Capítulo 11
Capítulo 11. Paseo nocturno
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Jungkook se puso una cazadora de cuero sobre la camiseta negra y se detuvo frente al espejo tras peinarse el cabello con unos dedos. Allí estaba, planeando su escapada amorosa contra todos los parámetros mentales que se había establecido para comportarse cuando estuviese con Kim Taehyung. No sabía si se trataba de su instinto strigoi, lo irreverente que se había vuelto aquellas últimas semanas, o que simplemente estaba enamorado hasta volverse un insolente, pero, cuando reflexionó sobre que estaba a punto de llevarse consigo al príncipe moroi y futuro rey de la nueva sociedad en reconstrucción, le pareció completamente razonable y justificado cometer un acto tan impulsivo.
Él siempre había pensado que podía llevarse a Taehyung hasta la luna y mantener su seguridad como si estuviese envuelto entre unas alas de algodón. ¿Por qué iba a pensar lo contrario siendo strigoi?
Tras anudarse las botas, se armó con las armas de acero y plata que guardaba desde que salió con el clan de Yul a cazar draugr. Guardó una fina daga en su chaqueta, un puñal en su cinturón y encontró entre sus antiguas cosas la daga de hielo que una vez le perteneció y que Seokjin le había devuelto.
Salió del dormitorio cuando Seokjin llevaba un buen rato durmiendo. Si se concentraba, podía escucharle en una especie de leve ronquido sumido en su habitación. Él avanzó por el rellano y desde la barandilla, vio a Taehyung en la escalera.
El moroi se giró para mirarle con un semblante circunspecto. Ojos claros, blusa negra sobre una fina chaqueta con capucha y mangas de cuero, de esas que utilizaban los dhampir y moroi de Revenant cuando salían en formación, y la misma que le regaló Freyja.
Él bajó cuidadosamente la escalera, con un paso desgarbado y una sonrisita dibujada en su rostro.
—Vamos —murmuró ofreciéndole su mano.
Taehyung se quedó embobado con la felicidad que parecía rebosar en el pelinegro. Tomó su mano y estrechó sus dedos como si el puzzle de sus manos encajasen a la perfección. El strigoi tiró de él con gentileza y sigilo comprobando que llevaba todo en sus bolsillos con la mano libre.
Estrechar los dedos de Jungkook era como volver a respirar, y cuando atravesaron la puerta silenciosamente abandonando la casa en plena madrugada, se sintió hechizado por volver a vivir esa sensación que le hacía sentirse feliz. Todo se quedaba allí atrás, el motivo por el que habían ido a visitar la casa, los asuntos políticos de la cumbre que recaían sobre sus hombros y cualquier otra norma u obligación que dictase lo que deberían estar haciendo en contra de lo que deseaban realmente hacer.
En ese momento sólo eran Taehyung y Jungkook de nuevo, actuando por sí mismos.
Con el paso de los minutos abandonaron el camino y se acercaron a la linde del bosque bajo el estrellado cielo nocturno.
—¿A dónde vamos? —preguntó el moroi con curiosidad.
—A Lang, pero antes, pasaremos por aquí —señaló el pelinegro con firmeza.
—¿Por el bosque? —Taehyung levantó las cejas—. Oh.
Jungkook se mordisqueó el labio con cierta diversión.
—No te preocupes, no hay gran cosa —dijo para su tranquilidad—. Sólo un arroyo que quiero que veas.
Su dedo pulgar acarició el dorso de su mano mientras caminaban, y Taehyung se sintió distraído por la caricia de sus yemas. Su mano era cálida sobre la suya, y aunque su temperatura fuese diferente que cuando era dhampir, se preguntó cómo era posible que su mano entibiase la suya, mientras que guardaba la otra sintiendo los dedos fríos por la fresca noche.
Atravesaron una arboleda llana y repleta de altos troncos que se apretaban bajo las sombras de unas altas copas. En el silencio de sus pisadas y el sonido de un arroyo cercano, Jungkook le miró de medio lado mientras Taehyung se preocupaba por pisar bien el suelo.
—Ese es —indicó con la barbilla, volviendo a posar sus iris sobre él.
Taehyung y él se detuvieron para observarlo. Tras un frío invierno, el musgo estaba creciendo y recubriendo los afluentes del arroyo, así como enriqueciendo las plantas y flores silvestres que crecían alrededor. El moroi se fijó en unos bonitos capullos blancos y cerrados, y dio unos pasos más tirando de la mano de Jungkook para inclinarse sobre ellos.
Extendió los dedos y con un roce de sus yemas las flores se abrieron dando paso a una espectacular flor de pétalos afilados con destellos azules y púrpuras provocados por la luz lunar. Parecías pétalos de plata bajo aquel manto nocturno y el moroi no pudo evitar compararlo con el brillo del halo plateado que ahora rodeaba las pupilas de Jungkook.
—Oh, vaya —el strigoi entrecerró los ojos observando su belleza—. ¿Qué flor es esa?
Taehyung arrancó un hermoso tallo oscuro y se incorporó sujetándolo en la mano.
—Esmeraldo —dijo—. Sólo crece bajo la luna y cerca de los arroyos abundantes y agitados. Necesita mucha agua dulce, porque crece en las condiciones más difíciles.
Jungkook la tomó acariciando con sus dedos los de su compañero, y después comprobó su belleza unos instantes encontrando mentalmente un lugar donde colocarla. Soltó la mano de Tae para acortar el tallo de un tirón, y seguidamente se inclinó cerca de él para colocarla entre unos mechones sobre su oreja.
—Qué vida tan complicada para una flor —comentó Jungkook.
«¿No era todo lo hermoso complicado?», pensó el moroi sin llegar a pronunciarlo.
Taehyung extendió sus dedos, reparando en que Jungkook llevaba el broche de la flor de Tigridia bajo una de las mangas de su cazadora de cuero. La tocó levemente y elevó sus iris hasta los del strigoi, sintiendo aquella atracción gravitatoria entre ellos.
—¿Qué piensas?
El moroi esbozó una lenta sonrisa.
—¿Por qué no lo averiguas? ¿No eras tú el que tenía acceso a mi mente?
—Intento concederte el don de la privacidad —respondió su compañero mordiéndose un lado de su labio inferior—. Pero si estás desafiándome...
Taehyung retrocedió unos pasos con un repentino rostro juguetón.
—Juguemos a algo —propuso elevando su voz.
Jungkook se quedó quieto y le vio echar a correr. Él le siguió con una mirada incrédula. «¿De verdad quería repetir aquel juego?».
—Ya no estamos en la academia, Tae —exclamó Jungkook estirando el cuello sin lograr verle—. Tampoco en los jardines de palacio.
Si algo se le daba bien a Jungkook, era encontrarle. Sólo debía tirar del lazo que les unía para saber hacia dónde orientar sus pasos; y eso era algo que sabía hacer con los ojos cerrados. Pero por una vez, dio de lado al vínculo y utilizó sus instintos strigoi permitiendo que se liberaran en la oscuridad del bosque. Se sintió divertido inspirando profundamente el aroma de un bosque musgoso, la humedad del arroyo y la tierra, y la pacífica noche envolviéndole. Nada de eso disfrazó el aroma de moroi, y habiendo olisqueado a Taehyung horas antes, sentía que la esencia de su amado era perfectamente rastreable.
Él se movió sin prisas, deslizando sus magníficas pupilas en todas las direcciones. Su agudo oído le hizo percibir la respiración de su compañero y el sonido de unos pasos ocultándose tras unos árboles. Jungkook intentó cazarle como un fino depredador. Le atraparía sin que Taehyung ni siquiera le esperase.
Ajeno a todo eso, el moroi se agachó tras el tronco de un árbol y volvió a asomarse para comprobar dónde estaba el azabache. Había desaparecido por completo, y de un momento a otro, Taehyung creyó que Jungkook se había despistado.
Se levantó y salió de su refugio con sus grandes ojos rasgados muy abiertos. Comenzó a caminar buscándole y preocupándose por estar en un bosque tan tarde.
—¿K-Kookie?
Por un segundo, llegó a sentirse tan asustado que abrazó sus propios brazos con un leve temblor en su tórax. Inesperadamente, escuchó un corto ruido y algo fugaz atravesó el viento llegando hasta él.
Taehyung soltó un breve grito, pero lo único que le ocurrió fue un agarrón de su cintura desde su espalda por parte de los dos brazos de Jungkook. Él exhaló una risita maléfica sobre su hombro y el moroi se quejó como un cachorro. A veces se le hacía increíble que Taehyung fuese un vampiro y tuviese el elemento más poderoso del mundo.
—¿Te he asustado? —preguntó juguetonamente, con un roce de labios en su mejilla—. Cuánto lo siento.
—N-no tiene gracia, ¡idiota! —maldijo Taehyung con dulzura—. Ahg.
A pesar de su enfurruñamiento, no se vio con el ánimo de liberarse de sus brazos y mucho menos se le pasó por la cabeza intentarlo.
Los brazos de Jungkook ascendieron por su cintura hasta sus hombros y pecho, y le estrecharon con una asombrosa delicadeza como si temiese fracturar algo frágil. Su mejilla y la del azabache se unieron, y el corazón de Taehyung palpitó con la fuerza de un oleaje.
Aquel suave y primer abrazo que Jungkook le proporcionó, le hizo sentir toda su delicadeza y afecto. Y el strigoi se sintió satisfecho por poder hacerlo sin sentirse como un peligro para el ojiazul y se mantuvo así durante unos minutos, lidiando con el resto de sus instintos palpitando en sus encías.
—¿Por qué eres tan cálido? —preguntó Taehyung en voz baja.
—¿Hmnh?
—Me refiero a... tus manos, tus brazos... tú... —valoró lentamente—. Pensé que los strigoi eran fríos.
—Mis manos sólo están calientes para ti —murmuró Jungkook tras su oreja.
Su susurro erizó el vello de su nuca, mientras sus brazos se deslizaban suavemente hasta soltarle. Taehyung se volteó levemente para mirarle, con un suave rubor en sus pómulos.
—Mi organismo se adapta fácilmente las temperaturas y busca lo más óptimo para mí. Supongo que reacciona así, como método de cortejo —agregó el strigoi, ofreciéndole una mano—. Vamos, no quiero que tengas frío.
—¿C-cortejo? —dudó el ojiazul tomando su mano—. ¿Y-ya nos vamos?
Jungkook asintió con la cabeza, pero Taehyung le detuvo con cierta insistencia para que se quedaran. Quería buscar algún lado para ver el cielo con él, y quizá, jugar un poco más «sin hacer trampas».
El azabache esbozó una sonrisa divertida, pasó un brazo por encima de sus hombros y negó su bonito plan razonando entre toda esa rebeldía que compartían, que no podía olvidar que unas semanas antes habían peinado parte del bosque del este de Lang por el ataque de algunos draugr a la comunidad humana.
Él y el moroi salieron del bosque dirigiéndose al poblado humano de vida nocturna y serpenteantes calles. Le llevó al club espectro esperando sorprenderle con aquel lugar. Kitsch abrió la puerta y clavó sus iris sobre el moroi dudando de la raza del acompañante de Jungkook.
Pensó que no era difícil de averiguar; aquel chico de ojos claros no era strigoi por la falta de halos en sus ojos. Tampoco dhampir, pues dudaba muchísimo que pudiera serlo alguien tan delgado, de piernas largas y curvas suaves (por no mencionar que iba desarmado). Finalmente, algo le dijo que su inhabitual belleza y facciones alargadas descartaba la posibilidad de ser un humano.
Los ojos de Jungkook se clavaron sobre él, y su mano se agarró a la del moroi en señal protectora.
—Es mi pareja, Kitsch —dijo el strigoi con voz grave—. No es necesario registrarle, no lleva nada encima.
Kitsch señaló con la cabeza para que pasasen. «¿Moroi en un club espectro? Jungkook debía estar mal de la cabeza», pensó el hombre dhampir.
—Pórtate bien —le recomendó con su habitual seriedad.
Jungkook tiró gentilmente de Tae y ambos bajaron la escalera de terciopelo de camino a la planta inferior donde se encontraba el club. La música de ambiente llegó a sus oídos, así como las voces de distintas conversaciones, risas, aroma a alcohol y otras bebidas.
—No te alteres, casi todos son strigoi ahí abajo —musitó el azabache bajando los peldaños.
Taehyung se tensó cuando descendieron y sus pupilas encontraron a más de una docena de strigoi tomando una copa en las mesas, bailando despreocupadamente, y confraternizando con otros. La luz era leve, con unas zonas de oscuridad y otras iluminadas por clásicos carteles de neón.
«¿Qué diablos era aquel lugar?», se preguntó con nerviosismo.
Los ojos de una chica con halos carmesíes se posaron sobre los suyos, y Taehyung desvió la mirada con incomodidad y cierto temor creciendo en su pecho.
Jungkook percibió los rápidos latidos de su corazón y el cambio de su respiración. Le miró de soslayo advirtiendo su inevitable ansiedad por estar rodeado de un puñado de strigoi, por lo que le atrajo desde su mano y volvió a deslizar un brazo por encima de sus hombros atrayéndole hacia él mientras caminaban hacia la barra.
Se lo llevó a una de las esquinas de la barra y apoyó un codo sobre ésta, mirándole por encima de esos pocos centímetros de altura que les diferenciaban.
—¿Estás asustado? —murmuró con una leve sonrisa dibujándose en la comisura de sus labios—. Aquí también hay humanos, Tae. Mira, ese de allí... y, juraría que esa chica que acaba de pasar con el Martini.
Taehyung la siguió con la mirada, y seguidamente volvió a posar sus iris claros sobre los de Jungkook con un pestañeo curioso. Sus tiernos labios entreabiertos le hicieron saber lo sorprendido que se encontraba.
—¿El de la puerta era dhampir?
—Sí, el camarero también lo es —contestó manteniéndole bajo su brazo.
El moroi volteó la cabeza para mirarlo. Supuso que lo era por la anchura de sus hombros y ojos castaños. Sus iris se deslizaron más allá de la barra, volviendo a curiosear las mesas donde algunos strigoi se sentaban. Todos tenían la piel especialmente blanca y pálida, llamativos halos de colores rodeando sus pupilas, y una presencia sombría y preocupantemente atractiva en comparación a los strigoi que en muchas otras ocasiones les atacaron cuando aún huían de la comunidad nosferatu.
Comenzó a tranquilizarse lentamente detectando que nadie parecía mirarle. Jungkook levantó un dedo y se pidió un vodka con hielo y limón, ordenó un cóctel de sandía y menta escarchada para Taehyung recordando que él generalmente rechazaba las bebidas alcohólicas.
—¿Tienes amigos aquí...? —dudó Taehyung en voz baja.
Jungkook le miró con cierta diversión. Casi parecía que le estaba preguntando si tenía amigos pertenecientes a una mafia suburbana muy peligrosa. Y técnicamente, lo eran.
—No son amigos —corrigió Jungkook—. Son... ¿conocidos? ¿colegas?
Taehyung soltó una carcajada silenciosa mucho más relajado. Ambos recibieron su bebida sobre la barra, y Jungkook liberó sus hombros de su brazo concediéndole algo de espacio personal e instándole a que tomase un taburete.
El azabache se sentó a su lado tomando un sorbo de vodka helado y observando el rostro del moroi algo distraído. Sus iris oscuros se deslizaron por la forma de su mandíbula y cuello desobedientemente. Se posaron en la base del cuello de su blusa negra, donde percibieron el ligero destello de un cordón dorado que se enterraba bajo la prenda.
—Tengo algo que contarte.
Las palabras de Taehyung le distrajeron lo suficiente como para apartar la ansiedad que le causaba el cuello de su blusa.
—En la cumbre —procedió el moroi—, Freyja y Nira se reencontraron.
Jungkook se quedó sin aliento unas décimas de segundo, bajó la cabeza fijando sus pupilas en el vidrio donde el líquido y el hielo se mezclaban con una rodaja verdosa de ácido limón.
—¿Después de tantos años...?
—Por suerte, salieron con vida del ataque —continuó Taehyung sumido en sus pensamientos—. Me apuesto a que hubieras adorado verlas juntas. Es tan increíble saber que son tu familia... me siento feliz porque por fin tengas esos vínculos filiales con alguien —confesó en voz baja—. Siempre pensaste que no tenías familia, pero no es así, Jungkook.
El azabache se sintió melancólico, y pensó que, trágicamente, ahora era Taehyung el que no tenía ningún otro lazo de sangre.
—Hay personas que te aman tanto, que a veces me he sentido como un usurpador creyendo que yo era el único que merecía ser correspondido por ti.
Jungkook levantó la cabeza con cierto asombro.
«¿Él había sentido ese tipo de recelo por otras personas?», pensó fugazmente. «A veces había creído que Taehyung era tan inalcanzable para él, que obviaba todas sus inseguridades respecto a sus sentimientos».
—N-no lo digo de forma tóxica, claro —reconoció el moroi excusándose levemente—. Pero cuando supe que Freyja era tu madre... no pude evitar sentirme enojado porque te hubiese abandonado. Sé que la has perdonado y lo respeto, eso habla de tu madurez —prosiguió con sensatez—. Es irónico, porque si ella hubiese regresado a por ti para sacarte de la comunidad nosferatu o incluso cuando vivías con humanos cuando sólo eras un niño, jamás te hubiera tenido a mi lado. Dime, ¿qué hubiera sido de mí... sin ti, Jungkook...?
El strigoi le miró con una fascinante adoración. Él tampoco podía imaginarse que tan distinta hubiese sido su vida sin Kim Taehyung.
—Preferiría vivir en un infierno —declaró el azabache en voz baja—, a no haberte conocido.
Taehyung se llevó el coctel dulzón con un ligero sabor a menta a los labios y tomó un trago esperando que su corazón se serenase. No se sentía mejor escuchando la respuesta masoquista de la persona de la que estaba enamorado, pero concordaba con lo de vivir en un purgatorio.
—Y respecto a lo de Freyja y Nira —añadió Jungkook—: espero volver a ver a Nira algún día.
—Lo harás —le alentó Taehyung—. Estamos luchando por unos pactos donde se tenga en cuenta a los clanes pacíficos de la raza nocturna. El estado nosferatu accederá a la mayoría de los acuerdos, debido a que los renegados han aceptado sustituir su ideología de república a cambio de que yo tome el trono.
—Serás rey —valoró el pelinegro con una ligera sonrisa—. Mi rey...
Taehyung bajó la cabeza y se mordisqueó el belfo inferior deseando confesarle sus auténticos planes respecto al trono. Se llevó discretamente la mano al pecho, justo por encima del anillo de compromiso que colgaba de su cuello bajo la prenda.
«Aún no habían hablado de eso», pensó con cierto temor. «¿Seguía Jungkook recordando su compromiso? ¿O esa promesa sólo persistía para él?».
El azabache apartó su copa de vodka y se levantó del taburete escuchando la música de la pista.
—Bailemos —sugirió el strigoi ofreciéndole su mano.
Taehyung sonrió levemente.
—¿Y si no quiero? —jugó con él brevemente.
—Te cargaré hasta la pista —pronunció Jungkook coquetamente—, como un saco de patatas.
El moroi se rio melodiosamente, y abandonó el resto de su cóctel para tomar su mano y levantarse tras él. Jungkook le llevó a la pista caminando entre algunos strigoi que posaron los ojos sobre su preciado tesoro.
En el centro de las luces y la música que mezclaba el jazz con la percusión y piano, se miraron de cerca y bailaron unos minutos recuperando la antigua diversión que tantas veces les había unido.
Perdiéndose en los iris del moroi, Jungkook se encontró a sí mismo y olvidó el resto de sus instintos sintiéndose infinitamente feliz y despreocupado. Dio una vuelta a Taehyung con su mano y le acercó a su pecho de un tironcito que provoco una sonrisa en ambos. El azabache sintió aquel poderoso vuelco en su corazón que podría quemar hasta sus células.
Deseó profundamente probar sus labios y se preguntó cómo sería volver a besarle ahora que todos sus sentidos se encontraban potenciados. ¿Cuál sería el sabor de su saliva moroi y del cóctel de sandía y menta? Sentía un amor capaz de derribar toda coraza strigoi, sus pupilas se encontraban abrumadas pudiendo contar cada una de las alargadas pestañas que ensombrecían los iris claros de ojos rasgados de su compañero, y la yema de sus dedos deseaban sostenerle el resto de una incierta existencia a su lado.
Lo único que interfirió en su palpitante y endurecido corazón de strigoi naufragando frente a la criatura que tanto anhelaba, fue el tropezón que tuvo con otro strigoi despistado que pareció toparse brusca e inesperadamente con Taehyung.
—Aparta —soltó con voz grave, pasando tras su espalda.
Taehyung se hizo a un lado educadamente, y el hombro del desconocido rozó su espalda empujándole ligeramente hacia Jungkook.
«Eso había sido desagradable», pensó el azabache pasándose la punta de la lengua por un colmillo. «¿De qué diablos iba ese imbécil?».
Su sangre burbujeó en unas décimas de segundo, y avanzó un par de pasos interceptando al tipo y agarrando el cuello de su chaqueta con una mano.
—¿Y tú qué problema tienes? —masculló pronunciando cada sílaba con un claro fastidio—. ¿Es que no ves por donde caminas?
El strigoi parpadeó frente a su rostro y miró de soslayo a Taehyung pensando que él era el que había metido la pata por traer un moroi a un club espectro.
—Yo que tú no traería más moroi por aquí —dijo con orgullo y altanería, posando sus iris sobre él—. No son especialmente bienvenidos por la zona. Y dios sabe qué podría pasarle... si estuviera a solas en un callejón... ni siquiera mi autocontrol respondería ante una pieza a la que hincarle el diente.
—¿Estás amenazándole...? —jadeó Jungkook esbozando una fría sonrisa—. ¿Delante de mis narices? Oh, qué considerado por tu parte, veamos cuántas veces eres capaz de pronunciarlo sin lengua.
El tipo exhaló otra sonrisa desafiante, y Jungkook se sintió provocado. Sus pupilas se dilataron peligrosamente y sus colmillos asomaron bajo sus labios a modo de reclamo.
—Jungkook... —Taehyung se mantuvo a un lado, dudando si debía detenerle agarrando uno de sus brazos o sería mejor quedarse quieto tal y como estaba haciendo.
El azabache pareció ignorarle, se relamió los labios con una impulsiva amenaza hacia el otro strigoi.
—Repítelo —solicitó ladinamente—. Vamos, dilo de nuevo. Dispara.
El tipo entrecerró sus párpados con la misma dilatación de pupilas y notorios colmillos creciendo bajo su labio superior, y se mantuvo en silencio sintiéndose incapaz de desafiarle.
Lo único que detuvo la descarga adrenalínica de ambos, y que Jungkook estuviera a punto de partir su mandíbula de un movimiento fue la llegada de Yul. Él posó una mano sobre el borde de la chaqueta que Jungkook sujetaba, de forma apaciguadora y pidió calma.
—Vamos a relajarnos —pronunció con cierta diversión—. Rick, Kook... ¡Vamos! No son horas para peleas, y, además, los enfrentamientos dentro del club están duramente sancionados con la inadmisión directa a los clientes. ¿Qué tal si os invito a algo?
El tipo miró a Yul de soslayo y bufó con irritación, Jungkook soltó su chaqueta sintiéndose realmente enojado. Ambos se distanciaron con unos pasos cargados de tensión.
—¿Por qué no le pides a él que se controle? —recomendó Jungkook con increpación—. Me pregunto cómo quiere que reaccione si molesta y amenaza directamente a mi pareja sólo por su raza.
—Oh. Su pareja —pronunció Yul con una repentina emoción por aquel dato.
Él se fijó rápidamente en Taehyung con interés y después arrastró sus pupilas hasta Rick.
—Querido, discúlpate con el moroi —exigió con un tono mucho más severo—. Ahora.
El strigoi se dirigió directamente hacia Taehyung e inclinó la cabeza con un rictus muy distinto.
—Mis disculpas —rogó tímidamente—. No debí decir lo que dije. Buenas noches.
Miró a Jungkook de soslayo y se ahorró las palabras con él prefiriendo no provocarle una respuesta cortante. En un instante, se retiró de la pista y desapareció de su vista. Yul mordisqueó su lengua y escudriñó nuevamente a Taehyung con la mirada, considerando el importante atractivo del moroi.
«Ojos claros, bien vestido, manos delicadas, belleza refinada. ¿Así que ese era el tipo de Jungkook?», pensó con diversión. «Y, ¿de qué le sonaba tanto su rostro?».
—Bueno, mi oferta sigue en pie, ¿os gusta el Baileys? —Yul apuntó con la cabeza hacia la barra para invitarles a una segunda copa.
Jungkook se volteó aún con un resquicio irritado diluyéndose en su sangre, y se topó con el moroi.
—¿Estás...?
—Estoy bien, no pasa nada —intervino el moroi, avanzando a su lado—. Ni siquiera me ha importado.
—Menudo gilipollas —declaró Jungkook de forma protectora—. Olvida lo que te dijo.
El strigoi caminó a su lado liberando un suspiro. Se encontró con la miradita de Yul cuando regresaron a la barra, quien se inclinó sobre esta con una sonrisita maliciosa y pegajosa sobre el ojiazul.
—Oh, Kook, ¿no vas a presentarnos? —dudó, adelantándose—. Soy Yul, encanto. Un placer conocerte —anunció, y acto seguido pidió unas bebidas para los tres.
—Soy Kim Taehyung —respondió el moroi con firmeza—. ¿Tú eres...?
—El líder del clan strigoi de Lang —concretó Jungkook con seriedad.
—No te dejes engañar por el imbécil de Rick, él ni siquiera es de aquí, está de paso con uno de sus hermanos de otro clan —explicó Yul, ofreciéndole su copa—. Pero nosotros somos mucho más enrollados y divertidos. ¿Te gustan las bebidas con hemoglobina?
Taehyung tomó su copa y la dejó a su lado, negó con la cabeza levemente. Sus ojos inquisitivos no se apartaron del aspecto de Yul: unos tatuajes asomaban bajo su camisa azul índigo, y las puntas tintadas de su cabello y piercings le hacían parecer alguien realmente interesante.
—No suele haber moroi por aquí —le informó Jungkook—. Estarán sorprendidos de verte.
—¿No os relacionáis con moroi? —preguntó el ojiazul.
—Noup —pronunció Yul—. Ellos tampoco se relacionan con nosotros, ¿o sí?
Taehyung entendió su razonamiento en silencio. Ambas razas, ya fueran más pacíficas o menos, no acostumbraban a confraternizar de ninguna de las formas.
—Debo ir al cuarto de baño —dijo Jungkook, y sus iris se fijaron sobre los de Yul como aviso—. Será un minuto.
—Descuida, no tocaré a tu gatito —murmuró Yul con diversión.
Jungkook se retiró a regañadientes, y Taehyung y Yul se quedaron a solas junto a la barra unos instantes.
—Qué interesante que tú seas la parejita de Kook —dijo el strigoi con un gran interés, inclinándose sobre la barra coquetamente. Su mirada acarició a Taehyung reconociendo el precioso felino del que Jungkook parecía haberse apropiado mucho antes de presentárselo—. Reconozco que no tiene mal gusto, ahora entiendo por qué evitaba mencionarte... eres su joyita, ¿verdad?
Taehyung arqueó una ceja.
—¿Disculpa?
Yul ladeó la cabeza observándole bajo sus halos rubíes.
—La postura de tus hombros y la forma en la que cruzas las piernas al sentarte habla de que te han enseñado un estricto protocolo y saber estar —enunció astutamente—. ¿Eres un moroi de la realeza? Oh, casi no te había reconocido por el cabello negro... pero deduciendo tu apellido Kim, resulta que es lo suficientemente revelador, teniendo en cuenta el reciente rey fallecido de la comunidad nosferatu. ¿Cuál era su nombre... hmnh? —teatralizó, encontrando inmediatamente su respuesta—. Ah, sí; Kim Xiumin.
—Hay muchos Kim en Corea del Sur —dijo Taehyung, zafándose de su argumento con elegancia—. ¿Y tú quién eres, aparte del líder de un clan strigoi del que nadie ha oído hablar?
Yul pareció encantado por su desdén y soltó una risita grave.
«El gatito tiene uñas», pensó sintiéndose aún más interesado en él. «Veamos que más».
—Yo también sé deducir —agregó el moroi, sin sentirse cohibido—. ¿Qué sabes tú del protocolo? Sólo un moroi que lo haya estudiado es capaz de apreciarlo. ¿Fuiste uno antes de convertirte?
Eso fue lo único que cerró la boca de Yul y logró hacerle desviar su mirada y detener su flirteo con un leve carraspeo que evadió su pregunta.
—A Jungkook no sólo le gustan guapos —pronunció maldiciéndole interiormente—. Sino también inteligentes.
El azabache regresó del cuarto de baño, echándole una miradita a Yul para comprobar si se estaba comportando. De alguna forma, confiaba en él por sus previos encuentros, aunque algo le decía que en el fondo Yul era un tremendo canalla.
—Deberíamos irnos, el sol saldrá en una hora y... —masculló Jungkook.
Taehyung apenas tomó un sorbo de su copa, pero se levantó precipitadamente del taburete recordando lo peligroso que era el amanecer para Jungkook.
—Maldición, había olvidado eso...
—Eh, Kook, ¿sabes lo que se me ha ocurrido? —comenzó a decir Yul despreocupadamente—. ¿Por qué no le llevas una noche al nido? Tenéis la entrada abiert-
—No —contestó de forma cortante—. Guárdate la invitación, Yul.
Yul se quedó con la boca abierta. «Sí, Jungkook también era un encanto», ironizó en su mente.
—U-uh, vale. Genial —pronunció el strigoi mayor—. Gracias por tu consideración.
Jungkook le miró como un gato enfurruñado; no pensaba que el nido de su clan fuera peligroso, pero tampoco se había vuelto tan majara como para llevar al moroi que había estado protegiendo durante casi toda su vida, a un condenado nido repleto de strigoi con ganas de olisquearle.
Después de todo, seguía sintiendo aquella punzada protectora de guardián dhampir que parecía casi haberse grabado a fuego bajo su piel desde su conversión.
—Espera, saldré con vosotros —agregó Yul.
Él pagó sus copas mientras Jungkook acababa con la suya de sólo un trago que le ayudó a lidiar con toda la situación sin sentir aquel prominente ardor en su garganta. Entrelazó la mano del moroi y salieron del club espectro en compañía del otro strigoi antes de separarse. Yul fue breve e intentó no excederse en su última invitación abierta, para que se sintiesen cómodos si deseaban pasearse por su nido. Se despidieron y el cielo comenzó a aclararse en el horizonte.
Jungkook se sintió brevemente aterrorizado mientras abandonaban Lang apresuradamente.
—Debería haber tomado la moto de Seokjin —se lamentó con grandes zancadas—, pero pensé que caminar un rato sería divertido... joder...
Taehyung elevó la cabeza y se detuvo soltando su mano.
—Espera, ponte mi chaqueta —sugirió, quitándosela—. Llevo capucha y protege a los moroi de los rayos solares, ¿recuerdas?
El azabache se quitó su cazadora y se puso la prenda de Taehyung cubriéndose con la capucha. Taehyung se puso su cazadora en su lugar, y retomaron el paso sintiéndose inquietos.
—Deberíamos haber esperado en un lugar cubierto, ¿estamos a tiempo de llegar a casa? —dudó el moroi.
Jungkook asintió con la cabeza sin desviarse, y esperó que la chaqueta protectora le ayudase a no acabar carbonizado antes de regresar a la casa. No sabía a qué temer más, si al sol que podía consumirle en carne viva, o a Seokjin si despertaba y descubría su breve salida nocturna.
«Él sí que iba a matarle», pensó Jungkook.
—Estaremos allí en quince minutos.
—Creo que Yul es agradable —comentó Taehyung mientras caminaban—. Me gustaría ver ese nido de strigoi. Nunca he estado en uno, ¿puedo conocer a la gente de ese clan?
—¿Qué? —Jungkook esbozó una sonrisa irónica sin ánimo de ofenderle—. Tae, créeme, de todos los sitios a los que me muero por llevarte, un nido de strigoi queda en la subcategoría de descartados.
—¿Huh? —el moroi se quejó como un crío—. ¡Pero yo quiero conocer ese nido! Tú ya has estado allí, ¿verdad? —insistió—. A lo mejor necesitan saber que la reconstrucción de la futura comunidad que se está creando, quiere confraternizar con los strigoi pacíficos. ¿Y si colaborasen con nosotros? Encontrar la representación de la raza nocturna para la instauración del sistema sería un gran paso.
—No, no, no y, ¡no! —pronunció cómicamente su novio strigoi.
Taehyung frunció el ceño y se cruzó de brazos como muestra de desacuerdo.
—Muy bien, pues que sepas que Yul sabe quién soy. Ha mencionado mi apellido y a mi hermano —agregó reflexionando—. Hmnh, y, ¿creo que también ha aprovechado que no estabas para coquetear conmigo?
Jungkook giró la cabeza y le miró con auténticas malas pulgas.
—Que Yul, ¿qué? —formuló, olvidando todos sus demás argumentos.
«Perfecto», pensó Taehyung con cierto arrepentimiento. «Acababa de agregar a su lista de lugares descartados una nueva cláusula que añadía a Yul como enemigo público número uno».
Unos primeros rayos solares asomaron en el cielo y Jungkook sintió la piel de sus manos arder. Las guardó en los bolsillos y bajó la cabeza para proteger su rostro de la exposición solar, Taehyung abandonó su argumento preocupándose por él y ambos aceleraron sus pasos para acercarse a la casa.
Atravesaron varios metros y Taehyung liberó un jadeo, extendiendo una mano para agarrar su codo.
—Bajo la puerta —le indicó para que se refugiase—. Vamos.
—L-las llaves... —jadeó Jungkook encorvándose—. Están en un bolsillo... agh...
El moroi las buscó en los bolsillos de la cazadora que él llevaba puesta, pero se puso tan nervioso escuchando el agudo gemido que Jungkook liberó a causa de la molestia solar, que se planteó tumbar la puerta con su propia magia.
Estuvo a punto de hacerlo por el temor a que la luz le hiciera daño a Jungkook. Extendió unos dedos en su dirección e inspiró profundamente decidiéndose a tomar la alternativa más rápida y desesperada. Sin embargo, el pesado portón se abrió inesperadamente ante ellos.
—Wow, wow, wow —dijo Seokjin—. Baja esos dedos. Pasa, Kook.
Jungkook entró precipitadamente, y Taehyung siguió sus pasos observándole sentarse en el suelo. Sus ojos estaban enrojecidos y en su rostro había varias profundas quemaduras de piel achicharrada que comenzaron a cicatrizar.
—¿Kookie...?
El moroi se arrodilló a su lado y le vio jadear como si le faltase el aire.
—E-estoy... estoy bien... —aseguró regenerándose lentamente.
Seokjin cerró la puerta tras ellos, y se apoyó en esta pasándose una mano por el cabello negro.
—Qué voy a hacer con vosotros —declaró con decepción—. Por el amor de dios, ¿se puede saber qué estáis haciendo?
—N-no te enfades con él, sólo salimos a dar un paseo, Jin —Taehyung le defendió incorporándose—. Yo acepté.
—Al menos dime que no te ha llevado al bosque ni al club espectro.
El moroi apretó los labios. «Premio doble», pensó.
Seokjin suspiró frustrado, Jungkook se levantó lentamente mucho más recuperado y se quitó la chaqueta que le devolvió a Taehyung.
—Ve a descansar —le dijo Jungkook a Tae, haciéndose cargo del sermón del dhampir—. No has dormido en toda la noche.
Taehyung no se quitó la cazadora, pero agarró su chaqueta mirando de soslayo a Jin, y le envió un mensaje mental antes de subir a escalera.
«No seas duro con él, por favor», le pidió a través de su akash. «Los dos lo necesitábamos».
«Su alteza, le ruego que deje sus trucos mentales», le devolvió Seokjin mentalmente. «Descanse un rato».
Taehyung subió los peldaños de madera y les dejó a solas junto a la entrada.
—Dime, ¿eres un adolescente reprimido? —masculló Seokjin.
—No le ha pasado nada —se excusó Jungkook, liberando un suspiro—. Jin, me sacrificaría a mí mismo antes de que Taehyung estuviera en peligro. No soy el mismo que hace un tiempo, no voy a hacerle daño, estoy... controlándome a mí mismo... como nunca antes...
—Está bien, Jungkook —le detuvo Seokjin—. Pero, ¿llevártelo ahí afuera con todo lo que está pasando? Y casi te quema el sol, ¿se puede saber en qué nube tenías la cabeza?
—Olvidé la hora que era —reconoció el strigoi con sencillez.
Y no podía culpar a Taehyung por eso, pero indirectamente, las horas de esa madrugada se habían escurrido entre sus dedos demasiado rápido.
—La próxima vez, si quieres salir, aunque sea lo más irresponsable del mundo, por lo menos... —insistió Jin—. Dímelo y os acompañaré... ¿o debería recordarte que un príncipe strigoi de ochocientos años quiere clavarle el diente a tu chico?
Jungkook se sintió fatal con su mención. Sabía que Jin tenía razón en eso, Taehyung era el futuro rey y él estaba robándoselo al mundo como si pudiera reclamarlo como suyo. ¿Qué hubiera pasado si alguien les hubiese rastreado?
«Estaba dejando de tener la cabeza fría, por tener el corazón demasiado caliente», valoró en silencio.
—Ya, tienes razón... —contestó el strigoi con sinceridad—. Lo lamento.
Seokjin estuvo a punto de poner los ojos en blanco, pero no había mucho más que pudiera hacer, excepto plantearse ponerle un dispositivo de ubicación a su trasero para saber cuáles eran sus movimientos. Además, Taehyung era igual de responsable que él por dejarse arrastrar por sus ideas.
—Hoseok, Namjoon y Sihyun llegarán a mediodía para la reunión que tenemos pendiente —expresó Seokjin—. Aún es muy temprano, tú también deberías descansar.
—Me daré una ducha...
Jungkook y Jin se separaron, y el más joven subió la escalera mordisqueándose el labio. En realidad, él no se sentía nada cansado, aunque sí que se encontraba nauseabundo a causa de su previa exposición solar.
Se dirigió directamente al cuarto de baño de su dormitorio para ducharse y liberarse de la sensación que había abrasado su piel en ascuas, y después de un buen remojón, se vistió con una camisa blanca y ancha, y un pantalón apretado con una rodilla rasgada. Paseó descalzo por la casa, bajando la escalera para tomar un sorbo de sangre que tranquilizase las mariposas epilépticas de su estómago.
Seokjin se encontraba en la cocina preparándose un café bien cargado, le miró de soslayo, deteniéndole antes de que se marchase.
—Kook.
Jungkook volteó en su dirección y levantó las manos en señal de inocencia, sosteniendo un vaso con varios dedos de sangre en la derecha.
—Soy inocente, señor agente.
El dhampir esbozó una sonrisa sacudiendo la cabeza. Dejó la taza de café sobre la encimera y se aproximó a él como si hubiera estado pensando algo.
—No sé si... alguna vez lo habrás echado en falta, pero...
Jin rebuscó en uno de sus bolsillos y tiró de un cordón plateado del que colgaba una piedra lunar muy familiar. Jungkook pestañeó observándola y abrió los labios con asombro.
—¿El amuleto...? —pronunció el más joven en voz baja.
Seokjin se encogió de hombros y lo sostuvo entre sus dedos, acariciándolo con un pulgar. La piedra fracturada había dejado de iluminarse hacía mucho tiempo.
—Lo busqué la mañana siguiente, después de que lo lanzaras —dijo Jin con media sonrisa—. Reconozco que me hizo enojar tener que buscarlo durante más de dos horas, pero de alguna forma, pensé que... te arrepentirías de deshacerte de él. Puede que ahora sólo sea una piedra, pero...
Jungkook extendió los dedos y la tomó.
«No sólo era una piedra», pensó. «Era uno de los primeros regalos que Taehyung le hizo, el cual le estuvo protegiendo de las sombras durante mucho tiempo».
—Gracias, Jin —musitó con un hilo de voz, sintiéndose mucho más cálido—. Estoy en deuda contigo por demasiadas cosas.
Seokjin bajó la cabeza y tomó su agradecimiento como algo positivo.
—Pagarás tu deuda invitándome a una cena, ¿qué te parece en el Blue Pearl? —ironizó el dhampir—. Es el restaurante humano más caro de Incheon, ¿sabías que sus cenas son debajo de un acuario gigantesco?
Jungkook esbozó una sonrisa, se tomó su ración de sangre, y guardó la piedra lunar en su bolsillo sintiendo un cosquilleo en el pecho. Seguidamente le dio los «buenos días» a Jin, retirándose posteriormente para descansar.
Sin embargo, mientras subía la escalera percibió cómo aquel cosquilleo le sugería algo más. Se detuvo frente a la puerta del dormitorio de Taehyung con incertidumbre y se preguntó si podría verle dormir unos minutos, sin llegar a despertarle.
Puede que esa noche los dos hubiesen sido unos irresponsables, pero necesitaban acercarse antes de consumirse por verse forzados a vivir sin el otro. El moroi estaba siendo respetuoso con su espacio físico sin llegar a asaltarle, y Jungkook admiraba eso de él. Sólo le había suplicado en un par de ocasiones por un poco más, mientras a él se le engarrotaban los dedos deseando acariciarle y sus labios se resecaban tan sólo pensando en cómo podría ser un roce sobre los suyos.
Jungkook guardó una mano en el bolsillo y sus yemas se encontraron con la fría piedra lunar en el interior. Su corazón palpitó el nombre de Taehyung y él empujó la puerta del dormitorio, buscándole en silencio.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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