mandaré volando a Revenant con mi elemento! —le amenazó fugazmente levantando la cabeza.
Jimin puso los ojos en blanco.
«Ya, claro, como que a él le apetecía que le confundiese con el estúpido de su mejor amigo después de tener un sueño cachondo», pensó sarcásticamente.
—Al menos dime que estabas soñando con Kook —emitió Jimin avergonzado—. ¿El vínculo también hace esas cosas?
Taehyung se levantó como una bolita enfurruñada con colmillos crecidos.
—¡C-Cierra la boca! —exclamó, y acto seguido entró en la casa con el corazón acelerado.
Jimin no pudo evitar soltar unas carcajadas socarronas antes de seguirle hacia el interior.
—Está bien, ¡ramen y arroz! —ironizó el dhampir, sobre sus preferencias para la cena—. ¡Yo me comeré el pollo solo!
El moroi se sintió sofocado, se introdujo en el cuarto de baño libre con las mejillas encendidas, y decidió darse una ducha fría para rebajar la tensión del momento.
«No era su maldita culpa que Jeon Jungkook le intentase hacer el amor en sueños», pensó irritado.
En unos minutos, preparó una muda de ropa limpia en el dormitorio y regresó al baño percibiendo el aroma de la cena que llegaba a su olfato desde la cocina. Se aseó con jabón y enjuagó su cabello negro, cuando salió de la ducha se secó con una toalla de algodón y aún no había terminado de abotonar la blusa negra que vestía, cuando extendió los dedos para agarrar el colgante de su anillo de compromiso para colgárselo del cuello. Él se miró brevemente en el espejo reconociéndose con mejor aspecto.
Desde que comenzó a controlar su poder y recuperar la forma habitual de su akash, la cicatriz que nacía desde su pecho había desaparecido y su organismo había recuperado su apetito. Además, hasta donde Taehyung sabía, su cordura se mantenía estable, a pesar de la perpetua añoranza cuando se metía en la cama sintiéndose muy solo, y algunas otras de sus preocupaciones. Siempre encendía una luz, y siempre se preguntaba por qué diablos las noches parecían tan eternas.
Frente al espejo, Taehyung se pasó unos dedos por el cabello mojado percatándose de algo que hasta ese momento no se había observado. Unos mechones de su cabello se encontraban completamente claros y sus raíces parecían albinas.
«¿De dónde había salido eso?», pensó con un repentino vuelco en su estómago.
Él se llevó una mano a la boca y su cabello transformó su color radicalmente, sus mechones se prendieron en una luz que recorrió cada uno de sus mechones como en filigranas doradas. El efecto se extinguió en seguida, dejándole con la boca abierta.
—Wow —exhaló frente a su reflejo, manteniendo los ojos muy abiertos.
Taehyung se acercó a su reflejo cuidadosamente y afinó su mirada mientras su cabello volvía a oscurecerse en un extraño efecto. En un par de segundos, quedó completamente negro de nuevo.
«¿Podía transformar su apariencia a su gusto?», se preguntó fugazmente, sintiendo una especie de extraña excitación en el cuerpo.
Secó su cabello con una toalla y volvió a intentarlo, pero en esa ocasión se sentía tan nervioso que no logró retornar al cabello claro que antiguamente le había caracterizado. Salió del cuarto de baño con un pasivo asombro, al que Yoongi aludió pasando una mano por delante de su rostro como si hubiera visto un fantasma.
—¿Todo bien?
—Eh, uh... s-sí, eso creo.
Yoongi arqueó una ceja y dudó mucho del carácter de su respuesta.
—Ya...
Los jóvenes pasaron una agradable cena en compañía y durante el día siguiente, recibieron la inesperada información de que serían trasladados antes de tiempo al palacio que acomodaban en Sokcho para garantizar la seguridad del heredero de la corona. Antes de eso, pasarían por Revenant para los preparativos y finalmente se trasladarían al nuevo palacio.
Taehyung se vio realmente sorprendido, y reparó en que apenas tenía unos días más hasta marcharse de la región de Seúl. Él pensó en que, si se marchaban tan pronto, no podría volver a ver a Jungkook. Aún tenía algo pendiente que entregarle, mas casi había olvidado que necesitaba pedir un permiso en las caballerías para llevarse a uno de los sementales que mantenían allí bajo su expresa petición.
—Necesito ir.
—Taehyung, ya has visto que...
—Aún tengo el anillo y ni siquiera lo ha probado, Chim.
Jimin se pasó una mano por el cabello, miró por encima la agenda que compartían y creyó que era imposible que consiguiesen unos días para desaparecer del mapa y regresar a la casa donde Jungkook y Seokjin se alojaban, sin llamar demasiado la atención. Sin embargo, Taehyung se empecinó en hacerlo por su cuenta. En una irreverente muestra de rebeldía, esa tarde se cubrió con un cubrebocas, tomó la ropa de dhampir guardián y se vistió con pantalón de cuero, guantes y capucha que cubría sus ojos. Se colgó un bolso negro de viaje del hombro donde guardó algo de su ropa y el anillo que había hechizado para Jungkook y sacó a Medianoche de las caballerías exigiéndole con el espíritu a unos agentes de seguridad que olvidasen lo que habían visto.
Y a pesar de que estuviera haciendo el movimiento más estúpido y sin sentido de su vida, se escapó del asentamiento sin contar ni siquiera con la supervisión de Park Jimin.
A kilómetros de allí, Jungkook salió esa misma noche con Seokjin para dar una vuelta por Lang.
—¿No estás muy callado? —dudó el dhampir.
El joven masajeó su sien apartando el hecho de que el día de antes, se había despertado bruscamente en la mejor parte de su sueño. Algo le decía que su conexión con el moroi se había cortado expresamente por alguien externo, quien ahora le debía el sueño de su vida y una buena patada en todo el trasero.
—Estaba... pensando...
—¿En qué piensas? ¿En el clan de Lang?
El strigoi le miró de medio lado dudando por su mención.
—¿El clan?
—Lo digo porque... últimamente estás pasando tiempo con ellos.
—Oh, ¿vas a ponerte celoso? —bromeó Jungkook con voz aguda—. Ya te he dicho que puedes venir con nosotros, no serías el único dhampir que se acerca al nido.
—Ya, pero la condición para que yo esté allí es que, técnicamente, estemos, ya sabes —masculló Seokjin—, enrollándonos.
—Aún estamos a tiempo —declaró el strigoi coquetamente, guiñándole un ojo.
Seokjin le metió un codazo y los dos se rieron descartándolo de inmediato. Jungkook estaba demasiado prometido, y él ya tenía suficiente con tener alguna que otra secreta aventura con su único familiar.
—Tengo un motivo por el que paso más tiempo con ellos —añadió Jungkook algo más serio.
—¿Hmnh?
—Me refiero a que... estoy entrenando a algunos strigoi —le contó el más joven—. No son muy disciplinados, pero al menos ahora tengo algo que hacer. Y ellos se divierten. Es mejor que estar en casa pensando en la sangre, ¿no crees?
—Lo entiendo —suspiró Seokjin guardando las manos en los bolsillos—. Pero, ¿quién diría que terminarías confraternizando tanto con ellos?
—No sé cómo serán otros clanes —continuó Jungkook, bajando la cabeza—. Pero ellos son como una desastrosa panda de adolescentes huérfanos, y... no son tan malos, después de todo —se detuvo brevemente, arrastrando sus iris sobre el asfalto—. Lin me contó que despertó siendo strigoi en la ciudad de Daegu, después de una fiesta universitaria. Estaba tirada en un callejón, sin ropa. Alguien había abusado de ella, y también... la asesinaron...
—¿Un strigoi?
—Eso creía ella —Jungkook tragó saliva y detuvo sus pasos sobre la acera
Jin también freno sus pasos, y sus iris se encontraron.
—Con el tiempo, los recuerdos de su previa vida regresaron a ella —le explicó el strigoi—. Esa noche, un strigoi siguió su rastro de sangre y la encontró casi muerta. Inyectó veneno para salvar su vida.
—Oh...
—Le dio una segunda oportunidad, Jin —continuó, ladeando la cabeza bajo una profunda mirada—. Y ahora entiendo qué es lo que significa esto para mí. Ser strigoi no es mi segunda oportunidad. Ya morí una vez, con doce años. Esta es la tercera vez que vivo, y ahora comprendo muchas más cosas de las que jamás pensé que llegaría a entender entonces... esa gente, ese tipo de clanes llenos de gente perdida, necesitan la ayuda y la comprensión de una comunidad que acepte a la raza nocturna.
—Eso es... muy cándido por tu parte, Jungkook —valoró Seokjin entrecerrando sus párpados—. La raza strigoi siempre ha sido desconocida, pero debemos luchar por aquellos que han mantenido su alma intacta al renacer. No todo está perdido, incluso cuando pisas el lado más oscuro de este mundo.
Jungkook esbozó una sonrisa, y reanudó su paso a su lado.
—Y aun así siguen siendo strigoi, no gatitos... —soltó el joven dispuesto a rebajar la seriedad de la conversación.
Seokjin se rio levemente, y en unos minutos más, ambos llegaron al club espectro topándose con varios strigoi conocidos.
—Jungkook —dijo uno alterado—, tenemos problemas. Misuk estaba ayer en el bosque del este de Lang, y vio algo...
—Aquí no, Dongyu —intervino otro para que cerrase la boca—. Misuk y Yonming se ha reunido con Yul en el nido. Vamos... es más seguro que hablemos allí...
—Iremos con vosotros —ofreció Jungkook, en compañía de Seokjin.
El dhampir y él se unieron a los dos strigoi, y se dirigieron hacia el nido en silencio. Llegaron en un rato más, encontrándose en la entrada de los refugios antinucleares a Kitsch, el musculoso dhampir que ejercía como seguridad en el club espectro.
Sus pupilas se encontraron con las del más joven y ambos se saludaron cortésmente, antes de que los chicos bajasen por la escalera. Cuando llegaron al interior del nido, atravesaron la entrada, varios pasillos del búnker y se dirigieron al salón de reuniones donde un trono similar al del dormitorio de Yul, se encontraba justo sobre una plataforma metálica. Había bastantes strigoi reunidos, los cuales clavaron sus ojos en Seokjin reconociéndole, y después se apresuraron para poner al tanto a Jungkook.
El dhampir advirtió la confianza con la que el azabache se había ganado al grupo.
—Nuestros hermanos del otro clan están defendiendo el poblado de Hahoe —dijo Rick con voz grave—. Es un pueblo agricultor, encontraron licántropos por sus terrenos. Ellos no pisan este lado del país por los vampiros, nuestras razas nunca se han llevado bien.
—Nosotros también los vimos, hace unas horas, en el bosque del este —habló otro strigoi—. Están muy cerca de aquí.
—Están incumpliendo el trato de respetar nuestro territorio.
Yul se hundió en su trono, saludando a Jungkook con un movimiento de cejas.
—Si no me equivoco —intervino Jin fugazmente—, la nueva comunidad ha formado una alianza con los lobos. Ellos se mueven más rápido, no tienen que huir del sol y controlan mejor las fronteras de la región de Seúl, para prevenir las apariciones de draugr.
—¿Hablas de la comunidad nosferatu? —dijo Chad con desprecio—. Esos necios no se merecen ni el pan que llevan a sus bocas...
—La comunidad nosferatu ha sido destruida —le recordó Jungkook con dureza, moviéndose con unos pasos lentos entre todos ellos—. La nueva comunidad está estableciendo pactos con otras razas, y también han entrado en valoraciones para aliarse con clanes nocturnos en el futuro.
—Pero esos lobos están en nuestro territorio —rebatió Chad frunciendo el ceño, seguidamente giró la cabeza en dirección al líder—. Sin nuestro permiso, Yul.
Yul suspiró lleno de pereza y sintió que todo el mundo esperaba que abriese la boca para decir algo inteligente.
—Oh, oh, asuntos raciales y territoriales —dijo Yul con emoción, apoyando el mentón sobre sus propios nudillos—. Mi tema favorito. Continuad, por favor. Adelante.
—Los lobos no son peligrosos —dijo Seokjin, ignorando la diversión del líder—, son la mejor alternativa para una comunidad casi destruida, llena de huérfanos y heridos, casi sin recursos.
—Deberíamos dejar que ellos se encargasen de esos terrenos a los que no podemos desplazarnos por no tener un refugio en el subsuelo —sugirió una mujer strigoi—. Si no se acercan a Lang, podemos estar tranquilos.
—¿Qué parte no entiendes? —gruñó Chad—. Ya estaba en el bosque del este.
—Jungkook, ¿qué piensas de todo esto? —le preguntó un joven directamente.
Jungkook exhaló lentamente y con una mano guardada en el bolsillo de su pantalón, reflexionó en voz alta.
—Lo mejor es dejar trabajar a los licántropos —manifestó con serenidad—. Si os cruzáis con alguno, ignoradles y continuad vuestro camino. No es el momento para más enfrentamientos de razas, ahora lo importante es que la plaga de muertos vivientes no se extienda más por el país.
—Lo que él dice —secundó Yul con un gesto teatral, cruzándose de piernas sobre su trono—. ¿Qué? Estoy de acuerdo. Es un tío sensato.
La reunión parecía estar llegando a buen puerto, cuando repentinamente, la presencia de alguien que nadie conocía y ni siquiera debía estar allí, irrumpió bruscamente entre todos y emitió un vuelco en el corazón Jungkook.
—Y-Yul...
—¿Quién es ese...?
—¿Quién ha traído aquí a un moroi?
Todos los strigoi giraron la cabeza y clavaron su mirada de resplandecientes y amenazantes halos sobre el moroi de cabello negro que caminó entre ellos. A Yul se le desencajó la mandíbula cuando se encontró con sus celestes iris, y Jungkook se quedó tan paralizado como si estuviese viendo un fantasma.
—¿Un desconocido?
—¡Huele a moroi! —gruñó Lin sacando los dientes.
Rick le agarró del codo reconociendo el rostro del joven. Kim Taehyung vestía de negro, sus facciones parecían más largas y sombrías en aquel sitio, su mirada acarició superficialmente a cada uno de los asistentes strigoi mientras atravesaba la sala sin ningún tipo de pudor. Un strigoi del clan le acompañaba.
—¿Taehyung? —pronunció Seokjin.
Jungkook sintió una descarga de adrenalina en sus venas, salió disparado hacia él advirtiendo lo peligroso que era para él estar en aquel sitio. Él pelinegro era un strigoi más, pero Taehyung no dejaba de ser un moroi en un jodido nido lleno de criaturas nocturnas que reaccionarían instintivamente por su aroma. Y su instinto protector le hizo sentirse irritado por encontrarle en ese lugar.
A unos metros, Taehyung le encontró con la mirada y entreabrió los labios.
—Kookie-
Jungkook agarró su muñeca por encima de la chaqueta y tiró de él precipitadamente, llevándole en la dirección contraria. Sus iris permanecieron distantes de los suyos, y su mandíbula se tensó mientras le arrastraba entre todo el mundo.
Taehyung siguió sus rápidos pasos y estuvo a punto de tropezarse, salieron de la sala y atravesaron uno de los pasillos recibiendo las miradas de algún que otro strigoi curioso. Jungkook buscó el rincón más apartado y lejos de cualquier mirada, y se detuvo frente a Taehyung sintiéndose irritado.
—¿Se puede saber qué haces aquí? —masculló realmente frustrado, asegurándose con una rápida mirada de que nadie estaba escuchándoles—. ¿Cómo has llegado? ¿¡Y dónde está Jimin!?
—He venido solo —se explicó Taehyung en voz baja—. Me escapé hace unas horas y fui a la casa, pero no había nadie. Después me dirigí al club espectro para buscarte. U-un strigoi me trajo, en la puerta del club, le pedí con el espíritu que me llevase al nido, y...
—¿Has usado el espíritu con él? Por el amor de Dios, Taehyung... —exhaló Jungkook pasándose unos dedos nerviosos por el cabello largo—. Confirmo que vas a volverme loco. Voy a perder la cabeza a este paso.
Los ojos del moroi se volvieron más redondos.
—Pero me voy en unos días a Revenant, y después, estaré en la otra punta del país.
El moroi se apresuró para abrazarle, rodeando sus hombros con sus brazos y enterrando su rostro en su hombro. Jungkook se quedó muy quieto, pero su corazón le clavó una punzada por sus palabras.
—Necesitaba verte —continuó con un hilo de voz que se amortiguó contra el hombro del azabache—. No te enfades conmigo.
—¿Te vas tan... pronto?
—Tú no estarás conmigo —se lamentó Taehyung—. Estaremos muy lejos.
Jungkook bajó la cabeza, aguantó la respiración y estrechó su espalda con suavidad sintiendo su dolor como propio.
—No importa la distancia física que exista entre nosotros, Tae, sabes que nada de lo que siento cambiará por ti —murmuró lentamente—. Y estaré muy pronto contigo, te lo prometo.
—¿Vendrás a Sokcho? —preguntó el moroi mirándole de cerca con los ojos vidriosos—. ¿De verdad?
—Por supuesto.
Taehyung tragó saliva y con ello, el puñado de lágrimas que trataban de agolparse hasta asfixiarle en su garganta.
—Pero no puedes escapar de tus guardianes, e irte sin avisar a Jimin —le recordó Jungkook con suavidad—. Ahora hay gente que depende de ti, y hay un clan de strigoi buscándote, ¿recuerdas?
—No me vale nada el mundo sin ti, Jungkook —jadeó Taehyung irreverentemente—. Sólo quiero estar contigo.
Jungkook extendió unas yemas hasta su mejilla, pero un rápido quemazón invadió su piel como un rayo y se vio obligado a retirar los dedos rápidamente. Se percató de que no podía tocarle debido a un elemento externo que ya conocía.
—Bueno, y también estoy protegido con eso —dijo Taehyung, separándose de él—. Lo llevo encima.
Él sacó de su cuello el cordón del que colgaba el amuleto de la estrella de seis puntas. Se lo quitó y lo guardó en el bolsillo decidido a regresar a los brazos de su amado. Sin embargo, alguien más llegó para interrumpir el momento.
—¡Hola, hola! —canturreó Yul.
Jungkook le miró suspicazmente.
—Eh, calma, tigre —emitió el líder del clan golpeando su hombro con un suave puño—. Taehyung tiene mi expresa invitación, ¡bienvenido al resort cinco estrellas de los strigoi más desamparados del país! Dormimos en literas, pero tenemos armas y mucho alcohol, ¿te gusta la sangre? ¿puedo ofrecerte a una de nuestras nenas?
Taehyung parpadeó cómicamente.
—Yul... —gruñó Jungkook en señal de aviso.
Yul sonrió con diversión, arrastrando sus iris entre uno y otro.
—Kookoo, no te sientas incómodo —soltó despreocupadamente, encogiéndose de hombros—, sólo les gusta su olor, ¡se acostumbrarán a su presencia cuando dejen de odiar genuinamente a su raza de vampiros snobs!
Jungkook se llevó una mano a la frente y se masajeó mientras hablaba, esbozando una sonrisita falsa. Seokjin se acercó con incredulidad, observando al trío debatirse.
—Gracias, no pretendo quedarme aquí mucho —dijo Taehyung con educación, inclinándose levemente—, sólo le buscaba para...
—Oh, por cierto —le interrumpió Yul—, por algo dicen que el mayor aperitivo de un strigoi son los moroi, ¿no tienes un aroma de muerte? —exageró ensanchando su sonrisa, y acto seguido la extinguió con un balbuceo—. N-no de muerte, claro. De vida, quiero decir. Estás vivo, ¡más que nosotros!
—Huh, muy bien, no estás asustándole nada así —bromeó Seokjin.
Jungkook tomó la mano de Taehyung y tiró de él para sacarle de allí en cuanto vio a varios strigoi más llegar hasta su lugar y echarle el ojo disimuladamente al que consideraba su desobediente pastelito.
—Nos vamos —anunció el azabache con neutralidad—. Tenemos cosas que hacer...
Taehyung levantó una mano mientras se marchaban y se despidió felizmente de los strigoi que consideraba como amigos de Jungkook, y Seokjin siguió sus pasos despidiéndose con la cabeza.
—¡Adiós, hasta luego! —dijo el moroi con una sonrisa—. ¡Hasta mañana!
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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