Capítulo 7
Capítulo 7. Hasta que volvamos a encontrarnos
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
18 días antes, Seúl
—¡Namjoon! ¡Namjoon!
El moroi fue empujado dentro de la prisión, y cayó de bruces sobre el suelo. El estruendo de la puerta resonó en sus oídos cuando se cerró.
Jimin se encontraba con las manos atrapadas por un par de grilletes, al otro lado de las rejas. Clavó sus ojos en el moroi debilitado, de aspecto enfermizo y ojos grisáceos cansados.
—Jimin... —masculló con voz ronca.
El dhampir se vio arrastrado por un par de guardias por la zona subterránea de las mazmorras. Sus vendas y ropa estaban destrozadas, cubierto de sudor y sangre, y un terror que invadía su ser.
—¡Está herido! —exclamó, entre lágrimas—. ¡Los dos lo estamos! ¿Por qué hacen esto?
—Al suelo dhampir —le ordenó un tercer guardia en tono grave.
Uno de ellos pateó al chico para que se arrodillara. Y clavando las rodillas en el ladrillo negro del suelo, el coronel Al-Heinz de la guardia dhampir, se acercó al muchacho. Su uniforme oscuro portaba una insignia plateada de una rosa sobre su pecho, y un sombrero militar terminado en pico.
—¿De dónde escapan todos esos berridos? —formuló arrastrando las palabras—. ¿Es usted un dhampir o un cochinillo?
—Coronel —jadeó Jimin—, soy su guardián. ¡Es mi protegido! ¡Exijo una explicación!
—Park Jimin —le detuvo con una pavorosa frialdad—, ¿servirá usted a la comunidad nosferatu o se opondrá a nosotros?
—¿Q-qué?
—Su contrato queda anulado por orden del rey, y automáticamente vinculado a la guardia real —le informó, inclinándose sobre su rostro—. Declárese a favor, o en contra.
Jimin miró de reojo a los dos que le sujetaban. Bajó la cabeza, exhalando todo su aliento. Algo le decía que, si se atrevía a oponerse, sería muchísimo peor para él. Y él se encontraba realmente debilitado, desorientado, con falta de sangre y sin esperanzas.
—Por el rey... —emitió—, y por la comunidad... nosferatu...
Los guardias tiraron de su ropa para levantarle, y mientras le escoltaban aun sin liberarle de sus grilletes, alejándole de las prisiones subterráneas, el joven dhampir se sintió desolado, perdido. Subiendo la escalera de piedra aterrorizado, se cruzó con una figura encapuchada de familiares ojos violetas. Sus iris se cruzaron, y Jimin supo, de alguna forma, que no estaría tan sólo.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
—Menudo imbécil —dijo una voz femenina en forma de gruñido—. Te dije que no le hicieras daño al muchacho. Se enfadarán si lo entregamos medio muerto.
—Sólo estaba asegurándome —pronunció una segunda voz masculina—. No sé a quién deberíamos tenerle más miedo, si al guardián o al rubito.
—El moroi se recuperará pronto —añadió la mujer, agachándose junto a Taehyung.
Jungkook abrió los ojos lentamente, parpadeando y enfocando una visión turbia. Uno de sus hombros clavaba en sus sentidos un terrible dolor, y sus brazos se encontraban atados tras él, casi dormidos, alrededor del poste metálico de una farola. Liberando un jadeo, se percató de que se encontraba sentado en mitad de un párking. El suelo estaba frío, y su boca sabía a sangre.
—Hola —uno de los dos strigoi se acercó a él, inclinándose sobre su rostro.
El azabache sintió un sobresalto, cuando sus iris se conectaron. Cabello oscuro y largo, una fina barba y un halo rojizo alrededor del eclipse de sus pupilas. Su acompañante, por su lado, tenía una melena de color zanahoria, piel de porcelana y halos plateados.
—Mira a quién tenemos aquí. ¡Pero si es el dhampir guapetón! —canturreó la chica strigoi—. Me muero por probarte, encanto.
Jungkook movió la cabeza en dirección a Taehyung, quien permanecía inconsciente, con una brecha de sangre húmeda sobre la cabeza que manchaba una de sus sienes y parte de su rostro. Supo que lo mejor era quedarse quieto. No podía arriesgarse a hacer el estúpido si su compañero se encontraba en ese estado.
—No te acerques —dijo el hombre—. Huelen a verbena.
—No pensaba hacerlo —sonrió la strigoi—. ¿Crees que nos pagarán una buena suma por ellos?
—Por el dhampir sí —respondió—. Pero el moroi... los odian demasiado. Lo torturarán antes de comérselo.
Jungkook deseó clavarle una estaca, descuartizarlos, escupirles, o hacer cualquier cosa que escucharles hablar así de ellos. Sin embargo, se sintió tan conmocionado como impactado en ese momento.
«Strigoi en Busan —pensó—. ¿Por qué habían ido a por ellos? ¿De qué iba eso?»
El joven intentó deshacerse de sus firmes agarres, sin éxito, advirtiendo a tiempo la falta de peso en su cinturón.
—¿Buscabas eso, cielo? —señaló la strigoi.
A unos metros sobre el asfalto se encontraban su par de estacas elementales, apagadas, de un color oscuro como la madera más común, que pesaría desapercibido ante los ojos de cualquiera. Jungkook se quedó muy quieto.
—Menos mal que nos hemos desecho de eso antes de que alguien se haga daño —dijo divertida—, ¿no crees?
—¿Qué queréis de nosotros? —preguntó Jungkook, levantando la cabeza.
Ella paseó frente al joven con elegancia, clavando sus fríos ojos sobre el chico.
—¿De vosotros? Nada —expresó—. Sólo nos ganamos la vida entregando mercancía.
—¿Mercancía?
—Stel, preciosa. Deja al dhampir, no tortures su pobre conciencia de paloma amaestrada —le dijo cruzándose de brazos—. Suficiente tiene con vivir como un perro toda su vida.
El hombre se acercó a Taehyung de nuevo y puso unos largos dedos sobre su cuello, comprobando su pulso. Jungkook sintió como si un rayo le atravesase cuando le vio tocar a su moroi.
—¡Aléjate de él! —chilló de forma desgarradora.
Su grito alertó a los dos strigoi, y el hombre se aproximó a Jungkook esbozando una sonrisa malévola, de colmillos largos y afilados.
—Que cerdo desconsiderado, como todos los que servís al orden nosferatu —gruñó—, dejándoos vendar los ojos. Y después, nosotros somos los desalmados. Los monstruos de la noche, ¿verdad?
Jungkook pestañeó sin comprender nada. Era la primera vez en su vida que establecía un diálogo con strigoi, y hasta entonces, jamás había visto más que a strigoi muertos de hambre, incapaces de pronunciar más que una palabra, y que se deformaban y rugían como auténticos monstruos. Pero ellos se veían distintos, con un aspecto inicialmente normal, manos sin garras, comunes ojos oscuros, excepto por la singularidad de sus halos. Y sus pieles eran extraordinariamente pálidas, pero sin llegar a mostrarse cetrinas, ni aquellos capilares negros que deformasen su rostro dotándoles de un aspecto demoníaco.
«¿De dónde demonios habían salido aquellos dos?».
—Me muero por desgarrar tu garganta —murmuró lascivamente—. No sabes lo bien que hueles.
—¿No se parece a Kim Taehyung?
La pelirroja apuntó al moroi inconsciente, llamando la atención de su camarada.
—¿Le has visto alguna vez, acaso?
—No —respondió despreocupadamente—. Pero parece un ángel.
—Eso no lo dijiste cuando casi nos quemó con un fogonazo de luz.
—Era fuego —resolvió ella—. Fuego blanco.
—¡No recuerdo que el fuego fuera así!
La pelirroja se encogió de brazos, y mirando a Jungkook de soslayo, dijo:
—No te preocupes. No os haremos daño —sonrió—. Me matarían si dañase la mercancía.
—No, mi amor —el strigoi se aproximó a ella, regalándole una caricia seguida de una carantoña—. Tenemos buena reputación por algo.
Jungkook se quedó sin aliento, entrando en un auténtico desconcierto. «¿Dos strigoi siendo pareja?». Sus neuronas colisionaron de un momento a otro. Jamás había escuchado en la academia de Incheon que los strigoi fueran capaces de tener relaciones, más allá de sus instintos.
Los strigoi eran puramente instintivos. Se movían por tres estimulaciones: hambre, pasión y poder. Y el resto de sus organizaciones, como en los clanes que atacaban a la comunidad nosferatu, no daban más de sí. No tenían alma, ni emociones, no podían sentir nada por el resto, y ni siquiera recordaban a sus seres queridos. Eran seres carentes de afectividad. La comunidad sabía que existían nidos de strigoi por el país, pero eran difíciles de encontrar y extremadamente peligrosos si intentaban exterminarlos.
Jungkook se alegró de no ver a Yoongi por ningún lado. Y mientras que aquellos dos compartían una conversación entre ellos, sobre los strigoi que pasarían para intercambiarles por una suma de dinero. El dhampir apretó los dientes, y se preparó para deshacerse de su amarre de la única forma posible: sacándose un hombro. Aguantó la respiración y se mordió la lengua antes de producir un tirón brusco. Una vez que las cuerdas estuvieron menos apretadas, sacó el brazo contrario y buscó por su chaqueta la daga de hielo que guardaba. Sintió como la sangre volvía a sus dedos electrificándole, en el mismo segundo que entró en contacto con la helada hoja en sus yemas. Cortó las cuerdas con la daga hábilmente, y los strigoi advirtiendo aquel sonido demasiado tarde.
El dhampir ya estaba libre y de pie cuando se giraron. Sus bufidos felinos le alcanzaron rápidamente, y mientras sus dientes se volvían tan puntiagudos como los de un felino, Jungkook se lanzó a por sus estacas elementales. Rodó por el suelo en dirección a ellas y lanzó la daga helada hacia la farola. Él nunca fallaba en sus lanzamientos de cuchillo: el arma atravesó el aire y golpeó en la única luz que iluminaba el párking. El elemento helado hizo saltar por los aires el cristal y la electricidad chisporroteó sobre ellos.
Los strigoi tuvieron que deshacerse de las feroces llamas que atacaron a sus inflamables pieles con sólo unas chispas. El elemento sorpresa dotó al dhampir de unos segundos más de ventaja, en los que alcanzó una de las estacas elementales deslizando sus rodillas raspadas y cortadas por el suelo.
La estaca vibró y se iluminó en su mano, potenciando su organismo de una mejora de velocidad, una amplificación de sentidos e inyección de adrenalina. Jungkook se colocó el doloroso hombro de un movimiento. Y levantándose del duro asfalto reparó en su error. Había destruido la luz de aquel desolado lugar, y se sintió ciego, desorientado. Lo único que iluminó sus pupilas fue su propia estaca.
Pero fue demasiado tarde, un strigoi golpeó su abdomen a gran velocidad, martirizando sus costillas. La strigoi pelirroja agarró su cabello desde la nuca, clavando las uñas en su coronilla.
—Quieto, o perderás el cuello —le amenazó.
Jungkook giró sobre sí mismo, propiciándole una patada voladora a expensas de que arrancase algo de su cabello entre sus garras. La punta de su estaca rozó el hombro de la strigoi quemándole la piel, y su chillido de dolor taponó sus tímpanos.
Él se tambaleo por la pérdida de sangre, mientras su corazón zumbaba con fuerza en sus oídos doloridos y sus pulmones buscaban el oxígeno. Los strigoi se movieron en la oscuridad de la noche sin hacer ningún ruido. Eran peores que felinos, seres letales e invisibles, cuyas pupilas eran lo único que Jungkook podía diferenciar en el manto oscuro de aquella noche.
Y entonces, como si una voz le susurrase, tuvo la mejor y peor idea de la historia.
«El amuleto —pensó—. Si estoy en la oscuridad, ¿podría sumergirme un poco más entre las sombras? Tal vez es lo único que pueda ayudarme».
Él metió una mano dentro de su camisa, y se arrancó el amuleto del pecho. La luz del espíritu se alejó de él cuando lanzó la piedra sobre el asfalto. Y mientras los susurros del Otro Lado volvían a bajar desde el cielo para cernirse sobre él y sumergirle en las sombras, Jungkook percibió que su visión se iluminaba en una especie de infrarrojos que le hizo discernir a la perfección dónde se encontraba cada strigoi.
Ellos brillaban con más fuerza en ese Otro Lado, como si su condición de no-muertos les hiciese destacar en la oscuridad de su visión. Emitían luz propia, y partieron en una carrera hacia él para atacarle sin piedad.
Pero Jungkook pudo verlos en una ralentización, a cámara lenta, que le hizo saber cómo esquivarlos. Sumergiéndose en aquella otra dimensión, eludió al primero, quien retrocedió al observar que el dhampir se envolvía en una especie de neblina oscura.
Mingyu apareció a su lado con un aspecto fantasmal.
—¡Jungkook, sal de aquí! ¡Ahora!
La strigoi pelirroja se lanzó hacia Jungkook con una gran herida sobre su hombro que no terminaba de cicatrizar por culpa del carácter elemental de sus rasguños. Ella esquivó un segundo movimiento agresivo del dhampir, y ambos se sumergieron en un combate de colmillos y estaca. Su compañero intentó atacarle por la espalda, pero Jungkook clavó la estaca en su abdomen y le dejó mal herido.
Al otro lado de la calle, siguiendo los rápidos y enérgicos pasos de Jimin, Yoongi comenzó a jadear mientras intentaba pisarle los talones. Algo le hizo pensar que el aura de Jimin también le recordaba a Jungkook; los dhampir, guardianes, o como lo llamasen, se movían de una forma distinta al resto. Tenían buena forma física y vestían de negro (como si aquel color fuera su único gusto). Pero se trataba de algo más bien implícito en su aura, que en su aspecto físico. Era una seguridad pasmosa en sí mismos. Un ansia por la acción y nulo temor en el desarrollo de los acontecimientos. La noche era tan suya como para cualquiera de la raza vampírica.
—Dijiste que era por allí, ¿verdad? —dudó Jimin brevemente, notando sus jadeos—. No pueden haber ido muy lejos, ¿hace cuánto les perdiste de vista?
—Te dije que hace... menos de una hora... o puede que ya haya pasado una hora completa —respiró, recibiendo le vistazo de Jimin de medio lado.
—Eh —su mano golpeó su pecho precipitadamente, deteniéndole en mitad de la calle desértica—. Tú no eres dhampir, ¿no es así? ¿dónde están tus estacas?
—¿Perdón? —Yoongi sacó pecho pretendiendo orgullo—. ¿Crees que mi bate elemental no es tan bueno como tu estaca? Estos dhampir del capitolio...
Jimin levantó una ceja, viéndose realmente desconcertado.
—¡Los bates elementales no existen! —le acusó con voz aguda.
—Porque tú lo digas, guapo.
Jimin perdió los nervios, y estuvo a punto de mandarle verbalmente al «santo infierno», pero un destello llamó su atención y le hizo percatarse de que no estaban tan solos. A unos metros y en un desértico parking, vio como la única luz se apagaba en un chisporroteo.
El dhampir agarró la manga de Yoongi y tiró de él hasta unos contenedores de basura tras los que se ocultaron.
«¿Ese era Jungkook? —se preguntó permaneciendo oculto—. Un strigoi... dos. Eran dos contra uno».
—Escucha —le dijo Jimin decididamente, quitándose la chaqueta de cuero y sacando una estaca de su cinturón—. Los strigoi son muy peligrosos. Y si estos llaman a más, la cosa va a ponerse muy turbia hasta que amanezca.
Yoongi se acuclilló a su lado, escuchándole atentamente. Y supo que se hubiera concentrado un poquito más en sus palabras de cazavampiros malote si no fuera porque Jimin estaba más macizo que un peñasco de pan recién horneado.
—Esto va a ser la fiesta de la espuma —parafraseó Yoongi motivándose a sí mismo—. Se van a acordar de nosotros.
—No. Tú eres humano —sentenció Jimin juzgándole con dureza—. No me tomes por estúpido, te falta músculo y ni siquiera llevas mitones o botas. Además, con ese bate de béisbol no engañas a nadie.
Yoongi abrió la boca sintiéndose ampliamente ofendido.
—Oh, entiendo. Así que me falta equipo de profesional —soltó arrugando la nariz—. Pero que clasistas que sois todos los dhampir, ¿eh? ¿Uno no puede renovar los viejos métodos?
—Chst —le chistó el rubio, con muy malas pulgas—. Quédate aquí por si acaso. No estorbes.
Cuando Jimin se levantó para salir en el auxilio de sus compañeros, Yoongi le agarró por la chaqueta rápidamente.
—Eh, eh, eh —profirió molesto—. ¿Estás de coña? No vas a decirme ahora que he estado corriendo quince minutos detrás de ti, como si fueras un puto Ferrari con nitro, para que ahora me quede aquí de mero espectador.
Jimin bufó con exasperación, y observando el combate de Jungkook contra dos strigoi, volvió a posar sobre él sus iris castaños y le examinó profundamente.
—Vale. Entonces mantente detrás de mí y sé útil.
Yoongi asintió, y siguió a Jimin sin ningún temor. Echándose su bate de béisbol sobre el hombro, y caminando al lado del cazavampiros buenorro cuya afilada estaca comenzaba a iluminarse en su mano, se dirigió en su compañía al combate.
Jungkook se vio desvalido en su combate, sintiendo como el oxígeno se escapaba de sí y los susurros del Otro Lado atacaban a su mente. El peso de las sombras le presionó con fuerza, y aunque ambos strigoi retrocedieran, lucharon sin piedad intentando derribarle.
Entonces, la pelirroja tuvo una idea mucho más buena. Se lanzó sobre Taehyung, y le agarró del cabello, utilizándole como salvaguarda.
—Se acabó el juego, muñequito —gruñó la strigoi—. Vayamos a la versión dramática de nuestro enfrentamiento.
—¡Suéltale! —gritó Jungkook.
—H-hah... —gimió el moroi.
Taehyung abrió los ojos débilmente en ese instante. Y perdiendo el poco aire que guardaba en sus pulmones, percibió el agudo dolor de su cabeza herida. Sus ojos apenas se enfocaban, y sólo podía oler el molesto hedor de la sangre que le envolvía desagradablemente.
—¡Suelta tu arma! ¡O le arranco la cabeza! —le amenazó la mujer—. ¡Ahora!
Jungkook se desconcentró lo suficiente como para que su pareja strigoi le alcanzase por la espalda. Le tumbó en el suelo, bajo su peso, mordiéndole uno de los hombros con sus afilados colmillos. Los dientes del strigoi rasgaron su chaqueta de cuero y su piel, y él sintió el pinchazo como la cosa más terrible y dolorosa del mundo. Colmillos helados atravesando su carne e intentando succionarle, mientras su vello se erizaba como escarpias.
Sin embargo, la verbena que había consumido los días anteriores en el té de Yoongi, provocó que el strigoi le soltase precipitadamente sintiendo como se le quemaba la lengua. Jungkook rodó lejos de él, y soltó un jadeo enfermizo sintiendo el doloroso pinchazo extenderse por su brazo. Supo que era la inyección de veneno en su dermis desgarrada, la cual comenzaba a esparcirse lentamente por su organismo desde ese instante.
—¡¡Hijo de puta!! —exclamó el strigoi encolerizado.
Estuvo a punto de atacar a Jungkook de nuevo, pero un sonido seco llamó su atención. Sus ojos apuntaron en la dirección de su amante strigoi, y vislumbró como los halos plateados de sus ojos se apagaban.
Taehyung cayó al suelo de nuevo, y trató de reptar lentamente hacia Jungkook, mientras una segunda figura sacaba la estaca de la espalda de la pelirroja. Sus ojos se volvieron opacos, apagados, y unos segundos después, unas llamas boreales surgieron de su piel, comenzando a consumirla por completo.
—¡¡¡¡No!!!! —gritó con voz desgarradora el strigoi—. ¡¡¡¡Stella!!!!
Jungkook observó las llamas del cadáver, e intentando levantarse del suelo se sintió entumecido y se vio forzado a permanecer de rodillas. Su sangre bombeaba con rapidez, llevando el veneno hasta su corazón, y mientras se extendía por su cuerpo, pudo sentir como el frío se clavaba en sus huesos. Sus brazos se debilitaban, y la oscuridad del Otro Lado presionaba con fuerza en su cabeza.
«¿Alguien había matado a esa strigoi? —pensó aturdido—. ¿Quién?»
—Eh, tú, carapálida —exclamó la voz de Yoongi al otro lado, señalándole con un bate de béisbol—. ¡Vuelve al infierno!
—¿Y-Yoongi? —pronunció aturdido.
—La piedra, ¡debes buscar la piedra! —le ordenó Mingyu, apareciendo repentinamente a su lado—. Él está aquí, Jungkook. Alguien te ha estado buscando, ¡tienes que salir antes de que sepa dónde os encontráis!
Jungkook le miró débilmente, sintiendo como la sangre caliente humedecía su camisa, bajo la chaqueta desgarrada.
—¡Jungkookie! —le llamó Taehyung a unos metros, extendiendo una mano hacia él.
Pero sus ojos se clavaron en el cegador brillo de las llamas blancas que consumían a la strigoi, la figura ensombrecida sujetaba una estaca en la mano y se incorporaba dirigiéndose a él. Atravesaba las llamas de un salto, andaba entre las sombras con paso seguro, como un ángel dhampir que había regresado del cielo para socorrerles.
Park Jimin.
—¿Dónde está el otro? —le preguntó, pero Jungkook se desplomó en el suelo con un extraño sudor frío y temblor—. ¿Jungkook?
—Hmng... gmnh...
—¡Le han mordido! —exclamó Taehyung, tratando de levantarse entre temblores.
—¡Allí! —Yoongi vio al segundo strigoi desplazarse a gran velocidad sobre Jimin.
Pero fue demasiado tarde. Él cayó de espaldas, con la bestia iracunda encima, clavando las garras en su cuello e intentando estrangularle. Taehyung liberó un pulso del espíritu en su dirección, y el strigoi apretó los párpados sintiendo como si algo dentro de sí se quebrase. En ese mismo instante, Yoongi corrió hacia el vampiro y le golpeó con el bate de béisbol en toda la cabeza.
Aquello no iría a matarle. Pero su colaboración ayudó a que Jimin clavase su estaca entre las costillas del strigoi. Después, su cuerpo se volvió pesado e inmóvil sobre él. Jimin pateó su abdomen para quitárselo de encima. Y sin lograr extraer a tiempo la estaca elemental, las llamas plateadas devoraron el cuerpo de la criatura, llevándose consigo una de sus valiosas armas.
Él se levantó lentamente, y compartió una mirada con Yoongi.
—Back to Hell, ¿eh? —respiró entrecortadamente—. No está mal para un humano. Ayuda a Taehyung y Jungkook.
Jimin sacó su segunda estaca del cinturón, y se dirigió hacia el otro strigoi a gran velocidad.
Yoongi jamás había visto a un dhampir en acción, pero sus movimientos eran enérgicos, disciplinados y letales. Tan profesional como un veterano. Y mientras la adrenalina llenaba sus venas, se dirigió rápidamente a Taehyung, descubriendo una realidad mucho más preocupante.
—J-Jimin... —musitó el dhampir.
Jungkook se encontraba en el suelo, empapado en un sudor frío. Podía ver al otro dhampir luchar entre las sombras, enfrentarse a aquel letal strigoi que intentaba atacarles, mientras se preguntaba si realmente estaba viendo la silueta de alguien vivo o muerto. Sus lágrimas se deslizaron por sus mejillas, sabiendo que no le importaba.
«No le importaba nada. Sólo lo hacía el volver a verle».
El saber que le había extrañado tantísimo para como que ahora ni siquiera pudiera moverse para luchar a su lado, mientras aquel veneno le consumía lentamente.
—Está mordido —repitió Taehyung a unos metros del chico—. A-ayúdame... e-está mordido...
—¿Qué? —escupió el humano—. ¿Se está convirtiendo?
—A-aún no... tenemos un rato más...
Yoongi ayudó a Taehyung a levantarse, y a aproximarse a Jungkook. Él clavó las rodillas a su lado, mientras Yoongi retrocedía unos pasos por la visión del dhampir cubierto de sangre. Nunca había presenciado una escena tan impactante.
El estruendo seguido de otras llamas plateadas le hizo girar la cabeza. Vio a Jimin dirigirse a él jadeante, con varias magulladuras y la estaca vibrante aún en su mano.
—¿Qué le pasa? —exhaló Jimin inclinándose junto a Taehyung—. ¡Kook! ¿¡Por qué no le extraes el maldito veneno?!
—Las sombras —dijo Taehyung, moviendo la cabeza en todas las direcciones—. ¿Dónde está el amuleto?
—¿Las sombras? ¿¡Qué sombras!? —repitió el dhampir con nerviosismo.
Taehyung levantó la cabeza para mirarle.
—¡Busca una piedra en el suelo! ¡La necesita ahora! —exclamó Taehyung—. ¡Podría matarle extrayéndole la sangre!
Yoongi se giró tras sus espaldas y dio una pequeña carrera por el asfalto vacío, buscando cualquier resquicio de aquel colgante en el párking. Jimin se movió desconcertado, sin saber muy bien a lo que se refería o qué demonios era lo que estaban buscando.
Mientras tanto, Taehyung sujetó el rostro de Jungkook entre sus manos.
—Tranquilo... —le dijo, mientras respiraba enfermizamente—. Sé que duele. Te extraeré ese veneno, no tengas miedo. Estoy aquí contigo.
Entre toda la oscuridad que succionaba la mente de Jungkook, la presencia de Taehyung le mantuvo estable brevemente, como una luz abriéndose entre las sombras para sostenerle. Yoongi atisbó la pequeña piedra a unos metros y casi tropezó con sus propios pasos cuando corrió hacia ella. La tomó con la mano y gritó que la tenía, esquivando al perplejo de Jimin de regreso para devolvérsela a Taehyung.
—Ten —jadeó.
Taehyung la colocó sobre su pecho. Y en ese mismo instante, el dhampir logró recuperar su aliento.
—Tae, tienes que succionar ahora el veneno, Jungkook está perdiendo mucha sangre —le urgió con voz grave—. Va a matarle.
—Lo sé —respondió con serenidad—. Ayúdame a quitarle la cazadora.
Jimin se arrodilló a su lado, y entre los dos consiguieron sacar el brazo del chico y apartar la camisa destrozada por su hombro para dejar al aire el desgarrón. La sangre y carne abierta saludó a sus sentidos vampíricos, pero contra todo el instinto de alimentarse, ver a Jungkook tan grave, le hizo desconectarse de su apetito.
—¿P-puedes hacerlo?
—Sí... sí...
Taehyung tragó saliva, mientras Jungkook se retorcía de dolor. Uno de sus agudos gemidos le hizo saber que tan doloroso era. Sus sacudidas en el suelo empeoraban por segundos. Si alguien le hubiera ejecutado en aquel estado, Jungkook se hubiera convertido en strigoi en cuestión de minutos.
—Sujetad su cabeza —pidió Taehyung, inclinándose sobre el dhampir—, y ese brazo.
Tomó aire profundamente y se dispuso a morder sobre su herida. Taehyung recordaba perfectamente las clases de primeros auxilios que su grupo de novicios recibió años atrás, en la academia. La única y exclusiva situación en la que un moroi debía socorrer a un dhampir, incluyendo a los guardianes (si la situación lo requería y resultaba lo suficientemente seguro como para hacerlo), era en la extracción de veneno.
El veneno de strigoi, en grandes cantidades, sólo podía hacer enfermar a un moroi, llegando a eliminar posteriormente su toxina con el simple paso de las horas, hasta evadir sus mortales efectos sin mayor problema.
Taehyung clavó sus dientes sobre la herida de Jungkook, y este reaccionó de forma inconsciente e incontrolable, rechazándole. Se encontraba demasiado patidifuso mientras sus dos amigos trataban de sujetarle para que no dificultase aún más el proceso de extracción al moroi. Su sangre caliente invadió sus papilas gustativas volviéndose amarga, y por primera vez, supo que no iría a disfrutar del drenaje. No mientras la vida de Jungkook corriera peligro. No, cuando él sufría mientras el veneno abandonaba su organismo.
Yoongi apartó sus ojos y giró la cabeza en otra dirección sujetándole. No podía seguir viendo eso, mientras Jungkook se quejaba de forma tan desagradable.
Jungkook perdió sus iris entre la oscuridad de un organismo débil y bajo en sangre, el dolor del veneno ardiendo en sus venas y abandonándole lentamente, y aquella realidad de las sombras alejándose lentamente, mientras el amuleto surgía su efecto.
—Jungkook, Jungkook... —murmuró Mingyu, desvaneciéndose en la distancia—. Alguien más te estuvo buscando.
Él le miro con la vista emborronada, creyendo perder la noción y el entendimiento de sus palabras.
—Vi a un hombre con tus ojos —le contó en un eco—. Me dijo que sufrirás. Pero que también serías feliz. Y me pidió que no tuvieras miedo de ti mismo... porque todo saldría bien....
Jimin miró al dhampir fijamente, mientras Taehyung finalizaba la succión. Sabía perfectamente lo que Jungkook sentía: él lo había vivido recientemente. No mucho después, el moroi levantó la cabeza y respiró entrecortadamente, con los labios y barbilla llenos de sangre oscura.
—C-creo que es suficiente —pronunció, llevándose un puño a la boca—. Su sangre vuelve a ser dulce.
—Lo has hecho bien —le animó Jimin—. No te preocupes.
El moroi sintió una fuerte y espontánea náusea. Había tomado mucha más sangre de lo normal, y de lo que acostumbraba a hacer por su racionamiento habitual. Su sistema moroi se vio sobrealimentado por momentos, y el hecho de que lo hubiera hecho con la persona que más apreciaba, lo hizo aún más horroroso.
—¿Y-ya está? —balbuceó Yoongi.
—Espera...
Tratando de recuperarse, Taehyung se dio unos segundos para liberar el espíritu por las yemas de sus dedos e intentar ocuparse de la profundidad de la herida del dhampir. La pérdida de sangre de Jungkook le hizo permanecer inmóvil, tan débil como un muñeco de trapo.
Mientras lo hacía, Jimin miró a sus alrededores como un lobo protector, incorporándose con cierto nerviosismo.
—Debemos ir a una zona segura —expresó—. No podemos quedarnos aquí, con toda la sangre que han perdido... el olor llamará a más de ellos...
—Mi apartamento está a unos kilómetros —dijo Yoongi, levantándose tras el dhampir.
—No. Tengo un coche a dos calles de aquí —emitió Jimin, sacando las llaves del bolsillo trasero de su pantalón ajustado—. ¿Sabes conducir?
—Huh, sí.
—Bien, pues tienes que ir a por él, yo me quedaré aquí por si acaso —le encomendó el dhampir—. Es un Ford Mondeo negro, acabado en 02. ¿Sabrás reconocerlo?
—Sí, sí, claro —el humano recibió las llaves en su mano—, pero... ¿está bien que os deje aquí?
Jimin levantó una ceja.
—Vamos, ve rápido —le animó en voz baja—. Mañana mismo estarás celebrando tu primer enfrentamiento con ese bate de béisbol, rompiendo cráneos como si fueran calabazas.
—Me apunto lo de las calabazas —soltó convencido.
Yoongi salió disparado para buscar el coche, y el joven volvió a acuclillarse junto a Taehyung. Él sujetaba la mano de Jungkook sin soltarle, finalizando la lenta curación con su espíritu sin terminar de lograr cerrar todas sus heridas. Su propia pérdida de sangre le afectó en el uso de su energía sanadora, y se detuvo cuando Jungkook abrió los ojos nuevamente, en un lento parpadeo y rítmico corazón debilitado.
—J-Jimin... —masculló, y extendiendo unos dedos, agarró la manga de su camiseta ceñida como frágil reclamo.
Jimin sonrió lentamente.
—¿Sí? —preguntó, junto a Taehyung.
—¿C-cómo...? —dudó mientras sus ojos se llenaban de nuevas y brillantes lágrimas—. ¿C-cómo has... llegado... aquí...?
Jimin sabía todo lo que quería preguntarle. Llevaban demasiados años juntos como para no conocerle, e incluso antes de que lograse pronunciarlo, deseó que su reencuentro hubiese sido mucho más alegre. Que pudieran abrazarse sin estar al límite, que se mantuvieran aún seguros, a pesar de todo lo que estaba ocurriendo en Seúl, o con aquellos condenados strigoi que les perseguían.
¿Cómo estaba vivo? ¿Por qué sabía que podría encontrarles en Busan? Y, ¿por qué demonios había olvidado lo que le prometió el día que escaparon de palacio?
«Estúpido Jungkook —se dijo en ese entonces—. Él nunca rompía sus promesas. Jamás».
—Te prometí que volveríamos a vernos, ¿no es así? —dijo esbozando una sonrisa, con iris castaños empañándose.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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