Capítulo 10

Capítulo 10. Peligrosa atracción

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Namjoon y Yoongi entraron por la puerta del Palace, alertando a los agentes de seguridad dhampir. Jimin salió disparado hacia ellos, sus ojos se posaron sobre la escayola del humano y estuvo a punto de tropezarse consigo mismo.

—¿Yoon? —jadeó—. ¡Yoon!

Yoongi recibió un inesperado abrazo que le hizo tambalearse. Jimin se mostró en pánico mientras se dirigía a Namjoon sin soltarle.

—¿Qué ha pasado? Dijiste que todo estaba bien.

—Sí, bueno, ehmn —suspiró Namjoon—. Algunos draugr están atacando a la comunidad humana, por suerte esto sólo fue un altercado.

—¿Sólo? —repitió el dhampir, acto seguido miró a Yoongi con preocupación—. ¿Estás bien? Apenas puedes caminar.

Yoongi carraspeó y se distanció lentamente de su abrazo.

—Oh, sí, me encanta ser atacado por zombies con colmillos y habilidades sobrenaturales.

—¿¡Por qué tuviste que largarte!? —exclamó Jimin bruscamente.

El pelinegro frunció el ceño, y Jimin captó que no era el momento para reproches. Sin embargo, se sintió culpable por lo que le había sucedido a causa de su discusión.

—Te curaré —añadió Taehyung tras él.

Yoongi le miró de soslayo y encontró a un moroi mucho más calmado.

—¿Vuelves a...?

—Sí. Sígueme, vayamos a un lugar más tranquilo —solicitó pasando un brazo tras su espalda—. ¿Puedes caminar bien?

—Más o menos.

Namjoon se aproximó a Jimin cuando quedaron solos.

—Chim... —pronunció el moroi.

—Le has salvado la vida, ¿verdad? —suspiró Jimin nerviosamente—. Y yo... demasiado ocupado... como siempre...

—No te culpes por esto —dijo Namjoon entrecerrando los párpados, y guardando las manos en los bolsillos—. ¿Pero sabes qué he aprendido durante estos... años?

—¿Hmnh? —Jimin le miró con un parpadeo.

—Alejar a las personas que quieres para protegerles sólo hace más daño —manifestó con voz grave—. Y él es un buen tipo... un poco idiota, cómo tú, pero bueno después de todo.

Jimin esbozó una leve sonrisa.

—Hablaré con él —murmuró mucho más serio—. Gracias, Nam.

—No es nada —contestó el moroi.

Taehyung sanó la pierna de Yoongi en su habitación. El leve resplandor del espíritu volvió a asomar en sus dedos, y tras liberarse de la escayola, el moroi pudo hacer un buen trabajo para curarle lentamente.

Yoongi le miró de soslayo y bromeó acerca de su pelo; no pudo evitar pensar que era divertido que volviese a recuperar su poder sin recuperar su tono habitual de cabello. Él se lo preguntó tratando de desconcentrarle, en lo que el moroi se rio levemente y concluyó que quizá su cabello nunca volvería.

Con el proyecto de una nueva comunidad en marcha, Kim Taehyung estuvo más que ocupado esos días. Trató de deshacerse de la escolta dhampir que le colocaron prudentemente para evitar que volviesen a atentar contra el heredero de la corona. Pero no era fácil tener de tres a cuatro escoltas que iban turnándose para garantizar la seguridad del símbolo que representaba.

Él tenía suficiente con Jimin, no obstante. El joven dhampir parecía mucho menos malhumorado y ocasionalmente le encontraba distraído por su preocupación por Yoongi.

De pequeño, Taehyung jamás pensó que fuese a llegar a ser el futuro rey de un reconstruido estado. Eso ni siquiera entraba en sus planes.

«Tal vez sí se había imaginado resolviendo asuntos de la realeza con Jungkook como guardián, pero, ¿con Jimin asumiendo su puesto por completo y convirtiéndose en su inseparable?», pensó eventualmente. «No podía quejarse de que su antiguo y protector guardián ahora fuese un vampiro sexy, pero aun así le extrañaba demasiado».

Jimin tomó una llamada y el oído de Taehyung captó su conversación con Jungkook y Seokjin. Él se acercó a la sala de estar y se sentó a su lado poniendo todos sus sentidos. Jimin le miró de soslayo, activando posteriormente el sistema de manos libres para que les escuchase.

—Shin Ryuk —pronunció Jungkook—. Probablemente tiene el doble de años de Seokjin.

—Oye, lo dices como si fuera un viejo —se quejó Jin cómicamente—. Respeta a tus mayores, mocoso.

Jungkook frunció el ceño al otro lado de la línea.

—Técnicamente, lo eres, Jin —le increpó el strigoi—. ¿Te recuerdo que tienes cuatrocientos años? La familia Shin fue de las primeras familias moroi de la historia.

—Espera, ¿él es ahora un... príncipe strigoi? —dudó Jimin.

—Lo es, entre los suyos —respondió Seokjin frotándose la frente—. Si nos enfrentásemos a él, debemos tener claro varios puntos; en primer lugar, Taehyung dice que tiene el sacre. Jungkook también lo vio a través de sus ojos.

—Así es, me obligó a arrodillarme —confirmó Taehyung.

—¿Kook lo vio a través de sus ojos? —formuló Jimin asombrado.

Tae y él se miraron, con el moroi recordando que el antiguo Jungkook también hacía ese tipo de cosas.

—Fue casi como una premonición, no pude evitarlo —expresó el azabache.

—Si lleva siendo strigoi ochocientos años, es como una máquina de matar —agregó Jimin cruzando las piernas—. Le vi sobre la mesa de la asamblea, era un tipo enorme...

—Por lo menos quiere beberse a Taehyung, y creo que eso es la mejor carta para nosotros. No le matará instantáneamente ni le arrancará la cabeza —argumentó Seokjin astutamente—. Si vuelve a por él, tendremos tiempo para actuar. Deberíamos preparar un plan.

—Vale, pero sólo entre nosotros. Estamos de seguridad dhampir hasta las cejas —gruñó Jimin—. Es un incordio.

—¿A quién más tenemos en el equipo?

—Sihyun —pensó el dhampir peliclaro—. Quizá Hoseok y Namjoon, pero ellos no pueden llevar estacas.

—También Freyja... —agregó Taehyung—. Su apoyo será útil.

—Está bien, pues, organicemos un punto de encuentro y hablemos extendidamente sobre esto —ofreció Seokjin—. El lugar más seguro es esta casa, así que...

—Debemos vernos allí —suspiró Jimin hundiéndose en el asiento—. Aunque no sé cómo diablos vamos a quitarnos de encima a todos esos dhampir.

El corazón del moroi repiqueteó en su pecho como un pajarillo, sabiendo que volvería a ver a Jungkook. La llamada finalizó poco después, y los chicos prepararon su visita para partir la próxima tarde.

Jimin y Taehyung hablaron con los chicos, sin embargo, el viaje hasta la antigua casa de los Jung lo realizarían los dos solos con tal de no llamar demasiado la atención.

—Bien, yo iré con el señor Jung y Namjoon a la mañana siguiente —dijo Sihyun—. No sospecharán si me uno a ellos como si fuera alguien de seguridad.

Jimin necesitó dar un paseo por el exterior del hotel para despejarse. Esa tarde tocó con los nudillos en la puerta de Yoongi, y él abrió con el cabello despeinado y una cara neutral que clavó sus ojos sobre los de Jimin.

—¿Qué? ¿Me he perdido la merienda?

—Necesitamos hablar —mencionó Jimin con seriedad—. ¿De verdad quieres volver a Busan?

Yoongi suspiró y se cruzó de brazos en el marco de la puerta.

—Tengo que resolver algunas cosas allí, como mi desaparición —meditó mordisqueándose el labio—. Puede que mi familia pasase de mí, pero no creo que permanecer legalmente muerto más tiempo sea lo mejor. Además, puede que los de la revista Knightmare aún quieran mis bocetos de zombies y vampiros, ¿te imaginas que empiezo a cobrar un montón de pasta?

Jimin exhaló una sonrisa y bajó la cabeza.

—Seguro que sí...

Yoongi esbozó su misma sonrisa, la cual se desvaneció en unos segundos. Atravesó el marco de la puerta acercándose a Jimin, y él se tensó inesperadamente. Yoongi se detuvo y arqueó una ceja como si su compañero fuera un gatito asustado.

—Sólo voy a abrazarte.

—Huh. C-claro.

El rubio se dejó abrazar brevemente, sintiéndose algo extraño con su abrazo. Él se lo devolvió con suavidad, entrecerrando los párpados.

«¿Aquello era una despedida?», se preguntó.

Yoongi y él se distanciaron, el humano se humedeció los labios y guardó una mano en el bolsillo de su pantalón vaquero.

—Yo... quiero que sepas que...

—Estoy enamorado de ti —interrumpió el dhampir—. S-siento lo que te dije la otra vez, no deseaba realmente romper lo nuestro. Pero si estás enfadado con mi actitud, lo entiendo.

El silencio se extendió entre ellos.

—¡Soy un imbécil, insúltame si es necesario! —exclamó Jimin, con los ojos vidriosos—. ¡Pero no te vayas! Y-yo... te necesito... y si te ocurre algo...

Yoongi extinguió la distancia entre ambos pasando un brazo alrededor de su cuello. Se acercó a Jimin de nuevo, percibiendo un temblor en su pecho.

—Está bien —dijo el humano—. Entiendo lo que estás pasando, lo que todos estáis viviendo... Y sé que no es fácil, Jimin, pero lo último que quiero es interferir.

—No. No es así. Quédate, por favor.

Jimin y él se miraron en una corta distancia donde sus pestañas se acariciaron y sus labios terminaron encontrándose. Su beso fue dulce, y en unos minutos más, terminaron dentro del dormitorio sentados en el sofá con una dosis de mimos. Jimin abrazaba su pecho como un osito de gominola, y Yoongi y él estuvieron hablando durante un rato de nimiedades.

—Sacó una espada de hielo como un mago samurái —dijo Yoongi—. Tendrías que haberlo visto.

El dhampir comenzó a reírse, a pesar de que imaginarle a él tumbado en el suelo no le hizo tanta gracia.

—Es peligroso —dijo Jimin, incorporándose para mirarle—. Después de los atentados que afectaron a la comunidad humana, han incrementado la seguridad. Si llegasen a revelar el secreto de las razas vampíricas... todos estaríamos en peligro.

—¿Qué hay de esos draugr? —dudó Yoongi—. ¿Cómo vais a parar algo que os supera en número?

—No lo sé —suspiró el dhampir, apoyando la cabeza en su hombro—. No tengo ni idea...

Yoongi le estrechó y se hundió en el sofá sintiéndose preocupado.

—¿Está Jungkook mejor?

—Sí —respondió Jimin—. Iremos a verle esta noche.

—Es una lástima que no pueda ir con vosotros...

—¿Oh? —Jimin abrió la boca sorprendido—. ¿Eso significa que vas a quedarte?

Yoongi frunció el ceño.

—¿Quién ha dicho eso? —dudó haciéndose el duro—. Mi lesión de pierna está casi recuperada, desde que tu otro novio moroi ha recuperado su poder, creo que ha mejorado.

Jimin se rio en voz baja.

—Escucha —prosiguió el dhampir—. Yo iré contigo a Busan cuando todo haya acabado.

—¿Hmnh?

—Me refiero a... sé que tienes cosas pendientes por resolver —dijo Jimin—. Estaré allí cuando lo hagas, s-si tú quieres...

El pelinegro tomó su mentón con un par de dedos y atrajo sus iris castaños hasta los suyos.

—Quiero —respondió con seguridad—. Y también quiero estar contigo.

Jimin se alegró profundamente de escucharlo. Hasta entonces, jamás se había sentido tan feliz por algo. Por una vez en su vida tenía un destino muy distinto al de ser guardián o pensar en comunidades sobrenaturales. Quería estar con Yoongi en el futuro y eso era todo, sin una planificación específica, con un calendario que tan sólo se escondería en sus corazones.

Él y Yoongi, haciendo cualquier cosa y probablemente cenando comida basura en un descapotable frente a un paseo marítimo.

Buscando la seguridad de las horas solares, Jimin y Taehyung abandonaron el hotel esa tarde para iniciar su trayecto hasta la casa. Taehyung se cubrió bien con un pañuelo y capucha, además de un bolso de ropa complementario con algo de ropa extra. Jimin se armó como acostumbraba, y esa ocasión se vio con Taehyung en el párking trasero del hotel para tomar uno de los autos.

Jimin parpadeó cuando vio aparecer al moroi tranquilamente y sin compañía.

—¿Cómo lo has hecho? —dudó levantando las cejas—. Lo de liberarte del par de dhampir que estaban contigo esta tarde.

—Compulsión —pronunció Taehyung felizmente—. Ha vuelto a funcionar.

El dhampir abrió la boca, desbloqueó el coche y le señaló con la cabeza para que entrara.

—¿Vas a obligarme a mí a que traiga una hamburguesa?

Taehyung se rio levemente, sintiéndose mucho más cómodo cuando cerró la puerta de cristal tintado bajo aquella brillante puesta de sol. Jimin la cerró tras él y se puso el cinturón antes de arrancar el motor con un suave movimiento de llaves.

—¿No es curioso? —dijo Taehyung—. Desde que vi a Jungkook... yo...

El dhampir le miró de soslayo, moviendo el auto del párking para salir.

—Jamás pensé que estar separados estaría a punto de... —Jimin tragó saliva con dificultad—, mataros a los dos... pero creo que ahora lo entiendo.

Taehyung bajó la cabeza sin decir nada.

—Vuestra conexión... es admirable.

—¿Estás mejor con Yoongi? —preguntó el moroi.

—Sí —respondió sin dar detalles.

—Le di un abrazo y sentí que él estaría bien —expresó el ojiazul—. Mi premonición no se cumplirá, Jimin. Podemos alterar los sucesos futuros.

Jimin guardó silencio y tamborileó con los dedos sobre el volante.

—Mantén tu cabeza sobre los hombros y si vuelves a soñar algo más así... dímelo —pidió expresamente el dhampir—. No podemos permitir revivir lo de Jungkook.

—Mmnh —afirmó Taehyung—. Lo haré.

—Ahora dime, ¿tuviste un sueño cachondo con él la otra noche?

Taehyung se atragantó con su propia saliva y comenzó a toser exageradamente. Jimin soltó una risita melodiosa, sin creérselo demasiado.

—Era una broma. ¿Alguna vez has pensado en que, si volvierais a poder tocaros con normalidad, tendríais sexo vampírico? —soltó Jimin abiertamente—. Hala, suerte no pienso ser vuestro vecino.

—¡C-cállate, Jimin! —gruñó Taehyung sonrojado.

En media hora abandonaron la ciudad de Seúl y llegaron hasta los exteriores de la región. Aparcaron el auto dentro de los terrenos protegidos de la casa, y bajaron de allí dirigiéndose a la puerta. Seokjin le abrió la puerta, les dio la bienvenida amablemente y les dejó pasar con mucho gusto para que se refugiaran del sol.

—No hemos salido demasiado estos días para mantenernos seguros —les contó el dhampir mayor—. Sabemos que había draugr en el bosque cercano a Lang.

—¿Hay draugr? —repitió Taehyung con preocupación.

—Bueno, ya no —corrigió—. Confraternizamos con un clan de strigoi hace poco y estuvimos deshaciéndonos de ellos en una bonita noche turística.

—¿Un clan de strigoi? —dudó Jimin, quedándose boquiabierto.

Jungkook apareció en la entrada con una camiseta de tirantes, el cabello húmedo peinado con los dedos hacia atrás y una ligera capa de sudor en su cuello y clavículas.

—¡Hola! —saludó exhalando una sonrisa—. Pensé que llegaríais más tarde, aún estaba haciendo algo de ejercicio.

Jimin y Taehyung le miraron, pero sin duda, el ojiazul fue el que sintió una bandada de mariposas iniciando un despliegue desde su estómago. Recordó fugazmente el sueño que compartieron noches atrás. Desvió su mirada sintiéndose algo nervioso y tímido por sus nuevos ojos. Su físico siempre había sido excepcional, pero su aroma era algo distinto desde su transformación. Seguía captando la esencia de un Jungkook debajo de toda esa imponente capa strigoi, aunque su aura era capaz de engullirle desde la distancia.

—¡Hey! —le saludó Jimin desde su lugar.

—H-hola.

Jungkook percibió la superficial timidez del moroi y escuchó el acelerado latido de su corazón. Él había tenido la cortesía de tomarse una bolsa de sangre y entrenar duramente antes de que aquellos dos llegasen. Pensó que quemar sus hormonas y saciar su apetito sería útil para controlar el asuntillo instintivo que le invadía cuando se encontrase con Taehyung.

Sin embargo, tras la ducha que estaba dispuesto a darse en ese momento, creyó que sería mejor servirse algo extra, como una copa de Bourbon que le ayudase a relajarse.

—¿Todo bien? —preguntó Jimin esbozando una sonrisita.

—Bien —respondió Jungkook sosegadamente.

—Huh, ¿ningún problema con la seguridad dhampir? —preguntó Seokjin brevemente.

—Díselo al príncipe Kim —indicó el peliclaro con un toque de humor—. Está recuperando su magia como nunca antes.

—¡N-no es eso! —exclamó Taehyung—. Es que...

—¿En serio? —Seokjin parpadeó, percibiendo que apenas quedaban rastros de su cicatriz en el cuello, excepto unas superficiales ramificaciones en la zona baja—. Oh, eso es... magnífico.

—N-no es para tanto —se excusó el moroi con un ligero rubor sobre sus mejillas—. ¿Dónde puedo dejar esto?

—Sígueme —Seokjin le señaló con la cabeza.

Taehyung siguió sus pasos dejando atrás a Jimin y a Jungkook, y subió hasta la primera planta para soltar sus pertenencias en una habitación de la docena de dormitorios superiores.

—Déjalo por aquí —dijo Seokjin—. He preparado esta habitación para ti, y la de Jimin está justo al lado. Pero te recomiendo que utilices el cerrojo esta noche por la posible invasión de tu romeo de colmillos afilados.

Taehyung exhaló una carcajada silenciosa, dejó el bolso sobre la cama y pestañeó con curiosidad cuando Seokjin se acercó a él.

—¿Puedo comprobar algo? —formuló extendiendo una mano.

—Eh, sí, claro —musitó el moroi.

Seokjin inspiró profundamente y cerró los párpados. Su cálida mano agarró la suya liberando levemente su propio akash. Su magia conectó con la de Taehyung, leyendo superficialmente su lenta recuperación.

Taehyung percibió aquel hormigueo en la yema de sus dedos, sin retirar sus iris claros del sosegado rostro del dhampir con párpados cerrados. Percibió la fuerza de su akash, cuyo auténtico núcleo no residía en él. El susurro de su vibración le transmitió que eran afines, sin embargo, él sólo era un portador dhampir que había heredado parte de la fuerza del espíritu de Anna, y por el mismo motivo su uso estaba delimitado.

Seokjin abrió los ojos sin soltar su mano.

—Estás sanándote a ti mismo. ¿Cómo has logrado recuperar tu poder tan pronto? —dijo—. Apenas hace una semana te habías desmayado por la inversión del akash, y ahora... has tomado el control e invertido de nuevo.

—Creo que... —reflexionó el moroi—. He vuelto a sentir el vínculo desde el día en el que Jungkook... me atacó...

Seokjin soltó su mano y liberó un profundo suspiro.

—Quise decírtelo, pero temí empeorar tu estado mental —comentó en voz baja—. Vuestro vínculo es muy fuerte, Taehyung. Pero no sólo hablo de ese lazo formado por el akash, que parece haber sobrevivido a su muerte y resurrección. Se trata de vuestros corazones, de vosotros mismos.

Él dio una pequeña vuelta por la habitación guardando las manos en los bolsillos de su pantalón de lino.

—Es algo que admiro de ti —añadió—. Eres, de alguna forma, más fuerte que Anna. Y lo que sientes... sujeta tu poder, tu razón, y te sujeta a ti... así como a Jungkook. Su capacidad de recuperación como strigoi está siendo asombrosa. Como neo strigoi, jamás pensé que pudiese establecer un autocontrol de sus impulsos tan rápido. Ahora le conozco bien, Taehyung —dijo mirándole directamente a los ojos—: lo único que hace que él mantenga su humanidad eres tú. Y el vínculo que os une podría convertirle en el strigoi más poderoso que he conocido, a pesar de ser, técnicamente, un recién nacido —suspiró lentamente—. Incluso el clan de strigoi de Lang mostraron su interés por llevarle con ellos.

—Oh, ellos... ¿quieren a Kookie?

—Él no es consciente de los pasos de gigante que ha dado en semanas —dijo Seokjin—. Pero desde que dejó de negarse tu existencia... ha evolucionado —se cruzó de brazos—. Aun así, te recordaré que es un cachorro vampiro y que tú eres su mayor activador hormonal e instintivo que va a conocer. ¿Ayúdale, de acuerdo?

—S-sí, sí —asintió Taehyung inclinándose—. Haré todo lo que esté en mi mano.

Seokjin arqueó una ceja.

—Nada de besitos.

—¡No! —Taehyung se sonrojó notablemente—. N-no pensaba en...

—Ya, como sea —sonrió ligeramente el dhampir—. Nada de roces físicos, que ahora tengamos más confianza en él, no significa que no se le pueda tentar al diablo.

—Jin, por favor —Taehyung se masajeó la sien sintiéndose terriblemente avergonzado—. No tengo quince años.

Seokjin abandonó el dormitorio con una risa leve, el moroi siguió sus pasos y bajó tranquilamente la escalera tras él. Encontraron a Jimin en la cocina picoteando algo de los aperitivos que había preparado para la cena, alegando que Jungkook debía haberse metido en la ducha.

—Eh, ¡quién te ha dado permiso para tocar la cena! —chirrió el dhampir.

—¡P-perdón, perdón! ¡Estaba muerto de hambre!

El sol finalizó su ciclo y Seokjin sugirió trasladar los aperitivos al jardín para pasar un rato al aire libre. Lo hicieron en colaboración, y Taehyung se sentó cómodamente en el césped tras mordisquear unas alitas de pollo a la barbacoa (que le recordó a aquella estupidez sobre Jimin diciéndole que Jungkook le miraba como si fuera un pollito al que hincarle el diente), verduras a la parrilla y el Kimchi que había preparado previamente.

Por un segundo, pensó que el tiempo no había pasado y todo estaba igual que justo unos meses atrás. Sólo faltaba Yoongi, puede que Namjoon, y esperaba que Jungkook regresase pronto de su ducha.

Él siguió distraídamente la divertida conversación de un Jimin relajado y Seokjin sacando a relucir espontáneamente su lado bromista, cuando sus ojos se toparon con la presencia del azabache atravesando el jardín con parsimonia. Guardaba las manos en sus bolsillos y su semblante era sereno, ligeramente encantado por escuchar las voces de sus amigos conversando animadamente.

Taehyung se sintió nostálgico cuando le vio acercarse, y con una gran dosis de afecto, sus iris conectaron con los del azabache sintiendo la agitación en su pecho.

—Oh, ¿ya no comes nada? —formuló Jimin con las mejillas llenas y saludándole con una alita de pollo.

Jungkook sonrió levemente.

—No, gracias.

—Por fin vais a dejar de pelearos por la comida como un par de hienas —bromeó Seokjin.

Taehyung se rio y Jungkook se mordisqueó la lengua con diversión.

—¡Eh! —se quejó Jimin.

—Puedo comer si quiero —rebatió Jungkook, tomándoselo como un desafío.

Él se acercó a la parrilla y le echó una mano a Seokjin volteando las salchichas. Seokjin sirvió algunas bebidas, y Taehyung se levantó y se movió hacia el pelinegro como un imán.

Su hombro chocó contra el suyo amistosamente, pero Jungkook se apartó como si una corriente eléctrica le atravesase.

—¿Puedo probar eso?

Ambos se miraron unos instantes, el strigoi bajó la cabeza y tomó una tira de cecina con los palillos metálicos, ofreciéndosela en silencio. Taehyung abrió la boca y la atrapó con los dientes. La masticó alegremente, entrecerrando sus rasgados ojos como dos hendiduras de pestañas castañas.

Jungkook tragó saliva, sintiendo alguna especie de tensión extraña en sus propios hombros.

—¿Estás comiendo bien? —preguntó con una voz suave y sus iris en las brasas—. Te veo más delgado.

—Huh, bueno —respondió tragando su bocado—. No he tenido mucho apetito durante un tiempo, pero ahora estoy mejor.

El strigoi volvió a mirarle.

—¿Vas a seguir cenando? —volvió a preguntar.

Taehyung ladeó la cabeza, planteándose si podía seguir atiborrándose de alitas.

—No, creo que he acabado —sonrió despreocupadamente.

Inesperadamente, Jungkook torció con la cabeza señalándole entrar en la casa mientras los otros dos hablaban. El corazón del moroi palpitó en su pecho y asintió mordisqueándose el labio. Siguió sus pasos con el corazón bombeante, y los otros dos parecieron ignorar el hecho de que se retiraron.

Jungkook entró en la casa y se dirigió a la vitrina de licores. Taehyung entrelazó sus propias manos tras su espalda, levantando la cabeza y mirando a su alrededor.

Había estado allí varias veces y aún no se acostumbraba a lo grande que era aquel lugar, lleno de muebles de caoba antigua y oscura, libros y tomos viejos y una suave moqueta que recubría la madera del salón. Sus iris se fijaron en el cabello de Jungkook observando sus capas más largas y la fina camiseta ancha y de manga corta que dejaba a la vista el tatuaje plateado de su brazo.

El strigoi se sirvió un vaso bien cargado al que dio unos tragos humedeciéndose los labios rosados. Miró a Taehyung de medio lado y observó su abrumadora curiosidad y adoración en silencio.

—¿Esos dhampir que te protegen te siguen a todos lados?

El moroi negó con la cabeza.

—No, sólo si salgo. En general han estado algo ocupados estos días, pero tienen turnos y se van intercambiando —respondió distrayéndose con el contenido de la estantería—. Derogarán la ley de los guardianes dhampir que antes trabajaban casi veinticuatro horas, dejando su vida a un lado... es lo que siempre habíamos soñado.

Jungkook se dio la vuelta y apoyó la cadera en el mueble sin retirar sus iris del chocolate negro.

—Ojalá pudiera estar ahí contigo —deseó en voz alta.

Taehyung giró la cabeza, contempló las ondas de su cabello alrededor de su rostro y pómulos blancos y triangulares. Sus dedos sujetaban el vaso de vidrio relleno de aquel líquido dorado. Y sus ojos chispearon conectando con los del otro en la breve distancia que les separaba.

—Yo también desearía que lo estuvieses —confesó Taehyung.

Jungkook bajó la cabeza esbozando una suave sonrisa.

—Te extraño...

El moroi suspiró y se obligó a no aproximarse precipitadamente hacia él para abrazarle, besarle, o lo que fuera que estuviese provocándole ese dolor en sus manos por no tocarle. Llevaba una eternidad sin poder respirar su aliento e inhalar su aroma.

Jungkook percibió su tensión arterial elevarse, tomó un último trago y abandonó el vaso sobre el mueble teniendo una idea.

—Ven —se dirigió hacia el sofá de cuatro plazas y se sentó, dejándole el lado del reposabrazos al moroi—. Siéntate.

Taehyung le siguió como un ciervo ingenuo, dejándose caer a su lado y flexionando una pierna bajo sí mismo. Sus ojos eran grandes y claros, y se posaron brevemente en la mano extendida de dedos finos y alargados que le ofreció Jungkook.

Él tomó su mano posando sus yemas sobre la palma del pelinegro. Jungkook estrechó con suavidad su mano, sintiéndose sobrecogido por el liviano contacto. Incluso haciéndolo así, temía la fuerza que semanas atrás había estado practicando para lograr controlar sin poner en peligro en mobiliario. Agarrar la mano de Taehyung sin lastimar sus dedos era una buena motivación para seguir intentándolo. Él casi había logrado comprender cómo funcionaba su fuerza, y en ese momento supo que sólo debía concentrarse en su tacto para recordar cómo había sido su mano.

Su piel era mucho más sedosa y suave de lo que jamás había palpado. Tal vez se debía a su nueva sensibilidad en el tacto, o a que se encontraba focalizándose en el moroi al ciento veinte por ciento mientras sus colmillos presionaban contra su labio inferior, creciendo puntualmente.

—He estado practicando algo —mencionó Jungkook—, y quiero probarlo contigo.

Taehyung se sobresaltó y sonrosó al mismo tiempo, sin soltar su mano.

—¿C-conmigo?

—Ahá —emitió el azabache de forma juguetona.

Su compañero moroi se puso excesivamente nervioso, ¿pensaba abrazarle? ¿besarle?

—Pero, tú...

Jungkook maniobró con su mano flexionando su propio codo sobre la rodilla e iniciando una espontánea guerra de pulgares en la que se encontró dispuesto a derribarle. Taehyung le miró desconcertado y con los ojos muy abiertos, y su compañero comenzó a reírse suavemente.

—¿Qué? ¿Crees que es demasiado infantil?

—N-no. No —negó Taehyung pasándose la otra mano por el cabello negro—. Digamos que... me has pillado de imprevisto.

Jungkook mostró una sonrisa sincera, y mantuvo su dedo pulgar contra el del moroi suavemente.

—Trato de regular mi destreza —argumentó divertido—. ¿Me concedes esta batalla?

Taehyung retiró el dedo pulgar y aprisionó rápidamente el suyo sin esperar la señal de salida. Se mostró satisfecho en su primera pequeña victoria ilegítima.

—Perdona, ¿qué decías? —le desafió el moroi.

Jungkook apretó la mandíbula.

—Oh —musitó socarronamente, retirando el dedo hasta su posición—. Muy bien, ahora, de forma justa, pequeña criatura del mal.

Ambos se sumergieron en una corta batalla de pulgares con varias rondas desclasificatorias. Jungkook aprovechó para morderse distraídamente la comisura de su labio con uno de sus punzantes colmillos, mirándole encubiertamente mientras Taehyung se tomaba en serio su juego.

Puede que sus dedos fuese lo más delicado que había sujetado desde hacía un buen tiempo, pero lo que más sugerente se le hizo de su pequeño juego, fue que ni siquiera sus rodillas se tocaron. Existía una barrera invisible entre ambos incluso cuando él hacía trampas para derrocar el dedo pulgar contrario, o le dejaba unos segundos de ventaja tan sólo para divertirse con su expresión.

Mientras tanto, en el jardín, Jimin y Jin recogieron los restos de la cena y regresaron a la casa para dejarlos en la cocina. Vieron de pasada a los dos jugueteando, y Jimin hinchó las mejillas sintiendo algún tipo de calidez por volver a verles así.

—Así que le atacaron—enunció Seokjin atrayendo su mirada.

Jimin se acercó a la cocina y le ayudó con los quehaceres, confirmándole que así era.

—Sí —agregó el mayor—. Están por todos lados. Suerte que Namjoon trajo a Yoongi de vuelta, si le hubiera pasado algo, yo...

—Jimin —le alentó en voz baja—. Puede que hace algunos meses odiase reconocerlo, pero, a él... le encantan los problemas, y tú a veces eres... ya sabes; una masita rellena de problemas.

—Vaya, ¿intentas animarme con eso? —ironizó el dhampir—. Porque es la peor frase que he escuchado en mis veinte años de vida.

Jin se rio abiertamente, y posó una mano sobre su hombro estrechándolo con cierto afecto.

—Lo que intento decir es que, hace tiempo que aprendí que lo mejor es tener cerca a los que queremos, que alejarlos... —manifestó—. Y créeme, yo he aprendido por las malas.

Jungkook escuchó la voz de los otros dos en la cocina y se sintió levemente receloso por su inminente llegada al salón en algunos minutos.

No quería ser un gruñón, pero incluso después de derrotar a Taehyung en su pelea de pulgares y mantener su mano distraídamente entrelazada, creyó que necesitaba arrastrarlo sobre sus muslos para besarle y comérselo a mordiscos.

El problema era que no le apetecía tener a su querido hermano mayor Seokjin encima, ni a su mejor amigo clavando sobre él unos iris protectores de guardián dhampir sobre su cogote como si fuera un caníbal (aunque lo fuera un poco).

Jungkook se sintió agitado cuando Taehyung extendió una mano y tocó su rostro, orientándolo al suyo. Había suficiente distancia entre ambos, pero su suavidad atravesó sus células y sacudió la capacidad sensitiva de su dermis obligándole a entrecerrar los ojos.

—Aún no me acostumbro —murmuró Taehyung como si estuviera a punto de compartir un secreto.

—¿A qué? —titubeó Jungkook con los ojos muy abiertos.

El pulgar de Taehyung paseó por su mejilla sin retirar la mano.

—A tus ojos.

Jungkook desvió su mirada sintiéndose apesadumbrado y la mano del moroi se retiró de su rostro.

—Yo tampoco.

—No, no —negó Taehyung observando su expresión—. Me refiero al halo que rodea tus pupilas. Tu mirada es como... un eclipse infinito.

El strigoi parpadeo y volvió a mirarle lentamente.

—Es hermoso —agregó Taehyung.

—Tú eres hermoso —liberó Jungkook fervientemente—. Precioso...

Taehyung se mostró algo tímido, bajó la cabeza y observó sus manos unidas en silencio.

—Debí saber antes... que jamás te había mirado de verdad hasta que abrí los ojos como strigoi —expresó el pelinegro—. Si hay algo que me dé más vértigo que ese cielo, eres tú, Taehyung.

—No digas más —solicitó el moroi con un temblor en su mano—. No puedo soportarlo.

—¿Soportar el qué?

Él levantó la cabeza con un penetrante anhelo en sus ojos, sin llegar a pronunciar palabra. Pero Jungkook sabía lo que sentía, era un condenado imán ejerciendo aquella inevitable atracción entre ellos. Y ese imán siempre había estado ahí, desde el primer día en el que se conocieron.

—Tae... ni siquiera me permito respirarte —confesó el strigoi.

—¿Qué? —formuló Taehyung con un hilo de voz.

—Tu olor... yo, jamás había sentido...

—Yo sentí lo mismo —le detuvo el moroi elevando su tono—. Hace años, cuando te conocí, tu olor me desconcertó... y en ese entonces aún no teníamos el vínculo.

Jungkook no dijo nada, pero se preguntó qué significado tendría aquella mutua forma de reconocerse. «¿Iba más allá de la magia del espíritu? ¿De su amor? ¿Se trataba de una cuestión impuesta por el destino?».

—Tengo una idea —dijo Taehyung—. ¿Por qué no me hueles?

Jungkook levantó las cejas, soltó su mano lentamente y se cruzó de brazos con tal de detener sus impulsos.

—Pero, ¿qué dices? —pronunció en voz baja, pensando que Taehyung tenía unas ideas incluso más peligrosas que las suyas—. No creo que eso... sea conveniente...

El ojiazul se inclinó a uno de sus lados acercándose en exceso.

—Cuando yo era pequeño sentía ansiedad por hacerlo —le contó tímidamente en un murmullo—. Creo que identificar mi esencia te ayudará a acostumbrarte. Yo, en ocasiones, te olisqueé cuando te quedabas dormido.

Jungkook giró la cabeza sorprendiéndose por aquel pequeñito dato que nunca le había contado, y su nariz casi se rozó con la de su compañero. Se retiró levemente en el sofá, mordisqueándose la punta de la lengua.

—¿Q-qué hacías qué? —dudó avergonzándose.

—M-me gustaba tu olor —agregó Taehyung ruborizado—. P-pero al principio necesitaba comprobar si era eso.

Al pelinegro se le hizo tan adorable como para enfurruñarse, «¿por qué nunca se lo había contado?».

—Taehyung, tú eres un moroi, te recuerdo que ahora mis instintos son más fuertes que los tuyos —comentó con tirantez—. No puedes comparar nuestras razas.

—Huh, ¿y qué? —increpó el moroi en voz baja—. ¿Crees que ahora me da miedo que tengas colmillos? ¡Sigues siendo mi Kookie!

El azabache puso los ojos en blanco y se levantó del sofá sintiéndose tan anhelante como irritado por su sugerencia.

—¿Tu K-Kookie? —repitió adorándole con irritación.

Taehyung se cruzó de piernas y brazos con un gesto despreocupado. Entonces, él agarró desconsideradamente su muñeca instándole a levantarse.

—Bien, lo haré, pero no aquí —murmuró ladinamente—. Jin y Jimin están ahí al lado y meterán sus narices.

El moroi se levantó del sofá con un pálpito nervioso y le siguió escabulléndose con él como hacían antiguamente.

—H-huh. ¿A dónde...?

Jungkook se maldijo a sí mismo por su condenadísima bipolaridad, por un lado, pensaba que era culpa de Taehyung que estuviera saltándose las normas, pero por otro, insinuarle lo de olerle le estaba sugestionado como un trozo de caramelo líquido sobre su lengua. Y algo le decía que el moroi tenía el mismo sabor que un delicioso pedazo de toffee.

Jungkook meditó bien el lugar de a dónde llevárselo, y pensó en que subir la escalera y meterle a su dormitorio era demasiado tentador. Encontró su mejor alternativa y pasó tras la misma escalera con una brillante idea. Empujó la pesada puerta de celosía de la alacena, y le señaló con la cabeza para que pasara. Taehyung entró en la pequeña y oscura alacena, sintiéndose despistado allí dentro. Se dio la vuelta y casi se topó de bruces con el azabache, quien cerraba la puerta tras su propia espalda.

La tibia luz que escapaba del salón y llegaba del pasillo se colaba por las finas hendiduras de la celosía. Taehyung retrocedió un paso tratando de no tocar el pecho de Jungkook con el suyo, y una de las botellas almacenadas en la estantería resonó contra su espalda.

Se sintió ligeramente patoso dentro de aquel diminuto espacio y frente a su presencia. Una mano del strigoi alcanzó su cintura, orientándole en la penumbra.

—Cuidado... —murmuró suavemente—. Seokjin nos matará si tocamos algo.

Su aliento acarició su mejilla y en unas décimas de segundo, Taehyung se percató de su error por haber aceptado ir hasta allí con él.

Su vello se erizó ligeramente con el terciopelo de su voz, y el aliento de Jungkook le hizo desear fervientemente probar sus labios. Se mantuvo quieto, notando cómo los finos labios del joven strigoi acariciaron la comisura de una de sus cejas y el borde de sus pestañas.

—P-pensé que me llevarías a otro lugar —susurró el moroi tembloroso, ladeando el rostro para evitar su contacto.

—¿No es una alacena lo suficiente para un príncipe moroi? —bromeó el azabache ocurrentemente.

—N-no es eso —se defendió frunciendo el ceño—. Esperaba más una... ¿cama?

—Sabes que lo nuestro no son las camas —continuó Jungkook con diversión.

Taehyung estuvo a punto de quejarse, pero el pelinegro se acercó tanto que no pudo evitar enmudecer y encoger los hombros en lo que su nariz rozó inesperadamente su mejilla. El strigoi percibió la tensión de su compañero, y sin volver a rozarle, permitió que su olfato se liberase y se llenase de Kim Taehyung. Su olor embriagó el resto de sus sentidos, anestesiándole. Inclinó la cabeza pasando por su cuello con suavidad, y se detuvo con un jadeo.

No se trataba sólo de la esencia de su piel, corazón bombeando sangre moroi y suave perfume con rastros de jabón en su fina ropa. Había algo más y su instinto le decía que se debía a su estrechez emocional. Tal vez los amantes solían parecer así de exquisitos entre ellos, Jungkook tuvo que distanciarse tras sentir a sus propios dedos temblar. Sus pupilas se dilataron en la penumbra y sus encías provocaron un pálpito agudo.

—¿Estás bien? —murmuró Taehyung—. ¿Es... desagradable?

—Ojalá lo fuera —declaró Jungkook sintiéndose mareado—. Pero eres como un pedazo de pizza recién horneada.

El moroi frunció los labios en desacuerdo.

—Q-que me digas que huelo como un trozo de pizza es preocupante.

Jungkook esbozó una leve sonrisa donde se mostraron sus colmillos, y Taehyung extendió un dedo inesperadamente hasta sus labios. Levantó su labio superior ligeramente y comprobó sus nuevos y afilados colmillos con detenimiento.

De un momento a otro, el strigoi se sintió como un tigre siendo admirado por un gato.

—¿Q-qué haces?

La yema de su dedo perfiló uno de sus colmillos como si tratase de reconocerlo. Taehyung pensó que necesitaría un tiempo para acostumbrarse a ese nuevo elemento agregado en Jungkook. No sólo eran sus ojos, la perceptible variación de su físico, o su voz de terciopelo que parecía acariciarle en cada palabra. Había algo más.

—Estás tan guapo que dejas sin aliento —valoró el moroi en voz baja, sus dedos se deslizaron por su sien apartando unos mechones de cabello oscuro que guardó tras su oreja—. Seguro que ya tienes admiradores tanto en ese clan strigoi como fuera, ¿me equivoco?

—Huh, ¿Seokjin te contó lo del clan? —titubeó Jungkook.

—Sí —respondió Taehyung.

El pelinegro bajó la cabeza, omitiendo su respuesta afirmativa. No sólo había coqueteado con él aquella strigoi, sino algún que otro dhampir y la humana de la que alguna vez se había alimentado.

—Con otros strigoi sientes ese impulso de... ¿alimentarte?

—No —contestó el strigoi.

—Entonces, sería más fácil si yo, también lo fuese...

Jungkook tuvo la necesidad de apartar aquello de sus pensamientos. Apretó los nudillos de sus propias manos con un gran control de sí mismo y deseó poder sujetar su rostro para acercarlo a sí mismo.

—Adoro que seas lo que eres —le recordó—. Dame tiempo y te prometo que estaré contigo como lo necesitas...

—¿Y tú? ¿lo necesitas?

El strigoi respiró profundamente.

—No sabes cuánto...

Taehyung se aproximó a él en el corto espacio que les distanciaba e intentó abrazarle, pero el pelinegro agarró sus muñecas y detuvo su contacto antes de que le tocase. Su nariz se rozó con la suya en un instante, y los sentidos de Jungkook se vieron disparados.

—No... —jadeó.

—Kookie...

—Taehyung, por favor —le pidió Jungkook—. Apenas me quedan fuerzas para continuar alejándome... no me hagas esto.

El moroi lo entendió, y volvió a retroceder sintiendo aflicción por él. Notó a Jungkook más distante cuando liberó sus muñecas, e inesperadamente, la voz de Jimin llegó hasta ellos frente a la puerta de la alacena.

—¡Sí! ¡En seguida voy! —dijo Jimin—. ¿Dónde estaba el baño...? Hmn.

Ambos se encogieron en el pequeño espacio en el que se encontraban y esperaron con los dedos cruzados no encontrarse con una de las escenas más incómodas que podían haber compartido si Jimin abriese la puerta.

«¿Cómo iba a explicarle que él y Tae estuvieran allí metidos?», se preguntó Jungkook. «Casi estaba obviando el hecho de que técnicamente, meterse con un moroi en una alacena era como meter a un ratón en una gatera. Y sí, él era el gato».

—¿Podrías traer otra botella de Bourbon? —preguntó la voz de Jin desde la cocina.

Jungkook y Taehyung se encontraron velozmente en su corto espacio, con el corazón martilleando sus oídos. El pelinegro esperó a que Jimin se metiese en la puerta contigua del baño, él empujó la puerta de la alacena indicándole escapar a hurtadillas y de pasó tomó la botella con una mano.

Taehyung le esperó en el exterior con las mejillas sonrosadas y cruzado de brazos. «¿Por qué siempre se metían en problemas o estaban muy cerca de tenerlos cuando andaban juntos?».

—La tengo —murmuró Jungkook.

—Hmnh...

—¿Vas a ir a dormir?

—¿Huh? ¿Yo? —dudó Taehyung con un bonito pestañeo que fue a parar a la botella de su mano—. P-pues...

Jungkook ladeó la cabeza observándole con un toque malicioso.

—Si van a tomar algo, se quedarán dormidos rápido —dijo ladinamente—. Tengo una idea, pero puede que fuese peligrosa y que implicase...

—¿Qué implicase qué?

—Salir al exterior —concretó en voz baja—. Volveríamos antes del amanecer, por supuesto. Y nadie tendría por qué saberlo.

El corazón del moroi saltó en su pecho, sintiendo una repentina excitación por escaparse con Jungkook. «¿Cuántas veces había sentido eso? ¿tenía algún sentido temer a la noche si le tenía a su lado?».

—Entiendo que no quieras hacerlo —trató de excusarse Jungkook—, si piensas que...

—Podría ser peligroso —titubeó Taehyung bajando la cabeza.

—Y hay zombies ahí afuera.

—Y un montón de strigoi.

—Oh, no te preocupes por esos... el clan de Lang es relativamente amigable —añadió el pelinegro—. La primera vez que les conocí, un tipo muy feo me sacó a regañadientes de un club y con una aguja de verbena amenazando clavarse en mi costado. Después me peleé con ellos, y terminé con...

El rostro de Taehyung esbozó una inequívoca preocupación por aquello.

—V-vale, olvida eso —corrigió Jungkook, pensando que estaba hablando demasiado.

—Sí —dijo Taehyung precipitadamente.

El corazón del strigoi emitió un vuelco por su tono de voz.

—Quiero salir contigo —confirmó Taehyung bajando la voz.

Jungkook se mordisqueó el labio sintiéndose encantado. Aquella vieja sensación volvió a inundarle recordándole la de veces que se habían escabullido o salieron juntos a algún lado.

Él sabía que no era lo más seguro, pero su organismo neo strigoi efervescía por Taehyung, y no podía dejar de pensar en ese tipo de cosas como si aún fuera un adolescente escapando de la academia de Incheon.

Jimin salió del cuarto de baño y se topó con ellos en el pasillo.

—Oh, aquí estáis —dijo arqueando una ceja—. ¿Pasa algo?

—Oh, n-no, no —se excusó Taehyung—. Yo... me iba a dormir...

—Ten, esta es la botella —Jungkook le ofreció a Jimin la botella de Bourbon y el dhampir la tomó entre los dedos escudriñándole con su mirada.

Jungkook podía ser un strigoi ahora, pero a él no se le escapaba ni una de su viejo amigo y parabatai.

—¿Qué tramáis? —pronunció con astucia.

—Jungkook me estaba hablando sobre Lang —dijo Taehyung.

—Y sobre el maravilloso tiempo que hace ahora por la noche —agregó el pelinegro.

—Una lástima que sea tan peligroso salir... —continuó el moroi—. Hmnh, estoy cansado, me levanté muy pronto hoy. Debería irme ya...

Jungkook le miró de soslayo, en una perfecta actuación sin roces físicos ni segundas intenciones.

—Descansa —le dijo.

—Sí, ¡hasta mañana Jimin! —canturreó Tae subiendo los primeros peldaños de la escalera y compartiendo una mirada cómplice con Jungkook desde la barandilla.

Jimin suspiró, y se encogió de brazos descartando su sospecha y agitando la botella de licor.

—Sí. Yo me tomaré una copa más y haré lo mismo —respondió regresando al salón—. Buenas noches.

Jungkook se detuvo bajo la escalera y levantó nuevamente la cabeza en la dirección del moroi.

—Brillante —pronunció en voz baja orgullosamente.

Las comisuras del moroi se curvaron en una leve sonrisita. Él se inclinó sobre la barandilla mirándole desde arriba.

—¿Y bien, Romeo? ¿Cuál es el plan? —preguntó coquetamente.

Jungkook esbozó una de esas sonrisas que iluminaban su rostro.

—A las dos, en la escalera —dijo en voz baja—. Ponte una chaqueta, hará fresco afuera.

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top