Capítulo 12
Capítulo 12. Astro solar
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Tras las cortinas cerradas y la persiana medio bajada, una suave luz se esparcía en el interior del dormitorio. Taehyung no se había metido bajo las sábanas, pero un rato antes se cambió de ropa a un jersey negro y largo, y un pantalón cómodo. Se tumbó sobre el edredón abrazando uno de los almohadones y cerró los ojos haciéndose un ovillo.
Tenía suficiente sueño como para dormirse en apenas unos minutos, pero llevaba tanto tiempo sin hacerlo a solas, que le costaba trabajo encontrar el sueño sin tener la tranquilidad de esos movimientos erráticos de Jimin a su lado, con quien se había acostumbrado a dormir.
Su mente paró en uno de sus pensamientos; la luz solar afectaba mortalmente a los strigoi y ahora, era una amenaza letal para Jungkook. Algo le hizo presentir un instinto protector dentro de sí mismo, reflexionando sobre cómo podría protegerle del sol.
«El amuleto de la piedra lunar le había funcionado durante meses de las sombras, ¿y si podía hacer algo para que el sol no le matase?», pensó.
Guardó el anillo bajo su jersey tras toquetearlo un rato (era su tic nervioso), y casi pateando el almohadón que abrazaba, se dio la vuelta sobre la cama con cierta ansiedad y descubrió la puerta abrirse suavemente. El rostro de Jungkook se asomó y su corazón emitió un vuelco. Sus iris conectaron, el azabache se puso un dedo sobre sus propios labios solicitando que no dijera nada. Cerró la puerta cuidadosamente tras su espalda, y se acercó al moroi mientras este se incorporaba de rodillas en el borde de la cama.
El ojiazul observó su cambio de ropa y cabello ligeramente húmedo, y le revisó en lo que la distancia entre ambos se reducía.
—Kookie —murmuró Taehyung, mostrando un titubeo en sus iris—. ¿Ocurre algo...?
—¿No deberías estar durmiendo? —formuló el strigoi con un tono mucho más meloso de lo que él mismo esperaba.
Taehyung bajó la cabeza lentamente y apretó los nudillos pensando en sus pesadillas. Su visitante se sentó a su lado, manteniendo unos pulcros centímetros de distancia sin apartar el eclipse de sus iris del moroi.
—Tal vez, ¿y tú? —contestó Tae en voz baja.
—Tal vez —respondió el pelinegro tomando su ejemplo como un buen resumen de por qué seguía sin hacerlo.
El silencio se extendió entre ambos, y Taehyung volvió a mirarle con unos felinos ojos rasgados que a Jungkook le provocaron una vorágine de sus emociones e instintos apiñados.
—Entonces, ¿vienes a darme un beso de buenas noches? —preguntó el ojiazul, con una divertida sugerencia.
Jungkook desvió la mirada y exhaló media sonrisa por su habilidad para hacerle dudar de sus propias intenciones. E incluso diciéndolo así, se preguntaba si podría intentarlo.
—Jimin me dijo que no dormías bien desde hace un tiempo —reveló el azabache—. ¿Es cierto?
Taehyung necesitó varios segundos para ordenar el caos interior que le había estado acosando en los últimos tiempos, se detuvo unos instantes y se sintió algo pequeño reproduciendo en voz alta aquello.
—Tengo pesadillas —le explicó el moroi—. Mis padres, Xiumin, los draugr... y a veces, tú. Sé que sólo son pesadillas, pero al principio me preguntaba si había más... detrás de todo eso.
Jungkook le miró tristeza y aflicción.
—Mi amor, yo sólo te visitaría en sueños para amarte —expresó con suavidad—. Jamás te haría daño en ellos...
Al moroi le temblaron los dedos por su expresión, y casi se quedó sin palabras sintiendo como aquello calaba hasta su alma. Después de todo, sus premoniciones no eran inevitables.
—Yo...
—¿Tienes miedo de... mí? —dudó Jungkook interrumpiéndole.
—¿Sabes lo único que me da miedo? —Taehyung redirigió su pregunta a su realidad—. Despertarme y no encontrarte.
El azabache liberó su aliento lentamente, deseando hacerle entender lo fuerte que le consideraba.
—Xiumin se ha ido —expresó Jungkook con suavidad—. Lord y lady Kim están descansando en su lecho sabiendo que el futuro de las razas está en buenas manos, y ahora, eres mucho más fuerte que un moroi que temía conocerse o usar su propio elemento. No eres una rosa blanca y delicada, Tae —le dijo—. Eres una esmeraldo, y como me contaste anoche; es algo difícil de encontrar, que nace bajo la luz lunar y crece en los afluentes de esos arroyos tan agitados que nos han arrastrado a ambos hacia donde ahora nos encontramos.
Taehyung se sintió adulado por su comparación y no pudo evitar que las comisuras de sus labios se torciesen en una serena sonrisa.
—¿Y también necesito mucha agua dulce? —preguntó con un toque divertido.
Jungkook soltó unas carcajadas leves que resonaron en su pecho.
—No sé si necesitas agua —contestó coquetamente—. Pero eres muy dulce.
El moroi se ruborizó levemente, volvió a bajar la cabeza mordisqueándose el labio y la atención de Jungkook fue atrapada por el destello de una fina cadena dorada bajo el cuello de su jersey. No sabía por qué, pero sentía una terrible curiosidad por eso. Él extendió los dedos y deslizó la cadena con suavidad fuera del cuello del jersey. Taehyung se sobresaltó cuando sus yemas rozaron fugazmente su piel, y se vio sorprendido porque hubiese prestado atención a lo que escondía bajo su cuello.
Cuando Jungkook sacó el anillo, la joya resplandeció como una estrella de oro rosado y diamantes bajo sus pupilas strigoi. Su corazón se vio martilleado por una intensa ola que impactó con fuerza contra él. ¿Lo había olvidado? ¿O tan sólo había descartado el recuerdo de su pedida pensando que era demasiado bueno como para que se hiciese realidad? Esa lejana noche, en la cabaña de la montaña de Revenant, pensó en que podría rozar el cielo con los dedos mientras estuviese a su lado, sin embargo, al día siguiente aterrizó a kilómetros de su sueño como si se lo hubiesen arrancado.
—¿Aún lo guardas...? —suspiró con aflicción, admirando la joya entre sus dedos.
—¿Quieres que deje de hacerlo? —preguntó el moroi con voz ronca.
Jungkook levantó la cabeza y descubrió la tensión de Taehyung. Sus hombros, su rostro, y sus ojos llenos de dudas y preguntas, se humedecieron en segundos.
—No —respondió Jungkook.
Taehyung se sintió tan feliz sabiendo que él también lo deseaba, que un par de lágrimas como diamantes se derramaron de sus ojos. El strigoi soltó el anillo, el cual regresó a su jersey sobre el pecho y se balanceó bajo su cuello. Su mano se posó sobre la mejilla del moroi y le atrajo a su rostro con delicadeza.
Entrecerró los ojos tocando su frente con la suya y percibiendo su aura más cálida, el leve temblor de su respiración y las palpitaciones de su pecho.
—Gracias —susurró el azabache.
—¿Por qué?
—Por no perder la esperanza.
El corazón del ojiazul bombeó con fuerza cuando sus rostros se distanciaron esos centímetros.
—Nos casaremos, ¿verdad? —le pregunto el moroi, como si estuviera a punto de romperse.
—¿Cómo podría casarme con un rey...? —temió su compañero.
—Jungkook, sólo soy el símbolo que necesitan —expresó Taehyung dándole aliento—. Cuando deje de serlo, regresaré a casa.
—¿A casa? —reprodujo en sus labios.
—A ti —pronunció el ojiazul con dulzura.
Jungkook se sintió profundamente feliz tras conocer sus planes. Limpió las lágrimas de su compañero con unos pulgares como si fuera una pieza de porcelana que podría fracturar entre ellos, y seguidamente agarró una de sus manos para dejar un beso por encima de sus dedos.
—Nada nos detendrá entonces —dijo, sintiendo la seguridad de tenerle.
Sus sílabas se arrastraron como si un guante de terciopelo le acariciase, pues no sólo se refería a la corona nosferatu, o cualquier otra de sus obligaciones, sino también a su proceso como adaptación a sus nuevos sentidos de strigoi.
—Nos iremos muy lejos.
—A dónde desees —le aseguró Jungkook.
—Primero, a esa playa.
El strigoi sonrió levemente, recordando que, en realidad, la última noche que pasaron juntos llegaron a hacer una lista mental de lugares a los que viajar. Y aquella promesa jamás se extinguiría, sin importar el tiempo que tuviesen que esperar lejos del otro.
Jungkook soltó su mano lentamente, y se levantó con la intención de dejarle descansar.
—Debería dejarte dormir un rato... —suspiró Jungkook con desgana—. Porque Seokjin me pateará el culo y terminará lanzándome por una ventana como me atrape aquí.
Intentó marcharse, sin embargo, el moroi agarró su muñeca mostrando su desacuerdo.
—Espera, ¿y mi beso de buenas noches? —murmuró Tae con ojos de cordero.
Jungkook le miró sin poder creerse que aquel moroi fuera en serio. Si había algo más tentador que la sangre, era él mismo insistiéndole para que hiciese algo tan potencialmente peligroso como probar sus labios.
«¿Es que pensaba volverle loco?», se preguntó. «¿O sólo estaba comprobando cuánto autocontrol quedaba en él después de todas esas horas a su lado?».
El azabache se mordisqueó la lengua sintiendo una prominente ansiedad.
—Tae...
—Por favor —rogó el moroi.
Su súplica sólo agravó el deseo existente entre ambos, y a pesar de que Jungkook sabía dónde estaba el límite, su conciencia se diluyó por la desesperación que sentía por hacerlo. Taehyung se encogió por puro instinto bajo el eclipse de sus pupilas, y Jungkook se acercó a él flexionando una rodilla y sentándose de medio lado, justo en frente de él.
«¿Iba a hacerlo?», se preguntó incrédulo con un pestañeo tímido.
Su corazón se lanzó contra su garganta cuando el rostro del strigoi se ensombreció, dando paso a una voz mucho más grave.
—Está bien —pronunciaron sus labios—. Pero ni se te ocurra moverte.
Taehyung tragó saliva y liberó su aliento sintiéndose tan complacido como impaciente por su respuesta. Negó con la cabeza asegurándole su obediencia.
—No puedes tocarme —añadió Jungkook, entornando los párpados—. Yo tampoco lo haré. Y serán... unos segundos...
Observando el asentimiento del moroi, él inspiró profundamente por la boca y se agradeció mentalmente haber tomado una ración de sangre hacía menos de una hora. Comprobó los iris celestes de Taehyung compartiendo su ansiedad a través del vínculo que les unía, y de un momento a otro, sintió aquel impulso gravitatorio tirando de su pecho hacia él como un impulso natural que le había estado cortando la respiración durante demasiado tiempo.
No quería que su primer beso con Taehyung se convirtiese en un incidente, por lo que se aseguró de no dar un paso en falso en su acercamiento obligándose a no utilizar su olfato para respirarle como su instinto vampírico dictaba.
Se inclinó lentamente hacia él y advirtió que la respiración de Taehyung acariciaba sus labios, volviéndose irregular.
El moroi sintió aquella distinta aura de Jungkook envolviéndole, como unos brazos invisibles y atrapantes que le hacían jadear de anhelo por el tibio aliento que escapaba de entre sus labios rosados. Se fijó en la forma delineada de estos, en las delgadas aristas del belfo superior, la tierna almohadilla del inferior y la suave forma de su barbilla que en alguna ocasión pasada se permitió morder con predilección. Taehyung enterró los dedos en el edredón para controlar el impulso de agarrar su nuca y fundir sus labios con pasión.
Jungkook entrecerró los párpados y le pidió a su instinto strigoi que no se excitase demasiado por rozar esos labios. Pero incluso antes de hacerlo, sus encías presionaron con una irritante punzada que alargó sus colmillos como si estuviera a punto de morder un delicioso trozo de frambuesa escarchada.
En el centímetro que les separaba sintió los labios resecos y se desesperó terriblemente por encontrar el consuelo de su boca. Con un lento y tortuoso movimiento, el azabache redujo la distancia entre los dos, atrapando su belfo inferior entre los suyos. Su nariz se acarició con la de Tae bajo la caricia de inofensivos labios, y muy lentamente los movió para su satisfacción, encontrando el consuelo de un beso muy esperado. Su respiración húmeda se abrazó con la suya, y la punta de su lengua detectó la tibieza y dulzura de su cálido labio inferior.
El moroi se quejó suavemente en su boca con un satisfactorio gemido que escapó inevitablemente cuando su compañero presionó sobre sus tiernos labios con los suyos, entreabriéndolos para besarle con una mayor dedicación. La mesura con la que Jungkook lo hizo le produjo un vértigo. Su saliva se encontró con la del strigoi, fundiéndose delicadamente en la suavidad y textura de su beso.
Jungkook se sintió aturdido, embriagado, como si probase el trago de alcohol más delirante e intenso que atravesaba sus venas y encendía su sistema con un rugido.
Si aquello no era pasión; que le colgasen.
Un minuto antes, le pidió a Taehyung que no le tocara, pero él deslizó una mano hasta su nuca asegurándose de olvidar las normas de un beso que le proporcionaba el oxígeno que necesitaba. Requería respirar a través de sus labios, y Jungkook había perdido la fuerza de voluntad para retirarle o rechazar cualquier otro de sus movimientos involuntarios.
Su vínculo unilateral le susurró el bombeo de pasión del moroi, el sollozo que emitiría si rompía su beso, y la ansiedad por no poder dominar sus propios actos. Jungkook gruñó en sus labios, prendiéndose en llamas como una bombilla que acumulaba demasiados vatios.
Inhaló por su nariz la cantidad de hormonas y feromonas entre ambos, el aroma de su amado y el flujo de sangre latente bajo su cuello. Taehyung le besó con más fuerza rozando sus colmillos con los suyos, y repentinamente, el strigoi liberó un jadeo de hambre y frustración, atrapando su muñeca con una mano y retirándola bruscamente de su nuca.
Su compañero se distanció unos milímetros retomando su respiración y sintiendo el agarre de sus dedos clavándose sobre su muñeca. En la corta distancia, advirtió la dilatación de pupilas y respiración agitada de Jungkook como un factor de riesgo.
«Si a él le costaba parar, ni siquiera quería imaginarse cómo debía estar sintiéndose Jungkook», pensó compadeciéndose de él. Y en lugar de temer su reacción, Taehyung trató de mantener la calma retirándose lentamente.
—Sshh... —siseó para tranquilizarle—. Tranquilo...
Jungkook soltó su muñeca y bajó la cabeza encogiendo sus hombros. Su jadeo se volvió repetitivo y enfermizo, sorbiendo el aire entre dientes como si sus pulmones y garganta se encontrasen en ascuas. El strigoi lidió contra el sofoco de su garganta, aquella ardiente mano invisible estrangulando sus cuerdas vocales y resecando su lengua, convirtiendo la sobredosis de sentidos abrumados por un simple beso en puro apetito.
Lo que más temió fue que Taehyung observase alguna de sus alteraciones físicas, como unos peligrosos ojos nublados por oscuridad, y las venas oscuras que se formaban alrededor de sus párpados, ensombreciendo su rostro.
No obstante, Taehyung volvió a extender una mano y apartó con afecto unos largos mechones de cabello oscuro hacia atrás, enterrando los dedos cariñosamente tras su nuca y observando su aspecto.
—Eso es, estás haciéndolo —le confortó sin temor—. Soy yo, Jungkook... sé que puedes controlarlo...
El strigoi dominó su respiración poco a poco, escuchando sus palabras. En unos segundos más, aquellas oscuras venas que rodeaban la rasgada forma de sus ojos desaparecieron, sintió que lograba dominar a la fiera y aturdida bestia que yacía en su interior sosteniendo las riendas gracias a su voz. Su garganta comenzó a extinguir las brasas que entrecortaban su respiración y provocaban angustia en su pecho. Y entonces, los dedos del moroi le acariciaron el cabello con suavidad, mientras él retomaba su cordura.
—No pasa nada —añadió Taehyung—. Con calma...
Jungkook sintió su otra mano sobre las suyas, y se sobresaltó apartándolas velozmente a causa del temor a que sus dedos se hubiesen convertido en garras.
—Tranquilo —murmuró el moroi con dulzura, volviendo a agarrar sus dedos—, ya estás conmigo. Ha sido rápido.
El azabache se humedeció los labios, y volvió a mirarle acongojado. No deseaba que Taehyung le viera así, y mucho menos que su reacción le asustara. Sin embargo, el ojiazul observó sus pupilas dilatadas, regresando lentamente a su posición normal y ajustándose al marco plateado de sus bonitos iris de chocolate negro.
— Lo siento —se disculpó Taehyung con la misma suavidad, sin soltarle—. Ha sido mi culpa... no he pensado en ti a tiempo...
Jungkook negó con la cabeza.
—No, no —negó con aflicción—. Yo lo siento. No quiero que me veas así, y pienses que te atacaré de nuevo, yo no...
—Jungkook, ya no tengo miedo, ¿de acuerdo? Te amo —le interrumpió—. Te amo mucho, muchísimo. Y no voy a alejarme de ti porque ahora tengas colmillos, o porque...
—¿Porque quiera arrancarte la yugular? —ironizó el azabache, desviando su rostro.
—Porque estés aprendiendo a controlar tus instintos vampíricos —sentenció el moroi—. Yo nací así, pero tú apenas acabas de recibirlos. Y sabemos que los strigoi están mucho más potenciados.
—Hmnh —asintió con timidez, sin mirarle—. ¿Sabes? Volver a besarte es lo mejor que he hecho en los tres últimos meses de mi vida.
—Huh —musitó Tae con adoración.
El ojiazul sujetó su rostro con las manos clavando las rodillas sobre la cama y besuqueó su mejilla, provocando un rubor en los pómulos del strigoi. Jungkook se zafó de él retirándose ligeramente, pensando que no soportaría aquella fugaz tormenta de besitos.
—T-Tae, por favor...
—Vale, sí —aceptó el moroi soltándole—. Es suficiente.
Jungkook le miró de soslayo con un leve rubor, los ojos azules del moroi se encontraban brillantes, con el anillo colgando de su cuello y los labios sonrosados por el beso. Se había salido con la suya, después de todo. «¿No se salía Taehyung siempre con la suya cuando se trataba de él?».
El strigoi se levantó de la cama antes de que a Taehyung también se le ocurriera pedirle que durmiese con él. No es que no lo deseara, pero no quería tentar más al diablo que ahora se había convertido en su segunda cara.
—Nos vemos más tarde —expresó Jungkook dirigiéndose a la puerta.
—¡Chao, Kookie! —masculló Taehyung felizmente.
Cuando se quedó a solas en el dormitorio, se tumbó boca arriba con el corazón cabalgando en su pecho. Después, agarró el mismo almohadón que antes había abrazado y apretó los párpados decidido a dormir un poco, si es que su felicidad le dejaba hacerlo.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Hoseok, Namjoon y Sihyun llegaron a mediodía a la casa de campo donde se alojaban. Jimin estaba entrenando con Jin antes del almuerzo en los terrenos, y cuando recibieron a los otros tres, se serenaron y reunieron en el salón para hablar de la información que conocían respecto al clan strigoi de la familia Shin.
—Creo que lo más correcto sería abandonar Seúl —dijo Hoseok—. Tenemos un asentamiento a unos kilómetros de aquí, y la mayoría de los supervivientes ya se han marchado del Palace para regresar a Revenant, o a Incheon.
—Creo que regresar a Revenant es lo más correcto —concordó Seokjin.
—¿Es verdad lo del palacio de Sokcho? —dudó Sihyun de brazos cruzados.
—¿Qué palacio? —repitió Namjoon.
—Hay un palacio asiático en Sokcho, en propiedad de la corona nosferatu —explicó Hoseok, cruzándose de piernas—. La ciudad no es muy grande, y su distribución permitiría preparar un asentamiento cerca del templo. Creen que Sokcho podría ser la nueva capital de la comunidad.
—Está muy lejos de aquí —dijo Jungkook.
Todos giraron la cabeza cuando entró en la estancia del salón despreocupadamente. Era la primera vez que Namjoon le veía tras varios meses y tras aquel desagradable incidente que formó parte de su primer encuentro. Sin embargo, el aspecto de Jungkook seguía siendo tan impactante como la última vez. Namjoon supuso que era parte de su encanto strigoi, pues de alguna forma, creía que la raza nocturna debía constar de un atractivo lo suficientemente atrapante como para poder hacerse con su presa con mayor facilidad.
«Miel para las moscas», pensó el moroi. «¿No era genialmente malvada la belleza strigoi? Aunque Jungkook siempre había sido un dhampir atractivo, claro».
—Creo que tomar ese palacio podría ser un buen lugar —añadió el strigoi bajo los iris del resto.
—Ehm, chicos... ¿os importa que Jungkook se quede en la reunión? —sugirió Seokjin cautelosamente—. Él ya lleva bastante bien lo de...
—Qué hijo de puta —exhaló Sihyun interrumpiéndole repentinamente—. Casi no le reconozco. Eh, Kook, ¿cómo van esos colmillos? ¿Te han dejado ya salir a cazar cervatillos?
—¿Cervatillos? —Jungkook esbozó una notable mueca de asco.
—Oh, o sea, que no eres «tan» vegetariano como pensaba —pronunció Sihyun con diversión—. Una lástima, siempre te imaginé chupándole la sangre a una ardilla.
—Caray, tu estupidez sí que es impermutable, Sihyun.
Sihyun soltó unas carcajadas alegres.
—Oye, ahora en serio, ¿qué es lo que hay de distinto en ti? —dudó el dhampir castaño—. Por más que te miro, no logro averiguarlo.
—Te lo dije —suspiró Jimin con desgana desde su asiento—. Está sexy como el infierno. No le mires a los ojos si no quieres empezar a dudar de tu heterosexualidad.
—No sé si sexy es la palabra —debatió Namjoon pasándose una mano por la mandíbula—. Creo que más bien, diría... maduro. Tanto como una roja y dulce manzana.
Jungkook se quedó atónito escuchándoles debatir sobre su aspecto físico, y Seokjin se frotó una sien pensando que estaba rodeado de idiotas.
—¿Podemos centrarnos en lo que hemos venido a debatir? —formuló Hoseok enfatizando su tono.
—Sí, por favor —secundó el dhampir mayor—. Reunamos las neuronas que nos quedan entre los seis.
Jungkook se unió a ellos posicionándose junto a Seokjin. El plan que elaboraron no fue demasiado intrincado; si Ryuk quería ingerir la sangre de Kim Taehyung, lo más correcto sería establecer un horario diurno para sus movilidades, nada de sitios públicos donde hubiese una gran concentración de moroi y dhampir que alertase a los seguimientos del clan de la luna invertida, y hacer ingerir al moroi dosis controladas de verbena.
La verbena para los moroi estaba muy amarga y Taehyung probablemente detestaría el plan, pero al menos mantendría su sangre casi improbable para cualquier strigoi que intentase tomarle.
—Por último —emitió Hoseok con seriedad—, según tengo entendido, el traslado al palacio de Sokcho no estará disponible como mínimo, hasta los meses de verano. Lo cual quiere decir que tenemos un par de meses hasta que el lugar sea un sitio seguro.
—Entonces, iré con vosotros —declaró Jungkook.
Jimin le miró de medio lado.
—Kook, no estoy seguro de que puedas entrar a ese palacio —le dijo su amigo con sinceridad—. No creo que ni siquiera puedas estar allí de manera oficial. Aunque seas Jeon Jungkook, eres...
—Un strigoi —finalizó el azabache.
Seokjin temió que tuviera razón; y es que Jungkook no sólo sería visto como un strigoi, sino como el sexy y peligroso amante del futuro rey moroi.
—Nos las arreglaremos —suspiró Seokjin, pensando en qué otras alternativas podrían tener—. Jungkook fue el único guardián oficial de Kim Taehyung en la comunidad nosferatu, y en Revenant se registraron como pareja. Tal vez el Concejo pudiera darle un pase especial, o no sé...
—Está bien, no os preocupéis —dijo el azabache—. Ese no es el punto ahora.
«Total, si metían a Taehyung en un palacio iba a colarse igual», pensó con irreverencia. «Seguía siendo su prometido, después de todo».
Sihyun rebuscó en un bolso que había sobre el sofá, y se levantó sacando un amuleto.
—Por cierto, tenemos algo más —dijo el joven dhampir, mostrándoles una insignia plateada en forma de estrella de seis puntas, rodeada por un círculo que tocaba cada una de sus aristas, y que colgaba de un cordón negro—. Hyun Bin me lo dio. Me dijo que estaba encantado por los cuatro elementos.
—¿Una estrella de seis puntas soporta cuatro cargas elementales? —dudó Jimin levantándose y extendiendo una mano para sujetar el objeto que resultó frío en sus yemas—. Imposible, las estacas son las únicas con la suficiente capacidad de soportar toda esa magia...
Taehyung llegó al salón frotándose los ojos y escuchando su conversación. Jungkook le acarició con sus pupilas a unos metros, mientras él se mostraba algo fatigado por las pocas horas que había dormido.
—Es la estrella de David —dijo Hoseok, entrecerrando sus ojos violetas—. Una joya legendaria, que Dios sabe cómo habrá acabado en las manos del señor Bin. Ningún strigoi puede tocarla, es muy antigua...
—Jungkook —enunció Sihyun.
Él le ofreció la estrella de David al strigoi y este extendió los dedos para comprobarlo. Sus yemas se quemaron en unas décimas de segundo y retiró la mano rápidamente, comprobando el peligroso resultado sobre su piel. Suerte que su piel se regeneraba rápido.
—¿Eso es para mí? —dudó Taehyung, tras ellos.
Sihyun asintió con la cabeza y se la entregó al moroi. Él lo sostuvo entre sus dedos, observando la plata antigua y renegrida. Nunca había visto una estrella con seis puntas, pero observando la que apuntaba hacia arriba y su gemela, justo hacia el lado contrario, pensó en que la volatilidad de su elemento se dividía en luz y oscuridad como si fueran dos puntas opuestas.
—Su alteza. La antigua magia de la estrella le protegerá de strigoi siempre que la lleve encima —expresó Hoseok, en dirección al ojiazul—. Supongo que funcionará de igual manera con los draugr, ellos también son criaturas plenamente nocturnas. Si hubiéramos tenido la ayuda de ese amuleto antes...
—Entonces, podríamos descartar lo de tomar verbena —racionalizó Taehyung en voz alta, frunciendo los labios—. Odio cómo sabe.
Jimin esbozó una sonrisita en silencio, y Jungkook percibió a través de su vínculo con el moroi, que «no era el único motivo por el que no quería tomar verbena».
En la hora de almuerzo, compartieron una comida juntos y de alguna forma, Jungkook llegó a sentirse muy cálido con su compañía. Jimin llenándose las mejillas de comida, Namjoon con sus comentarios inteligentes y Jin liberando alguna que otra espontánea risita aguda. Sintió que faltaba Yoongi, y si no hubiera pasado casi un año completo, incluso creyó que Mingyu hubiera estado contento entre ellos. Jamás pensó que Sihyun se relacionaría con todos como uno más, y mientras terminaban el almuerzo, él fue a por una bolsa de sangre para servirse.
Taehyung le interceptó en la cocina con un astuto movimiento que les hizo encontrarse a solas. Instantes antes, dejó la estrella de seis puntas sobre uno de los muebles para evitar incidentes con Jungkook.
El azabache le miró de soslayo, percibiendo su aura y respiración en el marco de la puerta.
—¿Quieres? —le ofreció con la bolsa de hemoglobina en la mano.
El moroi asintió levemente y Jungkook rellenó un vaso de cristal de sangre, seguidamente introduciendo una pajita de plástico.
—Nos iremos en un rato —dijo Taehyung con tristeza, siguiéndole con la mirada mientras el otro guardaba la bolsa en un pequeño congelador—. Desearía quedarme aquí...
—No importa —exhaló Jungkook tratando de ocultar su pesar—. Sé que tienes cosas que hacer.
—La próxima vez que venga a verte, te traeré un regalo —se aventuró a decir el moroi felizmente—. Puede que dos.
Jungkook esbozó una lenta sonrisa.
—¿A ti? —pronunció en un flirteo directo—. ¿Por dos?
Taehyung evadió la tormenta de mariposas de su estómago cruzándose de brazos, y quiso decirle qué tenía en mente, pero prefirió dejarle en incertidumbre por si no lograba alguno de sus dos propósitos.
Ante su silencio, el strigoi tomó un trago directamente del vaso olvidando ofrecerle la ración de sangre. No obstante, el ojiazul se acercó a él con los brazos tras su espalda, e inclinando la cabeza, tomó la pajita con los labios y dio un corto sorbo que inundó su boca de un sabor no demasiado complaciente. Su leve mueca de desagrado fue divertida, pero algo menos exagerada que la primera vez que probó la sangre de bolsa frente a él.
El labio inferior del moroi se humedeció con un tibio tono de sangre diluida cuando soltó la pajita relamiéndose y de manera casi inconsciente, Jungkook extendió un dedo y acarició con su pulgar su belfo inferior, limpiando los húmedos restos de sangre. Deslizó el pulgar con una pasmosa suavidad que dejó sin aliento al moroi y después se lo llevó a su propia boca, relamiendo la yema discretamente.
Su gesto fue tan íntimo e inesperado, que Taehyung se ruborizó inevitablemente. Su corazón martilleó su esófago, lanzándole el fugaz planteamiento de que nunca había pensado en cómo sería compartir un proveedor o huésped con Jungkook. Entre vampiros, morderse era algo de pura índole sexual. Incluso ahora que era strigoi, se preguntó qué sentiría si Jungkook le mordiese tal y como él le había mordido las veces que tuvieron relaciones íntimas.
—Estarás bien, ¿verdad? —masculló Jungkook con suavidad, ajeno a la repentina oleada de perversión de su compañero.
—Sí —contestó desviando su rostro de ojos vidriosos y pómulos encendidos.
Jungkook se apoyó en la encimera, observando su perfil.
—Quédate siempre con Jimin, y no salgas por la noche, ¿de acuerdo? —le recomendó el azabache de forma protectora—. ¿Me prometes que te cuidarás?
—Sí, prometido.
El moroi afirmó que sería todo lo prudente posible, ambos se quedaron estáticos en su sitio, con ese muro invisible que les sugería mantener las distancias por el momento a pesar de la ansiedad por abrazarse.
—Iré a verte —murmuró el strigoi pasando por su lado.
Taehyung giró la cabeza con los labios entreabiertos.
—¿C-cómo?
Los rasgados párpados de Jungkook se entrecerraron.
—Sabes muy bien cómo —dijo en voz baja, aludiendo a su previo y apasionado encuentro onírico.
El moroi bajó la cabeza y se mordisqueó el labio. Puede que aquello sólo fuese la sombra de lo que los dos sentían, pero conocer las utilidades de su vínculo mientras no podían estar juntos era más que agradable, y que Jungkook le prometiese que utilizaría aquel rasgo único que compartían le hizo sentirse feliz y cálido.
Esa tarde, el grupo formado por los tres moroi y dos dhampir se marchó de la antigua casa dejando a solas a Seokjin y Jungkook. El viaje les llevó al asentamiento de la comunidad, también ubicado en el exterior de la región de Seúl.
Junto a los campos exteriores, Taehyung visitó las caballerías y pudo ver y acariciar a Medianoche, recibió una cantidad ingesta de solicitudes para que bendijese nacimientos de moroi y dhampir y también parejas que contraerían matrimonio (por desgracia, se vio obligado a rechazar sus encuentros para mantener un perfil bajo). Tras un acuerdo del Concejo, se hospedó en una casa de estilo asiático tradicional en compañía de Jimin y Namjoon, así como de algunos dhampir de servicio.
Esos días, escuchó a la guardia formada por dhampir y moroi renegados organizarse para realizar patrullas por la región y evitar la propagación de draugr.
—Os digo que los hombres lobo quieren cooperar —escuchó Taehyung deteniéndose en el pasillo.
—¿Licántropos? —dudó el coronel.
—No sé si los soldados nosferatu estarán de acuerdo en confraternizar con esa especie —dijo una moroi de servicio—, son todo lo opuesto a nosotros.
—Ellos también han sufrido ataques, los draugr se están repartiendo por la región, en busca del heredero...
—Necesitamos una mano extra, tras las bajas que se han producido este último año, cada vez somos menos —insistió otro joven dhampir—. Ellos podrían encargarse de los poblados que hay en la frontera con la región.
—Está bien... les enviaré el mensaje, pero no aseguramos su colaboración.
Taehyung salió de la casa y se sentó en uno de los porches de madera con un pequeño librito sobre encantamientos mágicos que le prestó Hoseok tras una de sus peticiones. Lo dejó sobre sus muslos, y abrazó sus piernas mirando el oscuro horizonte campestre bajo la luna.
Un rato después, cuando dejó de escuchar voces por la casa en la que se alojaba, se apoyó contra una de las columnas y agradeció la lámpara de aceite que le proporcionó la escasa luz dorada que iluminó el resto de las páginas de su lectura sobre encantamientos. No sabía cómo llevaría a cabo lo que había planeado, pero ya le había pedido a Hoseok que le trajera joyas (de cualquier tipo), a lo que él sólo arqueó una ceja y le preguntó educadamente a qué venía su afán por ellas.
No le quiso adelantar su plan hasta que todos volviesen a estar reunidos, pero eran más de las doce de la noche cuando aún se encontraba en el porche y la luz de la lámpara comenzaba a extinguirse lentamente. Taehyung extendió los dedos y avivó la llama con su propia magia, consiguiendo una luz mucho más blanca y pura. Agarró la lámpara levantándose, y Jimin atravesó la puerta que daba al porche encontrándole.
—Aquí estás —dijo el dhampir—. Hoseok acaba de llegar, vamos.
El moroi dejó la lámpara en la pesada mesa exterior y le siguió con el tomo en la mano. Namjoon y Hoseok se encontraban en el salón de estilo tradicional, donde el moroi de iris violetas depositaba una bolsa de tela sobre la mesa con Namjoon inclinándose para ver su contenido de cerca.
Yoongi se encendió un cigarro junto a la ventana, mirándoles como si estuvieran mal de la cabeza.
—¿Cuánto has traído? —dudó Namjoon.
—Hay de todo, sortijas, colgantes, gemas... —Hoseok encontró a Taehyung con la mirada e inclinó la cabeza cortésmente—. Su alteza, ya puede montar un mercadillo con todo lo que he traído. Más que un viajero, creo que han pensado que era un saqueador.
—¿Mercadillo? —ironizó Yoongi con voz grave—. Yo diría una joyería. Si vendiese eso, no tendría que volver a trabajar en el Busan Chicken Express el resto de mi vida.
Jung Hoseok extendió la tela con su contenido sobre la mesa, y colocó las joyas algo desperdigadas para que pudiera echarle un ojo por encima.
Taehyung se aproximó a la mesa y contempló las diferentes piedras naturales de las joyas; metales empuñando el rojo espinela y cuarzo blanquecino, el pacífico verde de la jadeíta, las líneas curvas del ágata en forma de ojo, el dorado y llamativo citrino, y el negro de la turmalina y obsidiana.
—Son piedras puras, como me pediste —dijo Hoseok.
—Son geniales —manifestó Taehyung tomando uno de los anillos de obsidiana entre sus dedos—. Tal vez pueda encantar alguno de estos.
—Espera, ¿vas a encantar anillos? —emitió Yoongi.
El moroi soltó la joya y se dirigió a ellos con decisión.
—Escuchadme, quiero probar algo —anunció Taehyung, apoyando las manos sobre la tela donde se encontraban todas las joyas repartidas—. Esto sólo es una suposición, pero, el espíritu puede hacer cualquier cosa, ¿verdad?
Jimin, Namjoon, Hoseok y Yoongi le escucharon atentamente cuando procedió a expresar su idea.
—Es un elemento desconocido, y jamás se han encantado armas o amuletos con él —les contó—. Pero yo encanté una piedra lunar hace tiempo. Con ella logré emerger a Jungkook entre las sombras, como un foco de luz invisible.
—Yo lo vi hacerlo —dijo el humano de fondo, apuntándose el tanto—. Fue decepcionantemente sencillo.
—Fue una idea muy astuta, me pregunto si tu instinto llevó a explorar tu elemento para ayudarle —consideró Namjoon tomando una silla como asiento y cruzando elegantemente las piernas.
—Bien, pues, me preguntaba si... —prosiguió Taehyung lentamente—, podría lograr encantar otro amuleto para que absorbiese la luz en vez de emitirla. Si probase con otra piedra lunar, creo que lograría el mismo efecto: la luna refleja la luz, pero yo quiero crear un espejo reflectante, un escudo, una capucha de la misma.
—Espera, espera, ¿qué? —interrumpió Jimin abriendo la boca—. ¿Estás diciendo que crees que puedes crear un amuleto que proteja de la luz a Jungkook?
Yoongi pestañeo sin llegar a comprenderlo, y Namjoon y Hoseok se vieron sorprendidos.
—No puedes ir en serio —declaró Namjoon.
—Es una idea... brillante... —murmuró Hoseok frotándose la mandíbula con una mano—. ¿Cómo diablos se te ha ocurrido algo así?
—Oh sí, es súper brillante saber que un strigoi podría llegar a caminar bajo el sol gracias a un amuleto y después matarnos a todos —gruñó Yoongi—, ¡magnífico! ¡me muero por vivir la experiencia!
Jimin compartió una mirada cómplice con él, y no pudo evitar liberar un carcajeo leve.
—Sólo sería para Jungkook —dijo Taehyung—. Quiero protegerle, cuando él deje de ser un neo strigoi y sea libre, su compañía nos ayudará. Es veloz, fuerte, uno de los mejores guerreros que conozco y vosotros conocéis, y... le necesitamos.
Todos se quedaron en silencio, valorando profundamente sus palabras.
—Estoy de acuerdo —expresó Jimin, apoyando su idea—. La luz es lo único que podría delimitar sus capacidades.
Taehyung miró a los otros dos moroi y esperó su opinión pacientemente.
—Está bien, yo también apoyo la moción —habló Namjoon, observándole desde su asiento—. Es una idea muy buena, pero no significa que vayas a lograrlo. Quiero decir, estás hablando de crear un encantamiento que escude a un strigoi de la luz del astro más potente que hay en nuestro cielo, ¿crees que podrás lograr algo como eso?
—Lo intentaré —afirmó el ojiazul cruzándose de brazos—. Por eso necesitaba distintos tipos de joyas, alguna de esas piedras funcionará, digo yo.
El moroi mayor suspiró profundamente y clavó sus iris violetas en el príncipe moroi.
—Debemos mantener esto en secreto, nadie más que nosotros debe conocer la existencia de ese amuleto, si es que su alteza llega a encantarlo —expresó Hoseok con seriedad, antes de unirse—. Y si quiere que el encantamiento salga bien, iremos a una zona natural; tenemos suerte de que todo lo que nos rodea sean campos y arboledas —continuó, tomando el mando de su salida—. Lo más correcto sería salir antes del atardecer, tal vez le sea útil utilizar la luz solar para crear el efecto reflector que desea. Tomaremos unas capuchas y saldremos mañana unas horas antes del atardecer, ¿alguna objeción?
Todo el mundo pareció estar de acuerdo, y asintieron aceptando su liderazgo.
—¿Puedo llevarme unas patatas fritas? —dudó Yoongi con un gesto despreocupado.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Al día siguiente, Namjoon tuvo que cargar con una vara de madera picuda y una bandolera llena de velas blancas. Hoseok se llevó una bolsa holgada de joyas colgada al hombro, y Jimin les acompañó armado hasta los dientes. El dhampir le pidió a Yoongi que se quedase en la casa debido a que los bosques no eran muy seguros desde hacía algún tiempo.
Con una puesta de sol cercana y las capuchas sobre las cabezas, buscaron una arboleda lo suficientemente lejana y se asentaron en un pequeño claro llano donde se prepararon para el encantamiento. Hoseok dibujó un pentáculo enorme en el suelo con la vara de madera, y Namjoon y Taehyung colocaron las velas alrededor del círculo.
Jimin sacó un encendedor de su bolsillo que había tomado prestado de Yoongi, sin embargo, Taehyung lo rechazó y extendió una mano en su dirección decidido a encenderlas con su elemento. Inspiró profundamente y se concentró en la multitud de velas que rodeaban el pentáculo mientras Hoseok dejaba las joyas en un pañuelo que extendió sobre el suelo. En cuestión de unos segundos, Jimin pudo verlo; el moroi liberó una chispa blanca que prendió las velas y alzó sus llamas con un fuego fatuo.
Miró a Taehyung de soslayo y percibió que se sentía satisfecho.
—Creo que está todo —dijo Hoseok observando a los muchachos—. Ahora viene su parte, alteza.
Taehyung se acuclilló junto a las joyas bien colocadas y tomó un colgante con una piedra rojiza entre sus dedos. Se desplazó pasando por encima del círculo de velas y se colocó en el centro del pentáculo. Desde ahí fuera, parecía una especie de hermoso mago encapuchado. El atardecer coronaba el cielo en el horizonte más distante, bajo sus ahogados rayos rojizos y con un bronce anaranjado que planeaba marcharse.
Él cerró los ojos frente a los compañeros moroi, mientras sentía a Jimin alejándose para patrullar distraídamente por la periferia, mirándoles a unos metros sin perderse detalle.
El moroi se tomó unos instantes para relajarse y concentrarse, apretó la piedra rojiza entre sus dedos y sintió la carga neutra del mineral. Percibió las hojas de los árboles de altos troncos zumbando en sus oídos junto al silbido del viento, y el vuelo de las aves que sobrevolaron las ramas más altas buscando sus nidos antes de que la escasa luz solar pereciese. Sintió la vibración del fuego que había encendido en la mecha de cada vela, y en el fondo de su alma y esencia, su propio elemento latente enlazándose en su voluntad.
Taehyung lo intuyó en la punta de sus dedos, como una energía cósmica que representaba su propia llama mágica, poderosa y natural. Liberó la energía para crear un reflector solar, un escudo invisible e inagotable contra el poderoso astro que hasta a él mismo le hacía enfermar, y entonces, la piedra se deshizo entre sus dedos como el polvo de diamantes. Él abrió los ojos y dejó escapar su aliento. Acarició el polvo mineral entre sus dedos, permitiendo que el viento se lo llevara con cierta decepción.
—Demasiado débil —consideró Taehyung sobre la piedra—. No ha soportado mi magia.
Namjoon eligió un anillo de obsidiana y se lo ofreció cortésmente a Taehyung sin entrar en el pentáculo.
—Prueba con este —dijo.
El moroi repitió el proceso de la misma forma, logrando despertar su magia mucho antes. No obstante, la obsidiana se fracturó, el citrino se fundió sobre su montura de acero y otras tantas piedras naturales se estropearon sin ningún resultado.
—No funciona —musitó el ojiazul con desilusión—. ¿Qué piedras estamos utilizando? ¿Nos queda otra distinta?
—Pensé que esa última funcionaría... —mencionó Namjoon con las manos guardadas en los bolsillos bajo su capa—. Creo que sólo nos quedaba la turmalina, y la acabas de partir en pedazos. Pero por un segundo, creí que se estaba iluminando.
Jimin se acercó al grupo mordisqueándose el labio.
—Oye, Tae —dijo el dhampir deteniendo su conversación—. Disculpad que me entrometa, pero, ¿por qué no pruebas con algo que no sean piedras naturales o gemas? ¿No has pensado en las piedras preciosas? Tienen un mayor valor por algo, ¿no?
—Porque la piedra lunar era una piedra natural —contestó Namjoon usando la fría lógica.
—No, no, tiene razón —intervino Taehyung—. No tenemos ninguna piedra preciosa.
—Oh, culpa mía —liberó Hoseok sarcásticamente, girando la cabeza en dirección a Jimin—. ¿Por qué no se me habría ocurrido antes traer una montaña de rubíes, diamantes y zafiros para que los convirtiese en polvo?
Jimin puso los brazos como jarra frente al señor Jung.
—Qué gracioso eres, ja, ja —soltó con voz aguda.
—Puedes probar con tu anillo de compromiso —dijo Namjoon.
—Pero...
Taehyung se llevó una mano al pecho donde la joya colgaba bajo su capa. Pensó en que era demasiado importante para él como para destrozar ese anillo, e inmediatamente, Hoseok sugirió una idea distinta adelantándose al resto.
Él se acercó al círculo quitándose un grueso anillo de la mano.
—Prueba con este —sugirió, ofreciéndoselo—. Es un zafiro estrella.
—¿Qué es eso? —formuló Jimin.
Hoseok le miró de medio lado.
—En la antigüedad, estaba considerado como un poderoso talismán que guiaba a los viajeros y buscadores cuando se perdían en los parajes áridos —explicó con solemnidad—. Mi familia ha sido nómada durante siglos, conocí a Luka en uno de mis viajes a la isla de Japón.
El dhampir formó un canuto con sus labios a modo de asombro. Namjoon recordó fugazmente una de sus clases de gemología en Incheon, en la que vieron de pasada lo difícil que era el encontrar un zafiro estrella en el siglo veintiuno. Se consideraba una piedra preciosa popular entre los varones y magos de siglos previos, pues contenían una serie de inclusiones inusuales similares a diminutas agujas insertadas en el interior, que se alineaban e intersectaban entre sí produciendo un fenómeno conocido como asterismo. Es decir, el zafiro contenía una inusual estrella insertada en el centro.
Taehyung tomó la joya entre sus dedos valorando el peso de la montura de acero oscuro. El zafiro estaba abrazado por la forma de una media luna plateada en su engarce, y sus iris reaccionaron de forma especial al observar la fina estrella que yacía incrustada en el centro de la piedra preciosa.
—Es... una reliquia de mi familia que ha pasado de generación en generación... —musitó Hoseok con cierto pudor—. No la destruya, por favor.
El príncipe moroi levantó la cabeza y volvió a mirarle con compasión.
—No sé si debería hacerlo —titubeó—. ¿Y si...?
Hoseok se cruzó de brazos alejándose del círculo.
—Es eso o su anillo de compromiso —le avisó—. Así que será mejor que funcione.
—Haz una cosa —manifestó Jimin felizmente—: Intenta recordar a todos los ancestros de la familia Jung que han llevado ese anillo puesto, y que ahora se echan las manos a la cabeza viendo lo que estás a punto de hacer —bromeó guiñándole un ojo—. Creo que te motivará un poco.
Hoseok estuvo a punto de sacudirle como si fuera un monigote, y Jimin soltó una risita divertida. El ojiazul exhaló y se posicionó serenamente en el centro del pentáculo, apelando a su concentración.
Necesitó unos segundos para concentrarse por completo y aislar el mundo que le rodeaba. Cerró los ojos y sintió su llama interna y la esencia del zafiro estrella en su mano. Namjoon se mantuvo en silencio y pronto, tanto Hoseok como Jimin permanecieron tan atentos que creyeron que el bosque dejó de respirar para escuchar al quinto elemento.
El sol estaba a punto de extinguirse en el horizonte, y el pentáculo grabado en el suelo de tierra se volvió lúgubre bajo el titileo de las velas blancas. Sus llamas oscilaron y crecieron lentamente volviéndose tan brillantes que los moroi se vieron obligados a apartar su mirada para no cegarse. Jimin fue el único que resistió con unos iris castaños y párpados entrecerrados más una de sus manos tratando de cubrir el fulgor del pentáculo, sin apartar su atención de Taehyung. En unos segundos más, las llamas se elevaron y se ahogaron inesperadamente con una llamarada azulada que fue absorbida por el anillo. Las velas se apagaron conjuntamente, el sol desapareció tras los verdosos y altos árboles del horizonte, y el cielo se tornó en una acuarela de colores índigos que dieron paso a los primeros parpadeos de lejanos astros estelares.
Namjoon volvió a mirar al moroi tras unos pestañeos que le mostró la penumbra del bosque en esa arboleda.
—¿Qué ha sido eso...? —jadeó el peliblanco lentamente.
Hoseok avanzó hacia el círculo, deteniéndose con los ojos muy abiertos.
—¿Ya está? —preguntó lleno de curiosidad—. ¿¡Ha funcionado!?
Taehyung abrió los párpados y sus tres compañeros detectaron un suave resplandor en sus iris claros apagándose fugazmente. Él se preguntó lo mismo sin decir nada, bajó la cabeza abriendo el puño donde apretaba el anillo y descubrió el suave fulgor de la estrella incrustada en el grueso zafiro.
Era casi imperceptible, un tenue brillo que sólo podía discernirse del cielo en la absoluta oscuridad, como el plateado eclipse que rodeaba las pupilas de Jungkook.
—Creo que sí —masculló Taehyung asombrándose de su logro.
Jimin pasó por encima de las velas y entró al pentáculo para verlo de cerca. Era precioso, mágico y probablemente el primer amuleto solar que había sido creado en la historia. El dhampir exhaló una sonrisa orgullosa, y estrechó su hombro con una mano, compartiendo una significativa mirada con su amigo.
—¿Cómo te sientes? —preguntó con emoción.
—Estoy bien —respondió Taehyung, cerrando los dedos alrededor de la joya—. Más que bien.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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