Capítulo 6
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 6. Fervor
Xiumin sabía cómo desconectar su tormento, sincronizándolo con el elemento que le mecía desde su nacimiento. La tierra era capaz de succionar cada una de sus lágrimas, y alimentarse de ellas creando un nuevo fruto. Taehyung no lo entendería. Él le amaba tantísimo. Siempre lo había hecho, desde niño. Pero él eligió a Jeon Jungkook, por encima de su familia. Y mientras se veía forzado por el Círculo, le culpaba con vehemencia, pues incluso lo que estaba pasando: era culpa del estúpido de Taehyung.
*
«Te encontraré, no importa donde estéis», la voz de Jimin resonó en aquel sueño. «¡Salva tu vida, estúpido!». Jungkook abrió los ojos bruscamente. Varios días después de que Yoongi supiera el secreto de los chicos, ahí estaba. En el dormitorio, con una fina capa de sudor cubriendo su cuello a pesar de su manga corta. Era por la mañana, y las sábanas estaban revueltas. Taehyung debía haberse levantado poco antes.
Esos días había sido difícil dormir a su lado. Tanto que casi parecía que se habían puesto de acuerdo para marcharse a la cama a distintas horas, tratando de no coincidir ante la contemplación de que algún abrazo terminase en beso, y el beso le arrastrase a otro elemento mucho más comprometedor. Sus emociones estaban a flor de piel esos días. Tardes donde apartaron todo para comportarse como chicos de su edad, jugando a videojuegos en casa de Yoongi, haciendo la compra y encargándose del apartamento para cooperar.
Taehyung se acostumbró al mundo humano más rápido de lo que esperaba, su único hándicap eran sus molestias con el sol, y tener que morder a Kookie sin ruborizarse por completo.
Hasta entonces se había sentido oprimido, pero ahora podía tomar la mano de Jungkook con relativa normalidad, incluso abrazarle y acurrucarse en él mientras Yoongi les ponía la serie de Buffy Cazavampiros con ánimo de culturizarles un poco sobre la cultura pop de los noventa.
«Es explícitamente necesario —les dijo en una ocasión.
—¿Un cazavampiros sale con un príncipe vampiro? —soltó esa misma noche, señalándoles—. ¿Habéis probado a venderle vuestra historia a una productora televisiva?
Esa mañana que Taehyung se levantó más temprano, vio el hermoso amanecer desde la terraza, sintiendo como sus ojos se molestaban lentamente, hasta irritarse, viéndose forzado a regresar adentro. Tras correr la cortina, pensó en su hermano Xiumin. Esos años en los que la flor delicada de su hermano sonreía en su hogar. No sabía por qué tenía que recordarle entonces; si era por aquella reciente idea de fugarse con el amor de su vida de la comunidad nosferatu para siempre, o porque creía que aún quedaba alguien de su familia, quien debería sufrir por él y lamentar aquel pensamiento de que tal vez le estuvieran torturando hasta convertirle en strigoi.
«¿Estaría sufriendo por él? ¿Tendría Xiumin miedo de su hermano? —pensó Taehyung—. Él debía saber que nunca le haría daño. Aunque claro, ser strigoi significaba hacérselo. Todos los strigoi carecían de alma, y ahí residía su rabia demoníaca».
El moroi recordó que Xiumin siempre había sido el favorito de su madre, llegando a desarrollar la misma sutileza con la magia de la tierra. Él era el rey de casa, del antiguo hogar que tuvo la familia real, siendo amado por dos padres moroi que le dieron los mejores cuidados. Sin embargo, Taehyung llegó a sus vidas para destronarle como hijo único, para partir la atención de sus dos amados padres en un segundo y especial pequeño. Y Taehyung no lo recordaba bien, pero él siempre atrapó la mirada de los más adultos. Sus carrillos eran rechonchos y adorables, y sus bonitos ojos atrapaban la atención de casi todos. Además, como niño aprendió a hablar y escribir mucho antes que otros, llegando a desarrollar una inteligencia y sensibilidad singular.
Tal vez poseía un encanto utópico característico de su quinto elemento, el cual embobaba a todos con una invisible aura. Él se llevaba todas las atenciones de papá, el profundo aprecio de los guardianes de sus padres y de algunos trabajadores más. Cuando se mudaron al palacio de Bucheon se sintió un niño amado. Un niño con luz propia, que se vio distanciado de su hermano al cumplir la mayoría de edad, en el que recayó la pesada carga del trono nosferatu. Pero él siempre quiso a Xiumin más que a nadie. Más que a nada, hasta que Jeon Jungkook le robó la capacidad de elegir a quien amar más.
—Buenos días —asomándose al salón, Jungkook le saludó adormilado.
Taehyung dio un respingo, emergiendo rápidamente de sus profundos pensamientos.
—Buenos días, Kookie —respondió en voz baja.
La capucha de su sudadera se encontraba sobre su frente, y la cremallera estaba cerrada hasta su barbilla, mostrando una especie de adorable rostro tan bonito como introspectivo. Jungkook se aproximó a él, sin poder haber podido evitar el escuchar parte de aquel hilo argumental de su voz interna. No pudo evitarlo, no mientras Taehyung añoraba profundamente su feliz infancia de aquella forma.
—No es tu culpa —le dijo Jungkook, deslizando suavemente la cremallera subida, hasta su pecho—, él se alejó de ti. Fue una decisión suya.
—Me pregunto por qué... ¿qué hice mal? —dudó—. ¿Por qué me dejó sólo? ¿N-no fui digno para él?
El dhampir se sintió impotente por su padecimiento, deseando que entendiese que él era válido para todos. Simplemente, no todo ser viviente estaba preparado para tenerle en su vida
—A veces no todo el mundo nos corresponde como deseamos... —murmuró, dejando un beso sobre su frente—. Pero tú también eres para mí lo que más quiero.
Taehyung se dejó abrazar esbozando una sonrisa triste. Sabía que Jungkook le había escuchado, y de alguna forma, hundiéndose en su abrazo matutino y calidez dhampir, se sintió reconfortado.
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
—Entonces, ¿no sabéis todavía quién es el contacto? —le preguntó Yoongi, mientras esperaban a Taehyung en un puesto de Tteok picante.
—No, seguimos esperando a que aparezca.
—Oh, o sea que, técnicamente, el contacto de ese profesor que dices, podría ser, no sé, un vhampir, o...
—Dhampir —le corrigió Jungkook.
—Eso —apuntó mientras caminaban—. O un moroi con un elemento que mole mucho.
—¿Un elemento que mole mucho? Teníamos un amigo que manipulaba hielo —dijo Jungkook con nostalgia, esbozando una sonrisa—. Te hubiera encantado conocerle, era... brillante...
—¿Cómo?
—Inteligente —destacó con relevancia—, pero no lo suficiente como para no ver venir el día que le metí un puñetazo en la mandíbula.
Yoongi se echó a reír descaradamente.
—¿Le golpeaste? ¡Eres un animal!
—Solo me puso de mal humor —reconoció Jungkook mordisqueándose la lengua—, pero no se lo merecía. Le extraño... espero que esté bien...
—¿Por él era por quién...? El otro día... —le preguntó algo más serio—. Ya sabes.
Jungkook le miró de soslayo, seguido de un silencio.
—No —respondió—. Jimin era mi mejor amigo.
Su compañero asintió lentamente.
—¿Sabes? No es fácil perder a nuestros seres queridos, pero, al menos tú puedes recordarlo —le dijo—. Puedes lamentarte por ellos, sentirte triste, nostálgico, e incluso feliz por recordar viejos momentos. Yo, sin embargo, no siento nada. Sólo... un vacío...
El dhampir suspiró al escuchar sus palabras, y en el silencio que se extendió entre ambos, mientras unos niños jugaban en el parque, los coches pasaban en un murmullo y el atardecer se venía sobre ellos en un cielo rojizo y sereno, creyó egoístamente que, a veces, prefería perder la memoria que seguir despertándose con pesadillas sobre sus amigos muertos. Él único que le mantenía estable en ese momento era Kim Taehyung, como un estable pilar.
—Oye, ¿cómo funciona eso de los mordiscos? —preguntó Yoongi eventualmente, con un tono despreocupado—. Apenas te he visto una marca, aunque hoy tienes esa, justo debajo de la mandíbula, que, por cierto, me parece adorable...
Jungkook se pasó los dedos por la marquita de dos pequeños puntos que se hundía en su cuello, y muy avergonzado, trató de levantar el cuello de su chaqueta vaquera para disimularlo.
—¿C-como va, qué parte? —cuestionó con un claro rubor.
—Pues... ¿no sería mejor si le consiguiese unas bolsas de sangre a Taehyung? —mencionó Yoongi—. Mi hermano mayor trabaja en el hospital de la ciudad, no nos hablamos desde hace años, pero, podría pedirle que me hiciera un favor.
—Los moroi sólo beben directamente de la vena —respondió el dhampir—, no creo que sea buena idea.
—¿En serio? ¿No pueden tomar de bolsas de plástico?
—Sí pueden, pero... nunca lo hacen... la sangre fresca les gusta más.
—Son unos gourmets —sonrió Yoongi—, ya veo. Entonces, sólo espero que estés lo suficientemente bueno como para que te deje como un colador.
Jungkook reprimió una sonrisita algo avergonzada.
—No toma tanta sangre —se defendió lentamente—, apenas es como un vaso. Y, además, la saliva de moroi resulta regenerativa. Sus marcas desaparecen rápido, sin cicatrices, ni molestias.
—Oh, así que tu afán por compartir su saliva va mucho más allá del otro día, comiéndoos a besos en mi apartamento —bromeó ácidamente—. Me apunto eso, pantera.
El dhampir se sintió lo suficientemente tímido como para no seguir con la conversación. Hablar de sus temas personales no era su punto fuerte.
«Además, ¿qué sabía él de sus besos? Maldito Yoongi entrometido».
—Eso que llevas en el cinturón, debajo de la camiseta, ¿son estacas? —insistió, extendiendo su interrogatorio.
Jungkook levantó una ceja, comenzando a querer estrangularle.
—No, es un almuerzo —soltó con sarcasmo—. ¿Quieres probarlo?
—Hala, ¿puedo ver una? —le ignoró Yoongi.
—Ni siquiera creo que puedas sujetarla.
—¿Seguimos hablando de las estacas? —se burló abiertamente.
—Tonto —le llamó Jungkook—, están cargadas de los cuatro elementos, son pesadas. Y un humano ni siquiera puede levantarlas sin esfuerzo. No estáis preparados para eso.
—Oh, ya veo —bufó con desagrado—. Ahí viene el clasismo en persona, la discriminación directa hacia mi raza. ¿Es que no hay nada útil que pueda hacer, como humano? Me siento como un esperpento.
—Llevarte tu bate de béisbol a la calle —bromeó Jungkook, y añadió mirándole con una nueva sonrisa—. Te dije que tu hogar es más seguro por eso. Ah, y deberías llevar verbena encima.
—¿Cómo encima?
—Pues... en un bolsillo, o quizá, una pulsera —pensó—. Aunque con tomarla en el té debería ser suficiente para que un strigoi no pudiera beberte sin quemarse vivo.
—¿En serio? —Yoongi abrió la boca alucinado—. Perfecto, bate de béisbol y verbena. No os fallaré.
Jungkook se rio levemente y tomó nota mental de sus próximos planes. Quizá no era tan útil como el macizo y peligroso de su antiguo mejor amigo Jimin, pero pensó que tener un aliado nunca le vendría mal.
Desde donde estaban podían ver a Taehyung, y el moroi regresó a ellos con su pedido de Tteok picante para el almuerzo en una bolsa, mientras Yoongi se deshacía de la colilla de su cigarro en el suelo.
—¿Deberíamos comprar algo más? —preguntó Taehyung levantando la bolsa.
—Tenemos ramen en casa, vamos —respondió el pelinegro, echando despreocupado un brazo por encima de sus hombros en lo que reanudaban el paso.
—¿Alguien me explica por qué Jungkook come como el monstruo de las galletas, y aun así sigue estando así de cuadrado? —soltó Yoongi exasperándose.
—¿Qué? Ayer te pregunté si querías salir a correr conmigo. Lo hago todos los días.
—Tío, no puedo seguirte el ritmo, no soy un velocista —exclamó enfurruñándose—, y te recuerdo que de vez en cuando fumo.
Taehyung se rio alegremente mientras volvían al apartamento. Después de compartir el almuerzo y recoger el apartamento de Yoongi, Jungkook le interceptó abrazando su espalda perezosamente.
—¿Quieres que vayamos esta noche a esa fiesta? —le preguntó con voz cálida.
—Hmnh, sí —respondió en voz baja—. A Yoongi le hace ilusión llevarnos.
—Será de noche —murmuró Jungkook tras su oreja—, y será la primera vez que estaremos en Busan tan tarde.
—¿Crees que hay algún problema con que bajemos la guardia?
El dhampir meditó una vez más sobre el asunto. Ya lo había pensado una decena de veces, y su instinto más protector le decía que debían quedarse en casa. Pero su ánimo juvenil le instaba a disfrutar por una vez de la experiencia. Llevaban casi dos semanas en el apartamento de Yoongi, viviendo en el mundo humano, esperando a aquel contacto desconocido que parecía continuar demorándose.
—El mordisco que tiene Yoongi en el brazo... indica que existen strigoi en la ciudad —le recordó—, sin embargo, dudo que anden a la vista de todo el mundo. La particularidad de sus ojos es demasiado llamativa como para hacerlo.
—Lo sé —musitó el moroi, apretando cálidamente los dedos que Jungkook mantenía sobre su cintura—. Pero quiero divertirme, Jungkook. Sólo serán un puñado de humanos. ¿No podemos estar en una fiesta juntos?
—Huh —gruñó en su oreja con una sonrisita—. Que Yoongi no te escuche decir eso.
Taehyung se retorció entre sus brazos cuando su compañero aprovechó la situación para besuquear su mejilla y llenarle de mimos que a él tan sólo le avergonzaba.
—Ah, ¡s-suéltame! —se quejó de forma adorable, logrando finalmente deshacerse del dhampir. Y cuando serenó su risita, añadió— ¿Vamos a bailar juntos?
—¿Allí? —Jungkook ensanchó su sonrisa, sintiéndose terriblemente dulce—. Eso es lo que quieres, ¿bailar conmigo?
—Sí —Taehyung bajó la cabeza, mordisqueándose el labio levemente—. En palacio no pude bailar contigo. Y-yo hubiera deseado sacarte a bailar, pero...
El dhampir fundió sus iris sobre Taehyung cabizbajo.
«A veces olvidaba lo clásica y tradicional que podía ser la raza moroi: ¿casarse, bailar? Taehyung era un príncipe después de todo», pensó Jungkook.
—Bailaremos —le aseguró.
Y esa noche, se prepararon para salir y disfrutar de una fiesta humana en la playa de Busan. Jungkook se vistió con una sencilla camisa blanca y chaqueta de cuero, sobre unos jeans negros y ajustados. Llevaba un par de botas cortas, que le recordaban a sus habituales botas de lucha dhampir.
Taehyung usó una camisa negra holgada, con transparencias y encaje en los hombros. Su pantalón de pinza era alto y también oscuro, acompañándose de una fina chaqueta de tela para cubrirse de la brisa nocturna.
El moroi se posicionó frente a Jungkook valorando en silencio su aspecto fastidiosamente sexy y cómodo, mientras se abrochaba el cinturón de guardián en su abdomen, tratando de disimularlo bajo la camisa.
—Qué —dudó levantando la cabeza para mirarle—. ¿Voy bien?
—¿Qué si vas bien? —repitió Taehyung algo enfurruñado—. Supongo que tendré que encargarme de alejar a las humanas que se te tiren al cuello. Préstame una estaca.
Jungkook exhaló una lenta sonrisa. Irónico que su «novio vampiro» se preocupase más por su cuello que por sus labios. Yoongi apareció vestido de un religioso negro nada llamativo, repitiendo una chaqueta oscura y similar a la de Jungkook, con puños desgarrados y su camiseta del grupo ACDC asomando por debajo. Pero lo singular no fue su look rockero, sino el hecho de que llevaba un bate de béisbol sobre el hombro.
—¿En serio vas a ir con eso? —preguntó eventualmente.
—Si me multan, vosotros lo pagáis —sugirió alegremente—, ah y, por cierto, mirad esto.
Yoongi les mostró el contenido de su bolsillo: un puñado de hojas de verbena trituradas. Cualquiera diría que era hierba que fumarse, o un puñado de confeti excesivamente verde.
—Podría liarme un porro con esto —argumentó Yoongi con su nada habitual sutilidad.
Jungkook se llevó una mano a la frente.
—No tienes remedio —confirmó, eludiendo su estupidez—. Espero que tengas una buena excusa para explicar lo de tu bolsillo si alguien te registra.
—Tío, es una fiesta junto a la playa, ¡no vamos al Gran Teatro! —exclamó con descaro—. Porque no vamos al Gran Teatro, ¿verdad?
Taehyung se rio sin darle mayor importancia, y arrugando la nariz por el olor a verbena, sugirió que salieran de una vez si todos se encontraban listos.
Abandonando el apartamento de una vez por todas, Taehyung se sintió excelente en su salida al exterior por primera vez en días. Sus pupilas reaccionaron con comodidad bajo el cielo oscuro, despejado y lleno de estrellas. Los tres se dirigieron a la zona de la costa en un corto paseo, cruzándose con montones de clubs y pequeños restaurantes de comida de la zona.
Cuando llegaron al club de la playa, encontraron un local semiabierto que constaba de una hoguera en el exterior, y una zona de bar techada, con música, aperitivos, y farolillos de luces doradas. El interior estaba muy animado, atiborrado de gente con bebidas, que salían hacia afuera para compartir la hoguera, o se quedaban adentro para bailar. Taehyung recordó la hoguera de la academia, aquella noche agridulce en la que Jungkook se mostró tan molesto con él como para ignorarle y terminar hablándole bruscamente. Pero allí se sentía muy distinto; nadie les conocía.
El olor a humano invadió las fosas nasales del moroi, el leve sudor junto a la pista a rebosar de gente, las bebidas y cócteles dulces.
—Oh, conozco a ese capullo —dijo Yoongi bajando el bate de béisbol—. Voy a saludarle, ¡os veo junto a la barra!
El joven se distanció de ellos, y Jungkook le señaló a su compañero con la cabeza para dirigirse a la barra.
—¿Quieres tomar algo?
El ojiazul señaló la Irish Bomb. Un vaso enorme de cerveza negra al que se le echaba un chupito de crema irlandesa y whiskey.
—No te gustan las cosas amargas —valoró Jungkook con una sonrisa—, ¿estás seguro?
—Puedo hacer la excepción esta noche —mencionó divertido—. Quiero probar eso.
Jungkook levantó la mano y la camarera humana se acercó para servirles entre todo el revuelo. Él pidió la Irish Bomb para su compañero, y un refresco para sí mismo.
—¿Un refresco? —dudó Taehyung—. Huh, ¿Qué hay del antiguo Jeon Jungkook?
—Ahora estoy de servicio —le recordó tomando el vaso con hielo—. No debo beber nada.
Taehyung pensó en que Jungkook era alguien realmente responsable en lo suyo. Digno de admirar. Y sabía que lo hacía por su seguridad, puesto que, después de todo, seguía siendo su guardián. Y mientras él le daba un pequeño sorbo a la horrible bomba irlandesa, percibiendo lo rápido que le subiría el intenso alcohol, Yoongi volvió hasta ellos con una sonrisa amarga.
—¿Sabéis? Acabo de cruzarme con una ex del instituto —les contó pidiéndose una cerveza—. Todo muy cómodo.
—Eh, chicos, ¿queréis algo más fuerte? —una joven se acercó a ellos mostrándole una bandeja de chupitos de whiskey—. Son gratis, podéis probarlos.
Jungkook cedió agarrando un par con una mano para ellos.
—¿Whiskey, dices? —emitió Yoongi—. No me convence, ¿tienes algo alto en hemoglobina?
La joven esbozó una mueca, notando sus dotes humorísticos.
—No, va en serio —insistió el humano, dejando caer una mano sobre el hombro de Jungkook—. Este chico de aquí está bajo en leucocitos. Avísanos si tienes por ahí un suplemento de glóbulos rojos.
Taehyung empezó a reírse despreocupadamente, mientras Jungkook soportaba media sonrisa.
—Hmnh, ¿piña colada? —dudó la chica, mostrándole su otra bandeja.
—Me vale, gracias —sentenció Yoongi tomando un alargado vaso del refrescante líquido adornado con una sombrillita de colores—. Para ti, señor cazavampiros.
Lo dejó justo frente a Jungkook cuando la muchacha se alejó de ellos. Él se tomó un chupito de whiskey tras la insistencia de Taehyung para que lo probase, y después de compartir una conversación animada entre los tres (en la que Yoongi les contaba algo sobre cómo se emancipó con dieciséis años), el dhampir se bebió su refrescante bebida y Taehyung casi finalizó con la bomba irlandesa logrando un nuevo rubor de mejillas producidas por el dulce alcohol.
La música resonaba en alto, e instantes después Yoongi exclamó que necesitaba un cigarro. De manera nerviosa salió del local buscando algo de aire fresco, y se lo encendió junto a la puerta de entrada bajando los escalones del club.
Taehyung se quedó embobado observando los dos plasmas colgados de una pared, en los que unos videoclips de K-pop mostraban a un grupo bailando y cantando una canción animada, mientras todo el mundo bailaba alegremente en la pista. Sus iris se desplazaron hacia la desconocida multitud, observando los grupos de amigos, parejas, hablando en voz alta, coqueteando, haciendo el estúpido y emborrachándose con el fin de tan sólo pasarlo bien.
Mientras Taehyung se despistaba perdiendo sus ojos entre toda la fiesta, Jungkook jamás despegó sus iris de él. Observó que su cabello era tan claro, que esa noche parecía plateado, y vestido de negro se veía mucho más adulto, pese a que apoyase la barbilla en su mano con un adorable rostro distraído.
Él se levantó del taburete de la barra y le ofreció una mano a su compañero. El ojiazul le miró con un parpadeo al principio, pero extendió su respectiva mano en confianza y tomó la suya levantándose. Taehyung se vio arrastrado por Jungkook hasta el centro de la pista, atravesando a la gente y humanos apiñados.
No había un salón de baile ni nada de eso, de hecho, la música era agitada, y la gente se mezclaba y chocaba sus hombros en el poco espacio. Pero era divertido.
Jungkook se mostró jovial entre la alocada música, y avivó a su compañero comenzando a bailar con numerosos pasos absurdos y divertidos. El moroi necesitó unos instantes para lograr soltarse en aquel ambiente, hacer el tonto era algo que no supo muy bien cómo hacer al principio (demasiadas clases de protocolo y previas clases de vals), pero su deseo por desfogarse se encontraba ahí. La música era pegadiza, y sólo tuvo que dejarse llevar por Jungkook para complementarse con él y terminar agitándose en un baile muy animado.
Podía cerrar los ojos y escuchar la decenas y decenas de corazones palpitando rápidamente, las conversaciones ajenas, los distintos acentos, el aroma de las bebidas y perfumes baratos.
Taehyung se relajó por completo sin verse afectado por la multitud, concentrándose en su propia respiración, apartó el sentido de la vergüenza, y se olvidó de quién o qué debía ser. Disfrutó de sus tal vez no tan complicados diecinueve años. Diluyendo aquellas pérdidas que su corazón aún lamentaba, su dolor por Xiumin, su miedo por volver a un mundo que no deseaba.
«Jungkook era su verdadero hogar, sus brazos eran un refugio y su presencia... la llama de su espíritu —pensó deteniéndose repentinamente—. Se sentía libre con él. Quería ser libre, junto a él».
Cuando detuvo su baile, se tomó unos segundos para clavar los claros iris sobre Jungkook. El joven tardó unos instantes en advertir el cambio radical de su semblante. El brillo de sus ojos, el pálpito de emoción de su vínculo. Su rostro era serio, pero su corazón le hablaba de la agitada marea que transcurría en sus adentros.
Se detuvo frente a él, con un intenso chocolate fundido en sus iris castaños.
«Nada iba a separarles, ni las leyes de una comunidad, ni las circunstancias en las que se encontrasen, ni siquiera su distinción de razas —pensó el moroi—. Su vínculo era más fuerte que eso. Mucho más».
—¿Taehyung? —dudó el dhampir frente a él.
Taehyung dio un paso hacia Jungkook, rozando su respectivo pecho contra el suyo, y como si el mundo no existiera, hundió sus finos dedos en los mechones de cabello de su nuca y fundió sus labios con los suyos a modo de respuesta. El bálsamo labial que hidrataba los labios del dhampir se fundió en sus labios, percibiendo el exquisito sabor de su beso en público. Sin miedo a exponerse frente a todos, sin temor a ser juzgados.
Era un grito, un reclamo. Un «miradnos, nos queremos sin restricciones».
Jungkook giró la cabeza, tomando la mejor perspectiva para profundizar en el poema que eran sus labios. Y mientras todo el mundo seguía bailando, sin que nadie les mirase o importase lo más mínimo, apretó su cintura y Taehyung se encaramó a sus hombros y cuello en un apasionado beso.
Segundos después, el pelinegro se distanció con los labios más rojizos, vislumbrando las pupilas dilatadas de su compañero, y el notable crecimiento de sus colmillos que mostraba su excitación. Jungkook agarró su muñeca sin pensárselo y le arrastró lejos de la pista, buscando una puerta de salida.
Taehyung le siguió casi tropezándose consigo mismo, percibiendo el revoloteo de su estómago.
«Había despertado a la bestia, e iba a pagar por ello», supo de inmediato.
Y conduciendo hacia uno de los extremos, Jungkook localizó una puerta trasera y se dirigió a ella empujándola con el hombro. El ambiente exterior se hizo mucho más fresco, con la brisa marina en pleno otoño y la hoguera de la playa atizando su olfato. Taehyung acompañó sus pasos en silencio mientras pisaban la arena. El aire del ambiente más cerrado escapó de sus pulmones, liberando un jadeo por las enérgicas zancadas de Jungkook.
No tuvo tiempo de preguntarle a donde iban, pues podía escuchar los frenéticos latidos de su corazón, y la pared de ladrillo contra la que el dhampir le empujó, lejos de la distante luz de la hoguera, respondió el resto de sus planes.
Su mirada fue depredadora, como la de un peligroso felino que se moría por devorarle.
Jungkook se apoderó de su gravedad colocando un brazo sobre la pared y uno de sus hombros, aproximándose a él con unos iris tan oscuros como la noche.
«Suerte que su dhampir había nacido sin colmillos con los que comerle a mordiscos, o a esas alturas estaría temblando», pensó Taehyung mientras sus frentes y alientos se unían.
El azabache le besó, presionando con intensidad sobre sus labios y acariciando con la punta de su tibia lengua la suya. Sujetando su rostro con una mano, realizó cortos y deliciosos mordiscos en sus labios que provocaron un jadeo compartido en ambos.
Taehyung deslizaba sus dedos por el cuello de la chaqueta de cuero de su compañero, sintiéndose perdido por cada uno de sus besos.
—Te adoro —confesó Jungkook en un jadeo ronco, seguido de una incesante melodía de besos húmedos y acalorados.
Y mientras sus temperaturas se disparaban, Taehyung liberó un complaciente suspiro cuando el dhampir se inclinó para besar su cuello de cisne, deslizándose lentamente por toda su longitud deteniéndose para apreciar cada uno de los satisfactorios jadeos de su compañero. Sus iris celestes se perdieron más allá de la costa vacía, donde las estrellas nocturnas se reflejaban en el paisaje espumoso y marítimo, y el olor a cigarrillo escapaba por una cercana ventana a ellos.
—Jungkook... —pronunció lentamente el moroi, disfrutando como nunca antes de un encuentro tan apasionado.
El pelinegro volvió hasta sus labios con la sangre caliente, labios rosados y su pulso latiendo la dosis de dopamina que le hacía perder la noción de cuantos minutos llevaban devorándose (aunque si reparaba en su imprevisto roce de erecciones, podía hacerse una idea).
—Te deseo —confesó Taehyung respirando su aliento, y sujetando el cuello de su chaqueta, le mantuvo cerca de él rozando sus labios en un suspiro de impaciencia—. H-hagámoslo.
Jungkook vaciló un instante, sintiendo un repentino temblor en su corazón.
—¿Qué dices? —parpadeó poniéndose nervioso.
—Quiero hacer el amor contigo —suspiró el moroi, mientras sus colmillos se mantenían crecidos de manera inevitable bajo el belfo superior.
Jungkook miró hacia otro lado, como si tratase de cerciorarse de si se encontraban realmente en un ambiente privado.
—¿A-aquí? —balbuceó sintiéndose estúpido mientras lo pronunciaba.
Su corazón le falló delatando su abrupto nerviosismo, y a pesar de acabar de compartir una racha de besos acalorados, el rubor llegó a él pensando en su inexperiencia en cuanto al sexo.
Taehyung se rio suavemente, con su pecho retumbando contra el suyo.
—No, tonto —le dijo con suavidad—. Aquí no, en otro sitio...
Jungkook se distanció unos centímetros del chico, recolocándose la chaqueta con el rostro pintado de rubor, y preguntándose, en qué lugar de allí podrían sentirse más seguros.
—Eh... —farfulló con un evidente sonrojo y labios especialmente rojizos por los tironcitos de sus previos mordiscos—. Pues...
—Kookie —Taehyung se acercó a él de nuevo, tomando su rostro con una delicada mano para que le mirase—. No estoy diciendo ahora. Puede ser en otro momento, m-me refería a que... quiero hacerlo contigo.
El pelinegro sintió como su cabeza le daba vueltas, mareándose levemente con aquellas palabras que le hacía sentirse como en un sueño. Aún estaba acalorado, y pensó que iba a derretirse allí mismo. Pero Taehyung le sujetó bien cerca de sí mismo, como para que pudiera derribarse por su nervioso pulso.
—Y-yo nunca he... —murmuró lentamente.
—Yo tampoco —le dijo Taehyung—, lo sabes.
Jungkook se encontraba abrumado por la intensidad de sus emociones, y mientras Taehyung soltaba su mejilla suavemente, dejó un beso superficial sobre sus labios. Ni siquiera podía permitirse pensar cómo podía sentirse compartir un momento tan íntimo entre ambos; sonaba como un lejano sueño, como algo impensable a pesar del anhelo por sumergirse en el paraíso de sus labios.
—¿Deberíamos volver a dentro? —sugirió Taehyung tomando una bocanada de aire fresco, y dejando a un lado la quemazón que a ambos les quemaba.
—Sí. Un segundo —aceptó el dhampir.
Jungkook era de sangre caliente, y necesitó unos instantes para sentirse menos mareado por todo lo sucedido. Dirigiéndose al local de nuevo, con Taehyung de la mano, recibió de forma inesperada un fuerte golpe en uno de sus omóplatos. Siguió en su cabeza, y, por último, la oscuridad le invadió mientras un gran impulso de luz seguida de la voz de Taehyung chirrió en sus oídos.
No llegó a mucho más, puesto que él perdió por completo el sentido.
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—Joder, ¿dónde están esos capullos? —masculló Yoongi, volviendo a atravesar el club de la playa en la dirección por la que había venido.
Había mucha gente, pero era imposible que hubieran desaparecido. Sin embargo, llevaba más de media hora sin encontrarles por ningún lado.
«A no ser qué...».
—No me puedo creer que puedan estar dándose el lote fuera, como un dúo de pervertidos —exhaló con un sorprendente acierto que jamás descubriría.
—Eh, Yoon —la chica de la bandeja de chupitos le detuvo cuando pasaba junto a la barra, posando una mano sobre su pecho—. ¿Estás solo? ¿Qué tal si hacemos algo para levantar esos «leucocitos»?
Yoongi soltó un bufido seguido de una carcajada rasposa.
—¿Disculpa?
Ella le señaló el cuarto de baño, mostrándole una bolsita en cuyo contenido se mostraban un polvo blanco.
—Oye, no me van las sustancias peligrosas —respondió Yoongi con desganada—, dejé hace tiempo el vicio.
Ella se mordisqueó el labio.
—Ya, bueno, se pueden hacer otras cosas... para «levantar el ánimo» —le sugirió lascivamente.
—Encanto, he bebido, pero no tanto —le dijo bajando la voz entre la música—. Además, tengo que ir a pasear a mi pez, ¿le has visto, por cierto? Es de colorcitos.
—¿Sabes? Pensé que eras un tipo divertido, eso me dijo Brenda —se quejó ella—. Pero, que te jodan, Min Yoongi.
—Sí, cuéntale a mi ex que tengo la diversión justo al otro lado de mi dosis de aburrimiento autosuficiente —escupió molesto—. Como mi miembro.
Ella se largó con una mueca de desagrado. Y el chico pasó de largo, apretando la mandíbula. Saliendo del club, se pateó los alrededores con malas pulgas y el bate de béisbol sobre el hombro. No les encontró por ningún lado, y terminó razonando que Jungkook ya no tenía una tarjeta de teléfono, por lo que no podrían ponerse de ninguna forma en contacto.
«No pueden andar muy lejos —se dijo encendiéndose un cigarro junto a la puerta de entrada—. Técnicamente, podrían estar echando un polvo en el baño».
La ansiedad de los sitios muy concurridos le dejaban el cerebro como una sopa, e intentando tranquilizar su llama interna, dejó la vista perdida en mitad de la calle planteándose cómo maldecir a Jungkook y Taehyung cuando apareciesen de vuelta.
Justo entonces, un tipo bronceado de ojos verdes salió del local y le echó una miradita a Yoongi de soslayo mientras bajaba la escalera.
—Oye —le preguntó el joven—, por casualidad has visto a dos chicos... uno con el pelo negro, chaqueta de cuero, otro rubio, ojos claros...
—No —respondió con un acento extraño, y señalando una dirección—, pero te he visto antes con ellos. Y les he olido a los otros. Esos pálidos se fueron por allí.
—¿Pálidos? —Yoongi parpadeó sorprendido.
—Ojos como un eclipse —explicó—, halos de luz que rodeaban sus pupilas. No suelen acercarse aquí, a no ser que busquen problemas. Pero casi todos los de la ciudad se marcharon hace tiempo, por aquel cazador.
—Strigoi —murmuró el humano, recordando la explicación que Jungkook le había dado días atrás—. E-espera... ¿de qué cazador hablas?
—Humano, no me meto en negocios ajenos —el joven pasó de largo cuando dos más salieron del local, mirándole con desconfianza—. Deberías hacer lo mismo.
Yoongi se quedó con la boca abierta, y entonces, giró sobre sus propios talones y salió disparado en la dirección de la calle que le había señalado.
—Strigoi... n-no puede ser —masculló con nerviosismo.
Y entonces, se chocó de bruces con otro muchacho que apenas había visto cruzarse con él. El golpe le hizo tambalearse hacia atrás y casi se le escurrió el bate de los dedos. Cuando levantó la cabeza, vislumbró a un chico completamente pálido en contraste con aquel tipo bronceado que le había descrito a unos strigoi instantes antes.
Este permaneció sobre la acera con una cara enfurruñada, de un rubio dorado, media docena de pendientes en sus orejas, y un porte esbelto y sexy bajo su ropa de negro.
—Joder, ¿es que nadie mira por dónde camina en esta condenada ciudad? —escupió el rubio con malas formas.
—¿T-tú tampoco has mirado? —soltó con sarcasmo.
Yoongi pestañeó fijándose en él. Sus botas llegaban hasta la mitad de la rodilla, tenía un fino colgante de plata desde donde colgaba una diminuta flecha entre sus clavículas, un anillo doble en la mano, mitones de cuero que se escondían bajo su chaqueta y unos pantalones ajustados. Casi le recordó a la forma de vestir de Jungkook. Aunque él era algo más bajo, pero igual de atractivo.
Su cabello rubio se peinaba hacia atrás con los dedos, sobre un rostro circunvalado y unos ojos rasgados de iris castaños.
—Me has quemado la chaqueta con el cigarro, genio —le indicó levantando la manga.
El chico se quedó traspuesto. Efectivamente, se lo había apagado en la chaqueta por accidente, dejando una clara marca renegrida. Pero como tenía cosas más importantes que hacer (como buscar a sus amigos), y no le apetecía discutir con aquel tío bueno sino acababan comiéndose la boca en un cuarto de baño, le regaló amablemente:
—Eh, sí. Que te jodan, niñato —exhaló su bocanada de humo y pasó por su lado—. No me líes.
Sin embargo, el rubio le agarró del brazo bruscamente y le detuvo con una interesante firmeza.
—¡Eh! ¡tengo un bate de béisbol en la mano y no me da ningún pudor usarlo! —le exclamó amenazante.
—Has dicho strigoi —le acusó el rubio, eludiendo su amenaza—. Busco a dos personas en esta ciudad. Un moroi y un dhampir.
Yoongi levantó las cejas sin poder creérselo.
—¿Qué?
—Cabello oscuro, y otro rubio, ¿tienes alguna idea de...?
—Y-yo también —le interrumpió Yoongi.
—¿Cómo que tú también? —repitió el segundo con el ceño fruncido.
Él soltó su brazo y ambos se miraron atónitos.
—¿Quién eres? —le preguntó Yoongi.
—¿Disculpa? ¿Quién eres tú?
—Joder, no tengo tiempo para jugar al Quién es Quién —gruñó el humano pelinegro—, mis amigos han desaparecido y alguien me dijo que vio a unos strigoi.
—Oh, ¿esos tipos que se fueron en esa dirección? —señaló con la cabeza—. Son licántropos, no tengo dudas de su bronceado.
—Entonces, eres... ¿dhampir? —dudó Yoongi.
—¿Tú no? —preguntó el otro.
—Oh, sí. Por supuesto —pretendió con altanería, liberando un creíble carraspeo.
—Pues tu bate de béisbol no te hace pasar muy desapercibido, que digamos. «Back To Hell» —leyó el segundo, con una mirada juzgadora seguida de una mueca—. En fin, ¿quiénes son tus amigos?
Yoongi dudó brevemente de aquel rubio dhampir.
«¿Y si era una trampa? ¿Y si era de esos dhampir de la comunidad nosferatu, que pretendían capturarles? —se preguntó a sí mismo.
—¿A quién buscas tú? —le devolvió Yoongi con suspicacia.
El otro se mordisqueó el labio levemente.
—El dhampir se llama Jeon Jungkook —pronunció, evitando mencionar al príncipe.
Yoongi sintió una corazonada. Aquello era un golpe de suerte, ¿cómo podía cruzarse a alguien que buscaba a la misma persona que él? Sonó tan absurdo en su cabeza, que se quedó segundos enteros sin saber muy bien si decirle que esa era la persona que él también buscaba.
—¿Sabes dónde está o no? —insistió, perdiendo los nervios—. ¡Escúchame! ¡Está en peligro, tengo que encontrarle!
Yoongi reaccionó con aquella exclamación, sintiendo una descarga adrenalínica.
—N-no sé dónde está... no les encuentro desde hace un rato.
—¿Qué? ¿cómo que no les encuentras?
—Les perdí de vista a esos dos, estábamos en una fiesta, y...
El rubio le miró horrorizado, como si fuera una responsabilidad suya la de mantener a aquellos dos seguros.
—¡No soy su puta niñera! ¿Te enteras? —exclamó molesto—. No puedo mantener a esas dos sabandijas debajo de mi ala, ¡no soy mamá pato! Ni siquiera sé quién narices eres tú...
El dhampir exhaló una leve carcajada, divirtiéndose superficialmente por su forma de perder los nervios.
—Espero que tú no seas guardián —le dijo—, porque eres pésimo. Y, por cierto, mi nombre es Jimin. Park Jimin. Estoy buscando a Jungkook y al príncipe Kim. Necesito llevarles a un lugar seguro, antes de que... intenten matarles...
*Historia creada y escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Libro publicado en formato físico y digital en Amazon. También se encuentra disponible en Patreon en formado digital. 💖 Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar este y otros libros completos, así como capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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