Capítulo 1

Capítulo 1. El despertar

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Taehyung comprobó su reflejo en el espejo: se encontraba demacrado, lleno de sangre seca, y destruido emocionalmente. Sus iris recuperaron su color en las últimas horas, como si una espesa niebla que residía en sus ojos se disipase. Pero los mechones de su cabello oscuro le hicieron sentirse extraño, irreconocible frente a un reflejo que temía aceptar como suyo. Portaba una cicatriz sobre su piel, que se extendía desde el lado izquierdo de su pecho y cuello, hasta la mejilla. Cuando la tocó con sus dedos, sintió que ardía bajo las yemas con un extraño dolor que provenía de su pecho.

—No toques eso —Jimin apareció en el cuarto de baño y retiró sus dedos—. No tiene buen aspecto...

Sin soltar su mano, ambos se observaron durante unos segundos de lúgubre silencio en el cuarto de baño, reconociendo el rostro atormentado del otro. El dhampir se había cambiado de ropa, pasando a una camiseta de manga corta que dejaba ver el tatuaje de tinta plateada de su brazo, las cicatrices en forma de media luna de antiguos mordiscos de strigoi, y los vendajes que había estado aplicándose.

—¿Qué vamos a hacer? —musitó Taehyung.

Jimin verificó el teléfono móvil que sacaba una y otra vez de su bolsillo con un tic nervioso.

—Esperar a que la tormenta pase —respondió en voz baja, sin mirarle—. Dúchate antes de que lleguen los demás.

Un profundo trueno rugió sobre ellos sobre el cielo encapotado de Seúl. Utilizaron un apartamento como piso franco para sobrevivir a la madrugada, el cual les tranquilizó por la seguridad del glamour humano que protegía sus paredes. Jimin le dejó a solas en el cuarto de baño, y con la conmoción emocional que acosaba la extraña sensación de frialdad preponderante en el pecho de Taehyung, comenzó a desvestirse en silencio.

Ni una sola cicatriz o marca, y más allá de su aspecto irreconocible y mugriento, descubrió bajo las gotas frías de la ducha y sangre diluida con el agua que se desprendía, las escenas horribles que le acusaban bajo sus párpados. Xiumin había desaparecido para siempre. Sus padres merecían el descanso eterno, y deseaba profundamente no recordar la reconstrucción de unos rostros de draugr que simulaban ser los suyos. Pero la realidad persistía incluso cuando salió empapado de la ducha, pensando en que la comunidad nosferatu estaba destruida, y los supervivientes aún se encontraban siendo evacuados de las zonas subterráneas del ministerio, mientras los refuerzos de dhampir llegaban de todas partes del país.

Él agarró una toalla blanca y escuchó la voz de Kim Namjoon al otro lado de la puerta. Se mantuvo estático, escuchando la conversación de aquellas personas que eran más su familia, de lo que su hermano mayor hubo sido.

Jimin y Namjoon hablaban sobre algo: Jungkook.

—¿La casa es de la familia de Hoseok? —formuló Jimin frente al peliblanco.

Namjoon suspiró, posando las manos alrededor de su propia cintura con un gesto preocupado. Vestía una blusa blanca anudada al cuello y pantalón sencillo de pinza sobre unos zuecos.

—No, era de los proveedores de la familia Jung —respondió el moroi—. Se encuentra hechizada por un glamour de entrada y salida. Se conoce como, protección meridional, y creo que será útil para evitar si intenta... ya sabes...

—O sea, que —Jimin chasqueó con la lengua, con un toque sarcástico—, creéis que enclaustrarle allí, va a ser la solución a todos nuestros problemas. Fantástico.

—Al menos, no escapará ni asesinará a nadie —razonó con sencillez, pasándose una mano por la barbilla y apuntando con la cabeza al cuarto de baño—. ¿Sigue Taehyung ahí dentro?

—Sí.

Jimin se movió por el apartamento de forma nerviosa, y terminó dirigiéndose a la cocina para saquear la despensa. Hoseok se había largado con Seokjin, para mostrarle y ofrecerle con urgencia un lugar seguro en donde meter a lo que él mismo se negaba a reconocer como Jungkook.

Rebuscando en el armario de la cocina, no encontró demasiado, más que unos snacks de galleta y chocolate que abrió con relativa violencia y mordió, llenándose la boca y mejillas con algo contra lo que su estómago se cerró con una señal de rechazo. Intentó tragarse los mordiscos junto a su saliva, pero de un momento a otro, Jimin se volvió un desastre de manos temblorosas que posó sobre la encimera y ojos inesperadamente ocupados por densas lágrimas que gotearon sin permiso sobre el cuarzo. El puño del dhampir golpeó repetidamente la encimera con frustración. Tenía que sacar esa rabia de alguna forma.

Namjoon apareció tras él en unos segundos, y tras ver la escena, pasó un brazo sobre los hombros de Jimin, y le hundió contra su pecho en un abrazo que les mantuvo en silencio tan sólo acompañado por el lloriqueo del rubio.

—Lo siento —masculló el moroi sobre su oreja—. No todo está perdido, Jimin. Podremos controlar a los draugr que Xiumin y el Círculo crearon... y aunque existan víctimas que hayan perecido esta noche... erradicaremos a esos monstruos...

Jimin se separó de él, frotándose los ojos con el dorso de una mano. Sus globos oculares se encontraban enrojecidos por el cansancio y la irritación de sus lágrimas.

—No podría perdonarme perder a más personas esta noche. No sabes lo que me alegra haberte encontrado vivo —expresó Jimin lastimeramente—. Cuando desperté en esa celda, lo único que me consoló fue volver a ver tu rostro. Pensé que estaba en una pesadilla cuando vi al resto de los heridos y mordidos...

Con los iris empañados, Namjoon apretó el hombro del dhampir con una mano afectuosa. Él había perdido el optimismo de ser rescatado mucho antes, pero cuando los supervivientes comenzaron a ser encerrados en las mazmorras, y otros tantos dhampir que se opusieron a los planes del Círculo o intentaron huir de Seúl, acabaron en celdas contiguas, él supo que una revolución se acercaba. Y su única esperanza era que Kim Taehyung y aquellos amigos que habían escapado de la comunidad nosferatu regresaran.

Por suerte, durante las horas que permanecieron en las mazmorras, entre él y algunos otros moroi consiguieron extraer el veneno de strigoi de aquellos mordidos.

—Tuvimos suerte de que el tal Seokjin nos ayudase a salir —comentó Namjoon sobre el desconocido—. Pero, ¿cómo puede un dhampir tener magia?

Jimin suspiró lentamente, mordisqueándose el labio.

—Joon... creo que te has perdido muchas cosas —le dijo cabizbajo—. Debo ponerte al día.

Namjoon esbozó una sonrisa triste, y reparando en que no llevaba el doble anillo helado, se permitió bromear con él.

—¿Te refieres a la reliquia que te di? —formuló jovialmente—. No me digas que la has perdido, como siempre pierdes todo lo que te regalan.

El dhampir apretó los dedos de las manos y desvió el rostro con una débil sonrisa. «Tal vez tenía más cosas que explicarle de las que había pensado», razonó.

Taehyung apareció en la cocina en ese instante, vestido con una muda de ropa limpia y de color negro. Su rostro circunspecto e iris apagados se posaron sobre el moroi peliblanco. Llevaba tanto tiempo sin ver a Namjoon, que a pesar de que lo hubiera hecho cuando aún estaban bajo tierra, no había sido consciente de la dicha que sentía por saber que estaba vivo.

Se dirigió a él con los labios sellados, aproximándose en unos pasos lentos y rodeando finalmente a su amigo con los brazos. Namjoon era más alto que él, sus labios casi quedaron por encima del cartílago de su oreja, y Taehyung le estrechó sin decir nada, lamentando todo el tiempo que habían estado distanciados.

—Taehyung... —murmuró el moroi peliblanco—. ¿Estás bien?

Jimin negó con la cabeza tras Taehyung, indicándole que no lo estaba. Cuando se soltaron, Namjoon reconoció una profunda desorientación y conmoción en los ojos del moroi.

—¿D-dónde está Jungkook...? —preguntó Taehyung como un niño perdido.

—Vamos a descansar un rato —Jimin agarró su muñeca, y dirigió la conversación al salón—. Ven.

El dhampir se lo llevó al sofá, sentándose junto a él. Los músculos de su cuerpo se encontraban doloridos, resentidos por el esfuerzo físico y por la falta de descanso.

—Ven —insistió Jimin, abrazando al moroi—. Vamos a dormir un rato.

Taehyung se recostó sobre su regazo, apoyando la cabeza en su pecho y cerrando los ojos. El brazo del dhampir rodeó sus hombros, escuchando a Namjoon mencionar que les prepararía algo caliente que aliviase de verdad sus estómagos.

Mientras la lluvia golpeaba la ventana, el olor de una sencilla sopa caliente llegó hasta sus olfatos.

—Es mi culpa —murmuró Taehyung—. No fue un sueño, fue una premonición. Ha sido mi culpa.

—¿De qué coño hablas? —formuló Jimin con las pupilas clavadas en la ventana.

La respiración del moroi se volvió entrecortada, comenzando a emitir un farfullo casi inaudible.

—Jungkook era un strigoi y mataba a Yoongi... y después, venía a por mí...

Jimin se tensó como un trozo de escayola, soltó a Taehyung y clavó los codos en sus propias rodillas, apretando los párpados e intentando no perder las casillas.

—Qué coño... qué coño estás diciendo... —repitió con voz grave—. ¿Has soñado con esa mierda? ¿¡Y lo dices ahora!?

Taehyung le miró atormentado, incorporándose lentamente hasta quedarse sentado a su lado.

—P-perdóname. E-es mi culpa —rompió a sollozar repentinamente—. No me di cuenta a tiempo, ¡dejé que sucediera porque soy estúpido!

Namjoon regresó al salón con una bandeja y dos cuencos de sopa que dejó en la mesa de café. Se sintió desconcertado por los repentinos gritos entre sus dos amigos.

—Como a Yoongi le pase algo, ¡te juro que le mataré! —le acusó Jimin furioso.

—¿Quién es Yoongi? —dudó Namjoon.

Taehyung abrazó sus rodillas sobre el sofá y hundió la cabeza entre sus propios brazos.

—Es su pareja —respondió el moroi lleno de lágrimas—. Pero le dejamos seguro en Revenant, no le pasará nada. Jimin, por favor...

—N-no puedo verle hasta dentro de seis días... —masculló Jimin frotándose las sienes mientras recordaba el bloqueo de seguridad de Revenant—. Maldición.

—¿Pareja? —jadeó Namjoon—. Oh, wow. Ahora sí que me habéis dejado desconcertado.

El timbre del apartamento resonó, dejando estáticos a los tres muchachos. Namjoon se levantó pensando en que sería Hoseok, y desbloqueó la puerta, dejó pasar al moroi vestido de negro.

Taehyung posó sus iris irritados sobre él, reconociendo su aspecto. Cabello oscuro, iris violetas, y una usual vestimenta gótica muy particular. Se levantó para preguntarle sobre lo que había ocurrido, pero lo primero que Hoseok hizo cuando estuvo frente a él, fue inclinarse en una señal respetuosa.

—Príncipe Kim —pronunció Hoseok, irguiéndose lentamente—. Es un gusto verle con mejor aspecto.

Taehyung casi había olvidado las connotaciones de su rango real para todos los miembros de la comunidad nosferatu, pero Jung Hoseok era un vampiro con mucha más edad que ellos, y aquello le convertía en el mayor y más sabio entre los cuatro.

—Llámame Taehyung, por favor —solicitó el moroi, evitando las cortesías—. ¿Se encuentran Jungkook y Seokjin bien?

—Sí —respondió el moroi mayor, arrastrando sus pupilas sobre los otros dos muchachos—. Le he llevado a un sitio seguro. Se encuentra en las afueras de la ciudad, en una antigua casa de alguien que le debe un favor a mi familia. No os preocupéis por Seokjin, él sabe lo que se hace. Por eso conté con él para guiaros a Revenant.

—¿Ha despertado? —dudó Jimin, mirándole con cierta inquietud y recelo.

—No —contestó seguidamente—. Aún no. Hemos tenido suerte de que aún no lo hiciera. Aunque reconozco que es extraño para un strigoi demorarse tanto en despertar...

—¿Es eso... perjudicial? —preguntó Taehyung, levantando las cejas.

—¿Perjudicial? —la voz de Hoseok osciló brevemente—. No lo considero precisamente como algo negativo. Quizá... exista algún elemento extra que no hayamos identificado, Seokjin me contó que Jungkook no era un dhampir muy común... —expresó con incertidumbre, entrecerrando los párpados—. Él y yo le revisamos cuidadosamente antes de marcharme. No había perforaciones ni rastro alguno de infección del sacre, así que podéis estar tranquilos. Sus heridas se han curado totalmente, y todas sus cicatrices se han borrado en sólo unas horas. Así que, la conversión en strigoi está funcionado como siempre, sólo que parece estar tomándose su tiempo con este chico.

—¿S-sus cicatrices...? —murmuró Taehyung para sí mismo.

«¿Su conversión en strigoi había borrado todas sus cicatrices?», se preguntó asombrado. «El organismo strigoi debía ser realmente poderoso».

Los cuatro muchachos tomaron asiento para hablar mejor sobre lo sucedido. Jimin trató de abrir su apetito con la sopa caliente, la cual Taehyung sólo mojó sus labios, sintiéndose demasiado inquieto como para tomar algo.

—Me han notificado que van a sellar los ministerios con unas cargas explosivas —les contó Hoseok—. Hay más draugr ahí abajo, y a pesar de los refuerzos, temen que los mordiscos también propaguen el virus sacre.

—Podría ser una epidemia —comentó Namjoon, cruzándose de piernas en una aterciopelada butaca—. Los draugr ni siquiera razonan, como hacen los clanes de strigoi. No son sofisticados, sólo son... zombies...

—Son una jauría de hienas desatadas —agregó Hoseok, procediendo a contarles algo más—. El poder de Xiumin controlaba a los strigoi bajo un mandato de obligación, pero entre la mayoría de ellos terminaron infectándose el sacre. Intenté ponerme en contacto con vosotros, pero la guardia dhampir me capturó bajo el control de Xiumin, y me encerraron. Trataron de sonsacarme información respecto a Jungkook, creo que Xiumin trataba de averiguar si él era inmune a la compulsión. Creo que siempre temió al guardián del príncipe.

—Lo es —confirmó Taehyung con seriedad, cruzándose de brazos—. Es inmune. No sé si seguirá siéndolo, pero... Xiumin no le temía... le odiaba.

Los chicos clavaron sus ojos sobre el moroi, mientras hablaba.

—Había perdido la cabeza, supongo que por todo lo que le estaban haciendo, y deterioro del sacre. Estaba convirtiéndole en el ojo del huracán —explicó lentamente—, pero toda esa furia iba contra mí. En realidad, sólo quería hacerme daño.

—Taehyung, su cicatriz... —intervino Hoseok cuidadosamente—. Seokjin me pidió que le dijera que no usase el akash. No conoce la inversión del elemento, y esa marca que ha aparecido podría matarle.

—¿Matarme?

—L-la oscuridad... —declaró el moroi, erizando su vello—. Me dijo que se pondría en contacto con usted en otro momento.

—Bien —suspiró Taehyung, pasándose una mano por el pecho—, no lo usaré. Me duele.

—¿Te duele? —preguntó Namjoon desconcertado—. Joder, ¿crees que podría ser por el vínculo? Dijiste que ya no podías sentirle.

Taehyung bajó la cabeza, pensando en aquello. La sensación de no sentir el vínculo era horrible, como si le faltase algo a lo que estaba acostumbrado desde siempre. Entre los dos, él nunca había sido el que leía los pensamientos del otro, jamás fue capaz de sentir lo que sentía Jungkook excepto a través de sus labios, y tampoco poseía aquella asombrosa y envidiable capacidad para ubicarle, sin importar donde estuviese, como si sólo tuviese que tirar del hilo invisible que les conectaba.

Sin embargo, sí que había sentido otras cosas. El vínculo había estado vivo y existió entre ambos, le hacía sentirse unido a algo, y de alguna forma, siempre percibió a Jungkook. A su vida, su vibración y calidez dhampir. Ahora no sentía nada.

—Quiero verle —deseó el moroi con un hilo de voz—. Necesito verle.

—Aún no —contestó Hoseok—, es muy precipitado para todos.

—No —respondió Jimin al unísono, con una rapidez inocua.

—¿Por qué? —exhaló Taehyung—. ¿Y si no está bien? ¿Y si me necesita?

—Claro que no está bien, es un puto strigoi, Taehyung —escupió Jimin irritado, apartando su cuenco—. ¿Cómo quieres que lo esté? ¡Nunca más va a estarlo!

Taehyung se sintió herido por su brusquedad, y Namjoon intervino:

—Jimin —comenzó intentando apaciguarle—. Tranquilízate, ¿vale? Todos estamos muy tensos. Como dijiste, será mejor que descansemos.

—No lo entiendes —insistió Jimin con el dolor reflejándose en sus ojos—. Si me hubierais dejado acabar con él, no iría a odiarse a sí mismo. Eso, si es que llega a tener conciencia cuando despierte —bufó con una sonrisa sarcástica—. Porque por algún motivo, todos habéis preferido que se convierta en un chupasangre con instintos asesinos, ¡antes de pensar en lo que él hubiera preferido!

—Cállate, Jimin —le arrojó Namjoon con dureza—. Eso de chupasangre también nos incluye a nosotros. Entiendo que te hayan entrenado para matar strigoi desde los once años, pero ese strigoi del que estás hablando ahora es, ¡tu mejor amigo! ¡tu parabatai!

—¡Ese es el problema! —rebatió el dhampir levantándose del sofá y señalándole con un dedo—. ¡Conoces a Jungkook tanto como yo! ¡¡Sabes que es tan letal que podría matarnos a todos!! ¿¡Quieres que le recordemos así!? ¿¡Como un monstruo!? ¿¡Quieres perder a más seres queridos?!

—Ya basta —pronunció Taehyung con voz ronca y ojos llenos de lágrimas. Se aproximó a Jimin, interponiéndose en su camino—. ¡Te he dicho que pares!

—No, no basta —agregó Jimin gravemente—. Tú sólo estás cegado por tus sentimientos, pero te recuerdo que los strigoi no son como los moroi, Taehyung: por mucho que le ames, él se moverá por instintos. ¿Qué se supone que debería hacer para detenerte? ¿Encerrarte en una celda? ¡¿Atarte a un puto tronco de árbol para que no salgas corriendo hacia sus brazos?! —exclamó al borde de un sollozo—. ¡Te matará, Taehyung!

Taehyung levantó la mano y abofeteó la mejilla de Jimin con mucha rabia.

—¡Cállate de una vez! ¡Cállate! —le gritó—. ¡Jungkook no nos haría daño! ¡No hables así de él!

Jimin retrocedió unos pasos con los ojos muy abiertos, llevándose una mano a su mejilla enrojecida. Su piel comenzó a arder en sólo unos segundos, donde la marca de sus dedos apareció con nitidez. Namjoon se vio paralizado, lamentándose entre el dolor y frustración de ambos.

Quizá ellos no se darían cuenta, pero ambos querían a Jungkook y se encontraban expresando el dolor por su pérdida en una clara posición contrapuesta.

—Por favor —dijo Hoseok, aproximándose a los dos serenamente—, mantened la calma. No es necesario llegar a esto.

Jimin posó sus ojos sobre la calma y distanciamiento de su mirada violeta, después miró a Namjoon, quién permanecía tan helado como una estatuilla de hielo a punto de romperse, y por último sobre Taehyung, cuyos ojos claros se habían vuelto más grandes y redondeados, bajo una respiración agitada llena de culpabilidad y fugaz arrepentimiento por haberle golpeado.

—Iros al infierno —les deseó Jimin, largándose del salón.

Y aquella madrugada, el silencio acompañó a los tres moroi y a Jimin en Seúl, la dulce y hermosa ciudad que creó una brecha en sus corazones.

*

Un jadeo ahogado escapó de sus pulmones, y como si algo externo a él le hubiese pateado las costillas, Jungkook se incorporó precipitadamente sobre una cama desconocida. Sábanas blancas, camiseta negra, pantalón holgado y descalzo. Sin una marca, sin una venda o herida.

Sus pupilas perdieron la nitidez de su entorno, sintiéndose abrumado por el tacto de la sábana en sus yemas y rechazando de forma excepcional la luz que palpitaba en su cabeza con cada pestañeo. Sus ojos se llenaron de lágrimas saladas que trataron de cubrir sus ojos de una densa película, y una amarga y ardiente tos estranguló su garganta haciéndole creer que no podía tragar saliva. Bajo la cortina corrida y tras las nubes que comenzaban a disiparse después de una densa tormenta que acariciaba el frío clima, sus venas dejaron de calentar su organismo de forma imperativa, y la tibia luz de la mañana se coló entre los cientos de vértices, haciéndole sentir una profunda fobia.

Jungkook infló los pulmones de oxígeno tratando de tranquilizarse, pero creyó que iría a asfixiarse por un exceso de aire. Movió la cabeza, y su entorno se sacudió demasiado rápido. Apretó los párpados, confuso y agobiado, e intentó levantarse con desorientación. Cuando sus pies rozaron el suelo, la fría madera pulida siseó de una manera que nunca antes había escuchado.

Jadeó presintiendo como el mundo se tambaleaba a su alrededor, sumergido en alguna especie de líquido gaseoso que nunca antes había percibido. Pero en realidad, él era el que se encontraba abrumado por la incomprensible cantidad de sentidos desmedidos. Sus ojos se posaron velozmente en el destello carmesí del broche de la flor de Tigridia sobre la pequeña y elegante mesita de noche. Jungkook volvió a jadear entrecortadamente, tratando de alcanzarla con unos dedos que perdieron el interés en el brillo del oro y rubí, cuando supo que aquello no solucionaría sus necesidades.

«Estaba respirando excesivamente rápido», se dijo. «Necesitaba tranquilizarse».

Su mirada vaciló por la habitación, reparando que se encontraba en un lugar que no reconocía. Entró en pánico en cuestión de segundos, diluyéndose en las lagunas de memoria que difuminaban sus últimos días vividos.

«¿Dónde estaba?», se preguntó. «¿Por qué no recordaba nada? ¿Cuál era... su nombre...?».

Jungkook apretó los párpados y dio unos pasos temblorosos que le hicieron recibir un puñado de flashbacks en su cabeza: estruendos, peleas, muertes, frustración. Un miedo paralizante. Un dolor irreconocible. Lágrimas saladas. La sensación emocional del pelinegro se volvió tan aguda, que comenzó a creer que incluso su piel dolía. Sentía los dedos de alguien sobre los suyos, unas caricias que quemaban su alma y una pasión por alguien más, que apretaba su corazón con una cinta. Unos iris azulados se desvanecieron de su consciencia por miedo a lo abrumado que se sentía.

Estaba tan asustado por aquella explosión de emociones, que creyó que podría escapar de eso si corría. Atravesó la puerta golpeándola con una mano, se precipitó por el desconocido pasillo de madera, encontrando un rellano de columnas y escaleras circulares que bajaban a la planta principal. Las motas de luz discurrían frente a sus pupilas, y descartando fugazmente lo de bajar las escaleras, Jungkook saltó por encima de la adornada barandilla de volutas y cayó como un gato inclinándose sobre las dos piernas. No supo cómo lo hizo para llegar al porche, pero gimió por la luz del día que se colaba entre los densos nubarrones sobre su cabeza y hería sus pupilas. Corrió atravesando el jardín, sintiéndose abrumado por el olor a tierra húmeda, la sensación de los dedos de sus pies sobre la fresca y húmeda hierba, y el canto de algún pájaro cercano clavándose en sus tímpanos.

Su estrepitosa huida se vio finalmente detenida por un muro invisible que impidió su marcha. En un jadeo agudo y asustado, Jungkook elevó las manos intentando comprender qué era lo que detenía su cuerpo. No había nada. Era un campo de fuerza invisible que le impedía ir más allá de donde se encontraba, pero ante su acongojo, pudo observar la brisa y el campo que le rodeaba. Los árboles lejanos balanceándose, el sonido del viento susurrar en un idioma que jamás había escuchado, el crujir de la puerta de la enorme casa desde la que había escapado abriéndose por una segunda presencia.

Las frías gotas que comenzaron a derramarse desde el cielo en una suave llovizna, acariciaron su piel, su ropa, su cabello. Jungkook miró sus propias manos como si nunca antes las hubiera visto. La lluvia eran finos diamantes que reflejaban un lejano arcoíris y calaban sobre él. No sentía frío. Era agradable.

Él elevó la cabeza hacia el cielo y cerró los párpados permitiendo que las nubes que se cerraban sobre su cabeza descargasen las suaves lágrimas sobre su rostro.

—Jungkook —escuchó tras él.

Giró la cabeza apresuradamente, ubicando a la voz masculina ajena que alcanzó sus tímpanos con una asombrosa nitidez. A unos metros, sus córneas palpitaron creyendo reconocerle. Rostro ovalado, pulso mortal, inhalación y exhalación de oxígeno escapando entre sus labios, heridas vendadas bajo la ropa y un olor a agua oxigenada dándole un toque ácido. Tenía el nombre en la punta de su lengua, y se alegraba de verle tanto como extrañaba al hacerlo.

Seokjin le dirigió la mirada del gris más cenizo que conoció hasta entonces. Jungkook vislumbró las pintas e imperfecciones de sus iris en la distancia, sus pestañas oscuras como hilos negros y la mano derecha que posó sobre el cinturón de dhampir donde una estaca se encontraba discretamente enfundada.

Entre las nubes que se fraccionaban en el cielo, Jungkook apretó los párpados percibiendo el destello lejano de la luz solar a cientos de metros.

—La luz... —masculló con una voz extraña—. L-la luz...

—Deberías entrar —sugirió Seokjin—, si el cielo se despeja, el sol te matará.

Jungkook no comprendió sus palabras, pero encogiéndose de hombros como si la lluvia pudiera enfriarle, dios unos pasos obedientes en su dirección, y él se distanció cautelosamente permaneciendo atento a sus pisadas.

Cuando entró de nuevo a la casa, se sintió mucho más cómodo, y se percató por primera vez del enorme salón cuadrangular que casi parecía el de un hall.

Seokjin observó sus reacciones como el de un guardián atento. Se mantuvo precavido ante el nuevo Jungkook, cuyos ojos oscuros habían sido decorados por un nuevo y brillante halo plateado que rodeó sus pupilas. Le pareció que el strigoi se encontraba tan confuso y desorientado como un animal acongojado, pero al menos, no parecía mostrarse agresivo más allá de su fugaz intento de escapada, que, por suerte, la protección meridional había evitado.

«Sólo quería saber algo más», se dijo Seokjin, escoltándole hasta el dormitorio de la primera planta. «¿Estaba Jungkook realmente ahí dentro?».

Cuando el joven pelinegro regresó al lugar donde había despertado, lejos de estímulos externos, recuperó la presión de sus sienes. Su garganta ardía y le raspaba dolorosamente.

—¿P-puedo beber agua? —suplicó Jungkook con nerviosismo, deseando salir de allí—. Me muero de sed.

—Ahora no —le negó Seokjin—. Siéntate, por favor. Tenemos que hablar de algo.

Jungkook se sintió tembloroso, como si su cuerpo fuese a estallar en un sudor febril a pesar de encontrarse salpicado por la lluvia. «¿Estaba poniéndose enfermo?».

—¿Qué me pasa? —gimió el strigoi con una respiración entrecortada.

Seokjin caminó por el amplio dormitorio, provocando un golpeteo de sus botas sobre el tapizado de madera, que hizo que Jungkook se sintiese irritado. Le miró de medio lado, esperando que detuviese de una vez su paseo errante con el ceño fruncido.

—Jungkook... escúchame... —comenzó el dhampir pronunciando con claridad—. Cuando nos capturaron, fuiste mordido. Tu organismo no sobrevivió al veneno strigoi. Y anoche, tú... tú...

Jungkook se sintió agitado por su explicación, recibiendo unos lengüetazos de fugaces recuerdos: un mordisco desgarrado en su brazo, Seojun sosteniendo una jeringuilla rellena de un líquido dorado y brillante, él, asesinando al que había sido su padrino y mentor durante tantos años.

—¿Yo qué...? —el strigoi clavó los dedos en la cama, inclinándose con un jadeo.

Sus ojos se cargaron de pesadas lágrimas, recordando la muerte de Seojun. Su propio desvanecimiento en el suelo, la sensación de su corazón apagándose mientras sus venas abrasaban su organismo. ¿Por qué tuvo que matarle? ¿Por qué se sentía tan asustado?

—Moriste.

—¡N-no! —exclamó Jungkook—. ¡N-no, no, no...!

Seokjin apretó los labios, observando su reacción. El sollozo desgarrado de Jungkook se acompañó de unos dedos afilados que se clavaron sobre el colchón y rasgaron las sábanas como si también lo hiciera su corazón.

—Tranquilo... —dijo Seokjin con una voz sosegada, permaneciendo a una distancia de seguridad—. Contrólate, Jungkook... ahora debes controlar tu ira, tu terror, tu furia...

Jungkook observó sus propios dedos y se horrorizó de sus garras, se dejó escurrir desde el borde de la cama hasta el suelo con los ojos llenos de lágrimas.

—Jungkook, todo el mundo está a salvo —agregó el mayor—, ¿de acuerdo? Xiumin ha muerto. Dinamitarán la zona subterránea de los ministerios.

—Por favor, no... n-no... —jadeó con las manos temblorosas, asustándose de sí mismo, se encogió mientras sus dedos volvían a ser los mismos—. P-páralo, Seokjin... h-haz que pare...

—Controla tu respiración.

Jungkook exhaló el aire de sus pulmones e intentó respirar más despacio. Percibió un intenso pálpito en sus encías. Apretó las manos temblorosas deseando no volver a ver las garras que habían desaparecido.

«¿Era un monstruo?», pensó el más joven con desesperación. «¿Iba a convertirse en uno por la sangre? Sangre. Sangre...».

Sintió una terrible náusea de anhelo cuando razonó de dónde provenía aquella febrilidad y ardiente estrangulamiento de su garganta. Pero lo que más le asustó de saber que estaba sediento, era oler las heridas curadas y vendadas de Seokjin a unos cuantos metros.

«Deseaba su sangre», anheló en silencio. «Deseaba atacarle. Deseaba satisfacerse».

Jungkook se agarró al extremo de la cama, sintiendo como sus instintos le gritaban que se alimentase.

—J-Jin —jadeó de forma enfermiza, elevando su voz con una resonancia desesperada—. V-vete. Tienes que irte. ¡Vete!

Repentinamente, un pinchazo en su cuello le hizo caer de rodillas apoyando los codos en el colchón. Seokjin sacó la jeringuilla de su cuello y tapó la aguja, guardándose la otra dosis en el cinturón. Jungkook hundió la cabeza entre las sábanas sintiéndose anestesiado.

—Te acabo de inyectar verbena —expresó el dhampir con calma—. Tranquilo, es una dosis mínima. Te dejará con todas tus capacidades reducidas al cincuenta por ciento durante unas horas.

El mayor atravesó el dormitorio y se sentó en una butaca, cruzándose de piernas. Jungkook tardó unos minutos en levantar la cabeza, posando sobre él sus iris ennegrecidos, que se dilataron peligrosamente bajo el plateado halo de sus pupilas.

—¿Q-qué...? —respiró Jungkook, intentando moverse por encima de la cama con una clara debilidad.

—Lo he hecho para que no intentes arrancarme la cabeza —dijo Seokjin, juntando sus propias manos bajo su mentón—. Ahora que eres un neo strigoi tienes que luchar por mantener tu cordura, Jungkook. Si no lo haces, yo mismo me encargaré de matarte antes de que sea demasiado tarde, ¿me oyes? —formuló con una pasiva amenaza—. Pero si pones de tu parte, te ayudaré a que superes tus primeros meses de transición hasta que conozcas y controles tus instintos.

Jungkook comprendió sus palabras, y apretó los párpados sintiendo como su entorno se distorsionaba, bombeando sus propios latidos y esparciendo un desagradable líquido por sus venas.

«Es la verbena», pensó controlando su respiración. «Puedo sentirla».

—¿Dónde estamos? —le preguntó con un hilo de voz.

—En un lugar seguro, —respondió el dhampir—, tanto para nosotros, como para ti. No puedes escapar de aquí, pero tampoco pueden entrar otros como tú. Estamos a las afueras de Seúl.

Jungkook se frotó la frente con unos dedos, sintiéndose sudoroso. Sus instintos comenzaron a susurrarle cosas perturbadoras, que provocaron en él una sensación angustiosa. Miró a Seokjin comprobando la severa expresión de su rostro. Sus ojos rojizos e irritados le hablaron de que no había dormido en las últimas veinticuatro horas, y a pesar de su cambio de ropa y cabello peinado hacia atrás, Jungkook supo que se encontraba tan desgastado como él y su pinchazo de verbena.

—No puedes salir afuera cuando haya sol —repitió Seokjin—, ¿me oyes, Jungkook? El sol es tu peor enemigo ahora.

—N-necesito agua... —suplicó Jungkook, ignorando sus últimas palabras—. Por favor, me muero de sed...

El mayor chasqueó con la lengua y se levantó de la butaca dispuesto a arreglarlo: Jungkook necesitaba conocer su instinto más primitivo en su primer despertar, antes de que la sed le hiciese perder la cabeza.

—Desgraciadamente, necesitas algo más denso que el agua —comentó el dhampir, dirigiéndose a la puerta—. Tenemos suerte de que Jung Hoseok tenga tantos contactos. Espera aquí.

Jungkook no entendió absolutamente nada, pero Seokjin detuvo sus pasos en el marco de la puerta mirándole de nuevo.

—Si le matas, te mato —agregó y expuso de manera sencilla—. ¿Lo entiendes? No hagas que me arrepienta de sacarte de aquel hoyo del ministerio.

Seokjin desapareció unos instantes, en los que Jungkook logró incorporarse y sentarse en el borde de la cama céntrica, sintiéndose tan desorientado, que deseaba gritarle. De un segundo a otro, pensó en que arrancarle la cabeza a alguien no podía ser tan mala idea.

Una presencia muy distinta entró en la habitación mirándole de forma directa. Jungkook levantó la cabeza y posó su mirada sobre la joven desconocida de cabello castaño y trenzado. Seokjin la acompañaba como si hubiesen llegado a un acuerdo previo.

—Jungkook, ella es Dafne —anunció el dhampir—. Es una humana que ha prestado sus servicios para alimentarte. La primera vez que lo hagas, debe ser directamente de una vena. Es una medida que te ayudará a regular tus impulsos —explicó brevemente—, después hablaremos sobre las bolsas de sangre.

Jungkook casi se atragantó escuchándole decir aquello. Y no porque la joven fuera una humana de pago, o también conocida como prostituta de sangre, sino porque parecía que él era alguna especie de futuro drogadicto que tendría que lidiar con el mono.

El problema de su desconcierto se desvaneció tan rápido como vino, pues la energía mortal y vibrante de la humana llegó hasta los sentidos de Jungkook, haciéndole inspirar su agradable olor humano. Se levantó lentamente del borde de la cama, y se vio tan ansioso como sediento por descubrir qué se sentía al satisfacer sus sentidos.

—Despacio, ¿de acuerdo? —le sugirió Seokjin haciéndose a un lado—. Trátala bien si no quieres que sea la primera y última vez que te traigo a alguien.

Ella apartó su trenza a un lado y desvió el rostro con una expresión neutral. No le interesaba Jungkook, ni tampoco le interesaría nada más allá de la suma de dinero ofrecida por dejarse morder por un neo strigoi que «estaría controlado». No todo el mundo cometía aquellas estupideces, pero Seokjin consideró que Jungkook se encontraba bajo control tras haber hablado con él e inyectado una dosis suficiente de verbena, por lo que, según su organizado plan, era la hora de alimentarle antes de que estuviera más enfadado por no clavarle el diente a algo.

Observó al pelinegro acercarse a la joven, transformándose en alguien muy distinto a quien conocía. Su semblante se ensombreció y sus ojos se dilataron con hambre. Su aliento se volvió más profundo y excitado por el apetito, mientras sus afilados colmillos crecían hasta clavarse en su belfo inferior.

Jungkook clavó sus iris en su cuello despejado, donde los mechones de cabello se escapaban de su trenza enroscándose tras su oreja y deshilachándose en la nuca.

Sin embargo, ella le ofreció una muñeca arremangada, de piel blanca y rosada. Las venas azules y verdosas se enterraban bajo el pulso de la fina muñeca. Y por algún motivo que Jungkook no llegó a discernir a tiempo, escuchó su pulso reclamarle con un apetecible bombeo que le hizo salivar.

Él sintió el doloroso pálpito de sus encías hinchándose y empujando aún más sus colmillos. Algo le susurró que la muñeca no era suficiente, que deseaba más y anhelaba una zona de mayor caudal y afluente donde él pudiera ejercer el control de hasta donde saciarse. Pero miró de reojo a Seokjin, comprobando que se encontraba ahí vigilándole. Le maldijo mentalmente y con fastidio, tomó la muñeca de la joven entre los dedos, y sus ojos se ensombrecieron por completo.

Seokjin vislumbró las venas oscuras que rodearon sus párpados superiores e inferiores, y acto seguido, Jungkook hundió los dientes en la carne sin demorarse. El primer mordisco inundó sus papilas gustativas con el sabor más exquisito del mundo, aunque puede que sólo pensara que era así, porque estaba muerto de hambre. La sensación explotó como un caramelo dulce y caliente en su paladar y atravesó su esófago hasta efervescer en sus venas. Alivió el ardor de su garganta raspada y le chutó de una energía que nunca antes había conocido. El divino néctar de las venas de la humana le hizo percibir que recuperaba sus fuerzas, aliviándole como si se tratase del agua fresca de un manantial que sólo obedecía a sus sentidos.

Encontró un terrible y condenado alivio a su dolor de cabeza, a su miedo, a su desesperación. Se liberó aquel chaleco pesado, sintiéndose mucho más vivo y vibrante de lo que jamás se había sentido.

«La sangre era lo más importante», le susurró su instinto. «Deseaba olvidarlo todo, perderse en su instinto. Explorar sus nuevos sentidos, descubrir una nueva realidad, que le esperaba en el próximo manto de estrellas que le liberaría de su yugo».

Jungkook se sintió tan lleno, tan climático, drenando la vida de una mortal, que el furor creció en su organismo como una flor abriendo sus pétalos. Apretó la muñeca de la joven con entusiasmo, decidido a jamás soltar su única fuente de consuelo, y hundió con más fuerza sus dientes, advirtiendo su queja. Su molestia y rechazo le estimuló como a un animal excitado y dominante.

—Jungkook, suelta a Dafne —le aconsejó la distante voz de Seokjin—. Es suficiente.

«No iba a soltarla. Pararía cuando a él le apeteciese hacerlo», pensó y gruñó emocionado, dejándose empujar por el frenesí de la sangre que le hizo perder la razón durante los siguientes segundos.

El dhampir actuó a traición, apareciendo tras su nuca para volver a clavar una aguja fría y desagradable en su cuello que inyectó una segunda dosis de verbena en su organismo. Jungkook soltó el mordisco instantáneamente, y se derribó de rodillas perdiendo la fuerza de sus extremidades. Se relamió los labios manchados de saliva y sangre seguido de otra protesta que escapó de su garganta en forma de desacuerdo. Seokjin se acuclilló y agarró el cabello de su coronilla dirigiendo su rostro al suyo para ver sus ojos.

—Ya está... —le dijo el dhampir con un mejor tono mucho más conciliador de lo que esperaba—. No te preocupes, no esperaba que pudieras controlarlo tan rápido. No ha estado mal, no obstante.

Dafne se cubrió su muñeca con un pañuelo y se retiró de la habitación mientras Jungkook la ansiaba con la mirada. La escuchó bajar la escalera, y él no tuvo más remedio que tratar de incorporarse, aunque su cuerpo se quedó tan lánguido como la pasta fresca.

Seokjin le ayudó a sentarse en la cama, razonando los impulsos de su compañero. Sabía que Jungkook actuaría como una cría de león hambrienta, confundiéndose entre lo que estaba bien y mal. Pero él ya había tratado con strigoi mucho antes y conocía los entresijos de sus impulsos más primitivos. No iba a permitir, de ninguna de las maneras, que Jungkook asesinase a nadie y después se horrorizase por lo que había hecho: aquellos siempre eran los primeros pasos que hacían que los neo strigoi comenzasen a deshumanizarse y perder la razón sobre sus actos.

Y cuanto más humano se sintiese Jungkook, más sencillo sería que comenzase a conocerse sí mismo y a sus nuevos impulsos.

«Podía salvarle», se dijo el dhampir esperanzado. «Había despertado sin agresividad, y el halo de sus iris era muy distinto al carmesí que habitualmente observaba en otros. Tenían todas las cartas de su parte».

—¿E-está bien...? —preguntó Jungkook con voz temblorosa tras unos segundos, compadeciéndose de la joven—. ¿L-le he hecho daño?

—Está bien —respondió Seokjin, valorando positivamente aquel rastro de empatía—. Y tú también, Jungkook. Todo irá bien, estaré a tu lado.

*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

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